Europa: Entre la decepción y la esperanza…

(Artí­culo publicado el 4 de Enero)

La reciente calma que predice la tormenta nos ha traí­do un inicio de año convulso y confuso al hilo de las próximas elecciones griegas. A la situación real que padece Grecia, se unen el nerviosismo de la Unión Europea y sus dirigentes pretendiendo interferir en el voto ciudadano («Nos gustan las caras conocidas», «Estudiamos la expulsión de Grecia si no nos gustan los ganadores»…), provocando los movimientos especulativos en los Mercados de Valores y sus consecuencias en primas de riesgo, coste de la deuda, y extrapolación de situación de crisis y pánico a otros Estados Miembro. Situación agravada con la acelerada y profunda caí­da de los precios del petróleo, la comprobación técnica de una Europa en deflación y la crisis soviética… por no aludir a la inacción de las Instituciones europeas ante el desafí­o «pseudo democrático» de uno de sus Estados Miembro (Hungrí­a), con más que aparente comportamiento contrario a los principios democráticos exigidos por la Unión Europea. El interesado movimiento «Grexit», dirigido a sondear la opinión de mercados y sociedades ante una imaginaria salida de Grecia del euro, se une al permanente desencanto sobre la Unión Europea, sus Instituciones, polí­ticas y dirigentes.

Este inicio de año viene a coincidir con la publicación de un interesante trabajo («El renacer de Europa: sacarla de su irrelevancia» de Matthias Matthijs y Daniel Kelemen) en cuya introducción hacen referencia a una ilustrativa portada del «The Economist» publicada en 1982, con ocasión del 25 aniversario de la creación de la entonces Comunidad Económica Europea. La portada recogí­a una lápida con la siguiente inscripción: «Nacida el 25 de Marzo de 1957. Moribunda el 25 de Marzo de 1982″. Añadí­a un epitafio clarificador: «Parecí­a capaz de ser una potencia hasta que intentó serlo».

Así­, tras esta impactante y breve valoración, los mencionados autores señalan cómo detrás de la imagen se detallaban las razones del fracaso: 1) Falta de liderazgo y debilidad de sus instituciones, 2) Progresiva desafección ciudadana y 3) Peligro de «abandonos» de algunos de sus Miembros.

Hoy, años después, en pleno 2015 constatamos, desgraciadamente, la pervivencia de los tres niveles señalados, si bien con algunos matices que pudieran llevar a la esperanza. Y esto viene a cuento en un momento en que se da una aparente paradoja. Si la Europa en construcción padece tan graves enfermedades crónicas, ¿cómo es que es referente esperanzador de futuro?

Aquí­ en Euskadi, hace unos dí­as, los dirigentes de SORTU-BILDU y, en definitiva, la auto denominada Izquierda Abertzale, anunciaban la inmediata presentación de su propuesta de futuro para «Una Euskal Herria posible en Europa«, adelantando que «aportarán un lenguaje novedoso, conceptos posibilistas e innovadores para un proyecto europeo«. Bienvenidos a Europa, en lí­nea con quienes llevamos construyéndola desde el ya lejano 1947 en que los «viejos nuevos equipos europeos» iniciaron la constitución formal de este nuevo espacio de bienestar, llevando a la práctica la apuesta del Aberri Eguna (Dí­a de la Patria Vasca) de 1930 «Euskadi-Europa». Pero esta referencia europea de futuro (reflejo de democracia, libertad, progreso social, bienestar…) de la IA no es única. Recordemos que a lo largo del pasado 2014, el pretender formar parte de la Unión Europea dominó el debate polí­tico en las principales cuestiones clave en la polí­tica y la economí­a: Escocia y su referéndum por la Independencia estuvo centrado en un mejor y mayor nivel de bienestar siempre en Europa, provocando que incluso sus detractores desde el gobierno de Cameron admitieran que el SI les llevarí­a a salir de Europa cuando ellos mismos han propuesto un Referéndum de «Salida de la UE» para el 2017 y persisten en las bondades de mantenerse fuera de la eurozona; Catalunya y su proceso para dotarse de estructuras de Estado en un Estado Independiente, proclama su intención de hacerlo «solamente en el seno de la Unión Europea»; Ucrania se ha desmembrado tras un penoso y complejo proceso negociador para su integración en la Unión Europea; a Grecia, por otra parte, se le amenaza con «expulsarle» de la Unión Europea si no cumple con las polí­ticas decididas e impuestas desde Bruselas-Washington. En el Estado español, quienes defienden el actual modelo de Estado y se oponen a procesos diferenciados, derecho a decidir, autodeterminación o Independencia bien de Catalunya o de Euskadi, argumentan que cualquier decisión en este sentido conllevarí­a la salida automática de Europa, utilizándolo como bandera del miedo. Otros (Alemania), empiezan a mirar cada vez más hacia el Este en un difí­cil equilibrio pro Unión además de pro-nuevos espacios (históricos, económicos y polí­ticos) o como Turquí­a («un abandono antes de entrar»), si bien inmersa en un larguí­simo, incierto y agotador proceso negociador para ser un nuevo miembro de la Unión, contemplando las bondades de una alianza de menor intensidad liderando un rol bisagra en el espacio euro asiático para lo que se ve especialmente dotada.

