(Artículo publicado el 27 de Agosto)
Y finalmente, la India ha llegado a la luna.
El gigante subcontinente, generalmente identificado por su enorme potencial de futuro, minimizado y obscurecido por sombras de incertidumbre, lejanía y conflictiva desigualdad y cohesión territorial y poblacional, limitado por la existencia de “mil Indias”, en apelación similar a “las mil Chinas” que habrían de definir su descreído liderazgo, improbable desarrollo y progreso social armónico, conflictiva desigualdad de una enorme población condenada a la base de la pirámide, sumida en una compleja negociación permanente entre jugadores confrontados, en una economía y sociedad dual demandante de nuevas y mejores posibilidades de vida, alejados de planes, proyectos y aspiraciones difícilmente compartibles. Esta aproximación referencial le acompaña en toda apuesta aspiracional de progreso y liderazgo futuro, pese a su enormes fortalezas y poderío demográfico insustituible.
Ser la cuarta potencia mundial capaz de alunizar con proyectos propios y diferenciados (Estados Unidos, Rusia, China y ahora ellos) valida una singular apuesta estratégica, su larga capacidad propia y de alianzas y procesos colaborativos con terceros, una tenacidad ingente, extraordinaria inversión al alcance de pocos, capacidades educativas, tecnológicas, investigadoras, y de gestión y gobernanza con referentes largo-placistas y gobiernos comprometidos en un despliegue coopetitivo público-privado de máximo nivel. Llegar a la luna hoy, tras un lanzamiento no exento de problemas que obligó a cambiar el rumbo, trayectoria y tiempos de operaciones para evitar repetir el primer intento fallido de 2019, no deja de añadir valor a la toma de decisiones en pleno vuelo, para “hacer cumbre”, pese a no seguir el camino directo prefijado. ¡Éxito y admiración!
Este evento destacado, coincide con la reciente publicación, esta misma semana, del Informe que, bajo la coordinación de Chris Ketels y en colaboración con el Instituto de Competitividad de la India y el ISC de Harvard dirigido por Michael Porter, con la participación del US-Asia Technology Management Centre Stanford, se ha presentado al Consejo Económico Asesor del Primer Ministro de la India (Narendra Modi): “How can India realize its potential?” (¿Cómo puede India realizar su Potencial?). Basado en un amplísimo trabajo realizado en los últimos años sobre una estrategia para la competitividad y el valor compartido e inclusivo para la India, siguiendo la metodología sobre competitividad y valor compartido de Porter, el Informe plantea una serie de recomendaciones de gran interés en torno al desarrollo económico, a la transformación estratégica, a las diferenciadas políticas (públicas y privadas) y los tempos en que han de llevarse a cabo señala como, a los procesos convergentes requeridos para su logro, y a los diferentes “trade offs” o intercambios que deben producirse desde la formulación aspiracional y punto final de llegada, ha de pasarse por diferentes logros-cesiones intermedias hasta llegar a ellos, atendiendo a las posiciones dispares de partida, a las diferentes posibilidades o voluntades de logro, a los verdaderos deseos y objetivos de los distintos actores integrables (generalmente comprometidos en apariencia con un fin común si bien, en realidad y en la práctica, no asumen, y posiblemente no parecen dispuestos a asumir).
Tras su minucioso diagnóstico del efecto real de las políticas aplicadas, de la diferente composición de la economía del País, de su compleja realidad de articulación territorial, la dualidad entre una población mayoritariamente de renta baja, elevado desempleo, escasa cualificación y condiciones de empleabilidad, limitadísimos recursos de los múltiples gobiernos o niveles institucionales y la enorme disparidad de necesidades, demandas y capacidad de aprovechar los beneficios de las leyes, iniciativa y opciones que se ofrecen para todos y que son desaprovechadas, insisten en políticas distintas y específicas, dirigidas a cada uno según sus verdaderas posibilidades, a sus necesidades inmediatas y potencial real, etapa por etapa, evitando un salto en el vació que parecería llevar a todos al punto final, a la vez, haciendo imposible el punto de llegada y una voluntariosa meta final. Esta aproximación sugiere nuevos principios, nuevas prioridades, nuevos jugadores y nueva arquitectura institucional y de gobernanza, respondiendo, siempre y, en todo caso, a cuatro elementos cohesionados que posibiliten un claro crecimiento próspero inspirado en el progreso social, qué sea en verdad, base y soporte de una empleabilidad competitiva para todas las partes (en todo ámbito regional y comunitario), medioambientalmente sostenible y debidamente alineado con una ruta de futuro. Entender y diferenciar potencial y logro aspiracional final con diferentes políticas y acuerdos parciales, coherentes, configurando un verdadero proceso de transformación y desarrollo.
