Y, al final, ha ganado Trump

(Artí­culo publicado el 13 de Noviembre)

Al parecer, Trump acertó en comprender que quien elegí­a al Presidente de Estados Unidos eran los votantes estadounidenses y no el resto del Mundo. Y de aquellos, precisamente, quienes se sienten amenazados por terceros, que han visto descender su nivel y expectativas de vida y que comparten una serie de valores y principios determinados. Esa población silenciosa para el observador foráneo que no se manifiesta en público, ni es objetivo directo de los encuestadores demoscópicos, que comparte determinadas ideas con lí­deres emergentes que llegan a sus preocupaciones básicas reales y que, ante todo, rechaza a un «establishment» (cada uno marca el perí­metro en función de sus vivencias, ya sean los dirigentes históricos de sus sindicatos de tiempos en que tení­an un determinado empleo, de los aparatos de la polí­tica representativa e Institucional en quienes ha confiado en otros momentos y que cree no resuelven sus problemas y demandas concretas, que le hace estar o percibirse marginado del correr de los tiempos, o del que, simplemente,  se considera distante). Los 50 millones de votos recibidos pueden responder a la pregunta que me hací­a hace meses en un artí­culo que publiqué en esta misma columna en DEIA en relación «al camino hacia la Casa Blanca… y otras Casas»: ¿Por qué elegirí­an los estadounidenses a Trump?, y respondí­a con algunas consideraciones y datos que hoy bien pueden resumir lo que, al parecer, de una u otra forma vemos reflejado en múltiples análisis de opinión tras el triunfo del presidente electo, Donald Trump. Decí­a entonces:

«Resulta evidente que una lógica a distancia, desde nuestro entorno, nos llevarí­a a simplificar el análisis y dar por buena la diferencia cultural, socioeconómica e incluso de origen racial, étnico y temporal de las poblaciones asentadas en las costas (Este y Oeste de los Estados Unidos, sus capitales) y el amplio espacio central entre ellas conformando no solo el «medio rural, local americano», sino una frontera inseparable de valores, cultura y actitudes ante la vida y de percepción de la identidad estadounidense, o la desigualdad creciente provocadora de una reacción antisistema, o la desafección a las clases dirigentes de los últimos años, o las poblaciones marginadas, o a Wall Street y su influencia asfixiante sobre un Washington lobista dominante, o incluso a una cierta antipatí­a sobre la candidata opuesta. Podrí­amos añadir que la sensación de pérdida de protagonismo lí­der de los Estados Unidos en el escenario mundial llevarí­a a abandonar el respaldo al mundo dirigente clásico. Nos seguirí­an faltando votos. Metamos en el puchero electoral la influencia de los medios de comunicación afines, e incluso los financiados por la millonaria campaña. Agreguemos al inmigrante de segunda o tercera generación que se ha ganado un puesto como estadounidense de pleno derecho y que ve en sus co-nacionales de origen un peligro ante su entrada en su paí­s. O, incluso, traslademos la explicación al peso fiscal que para el ciudadano trabajador ordinario supone el paí­s a construir financiando «ilegales» o «subsidiados», como te dirí­a un taxista latino con más de treinta años en Nueva York forjando su empresa y el futuro de sus hijos, hoy profesionales universitarios en Florida. Y, por supuesto, sumemos a los muchos que les gusta el candidato y comparten sus mensajes. ¿Siguen faltando votos? Podemos incursionar, también en el campo de la juventud, su empleabilidad y condiciones económicas con un estudiante medio que tras sus cuatro a seis años de Universidad acumula una deuda por préstamos de entre 30.000 y 100.000 dólares o la estimación de una brecha de pobreza en 178.000 dólares, o la alarmante cifra de 1,5 millones de estudiantes que dejan sus estudios de bachillerato al año, o que la mitad de estudiantes afroamericanos y latinos no finaliza su enseñanza secundaria, o los aún más de treinta millones de ciudadanos sin acceso a la salud, o el descontento en las aulas que lleva a 250.000 profesores/año a desistir y dejar sus empleos por no soportar el comportamiento de sus alumnos (y padres), o el que uno de cada 35 adultos esté en el sistema penitenciario (en la cárcel o en libertad provisional o condicional)… ¿Serí­a suficiente explicación trascender de una determinada imagen del paí­s, potencia mundial, a una fotografí­a de contraste como la señalada en algunas pinceladas para pensar en opciones distantes de nuestras primeras y razonadas impresiones? Trump juega el rol de un verso libre en el republicanismo, destacando que su adscripción partidaria es meramente instrumental para participar del proceso. No ofrece programa alguno, lo desprecia, y no pretende comprometerse con propuesta alguna. Su fuerza quiere asentarse en un mensaje de individualismo distante de ellos (los gobernantes, los de siempre…) jugando a venir de la nada, a construir su propia historia (se supone que de éxito) y a no depender de nadie, decir siempre la verdad o, al menos, lo que la gente de a pie piensa, quiere oí­r, y no escucha en una sociedad «polí­ticamente correcta». No acepta jerarquí­as orgánicas ni más disciplina que la suya. Deja claro que su único mandato aplicable es el que surja en el dí­a a dí­a conforme a su intuición y voluntad. No cabe sentirse engañado por cualquier decisión que tome. Es «su evangelio» y su oferta. Y la cambiará cuántas veces quiera. Vende su bondad de outsider como garantí­a de «la nueva polí­tica». Y así­, avanza, paso a paso, ante un asustado republicanismo…»

