(Artículo publicado el 15 de Noviembre)
Cuando para algunos parecerían resultar inamovibles los diferentes estatus quo vigentes que llevarían a dar por rígidos y predeterminantes los marcos legales en curso, con independencia de las sensibilidades y deseos cambiantes de la sociedad a lo largo del tiempo, observamos cómo, en el propio corazón de Europa, en el seno de una democracia histórica referente (el Reino Unido) se da un nuevo paso hacia un potencial futuro distinto sometiendo la decisión a un referéndum vinculante.
En línea con el compromiso recibido de las Cámaras de Lores y Comunes, el primer ministro David Cameron ha de convocar, antes de finales de 2017, un referéndum sobre la continuidad o salida del Reino Unido de la Unión Europea. Should the UK remain a member of the EU? Sencilla y directa pregunta a la espera de un SI o un NO. ¿Deberá el Reino Unido seguir en la UE? Así, el conocido BRexit (la salida de la UE) es mucho más que una expectativa real (últimas encuestas de esta semana dan la mayoría al NO) optando por un nuevo camino que dé por finalizado, de manera amistosa, el enlace de 1972 incorporando al Reino Unido a la Unión Europea. Es decir, Parlamento y Gobierno británico iniciaron un proceso hacia la «desconexión» de las estructuras políticas y de gobierno de la Unión Europea. Proceso que culminará, en su caso, con la aprobación democrática de sus ciudadanos.
Esta semana, Cameron ha dado el pistoletazo de salida a una negociación previa con la UE de modo que si consigue una reforma del Tratado Europea en «áreas y cuestiones sensibles», puede liderar el SI para mantenerse en la UE. Anuncia que, en caso contrario, pedirá la salida. Cameron ha iniciado este proceso negociador remitiendo una carta al Presidente del Consejo Europeo, en la que adelanta que se trata de tomar «una decisión final» que «resulte irreversible» y que, en su opinión, no solamente no es una «misión imposible», sino un ejercicio de reformas imprescindibles para el bien de una «nueva Europa» por construir, para el Reino Unido y, por supuesto, para la inmensa mayoría de los Estados Miembro de la Unión. Exige, para lograrlo, «voluntad e imaginación políticas».
Así, más allá de las formas, Cameron no pide pequeños retoques, compensaciones económicas concretas o aplicación de «solo la ley pero toda la ley» que diría el presidente Rajoy ante la voluntad del Parlamento de Catalunya, por ejemplo, sino «una nueva ley, un nuevo tratado, unas nuevas reglas del juego y una nueva relación UE-UK». Bajo el reclamo de cuatro áreas de reforma (1. La no extensión y aplicación obligatoria de la prevista unión bancaria, fiscal y financiera a todos los Estados Miembro de la Unión y la consiguiente co-existencia de múltiples monedas más allá del Euro; 2. La supremacía de la soberanía nacional de todos y cada uno de los Estados Miembro sobre la UE en su conjunto y la consecuente renovada gobernanza y capacidad de decisión y veto en los países miembro; 3. Reformar el estado de acogida y bienestar para los inmigrantes de modo que la UK fije las normas y requisitos de asilo, ciudadanía, residencia, nacionalidad y acceso a los beneficios sociales; 4. «Reescribir la COMPETITIVIDAD en el ADN de toda la UE», empezando por la reforma absoluta de su burocracia, la regulación innecesaria y el discurso vs. la eficiencia y las políticas reales y directas en favor de la economía), Cameron defiende una singular pertenencia a una nueva Europa diferente a la actual tras un verdadero compromiso de reinventar el modelo, sus objetivos y contenidos, gobernanza y la redefinición de la co-soberanía. La propuesta supone cambiar la Constitución -Tratado- europea.
