De Iowa a Washington: ¿Quién y para qué?

(Artí­culo publicado el 7 de Febrero)

La carrera presidencial en Estados Unidos ha dado su primer paso firme con la tradicional celebración del mediático Caucus de Iowa celebrado este pasado lunes. Los dos principales partidos, republicano y demócrata, se sometí­an por primera vez en este nuevo curso a la votación y elección de delegados ante sus respectivas convenciones para la nominación de un candidato de entre las diferentes opciones que se ofrecen para ocupar la Casa Blanca en 2017.

En el complejo proceso electoral estadounidense, Iowa tiene el «privilegio mediático y simbólico» de ser el primer Estado que pone en marcha el sistema. Elige 74 delegados (30 republicanos y 44 demócratas) que representan el escaso 1% del voto Delegado en los Estados Unidos. Desde el año 1972, su valor y acierto predictivo no ha sido excesivo (50% en el candidato republicano y 43% en el demócrata) si bien supone una primera señal que no solo orienta el apoyo (también financiero) hacia los ganadores, provoca alianzas que incorporan a los perdedores a las ofertas de los mejor situados y, por encima de todo, elimina a los perdedores y, por supuesto, pretende «marcar tendencia».

En esta ocasión, Iowa ha dado el primer impulso republicano a Ted Cruz (según la mayorí­a de la prensa el favorito conservador), por encima de Donald Trump (el temido por propios y extraños), y de Marco Rubio (el preferido del voto hispano). Todos ellos en torno a 24-28% y 8/7 delegados cada uno. Y, en el bando demócrata un ligero triunfo (si bien casi empate técnico) de Hillary Clinton sobre el «senador socialista», Bernie Sanders, con el 50% de votos y 22 y 21 delegados respectivamente. Clinton vence el «miedo escénico» de su derrota ante Obama en 2008 Y Sanders se concentra y gana el apoyo joven. A partir de aquí­, una rápida concentración de candidatos (a ajustarse según los resultados en los caucus de New Hampshire de mañana…) y un aún intenso y largo recorrido hasta el próximo junio en que concluyan «las primarias» y se nomine a los dos candidatos, republicano y demócrata, para las elecciones de noviembre. En enero 2017 habrá nuevo presidente en Washington.

De esta forma, los estadounidenses habrán resuelto, en su mecánica democrática, el QUIEN ha de dirigir y liderar su gobierno. Cosa relacionada pero no exacta es el ¿PARA QUí‰?

Programas electorales al margen (en juego de una u otra forma a lo largo de todo el proceso con posiciones y mensajes variables según el momento, medio y auditorio), un par de piezas publicadas esta misma semana en diferentes medios estadounidenses nos ayudan a aproximarnos al sentido de la cuestión y que no deberí­an ser ajenos a cualquier proceso de elección de gobernantes y, por supuesto, de formación de  gobiernos y sus respectivas polí­ticas. Así­, un reciente trabajo de análisis sociológico actualizando la valoración y opinión del Informe sobre la Competitividad de la Economí­a estadounidense que se realizó hace un par de años bajo la dirección de la Universidad de Harvard, recogiendo la participación y opinión de 4.000 egresados de dicha Universidad, en puestos relevantes de dirección tanto en el mundo empresarial como académico, social, cultural y de gobierno, concluye con la insistencia en una serie de factores que ponen el acento en «lo común en lo diferente» que establece un común denominador: «América (terminologí­a «propietaria» para mencionar a los Estados Unidos de América) se hunde y no solo por un deterioro continuo de su productividad sino, sobre todo, por la erosión de su clase media, el incremento galopante de la desigualdad, el desgaste de un modelo económico escasamente incluyente, el sucesivo peso de la manufactura con un limitado soporte de las infraestructuras inmersas en un grave déficit y el cada vez menor protagonismo internacional con insuficientes resultados diplomáticos, económicos y de seguridad». Esta descripción les lleva a demandar «una nueva estrategia para América« soportada en un esfuerzo por reinventar su modelo, reconstruir sus infraestructuras, reentrenar a sus personas adecuando su formación a los nuevos retos de una economí­a en cambio (manufactura, digitalización, innovación social, territorio inteligente) y redefinir y reforzar el Estado de bienestar. «Hacia una nueva América». El citado informe sostiene que, diferencias al margen, tanto republicanos como demócratas, gobierno como empresarios… comparten preocupaciones, diagnóstico y futuro incluyente, y, de una u otra forma, compromisos en este discurso para una agenda innovadora.

Ahora bien, ¿cómo y por dónde empezar? Niels Christiansen, ex director del Grupo Privado Nestlé, al frente durante 20 años de las áreas de responsabilidad social corporativa y de asuntos Gobierno-Empresa y profesor de Salud Pública en la Universidad de Harvard, desde su consultora en creación de valor, irrumpe con un artí­culo en el que se pregunta si la RSC ha muerto y si la intensidad de las nuevas iniciativas de progreso social, desarrollo incluyente y valor compartido empresa-sociedad pueden y deben hacer mucho más de lo que ya aportan en sus propias estrategias empresariales para asumir un protagonismo relevante en la reinvención de esta «Estrategia para América». Y su respuesta pasa por sugerir una combinación de lo que él entiende como valores esenciales o «común denominador» de todos ellos en lo que lleva «la creación TOTAL de valor incluyente compartida» y que viene a incorporar una serie de elementos relevantes en toda agenda, de empresa y de gobierno. Básicamente pretende poner el acento en el «COMPLIANCE» (la regulación, la obligatoriedad del cumplimiento de normas y reglas del juego, el verdadero buen gobierno corporativo, la adecuación de las normas a la realidad del espacio tecnológico en las nuevas industrias de futuro y la erradicación de la corrupción); en la reinvención y revalorización de las Instituciones, los gobiernos y partidos polí­ticos, asociaciones patronales y sindicales, organizaciones sin ánimo de lucro y no gubernamentales, y el modelo de participación real de la sociedad en las decisiones que les afectan desde el doble compromiso con el derecho y la obligación, así­ como la  transparencia y eficiencia; el crecimiento incluyente (económico, social y bienestar) en estrategias compartidas público-privadas; tras los objetivos últimos de las personas y su bienestar, de manera sostenible.

Todo un largo y ambicioso  recorrido. Recorrido que parecerí­a ser, en verdad, «lo común de lo diferente», como pilares sobre los que habrí­a que establecer e implementar una nueva Estrategia. Este serí­a el reto de esa «Nueva América», inspiradora del PARA QUí‰ de la larga carrera por el QUIí‰N, de Iowa hasta Washington.

Y visto a distancia, desde la evidencia del impacto que en el resto del mundo tiene lo que pase o deje de pasar en «América», no parecerí­a que puestos a buscar otros espacios comunes en lo diferente, no pudiera ser una base de partida en el diseño de procesos negociadores y hojas de ruta para quienes muy cerca de aquí­, inmersos en la búsqueda del QUIEN, trabajaran en su propia y necesaria «nueva R» (Rediseñar un nuevo modelo económico adecuado a las realidades diferenciadas región a región en la antesala de un futuro distinto; Reinventar un nuevo modelo de Estado en respuesta a las demandas reales de autogobierno y confortabilidad en el «continente» heredado; Regenerar Instituciones, democracia y agentes polí­ticos y sociales; Reconfigurar un territorio confortable, compartido y sostenible; Reorientar el sistema financiero y fiscal a las nuevas realidades y apuestas; Reconstruir y «re-infra estructurar» los canales soporte y promotores innovadores de nuestro desarrollo; Re-emplear como compromiso esencial de futuro; Re-educar para el empleo, Rememorar y reconciliar para la convivencia, normalización y la paz…)

  En fin. Quizás ni Iowa, ni Washington estén tan lejos como parece. Veremos las siguientes etapas (mañana New Hampshire, en un mes Madrid… y así­ dí­a a dí­a, semana a semana). QUIEN y PARA QUí‰, binomio inseparable.

Esperando al Gobierno…

(Artí­culo publicado el 24 de Enero)

Si la ausencia de mensajes claros en relación al por qué y para qué acordar algún tipo de gobierno alternativo al vivido en la ya concluida legislatura y/o la aparente complejidad negociadora esperable, lleva a la ciudadaní­a a creer que pudiera resultar irrelevante una u otra composición del mismo, bastarí­a echar un vistazo a una serie de cuestiones observables alrededor del mundo para reflexionar y darnos cuenta de lo mucho que nos jugamos según la orientación, sentido y uso de nuestros votos.

A lo largo de esta semana, una nutrida concentración de lí­deres empresariales, polí­ticos y académicos del mundo se reúnen en Davos, Suiza, en torno a una amplia agenda de preocupaciones, riesgos y oportunidades que afrontar cara a las imprescindibles actitudes y agendas de trasformación del mundo conforme a la convocatoria propuesta en el seno del Foro Económico Mundial. Más allá de discursos, imágenes y percepciones, se encuentran con un amplio dosier en el que más de 1.000 personas han venido trabajando a lo largo del año para focalizar su atención en el ya tradicional «Informe o Mapa de Riesgos» que, en esta ocasión, recoge 29 riesgos graves, con diferente grado de probabilidad de suceder de inmediato y su grado de intensidad e impacto en nuestras sociedades, economí­as y empresas. Riesgos que a juicio de 750 lí­deres entrevistados previamente habrí­an de ocupar nuestras preocupaciones, agendas y lí­neas de solución a futuro. Los diferentes riesgos (tecnológicos, polí­ticos, económicos, sociales y geo económicos o estratégicos…) exigen el trabajo convergente de diferentes grupos de interés, colaboración público-privada y soluciones locales y globales, indistintamente. Ninguna solución es mágica ni mucho menos unidireccional o asumida al 100% por todos. Toda posible solución, prioridad en la Agenda y grado de preocupación y ocupación dependerá, de la ideologí­a, la voluntad, la calidad del proceso de toma de decisiones y competencia de quien lidere las acciones del cambio, ya sea desde los gobiernos y las empresas, desde las organizaciones sociales, desde el mundo de la academia o desde el liderazgo religioso. Un Foro en el que se contrastan miles de opiniones, diferentes polí­ticas públicas, modos diferentes de dirigir y entender las empresas y diversas escuelas de pensamiento, desde las preocupaciones dispares a lo largo del mundo, región a región, paí­s a paí­s.

