(Artículo publicado el 23 de Marzo)
Inmersos en una profunda sensación de “presentismo” ante los complejos desafíos convergentes y simultáneos que vivimos, así como a una paralizante sensación de agotamiento contagioso de la fatalidad que nos rodea al observar un mundo confuso, complicado, insatisfactorio para un cada vez mayor número de personas, familias y países, y una peligrosa carrera cuesta arriba para innumerables empresas desanimadas por afrontar la inevitabilidad de procesos de transformación innovadora tanto en sus modelos de negocio, como en su manera de captar, cocrear y compartir valor, y de transitar una más que demandada necesidad/oportunidad de generar alianzas y partenariados con terceros (incluso competidores) para alcanzar el sueño esperanzador de un mejor futuro, parecería que el mundo se para.
A la vez, se echan en falta liderazgos suficientemente creíbles o aceptados más allá de la autoridad dada (por posiciones en el organigrama, propiedad o estructuras de gobernanza pública o privada, además de social), y la tendencia a renunciar al bien común, desde el imprescindible trabajo y esfuerzo colaborativo, pensado en su logro en el largo plazo. Inmediatez anti-resultados trabajados y buscados contra los obstáculos existentes. Acento en riesgos y problemas y no en oportunidades y soluciones.
La realidad, afortunadamente es muy distinta. El mundo es también, y, sobre todo, un auténtico hervidero de iniciativas, proyectos, oportunidades de todo tipo, proliferando las llamadas reinvenciones-reposicionamientos, proclamando iniciativas estratégicas firmes y compartibles. La visión y propósito de líderes reales y auténticos impulsando los diseños estratégicos para el largo plazo, como no podría ser de otra manera, y la proliferación de iniciativas coopetitivas orientadas a la interacción entre todo tipo de agentes y jugadores, público-privado sociales, en una convergencia de ideas, de conocimiento, de tecnologías, de diferentes planes y acciones complementarias, florecen a nuestro alrededor.
Afortunadamente, no hay ciudades, ciudades-región, empresas y actores con vocación de liderazgo y de apropiarse de su propio futuro que no estén concibiendo e impulsando una estrategia más allá del año 2040. Nos rodean todo tipo de planes, programas e incluso reclamos mercadotécnicos anunciando una gran diversidad de propuestas de referencia. Para quienes descalificaban el pensamiento a medio y largo plazo a 10, 15, 25 o más años, reduciendo dichos esfuerzos a “sueños vacíos”, hemos de recordar algunos ejemplos transformadores de las ciudades que habitamos, y saber que una verdadera reconfiguración, también física, no se logra en un abrir y cerrar de ojos. Si hace unos días Bilbao reunía a pensadores, a expertos y transformadores de ciudades que hoy son un variado catálogo de referencia, sugerían nuevos espacios a lo largo del mundo y ofrecían “modelos de aprendizaje” para diferentes estadios de partida, asistíamos a propuestas internacionales para la ya tantas veces constatada y comentada “doble victoria” en la que ha venido trabajando Ucrania (vencer la guerra y reorientar un nuevo futuro para un espacio socioeconómico y político diferente), movilizando recursos (ya sea compartiendo recursos naturales inexplotables o monetizable por si sola y/o acordando una paz que pudiera no ser la merecida, necesaria o justa), anticipando una imprescindible redefinición de actividades económicas de futuro, reinventando e implantando nuevas instituciones, dotándose de estructuras de gobernanza, invirtiendo en la necesidad de rehacer o reinventar sus servicios de salud, educativos, sociales, vivienda… Observamos, a la vez, mucho más que un territorio hoy devastado y que, superando la inaceptable y rechazable falta de sensibilidad, de respeto a las víctimas y pueblos implicados, y atentando contra la inteligencia humana, requiere y exige la imperiosa inaplazable reinvención de un territorio vivo, por encima de un espacio geográfico y que no ha de limitarse a una reconfiguración física. GAZA, también, espacio de innovación territorial y estrategia largo placista, más allá de inaplazables soluciones de emergencia, hoy.
De una u otra forma, se suceden múltiples propuestas futuristas para todo tipo de regiones, zonas aisladas, en conflicto, zonas marginales, que proliferan por el mundo, objeto de nuevos retos y pensamientos estratégicos de futuro.