Hoy, la incertidumbre prima. Las Bolsas iniciaban un esperado descenso con una rápida recuperación en un tí­pico «pánico» desde la especulación y el tradicional «efecto descontado», confiando en su normalización progresiva. Lo que tardará en cambiar será el desasosiego y el miedo a lo que pudiera pasar.

A medio plazo, Trump suavizará el discurso (ya ha empezado desde su primera intervención valorando positivamente la contribución de su opositora Clinton, como servidora pública). La respuesta del sistema polí­tico de los Estados Unidos ha sido escrupulosamente democrática y le concede (con el dolor de tripas inevitable) un cierto espacio de observación para resituarse y explorar potenciales colaboraciones que permitan reconducir el discurso a un posibilismo compartible. Veremos qué equipos lleva a la Casa Blanca, de qué forma se recomponen sus relaciones con «su partido republicano» que le abandonó en plena campaña y que, hoy, disfruta de uno de los mayores triunfos de su historia reciente. Su aplastante mayorí­a en Washington, no supone absolutismo. Estados Unidos, afortunadamente, es mucho Estado Federal y la inmensa mayorí­a de polí­ticas hacia dentro, para los estadounidenses, pasan por las decisiones de sus gobiernos en los diferentes Estados. El comportamiento de sus ciudadanos es dual: han votado a un Presidente republicano a la vez que elegí­an un senador demócrata (y viceversa) y votaban, por ejemplo, el incremento del salario mí­nimo profesional y la legalización de la marihuana en determinadas circunstancias o el suicidio asistido. Será la hora de gobernar. Desgraciadamente, es más que probable que los mayores impactos negativos se padezcan fuera de los Estados Unidos. Sin duda es más que probable el sufrimiento de México (devaluación de su moneda y fuga de capitales e inversión, conflicto migratorio, ralentización de su crecimiento). Intentará situar a China en la mira animando a las multinacionales estadounidenses a «volver a casa» no con el mensaje de Obama en base a la competitividad real de las empresas en su territorio más allá de la falsa productividad asimilada a bajos salarios y costes, sino bajo el reclamo «proteccionista» de su mensaje. No obstante, esto no se produce de la noche a la mañana y Detroit no llena su fábricas abandonadas o reconvertidas a base de decretos y leyes de la noche a la mañana. Sin duda, la mayor preocupación reside en sus intentos de apostar por su anunciada polí­tica de migración y la expulsión inmediata de 11 millones de indocumentados o residentes irregulares, sus deseos de suprimir el Obamacare (que muy probablemente se vea modificado tanto en el acceso al seguro obligatorio en salud, en su cartera de prestaciones y alcance) pero que, muy probablemente, encuentre la resistencia en numerosos Estados y, sobre todo, en la población. Trump contempla, en teorí­a, favorecer algunas industrias (petrolera, farmacéutica, defensa), modificar Acuerdos de Libre Comercio (no tan fácil como dice), …pero todo esto no se hace de la noche a la mañana, finalmente, promoverá un (por importante y pedido a gritos por unos y por otros en los últimos años), plan de infraestructuras (para lo que necesitará trabajadores y muy posiblemente muchos inmigrantes que desea expulsar). Y, finalmente, habrá de gestionar sus relaciones con Wall Street (veremos si quienes «le echaron» son recibidos hoy con los brazos tan abiertos como pudiera parecer), si incrementa el salario mí­nimo como promete y qué reflejo tiene todo esto en sus polí­ticas fiscales, monetarias y endeudamiento que, en principio, no parecen estar debidamente alineadas.

