(Artículo publicado el 2 de junio)
El video oficial del Parlamento Europeo invitando a los ciudadanos europeos a “usar nuestro voto” correctamente en las próximas elecciones puede resumirse como un “micro documental” de supervivientes de la “segunda gran guerra” o de la “revolución de primavera” tras la caída del muro de Berlín dando paso a nuevas libertades e independencia en las Repúblicas Bálticas ex URSS. Mensaje dirigido a poner el acento en la defensa de la libertad y de la democracia, insistiendo en que ni han existido en Europa “toda la vida”, ni tenemos garantía de su permanencia en el tiempo si no nos comprometemos en cuidarla, protegerla y potenciarla. Su petición es la de ejercer un voto responsable, elegir representantes garantes de este objetivo-desafío y contribuir de forma activa a su logro.
La fortaleza de este mensaje indica que más allá de compartir estos principios y valores esenciales, “usar tu voto” exige llegar al europeo medio, con estrategias claras sobre un futuro deseable, facilitar el conocimiento de lo que en verdad se vota, a quién y para qué papel a desempeñar se ofrecen alternativas. Más allá de la generalizada preocupación por la guerra real en Ucrania (y en consecuencia, en toda Europa sea o no parte de la Unión Europea), del contexto y movimiento geopolítico con el desencuentro Rusia-China y la siempre en cuestión posición relevante y clave de Estados Unidos, del reparto de “peso y poder” del eje franco-alemán y la capacidad de influencia y decisión en el espacio UE-USA-China y los emergentes miembros del Gran Sur + llamados a jugar un papel esencial en la demografía, movimientos migratorios, desarrollo económico y dirección financiera mundial, generando los nuevos y futuribles órganos internacionales de decisión global, se trata de rediseñar y ejecutar esas políticas transformadoras que revitalicen la nueva Europa deseable. La importancia en conocer lo que significarán para Europa y los europeos las transiciones globales hacía un mundo por llegar, verde, digital, tecno-director, así como la imperiosa necesidad de entender lo que esa Europa ofrecerá en términos de espacio y sociedad del bienestar sostenible a lo largo de nuestras vidas, resultan imprescindibles en el llamamiento a la adhesión de la ciudadanía.
Debo reconocer mi enorme decepción al observar la información, entrevistas y encuentros proyectados este fin de semana en la televisión pública vasca. No ya por la estimación de la participación esperada, según sus fuentes demoscópicas, con menos del 50% (desgraciadamente habitual en toda elección europea salvo cuando se hace coincidir con otras convocatorios), o por el absoluto desconocimiento de la población joven supuestamente representativa, no solo desinteresada y desinformada, sino con ninguna muestra de preocupación por su absoluto desconocimiento de lo que esto significa, incluidos aquellos que decían haber disfrutado de un programa ERASMUS, inmersos en plena guerra europea, viviendo día a día la difícilmente resoluble migración masiva observada, y siendo actores (activos o pasivos) de las infinitas decisiones que “nos vienen de Europa”. ¿Es solamente responsabilidad de quienes no se han informado o de los propios actores del sistema?
Estas cuestiones esenciales parecen ocultas en campaña, consecuencia de la siempre irrealizada Reforma Institucional y Reforma Electoral que no terminan de llegar. Apelar a la complejidad (real), al temor a perder el poder confortable de quienes desde los Estados y sus Gobiernos centralizados ejercen el control de las decisiones, descansando en una maquinaria burocrática facilitadora del estatus quo, no exime de la responsabilidad en la falta de respuesta a estos condicionantes (también reales).
En unos días hemos de “usar nuestro voto”. Sí, pero en nuestro caso (los vascos, por ejemplo) hemos de hacerlo, en un marco electoral de circunscripción única que impide reconocer el peso de nuestra realidad minoritaria constreñidos por un reparto previo, fundamentalmente “a dos”, que lejos de hablar y pensar en Europa, confrontan su lucha española por el “poder de Gobierno” en Madrid, lejos de europeizar el proceso, abandonar su lucha inmediata por sus confrontaciones domésticas. De esta forma nadie sabe muy bien a quien vota, desconoce a qué familia o grupo ideológico europeo previamente acordado irá su representante electo, ni si se ocuparán de asuntos “nacionales” y no europeos. Esta anomalía básica se agrava por el peso y foco mediático en un concepto absolutamente centralista pese a vivir en un Estado que aspira a su más que descentralización permanente. Un sistema electoral perverso, cuida la “preasignación” de unos pocos llamados a mantener las cosas más o menos como están. Una confusión institucional que favorecerá el incremento del distanciamiento ciudadano, su voto y el resultante logro al que termine destinado. Un voto que no sabremos si responde a algo de lo que “la autonomía estratégica” que inspira la acción conjunta europea significará, o si la intensa “Conferencia para el futuro de Europa” se ha traducido o traducirá en algún proyecto del mañana. Acudiremos a las urnas, desde nuestra firme convicción europeísta sobre los principios y valores que inspiraron su creación en tiempos de entre guerras, reafirmando nuestra confianza, esperanza y compromiso con la democracia y la libertad. Pero desconocemos el verdadero proyecto de vida que un nuevo Parlamento, una nueva Comisión Europea y los diferentes Gobiernos de los Estados (que siguen copando y centralizando, con escaso control democrático directo de sus decisiones) persiguen o hacen.
