(Artículo publicado el 27 de Marzo)
Una nueva edición del ilusionante e innovador programa de la Singularity University (“Get to the future First. Don´t fear it, own it.” “Alcanza el futuro el primero. No lo temas, aprópiate del él”), “facilitando la comprensión, descubrimiento y aprovechamiento de las nuevas tecnologías transformadoras del mundo” coincide estos días con la publicación de un extraordinario y completo proyecto de investigación del Bofa (Bank of America) sobre la economía de la escasez, en el marco de su serie “transformando el Mundo”.
Si Peter Diamandis (Singularity University) hace de “un mundo de abundancia” la base incentivadora de los sueños y oportunidades que permiten superar los desafíos a los que hemos de enfrentarnos, pudiera parecer que el enfoque del segundo informe contrapone obstáculos, dificultades, y un aparente pesimismo insuperable desde una amplia visita a los desafíos que afrontamos, desde el afloramiento de la escasez e insuficiencia de recursos y capacidades para el recorrido exigible.
Ambas aproximaciones cobran especial relevancia en tiempos negros (o grises según el estado de ánimo cambiante cada día en todos y cada uno de nosotros o la geografía en la que nos encontremos). A nuestra inevitable pesadumbre por la invasión de Ucrania y las graves penurias e irreparable impacto sobre la población salvajemente agredida, su impacto externo y la concentración de diferentes situaciones conflictivas (siempre incomparables y mínimas ante la catástrofe mencionada), se une la limitada confianza y voluntad individual y colectiva de pensar en un futuro mejor, deseado por todos. La acumulación de problemas que parecen encadenarse sin límite, uno tras otro, aceleran la complejidad que atravesamos, lo que conlleva un derrotismo y generalizada psicología pesimista, no ya para vivir el momento, sino, por supuesto, afrontar cualquier futuro que siempre concebiremos incierto.
Sin embargo, es precisamente en estos momentos de profunda incertidumbre sistémica cuando más luz, orientación, apuesta y compromiso para dirigirnos hacia escenarios positivos y deseables se requiere. Una vez más, es, si cabe, tiempo de propósitos trascendentes, liderazgo, compromiso y esfuerzo transformador de amplio calado. Por supuesto, no desde un ingenuo y simplista optimismo, pero sí desde la elección de opciones favorables, conscientes del conocimiento e información rigurosa de partida.
En este contexto, señalaba que el informe mencionado en torno a la “economía de la escasez” parecería, en principio, no solo catastrofista, sino paralizante ante un panorama oscuro, determinista de una inevitable pérdida de nuestro futuro. Extraordinaria información contrastada nos aporta un amplio y claro panorama de la situación de partida. Señala lo cerca que estamos de un colapso de insuficiente respuesta de la “oferta” a la demanda creciente de nuestras sociedades: Agua, biodiversidad, metales extraíbles exigibles para la base de las nuevas soluciones tecnológicas en las que ponemos la confianza de las transiciones energéticas y digitales, así como de una cadena alimentaria compleja y fragmentada, con una demografía desacoplada (por decirlo suavemente) con la esperanza de vida a la que se añade “la nueva enfermedad de la vejez” (según la OMS), una educación y capacitación alejada de lo requerible en las próximas décadas para afrontar el nuevo mundo del trabajo y el empleo, con una urgente y desafiante reinvención de los sistemas y modelos de salud, bienestar y protección social, en marcos de gobernanza y liderazgos que generen las respuestas y afección deseadas e imprescindible para transitar al futuro compartiendo proyectos atractivos e ilusionantes. Un panorama que parecería asumir un contexto dominado por el conflicto, la reivindicación ilimitada, las soluciones y actitudes individuales contrapuestas a la búsqueda de un bien común, a tejer alianzas y proyectos compartidos, paralizado por un pensamiento ajeno a considerar a los demás. Leído así, nos llevaría a hundirnos en el más profundo pesimismo y abandono.
Afortunadamente, sobre todos y cada uno de estos temas, el citado informe (Transforming World Series: the world is not enough. Scarcity. “El mundo no es suficiente. Escasez”. Bofa Global Research) ofrece información a considerar para pasar de la información percibible a la acción comprometida y logros obtenibles para un resultado positivo. Datos, problemas, restricciones, sobre los que intervenir, para proponernos un futuro propio y distinto. Así, decía líneas arriba, que parecería contraponerse a las ideas de una economía de la abundancia (desigualmente repartida a lo largo del mundo) sobre las que Diamindis (y otros muchos) intentamos abordar un futuro no ya optimista, sino posible. El propio informe concluye, a partir de un detallado desglose de beneficios, riesgos y potenciales perdedores y, sobre todo, ganadores, la oportunidad y tiempo disponibles para acometer y elegir entre diferentes opciones para transformar dicha economía determinista e inmutable en un mundo diferente y mejor.
