(Artículo publicado el 12 de Noviembre)
El primer alcalde de la democracia, Jon Castañares, se concentró en ordenar la contabilidad y los servicios esenciales de un deteriorado Ayuntamiento heredado del franquismo, en un contexto de declive económico, político y social que parecía no tener futuro. Si bien, anclado en un pasado histórico de vanguardia que siempre había mirado a Europa y al mundo, mantenía la esperanza de iluminar el apagado entorno rodeado de tristeza, pesimismo y abandono o déficit (infraestructural, de servicios, de proyectos) en un marco de desanexiones reconfigurando los límites de la ciudad.
Desde ese inicial punto de partida, el alcalde de la emergencia, José Luis Robles, tras las inundaciones de saldo mortal y destructivo, se volcó en la reconstrucción de un Casco Viejo otrora y hoy vibrante y dinámico, haciendo de la necesidad oportunidad en un intento de recuperar el orgullo, identidad y compromiso de nuestros ciudadanos. Josu Ortuondo lidió con la descalificadora etiqueta de la ciudad de las maquetas, promoviendo infraestructuras y proyectos clave para la transformación de la villa, inventando unas finanzas colaborativas que posibilitaran acometer inversiones que hoy disfrutamos. Gorordo y Duñabeitia en su tránsito impulsor de la ciudad, la aproximación a la calle y a iniciativas que, con el tiempo, fueron base de proyectos hoy alternativos de gran valor urbano. Iñaki Azkuna añadió una impronta personal que coronó su trabajo con el premio al mejor alcalde del mundo, que reconocía el binomio ciudad-alcalde. Y hoy, Juan Mari Aburto, enfrenta el avance imparable de una ciudad que no para y que ha hecho de la transformación y la innovación permanente -conjugando fortalezas, ADN y valores- pilares de un nuevo futuro por seguir construyendo. Un tracto positivo y discontinuo del buen hacer de nuestros alcaldes que siempre han sabido interactuar con la Diputación Foral de Bizkaia y el Gobierno vasco en este complejo y apasionante viaje.
El último reconocimiento internacional (Bilbao Mejor Ciudad Europea 2018, concedido por The Academy of Urbanism), pone en valor la relevancia de Bilbao en la convergencia de elementos esenciales en materia de urbanismo, desarrollo sostenible y medio ambiente, finanzas y transparencia, gobernanza, aspectos sociales y desarrollo inclusivo, identidad e innovación. Y aporta un galardón más al prestigioso currículum de la villa como La Mejor Ciudad-Región del Mundo (Premio Lee Kuan Yew), cuyo jurado internacional basó en criterios de liderazgo participativo estable, estrategia y visión explícita y aplicada, instrumentos adecuados de implementación, colaboración público-público y público-privada, identidad y cultura, conjuración de políticas económicas y sociales y urbanismo responsable en respuesta a las demandas de un vector económico de transformación social. En esta línea, Isocarp (International Society of City and Regional Planners) distinguió a nuestra Ciudad-Región Bilbao-Euskadi como modelo para la generación y transformación de «espacios hacia una economía creativa» (Making Spaces for the Creative Economy 2005). Y el World Economic Forum incluyó a Bilbao como modelo y caso de estudio para su Informe City Competitiveness como ejemplo vivo de los determinantes de las Ciudades-Región competitivas para un mundo global en plena transformación.
El premio recogido en Londres por nuestro alcalde es, ante todo, un reconocimiento a una larga trayectoria tras un propósito estratégico comprometido con el bienestar de la ciudadanía, la competitividad de sus empresas e instituciones y el desarrollo inclusivo, sostenible en el tiempo. Es un estímulo más para renovar compromisos y transitar hacia un futuro plagado de nuevos desafíos, que exige coraje colectivo para asumir y gestionar riesgos. No es ni fruto de la casualidad, ni un episodio anecdótico.
Más allá de la ciudad
Bilbao es un referente mundial en el concierto internacional. Pero, como hemos puesto de manifiesto en el breve recorrido de la mano de los alcaldes de nuestra reciente democracia (todos ellos pertenecientes al PNV, por cierto, encabezando las corporaciones pluripartidarias que lo han hecho posible), el resultado obtenido no se puede entender en el ámbito municipal limitado a la demarcación de la ciudad. Bilbao-Euskadi, como Euskadi-Hiria o Ciudad-Región Vasca, explica el verdadero resultado observable. La batuta (o makila) de la ciudad ha exigido la alianza público-público con la Diputación Foral de Bizkaia y el Gobierno vasco (como instituciones diferenciales, planificadoras, ejecutoras, acompañantes) en este proceso transformador, así como de la indiferenciada actuación ordinaria de otras administraciones (Gobierno español, Unión Europea) en la aplicación de las políticas generales a disposición de toda ciudad o región. Conviene precisarlo y distinguirlo, ya que cuando se trata de explicar la estrategia diferencial en la transformación de una ciudad (como el caso de Bilbao) cara a entender y extraer conclusiones sobre las mejores prácticas para ser utilizadas en otros lugares, se cae en el error de confundir etiquetas y actores prescindiendo de los contenidos reales, de los intangibles, del ADN de las ciudades y del rol real de las instituciones y actores implicados. En este sentido, podemos mencionar tres ejemplos que nos pueden aportar suficiente perspectiva.
