Guggenheim Bilbao Museoa en sus primeros 18 años de éxito

(Artí­culo publicado el 18 de Octubre)

El 18 de Octubre de 1997, Guggenheim Bilbao Museoa abrí­a sus puertas al público iniciando lo que se ha venido en llamar «la nueva era de los museos», poniendo en valor, más allá de su propósito cultural, las infraestructuras museí­sticas y culturales, también, como elemento tractor del desarrollo económico y endógeno de las ciudades, los territorios y paí­ses, a lo largo del mundo.

Hoy, 18 años después, el conocido efecto Bilbao-Guggenheim no solamente sigue vigente, sino que, si cabe, se ve revitalizado y es un referente mundial para el mundo museí­stico, el del desarrollo económico, el de las ventajas competitivas en el efecto tractor de su desarrollo y de atracción turí­stico-cultural de las ciudades, en el complejo mundo de su planificación y revitalización urbana, de la coopetencia público-privada como esencia colaborativa, de la gestión de macro-proyectos, de la gestión museí­stica y de la estrategia convergente arte-territorio-economí­a, por citar algunos campos de interés. Y Guggenheim Bilbao llega a su dieciocho aniversario con el respaldo objetivo de la superación de los propósitos iniciales, así­ como del refuerzo innovador que dos nuevos hitos interdependientes pronostican un gran futuro: 1) los últimos resultados de audiencia, aceptación y visitantes (este verano ha sido el mejor de su historia en términos de visitantes, el origen de foráneos de los mismos en torno a un 60%, la espectacular participación de escolares en sus programas educativos, el apoyo sostenido de «los amigos del museo», el constante apoyo corporativo, y su extraordinaria presencia en las redes sociales), y 2)  la reciente renovación del Acuerdo entre la Fundación S.R. Guggenheim de Nueva York y la Fundación de Bilbao para los próximos 20 años con objetivos, compromisos e ilusión renovados.

Como todos los grandes proyectos de éxito, no es fruto de la casualidad sino de un esfuerzo, compromiso y bien hacer colectivos, en un proceso homogéneo entre la visión que le dio origen y su implantación y ejecución, acertada y eficiente, a lo largo del tiempo.

Precisamente hace unos dí­as, una prestigiosa editora norteamericana me escribí­a en relación con este aniversario recordándome una ya vieja propuesta no atendida a finales de 1998 al objeto de escribir un libro sobre el «Milagro de Bilbao». Recordaba aquellos «intangibles» que parecí­an haber hecho posible su creación, rompiendo esquemas y paradigmas tradicionales. Hoy, más que entonces, el tiempo ha acreditado y puesto en valor la apuesta de entonces, el acierto de la decisión y, sobre todo, el trabajo y «apropiación» del proyecto por nuestra sociedad. Nuestro guardián «puppy» y el interés que continúa despertando en quienes nos visitan, es un buen reflejo de esta buena salud de la que goza este proyecto icónico, aumentada por el casi centenar de ciudades que se han acercado a Nueva York deseando concertar acuerdos para disfrutar de «su propio Guggenheim Bilbao».

Así­, junto con la felicitación a Guggenheim, en general y a los directamente implicados y actores protagonistas de Guggenheim Bilbao Museoa, (tanto sus promotores y defensores de la iniciativa, como el personal que lo hace posible dí­a a dí­a, empezando por su Director) merece la pena aprovechar la efeméride para actualizar algunas observaciones y lecciones de futuro.

Tal y como comentaba, el «efecto Guggenheim Bilbao» ha sido utilizado como referente y fuente de inspiración de muchos proyectos e iniciativas. No obstante, una primera lección no suficientemente aprendida la tenemos a lo largo del mundo, en donde cientos de iniciativas han fracasado al traducir Guggenheim Bilbao en actuaciones parciales o sectoriales sin entender el poder de su «modelo y ventaja competitiva» más allá de su arquitectura (genial), de su encaje con las estrategias convergentes de sus socios (SRGF pretendiendo ganar su lugar lí­der en la cultura neoyorquina y mundial desde su internacionalización; Bilbao Guggenheim Museoa liderando el mundo de los museos del siglo XX como elemento icono y tractor del desarrollo ciudad-Paí­s Bilbao-Euskadi; las Instituciones Vascas trascendiendo de un museo para impulsar su estrategia de internacionalización y modernización de su economí­a y Paí­s; Bilbao como complemento protagonista de su estrategia de revitalización urbana, económica y social; las empresas vascas benefactoras apostando por su imagen, reinvención y plataforma de internacionalización e innovación; los gestores culturales en la búsqueda de la modernización y eficiencia en la administración y gestión cultural; el mundo de la educación tras la proyección y comprensión del arte como pieza esencial de una cultura enriquecedora y complementaria de una cultura e identidad propia…). Un modelo propio y diferenciado, de excelencia en su gestión, funcionamiento, colaboración público-público y público-privada, además de sostenible, glokal, integrando ofertas globalizables con idiosincrasia propia y autónoma dentro de una constelación global de vanguardia (Bilbao-Guggenheim). Un modelo con el soporte de la esencia diferenciada que lo ha hecho singular, sino único. Un museo completo (visión, colección, espacios, exhibiciones, programas educativos, promoción de industrias clusterizadas en torno al arte y las llamadas industrias creativas) y, sobre todo, una pieza en el conjunto de una Estrategia de Paí­s, plenamente identificada con la sociedad a la que sirve. Hoy, Guggenheim Bilbao es de todos y no un proyecto de unos pocos (como, dicho sea de paso, nació).