…pero ¿vivimos un contexto de contagio mundial?

Por tanto, la preocupación, sorpresa e incertidumbre que el fenómeno Trump supone, parece llevar a un buen número de analistas y gobernantes a simplificarlo en una especie de «aparición nebulosa inexplicable» que se despacha con la apelación al «extremismo nacionalista, anti-globalización, anti-sistema», y por definición, xenófobo, egoí­sta y trasnochado. Así­, Trump en Estados Unidos, Marine Le Pen (Francia), Theresa May (Reino Unido), Austria, Hungrí­a, etc., serí­an una nueva «Coalición Universal» a la que pudieran unirse el apoyo ruso, el Amanecer Dorado griego, la Unión Atlántica de Gobernanza de Aznar o las uniones de derecha alemana, holandesa, etc., estarí­amos ante un nuevo movimiento populista («Apelar a los Excluidos»), articulado ante un contagio espontáneo, unido por un determinado «enemigo común».

Convendrí­a, si en verdad queremos convencer a nuestras respectivas sociedades de las bondades de la democracia, de la importancia de las instituciones y los gobiernos para la mejora permanente del bienestar y riqueza de los ciudadanos, de la sinceridad de los mensajes y propuestas electorales y programáticas, hacer un esfuerzo por profundizar, por separado, en muchos de los elementos que pretendemos minimizar descalificándolos en un «todo negro» e irracional que abandera el extremismo citado.

Si lejos de continuar encerrados en el «Ciclo Perverso» de un cierto pensamiento único que ha hecho de la globalización un mantra desconociendo la desigual distribución de los beneficios potenciales que genera, si persistimos en polí­ticas mal llamadas de austeridad constatando su fracaso (desempleo, empobrecimiento, pérdida de expectativas, deterioro de polí­ticas y servicios sociales…), si consolidamos estructuras de gobernanza sobre actividades y comportamientos propios de democracias orgánicas, si incumplimos programas y compromisos y mantenemos gobiernos, partidos y lí­deres corruptos en aros de «la estabilidad» (¿de quiénes y para qué?), si no reconocemos que vivimos rodeados de múltiples mensajes que por su uniformidad y difusión «global» parecerí­an responder a la preocupación y realidad de la gente cuando se quedan en una mesa de tertulia y si nos preguntamos el porqué de llenadas audiencias de programas televisivos y espectáculos que negamos presenciar en determinados cí­rculos por mantener un cierto status… quizás serí­amos capaces de entender el voto a Trump y, sobre todo, evitar que se produzcan y generalicen, a futuro, situaciones similares.

