Rediseñando estrategias financieras al servicio del desarrollo social…

(Artí­culo publicado el 26 de Julio)

El mundo de las finanzas ha acaparado, en estos dí­as, la atención pública desde la óptica restrictiva de «los mercados», el «rescate-default griego» y, en mucho menor medida «local», la sentencia del Tribunal Supremo español en torno a un recurso de la Generalitat de Catalunya contra la sistemática intervención de la Administración Central española en la financiación-subvención de la «Asistencia Social».

Las dos primeras parecen focalizarse en instrumentos, polí­ticas, y objetivos de financiación  en una determinada lógica macro entre acreedores y deudores contemplándose como acciones y polí­ticas aisladas o autónomas «al margen de la economí­a real». Percepción negativa generalizada en una sociedad azotada por una crisis, la más reciente, de origen bancario-financiera, más tarde económica, luego social y, en todo momento, polí­tica. Entorno de frustración que castiga y penaliza, prácticamente sin matices a la «economí­a financiera» en lo que serí­a su aparente contraposición a la llamada «economí­a real». La última incidirí­a en el corazón y el alma de las personas.

Conviene, sin embargo, recordar una obviedad: economí­a real y financiera son indisociables. Lo que sí­ fija la enorme diferencia es el objetivo, la prioridad y, en su caso, el valor vs. el instrumento. Hoy, dadas las circunstancias, en esta vorágine perversa, la economí­a real parecerí­a asociarse con la cara positiva y esperanzadora de la economí­a. En este contexto y en medio del dominio acaparado por las crisis griega y china, especialmente, la reciente Cumbre de Naciones Unidas para la renovación de sus compromisos con una sociedad global, sostenible y mitigadora de la pobreza ha pasado desapercibida y con ella los esfuerzos en la búsqueda de nuevos modos de afrontar su financiación.

En esta lí­nea, tras un largo e intenso esfuerzo de trabajo conjunto, el Word Economic Forum y la O.C.D.E. han presentado su «Blended Finance Initiative» asociada a los objetivos 2015 para el desarrollo global recomendados desde Naciones Unidas. La Cumbre de Addí­s Abeba (Etiopí­a) ha sido el Foro adecuado y en el que, como no cabrí­a esperar otro mensaje fuerza, ambas Organizaciones Internacionales han recordado uno de los mayores problemas (y desafí­os) mundiales: La desigualdad global se incrementa y necesitamos nuevos modelos de desarrollo económico incluyente. Constatación de una realidad, desafí­o prioritario y compromiso inaplazable.

Así­, la iniciativa propuesta pretende movilizar flujos de capital hacia los paí­ses en desarrollo, rediseñando los instrumentos y polí­ticas financieras, convergiendo los mundos y espacios de la filantropí­a y las finanzas internacionales en una fusión público-privada dirigida a generar un verdadero IMPACTO consistente en favorecer del  crecimiento económico y social compartido y uní­voco, mitigando riesgos y ofreciendo el mayor retorno posible de beneficios en una verdadera transformación de la calidad de vida, sostenible, de las personas y paí­ses a los que se dirige. Otra vez, «innovación» pero no solo tecnológica y/o financiera en sí­ misma, sino aplicada a las demandas sociales.

Bajo este objetivo y compromiso, la iniciativa se propone «desbloquear recursos y agentes», a lo largo del mundo, hacia soluciones ganar-ganar transformando economí­as, sociedades y, sobre todo, vidas. Necesidades de transformación que reciben los nombres de infraestructuras, salud, educación, alimentación, agua… Sus promotores parten de una afirmación que parecerí­a chocante para muchos: «Existe dinero suficiente para cubrir nuestras necesidades», en un espacio creciente de los mercados de capital, con mercados, espacios emergentes que acceden a nuevas necesidades y soluciones con creciente poder adquisitivo y voluntad de intercambio de bienes y servicios, con cada vez mayor presencia y apuesta del inversor privado en los paí­ses y regiones en desarrollo, pero… los «cuellos de botella» que rodea estos complejos espacios de decisión y correcta asignación de recursos, la debida convergencia de intereses públicos y privados, el rol de los gobiernos (incluida la desgraciada corrupción presente en determinadas prácticas y casos) impide el correcto funcionamiento deseado. Así­, una vez más, la tan reclamada colaboración, coopetencia y estrategia compartida vuelve a ocupar roles esenciales. En el fondo de esta iniciativa subyace la necesidad de abordar las potenciales soluciones no ya desde silos confrontados o sustitutivos gobierno-iniciativa privada, sino como acciones conjuntas complementarias con el apoyo de un tercer actor: las fuerzas intermedias o facilitadoras, bien concebidas como organizaciones NO gubernamentales o como nuevos instrumentos no públicos al servicio de la sociedad.