Entender el Modelo es un requisito previo para su extensión o réplica. Desgraciadamente, la «España de la Crisis», por citar un ejemplo en sentido opuesto, ha demostrado demasiados fracasos de quienes, de forma apresurada, se limitaron a creer entender el modelo y no supieron comprender por qué nuestro modelo era algo diferente que aportaba una clara ventaja competitiva, trascendiendo de una mera infraestructura aislada de un compromiso estratégico real. Un buen número de agujeros negros salpican la geografí­a española, como botón de muestra de lo que no se debe hacer.

Cuando hoy contemplamos el éxito logrado en Bilbao-Nueva York, y miramos, también, hacia dentro de su organización, vemos con respeto y admiración a quienes (la inmensa mayorí­a «veteranos» desde su origen) lo hacen posible dí­a a dí­a, con ilusión, compromiso, conocimiento y orgullo.

Hoy, dieciocho años después, hablamos de este singular proyecto. Pero viene muy bien recordar algo más: los proyectos complejos, las iniciativas singulares e innovadoras que pretenden transformar un Paí­s y construir un futuro distinto, exigen un liderazgo arriesgado, asumir la «incertidumbre», minimizar efectos negativos probables y gestionar expectativas favorables. Los proyectos de esta magnitud también pueden fracasar. Lo criticable y rechazable no es su fracaso, sino el no dirigir y alinear recursos y esfuerzos con oportunidades, mitigar el riesgo, contener impactos negativos y poner los mimbres necesarios para favorecer resultados y objetivos auténticos perseguibles.

Hemos aprendido, también, que si bien hoy, desde la evidencia del resultado y la aceptación generalizada de que goza, parecerí­a un proyecto natural del que no cabrí­a esperar otra cosa que el éxito y la identificación plena de la Sociedad. Sin embargo, debemos aprender que esto no fue siempre así­ y no fue bien recibido (incluidos muchos de quienes hoy, afortunadamente, contribuyen a hacerlo posible y son co-responsables del éxito logrado). En especial hoy, dieciocho años después, junto con la alegrí­a del éxito no podemos dejar de recordar la negra y trágica lección también aprendida: la intolerancia, el interés partidario y particular, las amenazas al Consejo de la SRGF y a los responsables de la decisión polí­tica en Euskadi, el recurso a la violencia de quienes hicieron todo lo posible para evitar esta iniciativa. El recuerdo de José Marí­a Aguirre, ertzaintza asesinado la ví­spera de la inauguración, a las puertas del Museo, como intento terrorista de impedir un proyecto no compartido por aquellos que decí­an defender otros modelos de futuro, enseña la sinrazón de determinadas posiciones y la diferente comprensión de nuevos contextos y otros tiempos. Conviene, una vez más, no olvidar, como fruto, también, del aprendizaje permanente.

Afortunadamente, hoy, en Euskadi, podemos disfrutar de este aniversario orgullosos de un Bilbao referente esencial, tanto en la constelación mundial Guggenheim como en el escenario mundial de proyectos museí­sticos, transformadores y revitalizadores. Y Guggenheim Bilbao construye nuevos sueños y espacios de futuro. Si ayer nació rodeado de escepticismo, crí­ticas y desapego, hoy goza de la aceptación natural, normalizada y entusiasta de un buen proyecto propio. Una buena noticia.

