El futuro del empleo. La esperanza en los nuevos trabajadores de cuello rosa y verde

(Artículo publicado el 23 de mayo)

Sin duda alguna, una de las mayores preocupaciones que ocupan todo tipo de ejercicio de prospectiva no es otro que el futuro del trabajo, mayoritariamente asociado al debate y contraste en torno a la automatización y peso sustitutivo de las tecnologías y los “empleos tradicionales” que hoy dominan nuestras industrias y servicios. Como puente clave: educación y recualificación. A partir de estas premisas de partida, cobran especial significado tanto el potencial desarrollo de aquellas áreas que configurarán su verdadera incidencia en la sociedad, como su propio comportamiento condicionante. Así, su estudio y consideración exige un estudio y actuación holísticos que han de incluir, sobre todo, la relación e interacción persona-máquina, la oportunidad/necesidad/calidad de una potencial fiscalidad aplicable (repensando su propia productividad, su capacidad competitiva y de logro, su capacidad resolutiva de demandas sociales y adecuación a la formación interna de sus profesionales, su rol en el marco de las cadenas de valor de las que forme parte, su compromiso y valor empresa-sociedad y su disposición y posibilidad de generar y/o participar en alianzas estratégicas en espacios clusterizables integradores de las soluciones que los nuevos desafíos y las posibilidades de respuesta que ofrecen). Así, al proceso de transformación que conlleva, se añade el rediseño de estos diferentes modelos de negocio de las empresas, las iniciativas reales por transformar el conjunto de las Administraciones Públicas y “sus industrias complementarias” (sindicatos y partidos políticos, instituciones intermedias y ONGs) con una previa redefinición y recomposición de los servicios públicos y su gobernanza y, finalmente, la aún más compleja reformulación del estado social de bienestar y los conceptos de trabajo, renta y empleo que conllevan.

Este proceso en curso, en todas sus aristas, más allá de estudios estimativos y acierto/sueño resultante a futuro, es ya una auténtica realidad que nos viene acompañando en el día a día, en nuestro comportamiento, en nuestras decisiones y/o reacciones ante la realidad condicionante.

En estos días, en medio de varios proyectos de estrategia a muy largo plazo que me ocupan, el sentimiento dual y confrontado que, según el día, te lleva al optimismo o a la desesperanza y frustración, rodeado de todo tipo de informes cargados de tintes desalentadores y cifras apabullantes, acompañando actividades que “habrían de desaparecer y ser sustituidas por máquinas que nos harían inalcanzable la necesaria creación de empleo”, encontramos todo un creciente y apasionante mundo, innovador e imaginativo, generador de nuevos empleos, fruto de transformaciones -no siempre del todo “disruptivas”- de nuestras vidas, industrias, economía, que, no sin esfuerzo y mentalidades innovadoras y comprometidas, ofrecen un futuro atractivo, esperable, posible.

Así, mientras un sugerente informe del Bank of America (“Robosapiens: el futuro del trabajo”) se aproxima a la cuestión superando la confrontación entre máquinas o personas, apostando por la adecuada “colaboración” entre ambos, en un nuevo espacio múltiple, compartido y transformativo, en permanente realineación en el tiempo, de modo que la robotización, automatización, digitalización, inteligencia artificial y la internet de todo y en todo, no supongan la supresión/eliminación de las personas en términos de trabajo y empleo, sino la recombinación de tiempos, aportaciones, uso conjunto en una renovada definición del empleo con un resultado final traducido en la generación de más empleo (diferente al actual) que aquel inicialmente considerado como “destruible” por la tecnología. Este planteamiento huye de la “suma cero” ofreciendo un escenario creativo (un informe del World Economic Forum sobre empleo-robotización cifra en doce millones de empleos nuevos netos, de nueva creación, tras la eliminación de 85 millones de empleos existentes por 97 millones de nueva creación, básicamente en “nuevas profesiones, modalidades e industrias”). Un puente de partida alentador que vendría acompañado de un intenso proceso de recualificación aportando nuevas capacidades y habilidades a nuestros profesionales, incorporando nuevas necesidades (que la propia robotización exige), la entrada de nuevas profesiones en la sucesiva transformación de las propias industrias de contenido tecnológico, la manufactura en diversas industrias fabricantes de dispositivos, piezas, sistemas exigibles para disponer de los mismos, su progresivo avance hacia la servitización inteligente y especializada, y por supuesto, los propios mundos de la salud, la educación, la formación profesional, la movilidad, transporte, logística, biotecnología (más importante si cabe en su impacto en agricultura, alimentación, ciencias naturales, océanos… que en su enorme aportación a la salud y las ciencias de la vida), la reinvención de las ciudades y espacios territoriales, transporte y gestión/administración (pública y privada). No se trata de un sueño o un cuento tranquilizador que nos sitúe en la contemplación, sino de una exploración sistémica al mundo de las necesidades y demandas sociales, haciendo de ellas, las fuentes de nuevos modelos de negocio, y generación de empresas creadoras de riqueza, que habrán de responder y transformar nuestros tejidos económicos hacia una sociedad cada vez más inclusiva.

