(Artículo publicado el 20 de Noviembre)
La semana ha sido pródiga en informes (propios y externos) que nos ofrecen luces y áreas de futuro para navegar en el espacio de incertidumbre, complejidad y desafiante coyuntura en que nos encontramos.
Si por una parte el reloj demográfico nos señala la nueva cifra de 8.000 millones de personas poblando el planeta, con todo tipo de información en relación con grupos etarios, su distribución geográfica y olas migratorias que habrán de cambiar, en gran medida, la configuración, identidad, cohesión, país a país, condicionados, además, por el propio continente físico que se irá transformando ya sea por el efecto del cambio climático, por múltiples catástrofes naturales anunciadas por doquier, o por un cambiante rediseño geo-político y geo-económico, en curso, que obligará a nuevas actitudes, paso a una renovada diplomacia e inteligencia económica y gobernanza global, asistimos a nueva información que ha de ayudarnos en esta significativa transición poblacional. De la mano de la UNESCO en su informe de otoño, recibimos una clara señal de transformación que nos interpela a todos: de esos 8.000 millones, 1.500 millones son jóvenes entre los 16 y 25 años, considerados como el potencial grupo activo de “cambiadores del mundo”. En gran medida, de sus actitudes y motivaciones, del entorno que les dejemos, de las oportunidades que conjuntamente podamos ofrecer o construir y de su propósito y compromiso para apropiarse y comprometerse con y de ese futuro (que será, por encima de todo, el suyo) dependerán los resultados. No menos relevante es recordar el hecho del dominio numérico de China e India, suponiendo más de la tercera parte de los habitantes actuales, en estimable aumento hacia un futuro próximo. Pensar en lo que éstos “jugadores” hagan o dejen de hacer, en su rol colaborativo con el resto del planeta y en su capacidad de respuesta interna en sus complejos territorios, alumbrará el comportamiento demográfico global.
En gran medida, ligado con este hecho, también se ha presentado: “The network Readiness Index 2022”. “Shaping the global Recovery” (Conformando la Recuperación global. El Índice de las redes 2022). Avalado por sus directores, Soumitra Dutta y Bruno Lanvin, reconocidos y prestigiosos responsables de los sucesivos informes globales del World Economic Forum sobre inversión y tecnología a lo largo de las últimas décadas, profundizan en sus análisis comparados aportando indicadores relevantes que, en términos de la convergencia en tecnología, su aplicación por la población, su gobernanza y regulación y su capacidad innovadora y disruptiva dinámica transformadora, confrontan el futuro del trabajo, las capacidades y competencias educativas para la digitalización de tecnologías exponenciales, así como las “competencias sociales”, país a país, región a región, para conocer el “estado de la cuestión”, el avance o retraso de cada uno y las áreas de recorrido que habrían de esperarnos a lo largo y ancho del mundo. Así, el ranking, números, índices y subíndices permite resumir una serie de mensajes a tener en cuenta: más allá de ser conscientes de estar inmersos de lleno en plena “ola digitalizadora”, su dinámica de cambio acelerado y radical ofrece, por encima del reto y desafío que conlleva, todo un rango de nuevas oportunidades. A la vez, dichas oportunidades advierten potenciales desigualdades si no somos capaces de asegurar que todo el mundo tenga acceso real, no solamente a las infraestructuras que lo faciliten, al precio que los haga asequibles, a las competencias y educación adecuadas para su uso y a la regulación y gestión humana de su objetivo. Si bien la buenísima noticia es que la transformación digital está al alcance de todos los niveles de renta (los sucesivos avances y cambios tecnológicos lo posibilitan), al de toda industria o grupo social, ofrece puertas abiertas a una transparencia real, a lograr gobiernos y administraciones públicas eficientes, a acelerar transformaciones radicales de negocios y empresas dando respuesta a necesidades y demandas sociales cambiantes día a día, a reinventar una “nueva educación” y “nuevos tejidos socio-económicos” ensanchando los niveles de bienestar. Sin duda, el camino a recorrer es exigente, pero ilumina un mundo mejor, si hacemos las cosas bien. La confianza en una sociedad de valores, cambio de actitudes, expectativas, presiones y opciones ante ofertas de diferentes tipos de jugadores, nuevas demandas de trabajo y renovados sistemas socio económicos para una nueva economía y desarrollo inclusivo, están aún por llegar. Seguramente, en manos de esa renovada educación que superará los planes y escuelas formales, el incesante emprendimiento empresarial y social y las inevitables renovadas administraciones públicas habrán de facilitarlo. Su logro exigirá no solamente reeducar a las generaciones jóvenes de ese futuro desde su ya (en apariencia) dominada formación de la vieja internet de la web 2.0, sino la imprescindible adecuación acelerada a la web 3.0 del mañana y, a todos quienes, en aparente retirada, hemos de transitar, junto con ellos, a ese mundo tecnológico exponencial cuya pequeña punta de lanza radica en la web 3.0, la aún por descubrir en plenitud inteligencia artificial, el internet de las cosas (todo lo que nos rodee será interconectable) y una larga y mejor esperanza de vida, en un creciente marco de bienestar.