Así­, enredados en esta cierta paradoja, convendrí­a recordar la importancia de Europa en su contribución histórica de valores y modelos (libertad, derechos humanos, bienestar, democracia…), desde un avanzado modelo de economí­a social de mercado que lideró la transformación de una Europa de postguerra hacia un espacio de progreso y bienestar. El renacer de Europa, necesita como hace ya muchos años, de un liderazgo y referencia perdidos que ha de conectar con sus ciudadanos al servicio de un proyecto de futuro y no del mantenimiento del estatus quo de una polí­tica envejecida y temerosa de asumir los nuevos caminos que la sociedad del siglo XXI exige; necesita de nuevos modelos institucionales y de gobernanza integradores de todas las voces de ciudadanos y naciones (con o sin estructuras de Estado) que conforman el espacio europeo; exige un mensaje realista y de futuro, de largo plazo, incluyente y no generador de marginación y desigualdad y que no favorezca «abandonos» de quienes quieren continuar siendo europeos, con estructuras propias, diferentes a las uniformadoras que hoy existen, incapaces de dar respuesta a sus demandas o aspiraciones de futuro.

Visto, por tanto,  el valor que unos y otros damos a Europa, bajo interpretaciones distintas y distantes, apostemos por su vertiente de esperanza más allá de los fracasos, errores y desencantos que nos ha provocado. Volvamos al optimista reclamo que subtitula el libro mencionado por un renacer europeo. Sin duda, el camino a recorrer no será menos exigente ni menos sinuoso y largo que el transitado hasta hoy, con un gobierno europeo y un Parlamento que no despertaron grandes entusiasmos o adhesiones ciudadanos en las recientes elecciones. Pese a esta situación de partida, y con el nada alentador rol centralizador de los gobiernos de los Estados Miembro, empeñados en usar Europa más que en construirla y servirla, dirijamos  nuestros esfuerzos a seguir avanzando en este encuentro de entresueños y realidades desde uno de los escasos espacios de paz, ideas y compromiso con la igualdad y el bienestar para  «sacar a Europa de su irrelevancia«.

  Desgraciadamente, en las próximas semanas, el escenario preelectoral griego concentrará el debate mediático en el miedo y se convertirá en un argumento arrojadizo. Se advertirá a los votantes que reclamar sus derechos y defender su propia soberaní­a (desde la que ejercer su libre derecho a decidir y compartirla con la Unión), proponer modelos económicos alternativos a las polí­ticas del FMI y el BCE, o priorizar los tiempos adecuados para facilitar una gradual aplicación de polí­ticas acordes con las necesidades y posibilidades de su población, les situarán fuera de Europa. A este miedo se unirán los mensajes de «culpa» desde los inciertos comportamientos de los «mercados», pero no será sino un tiempo perdido. La verdadera relevancia europea vendrá cuando, de verdad, entendamos que el futuro de Europa exige nuevas estrategias y nuevas polí­ticas. Europa jamás será el escenario deseable si hacemos del paro un «elemento estructural y perpetuo», si no somos capaces de compartir un nuevo proyecto ilusionante, si no hacemos de nuestros propósitos de bienestar una realidad incluyente y si no somos capaces de salir del espacio burocrático para transitar hacia una sociedad creativa y emprendedora con voluntad real de innovación, acorde con el milagro tecnológico esperable que posibilite responder a las necesidades sociales.

 Esta misma semana, siguiendo el rol preestablecido, la pequeña e independiente Letonia (hasta hace escasas dos décadas integrada en la ex Unión Soviética), desde sus 2 millones de habitantes, preside la Unión Europea. Asume una agenda centrada en «el renacimiento de la polí­tica industrial y competitividad europeas», en el desarrollo e implantación del plan Juncker de Inversiones centrando su interés particular en la «Europa Digital», las relaciones con Moscú y su área de influencia. Letonia, además de la impronta de un pequeño Estado Miembro superador, desde estructuras propias emergentes y novedosas, de la crisis generalizada en la que continuamos inmersos, y con el apoyo en la Comisión de su ex primer Ministro y hoy Vicepresidente para el euro y el diálogo social, podrí­a ser un pequeño aire de cambio. Seis meses para señalar un nuevo camino en el perí­odo Juncker. Europa lo necesita. Necesitamos Europa, SI, pero no cualquier Europa.