Adicionalmente, más allá de aquellas áreas-espacios-ciudades que, sin urgencia y necesidad de un planteamiento futuro, son (o aspiren a constituirse a futuro) el grupo de las regiones exitosas de mañana y están obligadas a reinventarse. Confiemos que cada espacio promueva su propia reinvención diferenciada y no caiga, nuevamente, en la vieja trampa de copiar lo que la “punta del iceberg”, icónico, en cada caso, muestra, obviando mirar hacia abajo y hacia adentro para conocer su propia realidad de partida, su identidad y cultura diferencial, las fortalezas únicas desde dónde construir, optimizar y potenciar su apuesta estratégica y de repensar, quienes han de ser sus compañeros de viaje para contribuir, en cada caso, en aquello que aporte verdadero valor desde su rol elegible: ya sea liderando espacios compartidos, acompañando a terceros, facilitando los elementos o plataformas sobre las que integrar los diferentes roles asignados.
Hoy, más allá de la incertidumbre, disfrutamos de un creciente y enriquecedor movimiento a la búsqueda de anticipar futuros deseados, no solamente renunciando a vivir un mundo que nos venga decidido por otros, sino con la complicidad de compromiso por tomar el riesgo desde la ilusión de diseñar nuevos espacios, desde ventajas competitivas y de bienestar propias.
Los determinantes de la competitividad de las ciudades han variado también a lo largo del tiempo. De la misma manera que la aproximación real y conceptual al mundo de la competitividad en sí mismo, más allá de sus imprescindibles factores económicos, de progreso social, físico-territoriales, geográficos o de dotación y disposición de infraestructura (tanto de conectividad y comunicación), servicios y vectores de sus respectivos tejidos económicos y sociales, cobrando relevancia con mayor peso, su singular y diferenciado capital humano, capital institucional, capital innovador, y de transformación permanente y, sobre todo, de su capacidad y fortaleza de cohesión social y bienestar, acompañados de una complicidad activa, de su calidad medioambiental (realista) y, también, poniendo a la personas como esencial objetivo. Esta complejidad exponencial responde a los desafíos, también exponenciales, y a la disponibilidad o no de un conocimiento colectivo, también exponencial, y la capacidad de acceso y uso selectivo y orientado a las potentes tecnologías exponenciales. Tecnologías que no dejan de ser herramientas disponibles para todos a partir del conocimiento, verdadero elemento diferencial de ese proceso innovador transformador y estratégico deseado. Así esta amplia interacción de factores debidamente alineados tras una cohesión y propósito coherente define las verdaderas ventajas estratégicas que posibilitarían un desarrollo socioeconómico, lo humano y sostenible para los ciudadanos y agentes que componen el tejido base de los espacios de hoy, transitando a su propio y único futuro esperable.
Coincidiendo en un reciente viaje a Nueva York con un amigo, de reconocido prestigio por su largo historial en la planificación del desarrollo de la ciudad tanto como empresario promotor de bienes raíces y de los grandes espacios de transformación de la ciudad, como de sus responsabilidades en la potente autoridad portuaria Nueva York-New Jersey, recordábamos su visita a Bilbao hace ya décadas tras la apertura del Museo Guggenheim Bilbao y cómo, sorprendido por el marco estratégico ciudad o país que lo había hecho posible en tan poco tiempo, se lamentaba en comparación con Nueva York de las enormes dificultades urbanísticas, la complejidad administrativa, el tiempo para cualquier gestión y toma de decisiones, que pesaban sobre cualquier proyecto ciudad y veía con tristeza, entonces, la paralización del nuevo desarrollo que se proyectaba con la excusa obligada de los entonces previstos Juegos Olímpicos que finalmente no se celebrarían en esa ciudad. Hoy pese a eso, se sentía orgulloso recorriendo el largo camino del extraordinario High Line Park (al que él mismo y su empresa aportaron como donantes privados para el Endowment que lo hizo posible) conectando Hudson Yards y Chelsea (Meat Market), modelo de desarrollo y transformación de una parte tan amplia y diferenciadora del espacio preexistente, y que ha de verse complementado en los próximos años por la ya prevista nueva estación intermodal en sustitución del mítico Madison Square Garden, en un estupendo proyecto-ciudad que dará a la zona un nuevo espacio y servicios públicos de primer nivel, demandada por la ciudad. Para no dar paso a una autocomplacencia equivocada, le señalaba la diferente velocidad y eficiencia administrativa con la que se desarrollan auténticas nuevas ciudades en Shanghái, en el Oriente Medio, o espacios concretos especialmente mimados en otros lugares específicos a lo largo del mundo.