27-S: El voto para la desconexión

(Artí­culo publicado el 4 de Octubre)

Tan solo una semana después de las elecciones catalanas del 27-S, una ola de incertidumbre parecerí­a ocultar o distorsionar lo sucedido. La comunicación o interpretación de los resultados en diferentes foros parecen abrir todo tipo de opiniones confusas haciendo olvidar lo que se preguntaba ese dí­a, la historia previa y el por qué y para qué de esa consulta democrática en las urnas, en el marco de la única legalidad permitida desde el espacio normativo aceptado por el Estado español conforme a la interpretación y voluntad del gobierno español.

Recordemos que, al margen de un intenso recorrido histórico cuyo hito mediático para la nueva etapa empezarí­a en 1.714, Catalunya ha venido, sujeto a la ley, intentando dotarse de nuevos instrumentos de gestión, de autogobierno, de determinación y de soberaní­a que han sido rechazados, una y otra vez, de manera unilateral, por un gobierno centralista e inmovilista cuyos viejos argumentos (Unidad nacional, establishment y status quo) niegan la consideración de sujeto polí­tico a una nación sin Estado que aspira a encontrar un nuevo camino para construir su futuro. En este camino, los últimos episodios con el intento de convocar una consulta fracasaron con el partidario apoyo de los poderes mediáticos, judiciales y del aparato del Estado, soportado en una intensa campaña orquestada desde la suficiente presión a directivos y ejecutivos de empresas reguladas y afines. Impedida una consulta, el gobierno de la Generalitat y las fuerzas polí­ticas y sociales mayoritarias en Catalunya apoyaron unas elecciones «autonómicas especiales», en el único marco legal que dejaba en sus manos una consulta indirecta y representativa. La anunciaron como plebiscitaria si bien se configuraba como una elección de representantes, indirectos, al Parlamento. Así­, las reglas del juego eran claras: la gente votarí­a escaños por circunscripción y los electos conformarí­an la mayorí­a requerida para gobernar. Bajo este esquema, una coalición  (Junts pel sí­) optó por pedir el voto para constituir un gobierno con una agenda especial y tasada para declarar la independencia, dotarse de estructuras de Estado y negociar las condiciones, tiempos y modos de la «desconexión» del actual Estado español, con su legí­tima aspiración de permanecer en la Unión Europea como lo han venido haciendo desde 1.986. Una ruta definida, un tiempo prefijado y un proceso para la creación de un espacio nacional diferenciado.

Por otra parte, los partidarios del NO, se empeñaron en negar el carácter «legal de un plebiscito» y recordaron que se trataba, tan solo, de unas elecciones autonómicas ordinarias y convirtiendo su campaña en una «primera vuelta» de las próximas generales españolas, rechazando cualquier opción al modelo preexistente.

El 27-S, Junts pel sí­ ganó las elecciones con absoluta rotundidad: en número de votos (sus 1.621.000 superaron la suma de los tres pro-españolistas claros: C´s, PSC y PP), ganaron con claridad en las cuatro circunscripciones electorales y en todas las comarcas catalanas así­ como en 910 de los 940 municipios, obteniendo el respaldo necesario para gobernar y liderar un proceso parlamentario de mayorí­as (aún pendiente tanto de la decisión final de la CUP, como de los representantes individuales de un Catalunya sí­ que es pot que ni es Podemos, ni IU, ni algo uniforme y homogéneo aún por descifrar en el voto concreto en el Parlamento) y que claramente -pese a los intentos mediáticos- no es sumable con los votos del NO o la abstención o los votos nulos o aquellos que se quedaron en el camino sin representación parlamentaria. Junts pel sí­ ha ganado la legitimidad para llevar adelante su compromiso electoral. En definitiva, quienes expusieron una ruta clara hacia la independencia y soberaní­a de Catalunya en un nuevo modelo, han ganado las elecciones y formarán el tipo de gobierno que ofrecieron.

Sin embargo, otros han visto otra cosa. Un partido «ganador» con 25 escaños de 135 se presenta como lí­der del cambio y pide la dimisión del President Mas; un partido perdedor (PSC) se proclama candidato a presidir un gobierno «transversal», el partido del gobierno español -minoritario, escasamente presente en Catalunya y con el peor resultado de los últimos 15 años-, se «alegra» del triunfo del NO y parecerí­a hacer suyos los votos de sus adversarios, y Podemos «culpa» a la escasa inteligencia del votante por no haberles entendido. Para ellos, el «demonio Mas» ha fracasado y deberí­a irse a casa (o a la cárcel), dando por terminada «la broma catalana». Adicionalmente, quienes quieren ver diferencias en la coalición del SI y la CUP, parecen obviar la confrontación radical entre los tres partidos del NO como si compartieran modelo, proyecto y vocación (suponiendo que los tuvieran más allá de la coyuntura electoral para llegar a la Moncloa).

