(Artículo publicado el 20 de Enero de 2019)
La celebración de la próxima Cumbre Anual del World Economic Forum, la próxima semana, en Davos, bajo el título genérico Globalización 4.0, puede llevar a engaño a quienes ven el encuentro como una reunión del capital, de las élites económicas, del neoliberalismo o de tantas otras etiquetas atribuidas como simplista aproximación a una de las citas socio-económicas de mayor impacto mediático a lo largo del mundo, resaltando, de forma inevitable, personajes populares y de renombre, así como líderes político-institucionales globales cuya presencia destacan, generalmente, medios locales más allá de su aportación e intervención real en el Foro.
En tiempos en los que resulta fácil (y, generalmente, sin riesgo) atribuir descalificaciones a todo aquello que o desconocemos, o nos resulta lejano, o constituye una buena excusa para culpabilizar a los demás de lo que sucede, para algunos, el Foro Económico Mundial “es un macro lobby desde el que se dictan las políticas e ideas que rigen un mundo perverso, diseñado para servir a la población mundial en la desigualdad, eliminar sus proyectos de futuro y provocar el desgobierno (empresarial, político) de cuanto nos rodea”. La realidad difiere sensiblemente de este novelado mensaje.
Hace unos días, por ejemplo, se publicaba el libro “Discreet Power” (“El poder discreto”), en el que Christina Garsten y Adrienne Sörbom, analizan el cómo de la generación de agendas de transformación desde el Foro Económico Mundial, preguntándose por su estructura “informal y soft” que contrasta con rígidos parlamentos, gobiernos, multinacionales, etc., en los que, normalmente, uno o pocos ejecutivos toman (o imponen) decisiones, amparados por una autoridad nominal dada (o heredada) no siempre acompañada del reconocimiento de “sus subordinados” o ciudadanos representados. En su experiencia de contraste en este mundo de “Red de Redes” cuya complejidad recomienda pertenecer al “Networking experto”, aprendiendo a su correcta gestión (no solamente formar parte de una red, sino cómo contribuir y valorizarla, cómo y cuándo “obtener réditos o beneficios compartibles”…), concluyen que la organización (en apariencia simple y soft) del Foro, fortalece el debate, “la autoridad y reconocimiento de sus recomendaciones” gracias a la “cesión de valor” del prestigio, conocimiento e independencia de quienes participan en el proceso, con la libertad de representarse a sí mismos. La realidad es que se trata, efectivamente, de un ente con gobernanza más que informal que pone en contacto a cientos de gobiernos, miles de académicos, miles de líderes empresariales, jóvenes innovadores y emprendedores, cientos de afamadas empresas consultoras y de centros de pensamiento de todos los colores e ideologías en torno a diferentes agentes con la pretensión de analizar el estado de las cosas y diseñar un futuro esperable, desde la convicción de que el dialogo comprometido y el trabajo riguroso y ordenado entre actores públicos y privados, posibilita construir un mundo de progreso e inclusión, vector guía de las agendas de transformación que constituyen los ejes de trabajo del Foro mundial.
La cita de Davos 2019, proclama un desafío: “La globalización 4.0 puede suponer un futuro brillante si rompemos con la injusticia del pasado”, expresado por Winnie Byanyima, una de las ponentes principales del encuentro, directora ejecutiva de Oxfam Internacional y miembro de uno de los Consejos Asesores del WEF (Future of Economic Progress). En el análisis del contexto que ha acompañado el pensamiento dominante en la economía de los últimos cuarenta años y la rápida fórmula de la globalización como erróneos sinónimos de comercio libre e internacional generando casi el 50% del PIB mundial, el propio PIB como indiscutible indicador de crecimiento asimilable a “bienestar objetivo” y políticas liberalizadoras y desregulación hacia la “bondad del mercado”, la reducción generalizada de impuestos, liberalización del mercado laboral y bajos salarios… se imponen nuevas formas de rediseñar un futuro inclusivo. Hoy, en Davos, como en cualquier rincón del mundo, el nuevo camino hacia el progreso social apunta al trabajo sobre nuevos elementos críticos que exigen novedosas y arriesgadas respuestas que han de venir incorporadas a ese sugerente reclamo del 4.0. Hoy, los cambios en la naturaleza del trabajo y los sistemas productivos no solo obligan al replanteamiento de “políticas neoliberales”, sino a repensar las políticas y actores asociables (mercado de trabajo, sindicatos, “negociación colectiva”, empleo tradicional, sistemas de protección, seguridad social, empleo temporal o indefinido o funcionarial de por vida). La idea del “puesto de trabajo o empleo de por vida” desaparece y, en consecuencia, hemos de reinventar modelos de prevención, protección, aseguramiento y financiación social a lo largo de nuestras vidas, escasamente asociables directamente con el puesto de trabajo. Precisamente estos días, Michal Rutkowski, director de protección social y empleo del Banco Mundial, publica un informe en relación con los cambios en el trabajo tradicional y sus beneficios, apuntando hacia la necesaria reconsideración del llamado “contrato social”.