«Blended Finance» pretende ser mucho más que un ya conocido PPP (modelo de colaboración público-privada) como modo alternativo, de sustitución de un proyecto concreto con interés complementario, sino algo especial, diferenciado y estable, que se autoproclama como una apuesta del rediseño de  las estrategias de colaboración financiera para el desarrollo. Iniciativa que parte con un compromiso base como plataforma ad hoc, «Convergence Blending Global Finance» en la que inversores privados y ONG’s aporten sus fondos y recursos al servicio de la financiación de proyectos de impacto real para el desarrollo sostenible (en el tiempo). Plataforma fí­sica real, con sede en Toronto, bajo la gestión inicial de Dalberg (grupo especializado en estos ámbitos colaborativos, especialmente, a los llamados paí­ses emergentes).

Todo un reto, todo un camino más por recorrer.

Y, es aquí­, donde surge, una vez más la apariencia poco relacionada en referencia a la «tercera percepción pública» que comentaba al principio de este artí­culo. La noticia de la sentencia del Supremo ha provocado una primera reacción, interesada y de parte, demonizando a Catalunya «cuya insolidaridad y actitud de mirarse el ombligo, perjudica a miles de ONG’s y ciudadanos», en palabras de la Secretaria de Estado para Asuntos Sociales del gobierno Rajoy en España.

Empecemos por decir que llama la atención que 30.000 ONG’s reciban dinero desde los presupuestos generales del Estado (más bien, de la Administración Central), en una competencia transferida -en exclusiva- a las Comunidades Autónomas (tan Estado, tan o más eficientes y próximos… como la Administración Central), y resulta fuera de lugar que el gobierno español tan preocupado por las duplicidades de otras Administraciones no se ocupe de su propia casa, y que un cargo público polí­tico, tenga tan escaso cuidado en sus palabras. Las ONG’s no deben vivir del Estado, ni crear ni mantener sus estructuras de unos fondos públicos permanentes. Lo que sí­ pueden y deben hacer es acceder a Fondos Públicos y Privados al servicio de proyectos, iniciativas y programas de interés e impacto social, desde una acreditación objetiva, probada eficiencia y con resultados e impacto real en la sociedad. Iniciativas alineables con las polí­ticas públicas (en este caso de los gobiernos competentes en la materia y no de otros). La colaboración público-privada resulta esencial, optimiza su gestión, favorece la convergencia financiera, mejora la focalización y monitorización de proyectos y resultados, favorece el voluntariado real, acerca las posibilidades de solución a las demandas sociales y permite movilizar recursos en favor de la sociedad.

Lo que no puede ser, si queremos desbloquear dificultades, ineficiencias y cuellos de botella es que «en nombre» de la asistencia social valga cualquier actividad clientelar de una Administración Pública que no es competente para hacerlo (máxime cuando se trata de un gobierno que dice desconfiar de las ONG’s cuando ofrecen informes y estadí­sticas que no le gustan).

El rol de las ONG’s, de la filantropí­a, el valor compartido empresa-sociedad es esencial en estos nuevos espacios de compromiso y responsabilidad. El de los Gobiernos, por supuesto. Pero eso sí­, el de los gobiernos responsables y competentes.

En definitiva, se trata de recibir con esperanza nuevas iniciativas y compromisos no solo hacia nuevas estrategias y desafí­os para el desarrollo, sino a la indispensable convergencia entre las economí­as real y financiera. La renovación de los objetivos globales que pretenden continuar mitigando la pobreza y desigualdad en el mundo resulta esencial. La valoración del camino recorrido es objetivamente positiva (en cuanto a resultados macro y globales) si bien no solo insuficiente, sino gravosa en términos de desigualdad relativa, espacio a espacio, región a región, sociedad a sociedad.

