(Artículo publicado el 15 de Septiembre)
El President de la Generalitat de Catalunya, nos recuerda en su libro “Els últims 100 metres” (los últimos 100 metros hacia la independencia y república catalana), la frase utilizada por el dirigente de Esquerra Republicana de Catalunya, Heribert Barrera, en el Congreso de Diputados español, al defender su propuesta de autodeterminación de Catalunya haca ya casi 40 años.
Estos días, con ocasión de la Diada, esta frase ha estado presente en los diferentes eventos y acontecimientos conmemorativos, en una reclamación estruendosa no ya para poner su acento en la historia y derechos preexistentes sino, sobre todo, en la voluntad de futuro del pueblo catalán. Pasar de ser independentistas para ser independientes es el gran objetivo de este largo proceso histórico para el que la sociedad demandante tiene prisa y mucha prisa. Sobre todo, cuando los retrasos vienen impuestos y escapan de su control. El reclamo general ha consistido en el “objetivo independencia” y “absolución” como puntos de unión de una amplia y diversa sociedad movilizada tras diferentes iniciativas y opciones políticas y sociales en curso. La Diada, por encima de cifras y dificultades o de confrontación táctica interna, ha demostrado la fortaleza de un movimiento con prisa, paso a paso, avanzando desde la combinación de diálogo y confrontación democráticas, en un ejercicio continuo y comprometido, conscientes de las enormes dificultades que el propósito final conlleva.
A pocos kilómetros, también, el Reino Unido tiene mucha prisa. Decidió, por vía democrática directa, seguir un nuevo camino independiente de la Unión Europea. Y tiene prisa en abordar su propio camino pese a la complejidad e incertidumbre en que se encuentra, al proceloso y preocupante proceso conflictivo de salida en el que no parecen colaborar ninguna de las partes y sabedor de las largas y complejas tareas que les esperan, no solo en lo que a una nueva relación con la UE le supone, sino a una necesariamente innovadora recomposición de su configuración interna como Reino Unido con diferentes anhelos y aspiraciones irlandesas, escocesas, galesas e inglesa. Todo un nuevo camino por recorrer. Desoír la voluntad de un referéndum que algunos sugieren alejando en el tiempo las decisiones esenciales ya tomadas con el mandato popular, no parece la mejor forma de tomar decisiones incómodas. Ni la Unión Europea, ni el gobierno británico parecen haber asumido la decisión y mandato popular y el 31-O está encima. Sin duda, mucha prisa. Inevitable a fecha fija. Ucrania tiene mucha prisa en utilizar su libre decisión para escribir su propio camino, fuera del dominio y control de su antiguo “compañero” ruso y promueve la intermediación internacional (Europa y Estados Unidos) para facilitar un acuerdo de salida. Hong Kong lo mismo respecto de China, una vez probada la atadura dependiente de su gran coloso “centralizador-globalizador”. Ninguno pretende un futuro aislado, pero sí su propio futuro. Todos ellos son pequeños jugadores en relación con sus interlocutores “dominantes”. Todos ellos creen en un destino propio, interdependiente con sus vecinos y/o antiguos compañeros de viaje, pero, desde sus propias convicciones y decisiones, por vías pacíficas y democráticas. Todos confían en que el asumir las riendas de su propio proyecto generará mayor bienestar para sus ciudadanos. “Small is cute, sex and successful. Why Independence for Wales & other countries makes economic sense” (Con este título, el profesor Adam Price publicaba en la Harvard Kennedy School Review, su comprobación del mundo exitoso de los “pequeños jugadores” que obtenían mejores resultados en términos de valor -económico, social, institucional- que aquellos “grandes bloques dominantes”). “Lo pequeño es sexy, bonito y exitoso. ¿Por qué la Independencia para Gales y otros países tiene un gran sentido económico?”, se preguntaba. Como ellos, otros muchos, como Euskadi, gestionamos nuestros tiempos y realidades para lograr la independencia necesaria para decidir nuestros propios destinos, que en cada momento y circunstancia decidan nuestras sociedades, de manera libre, pacífica y democrática. Escocia, Flandes, Irlanda, por citar algunos otros destacados. Cada uno escribimos nuestra propia hoja de ruta, respetamos las de los demás, aprendemos de ellas y adecuamos el reclamo de nuestros pueblos a los tiempos y voluntades realizables.
