(Artículo publicado el 29 de Enero)
50 años atrás un grupo de amigos y compañeros estudiantes de ingeniería ganaban el primer premio en la “Semana de Ingeniería” de su Universidad. Su proyecto: “Síntesis electrónica de Música. Circuitos integrales y procesadores” no era sino un ejercicio de divulgación-demostración de la potencial vanguardista tecnología en curso, a la vez que suponía aprender y explicar a terceros sobre la aplicación simple a un proyecto de uso musical y la influencia de esta en el comportamiento humano en función del estado de ánimo de quien la escuchara. Conectada la música producida a diferentes plantas permitía medir su reacción “algo más que natural”.
Hace unos días, un amigo y profesor en la Universidad de Deusto me hablaba de un reciente viaje de trabajo a la costa este estadounidense y su contacto con un marco-proyecto de una empresa norte americana líder mundial en la producción de microchips. Hablamos del reto tecnológico, geoestratégico, manufacturero y, sin duda, la dinámica de desarrollo económico que conlleva la presencia o no en este complejo y crítico espacio. Sin duda, el mapa mundi actual sitúa al este asiático como la geografía del procesador, produciendo el 90% de todos los “chips de/con memoria”, el 75% de los procesadores o chips “lógicos” y el 80% de todos los semi conductores del silicio. Taiwán, China, Singapur, Corea del Sur, Japón acaparan la máxima concentración y distribución del mundo de la tecnología de los semiconductores.
La apasionante competencia global que se libra a la búsqueda de los elementos clave en las tecnologías transformadoras de futuro tiene y tendrá un impacto decisivo en términos de tecnología y uso, por supuesto, así como en las políticas internacionales, de seguridad, defensa, geo estrategias y de bloques, igualdad y prosperidad, educación, captación o migración de talento, gobernanza y, por supuesto, democracia y derechos humanos. Como insiste en su último libro Ha-Joon Chang, (“Economía comestible-Edible economics”), es imprescindible entender la base de los factores económicos para conformar y tomar decisiones políticas y sociales, para el desarrollo y supervivencia de nuestras democracias.
Ya, hace semanas hacía referencia en esta columna a un extraordinario libro en torno a esta “guerra mundial” por una de las tecnologías más relevantes en juego. Chris Miller publicaba “Chip War” (“La guerra de los chips”) partiendo de un pormenorizado y completo análisis (además de relato descriptivo) del amplio y largo recorrido del mundo de los circuitos integrados, el papel de los diversos jugadores, la capacidad tractora que han representado a lo largo de la historia, su intensidad y dinámica innovadora, los desafíos y apuestas de las diferentes políticas industriales seguidas en Estados Unidos y en cada uno de los países asiáticos que hoy dominan con claridad este mundo creativo y, por encima de todo, los escenarios esperables a futuro y sus consecuencias económicas, políticas y sociales en función de la acción o no de unos y otros.
Sin duda, de vez en cuando, parecería cobrar fuerza el grado de interés y preocupación en el no resuelto conflicto-acuerdo-relación China-Taiwán. Son muchos los temores respecto al posible momento en que pudiera materializarse “una sola China” o las posibilidades de “una China y dos Estados”, con un rol específico diferenciado entre ambos países, en una “relativa interdependencia”, y menos generalizadas las posiciones alentadoras de una solución coopetitiva posible, de la que formen parte con el resto de países en torno a un espacio compartido en/con ASEAN en su trayectoria hacia mucho más que un mercado común para crear uno de los mayores espacios o bloques mundiales conformando una unidad política en un lejano triunvirato con Japón y China. El espacio de los deseos y sueños nos llevaría a una apuesta colaborativa, también, con el espacio europeo, y con los Estado Unidos, en una aún más lejana pero siempre deseable extensión compartible de todos ellos con el Oriente Medio y África en sus progresivas transformaciones y relaciones. Entre tanto, la realidad inmediata ofrece más sombras que luces en un anhelado e innovador compromiso democrático y pacífico compartido y escenarios con clara competencia, paso a paso, en cada uno de los pactos críticos que conlleva. Así, la “guerra de los chips” cobra especial relevancia. ¿En qué tecnología, producto, solución para nuestras demandas no hemos de incorporar chips en su amplio espectro y uso? Ni hoy, ni mucho menos en el futuro observable y pronosticado hacia el que se dirigen nuestras transformaciones objetivo en curso encontraremos piezas tan críticas como los chips en sus diferentes acepciones.