Así, el citado índice responde a su objetivo clave preguntándose cómo y por qué los nuevos activos digitales y, en especial, los nuevos jugadores, cambiarán el mundo, abrazando motivaciones y propósitos colaborativos a la búsqueda del bien común, lejos de asistir impasibles a un individualismo confortable, dejando que sea el mundo quien te transforme a ti y no recorrer el desafiante reto de proponerte cambiar aquello que te disgusta. A la vez, la dinámica comparada del ranking a través de los años, si bien parecería simplificar el sinónimo riqueza-liderazgo digital y de redes, observamos la acelerada capacidad de acceso a tecnologías, redes y sistemas, de potencial y acelerado crecimiento y avance a disposición de todo tipo de paises, poblaciones, niveles de renta y bienestar. Un grito de exigencia a la vez que de esperanza.
Y con este trasfondo llegó, también, el turno para nuestra cita anual con el esperado Informe de Competitividad para el País Vasco 2022, elaborado por ORKESTRA-Instituto Vasco de Competitividad.
En el marco de la competitividad territorial para el bienestar que viene perfeccionando día a día, realiza un amplio análisis de la situación del país, de todas aquellas áreas que permiten avanzar en el logro de un país-territorio-sociedad para el bienestar y ofrece líneas clave de actuación para el futuro. Como los dos informes ya comentados (UNESCO-Población mundial e innovación. Tecnología y redes), todos ellos han de incorporar el, llamemos, “CRASH PANDÉMICO”. El camino y ruta que se venía siguiendo en los últimos años ha sufrido un golpe coyuntural que afea indicadores y resultados en la serie, pero que, en nuestro caso, da paso a los sólidos visos de fortaleza y recuperación en la inmensa mayoría de indicadores clave. Las apuestas sostenibles de nuestro país y sus políticas clave (públicas, privadas y público-privadas) ofrecen un espacio de oportunidad, robusto, para acometer un futuro ilusionante. Eso sí, no exento de compromisos exigentes y líneas de transformación a recorrer. Su análisis constata un buen marco general de actuación, una clara mejoría en lo que podríamos llamar las políticas propias, locales y territorizables, a la vez que advierte de la imprescindible internacionalización y avanzada sofisticación especializada de nuestra base industrial, de nuestra especialización inteligente y avanza una profunda renovación de gobernanza-administración y de la educación orientada y alineada con valores, visión y propósito de país.
Sin duda, el camino está marcado y debidamente orientado. Los pilares son robustos, las capacidades básicas suficientes. Un largo camino, apasionante e ilusionante está por recorrer, transitando dificultades, desafíos y logros. Desde resultados imprevistos es verdad que vivimos tiempos inciertos, pero, a la vez, contamos con brújulas y mapas válidos para afrontar el camino.
En este sentido, me resulta pertinente lo que pudiera parecer algo más que una mera anécdota. El ya mencionado índice presentado por el profesor Soumitra Dutta se codirige desde el Instituto de Investigación que preside: Portulano-Potulans en la siempre referencial Cambridge. El nombre viene a cuento: se refiere a los antiguos mapas que en el siglo XIII se utilizaban para la navegación. Tan solo recogían unos pocos puertos, escasas costas delimitadas e hipotéticos elementos a superar. De allí nace su misión: “En un mundo incierto, con demasiado aún por explorar y múltiples oportunidades por descubrir, como entonces, los líderes de hoy han de tomar decisiones sobre la base de información imperfecta e incompleta disponible”. La que hoy tenemos es, sin duda, suficientemente mejor y más completa que la imprescindible para llevarnos a buen puerto.
Volviendo a los “mapas” que estos diferentes informes ofrecen, constatamos resultados consistentes, una clara recuperación, modelos y planes robustos, pilares y valores clave y orientados a un propósito deseable y posible, hojas de ruta identificadas y una llamada clara a la interacción cambiante y convergente de todos los agentes institucionales, políticos, económicos y sociales implicables. El premio resultante: bienestar y equidad en una sociedad cohesionada e inclusiva. Desafiantes retos, complejos caminos por recorrer, esfuerzo solidario y colectivo, así como individual al servicio de nosotros mismos y, sobre todo, de los demás, desde una actitud positiva y esperanzada, superadora de una coyuntura incierta, extremadamente confusa. No todas las claves están en nuestras manos, pero sí las suficientes para navegar aquellas olas positivas que la realidad nos presenta. Un paso más, navegando hacia un puerto deseado.