El futuro de Europa se juega, sin duda, tras este voto, que requiere que voces europeístas sean oídas, generen audiencia real y motivación no solo de los ciudadanos europeos, sino de los diferentes Estados Miembro y sus Gobiernos e Instituciones. Necesitamos conocer a nuestros potenciales representantes y saber lo que quieren y pueden hacer en el ejercicio de sus responsabilidades, entender quiénes son sus verdaderos aliados y, sobre todo, qué es lo que podemos hacer para participar, de verdad, de esa necesaria transformación europea.
El próximo 9 de junio es un día muy especial. Apostamos por Europa como espacio de libertad, derechos humanos, democracia, bienestar y prosperidad. Vimos en su momento y seguimos viendo con más fuerza y necesidad que antes, dentro de ella el espacio en el que encontraríamos la protección, cuidado y progreso salvadores de totalitarismos, populismos (en ambos extremos derecha-izquierda), deseando una sociedad cada vez más igualitaria e inclusiva y la oportunidad de auto determinarnos colectivamente como pueblo. Hemos creído en la colaboración desde la subsidiariedad y en la aportación compartida en el diseño y construcción de un futuro mejor. Hemos entendido Europa como un oasis (no solamente para Occidente) de paz y queremos no solo ser parte del decorado, sino coprotagonistas de su presente y futuro.
El día 9, nuestro voto ha de “usarse”, por supuesto, para defender y ensanchar la democracia, pero también, y de manera rotunda, su uso orientado a un determinado modelo de vida, un modelo socioeconómico determinado y no impuesto, dotarnos de un sistema institucional, gobernanza y resultados garantes de un verdadero Estado social del bienestar y competitividad, eficiente, generador de riqueza y progreso inclusivos, de modo que podamos sentir el orgullo de identidad y pertenencia con esta Europa que estamos creando.
De esta forma, SÍ, daremos un “buen uso a nuestro voto” y recordaremos, en la urna, el sacrificio y coraje, además de sus enseñanzas de vida, de quienes nos precedieron y conocieron los tiempos de entre guerras y sus consecuencias y apostaron por dar a las futuras generaciones esperanza y proyectos de vida, que iniciaron un movimiento único que ha generado el mayor período de paz y prosperidad de la historia (pese al horror, incertidumbre y desencanto que hoy padecemos). Recordemos, en su nombre, sus difíciles vidas, sus modelos de orgullosa superación, su solidaridad con terceros, la dureza y crueldad de sus exilios, su capacidad de resiliencia y apuesta por rehacer sus vidas y las de los demás, y el enorme aprendizaje que nos han transmitido.
Sí, procuraremos cuidar, proteger y ensanchar, desde Europa, la libertad, la democracia y el desarrollo humano inclusivo y sostenible.
Europa no puede ser un reservorio de histórica defensa de los derechos humanos o testigo de una movilización humanista. Ha de hacer de esta fortaleza inigualable su base diferencial para construir un espacio de oportunidad para proyectos vitales y desarrollo. Como reclama el Manifiesto por Europa del Grupo a quien yo respaldo, “Rocking Europe”, “Renew Europe-Renacimiento para Europa”. Demos un meneo (imprescindible) a los obstáculos conformistas que entorpecen la verdadera adhesión europea y ciudadana para ensanchar nuestros principios universales en favor de un verdadero espacio de progreso, bienestar e inclusividad. Votar de una u otra manera supone apostar por una u otra forma de afrontar la guerra de Ucrania y su futuro, para garantizar o no la paz y seguridad en todo el espacio europeo y de forma esencial en las Repúblicas Bálticas, países nórdicos y la conocida “Europa del Este”. Supone elegir construir y revitalizar un modelo social de mercado o anclarse en opciones extremas con tintes o resultados totalitarios. Supone un modelo de intervención pública al servicio del bien común de todos los ciudadanos o en exclusiva de aparatos burocráticos. Es la llave de políticas económicas innovadoras o continuismo estático. Es generar riqueza y prosperidad o contemplar las ganancias del pasado, mientras van desapareciendo. Es dejarnos llevar por un ineficiente modelo de gobernanza o asumir el riesgo de transformarlo y redefinir una gobernanza acorde con la heterogeneidad europea incorporando a la ciudadanía diversa europea, a los muchos y variados pueblos que la forman a un proceso nuevo y diferente de toma de decisiones. Usar bien nuestro voto exige tener la oportunidad de saber qué es lo que votamos, en quién delegamos nuestra responsabilidad, en qué “familia ideológica europea” se va a enmarcar. Usarlo bien requiere conocer a los que aparecen en nuestras papeletas y saber ante quién responden. Solamente así, avanzaremos en una Europa del futuro de la que tan necesitados estamos. Usarlo es, por supuesto, comprometernos con el modo de tratar las políticas migratorias y codecidir lo que esperamos se haga en las fronteras europeas, la manera de acoger a inmigrantes, la apuesta o no por destinar presupuestos (nuestros impuestos y recursos) en ciencia, tecnología, industria, lenguas, cultura, infraestructuras, medio ambiente. Es, en definitiva, corresponsabilidad. Si no queremos que otros manden a distancia desde Bruselas, Luxemburgo, Estrasburgo o de forma indirecta desde las capitales de los Estados Miembro, al margen de lo que tú piensas o desearías que se hiciera, USA TU VOTO.
Defiende, protege y cuida tu democracia y derechos humanos y ponlos al servicio de un modelo humanista de progreso social inclusivo y sostenible. Sí, con el mensaje-invitación del Parlamento Europeo, usa tu voto.