(Artículo publicado el 11 de Abril)
¿Qué mejor oportunidad para afrontar los enormes desafíos por venir, confrontar y superar las barreras que cuestionan o mitigan nuestras capacidades y potencial para soñar con un escenario de prosperidad, bienestar, empleo y desarrollo, en una sociedad inclusiva en la que nos encontramos confortables, y que responda lo más posible a nuestros sueños, que el poder elegir el futuro deseable y a quienes representen la mejor manera de liderar su logro?
Ganar nuestro futuro no es algo que nos llueva del cielo, ni mucho menos que nos venga dado sin exigir de nuestro esfuerzo, compromiso, solidaridad, liderazgo. Elementos esenciales en un binomio convergente: raíces (identidad, cultura y pertenencia) y alas (voluntad, aspiración y actitud mental para navegar la incertidumbre hacia nuevos horizontes).
Euskadi, como toda nación, región o ciudad-región del mundo, ha de recorrer múltiples transiciones en las que nos encontramos inmersos (nuevas políticas industriales rediseñables según diferentes ecosistemas multi actividad y disciplinas integrables, adopción y uso de tecnologías disruptivas impactando todas nuestras vidas, reconfigurar nuestra gobernanza -empresarial y de gobierno- y su administración pública superando el dualismo existente entre quienes tienen un empleo de por vida y quienes han de generar el suyo día a día en nuevos espacios de eficiencia, equidad, y contrapartidas de conciliación familiar, ocio y flexibilidad para el tiempo libre, hacia nuevas sociedades y comunidades inclusivas, garantizando educación para todos con el foco en sus contenidos, valores y calidad y no solamente atendiendo a sus estructuras existentes, en un marco de aprendizaje permanente para su empleabilidad, repensando y promoviendo nuevos movimientos hacia una economía al servicio del bien común, en una imparable carrera hacia la configuración de territorios más allá de fronteras administrativas y geo-colindantes, asumiendo la naturalidad inseparable de la simbiosis energética-medio ambiental y de progreso económico, y reinventando los aparatos, organizaciones y actuaciones político-sindicales. Transiciones que viabilicen las imprescindibles transformaciones que hemos de acometer, asumiendo compromisos realistas que posibiliten las adecuaciones (distintas) de todos, entre el hoy y el mañana, haciéndolos viables y sostenibles). A la vez, el “gran reto” ha de asumir, de manera activa, el desafío individual y colectivo para “apagar las luces rojas” que obstaculizan o dificulten el logro del sueño deseable al que aspire una sociedad libre y democrática, en cada momento. Tarea compleja, ni improvisable, ni dejada al azar, capaz de fortalecer sus apuestas para aprovechar la abundancia de oportunidades que ofrece el nuevo mundo que recorremos. Euskadi ya ha hecho un largo recorrido que nos ha traído hasta aquí, alcanzando un extraordinario nivel de bienestar y desarrollo, unos índices de progreso e integración en la vanguardia europea y mundial, más que evidenciables por terceros, destacando en términos de igualdad, bienestar, riqueza y empleo, que nos posiciona, con todas las insatisfacciones y problemas que hemos de superar, en un más que privilegiado espacio de prosperidad en términos relativos con terceros y respecto de nuestro entorno inmediato. Las fortalezas acumuladas, la posición lograda, el capital humano, social e institucional del que disfrutamos han necesitado del esfuerzo y sacrificio de muchos. También hemos tenido que superar los enormes obstáculos de quienes se autoproclamaron representantes de nuestro pueblo y destruyeron todo lo que pudieron sin el mínimo respeto a la vida y dignidad de quienes no compartían “sus ideas o prácticas violentas” o se creyeron legitimados por la imposición y la fuerza antidemocrática, para dictar los tiempos, “ciclos” o momentos para participar, a su modo, del proyecto de país.
Hoy, el voto en las próximas elecciones tiene un valor especial (siempre lo tiene en una auténtica democracia), ante una complejidad desafiante que parecería, a priori, y según demoscopia mediática, sugerir la elección entre dos alternativas mucho más distantes y opuestas de lo aparente. Se trata de elegir una filosofía y moral determinante de un comportamiento social y ético, con muestras probadas históricamente de un ejercicio comprometido con la sociedad a la que ha servido y representado, absolutamente democrático, que ha construido país, ha asumido riesgos y ha diseñado y preparado las plataformas y olas navegables a futuro, o bien optar por quien aparece, supuestamente de nuevo cuño, pretendiendo hacernos olvidar su historia contraria a los retos que otros hemos venido sorteando para construir una nación, en la que los ciudadanos se encuentren confortables y puedan desarrollar su experiencia vital y profesional. La confrontación de modelos y opciones a elegir debería provocar una seria reflexión en quienes hemos de elegir el camino a seguir, recordando que el país que tenemos no ha salido de la nada, ni se fortalece con “buenísimo propagandístico prometiendo un paraíso ilimitado sin contrapartidas, ni compromiso exigente de toda una sociedad, empezando por todos y cada uno de quienes aspiramos a disfrutar de dicho sueño”.
No es ni tiempo de reinventar la rueda, ni de partir de cero, ni de “iniciar un nuevo ciclo hacia un espacio absolutamente incierto, desde la inexperiencia o pretendida solución mágica que llegaría de algún lugar y medios desconocidos”.
El futuro es exigente y ha de lograrse de forma colectiva, inclusiva y solidaria. Para tan largo recorrido resulta esencial contar con liderazgos políticos, económicos y sociales capacitados, comprometidos, con un bagaje experto y un compromiso real, debidamente validado.
El próximo 21 de abril, elegiremos ganar el futuro. Está en nuestras manos decidir el tipo de futuro que queremos, si estamos dispuestos a apropiarnos y ser parte activa de su diseño y construcción, o si preferimos vivir un futuro que nos venga dado, o, peor aún, que con nuestra complicidad (activa o pasiva) “nos traigan” escenarios que no compartimos y en los que no nos sentimos reflejados. Sin duda, es un largo viaje, con muchas incertidumbres, múltiples cambios y demandante de enorme coraje innovador. Confianza, credibilidad, realidades e historial demostrados, al servicio del modelo de sociedad, pensamiento económico, compromiso social, responsabilidad y estrategia- país que deseamos. No es momento de obviar compromisos personales e individuales ni dejar a otros que decidan por nosotros.
Solamente invirtiendo en las claves y retos esperables, compartiendo valores y compromisos, desde liderazgos reconocidos, ganaremos el futuro.