Estas realidades comparadas contrastan con la riqueza y velocidad transformadora de la ciudad que percibimos, quienes durante décadas hemos tenido la oportunidad de visitar de forma habitual Nueva York. Ciudad no solo promocionada como “la ciudad que nunca duerme”, sino “la ciudad que se reinventa día a día”, vanguardia en múltiples disciplinas y actividades económicas, culturales, académicas, sociales, artísticas, pero que no parecen encontrar la suficiente fuerza colaborativa e integradora con un propósito y un ¿para qué ?, que pudiera precisar y concretar el desarrollo de políticas sociales y de bienestar inclusivos con la consecuente cohesión social y territorial imprescindible.
Recordábamos el caso Nueva York que durante años ha formado parte del contenido del programa de “Microeconomía de la competitividad” de Harvard, que nos ha permitido durante décadas aprender de sus diferencias, de las desigualdades entre sus cinco distritos (Brooklyn, Manhattan, Bronx, Queens, Staten Island), su escasa cohesión social, el valor diferenciado de su capital humano en ese tan diverso “melt pot”-crisol de culturas, que ha dado identidad integradora a Nueva York (en particular) y a Estados Unidos de América (en general). Crisol que tanto ha definido y caracterizado su multiculturalidad y multi origen y que hoy parece ponerse en entredicho, generando enormes problemas y sorprendentes comportamientos de escasa humanidad, descapitalizando también el desarrollo material innovador y creativo. Fortaleza construida, también, desde aquella debilidad de origen, en otros tiempos, afrontando el abandono del centro de las ciudades y sus negativas consecuencias económicas y sociales dando paso a la creación del movimiento INNER CITIES, para la recuperación de los centros de las ciudades y la promoción del desarrollo socio comunitario y emprendimiento innovador a lo largo del país.
Esta misma semana, el McKinsey Global Institute publica un interesante informe sobre Nueva York visión 2040 en el que habla de su enésima reinvención. Lo hace con una amplia revisión de lo que ha venido en llamar “Arenas del futuro”, identificando aquellas industrias que habrán de dominar el desarrollo económico del mañana, basado en actividades o sectores de alto grado de rápido crecimiento y dinamismo que en su operación determinarán las grandes ciudades ganadoras del futuro, la situaría en el liderazgo innovador y generarían la mayor concentración de empleo y asentamiento de las principales empresas del futuro. El informe identifica 18 áreas o sectores Arenas o sectores a nivel global y sitúa a Nueva York en una posición destacable la relevante presencia de empresa y sectores como los de referencia.
Extraordinaria fuente de referencia si bien, como señalaba al principio, el propósito que ha de inspirar una visión y estrategia es la competitividad (bien entendida: economía, políticas sociales, solidaria e inclusiva), para el bienestar y la prosperidad. Solamente aquellos nuevos espacios y territorios vivos y activos con verdadero sentido de pertenencia e identidad singular con el capital humano e institucional además de los flujos económicos y financieros asociables con plena cohesión social y territorial, desde sólidas bases y prácticas de democracias reales y verdaderas con una cumplida interrelación entre gobiernos (varios niveles institucionales concurrentes), empresas (con un buen número de verdaderos motores líderes con amplio despliegue estratégico en su clusterización transindustrial o transectorial más allá de diferentes cadenas globales de valor) y con una comunidad cómplice y activamente implicada y con un sentido de verdadera convergencia en la cocreación de valor, serán los espacios innovadores líderes del futuro al servicio de la prosperidad y el bienestar. Innovación económica, social, territorial para el desarrollo, la competitividad y la prosperidad. Reinventando nuevos espacios.