La hoja de ruta hacia la República catalana ha incluido un modelo objetivo, esquematizado en Dinamarca, como imagen orientativa de un pequeño país (tamaño y población), nórdico, miembro de la Unión Europea, líder y referente entre los rankings internacionales de desarrollo económico, bienestar y progreso social, solidez estructural y calidad de vida. Ejemplariza el ya conocido reclamo global de los conceptos de Schumacher (“Lo pequeño es hermoso”), reforzado por Robien (“Lo pequeño es posible”), desde la experiencia comparada y las tendencias probadas ante los desafíos mundiales -solucionables, inclusivos-gestionables: “Lo pequeño es imprescindible”. Observa cómo hoy, “pequeños jugadores” ocupan destacadas posiciones en el gobierno de la Unión Europea. Para este largo recorrido, la Diada de esta semana ha movilizado a muchísima gente, consciente de las dificultades que entraña un anhelo de esta magnitud, pero sabedora que el siguiente paso, dotarse de “estructuras de Estado”, resulta imprescindible. Sabe, también, que no es cuestión de replicar aquellas que padecemos en un Estado español aferrado a un centralismo paralizante que se deteriora a pasos agigantados (todavía esta misma semana, estudios demoscópicos indican el deseo mayoritario de Comunidades Autónomas como Aragón, Madrid, Castilla-León o Castilla La Mancha y Valencia optarían por un Estado centralizado y renunciarían a su “modelo autonómico”, lo que aconseja revisar y diseñar “su propia hoja de ruta”, demostrando la imperiosa necesidad de revisar a fondo el futuro de una “España Unica” no deseada). Construir un nuevo modelo no se improvisa, requiere ingenio, innovación, compromiso y mucho aprendizaje. No es cuestión de mirar a modelos del pasado, ni a las infraestructuras radiales hacia y desde Madrid, o a una función pública del siglo XVIII, o a una financiación ahorcada por un centralismo incremental, año tras año. Catalunya sabe que el viaje solamente merecerá la pena si les lleva a un escenario distinto -por descubrir- al servicio del futuro. Y tienen prisa. El día a día, sin movimiento real hacia adelante, no vale para afrontar los retos a los que se enfrenta, no permite abrigar sueños y esperanzas, sino una tediosa espera en lo mismo, hacia ningún horizonte claro. Buscan dotarse de la savia aceleradora de un espacio mejor, por construir. De la misma manera que Ucrania no quiere volver a la Rusia que ya conoció y cuyo plan de futuro desconoce, ni el Reino Unido quiere aceptar una tutela de funcionarios en Bruselas, acomodaticios, en cada ola, a cualquier “nueva política” de supervivencia (de ellos, del aparato dominante, sea cual sea el tiempo, ideología o demanda social cambiante), ni Hong Kong quiere volver a un macro centralismo dirigido desde Pekín. Todos saben (sabemos) que han (hemos) de encontrar los mecanismos y estructuras adecuadas, en colaboración y apertura mundializados, pero desde la libre decisión (incluso con el derecho a equivocarse/equivocarnos). No buscan ni privilegios, ni confortabilidad en el camino. Pero sí persiguen un mundo diferente al que hoy tienen…
Mientras tanto, en Madrid parecen soplar otros tiempos. Ellos allí no tienen prisa. Se han acostumbrado a la resistencia desde “sus fortalezas”, enrocados en unas estructuras (también cloacas) de supervivencia del Estado. Se han adaptado a ellas y no ven necesidad alguna en transitar hacia un futuro que, en todo caso, les resulta incómodo y desconocido. ¿Se puede pretender presidir un gobierno que en 2019 no dé prioridad a encontrar soluciones a las demandas sociales e institucionales de Catalunya y de otros tantos que por activa y por pasiva les transmiten, día a día, su malestar y disconformidad con su Estado? ¿Cómo es posible que el señor candidato proponga un supuesto Programa de Gobierno o equivalente, con tanto desconocimiento del modelo autonómico existente (no ya de las aspiraciones de cambio que se vienen dando a lo largo y ancho del Estado, Europa y el mundo)? ¿Es esta la oferta de futuro que cabe esperar? Confían en el auto desgaste, desde el engañoso espejismo de una lucha de cifras clamando en sus propios medios y mensajes dirigidos a quienes comparten sus posiciones en un monocorde discurso diciéndoles lo que deben hacer: “aparcad vuestras reivindicaciones, volved a nuestro estatus quo y esperad un buen momento para repasar y avanzar en el Estatuto de la transición”. Creen que su propaganda de embajadas acallará las voces de lo que ahora llaman “territorio” (ni nación, ni país, ni pueblo). No. Ellos pueden esperar porque no tienen prisa, ni interés en avanzar o cambiar. Persisten en el error y no comprenden que la movilización de Catalunya no tiene marcha atrás. Ya no es cuestión de una u otra “transferencia” o de cheques desde la calle Alcalá. Es cuestión de Estado. Es un compromiso histórico con su propio futuro. Mientras se insiste en que se trata de un “conflicto catalán” o “revuelta de niños ricos, mimados, consentidos y de zona rica” que dijera Ucelay-De Cal (“Recomposición del Independentismo”) o un capricho de “revoltosos antisistema”, el movimiento, ralentizado o no, seguirá su hoja de ruta. Y, finalmente, aquellos que hoy no tienen prisa, no tendrán tiempo para recomponer un Estado unitario irreal del que “sus partes” se habrán distanciado sin remedio.
Mientras unos se enrocan en lo que creen que es una fortaleza unitaria e inamovible, protegida por sus “aparatos de Estado” y la inercia de “unos pocos cientos de años”, el liderazgo compartido, un proyecto común (aunque pareciera romperse en múltiples piezas) y la unidad de acción (en el largo plazo y en los elementos esenciales) orientan una hoja de ruta suficientemente articulada. Equipos, excelencia y diálogo (enraonar), hacen de sus 3-Es la grasa necesaria para mantener un movimiento en marcha, impulsando el largo camino que hace de cada Diada una estación renovadora.
Se vea o no, un camino sin vuelta atrás. Lo decían estos días sus camisetas: “objetivo independencia” y se escuchaban sus dos principales reclamos: Unidad y absolución. Se preparan para una nueva fase de movilización y compromiso social desde todo tipo de iniciativas, entidades, comportamientos personales, además de su voto y exigencia a sus representantes políticos e institucionales. Dos millones de catalanes europeos eligieron a sus eurodiputados que, de forma unilateral, están privados de su escaño. Sus líderes políticos están en prisión, en el exilio o inhabilitados. El Procés ha puesto en evidencia, también, errores y desencuentros, pero la Diada no ha sido un mensaje “de nostalgia hacia el pasado”, sino de compromiso renovado hacia nuevos caminos, protagonistas y espacios por compartir y a partir de la esperada sentencia que, soportada en un relato político ad hoc, marcará la intensidad, tiempo y dirección de este imparable movimiento. ¿Se moverán también quienes persisten en su distante “constitucionalismo español”? Ojo a otro Brexit (esta vez en el Sur de Europa) sin acuerdo, en perjuicio de todos.
Sí, tenen pressa, molta pressa.