Etiopí­a ha de ser un nuevo nombre de referencia con puntos de inflexión para la solución de estas desigualdades y graves necesidades. Un punto de encuentro entre diferentes actores, con nuevos instrumentos y roles convergentes. Ojalá asistamos a nuevos caminos y mejores resultados.

OXI: Sí­ a la cosoberaní­a, Sí­ a Europa, No a la situación actual… Al margen de las decisiones finales.

(Artí­culo publicado el 12 de Julio)

El atrevimiento de dedicar una columna al asunto GRECIA, en plena tormenta de encuentros y desencuentros, negociaciones varias y volatilidad de mercados expectantes, no deja de ser una osadí­a temeraria. Más aún cuando todaví­a el pasado viernes el gobierno griego presentaba en Bruselas una nueva propuesta para su tercer rescate, alineado con las exigencias declaradas públicamente por la Unión Europea. Cabe esperar que hoy mismo, coincidiendo con la publicación de este artí­culo, conozcamos el desenlace. Sin embargo, la actualidad se impone y, más allá de acertar o no en un escenario final, parecerí­a de interés repasar algunos aspectos presentes en el proceso griego y extraer algunas lecciones más allá del resultado, anticipando futuras consecuencias para Grecia, para Europa y, por supuesto, para todos y cada uno de nosotros.

El inesperado y precipitado referéndum griego del pasado domingo 5 de julio, con una participación superior al 60%, no solamente ofreció un mayoritario y rotundo NO (Oxi) tal y como pedí­a el gobierno de Tsipras (61% para el NO, contra el 32% del SI que pedí­an tanto la oposición, como Bruselas, los dirigentes colegiados europeos y los numerosos dirigentes polí­ticos que se personaron, desde fuera de Grecia, en el proceso), sino que fue el ganador en el 100% de los distritos o circunscripciones electorales (56). Grecia decí­a NO a lo que entendí­a era una imposición de polí­ticas negativas para su población, hipoteca de su cosoberaní­a y clara intromisión de terceros en la decisión democrática sobre sus dirigentes y gobernantes. Podrá cuestionarse y debatirse si ha sido o no un verdadero referéndum con fundamento clásico desde las bases de un derecho constitucional, si contó con escaso tiempo de movilización e información para la decisión formada o si ofrecí­a una pregunta clara o si buscaba un apoyo indirecto a polí­ticas dispares. Pero la evidencia constata, participación y respuesta en una dirección. Adicionalmente, tras el NO, todos los partidos polí­ticos griegos se han sumado al apoyo de Tsipras en su negociación. Eso, sí­, los negociadores europeos se han cobrado una ví­ctima: Varufakis. No les gustaban ni sus formas, ni sobre todo, su capacidad y conocimiento de lo que estaba en juego (pese a que en sus publicaciones académicas concluye con un esperanzado llamamiento a Alemania y a Estados Unidos como últimos valedores del sistema). A partir de aquí­, Tsipras cambió a su Ministro, el lenguaje previo y ha propuesto una nueva solicitud de rescate que, en principio, parecerí­a responder a un acuerdo previo con quienes habrí­an de gestionar su salida de la crisis en los próximos tres años.

El NO griego no supone nada definitivo. Deja aún abierto el posible acuerdo o no sobre la solución al grave problema financiero y default del Paí­s, a la posible salida o no de Grecia del euro e incluso, a más largo plazo, de la Unión Europea, con independencia de la solución coyuntural con o sin rescate en curso. Si bien la posición del gobierno griego proclama, una y otra vez, su voluntad de permanecer en Europa -euro incluido- pero en el marco de un Acuerdo que haga viable su pago de la deuda, un crecimiento y desarrollo incluyente, con el digno acceso a las polí­ticas sociales y el respeto a los principios  y valores que se suponí­a marcaban la diferencia de pertenecer a una Europa, deseada, de libertad, justicia y bienestar, en contra posición a otros frentes potenciales, o a seguir un camino en solitario, por incumplimiento de exigencias y compromisos que, bajo los criterios de «convergencia económica y limitación teórica del déficit público», establecidos por muchos que hoy se revuelven contra ellos, condicionan las decisiones polí­ticas de sus gobernantes y ciudadanos, llegándose a argumentar incluso que su cultura «oriental» no es compatible con la europea y recomiendan una salida DE TODO ESPACIO EUROPEO.