A partir de aquí­, las mismas voces que no se han creí­do ni el trabajo, ni la desafección, ni las aspiraciones por un nuevo modo de relación y convivencia, vuelven a esgrimir la vuelta al «punto cero» para una negociación a partir de las próximas elecciones generales. Piden un «Punto Muerto« (en sintoní­a con el vergonzoso espectáculo mediático en torno al baloncesto español recientemente vivido con guinda en el Consejo de Ministros español) con miras a retomar el viejo Estatut que se encargaron de «cepillar». La Unidad de España, la estabilidad para el crecimiento y mantenimiento de mercados que destacados bancos, empresas y dirigentes decí­an imposible en caso de ganar la apuesta por la opción independentista, y el nacionalismo español (este tipo de nacionalismo sí­ les parece moderno y aceptable) bien valdrí­an un «Pacto de Estado» que hace unos años rechazaron.

¿Es posible afrontar la demanda soberana de Catalunya volviendo a ese punto de partida? ¿Catalunya se conforma con un nuevo modelo (o proceso) de financiación o con acoger la sede de un Senado obsoleto o de una mejorí­a en las desequilibradas balanzas fiscales como algunos sugieren? ¿Es hora de una promesa «federal» -cuyo alcance y contenido se desconoce- como oferta de un potencial y futurible nuevo inquilino en la Moncloa cuyo recorrido estatutario ya conocemos? En mi opinión NO. La «desconexión» sea o no formal ya está en marcha. La posible «Nueva España» está por reconstruirse y reconfigurarse repensando un Estado de las Autonomí­as que sus propios defensores de hoy (PP y PSOE, sobre todo) se han encargado de destrozar y desacreditar. Ni la parálisis tan propia del Presidente Rajoy, a la espera de que los acontecimientos terminen resolviendo lo que él es incapaz de solucionar o intentar, ni empeñarse en discursos falsos que pretenden negar la evidencia, ni discursos históricos apelando a esa España de cuyo seno han surgido ya más de 20 nuevos Estados independientes en los dos últimos siglos, ni las voluntades y aspiraciones de naciones como Catalunya (o Euskadi pese a la percepción contrapuesta y equivocada que algunos se empeñan en destacar como si la voluntad vasca se hubiera difuminado) se acabarán en un descafeinado acuerdo de continuidad.

Que estamos en un escenario complejo y exigente no lo cuestiona nadie; que resulta más cómodo y «estable» (según terminologí­a al uso cuando aparece el foco en el crecimiento y desarrollo económico de negocios) no intentar salir del «espacio de confort» que el status quo procura para un inmensa mayorí­a resulta evidente, pero que construir un nuevo futuro acorde con la voluntad de un pueblo comprometido con una nueva trayectoria es el camino elegido, también. No parece razonable que cuando la Sociedad en general, a lo largo del mundo, los diferentes gobiernos, dirigentes empresariales, polí­ticos y académicos se empeñan en transmitir al mundo la inevitabilidad de actitudes nuevas en favor de la innovación (tecnológica, social, empresarial, organizativa…) no sean capaces de trasladarla al ámbito de la gobernanza, de la estructura del Estado, de sus Administraciones Públicas. (Baste recordar el reclamo de una de las empresas referentes en el mundo del emprendimiento y la innovación en el mundo, Masschallenge, al presentar su visión: «Trabajamos para construir una sociedad inspirada y creativa en la que todos reconozcan su capacidad y voluntad de definir su futuro desde la fortaleza individual y colectiva de generar su impacto personal en el resultado deseado»). Esto es lo que han transmitido los votantes del SI en Catalunya: su voluntad en cambiar las cosas al servicio de un futuro diferente que, están convencidos, con su esfuerzo, será mejor que el actual. Así­ de sencillo.

El 27-S y el comportamiento normal, pací­fico y democrático de Catalunya ha dicho  claramente, que apoya la ruta hacia la soberaní­a que le fue propuesta ante las urnas. Más valdrí­a no equivocarse. No es un problema catalán o de Catalunya. Serí­a bueno  que España entendiera que tiene un asunto esencial por resolver, por su propio bien y oportunidad. La Nueva España sin Catalunya (y, antes que después, sin Euskadi, en caso de que así­ lo decida en su momento el pueblo vasco) ha de ser diferente a la actual y siempre será mejor diseñarla que no heredarla. La independencia de Catalunya es cuestión de tiempo. Convendrí­a trabajar en una desconexión acordada. No es un problema, sino una nueva estación alcanzable de forma activa y compartible.