(Artículo publicado el 28 de Febrero)
El Gobierno Vasco ha aprobado en su último consejo el Plan de Ciencia, Tecnológica e Innovación para el 2030.
Tras un larguísimo proceso de elaboración y contraste se vio interrumpido a finales de 2019 como consecuencia de la triste y dolorosa aparición del COVID y ha sido en este último cuatrimestre cuando ha retomado su última actualización y aprobación. El tiempo penalizado parece compensado, con creces, tanto por determinados aprendizajes futro de la pandemia, como por la profundización en una cierta “convergencia homologada” de espacios de futuro que han llevado a la inmensa mayoría de paises y sus políticas públicas a concentrarse en la llamada transición energética verde, la transformación digital y la “reinvención” del mundo de la salud y sus sistemas socio sanitarios y científicos bio-tecnológicos y bio-sanitarios asociados. Adicionalmente, la apuesta europea por el Next Generation plan y sus ámbitos de actuación para la recuperación económica, la orientación hacia un crecimiento y desarrollo inclusivo y las acciones fortalecedoras del rol científico-tecnológico-educativo, parecerían aportar valor y viabilidad económico-financiera al plan en su configuración final, apoyando tanto la inversión pública, como la empresarial privada que se manifiesta como una de las debilidades de planes anteriores.
La lectura del plan aprobado supone un gran valor en sí mismo, aportando información, metodología y evaluación de lo realizado en los anteriores planes ya concluidos y de extraordinaria validez para la sociedad vasca en su conjunto y, por supuesto, para los agentes empresariales, académicos y sociales implicados. Tan solo constatar la riqueza del tejido científico-tecnológico-empresarial que ha participado en su elaboración (más de 250 entes cualificadas) refleja una extraordinaria fortaleza de nuestro país, avalada en resultados por la evaluación comparativa que el plan ha realizado (con la Unión Europea, con el “grupo de regiones europeas homologables”, con los CCAA del Estado y con la propia base del anterior PCTI 2020). El resultado analizado es satisfactorio a la vez que destaca importantes espacios de mejora y puntos distantes del liderazgo que la visión del plan establece. Si Euskadi aspira a ser una de las “regiones europeas” líderes en el escenario previsto, no solamente ha de transitar el camino alineado que Europa propone para todas las regiones con matices diferenciales atendiendo a sus diferentes tejidos económicos preexistentes, sino que ha de hacerlo mucho mejor que los demás (en especial de aquellos que nos aventajan en el ranking base) y sobre todo, diferenciarnos con una proposición única de valor que transcienda de políticas, instrumentos, tecnologías base y “espacios de oportunidad” hacia los que todos parecerían enfocarse. Más allá de etiquetas que hoy escuchamos a lo largo y ancho del mundo (y, en especial, en la Unión Europea y en el estado español), en una aparente carrera que parecería confundirnos, presuponiendo que todos salimos del mismo punto de partida, con las mismas capacidades y que todos creemos jugar la misma estrategia, motivados y/o teledirigidos por el maná de los Fondos Europeos, los programas marco subvencionadores y de financiación establecidos, la realidad es muy distinta. Euskadi cuenta con ventajas competitivas diferenciales que ha de saber explotar y ha de hacerlo con el redoblado esfuerzo en la capacidad colaborativa, integrada y tractora que sus empresas relevantes, su tejido institucional diferenciado, sus políticas públicas reales y su vasta red tecnológica-industrial conllevan. Es aquí en dónde hemos de jugar el verdadero éxito de este plan. Plan que, como muy bien señala, no es un “plan aislado o único”, sino que se entronca, junto con otros (Basque Country, Estrategia y Agenda ODS-2030; estrategias para el desarrollo humano sostenible; estrategias para el trabajo del futuro -de máxima calidad objetivo-; estrategia educativa… y una intensa actuación inversora en materia de infraestructuras críticas), tejiendo su particular prioridad en su internacionalización diferenciada, sus redes de talento y la captación intensiva de inversión extrajera alineada con nuestras necesidades y objetivos, complementaria de nuestras cadenas de valor, acelerando transferencias de conocimiento, pertenencia activa en redes innovadoras y conexiones vanguardistas potenciadoras de nuestro tejido económico y ampliando el horizonte y excelencia deseable en nuestro entorno académico y científico. Será precisamente este complejo proceso y esfuerzo el que permita el logro buscado.
