(Artículo publicado el 10 de Noviembre)
La próxima semana, la TCI (Red Mundial de agentes para la Clusterización) celebra su conferencia anual (en este caso, su “capítulo europeo” y de forma telemática) con el reclamo de la colaboración y la cogeneración de alianzas en el marco del desafío de “recuperación o reinvención” de la economía europea.
Hace unos días, en una conferencia del Lehendakari, Iñigo Urkullu, en el Foro de la Nueva Economía, era preguntado por el secretario general de CCOO, Unai Sordo, si “la exitosa experiencia de clusterización y políticas industriales del Gobierno Vasco en anteriores crisis no serían de utilidad y referencia tanto para Euskadi, como para España en la reconstrucción necesaria en estos momentos”. La Unión Europea promueve diferentes programas para impulsar iniciativas “colaborativas y alianzas para desarrollar ecosistemas sectoriales de la configuración de estrategia de regionalización inteligentes”. El mundo en general, de una u otra forma, hace referencia a “ecosistemas de innovación”, “alianzas intersectoriales”, “nuevos modelos asociativos o consorciales” a la búsqueda de proyectos y respuestas superadores de los desafíos a los que se enfrenta la economía. El “maná financiero”, tras las diferentes medidas e instrumentos especiales que conforman un nuevo espacio de oportunidad, sugiere co-crear proyectos compartidos para transitar hacia la pretendida digitalización, la economía verde y sostenible y las diferentes convergencias tecnológicas y de empleo deseables. La propia superación de los logros observables en los procesos y sistemas de salud a la búsqueda de soluciones científico-farmacológicas, epidemiológicas, de salud pública o de innovación para una respuesta integrada socio sanitaria y comunitaria mire hacia planteamientos “colaborativos”. De una u otra forma, “acelerar la clusterización” cobra carta de naturaleza y parece instalarse en los mensajes expertos y de influencia en los ámbitos empresariales y de las políticas públicas. Los gobiernos aspiran a revisar sus apuestas de futuro y piensan en los clusters como elementos tractores de su reconsideración estratégica territorial. Las empresas revisan sus roles compartibles en colaboración con otros agentes clave que, al final, explican sus cuentas de resultados y reconsideran sus alianzas estratégicas. Hoy, más que nunca, hablar de clusters se impone.
En Euskadi tenemos un largo y singular recorrido en este mundo. En los próximos días, ORKESTRA-Instituto Vasco de Competitividad, líder reconocido a nivel mundial, y con especial consideración y relevancia en el seno de la red mundial de Institutos y Universidades especializados en Competitividad y clusterización, presentará su Informe de Competitividad 2020 y, entre otras cosas, incorpora, como lo viene haciendo desde su origen, la relevancia de la clusterización. Desde esta experiencia práctica, sabemos, aquí, lo que es y lo que no es “poner un clúster en tu vida”, lejos de panaceas o pretensiones mágicas.
Entender la esencia del binomio economía-territorio, comprender que la actividad económica no responde ya a fragmentaciones sectoriales propias del pasado para ajustarse a la estadística oficial disponible, superar la clasificación formal y funcional de un mundo mono productivo, romper las barreras de un marco de separación tradicional (industria, servicios, sector primario), trascender de las cadenas de valor simplificadas y limitadas a cadenas de suministro mono empresa o mono sectorial, gestionar con óptica de competencia excluyente, defendiendo posiciones y “estrategias” unitarias, es la manera de acercarnos a las exigencias y condicionantes (también fuentes de oportunidad) de las necesidades y realidades o exigencias actuales y, diseñar nuestro futuro. Ya hace años, con ocasión de los 25 años de la publicación de “la ventaja competitiva de las naciones” de Michael E. Porter, repasábamos el camino recorrido y lo aprendido juntos en el particular viaje hacia la competitividad que Euskadi venía transitando. Descubrimos la importancia de trascender de la estrategia empresarial hacia modelos coopetitivos con terceros como requisito indispensable para adentrarnos en la “nueva economía”, el valor de las alianzas estratégicas, el factor local imprescindible para entender un rol propio y co-protagonista en el contexto internacional y mundial, la importancia del “Business and Government” y el papel colaborativo público-privado, la insustituible obligación y oportunidad de implantar políticas sociales y económicas, a la vez, generando cohesión social y territorial además de la red de bienestar imprescindible para abordar reformas y reinvenciones industriales y económicas, la fortaleza de la microeconomía y la clusterización como elemento rector de interlocución con la prospectiva, la potencialidad para la internacionalización e innovación colaborativa de micro empresas y pymes para poder abordar proyectos de envergadura, y la fuerza de las infraestructuras compartibles para hacer de un “pequeño espacio” un mundo de innovación y competitividad capaz de alojar y propiciar líderes mundiales. Observamos que el cluster era un elemento esencial en su concepción e impulso.