Uno: el alcalde de una ciudad española abordó el diseño e implementación de la estrategia de su ciudad, contando, sobre el papel, con el apoyo de las fuerzas vivas de la ciudad. Quería replicar la planificación urbana en base a su adecuación a Bilbao y hacer que una sociedad de reciente creación con el entonces Ministerio de Transportes español, de estructura idéntica a la Sociedad Bilbao Ría 2000, funcionara (no es ocioso mencionar que el alcalde en cuestión y el ministro/gobiernos de turno, pertenecían a un mismo partido). Pues bien, hoy es el día que ese Plan Estratégico y esa Sociedad Pública no han logrado ni movilizar a la sociedad, ni mucho menos, transformarla. Caso generalizado en muchas de las ciudades a lo largo del mundo. ¿Por qué contando con los mismos asesores, arquitectos, urbanistas, empresas tractoras, evidencias internacionales, entes financiadores y, en apariencia, planes similares, el resultado es desigual? ADN, capital humano, calidad y compromiso institucional, gobernanza real, cultura, sentido de pertenencia… intangibles que no son replicables en corta y pega. La interacción de la ciudad y su hinterland, un puerto y su despliegue territorial, la modificación de la trama ferroviaria en el interior de la urbe, la promoción inmobiliaria, comercial y urbanística, el tejido económico soporte de la sociedad, la calidad del mapa político, la apuesta por tu ciudad y país, marcan la diferencia más allá del acceso a la financiación, las agendas públicas o la grandeza de intervención urbana.
Más allá del Guggenheim
Dos: el efecto Guggenheim. No seré yo quien minimice, ni mucho menos, un proyecto estratégico de primera línea como es Guggenheim y mucho menos hacerlo en su exitoso vigésimo aniversario. Lo que sí merece la pena destacar es que quienes simplifican con la apelación al efecto Guggenheim en la transformación de la ciudad, del país, se dejan en el camino muchos elementos esenciales que configuran el resultado actual Bilbao-Euskadi. Guggenheim Bilbao, sin duda alguna, ha marcado de forma significativa, nuestra percepción y apreciación en el mundo. He dicho (y publicado) a lo largo de cientos de intervenciones por el mundo (desde mi propia posición en el proyecto y en el Consejo de la Fundación en Nueva York), que existe una aproximación inversa al binomio inseparable Bilbao-Guggenheim. Desde la apertura de Guggenheim Bilbao Museoa, cientos de ciudades del mundo han acudido a la Fundación en Nueva York, solicitando un Guggenheim Bilbao. Se han analizado (en diferentes grados) un sinnúmero de ciudades, se han acordado alianzas concretas y, a fecha de hoy, tan solo se ha cerrado una de ellas (Abu Dabi) en proceso y previsión de apertura en torno a 2021. El verdadero elemento tractor arte-economía-territorio es mucho más que un museo o infraestructura cultural innovadora o un socio de prestigio internacional y líder en el panorama cultural. Guggenheim Bilbao ha sido posible precisamente por la convergencia exitosa de tres estrategias únicas diferenciadas, sinérgicas y enriquecedoras entre sí: una estrategia ciudad-país (Bilbao-Euskadi) para la internacionalización y modernización de nuestra economía y nuestra gente con un acelerador regenerador de la ciudad de Bilbao;una estrategia de liderazgo museístico-cultural de la Fundación Solomon R. Guggenheim ganando su posición en el ámbito internacional y, por supuesto, una estrategia única de Guggenheim Bilbao Museoa liderando el mundo museístico-cultural europeo.
¿Qué ha pasado con la veintena de copias del efecto Guggenheim en ciudades del Estado? Dicho esto, sin duda, el verdadero efecto Guggenheim Bilbao transciende del museo, ha impregnado valores en la actitud y actuación de nuestras empresas, ha fortalecido una mentalidad de prestigio, innovación y unidad en nuestra ciudad, ha generado resultados esperables en el amplio cluster del arte (formación, educación a través del arte, diseño, construcción, arquitectura, comercio, transportes, turismo, logística, gastronomía…). Todo un valor al servicio de una ciudad. Desde aquel primer contrato a una firma de arquitectura extranjera (Wilford &Stirling Associates) de la Diputación Foral de Bizkaia para el diseño de la Estación Internacional de Abandoibarra (el primero y único proyecto que aún no ha visto la luz), pasando por la pléyade de primeras figuras mundiales (siempre acompañadas de arquitectos e ingenierías vascas) con obra icónica a la vez que útil y al servicio de la ciudad, existe todo un larguísimo recorrido.
Más allá de su Ayuntamiento
Tres: Bilbao-Euskadi. Un elemento esencial en el desarrollo exitoso de nuestro modelo exige contemplar Bilbao como nodo director, tractor y/o acompañante protagonista de todo lo que sucede en su entorno, en conexión amplia y activa con el resto de territorio vasco, sus instituciones y el conjunto de agentes políticos, económicos, sociales y académicos que lo conforman. Ninguna de las iniciativas concretas, de sus proyectos emblemáticos, de sus logros se entienden sin la complicidad del resto de agentes que hacen de la ciudad-región, el espacio competitivo y solidario que es Bilbao.
Hoy, Bilbao puede y debe enorgullecerse del trabajo bien hecho y del reconocimiento internacional y, sobre todo, ciudadano. Hace unas semanas tuve la oportunidad de comentar con el alcalde la alta calificación que la ciudadanía en Bilbao daba a su barrio y a la villa en su conjunto. Valoraba de forma muy positiva su calidad de vida, seguridad, nivel de servicios públicos y el grado de bienestar. Sin, duda, el mejor de los inputs para acompañar y valorar el reconocimiento internacional.
Un merecido premio y, sobre todo, un renovado impulso al compromiso para avanzar hacia una verdadera ciudad de valores, bienestar, desarrollo inclusivo en un cada vez más complejo y desafiante mundo en el que, a medida que pareciera hacerse más global, el verdadero espacio protagonista, de identidad, pertenencia y vida, no es sino local. Una buena noticia para Bilbao.