(Artículo publicado en Deia el 20 de Abril)
La reciente presentación en Londres del índice de Progreso Social 2014, ha dado lugar a un nuevo proceso cuyo objetivo no es otro que «impactar» en la redefinición de las agendas de los gobiernos, empresas y sociedades en sus modelos de negocio y, sobre todo, políticas públicas. El movimiento, aún incipiente, en torno al reclamo por la interacción convergente y simultánea entre las necesidades sociales y la creación de valor económico, es una realidad que se extiende al mundo de la estrategia empresarial, las políticas de desarrollo y cuenta, además, con un nuevo índice que permite medir indicadores críticos sobre los que actuar, a la vez que compararlo con el tradicional PIB que nos ha acompañado por décadas.
El prestigioso profesor Michael E. Porter, máximo responsable académico del mencionado índice de Progreso Social (avalado, en especial en esta materia, entre otras cosas, por haber dirigido durante años la elaboración del conocido índice Global de Competitividad que, con carácter anual, publica el World Economic Forum y sirve de base de decisión a 140 países a lo largo del mundo) destacaba en su presentación, el por qué y para qué de este nuevo índice así como, sobre todo, este refuerzo en un movimiento hacia el progreso social y el valor compartido empresa-sociedad. Nos recordaba una evidencia: «Pese a diversos esfuerzos, aún no entendemos la verdadera conexión entre desarrollo económico y desarrollo social, no contemplamos una visión holística del desarrollo y, en consecuencia, no hemos acertado en la correcta definición de las políticas sociales necesarias. Nos hemos acercado a conceptos de crecimiento y desarrollo desde el PIB y hemos intentado avanzar en otro tipo de índices, hemos mezclado indicadores sociales (pocos y escasamente claros) con el peso del PIB y su dominio económico». En este camino, han aparecido diferentes aproximaciones como el índice de Desarrollo Humano e incluso el de la Felicidad, pero anclados en la visión económica del PIB. Esta desconexión, si bien es verdad que se ha venido mitigando con un cada vez mayor esfuerzo por unir determinadas políticas económicas y sociales en estrategias convergentes y que, poco a poco, interiorizamos en determinadas políticas y estrategias el hecho de que, también, las políticas sociales y redes de bienestar son facilitadoras del desarrollo económico. Aun así, tal y como han publicado recientemente Stiglitz y Fitoussi («Mismeasuring our lives», «Midiendo mal nuestras vidas») seguimos instalados en el PER CAPITA que, además, resulta engañoso con medios irreales penalizadores de las poblaciones desfavorecidas siendo claramente distorsionador de la realidad.
Así, el tránsito a la era «PRO CíPITA» pretende disponer de nuevos elementos de medición, exclusivamente soportado en indicadores sociales, que midan Resultados (OUTCOMES) y no inputs, que estén orientados a la acción (oportunidades para el cambio) y que sean relevantes para todos los países (no solamente los «llamados pobres o en desarrollo, sino TODOS, incluidos los «avanzados»). Metodología compleja que exige de un intenso trabajo de mejora que permita que los primeros 132 Estados incluidos en la edición 2014, actúen sobre los propios indicadores, afinen sus conceptos y reorganicen sus aparatos estadísticos. (Recordemos que los primeros intentos para medir el PIB fueron claramente inapropiados y muy limitados y que aún se cuestionan muchos de los datos que aportan determinados países con discrepancias evidentes entre diferentes Organismos). Adicionalmente, no podemos olvidar que continuar midiendo en el ámbito estatal, incide en un error grave en la medida que las diferencias y desigualdades en el interior de los Estados son, las más de las veces, mayores que de Estado a Estado. Aquí, debemos destacar un hecho relevante: Euskadi. El índice de Progreso Social 2014, además del análisis en 132 Estados de los cinco continentes, recoge una singularidad: su aplicación al País Vasco como único caso No Estado que permite abrir un camino hacia la «regionalización y actuación en espacios infra-estado y/o especiales», que posibiliten una mejor comprensión del progreso social y faciliten las políticas a implantar. La elaboración de este Indice ha contado con la participación del Instituto Vasco de Competitividad-ORKESTRA en una iniciativa singular analizando -con carácter piloto- la racionalidad e importancia de su aplicación en ámbitos llamados «infraestado». El Informe resalta algunas de las características clave que concurren en nuestro País para convertirlo en un candidato ideal a este ejercicio: su carácter líder y vanguardia en el desarrollo del Estado español (primero en el propio PIB), cabeza en el desarrollo social en términos de índice de Desarrollo Humano conforme a parámetros del PNUD-Naciones Unidas, distintos elementos que le caracterizan como un territorio diferenciado de su entorno (identidad y cultura, tejido económico, capital humano, autogobierno y elevado grado de autonomía con estrategias y políticas diferenciadas, una oficina estadística propia con un alto recorrido en la elaboración de información e indicadores ad hoc para el propósito buscado y la presencia, institucionalizada, de diferentes observatorios e índices en el ámbito de la innovación social, regional y comarcal).