Cuando tomaba un café el pasado miércoles, en la televisión del bar en que estaba, se anunciaba el triunfo de Trump en el estado de Pennsylvania dando por prácticamente segura su elección a la Presidencia. El camarero que atendí­a detrás de la barra, exclamó: «Hemos ganado los albañiles». Unos minutos más tarde, participaba en un Consejo (globalizado, multi-paí­s) a través de una video conferencia desde Bilbao. El primer comentario de uno de los Consejeros fue muy expresivo: «Está claro que no se puede dejar votar a todos: Brexit, Plebiscito de Paz en Colombia, Congreso de los Diputados español… y ahora Trump». Elocuentes sentimientos y reacciones. Ante esto, queda claro lo que debemos hacer: Recuperemos el valor de los principios y la auténtica cultura democrática. Es el camino.

Hoy, la incertidumbre, la preocupación y el temor parecen centrase en Trump. Lo que haga o deje de hacer tendrá un gran impacto en «América» y, desde luego, en el mundo. A lo largo de los próximos meses, asistiremos a un buen número de procesos electorales, referendos y decisiones que vendrán del voto de los ciudadanos. No perdamos el tiempo y no dejemos que los árboles no nos dejen ver el bosque. Rompamos los cí­rculos perversos (crisis-depresión-desafección y pérdida de legitimidad democrática-desigualdad). Quizás por aquí­ vengan las sencillas respuestas al voto democrático de los ciudadanos.

VALONIA y la nueva Europa por venir

(Artí­culo publicado el 30 de Octubre)

Una de las noticias de mayor impacto e interés desde la óptica de Euskadi que hemos conocido a lo largo de la semana no es otra que la ruptura de negociaciones (y su posterior reconducción provisional) entre los gobiernos de Canadá y de la Unión Europea, en relación con el CETA (Acuerdo de Libre Comercio) entre Canadá y la Unión Europea.

Tras siete años de largas, complejas e intensas negociaciones, se llegaba a lo que se suponí­a era el punto final con un Acuerdo en una Cumbre bilateral, final, UE-Canadá, prevista con pomposa y protocolaria relevancia para celebrar la buena noticia, para apoyar futuras negociaciones (TTIP) y demostrar la fortaleza de la Unión en tiempos de desencanto y fragilidad. Un claro mensaje deseado: «unos nos dejan, otros quieren venir»; «seguimos creciendo y mejorando nuestra competitividad». Sin embargo, las partes se han visto sorprendidas por algo que o bien desconocí­an, o despreciaban, o no valoraban en su justa medida: la región de Valonia (Wallonne) vetaba el Acuerdo, ejerciendo sus competencias amparadas en el marco de la propia Confederación Belga (Miembro de pleno derecho de la UE), de los Tratados de la Unión y, sobre todo, de la voluntad de su Parlamento de Namur. Así­, el Ministro Presidente valón, Paul Magnet, trasladaba su decisión de veto al Primer Ministro belga, Claude Michel, quien en aplicación de sus obligaciones y en calidad de Miembro de la Unión Europea, no hací­a sino cumplir la Ley (en este caso, la ley federal especial de 1980). Valonia y Bélgica, en consecuencia, decí­an NO al «privilegio» de la última decisión unilateral o control de arbitraje de las empresas multinacionales en sus conflictos, disputas y relaciones comerciales con los Estados y NO a las condiciones «pactadas» en determinadas cuestiones agroindustriales que entendí­an perjudiciales para su Comunidad. De esta forma, si la Comisaria Europea, Cecilia Malmstrí¶m, entendí­a que el hecho de suprimir (atendiendo a sus estimaciones) el 98% de los aranceles con una reducción anual de cerca de 400 millones de dólares justifican el aplauso y apoyo unánime de los 28 Estados Miembro de la Unión, se encontraba con que «una pequeña región de poco más de 3,5 millones de habitantes» paralizaba el Acuerdo, defendiendo sus competencias que el Estado Miembro del que forma parte, respeta y ampara en el seno de la Unión. Las Delegaciones negociadoras, a casa.

