Orkestra: diez años al servicio de la Competitividad

(Artí­culo publicado el 3 de Abril)

El Instituto Vasco de Competitividad cumple sus primeros diez años de vida desde la satisfacción de haber liderado una experiencia pionera no solamente en nuestro Paí­s, sino a lo largo del mundo convirtiéndose en un referente cualificado entre los estudiosos y conocedores de los verdaderos pilares y secretos de la competitividad.

Siendo Euskadi un pionero en el diseño e implementación de una verdadera estrategia de competitividad, abrazando conceptos e ideas de lo que más tarde serí­a la estructura académico-intelectual de la famosa «Ventaja Competitiva de las Naciones» del profesor Michael E. Porter, resultaba fundamental dotarnos de instrumentos adicionales que facilitaran el encuentro de la práctica polí­tica, gubernativa y empresarial con el mundo de la Academia, capaz de conceptualizar y modelizar la realidad empí­rica aplicada, identificar las claves reales del éxito conseguido y, sobre todo, entender las claves que harí­an posible su consolidación y mejora, potenciando sus fortalezas y superando sus debilidades, generalizando su conocimiento, llevándolo a todos los ámbitos de liderazgo y al conjunto de los stakeholders que harí­an posible avanzar hacia un modelo propio de competitividad en/desde Euskadi para confrontar los retos y desafí­os esperables. Con estas ideas básicas de fondo, tras varios intentos en su promoción, hubo que empezar por iniciativas más modestas, dando los primeros pasos desde la formación, teniendo en mente una visión ambiciosa de largo plazo cubriendo las diferentes etapas y, quizás, adecuando las ideas y propósitos a los tiempos.

   De esta forma, Euskadi fue uno de los primeros ocho «cómplices» que acompañaron el entonces reciente nacimiento del Instituto de Estrategia y Competitividad de la Universidad de Harvard en el camino de prueba de un hoy exitoso programa educativo, el MOC (Microeconomics of Competitiveness – la Microeconomí­a de la Competitividad), con el que Michael E. Porter pretendí­a «formar formadores» con un método. Marco y rigor experto al servicio del bienestar y la generación de riqueza. Euskadi, con el apoyo del Gobierno Vasco y su acogida en la entonces ESTE  (Escuela de Estudios empresariales de la Universidad de Deusto en Donostia) y el esfuerzo de escasos -a la vez que entusiastas y extraordinarios- profesores y su Decano (los proyectos visionarios suelen contar con muy pocos atrevidos en su lanzamiento) y unos pocos osados alumnos, puso en marcha su primera edición. Hoy, diez años después, casi dos millares de personas lo han cursado en nuestro Paí­s contribuyendo con su trabajo, experiencia y conocimiento a hacer de este programa no solamente un curso de excelencia mundial, sino un auténtico vivero de nuestra competitividad real. Directivos de empresas, de las Asociaciones cluster, de las Universidades del Paí­s, de sus Centros Tecnológicos, altos cargos de nuestras Instituciones forales, locales y autonómicas, además del embrión de actuales estudios y programas doctorales. El Programa ha formado a nuestros dirigentes pero, además, ha extendido su contenido docente hacia la investigación, la elaboración de casos, propuestas cluster a incorporar a nuestras estrategias de Paí­s… y, por supuesto, ha sido el núcleo diferencial de una primera red internacional de excelencia (hoy el curso se imparte en 120 Universidades a lo largo de los cinco continentes), base de otras muchas redes con otros muchos Centros y Universidades y, por supuesto, ha dado lugar a una progresiva mejorí­a y enriquecimiento del talento y capital humano del Paí­s.

Así­, desde este núcleo, hoy hace diez años, nuevos impulsos, nuevos pioneros y jugadores relevantes lograron conformar el viejo anhelo y dieron lugar al Instituto cuyo décimo aniversario celebramos. Esta vez, el partenariado público-privado permitió generar el viejo sueño y una nueva visión. Nací­a el Instituto y hací­a suyos tres elementos esenciales que le han acompañado desde su nacimiento:

1. Su marca «de guerra», ORKESTRA, como recordatorio de su compromiso en orquestar a la totalidad de agentes implicados en la competitividad (empresas, gobiernos, academia, entes facilitadores), con una actitud Koopetitiva (compitiendo y cooperando desde sus propios intereses y estrategias legí­timas y diferenciadas), con una vocación glokal (en/desde Euskadi, raí­ces y alas, aquí­ y a lo largo del mundo), potenciando el Konocimiento y Kapital humano.

2. Desde el trabajo integral en torno a las 3 I’s: Investigación (de excelencia académica y aplicada a nuestra realidad al servicio de nuestra economí­a y Paí­s); Instrucción, educando y formando formadores para entender y aplicar los pilares de la competitividad; Impactando en nuestra Sociedad, más allá del espacio académico.

3. Desde un marco conceptual de los verdaderos determinantes de la Competitividad, desde el rigor y la evidencia demostrable, mejorarlo y transitar hacia nuevos espacios de solución y mejora. Así­, hoy, con nuevas redes, nuevos modelos, nuevos campos de estudio e investigación, nuevos retos y desafí­os que la sociedad plantea, las bases originales se ven reforzadas y permiten situarse en la vanguardia del conocimiento en la materia objeto de este Instituto.

Hoy, ORKESTRA y la familia que lo compone y lo hace posible (Consejeros, investigadores, profesores, colaboradores, patrocinadores, trabajadores, ex alumnos y directivos) pueden y deben celebrar con orgullo su éxito.

Cuando, dí­a a dí­a, ante un panorama de crisis mundial, de falta de referencias concretas, de incertidumbre sobre los nuevos caminos a recorrer, Euskadi recibe, continuamente, la mirada ansiosa de estrategas, polí­ticos, empresarios, Organismos Internacionales, Universidades… tratando de entender el llamado Modelo Vasco. Modelo de desarrollo humano y sostenible que no puede ni explicarse, ni mucho menos entenderse sin analizar, comprender y valorar positivamente el trabajo realizado por y desde este Instituto que representa en sí­ mismo el soporte de los llamados elementos deseables para el éxito del desarrollo regional o nacional de cualquier espacio en el mundo: una estrategia definida e implementada con la mayor participación real de todos los agentes implicados, sostenible con vocación de certidumbre, credibilidad y continuidad creativa, que conforma una auténtica colaboración público-privada y público-público, apoyo y contraste permanente de las diferentes polí­ticas e instrumentos al servicio del modelo, con un amplio grupo de profesionales de excelencia, a la vanguardia del conocimiento y de los nuevos movimientos y tendencias mundiales. Hoy, merece la pena recordar este décimo aniversario y ponerlo en valor.

ZORIONAK ORKESTRA!

Salud: de la desigualdad al desarrollo compartido

(Artí­culo publicado el 20 de Marzo)

En una reciente entrevista para una revista estadounidense próxima a publicar un reportaje sobre Euskadi como referente europeo en su historia diferencial de éxito, en el marco de una estrategia «contracorriente», focalizada en la industria, la competitividad desde la microeconomí­a, la práctica de su vocación de autogobierno y modelo conjunto económico-social, instrumentando partenariados público-privados, la reportera mostraba su sorpresa cuando a su pregunta sobre «el siguiente paso» que habrí­a de seguir nuestro Paí­s, contesté que deberí­amos transitar hacia la «Co-creación de Valor Empresa-Sociedad aprovechando las fortalezas de una economí­a clusterizada y la revolución digital en curso generando nuevos modelos de negocio a partir de las demandas sociales». Me pidió un ejemplo concreto y me limité a señalarle «el Valor de la Salud». Si bien no creo haberle convencido demasiado, horas más tarde recibí­a el último número de la gaceta académica de la Universidad de Harvard (Harvard Gazette) abordando, como tema principal, la desigualdad como consecuencia de la NO SALUD.

La revista viene dedicando gran parte de su espacio en los últimos números al especial análisis de la desigualdad, invitando a su claustro profesoral a contribuir, desde diferentes ópticas, a la reflexión sobre el asunto proponiendo recomendaciones o lí­neas de trabajo a seguir. Asunto de gran relevancia y actualidad, tanto derivado del intenso debate social a lo largo del mundo, como a la realidad observable en los Estados Unidos y, por supuesto, en el corazón de la campaña presidencial electoral en curso. Así­, las diferencias en ingresos, las dificultades de acceso de la mujer a puestos directivos, la decisiva concentración de riquezas en pocas manos, el impacto de la «historia educativa y académica», el origen y residencia en zonas marginales, etc. han venido focalizando sucesivas aportaciones.

Pero, esta semana, el trabajo publicado empieza con un tí­tulo llamativo: «El costo de la desigualdad: vidas rápidas, muertes prematuras». Un informe que centra, precisamente, en la salud, la principal causa de la desigualdad y, en especial, en las minorí­as (en este caso afroamericanos e hispanos) en las zonas de menor renta y marginación en los Estados Unidos. Contradicen, además, ese «mantra» popular (que tan demagógicamente utiliza el candidato republicano Donald Trump), que estigmatiza a las poblaciones débiles proclamando que «es su culpa no progresar ya que no han sabido aprovechar las puertas de oportunidad que se les ofrecen…», así­ como las crí­ticas al sistema de salud estadounidense y a la aplicación de la reforma Obama en el último ejercicio.

Así­, el profesor Daniel R. Williams (profesor de estudios Afroamericanos y de Salud Pública) concluye que «las desigualdades o ausencias de Salud son la suma total de todas las demás desigualdades de orden social y, en definitiva, es el área de salud el punto final de llegada de todas las desigualdades». En sus estudios al respecto, compara las poblaciones afroamericanas e hispanas con poblaciones blancas encontrando cómo son los primeros quienes contraen, con gran diferencia en tiempo, las principales enfermedades serias, que la esperanza de vida de estos exigirá un periodo de 30 años para igualarse con la media blanca, que, mientras más tiempo viven en los Estados Unidos, menos saludables son y que los trastornos sociales y psicológicos que les acompañan sobrepasan con creces a los que se dan en poblaciones blancas y de mayores niveles de renta.