De esta forma, de la mano de 52 indicadores sociales en torno a 3 pilares determinantes (Necesidades Humanas Básicas, Bases del Bienestar y Oportunidades de Desarrollo), se alcanzaría el Progreso Social entendido como «la capacidad de una Sociedad para alcanzar las necesidades humanas de los ciudadanos al objeto de establecer aquellos fundamentos sólidos que permitan a los ciudadanos y sus comunidades mejorar y sostener su calidad de vida creando las condiciones par que todos participen de un bienestar inclusivo».
Con este propósito, el resultado del índice 2014 se ha presentado con una interesante comparación en relación con el PIB. Así podemos utilizar como ejemplo los Estados Unidos de América, primer lugar en el ranking mundial de PIB y 15 en el nuevo índice de Progreso Social. El «New Deal» que ha caracterizado un «Pacto Social» a lo largo de la historia estadounidense, proclamándose como «Tierra de Oportunidades», «por lo que todo ciudadano puede aspirar a ser multi-millonario o presidente del País» (si logra al menos 100 millones de dólares para financiar su campaña), no parece responder a los mejores indicadores sociales. Ni su educación pública básica (la K-12 obligatoria), ni su sistema de salud, ni sus redes de servicios sociales, ni las políticas de protección social, ni la vivienda popular, ni el equilibrio y cohesión territorial parecen estar en igualdad de desarrollo que su PIB per Cápita. Por el contrario, con sus limitaciones, pese al deterioro de los últimos años de crisis y las políticas restrictivas del bienestar en Europa, salvo los casos de Canadá y Austria, son los países Europeos los mejor situados en ese grupo de cabeza de los primeros 16 Estados en el ranking. Se trata, sin duda, de un buen reclamo, en los tiempos que corren, para los defensores de las políticas de bienestar en detrimento de los defensores a ultranza de un libre mercado. En ese pelotón de cabeza, la «estrategia vasca» en torno a un modelo de competitividad en Solidaridad haciendo de la convergencia permanente entre sus políticas industriales, sus políticas sociales y sus políticas de cohesión territorial parecen justificar y demostrar su acierto y el camino a seguir.
En definitiva, asistimos al despliegue de un nuevo movimiento que se abre camino, paso a paso, desde la solidez conceptual, la evidencia diferenciada y la extendida demanda social. La necesaria interconexión economía-Sociedad cobra carta de naturaleza y exige una clara reorientación de las políticas hacia la prioridad tantas veces anunciada: las Personas. Un tránsito aún incipiente. No obstante, más allá de un índice, lo relevante es actuar sobre sus indicadores, focalizando estrategias y políticas concretas sobre todos aquellos relevantes críticos. Disponemos, hoy, de mejores instrumentos para afrontar los nuevos desafíos. A partir de aquí, en los próximos años, recorreremos, sin duda, nuevos caminos pro-cápita, es decir, al servicio de las personas.