El «White Paper» del Presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, proponiendo un abierto proceso de análisis y debate Pan Europeo en relación con el futuro de la Unión Europea, plantea tanto un desafío, como un gran reto para Euskadi.
Si bien, en primera instancia, se dirige a los gobiernos de los Estados Miembro (27) que conforman el Consejo Europeo, el debate va más allá e implica de manera relevante a naciones y regiones (además de ciudadanos) europeas que pretendemos un rol protagonista en el diseño de nuestro futuro y destino. En este sentido, el largo camino que pretende recorrer tanto para las próximas elecciones al Parlamento Europeo (2019), como para una reconstrucción, desconexión o mantenimiento del status quo, según se mire o decida, hacia 2025, aconsejaría un proceso paralelo en Euskadi.
Adicionalmente, ofrece un análisis de partida que invita a la reflexión sobre los desafíos reales a los que ha de enfrentarse Europa en cualquiera de los escenarios que se elijan (condicionamiento de un estado de paz y minimización de conflictos, pérdida de relevancia mundial en términos de población y peso relativo en el PIB, envejecimiento, un rol aislado en defensa y seguridad, educación y empleo desequilibrados, pérdida de liderazgo científico-innovador, pérdida de peso del euro en el concierto internacional de moneda…) a la vez que pone de manifiesto el débil funcionamiento actual (y progresivamente cada vez mayor) de los mecanismos de decisión europeos en un creciente desapego de la población en manos de las decisiones de los gobiernos de los Estados Miembro en un claro desequilibrio entre lo que se pide a Europa que haga y la medida en que cada uno de ellos se compromete en su logro.
Se acepte o no, España está en plena encrucijada, con un evidente cuestionamiento de su modelo autonómico, cuya máxima visibilidad exterior es el «procés Catalí «. Y, no es ajeno, como es evidente, a la propia deriva europea. Inmersos en estos momentos como estamos en un largo proceso que desde el Parlamento Vasco se pretende -con el obstáculo permanente del centralismo de destino único- abordar la búsqueda de un nuevo estatus político (fundamentalmente en/desde España) que contempla una foto más o menos fija de la Europa de la que con mayor o menor intensidad decimos querer incorporar en nuestro modelo, no vendría mal realizar nuestra propia reflexión que bien podría «ordenarse» desde el propio Parlamento.
Sugiero un par de caminos a recorrer que, en todo caso, serían convergentes:
1. La Europa que queremos, siguiendo el documento Juncker de los cinco escenarios (Estadio actual o espíritu de Bratislava sin introducir cambio alguno a la espera de soluciones espontáneas, reconducir la Unión Europea hacia el Mercado único original con libertad de movimientos en bienes, servicios y hasta cierto punto de capitales pero olvidando el de las personas, una Europa a «n» velocidades con una cierta intención de direccionamiento concéntrico, una cierta federalización soportada en un reacondicionamiento competencial entre diferentes niveles institucionales de gobernanza descentralizada, o el que algunos bruselenses llaman el modelo Verhofstadt que abandera el grupo parlamentario ALDE hacia una federación o confederación con todos los Estados Miembro y sus regiones diversas), para preguntarnos qué rol queremos asignar a Euskadi en cada uno de ellos y optar por aquel preferible, cara a definir nuestra estrategia y posicionamiento político.
2. La Euskadi de futuro como refuerzo metodológico al trabajo de la Ponencia del Autogobierno. Nuestros escenarios, siguiendo la ruta y metodología del mencionado documento europeo, serían:
– Mantenernos como estamos «peleando» de forma permanente en el impulso y desarrollo del Estatuto de Autonomía de Gernika y Concierto Económico, competencia a competencia, negociación a negociación e intentando mejorar día a día desde la unilateralidad dominante que, casi cuarenta años después de su aprobación, sigue sin cumplirse en su totalidad, sometido, además, a una recentralización y desnaturalización permanente a voluntad del gobierno central de turno.
– Reordenación competencial (Madrid, Gobierno Vasco, Diputaciones Forales y Municipios) bajo principios de eficiencia, eficacia, normativa competencial e instrumentos de gestión adecuados al espacio previsto para cada nivel Institucional, con la correspondiente revisión de su financiación.
– Una vuelta al origen de un Estado Autonómico «federal» (igual para cada Comunidad Autónoma) de espíritu (Descentralización Administrativa) avanzando todos a la misma velocidad homogeneizadora de una España íšnica (minando el hecho diferencial vasco recogido en la propia Constitución vigente).
– Hacia un Estado Confederal «de naciones y regiones», a «n» velocidades y espacios concéntricos dentro del marco del «Nuevo Estado español», formado por Euskadi, Catalunya + X» y/o España Resto» (posiblemente, en su momento, Andalucía y Galicia).
– Hacia la Independencia, ni más ni menos que con el estatus «interdependiente» que pudiera corresponder a cualquiera de los 27 Estados Miembro de la Unión Europea.
Realizar este doble ejercicio sería, en todo caso, enormemente esclarecedor. Definir y «simular» consecuencias reales de cada uno de los escenarios, permitiría la correcta información facilitadora del libre ejercicio del derecho a decidir. Aprovecharíamos así, la sinergia de un doble pronunciamiento democrático: ¿Qué Europa queremos los vascos, de larga trayectoria histórica pro-Europeísta, fundadores de la hoy UE desde los ya «antiguos» nuevos equipos demo-cristianos que alumbraron la CEE y su posterior evolución hasta nuestros días?, y, en segundo lugar, ¿Qué queremos cuando hablamos de ejercer el derecho a decidir para generar «un nuevo estatus político»?
Sin duda no solamente una gran oportunidad, sino, sobre todo, me atrevo a decir que una obligación de nuestros legisladores y gobernantes. Qué mejor que el Parlamento y Gobierno Vasco para introducir esta nueva variable (la nueva Europa deseable) en el proceso. Un proceso que se sirva de aportaciones de los múltiples centros y espacios de pensamiento, opinión, investigación públicos y privados, de la Sociedad Civil, de los partidos políticos y de la contribución ciudadana.
Visto así, sin duda, Bienvenido el incómodo, a la vez que necesario e inevitable, Documento Juncker.