¡Saquemos Europa de su irrelevancia! Provoquemos su renacimiento.

Ante el 2015: ¿Formular las preguntas correctas o responder a aquellas más comunes?

(Artí­culo publicado el 28 de Diciembre)

En el perí­odo navideño y su antesala a un nuevo año, atendiendo a la tradición, hemos de conjugar el espí­ritu y actitudes amables en un clima de optimismo a la espera de la «buena nueva», superando las dificultades y «males viejos» del año por terminar, con el esfuerzo identificador de renovados propósitos de futuro y una cierta dosis de «pronóstico y prospectiva» ante lo que esté por venir.

En este ambiente, hace unos dí­as tuve la oportunidad de coincidir en Estados Unidos con la revelación a la opinión pública del impactante informe del Congreso sobre el comportamiento de la CIA (Agencia de Inteligencia) a partir de los interrogatorios a sospechosos o detenidos relacionados con el terrorismo o, en sentido más amplio, «peligros contra la democracia o seguridad de los Estados Unidos». Como no cabrí­a dudar, los medios de comunicación se ocuparon de forma amplia de esta noticia y el hecho presentado en el Congreso fue retransmitido, en directo y abierto, por las televisiones y emisoras de radio. La gravedad del asunto suponí­a un doble efecto inmediato: por un lado, la vergí¼enza y rechazo en una democracia que habí­a permitido las prácticas de torturas, atentados contra los derechos humanos, la falta de respeto a las leyes, desprecio al Parlamento y a los gobernantes legí­timamente elegidos y la demostración de que los servicios especiales hací­an lo que les daba la gana, mofándose del pueblo y de las Autoridades que les habí­an nombrado. Años de prácticas inhumanas e ilegales hací­an de las pelí­culas y series televisivas que desde Hollywood o la red hemos venido observado como entretenimiento «pasivo»: HOMELAND, SCANDALS, HOUSE OF CARDS… de máxima audiencia se han quedado cortas, llevándonos a confundir a sus guionistas con simples relatores de las bajos fondos del perí­metro gubernativo. Por otro lado, la fortaleza de la democracia se poní­a al descubierto, permitiendo conocer en directo el menosprecio al Congreso y sus representantes, las mentiras y trabajo sucio que determinados organismos y personas han practicado a lo largo del tiempo, en un ejercicio de transparencia propio de democracias maduras. Pues bien, si esto por sí­ mismo no fuera suficiente para la búsqueda de todo tipo de respuestas necesarias, la sorpresa vino cuando lejos de los debates de fondo -que se sucedieron de manera inmediata- en uno de los magazines televisivos de máxima audiencia, la directora y presentadora del programa señalaba que no era momento de entrar en debates o respuestas de fondo sino que era el momento de formular una pregunta: ¿por qué se hace público un informe de estas caracterí­sticas en Navidades cuando la familia americana está ocupada en los regalos, en Santa Claus, en las fiestas y a punto de concentrarse en torno a mesas en las que la armoní­a y la felicidad han de imperar? Y lanzaba una dura crí­tica a los congresistas que hicieron público el informe citado.

No puedo ocultar que esta intervención me impactó. Más aún cuando pude observar que dada la audiencia de esta presentadora y cadena, el argumento se propagó más que el napalm que los implicados servicios de «seguridad» utilizaran en otras desgraciadas guerras.

Pero, en este marco navideño, hemos asistido a otras preguntas generalizadas que han ocupado los espacios mediáticos.

Así­, hace dí­as conocí­amos cómo tras casi sesenta años de embargo económico, incomunicación, conflicto y guerra frí­a, los primeros mandatarios de Estados Unidos y Cuba, reconocí­an la ineficiencia, inoperancia e ineficacia de sus polí­ticas de aislamiento y se proponí­an corregir el error iniciando un proceso de convivencia democrática y diplomática al objeto de garantizar la plena normalización de relaciones. Obama, de forma directa, señalaba cómo, en este caso, Estados Unidos se habí­a quedado solo y cómo sus aliados le habí­an dado la espalda. Resulta evidente que no se trata ahora de preguntarse, como al parecer se formula, ¿por qué ahora?, si no, y ¿ahora qué, cómo y cuándo? El proceso a emprender no es inmediato y requiere múltiples iniciativas, además de tiempo, para convertirse en una relación, multilateral, novedosa. No solamente implica a los dos Estados que han dado el paso, sino que mueve un amplí­simo tablero geo económico y geo polí­tico que dará lugar a un nuevo espacio de desarrollo. Sin duda, las consecuencias polí­ticas, sociales y económicas son inestimables de inmediato. El paso dado por Obama-Castro abre todo un nuevo movimiento que obliga a sucesivos reacomodos en el complejo mundo que vivimos. Una gran noticia que nos lleva a acertar en las preguntas adecuadas para buscar las respuestas necesarias.

