(Artículo publicado el 2 de Noviembre)
Jakiunde, Academia vasca de la Ciencia, las Artes y las Letras, ha organizado una jornada de reflexión en torno a la «Crisis e Industria» (Krisia eta Industria) bajo el sugerente debate y propósito de «aprender de las lecciones del pasado para construir el futuro». Para hacerlo, su coordinador José Luis Larrea, estableció un adecuado hilo conductor bajo el paraguas de una doble visión de las estrategias de política económica e industrial, implantadas en los últimos 35 años de la mano de algunos de sus protagonistas institucionales y del contraste Académico desde el análisis experto de ORKESTRA, como marco global para el aprendizaje desde una serie de proyectos emprendedores singulares que han marcado, en parte, la apuesta (y éxito) de los últimos años: Bilbao y la reinvención de la Ciudad-Región, GAMESA y la reinvención empresarial tractora de la clusterización, CAF y la extensión manufacturera inteligente-servitización-desarrollo local en el contexto internacional y GUGGENHEIM BILBAO, proyecto singular dinamizador del desarrollo económico más allá de su impacto-objetivo cultural. Hilo conductor que explica las claves de la Competitividad y el Bienestar en solidaridad que ha caracterizado el modelo vasco de desarrollo humano sostenible.
La jornada nos ha permitido poner en contexto las apuestas realizadas y, sobre todo, extraer algunas líneas clave que habrían de posibilitar afrontar los nuevos (o viejos) retos que el futuro depara. Si bien resulta evidente que cada crisis tiene su gravedad, origen, consecuencias y soluciones de salida, específicas y únicas y que cada tiempo exige opciones propias, no cabe duda que la experiencia real es un grado y que las lecciones bien aprendidas ayudan a disfrutar de una buena base de partida.
Los análisis presentados así como los proyectos mencionados ofrecen una serie de elementos críticos que responderían a una doble pregunta general: ¿En qué medida las diferentes políticas y estrategias seguidas explican el éxito de estos proyectos? ¿Existen elementos comunes presentes en todos ellos que nos sirvan no para felicitarnos por lo hecho en el pasado sino para provocar un nuevo futuro?
Sin duda, la complejidad multi-variable que ha condicionado (y explicado) la transformación de nuestro País, de crisis en crisis, en el horizonte de los últimos 35 años, no puede simplificarse en un recetario replicable y extensible a todo tiempo, momento y circunstancias, pero puede aportar ciertos elementos a considerar. En esta línea, quisiera resaltar algunos de los comentarios expuestos en la mencionada jornada, rogando a sus ponentes, me concedan «el beneficio» de mi interpretación personal. Así, algunas ideas, a mi juicio, serían:
1) Provocar el Futuro y apropiarnos de él .
¡Al futuro no se llega sino que se va! El futuro nos pertenece en la medida que asumamos el compromiso de provocarlo, orientarlo y trabajarlo. Cada País, cada empresa, son únicos y exigen una estrategia global, completa e integrada y si bien se requieren diferentes fases, proyectos, planes e iniciativas, de lo que se trata es de tener una ESTRATEGIA PAIS, compartida y colaborativa, a lo largo del tiempo y no una sucesión de planes aislados y, en gran medida, inconexos pese a responder a potenciales objetivos específicos (generalmente antagónicos o no alineados).
2) Lejos de acometer avances continuistas, la virulencia de los cambios económicos, sociales, políticos, demanda transformaciones radicales que obligan a proponer «cambios de paradigmas», «salir del espacio de comodidad» y asumir el binomio Innovación-Riesgo. Contemplamos el discurso de la innovación, el emprendimiento, la internacionalización, la tecnología como si se tratara de «etiquetas simples, políticamente correctas, alcanzables por todos y de impacto 100% positivas», sin incidir en lo que suponen y sus condicionantes, a la vez que disociadas de su otra cara de la moneda: El Riesgo.
Todas las iniciativas antes mencionadas, de éxito, fueron operaciones de riesgo. Todas surgieron contra-corriente; todas obligaron a reinventar y rediseñar políticas e instrumentos públicos ad hoc; todas exigieron nuevos modelos de gestión; todas provocaron una clara coopetencia público-privada y público-público; todas necesitaron asociacionismo, trabajo en red y proyectos «extra empresa», prolongando su impacto y viabilidad a la cadena de valor en que actuaban. Todas exigieron de las Administraciones Públicas decisiones extraordinarias con una determinada carga de «discriminación positiva» y todas exigieron una financiación-fiscalidad específica para acometerlas. Todas, como resulta inevitable en todo proyecto innovador -real- de cambio radical, han sido operaciones de alto riesgo y todas han combinado el espacio y proyección internacional con su compromiso de pertenencia y anclaje relevante en el País, provocando efectos tractores sobre el tejido económico y social vasco.
Estas iniciativas han salido muy bien. Pudieron fracasar. Asumir estas decisiones solamente es posible desde la firmeza del liderazgo, la apuesta por trascender de lo habitual y comprometerse más allá de los intereses concretos (legítimos, por otra parte) y particulares.
3) Liderazgo compartido SI pero NO al unísono. Empresa, iniciativa privada y gobiernos han de compartir un liderazgo pero ni a la vez ni en la totalidad del proceso. Cada uno ha de fijar su rol -diferenciado- cooperando con lo esencial de la iniciativa acometida pero en su propio campo de juego. En especial, estos proyectos exigen un fuerte liderazgo que se traduce en personas comprometidas con ese futuro, deseable y provocable, ya mencionado.
4) La magia del proceso. Una estrategia para ganar el futuro, un liderazgo y compromiso firmes exigen no solamente una propuesta, sino recorrer un largo camino a lo largo de los años, haciendo «cadena» coherente al andar de modo que fijado el horizonte y escenario alcanzable, la ruta y el proceso marcan la diferencia.
Con estos y otros mimbres hemos llegado hasta aquí. Ahora, el reto exige más y distinta innovación y, sobre todo, un liderazgo real para conducir el cambio radical que el País demanda. Necesitamos, como siempre, salir de nuestro espacio de confortabilidad, reinventar nuestras estrategias e instrumentos, interpretar el mundo en el que hemos de movernos y redefinir el País que queremos. En definitiva, liderar el nuevo espacio, provocar y dirigir el proceso, apropiarnos de nuestro propio destino, asumir y mitigar los riesgos asociados. Sin duda, hoy partimos de una mejor base que la de hace 35 años, estamos mejor preparados, contamos con la gente adecuada y los recursos (e imaginación y voluntad) necesarios. A la vez, el mundo también se mueve. A las bondades y virtudes de la internacionalización, de la innovación y la tecnología, de las oportunidades de interdependencia, al progresivo desarrollo de la democracia económica (aunque en ocasiones pareciera la contrario), a la creciente colaboración… acompañan sus propias paradojas y contradicciones en un reto creciente por la interacción entre esos dos grandes espacios de futuro: lo global y lo local. Entender su fuerza, comprender y acertar en los tiempos diferenciados entre tendencias, oportunidades y disponibilidad real, es parte del juego.
Provoquemos el futuro. Repensemos las lecciones del pasado pero, sobre todo, para afrontar el mañana. Una vez más, recordemos que el éxito del pasado no garantiza el éxito del futuro.