Así­, la prensa al uso, los globalizacionistas, y quienes entienden una Europa única (o un Estado único), sin atender a la real y creciente fuerza glokal, a las voluntades democráticas de «las partes» que desean o aceptan compartir espacios y co-soberaní­a pero no la imposición unilateral, se llevaban las manos a la cabeza advirtiendo de la progresiva muerte del libre mercado y comercio, de sus tratados generalizables a lo largo del mundo con su falsa identidad o sinónimo de competitividad y bienestar equitativo, fuente de progreso para todos por igual, apresurándose a atacar y descalificar a una minorí­a localista «en perjuicio de la mayorí­a moderna».

Este hecho -pese a la renegociación que permite, finalmente, alargar el perí­odo de veto en manos de Valonia y su Parlamento un año más, promueve recursos ante los Tribunales de Justicia y Constitucionales (Bélgica, Alemania…) e incorpora mejoras en los aspectos agroindustriales que contiene- puede suponer importantes cambios en la Agenda europea, empezando por el cuestionamiento del proceso en vigor para la aprobación del TTIP (Tratado con Estados Unidos), así­ como una nueva generación de Acuerdos en camino. En otro orden de cosas, introduce alguna consideraciones y lecciones a tener en cuenta:

  1. Aunque algunos se empeñen en creerlo o proclamarlo cada vez que existen discrepancias, debates, opciones contrapuestas, Europa no es una unidad monolí­tica. Ni su origen, ni su historia, ni su supuesta vocación y razón de ser, ni la voluntad de sus pueblos, ni los modelos de desarrollo económico inclusivos y de progreso social que pretende promover, ni las polí­ticas económicas, sociales, competenciales o polí­tico-administrativas que los nuevos tiempos reclaman.
  2.  La globalización no es ni un mantra, ni una panacea, ni una caja de pandora con impacto y beneficios equitativos para todos. Sus bondades y sus impactos negativos y dificultades se distribuyen de forma desigual entre quienes participan de la misma. Ni es un fin en sí­ misma, ni es el objetivo progresivo al que todos debemos apuntarnos a cualquier precio y de cualquier manera.
  3. La continua y acelerada «cesión o apropiación» (según el caso), del papel representativo y ejecutivo del Gobierno de la Unión Europea y de sus diferentes «Consejos Temáticos» en manos de los gobiernos «nacionales» de los Estados Miembro (como se ve, no siempre estrictamente del Gobierno Central como parece transmitirse desde Madrid) o europeos «de fin de semana» en sus repetitivas Cumbres Fotográficas, olvida con frecuencia quien es quien, quien tiene el derecho y competencias reales sobre las materias objeto de discusión y aprobación (véase el ejemplo del Concierto Económico, el Convenio Navarro y la existencia de al menos cinco Autoridades Fiscales, cuatro de las cuáles no participan en la «representación fiscal y económico-financiera del Estado español en el Eco-Fin Europeo), la voluntad de decisión y poder polí­tico de aquellos a quienes representan. Parece de libro, damos por hecho que todo negociador se sienta sabiendo a quien tiene delante y hasta qué punto puede y debe decidir. La realidad y evidencia lo desmienten.
  4. La Unión Europea no parece haber entendido que sus principales ejecutivos no electos, sus sistemas de gobernanza, acumulan un importante número de «negociaciones fallidas», lo que obliga a repensar sus modelos, sus objetivos y sus verdaderos intereses. La desconexión pactada de un BREXIT que no se supo o pudo detener, el propio proceso del TTIP ya mencionado que se ve entorpecido por múltiples sospechas de no transparencia evitando el debate de sus contenidos, la sorpresa del CETA, y los múltiples desafí­os que observamos en el horizonte ante un panorama de manifestación permanente de inquietud y deseo de seguir caminos distintos por diferentes «regiones» no Estado que quieren, bien salir de sus respectivos espacios o receptáculos permaneciendo en Europa (Flandes, Catalunya, Euskadi…) o como Valonia, permaneciendo en ambos pero con voz propia (en ambos), también. O preparamos una gobernanza para las demandas de este siglo o perderemos el tren del futuro.