Es decir, que no basta constatar determinada información (ni siquiera compartible) sobre los diferentes grados de inequidad y desigualdad existente, o del acierto o desacierto en el impacto del cambio climático en el futuro económico y medio ambiental de nuestras sociedades, o de la intensidad de los conflictos armados, la economí­a ilí­cita, el caos y desgobierno en Estados fallidos, la presencia de la inmigración en un mundo de desmovilización, desplazados e inmigrantes, o en la capacidad de creación de empleo en diferentes economí­as según uno u otro modelo a seguir. Ni siquiera resultará indiferente la posición previa de unos y otros en su debate en el contexto de un nuevo escenario que centra la agenda citada en la «La 4ª Revolución Industrial» y su generalizado impacto transformador de todas las industrias, economí­as y sistemas de gobierno a lo largo del mundo. La información y el debate llevan a posiciones y decisiones diferentes según el observador, sus principios, actitudes e intereses.

En este sentido, parece evidente que un futuro gobierno español, en su parcela de responsabilidad, tiene una agenda compleja más allá del difí­cil trabajo de recuperar la confianza y credibilidad de la sociedad en la polí­tica, de recuperar o ganar respeto a las Instituciones, de favorecer la imprescindible consideración de un sistema judicial desprestigiado, alejado de la independencia requerida, de reconfigurar un Estado territorialmente inconexo bajo un modelo de insatisfacción y que reclama diferentes estadios de autogobierno, cosoberaní­a o, simplemente, una voz propia y participativa según diferentes grados de voluntad de un diverso mosaico de nacionalidades, regiones, percepciones, identidad y vocación de futuro. Un gobierno que ha de proponer y facilitar un nuevo tejido económico (necesariamente diferenciado región a región), establecer nuevos esquemas y una arquitectura financiera y fiscal alineada con los objetivos perseguibles y, sobre todo, aceptar el inevitable cambio radical de los sistemas de educación, formación, empleo y bienestar y reformularlos. Nueva agenda para un mundo en movimiento (mundo más rápido y cambiante, pleno de incertidumbre), sistémico e interdependiente, disruptivo, radicalmente novedoso en el que si bien cambia todo lo que nos rodea, quien más cambia somos nosotros mismos, las personas. Afrontar esta realidad no es cosa de manual. Dependerá de quien esté al frente (para entenderlo, para asumir el coraje y riesgo de fijar un camino, para conectar complicidades, para gestionar las decisiones, para llevarlas a cabo y para priorizar el reparto de sus beneficios y costes) y de su capacidad para liderar el cambio necesario.

Y, precisamente, en esta lí­nea, encontramos una serie de artí­culos y acontecimientos de  esta semana, que nos ayudan a entender cuan diferente puede ser la manera de actuar según quien lo vea y, en consecuencia, lo diferente que una decisión puede ser para nuestro futuro.

En un claro y valiente artí­culo de  Ian Goldin, profesor de Globalización y Desarrollo en la Universidad de Oxford, presentando en el ya citado Foro de Davos uno de los principales riesgos señalados (la migración involuntaria a larga escala), bajo el tí­tulo: «¿Cómo ha cambiado la inmigración el mundo… a mejor?», y tras preguntarse si la inmigración es «buena» o «mala» además de repasar los argumentos comunes que unos y otros esgrimen, de recurrir a cifras y análisis estadí­sticos, concluye con fuerza la clara evidencia de la significativa y beneficiosa aportación de la inmigración (y, en especial, en términos económicos), más allá de las dificultades y costes sociales y culturales que pudieran generar en el corto plazo. Con una estimación de 230 millones de personas migrantes a lo largo del mundo (un 3% de la población mundial), que supone un porcentaje más o menos estable a lo largo de los últimos 100 años en un mundo que ha cuatriplicado su población y que ha incrementado el número de paí­ses (de 50 a 200) con el considerable aumento de fronteras (con un consiguiente mayor número de desplazados y población inmigrante, por definición) y ante un cambio demográfico, sobre todo, caracterizado por el envejecimiento y que pese al impacto generado en Europa por el delicado incremento de refugiados a nuestras puertas, vive el drama añadido de concentrarse en paí­ses en desarrollo (o no desarrollados, en terminologí­a clásica). Así­, lejos del temor por la empleabilidad nativa provocable, parecerí­an deseables y recomendables polí­ticas activas pro-inmigración. Si el profesor Goldin sostiene que «la inmigración siempre ha sido uno de los mayores aceleradores del progreso y dinamismo humano» y, en consecuencia, apuesta por la promoción de polí­ticas favorables a su acogida y consideración positiva, no resulta extraño que otros enarbolen la bandera negativista y pongan el acento en su coste en el corto plazo, en la complejidad de gestión de los refugiados y desplazados que pasan una media de entre 3 y 20 años de sus paises de origen, en zonas de emergencia y acogida inicial por espacios medios de tres años en zonas temporales agravando su calidad y condiciones de vida, su capacidad de integración, su sentido de pertenencia, su identidad e integración. Unos y otros pueden recurrir a la misma información (como el ya mencionado Informe sobre Riesgos Globales) y, sin duda, unos actuarán de una forma y otros de otra. Recordemos a Donald Trump y su estrategia de «muros» anti inmigrantes y «aislamiento» islamista como proclama para su programa en Estados Unidos, por ejemplo, o la desunión europea ante la ya aceptada acogida de refugiados tras el conflicto en Siria. Una u otra lí­nea y sus consecuencias, dependen de la elección democrática.

Una segunda observación, en otro orden de cosas, nos llega de la mano del primer ministro irlandés, Enda Kenny. Para quienes se han creí­do en España las «recetas únicas» del hoy presidente en funciones, Mariano Rajoy, y su gobierno, clamando el apoyo a sus medidas argumentando que no existe ningún otro camino y que Europa teme cualquier alternativa, conviene tener la esperanza en un futuro diferente. Irlanda colapsó en 2010 y tuvo que recurrir al rescate de su banca y de su Gobierno de la mano de la Unión Europea y del Fondo Monetario Internacional. Hoy vuelve a crecer (6,2% en 2015), su desempleo ha vuelto a bajar (hasta el 9%) y su déficit público controlado por debajo de las exigencias de la Unión y con un significativo cambio en la composición de sus industrias clave dejando atrás la burbuja inmobiliaria. Kenny formula su renovado plan de futuro orientado a la creación de nuevas y más oportunidades de empleo hacia un desempleo en torno al 6%, con un plan extraordinario para «traer a casa» a los 70.000 irlandeses que debieron emigrar obligados por la recesión, así­ como un plan de vivienda y protección social para mitigar la situación de marginación de 200.000 desempleados más. Plan financiado por la venta de las participaciones del Rescate en la Banca «salvada» por la crisis, además de una polí­tica fiscal alineada con el potencial desarrollo de las empresas y sectores en los que quiere sentar su diversificación económica.

Será o no acertado el Plan de Kenny pero lo relevante, hoy y aquí­, es la existencia de propuestas alternativas. También en Europa, en la eurozona, hay espacios para otras opciones. Como el caso de Francia, con otra lí­nea y escuela de pensamiento, que, bajo la Presidencia de Hollande, ha presentado esta semana, bajo la declaración de «un estado de emergencia económica», un ambicioso Plan Extraordinario para la creación de empleo y erradicación del paro (la segunda lacra francesa tras el peligro y amenaza del terrorismo). Un Plan que pretende incorporar múltiples lí­neas de actuación bajo una y no «X» estrategias: el empleo. Formación  de los desempleados hacia nuevas habilidades y capacidades que la nueva revolución económica anuncia, contratación de mayores de 50 años y parados de larga duración, descentralización y reinvención de los sistemas públicos de empleo… reasignando el gasto presupuestario eliminando gastos «no esenciales». Hollande pretende trasladar a los franceses un doble mensaje: «Francia no puede permitirse cifras de desempleo estructural o duradero superior al 10% (3.600.000 desempleados) y la solución no puede llegar con medidas tí­midas o iguales a las que hemos aplicado hasta hoy». De esta forma, un contundente «ESTADO DE EMERGENCIA ECONí“MICA Y SOCIAL» ha de conducir la estrategia del Paí­s en los próximos años. Otros, el actual gobierno español, parece apostar por su «exitosa polí­tica» de su mandato monocolor y confí­a en el tiempo y en los factores exógenos para ir reduciendo, en el larguí­simo plazo, los niveles de desempleo.

 Así­ las cosas, cabe preguntarse si tendrán éxito en su empeño quienes sugieren nuevas lí­neas alternativas de actuación. No lo sabemos. Lo que sí­ conocemos son los resultados alcanzados hasta hoy.

Y esto es lo esperable de la polí­tica en su riqueza democrática. Afrontar el futuro, confrontar ideas y propuestas de solución y solicitar el apoyo de la sociedad para llevar a cabo determinadas polí­ticas y proyectos. No es lo mismo un simple juego de aritmética post electoral, que acordar proyectos de futuro compartibles. Los electores no hemos agotado nuestra responsabilidad y derecho con el voto del 20-D. El modelo de futuro que deseamos y por el que votamos sigue en juego. No hay recetas únicas. Cada uno ha de valorar el futuro al que aspira y el trayecto que está dispuesto a recorrer para lograrlo. Y en este recorrido, uno u otro gobierno resulta crí­tico.