Williams explora diez medidas estándar de salud (desde niveles de colesterol, tensión, presión sanguí­nea…) asociables con sus hipótesis del envejecimiento prematuro en las diferentes poblaciones, reforzando sus conclusiones diferenciadoras de las relaciones causa-efecto salud-esperanza de vida no dependiente y saludable.

A partir de aquí­, el análisis de sus condiciones de vida, empleo o ausencia del mismo, niveles de renta, capacidad o no de ahorro, vivienda, sociabilidad, educación y entorno social y vecindario, terminan traduciéndose en trastornos de la salud, ausencia o escasa calidad  en tratamientos preventivos, rara pro-actividad saludable, prolongada y deteriorada cronicidad, excesiva y pronta dependencia, y relevante deterioro en los siempre penosos procesos terminales. Estos estudios se complementan con el ya largo análisis de comportamiento en las llamadas «Inner Cities» (Centros infra urbanos de las Ciudades) en el antes y después de actuaciones especiales de rehabilitación y desarrollo, para apostar por programas e iniciativas para el empoderamiento local, acciones integrales en vecindarios, creación de empleo formal de carácter local y comunitario, atención primaria integral en salud, educación prenatal e infantil y escuelas primarias (el K-12 norteamericano).

Iniciativas que debidamente reorientadas hacia los conceptos de co-creación de valor pueden dar lugar a la esperanza, como vienen demostrando programas especí­ficos de colaboración público-privados, como el promovido en su momento por el Presidente Clinton (Promise  Neighborhoods).

Hoy, insertos en plena Revolución Digital y ante los desafí­os y oportunidades que ofrecen al mundo de la salud, desde el Big Data y su explotación masiva, a la vez que inteligente, una algoritmia predictiva como fuente inigualable de conocimiento para optimizar las demandas de salud de la población, la estimación de sus mapas de riesgo, los tiempos esperables de la ocurrencia de eventos y la capacidad de repensar los modelos organizativos y asistenciales y asistimos expectantes al emergente y apasionante mundo de las cuasi infinitas aplicaciones tecnológicas para la salud, sorprendidos por la proliferación de la robótica, la automatización, la digitalización, la «smartización» y la movilidad galopante, hemos de albergar grandes esperanzas de una positiva transformación radical. No obstante, si bien en permanente preocupación por los cambios deseables, no podemos menos que constatar la existencia de un mundo dual en el que conviven aún más de 2.000 millones de personas sin acceso real a la salud junto a las maravillosas soluciones «supersónicas», inimaginables hace tan solo escasas décadas.

Si por un lado observamos las proyecciones y tendencias de la «industria de la salud» que la sitúan en el tercer lugar de entre las industrias que «experimentarán la mayor transformación futura a consecuencia del impacto tecnológico», tan solo detrás de la propia industria tecnológica en sí­ misma o de los bienes de consumo personal, muy por delante de automoción, manufacturas, energí­as, telecomunicaciones y finanzas, entre otras, podrí­amos sentirnos optimistas ante los previsibles cambios que han de favorecer el acceso real a la salud, su tratamiento integrado y personalizado, la fortaleza preventiva y predictiva y su uso extendido a toda población a lo largo del mundo. Desgraciadamente, hoy, la otra cara de la moneda continua ofreciendo una realidad distante no mitigada ni por incrementos de la proporción del gasto sanitario, o del extenso incremento y dotación de infraestructuras de alto nivel y complejidad hospitalaria, ni por los amplios compromisos gubernativos en favor de sistemas en permanente evolución.

El mundo de la salud está en plena ebullición. El clamor por centrar esfuerzos en el verdadero Valor de la Salud, no en los instrumentos o actos médicos se generaliza y se abre paso en la búsqueda de mejores resultados.

En esta lí­nea, en uno de los innumerables foros que a lo largo del mundo (en esta ocasión convocados bajo la iniciativa de «Nuevas soluciones-la Salud del futuro» del WEF) analizan el impacto de las nuevas tecnologí­as y la revolución en curso, veinte expertos -médicos- usuarios de tecnologí­a de vanguardia, valoraron el grado de impacto y el tiempo por transcurrir en diversas aplicaciones en la práctica médica. Su conclusión apuntaba a un escenario esperanzador si bien desigual a lo largo del mundo y más lejano en el tiempo de lo que las apariencias pronostican, si bien son ya enormes las posibilidades reales de mejora ya en uso. Paradójicamente, en lo que la gran mayorí­a coincidí­a era en que «su mejor recomendación para aumentar el nivel y valor de la salud»  pasaba por tres elementos esenciales:

1. Llevar agua potable y sistemas de depuración, higiene y suelo firme a las poblaciones.

2. Volver al tradicional concepto integrado de la Atención Primaria y el médico general y de familia.

3. Para la población adulta, «una aspirina infantil al dí­a».

En todo caso, expertos debates al margen, recuperar la centralidad real del paciente, poner el conocimiento al servicio (sobre todo predictivo y preventivo) del sistema, acompañar a las personas (sanas o no) a lo largo de toda su vida asumiendo un protagonismo activo en su propio Plan de Salud y usar la tecnologí­a aplicada en el objetivo de Valor en Salud para la población, era, es y será el verdadero desafí­o del derecho fundamental a la salud. En su entorno, el desafiante reto de generar/optimizar los sistemas adecuados, garantizando un acceso real universal, interactuando con el ecosistema global de polí­ticas y soluciones más allá de la «sanidad segmentada» y limitada a un silo sectorial estrictamente de salud.

Que la salud deje de ser el foco de la desigualdad está en nuestras manos. Reinventar nuestros modelos de desarrollo económico, pensando también, en la gran fuente de riqueza que ofrece como industria, permitirá crear Valor en Salud, Valor Económico y mitigar desigualdades.

¿Tiempo de Ciudades?

(Artí­culo publicado el 21 de Febrero)

La lectura de la propuesta de un proyecto de gobierno de coalición de Podemos, PSOE e IU presentada esta semana, nos lleva entre otros muchas cosas, a la novedosa denominación de un futurible Ministerio de la Plurinacionalidad, de contenido desconocido, que sugiere incluir una Conferencia-Comisión de «Grandes Ciudades», complementando diferentes entes territoriales como los Municipios, las Comunidades Autónomas y las diferentes nacionalidades del Estado español.

Al margen de su viabilidad, del alcance y contenido real que pudiera incluir, llama la atención la referencia expresa a «Grandes Ciudades» (se supone que en base a su población, superficie, PIB/Cápita, capitalidad u otros indicadores que finalmente apliquen para su elección) y no al concepto Ciudad y/o espacio Ciudad-Región que viene a configurar aquellos «nuevos espacios y jugadores» protagonistas del nuevo mapa mundial en el que ya más del 50% de la población habita. Es verdad que la propuesta del texto hecho público no va más allá de mencionar a las Ciudades como quien no quiere dejar pasar la oportunidad de señalar un nuevo camino por explorar y recorrer, sin adelantar compromiso alguno.

Las ciudades, hoy, constituyen un agente de primera magnitud. En estos momentos, a lo largo del mundo, las Ciudades ocupan, paso a paso, la centralidad en todo foco de estudio, definición de desafí­os y nodos de estrategias. Como sucediera con otros conceptos de gran fuerza en la transformación global, cualquier referencia a las Ciudades, su estudio, clasificación, comparación o uso como espacio sobre el que intervenir, viene acompañado de adjetivos que pretenden, bien distinguir la esencia diferencial que los determina, o bien una oportunidad de reclamo de negocio, marketing o adecuación a un programa -generalmente público- de promoción y ordenación de su actividad. Así­, una simple mirada a la Agenda Mundial de Eventos sobre Ciudades nos muestra un significativo número de eventos previstos coincidentes en fechas.

Así­, si en estos dí­as, de la mano de la Feria de Barcelona y en colaboración con las Autoridades de México, la ciudad de Puebla acoge a representantes de 500 Ciudades en torno a la «Smartización» (Smart City Expo World Congress ), que si bien recoge todo tipo de sectores presentes en las Ciudades, otorga al uso de las TIC’s y la Digitalización de Servicios y economí­a local el carácter diferenciador, favoreciendo un Foro de interacción entre los regidores de las Ciudades y las empresas proveedoras; observamos Seminarios y Congresos internacionales (Seminario Internacional de Ciudades Inclusivas, organizado por la CAF-Banco de Desarrollo-en Latino América) preparatorios del Congreso Mundial de Ciudades, de Naciones Unidas cara a analizar su rol en la Nueva Agenda Global  del Desarrollo. De igual forma, esta misma semana, una alianza internacional de entes de Telecomunicaciones, Tecnologí­as de la Información y Electrónica, lanzan una nueva «Comunidad Virtual Online» como parte de la preparación de lo que llaman el primer Foro Mundial de Ciudades Inteligentes (World Smart City Forum) para el próximo Julio en coexistencia con la Cumbre Mundial de Ciudades y Semana Internacional del Agua, a celebrar en Singapur en su habitual cita con la entrega de los prestigiosos premios Lee Kuan Yew (Ciudades y Agua). Premio a la Mejor Ciudad del Mundo entregado a la Ciudad de Bilbao en 2010 y que hoy comparte con los ganadores de las siguientes ediciones: Nueva York (2012) y Suzhou (2014). Premio, modelos e iniciativas que refuerzan como «Smart City Labs» la estrategia 2030 de Singapur desde la transformación del Territorio y su economí­a en base a soluciones urbanas innovadoras.