La memoria inmediata nos lleva a todos a pensar en la crisis de suministros que hemos padecido (seguimos padeciendo) que se ha explicado rápidamente en ausencia de chips y la capacidad de fabricarlos. Imprevistos bloqueando las principales infraestructura de logística y transporte como lo sucedido en el Canal de Suez, colapsos aduaneros y fronterizos como el pre y post Brexit, las consecuencias de una fragilidad otrora virtuosa con el “Just in time” y la globalización deslocalizadora agravando la seguridad en el suministro observada con la COVID-19 y la inmediata lucha por la normalización y el crecimiento, la invasión de Ucrania… añadido al desacoplamiento latente e intenso entre Estados Unidos y China… cobran importancia y atención cuando, por si alguien no se habría dado cuenta, nuestros coches no pueden terminarse ni mucho menos usarse sin ellos, nuestros electrodomésticos se apilan en almacenes y puertos logísticos a la espera de ellos y el clamor popular culpa a los “gobernantes de turno” y, sobre todo, por el “viaje hacia Asia” llevado a cabo. Se clama por acelerar inversiones productivas, nuevos planes ciencia-tecnología, mayores presupuestos en I+D, hacer renacer la industria manufacturera y sustituir a los proveedores asiáticos. Líneas de actuación imprescindibles que no pueden ni improvisarse, ni lograrse con la inmediatez exigida. Aquí, nuevamente, las transiciones razonables y posibles, los ritmos para pasar de la realidad base al escenario deseable y la coopetencia (cooperación y competencia) simultáneas, multinivel en una interdependencia de “ganar-ganar” resulta inevitable (o dicho en positivo, deseable). Innovar, producir, invertir, comercializar, convivir, humanizar el uso de la tecnología, apostar por políticas industriales (completas) con visión a largo plazo, identificando el papel que cada uno puede o debe desempeñar, y en donde localizar sus diferentes actividades críticas en la cadena de valor correspondiente, interactuando con todos los que formen parte de las mismas en futuro cambiante, son piezas complejas sobre las que se debe actuar con la coherencia que un verdadero propósito demande.
A lo largo de esta historia, han sido muchas las apuestas impulsadas por personas, empresas, países que han permitido significativos logros, configurando el mapa actual de jugadores y soluciones. La situación actual no es inmutable. Ni la tecnología, ni su uso, ni sus productos, ni sus factores críticos de producción, ni las estrategias geopolíticas vividas son o deban ser las mismas a futuro.
Las “leyes” que han primado en todo el largo recorrido hasta hoy están en revisión. Nuevos factores clave permiten nuevas vías de trabajo y solución. Hoy se cuenta con todo un mundo de posibilidades que acompañan la innovación creativa y transformadora. Pero no son “regalos mágicos” que lloverán del cielo, sino aceleradores de fortalezas, actitudes y compromisos solidarios del capital social (institucional, humano y político) al servicio de un propósito real, siempre exigente.
Con la esperanzada referencia que Miller nos traslada en las conclusiones de su trabajo, destacando la propia evolución de la tecnología y uso específico de la misma a lo largo de los años, “anunciando” nuevos rumbos en la misma que darían lugar a cambios sustanciales en este complejo mapa descrito, volvamos la mirada hacia apuestas estratégicas innovadoras que direccionen nuestro trabajo hacia la confiada solución de retos para construir escenarios deseables al servicio de las personas. No cabe duda, la mejor manera de terminar con esta “guerra”, pasa por transcender del estatus actual y apostar por renovadas apuestas orientadas y cohesionadas, alineadas con las fortalezas y oportunidades reales de cada uno de los jugadores implicables en proyectos y objetivos convergentes. Todo un mundo de oportunidades por delante. Conscientes de dificultades, de los nubarrones que acechan y de nuestras diferentes limitaciones, con el ánimo (y necesidad) de encontrar y aportar nuevos caminos por recorrer.
Una historia de mucho más que tecnología. Líderes, investigadores, visionarios, estrategas, políticas, empresas, gobiernos y países en sus intensas evoluciones y transformaciones… Titánico esfuerzo colaborativo respondiendo a necesidades y demandas sociales, anticipando el futuro… más allá de la cuenta de resultados o de la coyuntura. Como recuerda el presidente Barack Obama en sus múltiples conferencias de graduación en sucesivas generaciones o foros universitarios: “Todos tenemos el compromiso de encontrar a alguien para cuyo éxito seamos necesarios”.