Brecha y desigualdad, desafí­o 2016

(Artí­culo publicado el 10 de Enero)

Tras un generoso Olentzero, la ilusión en mantener una cierta tradición familiar celebrando los Reyes Magos con un cada vez más simbólico reparto de regalos, los «magos de Oriente» hicieron presencia en casa acompañados de un reparto de libros para todos y cada uno de los miembros de la familia. La lectura «sugerida» ha formado siempre una parte imprescindible de nuestra vida.

Así­, los comentarios de sobremesa con la apertura de libros permitieron un rápido recorrido desde la poesí­a de Neruda, el periodismo valiente de Oriana Fallaci, la novela de Kate Morton, los éxitos de la nobel de literatura Svetlana y la economí­a social. Piketty, Stiglitz, Ostry, Allen, nos acompañaron y, para sorpresa de algunos, acapararon el interés y debate de hijos y sobrinos, poniendo el acento en la desigualdad, la brecha social y la inclusión social.

Debo reconocer que, siendo un tema de mi máxima preocupación (y sobre el que los lectores de esta columna de opinión han tenido que soportar múltiples artí­culos), cada vez que pienso escribir sobre él, me pregunto si no soy demasiado insistente o repetitivo. Si bien, el interés observado el miércoles pasado y el repaso a las preocupaciones y propuestas de año nuevo, me llevan a volver sobre él.

Más allá de profundos estudios y análisis, basta recordar tres indicadores clave para situar la magnitud del asunto en cuestión:

1. Un reciente informe de Credit Swisse sobre la «Riqueza Global en 2015″ destaca el contraste entre la población mundial y la riqueza acumulada en su reparto según diferentes segmentos de población: el 71% de la población con una riqueza inferior a 10.000$ supone el 3% de la riqueza; el 35,1% de la misma en manos del 7,7% de la población con una cantidad entre 100.000 y 1 MM de $; y el 45% de la riqueza mundial se concentra a el 0,7% que tiene más de 1 MM de $.

2. ¿A dónde va el dinero (en USA) si los sueldos medios se han mantenido, en todos los niveles educativos y profesionales medios, en proporciones similares en los últimos 20 años? Los Presidentes Ejecutivos y Consejeros Delegados de las 500 grandes Corporaciones estadounidenses tienen una retribución equivalente a 275 veces el salario medio de sus trabajadores.

3. La riqueza acumulada y la desigualdad no son solo uno de los mayores problemas sociales, económicos y de valores existentes, sino que constituyen el centro de un debate esencial: si el capitalismo es esencialmente desigual y ésta se considera esencia inherente al sistema, un nuevo sistema es necesario. Las corrientes a debate entre polí­ticas redistributivas y de transferencia versus polí­ticas de provisión de servicios públicos para facilitar el crecimiento y la igualdad NO pueden estar confrontadas. Ambas deben conformar la base indivisible de cualquier polí­tica económica.

Estas relevantes observaciones vienen a cuento cuando en estos dí­as, como consecuencia natural de un cambio de año, se prodigan encuestas y pronósticos en relación con lo esperable en el año que empezamos. Así­, no deja de llamarme la atención, una vez más, el empeño del discurso mediático y empresarial de un supuesto desapego por el ejercicio de la polí­tica y el mensaje de irrelevancia e indiferencia con el que se pretende hablar de los gobiernos y la contradictoria evidencia en las respuestas de los ejecutivos y empresarios que se refieren casi en exclusiva a lo que deberí­an hacer los gobiernos, y muy pocas veces a transmitir lo que ellos mismos y sus empresas han de llevar a cabo. En este sentido, un diario económico de máxima circulación en España presentaba su macroencuesta a 100 lí­deres empresariales al objeto de conocer su opinión sobre la «consolidación de la recuperación y la creación de empleo» (el mismo dí­a que conocí­amos las cifras oficiales del desempleo por encima de los 4 Millones de personas, unidos a la constatación de un mí­nimo crecimiento de la productividad en el entorno al 0,5% en las últimas décadas y las previsiones de una elevada mutación en la empleabilidad de la industria y servicios de hoy ante la ya presente Industria 4.0); y las previsiones y acciones de futuro. Con honrosas y escasas excepciones, las respuestas se dirigí­an al gobierno (español): que garantice estabilidad, que reforme el mercado de trabajo y que facilite el acceso a una financiación barata y que liberalice mercados (en realidad, casi todos se referí­an a un Mercado y su famosa unidad -el español-, cuando curiosamente aquellas empresas globales son las más representativas de la internacionalización y globalización en curso, y cuyos mercados exteriores representan la mayorí­a de su actividad).

A la vez, en otro tipo de encuestas de mayor contenido y alcance, en su serie habitual y de prestigio en el mundo empresarial, Mckinsey publicaba las preocupaciones de 800 ejecutivos globales: la inestabilidad geo-polí­tica a lo largo del mundo (rebrote de altos puestos de conflicto, terrorismo internacional, comercio ilí­cito) y la compleja e inevitable innovación transformadora de sus productos-servicios adecuados a una nueva economí­a diferenciada, mercado a mercado.

Esta aproximación, señalando el enorme trabajo que le corresponde emprender  al mundo empresarial, nos permite entender un poco mejor la necesidad del esfuerzo, compromiso y desafí­o de todos.

Desafí­os que quedarí­an cojos de no contemplar las Sociedades y las Personas como esencia de los sistemas en que empresas y gobiernos operan. Es en este marco en el que cobran extraordinario interés dos trabajos que llegan a nuestras manos en estos dí­as, poniendo el acento, una vez más, en la Desigualdad. En primer lugar, la revista Foreign Affairs en su número Enero-Febrero, dedica una intensa serie de artí­culos al respecto, analizando sus causas, el por qué hemos de ocuparnos de ella y qué es lo que se puede hacer. Huyendo del debate sobre determinados elementos teóricos, cifras, algoritmos, etc. sobre estadí­sticas concretas y polémicas academicistas, aborda los puntos esenciales de una realidad creciente que, de una u otra manera, reclama nuevos modelos de crecimiento y desarrollo económico que apliquen de manera conjunta las diferentes polí­ticas de transferencia, redistribución y provisión de bienes y servicios públicos de calidad y con acceso real (tanto a los servicios como a la igualdad de oportunidades) y las polí­ticas de incentivo, apoyo y acompañamiento a las necesidades sociales. En el camino, gobernanza, renta básica, educación, salud y justicia, equidad, solidaridad y democratización de la polí­tica económica. En el segundo documento publicado y mencionado, el Foro Económico Mundial ha hecho públicas las conclusiones del trabajo realizado a lo largo de este último año en el seno de su «Meta Iniciativa» para el crecimiento inclusivo. El Informe ha tratado de llamar la atención sobre el rol e impacto de una larga serie de lí­neas de actuación e iniciativas que «están transformando el mundo», tratando de facilitar una nueva manera de afrontar un reto inevitable: generar riqueza de forma inclusiva distribuyéndola a lo largo del mundo. Así­, aborda el creciente movimiento del emprendimiento social, de la «profesionalización empresarial» en las comunidades religiosas y de iniciativa social en su trabajo solidario, las iniciativas empresariales en su transformación de modelos de negocio en torno a conceptos de valor compartido empresa-sociedad, en ejemplos de polí­ticas públicas de gran impacto en los menos favorecidos y garantes de cohesión social y pilar, también, de competitividad (como el caso de la Renta Básica implantada en Euskadi a mediados de los 80 o la Bolsa familia en Brasil, por citar dos ejemplos reales de éxito). Hoy en dí­a, el debate generalizado en el mundo de la economí­a pasa por la dotación de una renta «universal» que posibilite el desarrollo personal, mitigue las desigualdades y aporte la dignidad y autoestima necesarias, además de contribuir de manera directa a la cohesión social y a fortalecer, también, una base competitiva.

En definitiva, en este momento en que iniciamos un nuevo año rodeados de pronósticos, predicciones y buenas intenciones (personales), huyendo del catastrofismo de las predicciones mayas («Los lí­deres blancos guiarán al mundo a la oscuridad»), en el cien aniversario de la publicación de la Teorí­a de la Relatividad (Albert Einstein), alegrémonos de que la economí­a al servicio de la sociedad y de las personas no solo nos preocupe y ocupe, sino que la necesidad de comprometernos para construir un crecimiento inclusivo mitigador de la desigualdad, se convierta en una prioridad y llene las agendas de todos (de los gobiernos, de las empresas y de los ciudadanos). Pese a las dificultades y decepciones, la democracia tiene la suficiente y necesaria vitalidad para apostar por nuevas polí­ticas públicas que venzan las tendencias e incapacidad del mercado para resolver las demandas sociales. El nuevo año que comenzamos es una esperanza para revisar nuestra generación y distribución de riqueza.

Escenario post electoral, alerta empresarial y gestión del proceso democrático elegido

(Artí­culo publicado el 27 de Diciembre)

Los resultados electorales del pasado dí­a 20 de diciembre, imposibilitan cualquier opción de gobierno unitario con mayorí­a absoluta y dan paso a un verdadero ejercicio de la polí­tica parlamentaria, no solamente cara a la gobernabilidad en el gobierno central sino, en segunda derivada, a la solución del proceso abierto en Catalunya y, de alguna manera no inmediata a la llamada cuestión vasca y la consiguiente reconfiguración territorial, Institucional y de gobernanza más allá de un nuevo modelo económico y el rearme del Estado de bienestar tan demandado por la llamada «España del futuro». Desafí­o polí­tico en el marco de una determinada percepción del mundo económico y, en particular, en las opciones de ahorro e inversión de empresas, Instituciones y personas (tanto en el interior como desde el exterior en la economí­a del Estado).