En medio de tal concentración de foros, congresos, decenas de miles de publicaciones, organizaciones, informes y proyectos relacionados, resulta imprescindible que los propios Territorios, Ciudades-Región y Ciudades, piensen en lo que en verdad les convierte en «inteligentes» y les permita afrontar los desafí­os de manera sostenible, de modo que sean habitables y vivibles, centros de talento, espacios cohesionados, competitivos (no solamente base de algunas empresas que lo sean), interconectados (clave de la nueva Revolución 4.0) con las nuevas cadenas de valor globales, poniendo en valor, identidad, sentido de pertenencia, raí­ces y alas en/desde sus habitantes, ciudadanos y agentes económicos y sociales.

En esta lí­nea, el debate permanente que en el seno del Foro Económico Mundial se viene realizando desde diferentes ópticas cuyo foco es la Ciudad y el Espacio o Territorio, destaca una convergencia de puntos crí­ticos que han visto la luz a lo largo de los últimos dí­as tras los múltiples proyectos y documentos a debate en Davos. Así­, Robert Muggah (Cities and Urbanization) nos plantea una interesante pregunta más allá de los indicadores de éxito logrados hasta hoy: ¿Cómo de frágiles son nuestras Ciudades? No solo nos recuerda la diferente velocidad de movimiento en el proceso urbanizador a lo largo del mundo, región a región (China, India y Nigeria concentrarán el 40% del crecimiento poblacional  global en la próxima década), sino que nos alerta en torno a los imprevisibles riesgos asociables a las grandes oportunidades que conllevan. Toda ciudad es frágil -afortunadamente con distinta intensidad- por lo que es un error mantener pautas mentales que fijen los riesgos en Aleppo, Caracas o Mogadishu y no en Londres, ímsterdam, Tokio o Madrid (por ejemplo). Su reflexión recupera la atención en los necesarios contratos sociales a establecer en cada una de ellas, en el  debate sobre el propósito y estrategia de cada Ciudad, su gobernanza y su rol a jugar en el entramado mundial más allá de la moda que uno u otro programa subvencionador anime, por lo general, con carácter uniformador, las más de las veces centrado en indicadores no gestionables, ajenos a los verdaderos objetivos que cada una ha de perseguir, y escasamente transformadores. La fragilidad apuntada no reside tan solo en las potenciales emergencias y catástrofes inesperadas, en la resilencia de las ciudades ante los cambios que se avecinan, o a sus capacidades y competencias esenciales para garantizar posicionamientos relevantes de futuro en el contexto mundial, sino, también, a su viabilidad futura como referente glokal en este espacio cada vez más mundializado. Ya en el año 2005, en el marco del Congreso Mundial de ISOCARP (La Asociación Internacional de Planificadores de Ciudades) celebrado en Bilbao, se publicaba el informe sobre la creación de nuevos espacios para el desarrollo de la nueva economí­a que recogí­a diferentes casos sobre novedosas intervenciones en diferentes ciudades del mundo, trascendiendo del vector urbanista para dotar a las iniciativas de verdaderas estrategias completas.

Adicionalmente, abriéndose paso en esta identificación de elementos superadores o mitigadores del riesgo de fragilidad, el movimiento de la «Economí­a Circular» irrumpe con su extensión, más allá de la sostenibilidad medio ambiental, en el rediseño -desde su origen- de las actividades económicas industriales, infraestructurales y de consumo a desarrollar en el Territorio. Movimiento que pretende poner en valor el concepto de los «Activos Inteligentes» (reciclables y reutilizables, compartidos y no propietarios, esencialmente locales) y la centralidad del conocimiento de su localización, condiciones, disponibilidad, utilización, perdurabilidad y capacidad regenerativa. Todo un movimiento del que ya centenares de empresas y ciudades (muchas de ellas no serí­amos capaces de situarlas en el mapa) forman parte y están transformando el mundo.

  Y, finalmente, por supuesto la «Smartización de Ciudades» pero desde una comprensión y tratamiento integrados más allá de la mera tecnologí­a. Aquí­, también, podemos recurrir a la historia más que a los programas recientes. La formulación del concepto de «Territorio Inteligente» (Fundación Metrópoli 2000) no solo querí­a superar el calificativo de «Ciudades Listas» o contenedores de TICS y apuestas digitales, sino la concepción inteligente tanto de la configuración de un espacio fí­sico, como de su para qué y la manera de interactuar e interconectar la totalidad de los agentes, activos y sistemas de una ciudad, de un territorio por definir, con proyección activa al servicio del bienestar de las personas que lo habiten, visiten, o transiten.

En definitiva, bienvenida sea la buena voluntad para incluir en la Agenda Polí­tica el concepto de Ciudad, pero cuidado con el uso abusivo de etiquetas sin contenido. Más allá de reunir a 4, 8 o 17 Ciudades en una Mesa o Foro de encuentro, perdido en entramados ministeriales, bajo la tutela y veto de una Administración Central, esperemos que la energí­a y fortaleza diferencial de los nuevos jugadores (Ciudades, Ciudades Región, Territorios Inteligentes…) transcienda de las fórmulas y limitaciones del pasado, se reinventen a sí­ mismas y construyan un nuevo modelo de crecimiento y desarrollo.

 Las ciudades son (serán) los verdaderos protagonistas territoriales del futuro. Ni serán las mismas de hoy, ni mantendrán sus actuales formas de gobierno, ni seguirán -todas ellas- los mismos esquemas uniformadores. Será un nuevo espacio diferenciado, inteligente.

De Iowa a Washington: ¿Quién y para qué?

(Artí­culo publicado el 7 de Febrero)

La carrera presidencial en Estados Unidos ha dado su primer paso firme con la tradicional celebración del mediático Caucus de Iowa celebrado este pasado lunes. Los dos principales partidos, republicano y demócrata, se sometí­an por primera vez en este nuevo curso a la votación y elección de delegados ante sus respectivas convenciones para la nominación de un candidato de entre las diferentes opciones que se ofrecen para ocupar la Casa Blanca en 2017.

En el complejo proceso electoral estadounidense, Iowa tiene el «privilegio mediático y simbólico» de ser el primer Estado que pone en marcha el sistema. Elige 74 delegados (30 republicanos y 44 demócratas) que representan el escaso 1% del voto Delegado en los Estados Unidos. Desde el año 1972, su valor y acierto predictivo no ha sido excesivo (50% en el candidato republicano y 43% en el demócrata) si bien supone una primera señal que no solo orienta el apoyo (también financiero) hacia los ganadores, provoca alianzas que incorporan a los perdedores a las ofertas de los mejor situados y, por encima de todo, elimina a los perdedores y, por supuesto, pretende «marcar tendencia».

En esta ocasión, Iowa ha dado el primer impulso republicano a Ted Cruz (según la mayorí­a de la prensa el favorito conservador), por encima de Donald Trump (el temido por propios y extraños), y de Marco Rubio (el preferido del voto hispano). Todos ellos en torno a 24-28% y 8/7 delegados cada uno. Y, en el bando demócrata un ligero triunfo (si bien casi empate técnico) de Hillary Clinton sobre el «senador socialista», Bernie Sanders, con el 50% de votos y 22 y 21 delegados respectivamente. Clinton vence el «miedo escénico» de su derrota ante Obama en 2008 Y Sanders se concentra y gana el apoyo joven. A partir de aquí­, una rápida concentración de candidatos (a ajustarse según los resultados en los caucus de New Hampshire de mañana…) y un aún intenso y largo recorrido hasta el próximo junio en que concluyan «las primarias» y se nomine a los dos candidatos, republicano y demócrata, para las elecciones de noviembre. En enero 2017 habrá nuevo presidente en Washington.

De esta forma, los estadounidenses habrán resuelto, en su mecánica democrática, el QUIEN ha de dirigir y liderar su gobierno. Cosa relacionada pero no exacta es el ¿PARA QUí‰?

Programas electorales al margen (en juego de una u otra forma a lo largo de todo el proceso con posiciones y mensajes variables según el momento, medio y auditorio), un par de piezas publicadas esta misma semana en diferentes medios estadounidenses nos ayudan a aproximarnos al sentido de la cuestión y que no deberí­an ser ajenos a cualquier proceso de elección de gobernantes y, por supuesto, de formación de  gobiernos y sus respectivas polí­ticas. Así­, un reciente trabajo de análisis sociológico actualizando la valoración y opinión del Informe sobre la Competitividad de la Economí­a estadounidense que se realizó hace un par de años bajo la dirección de la Universidad de Harvard, recogiendo la participación y opinión de 4.000 egresados de dicha Universidad, en puestos relevantes de dirección tanto en el mundo empresarial como académico, social, cultural y de gobierno, concluye con la insistencia en una serie de factores que ponen el acento en «lo común en lo diferente» que establece un común denominador: «América (terminologí­a «propietaria» para mencionar a los Estados Unidos de América) se hunde y no solo por un deterioro continuo de su productividad sino, sobre todo, por la erosión de su clase media, el incremento galopante de la desigualdad, el desgaste de un modelo económico escasamente incluyente, el sucesivo peso de la manufactura con un limitado soporte de las infraestructuras inmersas en un grave déficit y el cada vez menor protagonismo internacional con insuficientes resultados diplomáticos, económicos y de seguridad». Esta descripción les lleva a demandar «una nueva estrategia para América« soportada en un esfuerzo por reinventar su modelo, reconstruir sus infraestructuras, reentrenar a sus personas adecuando su formación a los nuevos retos de una economí­a en cambio (manufactura, digitalización, innovación social, territorio inteligente) y redefinir y reforzar el Estado de bienestar. «Hacia una nueva América». El citado informe sostiene que, diferencias al margen, tanto republicanos como demócratas, gobierno como empresarios… comparten preocupaciones, diagnóstico y futuro incluyente, y, de una u otra forma, compromisos en este discurso para una agenda innovadora.