Convertir un armador o ensamblador de coches, un constructor de vagones de ferrocarril, un prestador sanitario, un museo temático, un periódico… en líderes de la movilidad, la salud, centros educativos y creativos, creadores de contenidos… promotores del cambio demandado por la sociedad, observar la industria manufacturera más allá del producto, de su “servitización”, de las soluciones integradas a ofrecer al cliente y de preguntarnos lo que en verdad desean los paises y clientes más allá de comprar un producto ofrecido, requiere no solamente abrir el campo de juego, interactuar con terceros, aprender y compartir la multidisciplinariedad, entender el impacto y rol a desempeñar a lo largo de múltiples cadenas de valor, locales y mundiales, incorporar talentos y capacidades varias, coopetir (competir y cooperar a la vez), co-crear valor empresa-sociedad, trabajar en alianzas público-público y público-privado… y hacerlo con propósito y sentido, desde estrategias diferenciales, tejiendo instrumentos, espacios, confianza, compartidos más allá de una imprescindible colaboración formal. Esta es la fuerza de la clusterización de una economía y no “poner un clúster en tu vida”. Un compromiso de estas características ni se improvisa, ni se limita a un instrumento formal.
Convicción, desafíos compartidos, credibilidad y confianza, años de trabajo compartido, resultan esenciales para el éxito. Euskadi es hoy un verdadero mapa de múltiples espacios e instrumentos colaborativos en el que miles de empresas, de profesionales, de representantes institucionales, de agentes sociales, académicos, trabajamos construyendo proyectos y realidades convergentes, conjuntas y sinérgicas. Hoy, el resultado valorado de la innovación transformadora, de liderazgos y jugadores de nicho relevantes en el contexto internacional, de redes (económicas, sociales, educativas, de salud…) referentes, no se dan por “generación espontánea” o liderazgos solitarios. Es resultado “colectivo” gracias a múltiples esfuerzos y aportaciones individuales. El auzolan actualizado se proclama esencial para un siglo XXI en transformación.
¿Puede “exportarse” la clusterización vasca a la estrategia de recuperación económica del Estado y Europa? Sin duda. Pero para que tenga éxito, no bastará ni un “corta y pega”, ni una copia en la nada, ni un cortoplacismo de inmediatez aparente, ni improvisar organizaciones formales vacías de espíritu y compromiso, ni instrumentos inadecuados al servicio de “propósitos y estrategias huecas”, sin trabajo colaborativo, cualificado e intenso. No se trata de “etiquetas”, ni de inventar oportunidades al amparo de “suculentas” subvenciones. No se trata de regar la geografía de “pseudo clústers” o de pintar “ecosistemas” inexistentes o de pensar que colaborar es algo natural y que se da porque sí. Sin estrategias compartibles, sin objetivos comunes, sin esfuerzos, no se ganará la complicidad, credibilidad y confianza necesarias para recorrer un largo camino.
Un cluster, por definición, no es un espacio físico compartido, ni un “polígono tecnológico de lujo” o un “garaje de co-working”. Es toda una filosofía, un concepto compartible que permite la interacción de todos los agentes implicados en la creación de riqueza y valor compartido, incrementando el valor y bienestar de la sociedad en que actúa. Su aproximación micro obliga a entender y actuar sobre aquellas palancas y fuerzas, próximas, capaces de impactar a la sociedad en la que se desenvuelven.
Así las cosas, bienvenida la renovada e imparable apuesta por la clusterización de la actividad económica y su impagable capacidad transformadora, innovadora y generadora de riqueza, empleo y bienestar sostenibles. En los años 80, apostamos por emprender este camino tras los incipientes movimientos aleccionadores de Michael E. Porter. Hemos aprendido mucho desde entonces, hemos de seguir aprendiendo, innovando y respondiendo a nuevos desafíos. Hoy, nuestro país, cuenta con un elevado capital humano y de conocimiento “clusterizado” al servicio de competitividad en solidaridad que hace del modelo vasco de desarrollo humano y sostenible un bien apreciado y de alto valor.
¡Sí! Reforcemos y optimicemos su rol esencial en nuestras estrategias socio económicas en Euskadi y contribuyamos a su promoción e implantación exitosa en el Estado, en Europa y a lo largo del mundo. Hoy como ayer, es un buen instrumento para construir un futuro mejor.