Un paso más hacia la competitividad y prosperidad inclusiva

(Artículo publicado el 5 de Diciembre)

Si la semana pasada asistíamos en Euskadi a la presentación del Informe de Competitividad del País elaborado por ORKESTRA-Instituto Vasco de Competitividad, utilizando una nueva adaptación del Marco General de Competitividad, profundizando, sobre todo, en indicadores sociales más allá del PIB, esta semana, en el Workshop anual de la Universidad de Harvard y su red M.O.C. (Microeconomía de la Competitividad) bajo la tutela de Michael E. Porter), se ha insistido en la fortaleza dominante de la competitividad al servicio de la prosperidad e inclusividad, sostenible e intergeneracional.

Los atributos esenciales de una competitividad bien entendida cobran especial relevancia, día a día, en el diseño de estrategias para el desarrollo económico, de crecientes y siempre innovadores espacios de progreso y bienestar social, de procesos colaborativos (desde la especial apuesta por la clusterización de las actividades económicas bajo el binomio economía-territorio), la gobernanza (multinivel), el valor compartido y la cocreación de valor empresa-sociedad, así como el rol competitivo y especializado de los diferentes actores, impulsados por entes intermedios facilitadores, y la insustituible coopetencia público-privada. Así, actuando sobre la totalidad de los elementos críticos, si bien la macroeconomía supone un factor relevante que habrá de influir en todos, la diferencia real vendrá marcada por las políticas, fortalezas e intervenciones microeconómicas, no solo definitorias de la diversidad territorial y de sus respectivos tejidos económicos, su capital social e institucional, y, sobre todo, de su vocación propósito conjunto Sociedad-Economía (actores). Todo este complejo sistema de determinantes de la competitividad es lo que supone, al final, los diferentes niveles de bienestar y prosperidad de la población, así como la ventaja específica y productividad (generadora real de riqueza) de las empresas y las economías en que actúan, a lo largo del mundo. Sin recetas o manuales mágicos. Procesos, trabajo, decisiones, compromisos colaborativos, multi agentes, movilizados tras una visión compartida, “hecha entre todos”, a lo largo del tiempo.

Hoy, este sistema de intervención enfrenta un doble desafío adicional: la búsqueda de un “nuevo” modelo socio-económico en el que coexistan tres grandes objetivos que han de lograrse a la vez: crecimiento, sostenibilidad e inclusión y, a la vez, abordar y resolver con éxito el impacto diferenciado y específico de una revolución tecnológica, otra empresarial, otra de gobernanza y liderazgo y la intrínseca a cada “industria” en la que operamos (salud, educación, manufactura…) sujetas a múltiples reclamos, objetivos e indicadores (exigentes y demandantes de una profunda transformación individualizada y colectiva en sí misma). Una coexistencia compleja y sistémica que lleva a preguntarnos si todos estos objetivos son compartibles (al menos en tiempo y alcance máximo propuesto), si en verdad estamos comprometidos con sus logros y si, además, creemos que soportaremos la prueba de su acometida intergeneracional, conservando los beneficios del hoy para dotar a las sociedades futuras del maná esperable. Adicionalmente, hemos de asumir el doble objetivo superior: salvar el planeta a la vez que “salvamos” nuestro estado de bienestar y prosperidad inclusivos.

Hoy, queramos o no, estamos inmersos en una revolución tecnológica que obliga no solamente a una digitalización de nuestros modelos de vida, de negocios, de gobernanza, de ocio y sobre cuyas consecuencias, en general, impactan limitadas capacidades de respuesta autónoma. Las llamadas tecnologías exponenciales están aquí, se verán ampliadas por las aceleradoras tecnologías computacionales cuánticas, que, de una u otra forma, transformarán cualificaciones requeribles y modificarán el mundo del trabajo-empleo mucho más allá de posiciones y tareas, entrando en el concepto esencial de lo que entendemos indisociable en términos de trabajo-empleabilidad-ingresos vitales y, en gran medida, sentido y dignidad de las personas. ¿En qué medida será diferente? ¿Qué podemos hacer para su reconfiguración y reinvención? Sin duda, por encima de todo, reta a lo que simplificaríamos como Humanismo-Tecnología, exigiendo resituar a las Sociedades por encima del propio avance tecnológico, regulando, desde los poderes democráticos-públicos, el control de su uso, al servicio de la sociedad y su progreso equitativo e inclusivo, atemperando tiempos y ritmos a las posibilidades reales de sociedades, a la vez, cambiantes.