Por delante tenemos un reto inmediato: acertar en la articulación de iniciativas y proyecto de país, colaborativas, que aceleren la adecuada transformación económica- social deseada. En este camino, los “sistemas estratégicos transversales en materia de educación y finanzas, administración pública, empleo y fiscalidad”, resultarán determinantes. Su propia transformación habrá de enfrentarse a un trinomio estratégico debidamente focalizado: su propia transformación estratégica en sí misma, su innovación orientada a las estrategias vinculadas con esta amplia apuesta tecnológico-industrial nuclear en el Plan Ciencia-Tecnología y su orientación hacia la configuración de los nuevos espacios políticos, económicos, sociales y de gobernanza por venir a lo largo del mundo en los próximos años en el horizonte de este plan. Un apartado relevante del conjunto de piezas que, a lo largo de los años, vienen configurando un modelo de desarrollo humano sostenible, inclusivo, bajo las premisas irrenunciables de la cohesión social y territorial acordes con la vocación política del País.
Un potente plan con una apuesta seria y alineada con la realidad desde las posibilidades del país. En un contexto de competencia (real y/o aparente) que pone a prueba nuestro verdadero compromiso y esfuerzo como sociedad. Sin duda, contamos con las bases adecuadas para el juego en el que queremos (y debemos) participar. Hemos de creernos, como sociedad, los talentos y capacidades de partida, asumir los desafíos como oportunidades. No es un salto al vacío. Es, sobre todo, un nuevo paso hacia adelante, suficientemente acompañados.
Ahora bien, conviene destacar su coincidencia en el tiempo con el propio proceso de gestión del Plan EU NEXT GENERATION y la movilización de los 1,8 billones de euros que la Unión Europea pone a disposición de la recuperación económica y, sobre todo, la transformación y construcción del “futuro de Europa” cuya apuesta, más allá de la coyuntura post pandémica, ha comprometido para el próximo semestre (mayo 2021). La ilusionada confianza en los recursos europeos y en la alineación de áreas de oportunidad y transformación de nuestro tejido económico convive con negros nubarrones ante la incierta gestión, asignación y “propiedad” de recursos, planes y proyectos, dado el negativo historial conocido. Estos días conocíamos, también, el informe del Eurobarómetro, “Parlemeter 2020: A Glimpse of Certainty in Uncertain Times” (Destellos de certeza en condiciones de incertidumbre), del que se desprende la motivada esperanza en que la apuesta por una necesaria recuperación y cambio dependerá, en gran medida, de lo que haga Europa, a la vez que España, aparece a la cola de los 27 Estados Miembro de la Unión en lo que a confianza en que las cosas irán mejor y a la cabeza de todos en lo que se refiere a convicción de que las cosas se harán mal y no se aprovechará la ocasión para la verdadera transformación que se requiere. Desgraciadamente, los pasos dados (y/o conocidos con claridad), que se vienen orquestando desde el gobierno central alumbran preocupantes sensaciones, distribuciones sucursalistas generalizadas y escasamente orientadas a apuestas específicas, renuentes a la inevitabilidad de asumir riesgos en la elección de proyectos, motores tractores y jugadores suficientemente capacitados para incitar y promover el cambio y lograr resultados de verdadero impacto colectivo. Por su parte, el Gobierno Vasco afirma, en la presentación del PCTI y en el lanzamiento de algunas iniciativas que han tenido lugar estos días, que todos los proyectos previstos se llevarán a cabo, con o sin los fondos europeos esperados, aunque se vean ralentizados, poniendo el acento en su carácter verdaderamente esenciales, estratégicos y diferenciales. Confiemos en que los principios y mecanismos ejecutores respondan al esperanzado esfuerzo requerido y que la verdadera transformación deseada sea una realidad.
Bienvenido este nuevo PCTI que habrá de ayudarnos a transitar en este inmediato plazo de diez años hasta el 2030. Ciencia, tecnología, industria e innovación al servicio del bienestar social y desarrollo inclusivo sostenible tan largamente deseado y trabajado.