Precisamente es momento clave para responder a nuevos desafíos del futuro y resulta inaplazable formular nuevas preguntas y proponer (y arriesgar) soluciones: ¿empleos generables y empleos en desaparición acompañados de una renta universal?, ¿Cómo generar y compartir mayor bienestar para todos?, ¿Cómo dotarnos de nuevos sistemas de gobernanza cooperativa con la participación de todos los agentes implicados?, ¿Cómo acceder a las tecnologías emergentes y, sobre todo, a su uso eficiente a la vez que no dependiente o marginable?, ¿de qué arquitecturas impositivas, fiscales y de gasto público hemos de dotarnos?, ¿Cómo reinventamos los servicios públicos básicos y esenciales (salud, educación, dependencia…), generando comunidades inclusivas?, ¿Cómo romper el silo paralizante del ascensor social que condena, en la práctica, el movimiento intergeneracional entre diferentes “estratos económicos y sociales”?, ¿Cómo reconducimos el movimiento y pensamiento global hacia un nuevo multilateralismo creativo y glokal?, ¿Cómo generamos liderazgos comprometidos creíbles y de verdadero respaldo de la sociedad de la que forman parte?, ¿Cómo navegar hacia ese futuro deseable desde la incertidumbre del mañana y las limitaciones del punto de partida, la complejidad creciente del viaje a realizar, sumidas en un malestar y desconfianza galopantes a la vez que estimuladas o desorientadas por un mundo dominado por las “fake news”?
Esta y no otras son las cuestiones clave que componen la agenda de Davos.
Se trata de esforzarse en repensar los modelos de crecimiento y desarrollo, el estado de bienestar, la totalidad de industrias y empresas y sus modelos de negocio, los sistemas y modelos de salud y de educación, la geo-estrategia y modelos de Estados y naciones y la estructura y gobernanza de instituciones y organismos internacionales… Agendas y preguntas inacabables que permitan avances progresivos aprendiendo unos de otros, sin imposición, ni de recetas, ni de pensamiento único. Nueva información al servicio de todos para que cada uno, desde su responsabilidad, aspiración y capacidad de decisión, trace su camino hacia el progreso social.
4.0 es un reclamo general que se asocia en demasía al estricto (esencial) ámbito de las tecnologías exponenciales emergentes que, sin duda, van más allá, de una relevante “digitalización y desmaterialización” de la economía. Es la puerta básica para la reinvención de los modelos de “negocio” y empresa, “modelos sociales” e institucionales y de gobernanza. Pero, más allá de traspasar esta puerta, nos esperan nuevos desafíos en sucesivas versiones de la mano de las demandas y logros sociales a lo largo del tiempo y del mundo.
Así, el trabajo sostenido, de años, entre estas decenas de miles de personas que conforman y alimentan al WEF-Foro Económico Mundial, se ven mínimamente reflejadas en miles de páginas de informes y documentos de análisis y recomendaciones para ayudar a transitar por este complejo, a la vez que apasionante, viaje. Bienvenida sea su aportación. Ahora bien, la responsabilidad de las decisiones de lo que hagamos con ellas serán solamente nuestras: “Cada uno hemos de apostar por nuestra propia estrategia y políticas a seguir, ya sea en el ámbito público o privado, personal o país”.
El atractivo encuentro nevado en Davos no es sino un encuentro que recuerda lo mucho que nos queda por hacer, permite compartir y debatir diferentes sensibilidades y opiniones y facilita marcos de actuación en el complejo e interrelacionado mundo de problemas y demandas globales. La apuesta por una agenda global del futuro hacia el progreso inclusivo tiene mil formas, si bien posibilita un reclamo que merece la pena perseguir.
Terminada la Cumbre toca volver a casa, retomar nuestros diferentes compromisos y responsabilidades diarias y es el turno, con o sin Davos, de definir un futuro propio. ¿Cuál sería la agenda para mi País, para mi empresa, para mi proyecto personal? Una buena oportunidad para abordar el nuevo año.