Ahora bien, ¿cómo y por dónde empezar? Niels Christiansen, ex director del Grupo Privado Nestlé, al frente durante 20 años de las áreas de responsabilidad social corporativa y de asuntos Gobierno-Empresa y profesor de Salud Pública en la Universidad de Harvard, desde su consultora en creación de valor, irrumpe con un artí­culo en el que se pregunta si la RSC ha muerto y si la intensidad de las nuevas iniciativas de progreso social, desarrollo incluyente y valor compartido empresa-sociedad pueden y deben hacer mucho más de lo que ya aportan en sus propias estrategias empresariales para asumir un protagonismo relevante en la reinvención de esta «Estrategia para América». Y su respuesta pasa por sugerir una combinación de lo que él entiende como valores esenciales o «común denominador» de todos ellos en lo que lleva «la creación TOTAL de valor incluyente compartida» y que viene a incorporar una serie de elementos relevantes en toda agenda, de empresa y de gobierno. Básicamente pretende poner el acento en el «COMPLIANCE» (la regulación, la obligatoriedad del cumplimiento de normas y reglas del juego, el verdadero buen gobierno corporativo, la adecuación de las normas a la realidad del espacio tecnológico en las nuevas industrias de futuro y la erradicación de la corrupción); en la reinvención y revalorización de las Instituciones, los gobiernos y partidos polí­ticos, asociaciones patronales y sindicales, organizaciones sin ánimo de lucro y no gubernamentales, y el modelo de participación real de la sociedad en las decisiones que les afectan desde el doble compromiso con el derecho y la obligación, así­ como la  transparencia y eficiencia; el crecimiento incluyente (económico, social y bienestar) en estrategias compartidas público-privadas; tras los objetivos últimos de las personas y su bienestar, de manera sostenible.

Todo un largo y ambicioso  recorrido. Recorrido que parecerí­a ser, en verdad, «lo común de lo diferente», como pilares sobre los que habrí­a que establecer e implementar una nueva Estrategia. Este serí­a el reto de esa «Nueva América», inspiradora del PARA QUí‰ de la larga carrera por el QUIí‰N, de Iowa hasta Washington.

Y visto a distancia, desde la evidencia del impacto que en el resto del mundo tiene lo que pase o deje de pasar en «América», no parecerí­a que puestos a buscar otros espacios comunes en lo diferente, no pudiera ser una base de partida en el diseño de procesos negociadores y hojas de ruta para quienes muy cerca de aquí­, inmersos en la búsqueda del QUIEN, trabajaran en su propia y necesaria «nueva R» (Rediseñar un nuevo modelo económico adecuado a las realidades diferenciadas región a región en la antesala de un futuro distinto; Reinventar un nuevo modelo de Estado en respuesta a las demandas reales de autogobierno y confortabilidad en el «continente» heredado; Regenerar Instituciones, democracia y agentes polí­ticos y sociales; Reconfigurar un territorio confortable, compartido y sostenible; Reorientar el sistema financiero y fiscal a las nuevas realidades y apuestas; Reconstruir y «re-infra estructurar» los canales soporte y promotores innovadores de nuestro desarrollo; Re-emplear como compromiso esencial de futuro; Re-educar para el empleo, Rememorar y reconciliar para la convivencia, normalización y la paz…)

  En fin. Quizás ni Iowa, ni Washington estén tan lejos como parece. Veremos las siguientes etapas (mañana New Hampshire, en un mes Madrid… y así­ dí­a a dí­a, semana a semana). QUIEN y PARA QUí‰, binomio inseparable.

Esperando al Gobierno…

(Artí­culo publicado el 24 de Enero)

Si la ausencia de mensajes claros en relación al por qué y para qué acordar algún tipo de gobierno alternativo al vivido en la ya concluida legislatura y/o la aparente complejidad negociadora esperable, lleva a la ciudadaní­a a creer que pudiera resultar irrelevante una u otra composición del mismo, bastarí­a echar un vistazo a una serie de cuestiones observables alrededor del mundo para reflexionar y darnos cuenta de lo mucho que nos jugamos según la orientación, sentido y uso de nuestros votos.

A lo largo de esta semana, una nutrida concentración de lí­deres empresariales, polí­ticos y académicos del mundo se reúnen en Davos, Suiza, en torno a una amplia agenda de preocupaciones, riesgos y oportunidades que afrontar cara a las imprescindibles actitudes y agendas de trasformación del mundo conforme a la convocatoria propuesta en el seno del Foro Económico Mundial. Más allá de discursos, imágenes y percepciones, se encuentran con un amplio dosier en el que más de 1.000 personas han venido trabajando a lo largo del año para focalizar su atención en el ya tradicional «Informe o Mapa de Riesgos» que, en esta ocasión, recoge 29 riesgos graves, con diferente grado de probabilidad de suceder de inmediato y su grado de intensidad e impacto en nuestras sociedades, economí­as y empresas. Riesgos que a juicio de 750 lí­deres entrevistados previamente habrí­an de ocupar nuestras preocupaciones, agendas y lí­neas de solución a futuro. Los diferentes riesgos (tecnológicos, polí­ticos, económicos, sociales y geo económicos o estratégicos…) exigen el trabajo convergente de diferentes grupos de interés, colaboración público-privada y soluciones locales y globales, indistintamente. Ninguna solución es mágica ni mucho menos unidireccional o asumida al 100% por todos. Toda posible solución, prioridad en la Agenda y grado de preocupación y ocupación dependerá, de la ideologí­a, la voluntad, la calidad del proceso de toma de decisiones y competencia de quien lidere las acciones del cambio, ya sea desde los gobiernos y las empresas, desde las organizaciones sociales, desde el mundo de la academia o desde el liderazgo religioso. Un Foro en el que se contrastan miles de opiniones, diferentes polí­ticas públicas, modos diferentes de dirigir y entender las empresas y diversas escuelas de pensamiento, desde las preocupaciones dispares a lo largo del mundo, región a región, paí­s a paí­s.

Es decir, que no basta constatar determinada información (ni siquiera compartible) sobre los diferentes grados de inequidad y desigualdad existente, o del acierto o desacierto en el impacto del cambio climático en el futuro económico y medio ambiental de nuestras sociedades, o de la intensidad de los conflictos armados, la economí­a ilí­cita, el caos y desgobierno en Estados fallidos, la presencia de la inmigración en un mundo de desmovilización, desplazados e inmigrantes, o en la capacidad de creación de empleo en diferentes economí­as según uno u otro modelo a seguir. Ni siquiera resultará indiferente la posición previa de unos y otros en su debate en el contexto de un nuevo escenario que centra la agenda citada en la «La 4ª Revolución Industrial» y su generalizado impacto transformador de todas las industrias, economí­as y sistemas de gobierno a lo largo del mundo. La información y el debate llevan a posiciones y decisiones diferentes según el observador, sus principios, actitudes e intereses.

En este sentido, parece evidente que un futuro gobierno español, en su parcela de responsabilidad, tiene una agenda compleja más allá del difí­cil trabajo de recuperar la confianza y credibilidad de la sociedad en la polí­tica, de recuperar o ganar respeto a las Instituciones, de favorecer la imprescindible consideración de un sistema judicial desprestigiado, alejado de la independencia requerida, de reconfigurar un Estado territorialmente inconexo bajo un modelo de insatisfacción y que reclama diferentes estadios de autogobierno, cosoberaní­a o, simplemente, una voz propia y participativa según diferentes grados de voluntad de un diverso mosaico de nacionalidades, regiones, percepciones, identidad y vocación de futuro. Un gobierno que ha de proponer y facilitar un nuevo tejido económico (necesariamente diferenciado región a región), establecer nuevos esquemas y una arquitectura financiera y fiscal alineada con los objetivos perseguibles y, sobre todo, aceptar el inevitable cambio radical de los sistemas de educación, formación, empleo y bienestar y reformularlos. Nueva agenda para un mundo en movimiento (mundo más rápido y cambiante, pleno de incertidumbre), sistémico e interdependiente, disruptivo, radicalmente novedoso en el que si bien cambia todo lo que nos rodea, quien más cambia somos nosotros mismos, las personas. Afrontar esta realidad no es cosa de manual. Dependerá de quien esté al frente (para entenderlo, para asumir el coraje y riesgo de fijar un camino, para conectar complicidades, para gestionar las decisiones, para llevarlas a cabo y para priorizar el reparto de sus beneficios y costes) y de su capacidad para liderar el cambio necesario.

Y, precisamente, en esta lí­nea, encontramos una serie de artí­culos y acontecimientos de  esta semana, que nos ayudan a entender cuan diferente puede ser la manera de actuar según quien lo vea y, en consecuencia, lo diferente que una decisión puede ser para nuestro futuro.