Revolución tecnológica incidiendo en el resto de espacios potenciales de futuro. ¿Cómo jugará un nuevo rol la empresa “enfrentada” a su propia revolución? Vivimos un movimiento que, bajo diferentes modalidades y apuestas, asume nuevos roles más allá del bien social corporativo entendido y realizado a lo largo de la historia. Hoy, empresa-gobiernos-sociedades son jugadores inseparables de la ecuación. Las empresas son medibles, a la vez, por sus objetivos y resultados económicos, sociales, de gobernanza, sostenibilidad, impacto en la comunidad y trascendencia intergeneracional. Sus propios modelos de negocio vienen dados por la solución de las demandas sociales. Están sometidas a reconfigurar sus relaciones con todos los “stakeholders” y/o grupos de interés con los que interactúa, obligada a generar organizaciones extendidas a lo largo de diferentes cadenas de valor, a tejer alianzas múltiples, a coopetir con sus “adversarios” habituales, a reformar la propiedad, gestión y resultados (y participación en/de ellos) y vivir con normalidad en un mundo compartido en ecosistemas variados, crecientes y complejos. Ha de transitar, además, un nuevo mundo hacia la glokalización, conviviendo de diferente manera a lo largo de la geografía. El valor compartido empresa-sociedad, el valor del humanismo tecnológico, el valor verde y valor “Business + Government + Comunidad” son ya (y lo serán con mayor fuerza en el futuro), atributos ordinarios que habrán de acompañar su transformación, en cualquier industria-país.

En su interacción con ambas revoluciones, toda industria está sujeta a profundas transformaciones. Los gobiernos los primeros (aunque pudieran no creerlo), los sistemas educativos, el mundo de la salud, la concepción del sistema de protección y seguridad social… toda una cadena de revoluciones interrelacionadas. Las diferentes industrias, en plena transformación en sí mismas, abandonan sus espacios tradicionales, no solamente asistiendo a la presencia de nuevos jugadores que pasan a liderarlas, sino a obligados mapas de relación, de alianzas con todo tipo de actores emergentes, de múltiples industrias y operando en geografías diversas y recomponiendo su modelo de relación público-privado. Lo que ya hace muchos años anticipábamos como la “nueva economía” o “vieja economía”, estimulada por cambios disruptivos dejó hace tiempo de ser un futurible para ser el espacio natural del momento.

En este marco, las empresas líderes, acumulan un poder diferenciado al conocido, pasando a liderar e imponer sus reglas del juego, así como, en muchos casos, a sustituir los poderes tradicionales de gobiernos y ciudadanos. Se rigen por reglas propias, condicionan esquemas sociales, han de reforzar su propio sistema educativo diferencial, de alguna manera, sus contratos sociales y, si no actúan adecuadamente los diferentes gobiernos con los que interactúan, elegirán los productos y temáticas obre las que actuar, los tiempos en que sus soluciones lleguen a los mercados dominantes y, en definitiva, ocupar espacios de gobernanza. Son momentos para interpelar, también, al mundo de la política y el gobierno. Habrán de jugar un papel clave en la regulación, impulso, y control democrático de una economía del bien común al servicio de la Sociedad, adecuando los tiempos que posibiliten un acceso equitativo a la oferta recibida.

La mejor noticia de todo esto es que lo sabemos y estamos en ello. No hay marcha atrás en la búsqueda de la competitividad, prosperidad, inclusividad… intergeneracional. Un camino multiproceso, largo, exigente, comprometido.

Nuevas actitudes, nueva mentalidad, nuevos roles de todos los actores implicados. El resultado esperable merece la pena. Preparados para el largo e intenso recorrido.