Estos hechos referidos coinciden en el tiempo con el acuerdo final de la última Cumbre de los países BRICS (Brasil, Rusia, China, India, Sudáfrica) celebrada en Johannesburgo y la aprobación de “principios de ampliación”, abriendo la posible incorporación de entre 20 a 40 países según sus capacidades y voluntad de integración en esta “Asociación para el crecimiento mutuamente acelerado, el desarrollo sustentable y el multilateralismo inclusivo”, que desde su creación ha sido vista con reticencia por terceros (primer mundo), con preocupación por lo que lo han considerado como el protagonismo articulado de un SUR GLOBAL, como foco desestabilizador del orden instaurado en la post guerra. Sin duda, compartir un espacio de este tipo conlleva una cierta comprensión, objetivos compartibles, posibilidades diferenciadas internas, y un complejo equilibrio entre los diferentes roles a desempeñar por cada uno. Años de lucha individual por espacios similares pero confrontados, conflictos propios y con terceros, potencialidad y demandas dispares, grados y niveles de democracia-autocracia o gobernanza, etc. y nuevas aspiraciones (sobre el papel compartibles, seguramente distantes entre ellos más o menos declaradas) y un sin número de desavenencias, conflictos e intereses dispares entre muchos de ellos. En todo caso, una interesante y positiva oportunidad de avance en este momento de debate y búsqueda de nuevos caminos a explorar ante la complejidad de reclamos que enfrentamos, a lo largo del mundo. Tiempos en que, con más fuerza, si cabe, hemos de encontrar respuestas a la inequidad, al concepto real de desarrollo, a su extensión inclusiva, a la realista interpretación y alcance del bien común y a la puesta de la economía al servicio del bienestar de la Sociedad. Momentos en que toda iniciativa repensando el futuro choca con lo que Jason Hickel reflejaba hace ya años en su libro “Divide-La División”, cuestionando lo que consideraba un pensamiento equivocado en torno al concepto de “desarrollo económico”, resaltando la división como un creciente motor de desigualdad que excedía de, modelos económicos o el papel de diferentes jugadores a lo largo de la historia poniendo el acento en la generalización de sistemas de pensamiento único en períodos prolongados, admirados y deseados por quienes se sentían fuera de ellos y con la inevitabilidad de la confrontación permanente fruto tanto de los intereses particulares según el rol social-económico a desempeñar en cada momento, los gobiernos según su ideología y capacidad de poder, los entes y actores del sistema en función de posiciones temporales o específicas a ocupar. División fragmentadora que termina generando, a su vez, microesferas en las que terminamos recluyéndonos, casi todos, interactuando en exclusiva con nuestros próximos, alejándonos dé otras líneas de pensamiento, de interés, objetivos, necesidades, etc. Sostiene que esta realidad termina con “el bien natural de las personas y sociedades, llevados a la voluntad de colaboración y diálogo que nos anima a compartir esfuerzos para el bien común en un afán de trabajar en equipo junto con los demás”.
Adam Kahane, en “Collaborating with the Enemy”- “Colaborando con el enemigo”, se pregunta, sin embargo, ¿Cómo trabajar con la gente que no me gusta, con la que no confío, con la que no estoy de acuerdo, aquella con quien creo no tener aspiraciones y objetivos finales compartibles? ¿Es posible construir un acuerdo o compromiso común y último, generar la confianza mutua necesaria para transitar un camino incierto, lleno de dificultades, superar conflictos imprevistos, asumir discrepancias y desencuentras y superar un camino hasta aquellos puntos parciales o totales comprometidos, sabiendo que en determinadas etapas seguiremos nuevas y distintas o distantes trayectorias?
La complejidad e incertidumbre propias de este mundo que vivimos, demanda afrontar la polarización y división fragmentaria y salir de nuestras esferas de confortabilidad y similitud, sobre todo, romper las barreras de nuestros únicos intereses particulares. La colaboración está en boca de todos, pero, pese a lo proclamado no es ni natural ni sencilla. Exige esfuerzo, generosidad y un largo trabajo de aprendizaje y experimentación con terceros. Con Kahane, el pensamiento colaborativo no es lineal, sino que supone un proceso que exige facilitar actitudes y espacios sucesivos por recorrer desde el inicial trabajo compartido con aquellos que nos gustan, con aquellos en los que creemos, con aquellos que nos aportan valor con “poco intercambio exigente”. Es la línea menos comprometida y fácil. Pero, tarde o temprano, el verdadero espacio de transformación, desarrollo y bien compartido al servicio de la sociedad pasa por la etapa “más desagradable”: colaborar con el enemigo.
La historia es tozuda. Grandes problemas, grandes soluciones, diferentes líneas de pensamiento. ¿Nuevos procesos colaborativos?