En un claro y valiente artí­culo de  Ian Goldin, profesor de Globalización y Desarrollo en la Universidad de Oxford, presentando en el ya citado Foro de Davos uno de los principales riesgos señalados (la migración involuntaria a larga escala), bajo el tí­tulo: «¿Cómo ha cambiado la inmigración el mundo… a mejor?», y tras preguntarse si la inmigración es «buena» o «mala» además de repasar los argumentos comunes que unos y otros esgrimen, de recurrir a cifras y análisis estadí­sticos, concluye con fuerza la clara evidencia de la significativa y beneficiosa aportación de la inmigración (y, en especial, en términos económicos), más allá de las dificultades y costes sociales y culturales que pudieran generar en el corto plazo. Con una estimación de 230 millones de personas migrantes a lo largo del mundo (un 3% de la población mundial), que supone un porcentaje más o menos estable a lo largo de los últimos 100 años en un mundo que ha cuatriplicado su población y que ha incrementado el número de paí­ses (de 50 a 200) con el considerable aumento de fronteras (con un consiguiente mayor número de desplazados y población inmigrante, por definición) y ante un cambio demográfico, sobre todo, caracterizado por el envejecimiento y que pese al impacto generado en Europa por el delicado incremento de refugiados a nuestras puertas, vive el drama añadido de concentrarse en paí­ses en desarrollo (o no desarrollados, en terminologí­a clásica). Así­, lejos del temor por la empleabilidad nativa provocable, parecerí­an deseables y recomendables polí­ticas activas pro-inmigración. Si el profesor Goldin sostiene que «la inmigración siempre ha sido uno de los mayores aceleradores del progreso y dinamismo humano» y, en consecuencia, apuesta por la promoción de polí­ticas favorables a su acogida y consideración positiva, no resulta extraño que otros enarbolen la bandera negativista y pongan el acento en su coste en el corto plazo, en la complejidad de gestión de los refugiados y desplazados que pasan una media de entre 3 y 20 años de sus paises de origen, en zonas de emergencia y acogida inicial por espacios medios de tres años en zonas temporales agravando su calidad y condiciones de vida, su capacidad de integración, su sentido de pertenencia, su identidad e integración. Unos y otros pueden recurrir a la misma información (como el ya mencionado Informe sobre Riesgos Globales) y, sin duda, unos actuarán de una forma y otros de otra. Recordemos a Donald Trump y su estrategia de «muros» anti inmigrantes y «aislamiento» islamista como proclama para su programa en Estados Unidos, por ejemplo, o la desunión europea ante la ya aceptada acogida de refugiados tras el conflicto en Siria. Una u otra lí­nea y sus consecuencias, dependen de la elección democrática.

Una segunda observación, en otro orden de cosas, nos llega de la mano del primer ministro irlandés, Enda Kenny. Para quienes se han creí­do en España las «recetas únicas» del hoy presidente en funciones, Mariano Rajoy, y su gobierno, clamando el apoyo a sus medidas argumentando que no existe ningún otro camino y que Europa teme cualquier alternativa, conviene tener la esperanza en un futuro diferente. Irlanda colapsó en 2010 y tuvo que recurrir al rescate de su banca y de su Gobierno de la mano de la Unión Europea y del Fondo Monetario Internacional. Hoy vuelve a crecer (6,2% en 2015), su desempleo ha vuelto a bajar (hasta el 9%) y su déficit público controlado por debajo de las exigencias de la Unión y con un significativo cambio en la composición de sus industrias clave dejando atrás la burbuja inmobiliaria. Kenny formula su renovado plan de futuro orientado a la creación de nuevas y más oportunidades de empleo hacia un desempleo en torno al 6%, con un plan extraordinario para «traer a casa» a los 70.000 irlandeses que debieron emigrar obligados por la recesión, así­ como un plan de vivienda y protección social para mitigar la situación de marginación de 200.000 desempleados más. Plan financiado por la venta de las participaciones del Rescate en la Banca «salvada» por la crisis, además de una polí­tica fiscal alineada con el potencial desarrollo de las empresas y sectores en los que quiere sentar su diversificación económica.

Será o no acertado el Plan de Kenny pero lo relevante, hoy y aquí­, es la existencia de propuestas alternativas. También en Europa, en la eurozona, hay espacios para otras opciones. Como el caso de Francia, con otra lí­nea y escuela de pensamiento, que, bajo la Presidencia de Hollande, ha presentado esta semana, bajo la declaración de «un estado de emergencia económica», un ambicioso Plan Extraordinario para la creación de empleo y erradicación del paro (la segunda lacra francesa tras el peligro y amenaza del terrorismo). Un Plan que pretende incorporar múltiples lí­neas de actuación bajo una y no «X» estrategias: el empleo. Formación  de los desempleados hacia nuevas habilidades y capacidades que la nueva revolución económica anuncia, contratación de mayores de 50 años y parados de larga duración, descentralización y reinvención de los sistemas públicos de empleo… reasignando el gasto presupuestario eliminando gastos «no esenciales». Hollande pretende trasladar a los franceses un doble mensaje: «Francia no puede permitirse cifras de desempleo estructural o duradero superior al 10% (3.600.000 desempleados) y la solución no puede llegar con medidas tí­midas o iguales a las que hemos aplicado hasta hoy». De esta forma, un contundente «ESTADO DE EMERGENCIA ECONí“MICA Y SOCIAL» ha de conducir la estrategia del Paí­s en los próximos años. Otros, el actual gobierno español, parece apostar por su «exitosa polí­tica» de su mandato monocolor y confí­a en el tiempo y en los factores exógenos para ir reduciendo, en el larguí­simo plazo, los niveles de desempleo.

 Así­ las cosas, cabe preguntarse si tendrán éxito en su empeño quienes sugieren nuevas lí­neas alternativas de actuación. No lo sabemos. Lo que sí­ conocemos son los resultados alcanzados hasta hoy.

Y esto es lo esperable de la polí­tica en su riqueza democrática. Afrontar el futuro, confrontar ideas y propuestas de solución y solicitar el apoyo de la sociedad para llevar a cabo determinadas polí­ticas y proyectos. No es lo mismo un simple juego de aritmética post electoral, que acordar proyectos de futuro compartibles. Los electores no hemos agotado nuestra responsabilidad y derecho con el voto del 20-D. El modelo de futuro que deseamos y por el que votamos sigue en juego. No hay recetas únicas. Cada uno ha de valorar el futuro al que aspira y el trayecto que está dispuesto a recorrer para lograrlo. Y en este recorrido, uno u otro gobierno resulta crí­tico.

Brecha y desigualdad, desafí­o 2016

(Artí­culo publicado el 10 de Enero)

Tras un generoso Olentzero, la ilusión en mantener una cierta tradición familiar celebrando los Reyes Magos con un cada vez más simbólico reparto de regalos, los «magos de Oriente» hicieron presencia en casa acompañados de un reparto de libros para todos y cada uno de los miembros de la familia. La lectura «sugerida» ha formado siempre una parte imprescindible de nuestra vida.

Así­, los comentarios de sobremesa con la apertura de libros permitieron un rápido recorrido desde la poesí­a de Neruda, el periodismo valiente de Oriana Fallaci, la novela de Kate Morton, los éxitos de la nobel de literatura Svetlana y la economí­a social. Piketty, Stiglitz, Ostry, Allen, nos acompañaron y, para sorpresa de algunos, acapararon el interés y debate de hijos y sobrinos, poniendo el acento en la desigualdad, la brecha social y la inclusión social.

Debo reconocer que, siendo un tema de mi máxima preocupación (y sobre el que los lectores de esta columna de opinión han tenido que soportar múltiples artí­culos), cada vez que pienso escribir sobre él, me pregunto si no soy demasiado insistente o repetitivo. Si bien, el interés observado el miércoles pasado y el repaso a las preocupaciones y propuestas de año nuevo, me llevan a volver sobre él.

Más allá de profundos estudios y análisis, basta recordar tres indicadores clave para situar la magnitud del asunto en cuestión:

1. Un reciente informe de Credit Swisse sobre la «Riqueza Global en 2015″ destaca el contraste entre la población mundial y la riqueza acumulada en su reparto según diferentes segmentos de población: el 71% de la población con una riqueza inferior a 10.000$ supone el 3% de la riqueza; el 35,1% de la misma en manos del 7,7% de la población con una cantidad entre 100.000 y 1 MM de $; y el 45% de la riqueza mundial se concentra a el 0,7% que tiene más de 1 MM de $.

2. ¿A dónde va el dinero (en USA) si los sueldos medios se han mantenido, en todos los niveles educativos y profesionales medios, en proporciones similares en los últimos 20 años? Los Presidentes Ejecutivos y Consejeros Delegados de las 500 grandes Corporaciones estadounidenses tienen una retribución equivalente a 275 veces el salario medio de sus trabajadores.

3. La riqueza acumulada y la desigualdad no son solo uno de los mayores problemas sociales, económicos y de valores existentes, sino que constituyen el centro de un debate esencial: si el capitalismo es esencialmente desigual y ésta se considera esencia inherente al sistema, un nuevo sistema es necesario. Las corrientes a debate entre polí­ticas redistributivas y de transferencia versus polí­ticas de provisión de servicios públicos para facilitar el crecimiento y la igualdad NO pueden estar confrontadas. Ambas deben conformar la base indivisible de cualquier polí­tica económica.

Estas relevantes observaciones vienen a cuento cuando en estos dí­as, como consecuencia natural de un cambio de año, se prodigan encuestas y pronósticos en relación con lo esperable en el año que empezamos. Así­, no deja de llamarme la atención, una vez más, el empeño del discurso mediático y empresarial de un supuesto desapego por el ejercicio de la polí­tica y el mensaje de irrelevancia e indiferencia con el que se pretende hablar de los gobiernos y la contradictoria evidencia en las respuestas de los ejecutivos y empresarios que se refieren casi en exclusiva a lo que deberí­an hacer los gobiernos, y muy pocas veces a transmitir lo que ellos mismos y sus empresas han de llevar a cabo. En este sentido, un diario económico de máxima circulación en España presentaba su macroencuesta a 100 lí­deres empresariales al objeto de conocer su opinión sobre la «consolidación de la recuperación y la creación de empleo» (el mismo dí­a que conocí­amos las cifras oficiales del desempleo por encima de los 4 Millones de personas, unidos a la constatación de un mí­nimo crecimiento de la productividad en el entorno al 0,5% en las últimas décadas y las previsiones de una elevada mutación en la empleabilidad de la industria y servicios de hoy ante la ya presente Industria 4.0); y las previsiones y acciones de futuro. Con honrosas y escasas excepciones, las respuestas se dirigí­an al gobierno (español): que garantice estabilidad, que reforme el mercado de trabajo y que facilite el acceso a una financiación barata y que liberalice mercados (en realidad, casi todos se referí­an a un Mercado y su famosa unidad -el español-, cuando curiosamente aquellas empresas globales son las más representativas de la internacionalización y globalización en curso, y cuyos mercados exteriores representan la mayorí­a de su actividad).