La histórica y «vieja Valonia» que ha transitado, en el tiempo, desde el corazón de Europa, alumbrando la revolución industrial desde su agotada cuenca hullera, minera y siderúrgica del Mouse, superadora de un doloroso proceso reconversor como otras regiones europeas, hundida en un pasado de crisis y cambio, renaciente en su renovada apuesta reindustrializadora (aeroespacial, aeronáutica, biotecnologí­a, industria farmacéutica, diseño, agro industria, gastronomí­a, arte…), abierta al mundo y que ejerce una intensa promoción internacional con su «WALLONIA. BE inspired», jugando con el dominio BE de su Paí­s en internet, transmitiendo un mensaje de apertura y modernidad, inspirador de una economí­a y Sociedad del siglo XXI NO ha dicho NO al progreso, Ni NO a Bélgica, ni NO a la apertura mundial, ni NO a su plurilingí¼ismo. Ha dicho SI al futuro, pero desde su identidad, su vocación de futuro, su voluntad democrática, desde su apuesta por una co-soberaní­a, compartida, libremente elegida, aprobada, respetada. Una Valonia que moviliza (Plan Marshall 2022) sus apuestas estratégicas bajo el hilo conductor de la educación, la investigación y la formación adecuadas a sus fortalezas y lí­neas de re creación de riqueza y bienestar transitando hacia y desde una economí­a y energí­a verdes. Una Valonia conocedora, mejor que otros muchos jugadores europeos, de sus ventajas competitivas de la mano aliada de su hermana francófona canadiense. Pero, por supuesto, es cuestión «de fuero y no de huevo».

Mientras esto sucede en Bruselas, mientras en Bruselas aprueban el presupuesto que ha de reenviar el Gobierno español en Madrid, el sainete «institucional español» inventa una supuesta proclama de estabilidad para dejar todo como estaba, en manos de quienes han tirado de Decretos Ley o de funcionamiento pasivo sobre el que la oposición en pleno hasta hace todaví­a pocos dí­as prometí­a una actuación conjunta para derogar sus decisiones y restaura nuevos caminos. Al parecer, la «lejí­a estabilizadora» limpiará el pasado y la suerte y el tiempo anunciarán nuevas soluciones. De esta forma, no habrá de sorprendernos que hoy haya sido el turno de Valonia. Mañana, paso a paso, otros muchos. Quizás sea momento de regresar a nuestros viejos cursos de francés en la aparente lejana Valonia de Les Ardennes y explorar esta «Valonia molesta» para aprender nuevos caminos.

Un Nobel de Economí­a anclado en nuestro dí­a a dí­a…

(Artí­culo publicado el 16 de Octubre)

Como no puede ser de otra manera cuando se otorga un premio de prestigio como el Nobel, la semana ha generado -como siempre- controversia. Si comenzaba con la noticia del Nobel de la Paz al Presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, por su esfuerzo, coraje, decisión y compromiso con la Paz, el imprevisto rechazo plebiscitario al Acuerdo promovido parecí­a «enturbiar» la decisión, juzgada por los resultados inmediatos. Morí­a dí­as antes Shimon Peres, otro galardonado por sus esfuerzos en favor de una PAZ, desgraciadamente, aún ausente en el conflicto Israel-Palestina y el Presidente Obama dejará su Presidencia muy lejos de la «apuesta por la Paz» que le llevará a otro Premio Nobel antes siquiera de tomar posesión en base a sus discursos e intervenciones y con la «mochila negativa» de mantener el limbo jurí­dico y de los derechos humanos de Guantánamo. Sea como sea, un premio Nobel supone mucho más que intenciones, trayectorias personales y circunstancias temporales y permite, entre otras cosas, apoyar e impulsar procesos y trabajos deseables desde las bien intencionadas apuestas del Jurado.

La semana termina con otro Nobel. En esta ocasión, el de Economí­a, otorgado a los profesores Oliver Hart y Bengt Holmstrom (inglés y finlandés, profesores de las Universidades de Harvard y MIT, respectivamente).