Así­, la primera alerta encendida ha sido el inmediato retroceso del í­ndice IBEX 35 en la Bolsa española (un 3,6%). Este hecho ha desatado, a gran velocidad, la desmedida identificación «Elecciones-Bolsa» y todo tipo de declaraciones de asesores bursátiles y de inversión, de altos directivos empresariales, de los medios de comunicación y la nada sorprendente reacción encadenada de doce ex Ministros de los sucesivos gobiernos de UCD, PSOE y PP alineados en torno a un elemento común: su clara pertenencia al establisment madrileño pre y post democrático… Como es habitual, la confortabilidad de situarse en escenarios conocidos y el deseo de simplificar la realidad en un modelo habitual llevan a apostar por opciones, las más de las veces, corto placistas y repara muy poco en las consecuencias de futuro. En este caso, «facilitar el análisis financiero y dejar para los demás la complejidad social, económica, polí­tica… y de Estado». Es decir, exigir de la polí­tica lo que parecerí­a despreciarse y solicitar dejen en manos empresariales, en exclusiva, una particular e individual aplicación de la democracia. De esta forma, la apuesta inmediata del entorno IBEX 35 es clara: «Pactar la Gran Coalición PP-PSOE o, en su defecto, PP-Ciudadanos con el Visto Bueno del PSOE y/o de otros partidos polí­ticos minoritarios de Orden». Su receta económica posible, la Unidad de Mercado (por no proclamar de forma abierta «La Unidad de España») y la llamada estabilidad (relegar otras decisiones crí­ticas, olvidarse de ideologí­as y practicar una determinada unicidad de programas y polí­ticas en torno al «pensamiento único» alejando de su espacio de control a los «nacionalistas y radicales», potenciales distorsionadores del estatus quo).

Qué duda cabe que hacer de los problemas reales y sistémicos, así­ como de la complejidad llena de retos e incertidumbre, un escenario parcial, plano y cómodo, resulta relajante y hasta, en ocasiones, tentador. Sin embargo, la realidad es otra cosa, sobre todo cuando se apuesta por vivir en democracia con sus virtudes y defectos.

Las alarmas que parecen haberse encendido tras el 20-D, se deben muy poco a los resultados electorales y a las diferentes expectativas de formación de gobierno y un mucho a la realidad de la economí­a española. Conviene recordar que la Bolsa española vení­a retrocediendo, con mayor intensidad y velocidad que la recientemente experimentada, a lo largo de los últimos meses. El verdadero problema es otro. La economí­a española preocupa y genera muchas dudas en el inversor, en especial, extranjero. Recordemos que la deuda privada española es demasiado elevada y que su banca sigue ofreciendo dudas a cualquier observador, que la deuda Paí­s es superior al propio PIB español, que la Banca ha de devolver los préstamos -y rescate- recibidos, que el Gobierno arrastra un grave déficit público y que ha de ingresar 250.000 millones de euros adicionales en 2016, que se sigue desconfiando de la realidad económico-financiera de empresas «exitosas» que representan el «milagro exterior español» y que hoy han entrado en pre-concurso o se han salvado, de momento, «in extremis», por pactos polí­tico-bancarios (ejemplo Abengoa), y que este modelo empresarial y de negocio parece estar muy generalizado en otras empresas con fuerte expansión internacional. Recordemos que persisten algunas empresas clave con serios litigios en el exterior, que su reputación se ha puesto en cuestión, que observamos una veintena de empresas con contratos relevantes no competitivos cuyos logros parecerí­an asociados a un determinado negocio «paralelo de Estado»… y que la lenta e incierta justicia española no termina de resolver los grandes casos de corrupción que tanto han empañado el entorno institucional, polí­tico, empresarial, empezando por la Casa Real.

Recordemos, también, que los grandes desequilibrios persistentes (desempleo, diferenciación y desigualdad territorial, ralentización del crecimiento, etc.), las venas abiertas en el «modelo autonómico» y, en especial, los procesos en curso en Catalunya y Euskadi, la polí­tica general de la austeridad y parón inversor de las Administraciones Públicas, el tejido y modelo económico español (sin abordar lí­neas de cambio) desaniman a cualquier inversor no especulativo o improvisado.

Por añadir factores exógenos, ni  la situación europea y mundial en plena crisis sin resolver (ISIS, Siria, Libia, por resumir), ni la compleja gestión de los acuerdos sobre acogida de refugiados (entrada o parálisis en las fronteras, ausencia de planes reales de acogida, cuestionamiento de principios y valores europeos…), por no citar otros elementos que llevan a ciertas precauciones y reconsideraciones sobre tiempos y tipos de actuación en materia de decisión inversora (precio del barril del petróleo, paralización del crecimiento en paí­ses emergentes, euro-dólar…), parecerí­an aconsejar acelerar inversiones en el Estado español, más allá de quien pudiera gobernar. Resulta más cómodo tratar con viejos conocidos que no cuestionen el pasado y que no supongan nuevas caras e interlocutores con quienes hablar, confiando que el tiempo y el azar resuelvan las cuestiones clave pendientes de resolver.

Estamos, por tanto, ante un panorama complejo que no deja de ser la realidad en la que vivimos y hemos de vivir. Escenarios a los que no es ajena la nueva revolución tecnológica-empresarial que ya está entre nosotros, alterando todos los modelos de negocio en todo tipo de industria, generando nuevos marcos regulatorios, nuevos roles de los Gobiernos, nuevos modos de trabajo y empleo y nuevas propuestas de valor. Son precisamente estos últimos condicionantes los que sacan a las empresas e inversores de su burbuja de confortabilidad más allá de la siempre imprescindible fuerza negociadora de la polí­tica conformadora de gobiernos. Y es precisamente en este marco en el que ha de situarse el compromiso y rol del empresariado en estos momentos. Lejos de reclamar un atajo simplista, la comunidad empresarial tiene un larguí­simo camino por recorrer dentro de su propia agenda de transformación competitiva, de generación de riqueza y empleo, de innovación y de colaboración en la creación de modelos de crecimiento, desarrollo incluyente y compromiso social, interactuando con los espacios territoriales en los que opera a lo largo del mundo (también en España, en Euskadi, en Catalunya, en Galicia… por citar algunos diferenciados, únicos y complejos). La complejidad sistémica en la que estamos inmersos se ve impactada por múltiples factores. Simplificar el diagnóstico con enfoques reduccionistas no impide la fuerza de su impacto y consecuencia.

Ahora es el momento de la polí­tica (con mayúsculas). En un verdadero sistema de democracia parlamentaria en el que conforme a sus  reglas del juego, el sistema electoral de asignación de escaños por circunscripción previamente asignados, determina el peso real de cada jugador representativo y fija el proceso post-elección. Es el momento de la habilidad en configurar un acuerdo suficiente, en términos de escaños, define la capacidad de investir a un Presidente, formar un Gobierno y dirigir un proyecto de futuro. Atrás quedan las propuestas electorales previas, las legí­timas aspiraciones individuales a ejercitar desde la mayorí­a en solitario y las discordancias y rechazos a terceros. Se abre una nueva fase en la que todos han de resituarse, conocidas las nuevas cartas que el reparto adicional ha proporcionado.

De esta forma, el post 20-D exige superar el diagnóstico de resultados y avanzar, desde esta base, hacia la formación de un nuevo Gobierno. Resulta evidente que no hay mayorí­a absoluta directa, que cualquier Gobierno en minorí­a contarí­a con una enorme dificultad y que la mezcla de potenciales compañeros de viaje, ni ofrece garantí­as de permanencia, ni pureza de programas y polí­ticas, ni excesivas simpatí­as ideológicas y personales. Pero esta es la base de partida. A partir de aquí­, merece la pena distinguir entre lo que dice querer cada partido o lí­der en sus posiciones iniciales del proceso negociador, lo que en realidad les preocupa a cada uno de ellos y a los partidos y grupos de interés que representan y lo que, en verdad, pueden compartir con terceros.

En este contexto, el ganador de las elecciones, Rajoy-PP, toma la iniciativa apelando al «sentido de Estado y Responsabilidad» confiando en que se le permita presidir un Gobierno con cuatro pilares básicos: 1) la Unidad de España, 2) la «consolidación en la recuperación de empleo», 3) la no modificación de la Constitución reforzando el «Estatus Quo» y 4) garantizar ante Europa, la continuidad estable del camino emprendido. Entiende que tanto Ciudadanos como, en gran medida, el PSOE comparten este contenido de «Estado». Sabe que, de verdad, tiene más apoyos de lo que parece. Ciudadanos está entregado (sus resultados muy por debajo de su discurso y pretensiones, son un apoyo pero nada decisivos ni hoy y mucho menos en el medio y largo plazo) y el PSOE funcionarial y del establishment, además de temer unas nuevas elecciones inmediatas que pudieran perder con claridad ante Podemos, son conscientes que pactar otra alternativa les obligarí­a a ceder demasí­a a Podemos. Se debaten entre el desgaste progresivo, las presiones internas para destronar a la cúpula actual, la pérdida de empleabilidad de muchos de ellos y, sobre todo, de iniciar un recorrido en el que no creen o para el que no se sienten preparados (derecho a decidir, plurinacionalidad, Cataluña, Euskadi, anti-polí­ticas europeas dominantes fruto del acuerdo cerrado PP-Socialistas en Bruselas… y un Plan Económico y de Bienestar superado tanto por el PP como por Podemos o, por supuesto, por los nacionalismos en cuyos territorios ellos retroceden poco a poco). Su rechazo a coaligarse, su acompañamiento firme y definitivo puede llevarles, sin embargo, a «un dejar hacer envenenado» intentando el desgaste, intentar liderar una oposición con iniciativas desde el Parlamento y confiar en una legislatura corta y de fracaso.