A la vez, en otro tipo de encuestas de mayor contenido y alcance, en su serie habitual y de prestigio en el mundo empresarial, Mckinsey publicaba las preocupaciones de 800 ejecutivos globales: la inestabilidad geo-polí­tica a lo largo del mundo (rebrote de altos puestos de conflicto, terrorismo internacional, comercio ilí­cito) y la compleja e inevitable innovación transformadora de sus productos-servicios adecuados a una nueva economí­a diferenciada, mercado a mercado.

Esta aproximación, señalando el enorme trabajo que le corresponde emprender  al mundo empresarial, nos permite entender un poco mejor la necesidad del esfuerzo, compromiso y desafí­o de todos.

Desafí­os que quedarí­an cojos de no contemplar las Sociedades y las Personas como esencia de los sistemas en que empresas y gobiernos operan. Es en este marco en el que cobran extraordinario interés dos trabajos que llegan a nuestras manos en estos dí­as, poniendo el acento, una vez más, en la Desigualdad. En primer lugar, la revista Foreign Affairs en su número Enero-Febrero, dedica una intensa serie de artí­culos al respecto, analizando sus causas, el por qué hemos de ocuparnos de ella y qué es lo que se puede hacer. Huyendo del debate sobre determinados elementos teóricos, cifras, algoritmos, etc. sobre estadí­sticas concretas y polémicas academicistas, aborda los puntos esenciales de una realidad creciente que, de una u otra manera, reclama nuevos modelos de crecimiento y desarrollo económico que apliquen de manera conjunta las diferentes polí­ticas de transferencia, redistribución y provisión de bienes y servicios públicos de calidad y con acceso real (tanto a los servicios como a la igualdad de oportunidades) y las polí­ticas de incentivo, apoyo y acompañamiento a las necesidades sociales. En el camino, gobernanza, renta básica, educación, salud y justicia, equidad, solidaridad y democratización de la polí­tica económica. En el segundo documento publicado y mencionado, el Foro Económico Mundial ha hecho públicas las conclusiones del trabajo realizado a lo largo de este último año en el seno de su «Meta Iniciativa» para el crecimiento inclusivo. El Informe ha tratado de llamar la atención sobre el rol e impacto de una larga serie de lí­neas de actuación e iniciativas que «están transformando el mundo», tratando de facilitar una nueva manera de afrontar un reto inevitable: generar riqueza de forma inclusiva distribuyéndola a lo largo del mundo. Así­, aborda el creciente movimiento del emprendimiento social, de la «profesionalización empresarial» en las comunidades religiosas y de iniciativa social en su trabajo solidario, las iniciativas empresariales en su transformación de modelos de negocio en torno a conceptos de valor compartido empresa-sociedad, en ejemplos de polí­ticas públicas de gran impacto en los menos favorecidos y garantes de cohesión social y pilar, también, de competitividad (como el caso de la Renta Básica implantada en Euskadi a mediados de los 80 o la Bolsa familia en Brasil, por citar dos ejemplos reales de éxito). Hoy en dí­a, el debate generalizado en el mundo de la economí­a pasa por la dotación de una renta «universal» que posibilite el desarrollo personal, mitigue las desigualdades y aporte la dignidad y autoestima necesarias, además de contribuir de manera directa a la cohesión social y a fortalecer, también, una base competitiva.

En definitiva, en este momento en que iniciamos un nuevo año rodeados de pronósticos, predicciones y buenas intenciones (personales), huyendo del catastrofismo de las predicciones mayas («Los lí­deres blancos guiarán al mundo a la oscuridad»), en el cien aniversario de la publicación de la Teorí­a de la Relatividad (Albert Einstein), alegrémonos de que la economí­a al servicio de la sociedad y de las personas no solo nos preocupe y ocupe, sino que la necesidad de comprometernos para construir un crecimiento inclusivo mitigador de la desigualdad, se convierta en una prioridad y llene las agendas de todos (de los gobiernos, de las empresas y de los ciudadanos). Pese a las dificultades y decepciones, la democracia tiene la suficiente y necesaria vitalidad para apostar por nuevas polí­ticas públicas que venzan las tendencias e incapacidad del mercado para resolver las demandas sociales. El nuevo año que comenzamos es una esperanza para revisar nuestra generación y distribución de riqueza.

Escenario post electoral, alerta empresarial y gestión del proceso democrático elegido

(Artí­culo publicado el 27 de Diciembre)

Los resultados electorales del pasado dí­a 20 de diciembre, imposibilitan cualquier opción de gobierno unitario con mayorí­a absoluta y dan paso a un verdadero ejercicio de la polí­tica parlamentaria, no solamente cara a la gobernabilidad en el gobierno central sino, en segunda derivada, a la solución del proceso abierto en Catalunya y, de alguna manera no inmediata a la llamada cuestión vasca y la consiguiente reconfiguración territorial, Institucional y de gobernanza más allá de un nuevo modelo económico y el rearme del Estado de bienestar tan demandado por la llamada «España del futuro». Desafí­o polí­tico en el marco de una determinada percepción del mundo económico y, en particular, en las opciones de ahorro e inversión de empresas, Instituciones y personas (tanto en el interior como desde el exterior en la economí­a del Estado).

Así­, la primera alerta encendida ha sido el inmediato retroceso del í­ndice IBEX 35 en la Bolsa española (un 3,6%). Este hecho ha desatado, a gran velocidad, la desmedida identificación «Elecciones-Bolsa» y todo tipo de declaraciones de asesores bursátiles y de inversión, de altos directivos empresariales, de los medios de comunicación y la nada sorprendente reacción encadenada de doce ex Ministros de los sucesivos gobiernos de UCD, PSOE y PP alineados en torno a un elemento común: su clara pertenencia al establisment madrileño pre y post democrático… Como es habitual, la confortabilidad de situarse en escenarios conocidos y el deseo de simplificar la realidad en un modelo habitual llevan a apostar por opciones, las más de las veces, corto placistas y repara muy poco en las consecuencias de futuro. En este caso, «facilitar el análisis financiero y dejar para los demás la complejidad social, económica, polí­tica… y de Estado». Es decir, exigir de la polí­tica lo que parecerí­a despreciarse y solicitar dejen en manos empresariales, en exclusiva, una particular e individual aplicación de la democracia. De esta forma, la apuesta inmediata del entorno IBEX 35 es clara: «Pactar la Gran Coalición PP-PSOE o, en su defecto, PP-Ciudadanos con el Visto Bueno del PSOE y/o de otros partidos polí­ticos minoritarios de Orden». Su receta económica posible, la Unidad de Mercado (por no proclamar de forma abierta «La Unidad de España») y la llamada estabilidad (relegar otras decisiones crí­ticas, olvidarse de ideologí­as y practicar una determinada unicidad de programas y polí­ticas en torno al «pensamiento único» alejando de su espacio de control a los «nacionalistas y radicales», potenciales distorsionadores del estatus quo).

Qué duda cabe que hacer de los problemas reales y sistémicos, así­ como de la complejidad llena de retos e incertidumbre, un escenario parcial, plano y cómodo, resulta relajante y hasta, en ocasiones, tentador. Sin embargo, la realidad es otra cosa, sobre todo cuando se apuesta por vivir en democracia con sus virtudes y defectos.

Las alarmas que parecen haberse encendido tras el 20-D, se deben muy poco a los resultados electorales y a las diferentes expectativas de formación de gobierno y un mucho a la realidad de la economí­a española. Conviene recordar que la Bolsa española vení­a retrocediendo, con mayor intensidad y velocidad que la recientemente experimentada, a lo largo de los últimos meses. El verdadero problema es otro. La economí­a española preocupa y genera muchas dudas en el inversor, en especial, extranjero. Recordemos que la deuda privada española es demasiado elevada y que su banca sigue ofreciendo dudas a cualquier observador, que la deuda Paí­s es superior al propio PIB español, que la Banca ha de devolver los préstamos -y rescate- recibidos, que el Gobierno arrastra un grave déficit público y que ha de ingresar 250.000 millones de euros adicionales en 2016, que se sigue desconfiando de la realidad económico-financiera de empresas «exitosas» que representan el «milagro exterior español» y que hoy han entrado en pre-concurso o se han salvado, de momento, «in extremis», por pactos polí­tico-bancarios (ejemplo Abengoa), y que este modelo empresarial y de negocio parece estar muy generalizado en otras empresas con fuerte expansión internacional. Recordemos que persisten algunas empresas clave con serios litigios en el exterior, que su reputación se ha puesto en cuestión, que observamos una veintena de empresas con contratos relevantes no competitivos cuyos logros parecerí­an asociados a un determinado negocio «paralelo de Estado»… y que la lenta e incierta justicia española no termina de resolver los grandes casos de corrupción que tanto han empañado el entorno institucional, polí­tico, empresarial, empezando por la Casa Real.

Recordemos, también, que los grandes desequilibrios persistentes (desempleo, diferenciación y desigualdad territorial, ralentización del crecimiento, etc.), las venas abiertas en el «modelo autonómico» y, en especial, los procesos en curso en Catalunya y Euskadi, la polí­tica general de la austeridad y parón inversor de las Administraciones Públicas, el tejido y modelo económico español (sin abordar lí­neas de cambio) desaniman a cualquier inversor no especulativo o improvisado.

Por añadir factores exógenos, ni  la situación europea y mundial en plena crisis sin resolver (ISIS, Siria, Libia, por resumir), ni la compleja gestión de los acuerdos sobre acogida de refugiados (entrada o parálisis en las fronteras, ausencia de planes reales de acogida, cuestionamiento de principios y valores europeos…), por no citar otros elementos que llevan a ciertas precauciones y reconsideraciones sobre tiempos y tipos de actuación en materia de decisión inversora (precio del barril del petróleo, paralización del crecimiento en paí­ses emergentes, euro-dólar…), parecerí­an aconsejar acelerar inversiones en el Estado español, más allá de quien pudiera gobernar. Resulta más cómodo tratar con viejos conocidos que no cuestionen el pasado y que no supongan nuevas caras e interlocutores con quienes hablar, confiando que el tiempo y el azar resuelvan las cuestiones clave pendientes de resolver.