En este esfuerzo prospectivo, cabe destacar de manera muy especial tres grandes apartados, que no por señalarse con excesiva frecuencia y que pudieran parecer etiquetas de moda o de lo políticamente correcto, no deban resaltarse con insistencia, a la vez que tratarse en profundidad. Los hasta hace poco llamados “cuellos blancos y azules”, generadores de valor entre nuestro mundo de la empleabilidad y el desarrollo económico hasta hoy y que parecerán diferenciar los espacios laborales del hacer y el conocimiento como si se tratara de un discontinuo, abren paso, con intensidad renovada, a dos nuevos tipos de empleo: “el cuello rosa” con la progresiva y acelerada incorporación de la mujer al mercado del trabajo-empleo-formal, a lo largo de todo el mundo, y el “cuello verde” asociable a la imparable e ilimitada transición a la economía verde, mucho más allá de una nueva renovación energética post combustibles fósiles. El color no es cuestión de género, sino de concepto y espacio de actuación. Estos dos grandes pilares o “rutas-corredores del empleo del futuro”, encuentran en un tercer espacio esencial, “la industria de los cuidados”, su máximo acelerador para la empleabilidad. Más allá de su aplicación concreta al ámbito de la salud, sociosanitario, comunitario y sus “subsectores, industrias o clústers” de especial e imprescindible aplicación, el cuidado da pie a un mundo inacabable por redefinir, con profesiones por reinventar, para espacios y actividades de impredecible desarrollo.

A partir de aquí, el citado informe, alineado con las corrientes y movimientos más vanguardistas al uso, plantea incipientes debates que vienen dando paso a un triple marco clave para acompañar este proceso creativo: la fiscalidad del cambio (impuestos o no al uso tecnológico y a sus principales jugadores y potencial peso en la sustitución/creación de empleo), el recurso a sistemas localizados de renta básica universal, en distintas modalidades y con desiguales alcances, más allá del trabajo-empleo y, finalmente, la recualificación y dotación permanente de nuevas competencias y capacidades para la empleabilidad ante esa inmensa cantidad de nuevos trabajos del futuro.

Con este marco de pensamiento, acercándonos a Cognizant (Center for the future of Work) para adentrarnos en ese mundo que podemos no entender del todo, resulta inspirador -a la vez que reconfortante- observar los cambios reales a los que ya asistimos y que permiten visualizar, de forma continua, vectores de oportunidad que provocan transformaciones de profesiones, nuevos empleos, nuevas empresas, nuevos jugadores para afrontar un futuro deseable. Este centro de pensamiento no solo nos lleva a mundos lejanos inexplorables desde posiciones tradicionales y/o confortables, sino que, por ejemplo, utiliza las enseñanzas inmediatas de la COVID-19 para resituarnos, desde esta trágica e inesperable incidencia en nuestra vidas, para hacernos comprender el conjunto de nuevas percepciones, adecuaciones a vías y modos de comportamiento, actitudes sociales y tipo de vida, que pensábamos no recorreríamos nunca, a nuestro aprendizaje-respuesta para considerar “el cambio real”, de modo que pasamos, de inmediato, “del trabajo del futuro” al “trabajo del presente”. Pasando de lo que llaman “Remotopia”, más allá de la tan usada imagen del teletrabajo hacia un mundo rico en nuevas opciones (“31 empleos y profesiones para mañana”) compartibles con un nuevo sentido de conciliación (no solo al alcance de Administraciones Públicas y funcionarios o grandes empresas), reconsiderando nuevos especiales, superadores, también, de la dualidad desigual entre quienes disfrutan de la seguridad de un empleo para toda la vida y quienes han de construir el suyo, cambiante, día a día.

Múltiples aprendizajes que dan paso a un esfuerzo y trabajo esencialmente colaborativo, generador de plataformas compartibles, alianzas multi dirección y multi jugador y un verdadero sentido de las relaciones coopetitivas que miran mucho más a las nuevas iniciativas, al incremento del numerador que no a un agobiante denominador, en las cuentas de resultados, especialmente condicionados por la coyuntura y la menor diferenciación, redirigiendo las estrategias hacia auténticas proposiciones únicas de valor.

Sin duda, nos queda por delante todo un desafío, desde una línea de transformación positiva, que exige construir un futuro del trabajo, trabajando en el mundo de hoy, transitando hacia nuevos espacios de oportunidad. Nuestra voluntad y capacidad de respuesta definirán nuestra realidad de mañana.