Por contra, una iniciativa con y/o desde PODEMOS parecerí­a, a priori,  excesivamente compleja: un disputado liderazgo con el PSOE y un aventurado viaje con los nacionalismos vasco y catalán y sus respectivos grupos de coalición si bien con la esperanza de, una vez dado el paso, favorecer la desintegración de IU, militantes y dirigentes del PSOE en una supuesta  «Unidad Popular y de Izquierdas», para acelerar medidas sociales y populares si bien son conscientes de su aún débil estructura de partido y su imprecisa polí­tica económica y de gobierno. Lo suyo serí­a forzar nuevas elecciones ganando peso y tiempo… pero no es ni lo que demanda la sociedad, ni lo que ellos mismos vislumbran como escenarios sostenibles.

A la vez, este segundo esquema alternativo serí­a el más atractivo para las minorí­as nacionalistas. Por supuesto, no por creer ni en Podemos, ni en la obligada confluencia con el PSOE pero sí­ como catalizador de un nuevo proceso: 1) facilitar, parcialmente, una «nueva ruta catalana hacia la desconexión», seguramente a mayor plazo del previsto, con las fases intermedias de una Consulta-Referéndum Delgada desde la Administración Central y un nuevo Sistema Fiscal y Financiero, intermedio, base de un proyecto y futuro. En Euskadi, reforzar el proyecto semiparalizado del Parlamento en pos de un avance en el autogobierno, blindaje de concierto y espacio-calendario para una consulta y ejercicio del derecho a decidir. Proceso acompañado de un compromiso acelerador del Acuerdo final para la desaparición de ETA, espacios de solución al conflicto de las cárceles. En todos estos casos, propiciar una cierta «revisión plurinacional» de la polí­tica re centralizadora seguida desde Madrid hasta hoy y «desandar» los pasos legislativos del PP que todos (desde la oposición) han dicho que suprimirí­an (leyes Wert, entidades reguladoras no independientes, polí­tica fiscal y financiera , polí­tica de salud, empleo, pensiones y estado de bienestar…) con una revisión sustancial del reparto competencial entre Administraciones y superar el oscurantismo en Defensa, además de abanderar la tantas veces mencionada «regeneración democrático-institucional». Eso sí­, se tratarí­a de una opción que no permite suponer grandes transformaciones en la polí­tica europea que tan errática y confusa se ha vuelto y que no ha favorecido ni el crecimiento, ni la actuación anti crisis, ni mitigar la desigualdad, ni avanzar en una configuración alternativa a la negativa estructura de Estados vigentes. Pero Europa se mueve y desde sus entrañas (por ejemplo Reino Unido) podemos observar nuevos horizontes. Existe un cierto campo de maniobra que sin un enfrentamiento radical pudiera lograrse (parcialmente).

Sin duda, siendo una alternativa compleja la segunda de las opciones, serí­a más coherente con la realidad y demanda de la sociedad y de las necesidades del Estado que el atajo dogmático del Presidente Rajoy, pretendiendo dejar todo como está, bajo el sueño de una nostálgica «Unidad Nacional» y de un voto en blanco a su polí­tica del pasado. Resulta difí­cil aceptar que quienes no demostraron altura de miras y visión y compromiso de Estado ante un caso Gí¼rtel y/o una mayorí­a absoluta, reclamen hoy, de los demás, vocación de Estado («de su Estado»), para hacer más de lo mismo. Parches, que no estabilidad.

Es verdad que ni una sola legislatura, ni un solo perí­odo de gobierno cambian toda una trayectoria o transforman un Estado, su tejido económico. Tampoco es el Gobierno, sea el que sea, quien resuelva todos los problemas de una sociedad. Pero el Gobierno y el Congreso han de jugar un rol esencial, no ya en su perí­odo de sesiones, sino en su compromiso del proyectar el futuro. Una vez más, la propuesta Rajoy es la apuesta por el pasado, la del PSOE el inmovilismo argumentado y cómplice. Así­ las cosas, las dificultades del cambio con un Podemos aunando otras fuerzas puede ser una oportunidad al margen de los riesgos que proyecta. Lo que sí­ conocemos con certeza es que llevamos demasiado tiempo con recetas del pasado y resultados insatisfactorios. Quizás ha llegado el momento de explorar nuevos caminos, caminos complejos, de riesgo, pero de esperanza. Y, en paralelo, mirar hacia dentro de las diferentes fuerzas polí­ticas y de las propias estructuras de Estado, y repensar estrategias al servicio de las cambiantes demandas de la sociedad.

Nadie tiene la varita mágica para una respuesta única. Son muchas las alternativas por recorrer (en Euskadi hemos experimentado muchas de ellas, con carácter pionero en el Estado, desde los diferentes gobiernos en minorí­a con o sin apoyo y compromiso de estabilidad, pactos de legislatura -algunas pactando Acuerdos y espacios de desacuerdo-, Gobiernos de coalición -con todo tipo de combinaciones- fijando siempre una serie de elementos clave garantes de unos mí­nimos programáticos de futuro y lí­neas rojas a no traspasar). Confiemos que nuestros representantes acierten, en los plazos legales previstos, en los acuerdos necesarios que faciliten la gobernabilidad y, sobre todo, la aplicación de polí­ticas adecuadas para mitigar problemas y desequilibrios, impulsar la reactivación económica, reforzar un estado de bienestar sostenible y eco-sistemas adecuados, garantes de un proyecto real de futuro y no una falsa salida coyuntural, acordes con la idea de un verdadero Estado plurinacional que, se quiera o no, existe y, además, es la única garantí­a de un futuro a partir de una realidad de desequilibrio territorial… Y, por si en verdad fuera tan relevante, su reflejo en Bolsa ya está descontado.

El Contraste de Estados Unidos: una semana dispar para la reflexión

(Artí­culo publicado el 13 de Diciembre)

El enorme privilegio de visitar con frecuencia los Estados Unidos por motivos académicos y profesionales, en diversas ciudades y con la perspectiva de diferentes organizaciones, instituciones ,industrias y empresas, supone una enriquecedora fuente de conocimiento a la vez que disponer de un observatorio permanente sobre la realidad de este relevante Paí­s, cuyos debates, polí­ticas, tendencias, comportamiento y actitudes generan un considerable impacto, bien de manera pasiva bien activa, en nuestras vidas a lo largo del mundo y del tiempo.

Así­, a lo largo de esta semana he tenido la oportunidad de «convivir» con diversos acontecimientos, en aparente desconexión y sin embargo plenamente entrelazados. Empezaba la semana con unas altisonantes declaraciones de Donald Trump, candidato republicano a la Presidencia de los Estados Unidos, que, como viene siendo habitual, se convierten en el centro de la noticia, provocando una profunda polémica y generando todo un debate que ha ocupado -y ocupará por meses- el Prime Time de los medios de comunicación. Trump aprovechaba una conferencia electoral ordinaria para proponer la inmediata prohibición de entrada en Los Estados Unidos a todo ciudadano musulmán. Trump argumentaba su propuesta debido a que «estamos en guerra (apelando a las declaraciones de Obama, Hollande, Cameron…) y mientras nuestros representantes y dirigentes polí­ticos no se enteren de lo que pasa en el mundo islámico, no sepan con que intenciones nos visitan, quienes y por qué nos odian y por qué quieren suprimir nuestros valores, destrozando nuestras casas, familias y ciudades. Mientras no sepamos si vienen a ponernos bombas, a realizar actos terroristas… debemos negarles la entrada«. «La administración Obama no tiene ni idea de lo que pasa y se limita a pronunciar discursos polí­ticamente correctos sin afrontar los verdaderos problemas. Se oculta tras un burocratizado sistema de inteligencia que tan solo sabe explicar, a posteriori, las razones por las que se supone eran sospechosos bajo descontrol evidente». «Necesitamos entrar en sus mezquitas, controlar a sus miembros, conocer lo que predican y comparten, la guerra emprendida es desigual y hemos fracasado, no sabemos que es el ISIS y, poco a poco, como pasa en Francia, las policí­as se niegan a entrar en determinados barrios por temor al poder real ya en manos de esta gente».

Ante tal propuesta y argumentos, afortunadamente, las reacciones polí­ticas e institucionales, empezando por declaraciones de los principales dirigentes de su Partido, han sido coincidentes en la descalificación tanto del propio Trump como de sus ideas. Se han apresurado a recordar que el éxito o eficacia en los negocios está demasiado alejado de los conocimientos y capacidades necesarios para dirigir un Paí­s y, todos, han echado mano de la Constitución para resaltar los valores esenciales de libertad y no discriminación ni por credo o raza. El propio portavoz republicano en el Congreso, Paul Ryan, azote del Presidente Obama, le descalificaba e insistí­a en que su partido ni defiende esas ideas ni se siente reflejado en la provocación de Trump añadiendo que los musulmanes, lejos de ser nuestros enemigos, son la verdadera solución, son amigos colaboradores en la defensa de la paz y la libertad, compañeros imprescindibles en este desafí­o.