Estamos, por tanto, ante un panorama complejo que no deja de ser la realidad en la que vivimos y hemos de vivir. Escenarios a los que no es ajena la nueva revolución tecnológica-empresarial que ya está entre nosotros, alterando todos los modelos de negocio en todo tipo de industria, generando nuevos marcos regulatorios, nuevos roles de los Gobiernos, nuevos modos de trabajo y empleo y nuevas propuestas de valor. Son precisamente estos últimos condicionantes los que sacan a las empresas e inversores de su burbuja de confortabilidad más allá de la siempre imprescindible fuerza negociadora de la polí­tica conformadora de gobiernos. Y es precisamente en este marco en el que ha de situarse el compromiso y rol del empresariado en estos momentos. Lejos de reclamar un atajo simplista, la comunidad empresarial tiene un larguí­simo camino por recorrer dentro de su propia agenda de transformación competitiva, de generación de riqueza y empleo, de innovación y de colaboración en la creación de modelos de crecimiento, desarrollo incluyente y compromiso social, interactuando con los espacios territoriales en los que opera a lo largo del mundo (también en España, en Euskadi, en Catalunya, en Galicia… por citar algunos diferenciados, únicos y complejos). La complejidad sistémica en la que estamos inmersos se ve impactada por múltiples factores. Simplificar el diagnóstico con enfoques reduccionistas no impide la fuerza de su impacto y consecuencia.

Ahora es el momento de la polí­tica (con mayúsculas). En un verdadero sistema de democracia parlamentaria en el que conforme a sus  reglas del juego, el sistema electoral de asignación de escaños por circunscripción previamente asignados, determina el peso real de cada jugador representativo y fija el proceso post-elección. Es el momento de la habilidad en configurar un acuerdo suficiente, en términos de escaños, define la capacidad de investir a un Presidente, formar un Gobierno y dirigir un proyecto de futuro. Atrás quedan las propuestas electorales previas, las legí­timas aspiraciones individuales a ejercitar desde la mayorí­a en solitario y las discordancias y rechazos a terceros. Se abre una nueva fase en la que todos han de resituarse, conocidas las nuevas cartas que el reparto adicional ha proporcionado.

De esta forma, el post 20-D exige superar el diagnóstico de resultados y avanzar, desde esta base, hacia la formación de un nuevo Gobierno. Resulta evidente que no hay mayorí­a absoluta directa, que cualquier Gobierno en minorí­a contarí­a con una enorme dificultad y que la mezcla de potenciales compañeros de viaje, ni ofrece garantí­as de permanencia, ni pureza de programas y polí­ticas, ni excesivas simpatí­as ideológicas y personales. Pero esta es la base de partida. A partir de aquí­, merece la pena distinguir entre lo que dice querer cada partido o lí­der en sus posiciones iniciales del proceso negociador, lo que en realidad les preocupa a cada uno de ellos y a los partidos y grupos de interés que representan y lo que, en verdad, pueden compartir con terceros.

En este contexto, el ganador de las elecciones, Rajoy-PP, toma la iniciativa apelando al «sentido de Estado y Responsabilidad» confiando en que se le permita presidir un Gobierno con cuatro pilares básicos: 1) la Unidad de España, 2) la «consolidación en la recuperación de empleo», 3) la no modificación de la Constitución reforzando el «Estatus Quo» y 4) garantizar ante Europa, la continuidad estable del camino emprendido. Entiende que tanto Ciudadanos como, en gran medida, el PSOE comparten este contenido de «Estado». Sabe que, de verdad, tiene más apoyos de lo que parece. Ciudadanos está entregado (sus resultados muy por debajo de su discurso y pretensiones, son un apoyo pero nada decisivos ni hoy y mucho menos en el medio y largo plazo) y el PSOE funcionarial y del establishment, además de temer unas nuevas elecciones inmediatas que pudieran perder con claridad ante Podemos, son conscientes que pactar otra alternativa les obligarí­a a ceder demasí­a a Podemos. Se debaten entre el desgaste progresivo, las presiones internas para destronar a la cúpula actual, la pérdida de empleabilidad de muchos de ellos y, sobre todo, de iniciar un recorrido en el que no creen o para el que no se sienten preparados (derecho a decidir, plurinacionalidad, Cataluña, Euskadi, anti-polí­ticas europeas dominantes fruto del acuerdo cerrado PP-Socialistas en Bruselas… y un Plan Económico y de Bienestar superado tanto por el PP como por Podemos o, por supuesto, por los nacionalismos en cuyos territorios ellos retroceden poco a poco). Su rechazo a coaligarse, su acompañamiento firme y definitivo puede llevarles, sin embargo, a «un dejar hacer envenenado» intentando el desgaste, intentar liderar una oposición con iniciativas desde el Parlamento y confiar en una legislatura corta y de fracaso.

Por contra, una iniciativa con y/o desde PODEMOS parecerí­a, a priori,  excesivamente compleja: un disputado liderazgo con el PSOE y un aventurado viaje con los nacionalismos vasco y catalán y sus respectivos grupos de coalición si bien con la esperanza de, una vez dado el paso, favorecer la desintegración de IU, militantes y dirigentes del PSOE en una supuesta  «Unidad Popular y de Izquierdas», para acelerar medidas sociales y populares si bien son conscientes de su aún débil estructura de partido y su imprecisa polí­tica económica y de gobierno. Lo suyo serí­a forzar nuevas elecciones ganando peso y tiempo… pero no es ni lo que demanda la sociedad, ni lo que ellos mismos vislumbran como escenarios sostenibles.

A la vez, este segundo esquema alternativo serí­a el más atractivo para las minorí­as nacionalistas. Por supuesto, no por creer ni en Podemos, ni en la obligada confluencia con el PSOE pero sí­ como catalizador de un nuevo proceso: 1) facilitar, parcialmente, una «nueva ruta catalana hacia la desconexión», seguramente a mayor plazo del previsto, con las fases intermedias de una Consulta-Referéndum Delgada desde la Administración Central y un nuevo Sistema Fiscal y Financiero, intermedio, base de un proyecto y futuro. En Euskadi, reforzar el proyecto semiparalizado del Parlamento en pos de un avance en el autogobierno, blindaje de concierto y espacio-calendario para una consulta y ejercicio del derecho a decidir. Proceso acompañado de un compromiso acelerador del Acuerdo final para la desaparición de ETA, espacios de solución al conflicto de las cárceles. En todos estos casos, propiciar una cierta «revisión plurinacional» de la polí­tica re centralizadora seguida desde Madrid hasta hoy y «desandar» los pasos legislativos del PP que todos (desde la oposición) han dicho que suprimirí­an (leyes Wert, entidades reguladoras no independientes, polí­tica fiscal y financiera , polí­tica de salud, empleo, pensiones y estado de bienestar…) con una revisión sustancial del reparto competencial entre Administraciones y superar el oscurantismo en Defensa, además de abanderar la tantas veces mencionada «regeneración democrático-institucional». Eso sí­, se tratarí­a de una opción que no permite suponer grandes transformaciones en la polí­tica europea que tan errática y confusa se ha vuelto y que no ha favorecido ni el crecimiento, ni la actuación anti crisis, ni mitigar la desigualdad, ni avanzar en una configuración alternativa a la negativa estructura de Estados vigentes. Pero Europa se mueve y desde sus entrañas (por ejemplo Reino Unido) podemos observar nuevos horizontes. Existe un cierto campo de maniobra que sin un enfrentamiento radical pudiera lograrse (parcialmente).

Sin duda, siendo una alternativa compleja la segunda de las opciones, serí­a más coherente con la realidad y demanda de la sociedad y de las necesidades del Estado que el atajo dogmático del Presidente Rajoy, pretendiendo dejar todo como está, bajo el sueño de una nostálgica «Unidad Nacional» y de un voto en blanco a su polí­tica del pasado. Resulta difí­cil aceptar que quienes no demostraron altura de miras y visión y compromiso de Estado ante un caso Gí¼rtel y/o una mayorí­a absoluta, reclamen hoy, de los demás, vocación de Estado («de su Estado»), para hacer más de lo mismo. Parches, que no estabilidad.

Es verdad que ni una sola legislatura, ni un solo perí­odo de gobierno cambian toda una trayectoria o transforman un Estado, su tejido económico. Tampoco es el Gobierno, sea el que sea, quien resuelva todos los problemas de una sociedad. Pero el Gobierno y el Congreso han de jugar un rol esencial, no ya en su perí­odo de sesiones, sino en su compromiso del proyectar el futuro. Una vez más, la propuesta Rajoy es la apuesta por el pasado, la del PSOE el inmovilismo argumentado y cómplice. Así­ las cosas, las dificultades del cambio con un Podemos aunando otras fuerzas puede ser una oportunidad al margen de los riesgos que proyecta. Lo que sí­ conocemos con certeza es que llevamos demasiado tiempo con recetas del pasado y resultados insatisfactorios. Quizás ha llegado el momento de explorar nuevos caminos, caminos complejos, de riesgo, pero de esperanza. Y, en paralelo, mirar hacia dentro de las diferentes fuerzas polí­ticas y de las propias estructuras de Estado, y repensar estrategias al servicio de las cambiantes demandas de la sociedad.