Sin embargo, el «asunto griego», parecerí­a haberse jugado al margen de los intereses y necesidades de GRECIA y de los griegos. Los llamados «mercados», por definición, temen la incertidumbre y volatilidad y operan en términos especulativos preocupados por el movimiento corto placista de las Bolsas, pero con la atención real en su apuesta en el largo plazo. Sus cálculos trasladan preocupación, hoy, pero su apuesta, en realidad, es por un GREXIT, acordado para evitar sobresaltos, en el largo plazo, en el que la «pequeña y modesta economí­a griega» simplifique y facilite la «uniforme creación de un euro más fuerte». Un «euro fuerte» que habrí­a de acelerar reformas en favor de la «Unidad bancaria, monetaria y fiscal», al margen de los gobiernos y en manos de la «burocracia independiente» que escuche e interprete la voz del mercado. Y, en el peor de los casos, limitada a una dirección mí­nima y centralizada bajo el mandato y control de unos pocos. Grecia, para ellos, representa un escaso peligro de contagio global.

«Los Mercados» que no han jugado solos sino que se han alineado con unos pocos dirigentes polí­ticos que llevan años pretendiendo modelar una «nueva Unión Europea», por encima de la democracia popular directa, desde órganos uniformes de gobierno a los que se supeditan los mecanismos formales de Presidentes y Ministros que eluden el control parlamentario en sus respectivos paí­ses, argumentando la complejidad europea, la inevitable velocidad en toma de decisiones y la «confianza» que ha de depositarse en ellos para «hacer lo que sea mejor para su Paí­s en Europa». Es evidente que las decisiones de los Jefes de Estados Miembro o de los ministros del Eurogrupo también lo son con el aval democrático de sus respectivos paí­ses, pero no es menos cierto que, salvo escasas excepciones, Europa nos tiene acostumbrados a decisiones de salón, con nocturnidad y nulo control previo, cuando no a cambios en las reglas del juego en pleno partido. Estado Miembro y dirigentes aliados con un FMI que nos tienen acostumbrados a un doble juego combinatorio de extraordinarios estudios e informes de diagnóstico, a la vez que, pésimas decisiones sobre un esquema común y generalizado para todos, con escasa sensibilidad a la realidad de las poblaciones sobre las que actúa en una zigzagueante senda de opiniones y posiciones contradictorias. Ni estrategia previa, ni control democrático directo, ni crí­tica posible salvo ser tachado de nacionalista, aldeano, anti europeo o desinformado. Dirigentes que no han tenido vergí¼enza alguna en imponer primeros ministros no elegidos, de saltar cuantos acuerdos no les han facilitado su diseño previo y que en este proceso griego no solo se han entrometido en decisiones libres de un Paí­s concreto, sino que los han insultado, descalificado y reñido por «no acertar» con su voto. Se ha hecho una guerra partidaria, en clave de polí­tica local, ante Syriza, sin pensar en Grecia y sus ciudadanos.

Si bien es verdad, por otra parte, que GRECIA no cumple con sus obligaciones y compromisos (al igual que otros) y que no puede actuar por libre. Pero si hablamos de rescates incumplidos, niveles de deuda rebasados (suponiendo que toda ella sea calificada de lí­cita), de reformas paralizadas, de sobre dimensionamiento de su función pública o regí­menes «insostenibles» de pensiones, además de mirar a lo largo de Europa, merecerí­a la pena conocer lo que de verdad se está exigiendo hacer, con qué intensidad y en qué plazo, si es razonable y alcanzable, y, en todo caso,  «exigir» a Grecia un compromiso de éxito y no un camino a ninguna parte. Todo objetivo inalcanzable es imposible a priori.

De una forma u otra, GRECIA no deja de ser un «pequeño experimento» para muchos. Quienes nunca han creí­do en el euro y contemplan el momento como una gran oportunidad para darle un buen zarpazo; quienes aprovechan la ocasión para «demostrar que el euro solo es viable bajo un marco único, con mando único y armonizado» en el que se den los máximos niveles de cesión de soberaní­a hacia un «club europeo» de unos pocos; quienes con el modelo europeo en «de construcción» promueven la oportunidad de un bipartidismo extendido a/en todos los paí­ses miembro y con un férreo control en beneficio de unos pocos; quienes ven la oportunidad de acallar movimientos alternativos de gobierno y diferentes modelos de desarrollo. Y, también, para quienes añoran eras pre-euro y la vuelta a la dolarización excluyente.