No obstante, si bien esta ola de opiniones contrarias al mensaje de Trump (quien por cierto promueve una gran actividad de negocio en los paí­ses del universo islámico), han sido rechazadas, la candidata demócrata a la Presidencia, Hillary Clinton, advertí­a que más allá del ruido y la torpeza del personaje y de lo afortunado o no de las palabras, el verdadero problema es que la mayorí­a republicana (electores y dirigentes) comparten esas ideas y lí­neas de acción. Una muestra es el último sondeo electoral que otorga a Trump el 35% del voto republicano, alejado del 16% de Cruz, 13% de Rubio o el distante 3% de JEB Bush. Es verdad que se trata de un sondeo y que el proceso de primarias es aún largo hasta marzo del año que viene, pero la tendencia agranda distancias semana a semana y son muchos los que ya temen su potencial presidencia. Sea o no aceptado, el hecho cierto es que ha pasado a dominar el espacio mediático y todas las televisiones no solamente emiten sus entrevistas, las opiniones y contra opiniones de unos y otros, sino que las acompañan de recientes reportajes en torno al Yihadismo, la financiación de ISIS, los procesos de radicalización de ciudadanos norteamericanos convertidos al Islam, etc. Estado de opinión que se ve, además, influido por la noticias en torno al último atentado terrorista en San Bernardino, California (14 muertos en atentado y los dos terroristas abatidos posteriormente en enfrentamiento con la policí­a), agravando la polémica por el hecho de que el matrimonio terrorista era, al parecer, un matrimonio de conveniencia de posible inspiración desde ISIS y que ha puesto patas arriba el proceso de concesión de visados en los Estados Unidos además de serias dudas sobre el seguimiento y control que el FBI y los sistemas de inteligencia estadounidenses. Caldo de cultivo para una población que no olvida el 11-S. El propio Obama, en el Capitolio, pronunciaba uno más de sus solemnes discursos apelando al 150 aniversario de la abolición de la esclavitud mientras un Informe del Congreso pide su imputación por el canje de prisioneros obviando la obligación constitucional de consulta previa al propio Congreso. Tiempos revueltos que se ven reforzados por nuevos brotes de manifestaciones ante nuevas evidencias de torturas y actuaciones intolerables en policí­as democráticas. En definitiva, toda una ola de inputs favorecedores de posiciones extremistas como las alentadas por Trump.

Pero contra este preocupante y pesimista panorama, debemos recordar que la sociedad estadounidense no es solo Trump y sus ideas. En paralelo, la semana también nos ha llevado a un escenario completamente distinto en el ámbito académico. En este caso, en la Universidad de Harvard, profesores e investigadores de más de cincuenta nacionalidades distintas en representación de más de 100 Universidades y centros de Investigación a lo largo de los cinco continentes, debatí­amos en torno a la «Revolución 4.0″, de la que ya formamos parte, con o sin conciencia de ello y cuyas consecuencias anuncia sustanciales cambios en nuestras vidas, en nuestras empresas y gobernanza, que más allá de los cambios tecnológicos que conlleva, ofrece modos diferentes de trabajo y empleo, una nueva educación, nuevos sistemas colaborativos y de relación, con la demanda de nuevas capacidades y, por supuesto, esperanza y oportunidad de un intenso y positivo proceso generador de riqueza, empleo y prosperidad. Nuevos espacios de competitividad que, por encima de su complejidad, riesgos y desafí­os, alumbran un nuevo mundo de desarrollo inclusivo al servicio de las necesidades y demandas cambiantes de la Sociedad. Nuevos espacios colaborativo que reclaman el compromiso de sociedades diversas. Esto también es la sociedad estadounidense. Como lo era otro foro diferente, también en esta convulsa semana, en el que en clara sintoní­a, en el contexto cultural, diferentes Instituciones museí­sticas y culturales se planteaban la manera de orquestar una constelación de conocimiento al servicio del arte, la educación y la cultura en mundos tan diversos como los  Estados Unidos, Europa, Asia y su extensión a espacios geográfico-culturales distintos. Credos, razas, religiones, culturas y ambiciones de futuro diferentes, compartiendo la construcción de nuevos proyectos.

Qué duda cabe que las luces navideñas (o de Yannuca, o de las celebraciones paganas o multi culturales, religiosas o laicas de fin de año), con el pretexto de la fiesta, la alegrí­a y el optimismo positivo para un mejor año, que inundan las ciudades norteamericanas repletas de familias y amigos disfrutando de ilusiones en el decorado de la época, ofrecen una vista diferente del momento. Sus restaurantes repletos, sus iglesias y templos ofreciendo recitales y conciertos  además de sus ceremonias propias, sus calles multirraciales y multiculturales… nos proyectan la imagen de la mezcla de culturas originarias y foráneas que han construido este Paí­s, en apariencia homogéneo y sin embargo diverso, que definiera mi querido y viejo profesor, Lionnel Johnson, en sus ya lejanas clases en la siempre recordada Filadelfia, cuna de la Independencia, igualdad y libertades como un  auténtico «melting pot«, que se resiste a elegir la utópica garantí­a de seguridad sobre la libertad en detrimento, además, de la desigualdad y el temor. Una sociedad viva que se ve mejor representada por el optimismo esperanzador del encuentro académico señalado, empeñado en construir un mundo deseable y próspero afrontando los desafí­os que implica, y no el pesimismo paralizante de las graves dificultades que atravesamos.

Sin duda, una semana de contrastes. Que la razón y los valores esenciales que han aflorado ante el oportunismo del miedo y la desesperanza, dominen el camino a seguir.

Invertir en un mundo frágil

(Artí­culo publicado el 29 de Noviembre)

En el marco de noticias derivadas del proceso catalán para su «desconexión» de las estructuras de Estado y la Declaración Institucional del Parlament para anunciar su propósito y futuras lí­neas de acción, más allá de la crónica diaria del desencuentro entre los ganadores de las elecciones cara a la formación de un gobierno, cobra fuerza una determinada lí­nea editorial y de debate destacando «una ola de traslado de empresas desde Catalunya a España (Madrid en su mayorí­a)».

Si bien resulta evidente que es obligación de todo administrador el análisis de su entorno empresarial y la adecuada elaboración y gestión de su «Mapa de Riesgos», no deja de ser llamativo el contenido de los mensajes emitidos desde diferentes organismos y foros económico-empresariales que, como no podrí­a ser de otra manera, se ven influidos por la ideologí­a personal de quienes los componen o dirigen y un sorprendente ruido mediático unido a una aparente campaña de desencanto y miedo.

Así­ las cosas, parecerí­a instalarse la idea de que tras un titular de prensa («3.000 empresas dejan Catalunya tras las elecciones»), la incertidumbre a una propuesta del Junts Pel Si y la CUP habrí­a provocado, de inmediato, la huida. Una huida que no parece reparar en el análisis comparado de los procesos de creación, mantenimiento y cierre empresarial, ni de la dirección de traslados de domicilios sociales, operativos o fiscales de las empresas, ni de los efectos de la crisis a lo largo del tiempo, o de los cambios legales y económicos así­ como de las oportunidades de negocio, fuerzas del mercado o aglomeración y concentración empresarial. Basta señalar, antes de seguir adelante, que si en 2.015 han sido 3.000 las empresas que han salido de Catalunya, eran 4.500 las que lo hací­an en los años anteriores desde la crisis del 2.008. Y, adicionalmente, resulta oportuno recordar que su traslado mayoritario, lo era y es hací­a Madrid.

Un Informe de D&B Informa, especialista en Información Comercial y Financiera, compara la «mudanza» de domicilios (no siempre acompañado de cambio de sede fiscal o social) entre Catalunya y Madrid. En el último año, 1.106 empresas han dejado la Comunidad de Madrid y 738 han salido de Catalunya. Madrid cuenta en su tejido económico con un 1,1% de empresas medianas y grandes, mientas en Catalunya suponen el 0,7%. En ambas, son las microempresas las que suponen el 56% de su tejido empresarial. Además de la mudanza, cabe recordar que en el caso de empresas de «alto crecimiento» (las que han aumentado sus ventas o número de empleados en un 20% anual en los últimos tres años), Catalunya supera a Madrid (1.145 vs 930 empresas) y tiene el mayor nivel de empresas activas de todo el Estado español (594.000) con un 18%. Madrid, otros factores al margen, como capital del Estado, en un marco de excesiva centralización, concentra las mayores empresas con participación pública (directa e indirecta), multinacionales, sociedades instrumentales NO operativas, entidades financieras, SICAV’s, etc. asociadas no directamente al mercado y economí­a real en su operación e implantación territorial.

Con estos datos, cabrí­a preguntarse, entonces, ¿por qué Madrid resulta más fiable, más rentable, más certera y segura, menos frágil y, en definitiva, más competitiva como territorio y contexto socio-económico-polí­tico para las empresas con base en Catalunya?

El escenario español, Catalunya aparte, ofrece una clara incertidumbre en su gobernabilidad. A falta de conocer el impacto que la reciente ola de terror que ha rebrotado en Europa y el mundo que «favorecerờ el voto hacia partidos tradicionales haciendo «mejorar» las expectativas de PP y PSOE, todo lleva a contemplar la entrada de nuevos jugadores en el sistema español, la casi obligada necesidad de pactos anti natura (al menos en temas como la economí­a, la fiscalidad, el modelo de Estado y la concepción de un Estado de Bienestar), arrastrando cambios en los gobiernos de las diferentes Comunidades Autónomas sujetas a débiles pactos que han facilitado el control de minorí­as. Ni que decir que la España que pudiera parecer atractiva para el traslado está invadida de una lacerante corrupción, de una clara desafección de los ciudadanos a sus Instituciones, de un insoportable intrusismo entre poderes cuestionando el rol independiente de la Justicia. Factores de alto riesgo que ahondan los graves desequilibrios macroeconómicos que se siguen aquejando, en un contexto de desempleo y desigualdad agobiante que cuestiona todo proyecto de crecimiento y desarrollo. ¿En dónde reside la ventaja competitiva para «ir a Madrid»? Más allá de las empresas, parecerí­a que los beneficios se asocian a las personas concretas que verí­an mejorar su contribución fiscal y su «confortabilidad ideológica». Criterios y objetivos legí­timos y nada desdeñables pero que han de identificarse correctamente para no perder en ese juego la viabilidad y competitividad real de las empresas que dirigen.