Además, estos últimos dí­as del año, como presionados por el cierre de ejercicio ante el nuevo escenario 2015, otras noticias largamente esperadas han llegado: las FARC comunica su decisión unilateral del cese indefinido de su lucha armada. La casualidad de las conversaciones de paz nos lleva a la Habana, sede anfitriona, para que algunos se pregunten sobre la interrelación «negociada» entre esta declaración y el Acuerdo USA-Cuba. Nuevamente, son otras las preguntas «correctas» a formularnos ¿Cómo y cuándo se producirá la normalización y pacificación de Colombia tras el cese de la violencia FARC y cuáles serán los nuevos lineamientos del proceso en el desarrollo de un Paí­s tan castigado por el conflicto y la violencia? Como en el caso anterior, un nuevo espacio está por construirse.

Adicionalmente, como si de la coincidencia navideña se tratara, invocando la paz y fraternidad, la Unión Europea ha reconocido el derecho de Palestina a un Estado propio. Así­, tras muchos años de desencuentro, trabajo e iniciativas de todo tipo, asistimos a relevantes pasos hacia el reconocimiento y construcción de nuevos espacios, nuevas estructuras geo polí­ticas, a un intento por poner en valor democracia, negociación y diplomacia (de verdad y no de brindis palaciego acomodaticio de la vieja guardia), en tiempos de un nuevo lenguaje, nuevos jugadores y nuevos espacios económicos y polí­ticos. Un momento en el que «salir de los espacios de confort» da paso a nuevos tiempos innovadores. ¿Cómo propiciar salir de las resistencias y «verdades inamovibles del pasado»?

Episodios clave que han encontrado a nuestra próxima España fuera de juego. España se ha disuelto en sus batallas y enredos palaciegos (Zarzuela, Moncloa, Génova) y desgobierno preguntándose cómo dejar que el tiempo «todo lo borre» Y termine olvidando y obviando las raí­ces de la corrupción, las responsabilidades de las cúpulas actuales y sus herederos, la crisis, el desempleo, la falta de modelos (económico, de estructura de Estado, Justicia, diplomático…) posibilitadores de una nueva apuesta de futuro más allá de la crisis en curso, confiando en el milagro de la comunicación (tele dirigida) y el miedo («¡Cuidado con los que vienen!»), mientras una capa mediocre perpetúa su posición, tejiendo el enmarañado conjunto bipartidista en el que llevan demasiado tiempo inmersos.

Así­, en este marco, la España inmóvil ha pretendido confiar en el mensaje navideño de siempre, esperando la frase mágica que el nuevo Rey pudiera ofrecer, acompañada de una respuesta de su hermana Cristina a la pregunta que se le formulaba desde muchos sitios: ¿Debe Cristina renunciar a la sucesión? Pregunta equivocada. En el estado actual de las cosas, parecerí­a mejor preguntarse si no debe el Rey abdicar. La España actual vive una profunda crisis sistémica. La escasa credibilidad del gobierno, la mala imagen del sistema «de la transición», el nefasto «espectáculo monárquico» que no se resuelve con un cambio de cara con el mismo uniforme, mismos aparatos y asesores y misma letaní­a para ni decidir ni propiciar nada relevante y aplicable, no solo son claves decepcionantes sino que impiden transitar hacia un futuro diferente que esperamos ante el 2015. Qué duda cabe que no es la monarquí­a y su núcleo familiar el mal del Estado, ni la causa de sus desdichas ni la solución, en sí­ misma, a todos los problemas por resolver. Pero apelando a «su servicio de Estado», parecerí­a que es tiempo de un cambio absolutamente radical. Su abdicación podrí­a llevar a otros a dimitir, a favorecer un nuevo proceso constituyente, a generar un nuevo Estado, a disponer de un nuevo marco polí­tico y administrativo que dé repuesta a la realidad plurinacional reclamada en las calles, a nuevos sistemas reconstituyentes de una democracia real, a recuperar la credibilidad en la polí­tica, a ordenar y limpiar lo que impide que la gente distinga lo negro de lo blanco…

En consecuencia, una pregunta adecuada y correcta: ¿Cómo transformar de manera radical este Estado del pasado para construir uno del futuro? ¿Cuál puede ser el detonante que lo propicie? Sin duda, una pregunta adecuada para la fecha: Los Santos Inocentes.