Así­ las cosas, merece la pena resaltar que una salida de Grecia (del euro o/y de la Unión Europea) vendrí­a a demostrar que existen opciones de desarrollo diferentes a las fijadas por la UE en el marco de la tan temida «troika»; que cada vez son más las voces que se levantan en favor de un camino propio y distinto y que si Europa no es capaz de reinventarse, de entender el coprotagonismo y cosoberaní­a de los muchos pueblos que la componen y dan sentido a una apuesta por el otrora «sueño europeo», sus piezas se alejarán de Bruselas (y de Berlí­n y de Parí­s). Si finalmente Europa enmascara su decisorio rescate y apoyo a Grecia en un transitorio proceso de «no salida» bajo el apoyo de otra moneda hasta adecuar su economí­a a las demandas europeas, dará un peligroso mensaje: la solución está fuera de este inconcluso sistema. ¿Cómo argumentar, entonces, en contra de la libra y el Reino Unido, de la pertenencia dual de diferentes paí­ses con un sí­ a la UE pero no a la eurozona, o a la retirada de solicitudes de ingreso como la reciente de Islandia? ¿Y la permanentemente aplazada  decisión sobre Turquí­a? Si por el contrario, va más allá y facilita su salida real, asistiremos a un nuevo proceso de creación de espacios alternativos que, con toda probabilidad unirí­an voluntades, realidades muy distintas en los que primarí­a no la «convergencia monetaria y financiera», sino una nueva geo-polí­tica, con una muy probable, distancia cultural e ideológica del Occidente europeo. Asistirí­amos al principio de un nuevo escenario: a priori, ni mejor ni peor. Simplemente otro. Escenario para el que es más que probable no estemos preparados. Y si, finalmente, da el visto bueno al «nuevo rescate» en los términos explicitados en la propuesta pactada de antemano pero mantiene, en el fondo, la desconfianza en Grecia y su í­ntima convicción de que «no son tan Europa como se espera», estaremos ante una prórroga a tres años de una potencial y demasiado reiterativa crisis del sistema.

Tras el NO hemos visto nuevas caras y posturas que nos llevan a observar el uso propagandí­stico y negociador de las partes, así­ como la «verdadera vocación solidaria y europeí­sta» de algunos. La rotundidad del FMI, del Parlamento europeo o del propio gobierno griego (por no hablar de otros irrelevantes y caracterí­sticos personajes como Rajoy y su corte mediática española y sus portavoz europeo, González Pons reclamando la devolución de «los 6.000 millones de euros de los  españoles») exhibidas en las horas previas al referéndum, en contraste con las escuchadas horas después, no son sino reacciones y declaraciones acomodaticias a la coyuntura con tintes partidarios localistas.

En definitiva, el OXI griego tiene menos que ver con la gestión de 300.000  o 500.000 millones de euros que se suponen en juego (deuda, rescate, etc.) que con la verdadera cuestión a preguntarse y resolver: ¿Qué Europa queremos?, ¿Con quién?, ¿Para quienes?, ¿Para qué? Y, sobre todo, ¿bajo qué principios y valores al servicio de quién?

OXI: Sí­ a una Europa cosoberana, desde la libre decisión de sus Miembros; Sí­ a una Europa de bienestar y cohesionada; Sí­ a una Europa como referente democrático y de libertades; SI a una Europa con una buena gobernanza alineada con todos sus miembros (Estados, pueblos, personas).

Gracias a Grecia. Más allá de coincidencias y discrepancias -con sus gobernantes, los protagonistas del proceso, sus estrategias y métodos-, ha jugado un importante papel para la reflexión. Ojalá sirva, también, para corregir el rumbo. Y, sobre todo, que el sufrimiento de su pueblo haya merecido la pena.

Sea el que sea el resultado final para Grecia, con o sin default, dentro o fuera del euro y/o de la Unión Europea, el problema sigue estando en el principio: Europa.