Las empresas (y, sobre todo, los empresarios), por definición, conviven con el riesgo y asumen la inevitabilidad de gestionarlo. El beneficio esperable, por otra parte, suele estar asociado con dicho nivel de sobre-riesgo evitando el escenario plano y no diferenciado al que se «enfrentan» las empresas con su competencia en los diferentes mercados. Hace unos dí­as, por ejemplo, el Consejero Delegado de la primera empresa española de petróleo, explicaba su apuesta, por encima de cualquier otro paí­s y entorno: Bolivia. Sin duda un paí­s no exento de ciertos riesgos. El presidente de uno de los principales bancos con presencia en el Estado español, renovaba una gran apuesta por inversiones relevantes en Turquí­a. Las principales empresas «españolas» con elevada cuota global, obtienen más del 60% de sus ingresos y beneficios en paí­ses emergentes con todo tipo de comportamiento y diferentes niveles de riesgo. El mundo entero supone un espacio de fragilidad en el que invertir está lleno de incertidumbre.

Parecerí­a que, más allá de reuniones y análisis coyunturales, las empresas que han de plantearse su continuidad o no en un determinado Territorio (algo más que un Mercado), deberí­an recrear su verdadero «Diamante de Competitividad», atendiendo al conjunto de factores que explicarán, finalmente, sus resultados. ¿Una Catalunya «desconectada», dentro o fuera de un «Nuevo Estado español» y/o «dentro/fuera de una Nueva Europa por redefinirse» perderá o ganará ventajas competitivas para el tipo de actividad y ofertas que ha de realizar la empresa en cuestión? ¿Desaparecerá el mercado catalán de 7 MM de habitantes europeos con un alto nivel de renta, bienestar y consumo? ¿Desparecerá la cultura empresarial, su tejido interrelacionado, sus amplias redes clusterizadas en las principales industrias que hoy operan en Catalunya? ¿Cambiarán las polí­ticas económicas de una futura Catalunya? ¿Obtendrán beneficios las empresas que se trasladen fuera de Catalunya en sus operaciones con/en Catalunya en el futuro?

Más bien, cabrí­a esperar de una empresa que cuando entra en un paí­s, salvo en situaciones verdaderamente excepcionales, apuesta por quedarse «para siempre», integrándose en el entorno, contribuyendo a fortalecer el propio «diamante y contexto competitivo del Territorio». Su gestión, su polí­tica, su interacción con el resto de agentes será, esencialmente, «Institucional», más allá de simpatí­as o preferencias ideológicas y personales.

La fragilidad, la violencia, el conflicto, la volatilidad… hacen más complejo aún, si cabe, el mundo de la empresa y una toma de decisiones. Grandes y crecientes bolas de riesgo, de pobreza, de desigualdad, de confrontación, de potencial inseguridad jurí­dica, de enorme transformación polí­tica y de cuestionamiento institucional, amplifican incertidumbre y complican la generación de estrategias de éxito. Por supuesto que cualquier elemento adicional, generador de un mayor grado de incertidumbre, obliga a una revisión rigurosa de los contextos en que una empresa ha de moverse. De la misma forma que debemos analizar una Catalunya pre y post «desconexión», ha de hacerse para una España con o sin Catalunya, o para una Gran Bretaña dentro o fuera de la Unión Europea o, en su momento, en una Escocia junta o separada del Reino Unido. Ahora bien, no confundamos ni la Competitividad empresarial, ni la Competitividad de un Territorio con decisiones, percepciones y comportamientos personales. Actitudes y decisiones absolutamente legí­timas.

Es un momento en el que, más allá de Catalunya, el mundo ha de replantearse el cómo fortalecer las inversiones en un contexto de fragilidad, necesitado de un desarrollo inclusivo.

Imaginación y Voluntad Polí­ticas. Combustible para una solución

(Artí­culo publicado el 15 de Noviembre)

Cuando para algunos parecerí­an resultar inamovibles los diferentes estatus quo vigentes que llevarí­an a dar por rí­gidos y predeterminantes los marcos legales en curso, con independencia de las sensibilidades y deseos cambiantes de la sociedad a lo largo del tiempo, observamos cómo, en el propio corazón de Europa, en el seno de una democracia histórica referente (el Reino Unido) se da un nuevo paso hacia un potencial futuro distinto sometiendo la decisión a un referéndum vinculante.

En lí­nea con el compromiso recibido de las Cámaras de Lores y Comunes, el primer ministro David Cameron ha de convocar, antes de finales de 2017, un referéndum sobre la continuidad o salida del Reino Unido de la Unión Europea. Should the UK remain a member of the EU? Sencilla y directa pregunta a la espera de un SI o un NO. ¿Deberá el Reino Unido seguir en la UE? Así­, el conocido BRexit (la salida de la UE) es mucho más que una expectativa real (últimas encuestas de esta semana dan la mayorí­a al NO) optando por un nuevo camino que dé por finalizado, de manera amistosa, el enlace de 1972 incorporando al Reino Unido a la Unión Europea. Es decir, Parlamento y Gobierno británico iniciaron un proceso hacia la «desconexión» de las estructuras polí­ticas y de gobierno de la Unión Europea. Proceso que culminará, en su caso, con la aprobación democrática de sus ciudadanos.

Esta semana, Cameron ha dado el pistoletazo de salida a una negociación previa con la UE de modo que si consigue una reforma del Tratado Europea en «áreas y cuestiones sensibles», puede liderar el SI para mantenerse en la UE. Anuncia que, en caso contrario, pedirá la salida. Cameron ha iniciado este proceso negociador remitiendo una carta al Presidente del Consejo Europeo, en la que adelanta que se trata de tomar «una decisión final» que «resulte irreversible» y que, en su opinión, no solamente no es una «misión imposible», sino un ejercicio de reformas imprescindibles para el bien de una «nueva Europa» por construir, para el Reino Unido y, por supuesto, para la inmensa mayorí­a de los Estados Miembro de la Unión. Exige, para lograrlo, «voluntad e imaginación polí­ticas».

Así­, más allá de las formas, Cameron no pide pequeños retoques, compensaciones económicas concretas o aplicación de «solo la ley pero toda la ley» que dirí­a el presidente Rajoy ante la voluntad del Parlamento de Catalunya, por ejemplo, sino «una nueva ley, un nuevo tratado, unas nuevas reglas del juego y una nueva relación UE-UK». Bajo el reclamo de cuatro áreas de reforma (1. La no extensión y aplicación obligatoria de la prevista unión bancaria, fiscal y financiera a todos los Estados Miembro de la Unión y la consiguiente co-existencia de múltiples monedas más allá del Euro; 2. La supremací­a de la soberaní­a nacional de todos y cada uno de los Estados Miembro sobre la UE en su conjunto y la consecuente renovada gobernanza y capacidad de decisión y veto en los paí­ses miembro; 3. Reformar el estado de acogida y bienestar para los inmigrantes de modo que la UK fije las normas y requisitos de asilo, ciudadaní­a, residencia, nacionalidad y acceso a los beneficios sociales; 4. «Reescribir la COMPETITIVIDAD en el ADN de toda la UE», empezando por la reforma absoluta de su burocracia, la regulación innecesaria y el discurso vs. la eficiencia y las polí­ticas reales y directas en favor de la economí­a), Cameron defiende una singular pertenencia a una nueva Europa diferente a la actual tras un verdadero compromiso de reinventar el modelo, sus objetivos y contenidos, gobernanza y la redefinición de la co-soberaní­a. La propuesta supone cambiar la Constitución -Tratado- europea.

Un nuevo proceso abierto. El debate en el Reino Unido se intensifica y los partidarios del Vote Leave (Votad Salir) acusan la carta como una «trampa retórica» para acuerdos de maquillaje, mientras quienes quieren la continuidad en la UE advierten de los peligros (pérdida de prosperidad, disminución de influencia internacional, pérdida de mercados, huida de bancos y multinacionales, castigo arancelario a las exportaciones británicas), representantes del Tesoro y de instituciones internacionales desde Estados Unidos advierten que la «nueva estrategia norteamericana es la de suscribir tratados con plataformas de paí­ses y no con paí­ses individuales como el reciente caso del TTP» y las agencias de rating (Standard & Poor’s) advierten que la salida le supondrí­a al Reino Unido perder uno o más escalones en la calificación de su deuda. Y curiosamente, vuelve al centro del debate ESCOCIA.

Quienes ante el referéndum escocés del año pasado, utilizaron el miedo para evitar el UK (Reino Unido sin Escocia), además de invertir sus argumentos, destacan que se producirá una «peligrosa división en el Paí­s ya que mientras el Reino Unido se va, Escocia quiere formar parte de la Unión Europea». Las amenazas contra Escocia de perder la contratación en sus astilleros por dejar de ser Europa, la huida de las empresas ante la «inseguridad jurí­dica» y su «descalabro económico y financiero», las «excesivas inversiones que habrí­an de acometer para fijar aduanas, fronteras, seguridad, defensa, etc.», aparecerán hoy en «bandos contrarios» intercambiando argumentos.

Así­ las cosas, es nada menos que Cameron quien hoy apela, también, al modelo Noruego-UE. Es decir, pensar en otros modelos de relación que permitan participar del espacio económico europeo, de los principales beneficios y espí­ritu social de la UE, de las relaciones económicas y comerciales preferentes, compartir espacios de justicia, seguridad… pero desde la capacidad y derecho a decidir tu propio destino.

En paralelo, la adecuación previa de los Tribunales españoles al servicio de una posición del Gobierno español y su oposición al objeto de enrocarse en una determinada «Unidad de España», lleva a la anómala situación de advertir a una Asamblea Soberana y a un futurible gobierno la prohibición de promover iniciativas legislativas, estudios de viabilidad, prospectiva de futuro, análisis de modelos comparados que, por ejemplo, consideren nuevas formas de diseñar unas polí­ticas de prevención, protección, bienestar y seguridad social, o nuevos instrumentos de financiación (incluido un Banco Público, por ejemplo) que garanticen el acceso al crédito a empresas, ciudadanos e Instituciones catalanas, incluso cuando las Cajas de Ahorros de implantación territorial han desaparecido y la dirección de las de sus principales entidades financieras (privadas) anuncian que en el caso de una elección democrática por la independencia, abandonarí­an Catalunya.