La economía de la abundancia parte de mucho más que un sueño. Propone transitar, desde las oportunidades, aceleradas por la disposición de tecnologías, conocimiento, capacidades reales, capital humano e instituciones, empresas y personas, al servicio de proyectos no solo viables sino capaces de generar una acelerada sinergia sistémica que, desde el inmensurable poder de la mentalidad y voluntad humanas, en contextos colaborativos reales, posibilite el logro de los sueños y deseos por lejanos y audaces que parezcan. La información base es conocida, el camino y los esfuerzos también. La voluntad u obligación inevitables de decisiones disruptivas, también.
Ambos planteamientos convergen (ya sea por necesidad o por vocación y voluntad propia) en torno a un camino de oportunidades. La tantas veces aludida innovación, la capacidad de hacer las cosas de forma diferente y, sobre todo, nuevas cosas, nuevas soluciones, nuevos marcos colaborativos y compromisos activos compartidos, nueva educación y nuevas gobernanzas, resultan interpeladas, hoy más que nunca. Hoy, lejos de “repartir la tarta existente” bajo conceptos de suma cero (lo que uno recibe, otro lo pierde), propio del modelo y pensamiento en tiempos de escasez, el pensamiento de la abundancia reclama “crear más, mayor y mejores tartas” y facilitar las oportunidades de acceso para todos creando un mundo de posibilidades adicionales y crecientes.
Para ello, de la mano de las tecnologías exponenciales, debidamente orientadas a la solución de demandas y necesidades sociales, facilitan (y condicionan) este futuro esperable. Una tecnología con rostro humano, al servicio de la verdadera innovación social, colaborativa, solidaria, empeñada en ofrecer soluciones y no abandonar ante los obstáculos que se interponen con los logros deseados. Una tecnología de infinitas áreas de actividad, esenciales, más allá de lo que pudiera parecer un mundo exclusivo de tecnologías, tecnócratas o élites dominantes. Y, por supuesto, en un mundo más rico y completo que el espacio tecnológico. Todo un espacio de futuro para proyectos vitales y, también, profesionales, incluyente y del que participemos todos.
Los múltiples desafíos exigen de todos nosotros (hoy y de forma permanente) una actitud de compromiso responsable y asunción de cuotas de esfuerzo, más allá de la reivindicación permanente apelando a soluciones, siempre, de terceros. Dualismo para reinventar nuestros valores y sistemas educativos, repensar el mundo del trabajo, reconsiderar nuestras opciones de reparto del tiempo (trabajo, ocio y entretenimiento, redes sociales, formación…), nuestra implicación/participación en las decisiones que nos afectan, reformular verdaderos modelos y sociedades democráticas, reconfigurar gobiernos, territorios, espacios geo-políticos, nuestro rol central en el valor en salud al que hemos de aspirar y nuestra interacción permanente con terceros. Y, sobre todo, superar actitudes fragmentarias y separadoras entre espacios públicos, privados y de la sociedad civil no gubernamental. Sin duda no se trata de un camino excesivamente cómodo cuyos frutos nos vendrán dados y caídos del cielo. Apropiarte de tu futuro demanda esfuerzo y, por supuesto, renuncias u opciones.
Afirmamos aspirar a sociedades comprometidas con objetivos multi propósito para salvar el planeta, para generar y distribuir empleo, riqueza y prosperidad inclusiva, a lo largo del mundo, reconfigurando nuevos gobiernos e instituciones, entre todo un mundo de ricas iniciativas y caminos por descubrir a lo largo del tiempo. Su logro, a la vez, no es tarea fácil ni inmediata, pero sí posible. Nuevas actitudes, nuevas maneras de afrontar todo tipo de desafíos. ¿Una economía de escasez con el inevitable reparto desigual de suma cero o una economía de la abundancia con esfuerzos y relaciones de valor compartido? Una actitud y propósito en marcha. Elijamos afrontarlo desde una u otra óptica marcará la diferencia.
Estos días, el profesor John Almandoz, desde su cátedra centrada en personas y propósito, recordaba viejos mensajes de un antiguo profesor de quien aprendí no solo conceptos, sino criterios y principios para el desarrollo personal y profesional: “Sin un sentido de propósito, ninguna empresa, ya sea pública o privada, puede alcanzar su máximo potencial. Las personas, somos seres sociales, movidos por motivos intrínsecos y necesidades trascendentes, más allá de la satisfacción de nuestras necesidades materiales”.
Puestos a soñar (la pasión de trabajar por algo que merezca la pena), parecería más que razonable asumir la actitud de pensar y trabajar en una economía de la abundancia. La economía de la escasez, en su caso, nos encontraría trabajando. Y, por supuesto, alejados del miedo al futuro, apropiándonos del mismo.
Todo un desafío personal, solidario, colectivo. Complejo y exigente sin duda. Posible también.