Nadie tiene la varita mágica para una respuesta única. Son muchas las alternativas por recorrer (en Euskadi hemos experimentado muchas de ellas, con carácter pionero en el Estado, desde los diferentes gobiernos en minorí­a con o sin apoyo y compromiso de estabilidad, pactos de legislatura -algunas pactando Acuerdos y espacios de desacuerdo-, Gobiernos de coalición -con todo tipo de combinaciones- fijando siempre una serie de elementos clave garantes de unos mí­nimos programáticos de futuro y lí­neas rojas a no traspasar). Confiemos que nuestros representantes acierten, en los plazos legales previstos, en los acuerdos necesarios que faciliten la gobernabilidad y, sobre todo, la aplicación de polí­ticas adecuadas para mitigar problemas y desequilibrios, impulsar la reactivación económica, reforzar un estado de bienestar sostenible y eco-sistemas adecuados, garantes de un proyecto real de futuro y no una falsa salida coyuntural, acordes con la idea de un verdadero Estado plurinacional que, se quiera o no, existe y, además, es la única garantí­a de un futuro a partir de una realidad de desequilibrio territorial… Y, por si en verdad fuera tan relevante, su reflejo en Bolsa ya está descontado.

El Contraste de Estados Unidos: una semana dispar para la reflexión

(Artí­culo publicado el 13 de Diciembre)

El enorme privilegio de visitar con frecuencia los Estados Unidos por motivos académicos y profesionales, en diversas ciudades y con la perspectiva de diferentes organizaciones, instituciones ,industrias y empresas, supone una enriquecedora fuente de conocimiento a la vez que disponer de un observatorio permanente sobre la realidad de este relevante Paí­s, cuyos debates, polí­ticas, tendencias, comportamiento y actitudes generan un considerable impacto, bien de manera pasiva bien activa, en nuestras vidas a lo largo del mundo y del tiempo.

Así­, a lo largo de esta semana he tenido la oportunidad de «convivir» con diversos acontecimientos, en aparente desconexión y sin embargo plenamente entrelazados. Empezaba la semana con unas altisonantes declaraciones de Donald Trump, candidato republicano a la Presidencia de los Estados Unidos, que, como viene siendo habitual, se convierten en el centro de la noticia, provocando una profunda polémica y generando todo un debate que ha ocupado -y ocupará por meses- el Prime Time de los medios de comunicación. Trump aprovechaba una conferencia electoral ordinaria para proponer la inmediata prohibición de entrada en Los Estados Unidos a todo ciudadano musulmán. Trump argumentaba su propuesta debido a que «estamos en guerra (apelando a las declaraciones de Obama, Hollande, Cameron…) y mientras nuestros representantes y dirigentes polí­ticos no se enteren de lo que pasa en el mundo islámico, no sepan con que intenciones nos visitan, quienes y por qué nos odian y por qué quieren suprimir nuestros valores, destrozando nuestras casas, familias y ciudades. Mientras no sepamos si vienen a ponernos bombas, a realizar actos terroristas… debemos negarles la entrada«. «La administración Obama no tiene ni idea de lo que pasa y se limita a pronunciar discursos polí­ticamente correctos sin afrontar los verdaderos problemas. Se oculta tras un burocratizado sistema de inteligencia que tan solo sabe explicar, a posteriori, las razones por las que se supone eran sospechosos bajo descontrol evidente». «Necesitamos entrar en sus mezquitas, controlar a sus miembros, conocer lo que predican y comparten, la guerra emprendida es desigual y hemos fracasado, no sabemos que es el ISIS y, poco a poco, como pasa en Francia, las policí­as se niegan a entrar en determinados barrios por temor al poder real ya en manos de esta gente».

Ante tal propuesta y argumentos, afortunadamente, las reacciones polí­ticas e institucionales, empezando por declaraciones de los principales dirigentes de su Partido, han sido coincidentes en la descalificación tanto del propio Trump como de sus ideas. Se han apresurado a recordar que el éxito o eficacia en los negocios está demasiado alejado de los conocimientos y capacidades necesarios para dirigir un Paí­s y, todos, han echado mano de la Constitución para resaltar los valores esenciales de libertad y no discriminación ni por credo o raza. El propio portavoz republicano en el Congreso, Paul Ryan, azote del Presidente Obama, le descalificaba e insistí­a en que su partido ni defiende esas ideas ni se siente reflejado en la provocación de Trump añadiendo que los musulmanes, lejos de ser nuestros enemigos, son la verdadera solución, son amigos colaboradores en la defensa de la paz y la libertad, compañeros imprescindibles en este desafí­o.

No obstante, si bien esta ola de opiniones contrarias al mensaje de Trump (quien por cierto promueve una gran actividad de negocio en los paí­ses del universo islámico), han sido rechazadas, la candidata demócrata a la Presidencia, Hillary Clinton, advertí­a que más allá del ruido y la torpeza del personaje y de lo afortunado o no de las palabras, el verdadero problema es que la mayorí­a republicana (electores y dirigentes) comparten esas ideas y lí­neas de acción. Una muestra es el último sondeo electoral que otorga a Trump el 35% del voto republicano, alejado del 16% de Cruz, 13% de Rubio o el distante 3% de JEB Bush. Es verdad que se trata de un sondeo y que el proceso de primarias es aún largo hasta marzo del año que viene, pero la tendencia agranda distancias semana a semana y son muchos los que ya temen su potencial presidencia. Sea o no aceptado, el hecho cierto es que ha pasado a dominar el espacio mediático y todas las televisiones no solamente emiten sus entrevistas, las opiniones y contra opiniones de unos y otros, sino que las acompañan de recientes reportajes en torno al Yihadismo, la financiación de ISIS, los procesos de radicalización de ciudadanos norteamericanos convertidos al Islam, etc. Estado de opinión que se ve, además, influido por la noticias en torno al último atentado terrorista en San Bernardino, California (14 muertos en atentado y los dos terroristas abatidos posteriormente en enfrentamiento con la policí­a), agravando la polémica por el hecho de que el matrimonio terrorista era, al parecer, un matrimonio de conveniencia de posible inspiración desde ISIS y que ha puesto patas arriba el proceso de concesión de visados en los Estados Unidos además de serias dudas sobre el seguimiento y control que el FBI y los sistemas de inteligencia estadounidenses. Caldo de cultivo para una población que no olvida el 11-S. El propio Obama, en el Capitolio, pronunciaba uno más de sus solemnes discursos apelando al 150 aniversario de la abolición de la esclavitud mientras un Informe del Congreso pide su imputación por el canje de prisioneros obviando la obligación constitucional de consulta previa al propio Congreso. Tiempos revueltos que se ven reforzados por nuevos brotes de manifestaciones ante nuevas evidencias de torturas y actuaciones intolerables en policí­as democráticas. En definitiva, toda una ola de inputs favorecedores de posiciones extremistas como las alentadas por Trump.

Pero contra este preocupante y pesimista panorama, debemos recordar que la sociedad estadounidense no es solo Trump y sus ideas. En paralelo, la semana también nos ha llevado a un escenario completamente distinto en el ámbito académico. En este caso, en la Universidad de Harvard, profesores e investigadores de más de cincuenta nacionalidades distintas en representación de más de 100 Universidades y centros de Investigación a lo largo de los cinco continentes, debatí­amos en torno a la «Revolución 4.0″, de la que ya formamos parte, con o sin conciencia de ello y cuyas consecuencias anuncia sustanciales cambios en nuestras vidas, en nuestras empresas y gobernanza, que más allá de los cambios tecnológicos que conlleva, ofrece modos diferentes de trabajo y empleo, una nueva educación, nuevos sistemas colaborativos y de relación, con la demanda de nuevas capacidades y, por supuesto, esperanza y oportunidad de un intenso y positivo proceso generador de riqueza, empleo y prosperidad. Nuevos espacios de competitividad que, por encima de su complejidad, riesgos y desafí­os, alumbran un nuevo mundo de desarrollo inclusivo al servicio de las necesidades y demandas cambiantes de la Sociedad. Nuevos espacios colaborativo que reclaman el compromiso de sociedades diversas. Esto también es la sociedad estadounidense. Como lo era otro foro diferente, también en esta convulsa semana, en el que en clara sintoní­a, en el contexto cultural, diferentes Instituciones museí­sticas y culturales se planteaban la manera de orquestar una constelación de conocimiento al servicio del arte, la educación y la cultura en mundos tan diversos como los  Estados Unidos, Europa, Asia y su extensión a espacios geográfico-culturales distintos. Credos, razas, religiones, culturas y ambiciones de futuro diferentes, compartiendo la construcción de nuevos proyectos.

Qué duda cabe que las luces navideñas (o de Yannuca, o de las celebraciones paganas o multi culturales, religiosas o laicas de fin de año), con el pretexto de la fiesta, la alegrí­a y el optimismo positivo para un mejor año, que inundan las ciudades norteamericanas repletas de familias y amigos disfrutando de ilusiones en el decorado de la época, ofrecen una vista diferente del momento. Sus restaurantes repletos, sus iglesias y templos ofreciendo recitales y conciertos  además de sus ceremonias propias, sus calles multirraciales y multiculturales… nos proyectan la imagen de la mezcla de culturas originarias y foráneas que han construido este Paí­s, en apariencia homogéneo y sin embargo diverso, que definiera mi querido y viejo profesor, Lionnel Johnson, en sus ya lejanas clases en la siempre recordada Filadelfia, cuna de la Independencia, igualdad y libertades como un  auténtico «melting pot«, que se resiste a elegir la utópica garantí­a de seguridad sobre la libertad en detrimento, además, de la desigualdad y el temor. Una sociedad viva que se ve mejor representada por el optimismo esperanzador del encuentro académico señalado, empeñado en construir un mundo deseable y próspero afrontando los desafí­os que implica, y no el pesimismo paralizante de las graves dificultades que atravesamos.

Sin duda, una semana de contrastes. Que la razón y los valores esenciales que han aflorado ante el oportunismo del miedo y la desesperanza, dominen el camino a seguir.