Nuevas y diferentes ví­as y modelos para abordar cuestiones esenciales en el deseo y voluntad de los pueblos. Nuevas ví­as, nuevos modelos de relación, diferentes maneras de revisar las estructuras de «Gobierno y Estado» con que hemos de dotarnos al servicio de los deseos y voluntades de las diferentes sociedades. Unos son procesos de clara vocación democrática, otros cuestionables aunque fijados desde la ley vigente «y los principios constitucionales» que dirí­a el rey de España (como en su dí­a dijera su padre cuando juró los principios del Movimiento). Sin duda, con Cameron, optamos por el combustible democrático de la voluntad y la imaginación polí­ticas. También en este caso, observamos que no existe -afortunadamente- un pensamiento único.

El Reino Unido está inmerso en un proceso abierto al debate, la confrontación de ideas, el contraste de argumentos a favor y en contra. Sus ciudadanos (NO toda la población de los 28 Estados Miembro de la UE) votarán en libertad y decidirán su futuro dentro o fuera de las estructuras de la Unión Europea. Si su opción es salir dando la mayorí­a al BRexit, no significará que abandonan ni Europa, ni a los europeos. Optarán por nuevas estructuras, nuevos modelos de relación y una forma diferente por apropiarse de su futuro y dirigirlo.

La riqueza de la democracia.

«Aprendiendo del Nobel de Economí­a: comprender las decisiones de los menos favorecidos»

(Artí­culo publicado el 1 de Noviembre)

La concesión del premio Nobel de economí­a al profesor escocés-estadounidense Angus Deaton se alinea perfectamente con la principal lí­nea de debate, preocupación y estudio en la economí­a de nuestros dí­as en torno a la creciente desigualdad existente.

Si la reciente Cumbre del milenio, convocada por Naciones Unidas al objeto de evaluar el grado de cumplimiento de los objetivos propuestos para este último decenio y proponer una nueva agenda hacia la sostenibilidad en el marco del inacabable desafí­o para un modelo de crecimiento inclusivo, destacaba un tí­mido avance en la capacidad demostrada en la contención o reducción global de la pobreza extrema, a la vez que reconocí­a el fracaso en el logro de la mayorí­a de los objetivos previstos y resaltaba su insuficiencia, serví­a para retomar un compromiso mayor en torno a la disminución de la desigualdad creciente. Una desigualdad observable entre continentes, entre Estados o Paí­ses, entre ciudades y, en especial, manifiesta entre regiones dentro de un mismo Paí­s, o entre barrios de una misma ciudad o, ni qué decir, entre familias y personas en una misma comunidad. Desigualdad creciente que, ante la proximidad, hace sentir y percibir una mayor distancia entre iguales y se convierte en un detonador de malestar, agravios y desafección y desconfianza que, a su vez, más allá de la falta de justicia y equidad, dificulta o impide participar de un espacio de futuro que, bajo la beneficiosa proclama global, esconde la desigual realidad entre unos y otros. Esta percepción negativa, esta desafección respecto del futuro, de sus lí­deres y gobernantes, cuestiona cualquier modelo de crecimiento, desarrollo y bienestar tradicional, amparado en la necesidad de invertir, crecer… y, más tarde, si los resultados obtenibles lo permiten, repartir y abordar las demandas sociales, colectivas y equitativas deseables. Crecimiento y/o desarrollo inclusivo es la lí­nea objetivo del nuevo pensamiento económico.

En este contexto, los trabajos del profesor Deaton, buscando explicaciones a la interrelación entre las decisiones individuales del consumo, ahorro e inversión de las personas, más allá de su capacidad teórica para tomarlas, los diferentes modelos y formas (además de ritmos y tiempos) de desarrollo, las modalidades del llamado estado de bienestar y felicidad a lo largo del mundo, la pobreza en sus diversas manifestaciones relativas, han contribuido, a lo largo del tiempo, a cuestionar la validez de fórmulas y recetas tenidas por inmutables y han trascendido de la macroeconomí­a y las bonanzas generalizadas atribuidas, para dar paso a la consideración de intangibles tan relevantes como la cultura, la psicologí­a, el estado de ánimo, el grado de asunción del destino de cada uno, la historia de los colectivos sociales, nuestro comportamiento social y, en definitiva, a la apreciación de una economí­a diversa, en contextos distintos y bajo el valor determinante de la aproximación microeconómica dominada por el entorno próximo en el que vivimos. La trascendencia del impacto directo de lo próximo, tantas veces distorsionada por las bondades macroeconómicas que parecerí­an un determinante genético único, capaz de regir sociedades globales únicas e igualitarias, parecen sucumbir ante la evidencia observable. Diferentes protagonistas, diferentes contextos, diferentes voluntades, ofrecen diferentes resultados y, también, exigen, diferentes recetas, desafí­os y estrategias.

Deaton, como otros muchos autores, ha sabido salir de su espacio de confortabilidad académica (en este caso de Princeton) para observar la realidad de los paí­ses emergente (en especial, La India) y comprobar cómo las recetas aprendidas, de supuesta validez universal, no constituyen un remedio ni absoluto ni único para las necesidades de la gente. Sus reiterados trabajos en el campo de la salud, por ejemplo,  han puesto de manifiesto que dos enfermedades no siempre son iguales, que no hay dos enfermos iguales y que no han de tratarse de igual forma en todas partes. La educación para la salud, el compromiso con la misma, los modos y sistemas de tratamiento, la aplicación de los medicamentos… difieren en resultados, también, en aquellos menos favorecidos en contextos rurales o urbanos diversos. El individuo, en cada contexto, ante un mismo input, toma decisiones distintas. Ni qué decir de su «reformulación» de la pobreza relativa haciendo obsoletos los sistemas e indicadores estadí­sticos clásicos.

Gracias a observaciones y aportaciones en apariencia tan simples y naturales, más allá de la sintoní­a teórica o académica, el mundo se viene rodeando de múltiples iniciativas, de un cada vez mayor número de autores y movimientos en favor de principios incluyentes para el desarrollo, de modelos de crecimiento novedosos, de estrategias empresariales innovadoras, que empiezan por redefinir sus propias visiones y objetivos,  redefinen productos y soluciones, recomponen sus cadenas de valor y su rol dentro de las mismas, generan espacios de trabajo colaborativo y compartido, ponen el acento en un valor empresarial y social convergente y se permiten discrepar de un pensamiento único simplista y, en apariencia, inamovible. Bienvenida esta nueva ola académica, empresarial, gubernativa y práctica que parece calar, también en las Organizaciones Internacionales y que, esperemos, terminen dominando sobre sus agentes, instrumentos y programas financieros que las más de las veces han suplantado la capacidad y autoridad decisoria de quienes formulan las visiones, estrategias y polí­ticas, bajo la excusa de la capacidad técnica para dotarse de recursos, más allá del logro de sus verdaderos objetivos al servicio de las personas.

Es por eso por lo que cuando la Academia sueca se acerca a la realidad, premia a quienes se comprometen en la generación de impacto real en la Sociedad, avalan su larga trayectoria y no eligen el camino fácil de premiar la promesa y verbo del mañana, nos felicitamos y aplaudimos su existencia, labor y mensajes transmitidos.

Hoy, el mundo reclama nuevos modelos, nuevos resultados, nuevos liderazgos capaces de asumir (y gestionar) riesgos, que provoquen cambios reales, incluyentes, para una Sociedad ni excluyente ni aceleradamente desigual.

Si bien, no obstante, para algunas lí­neas editoriales «liberales» se trata del «Camelo de la Economí­a», la desigualdad, la ausencia de resultados aceptables y la deteriorada oferta de futuro que para muchos margina de proyecto alguno, parecerí­a obligar a probar otros caminos. No se trata de propiciar crecimiento incluyente, sino un mundo incluyente o inclusivo antes, durante y después del crecimiento. Que el 80% de los beneficios de la crisis del último decenio en Estados Unidos se concentren en el 1% de la población no parece un buen indicador para un mundo que aspira a situar a la persona en el centro prioritario del desarrollo humano.

Así­, nuevos modelos de desarrollo, nuevos diseños, comportamientos y roles de la empresa y de quienes disfrutamos de un empleo, nuevos desafí­os de los gobiernos y renovados compromisos hacia la academia para priorizar el impacto de su trabajo en las diferentes comunidades en que se investiga e instruye, parecen constituir la esencia de la economí­a de HOY y, sobre todo, de mañana.

En definitiva, bienvenido este premio. Felicidades y agradecimiento al profesor Deaton y a quienes como él están cambiando el mundo. Cuyo trabajo permite reconsiderar determinadas reglas del juego (pobreza, salud, crecimiento…), nos acerca a una manera diferente de interpretar el verdadero valor de las estrategias microeconómicas y próximas, a contemplar el valor de elecciones y decisiones diferentes, por los agentes implicados, que las hacen únicas, que refuerzan el peso de la cultura y el comportamiento personal, familiar y social en nuestra actitud decisional, haciendo que las opciones de gasto y consumo, inversión y ahorro, respondan a nuestras aspiraciones de futuro y preferencia. Y permiten que esta consideración plena, lleve a concebir nuevos modelos de bienestar y desarrollo, al servicio de voluntad y decisiones propias. Modelos que hacen que siempre exista una opción a lo que algunos parecerí­an ofrecer como solución única e incuestionable. Todo un reto.

Las desigualdades, los nuevos desfavorecidos ven en estas ideas una esperanza sobre la que construir un nuevo futuro.