Un nuevo proceso abierto. El debate en el Reino Unido se intensifica y los partidarios del Vote Leave (Votad Salir) acusan la carta como una «trampa retórica» para acuerdos de maquillaje, mientras quienes quieren la continuidad en la UE advierten de los peligros (pérdida de prosperidad, disminución de influencia internacional, pérdida de mercados, huida de bancos y multinacionales, castigo arancelario a las exportaciones británicas), representantes del Tesoro y de instituciones internacionales desde Estados Unidos advierten que la «nueva estrategia norteamericana es la de suscribir tratados con plataformas de países y no con países individuales como el reciente caso del TTP» y las agencias de rating (Standard & Poor’s) advierten que la salida le supondría al Reino Unido perder uno o más escalones en la calificación de su deuda. Y curiosamente, vuelve al centro del debate ESCOCIA.
Quienes ante el referéndum escocés del año pasado, utilizaron el miedo para evitar el UK– (Reino Unido sin Escocia), además de invertir sus argumentos, destacan que se producirá una «peligrosa división en el País ya que mientras el Reino Unido se va, Escocia quiere formar parte de la Unión Europea». Las amenazas contra Escocia de perder la contratación en sus astilleros por dejar de ser Europa, la huida de las empresas ante la «inseguridad jurídica» y su «descalabro económico y financiero», las «excesivas inversiones que habrían de acometer para fijar aduanas, fronteras, seguridad, defensa, etc.», aparecerán hoy en «bandos contrarios» intercambiando argumentos.
Así las cosas, es nada menos que Cameron quien hoy apela, también, al modelo Noruego-UE. Es decir, pensar en otros modelos de relación que permitan participar del espacio económico europeo, de los principales beneficios y espíritu social de la UE, de las relaciones económicas y comerciales preferentes, compartir espacios de justicia, seguridad… pero desde la capacidad y derecho a decidir tu propio destino.
En paralelo, la adecuación previa de los Tribunales españoles al servicio de una posición del Gobierno español y su oposición al objeto de enrocarse en una determinada «Unidad de España», lleva a la anómala situación de advertir a una Asamblea Soberana y a un futurible gobierno la prohibición de promover iniciativas legislativas, estudios de viabilidad, prospectiva de futuro, análisis de modelos comparados que, por ejemplo, consideren nuevas formas de diseñar unas políticas de prevención, protección, bienestar y seguridad social, o nuevos instrumentos de financiación (incluido un Banco Público, por ejemplo) que garanticen el acceso al crédito a empresas, ciudadanos e Instituciones catalanas, incluso cuando las Cajas de Ahorros de implantación territorial han desaparecido y la dirección de las de sus principales entidades financieras (privadas) anuncian que en el caso de una elección democrática por la independencia, abandonarían Catalunya.
Nuevas y diferentes vías y modelos para abordar cuestiones esenciales en el deseo y voluntad de los pueblos. Nuevas vías, nuevos modelos de relación, diferentes maneras de revisar las estructuras de «Gobierno y Estado» con que hemos de dotarnos al servicio de los deseos y voluntades de las diferentes sociedades. Unos son procesos de clara vocación democrática, otros cuestionables aunque fijados desde la ley vigente «y los principios constitucionales» que diría el rey de España (como en su día dijera su padre cuando juró los principios del Movimiento). Sin duda, con Cameron, optamos por el combustible democrático de la voluntad y la imaginación políticas. También en este caso, observamos que no existe -afortunadamente- un pensamiento único.
El Reino Unido está inmerso en un proceso abierto al debate, la confrontación de ideas, el contraste de argumentos a favor y en contra. Sus ciudadanos (NO toda la población de los 28 Estados Miembro de la UE) votarán en libertad y decidirán su futuro dentro o fuera de las estructuras de la Unión Europea. Si su opción es salir dando la mayoría al BRexit, no significará que abandonan ni Europa, ni a los europeos. Optarán por nuevas estructuras, nuevos modelos de relación y una forma diferente por apropiarse de su futuro y dirigirlo.
La riqueza de la democracia.