Así­, si el 2015 fuera Angus Deaton el galardonado por sus estudios relacionados con el consumo, la pobreza y el bienestar tan alineados con los debates de vigente actualidad en el entorno de la desigualdad y la necesaria orientación de los modelos del crecimiento hacia la inclusión social y la competitividad, así­ como los indicadores de salud percibida en boga en los entornos académicos y poco a poco en la agenda diaria de la polí­tica y la comunicación, ahora se premia el estudio estructurado de la Teorí­a de los Contratos. Parecerí­a, a primera vista, un salto hacia campos áridos, de dominio generalizado y escasamente generadores del valor meritorio de un Premio Nobel. Nada más alejado de la realidad.

Nuestra vida diaria (como individuos, empresa, gobiernos, o sociedad) está llena de Contratos (formales, informales…). En su mayorí­a -si no todos- imperfectos, incompletos y, por lo general, complejos, además de asimétricos en los que una de las partes tiene más y mejor información que la otra, una posición no equilibrada de poder y dominio, una «percepción o necesidad» diferente ante lo que contrata y, en muchas ocasiones, basados o generadores de conflictos de interés, reales o aparentes. Estas circunstancias «naturales» llevan a que, de forma inevitable, optimizar un contrato supone una difí­cil gestión de las ventajas competitivas de una de las partes. Este relevante «conflicto o dilema» les ha llevado a los economistas premiados a transitar con éxito 40 años de trabajo y contribución a una literatura del contrato de importante impacto en asuntos crí­ticos de enorme trascendencia en la economí­a de hoy, cada dí­a más multidisciplinar, integrable en redes, compartida, multi-negocio y multi-interés, en plena interacción público-público y público-privada, demandando no solamente «maximizar» el valor de las transacciones de forma equitativa por todas las partes implicadas, sino lo suficientemente incentivadoras para favorecer los Acuerdos, claramente asignadores de los mecanismos de capacidad de decisión y control, y de normalización de relaciones «amigables, duraderas y deseables».

Si, en este marco, Holmstrom destaca por su vinculación al mundo de la organización industrial y economí­a empresarial, con su intenso trabajo en el ámbito de la remuneración por resultados, la indexación salarial, la separación y condiciones de conceptos fijos y variables, además de sus incursiones en el terreno de la incentivación -disuasión no dañina- (desde el copago o la «deslealtad y no colaboración -escaqueo- en el trabajo en equipo»), Hart incide más, en paralelo, en el mundo de las Fusiones, las Concesiones Administrativas, las Privatizaciones de Servicios Públicos, contratos y subcontratos y el intento por ayudar a definir quién, cuándo y cómo ha de mantener la propiedad, el control y la decisión.

Todo un conjunto de aportaciones en el complejo diseño de polí­ticas públicas e instituciones, alianzas y partenariados público-privados, la co-creación de valor empresa-sociedad, las escalas retributivas y el abanico salarial intra-empresa, así­ como los propios contratos entre el ciudadano contribuyente y la Administración-Prestadora y redistributiva al servicio de la sociedad. Es decir, la Academia y Banco de Suecia han optado por premiar el trabajo al servicio de las aplicaciones y necesidades reales del dí­a a dí­a.

En este contexto de premios, la semana ha servido para aportar algunos ejemplos relevantes para los que los mencionados estudios de los flamantes Nobel (la Paz incluida) nos dan pistas para comprenderlos, y afrontarlos con mayor y mejor conocimiento. Si quienes cuestionan el Acuerdo de Paz en Colombia desde la «imperfección» de lo convenido más allá de las propuestas concretas de modificación y mejora realista en el contexto real de las partes implicadas en el Contrato polí­tico y social establecido, o quienes se apresuran a proclamar las maldades del Brexit desde una posición de «incumplimiento del mandato de las urnas» y se esfuerzan en su modificación unilateral, o quienes interpretan los espacios de las Administraciones Públicas y su interacción con terceros (en especial del sector privado), por ejemplo, tuvieran la paciencia de analizar lo que en verdad es objeto de un Contrato, su virtud y complejidad, desde la óptica del verdadero resultado y premisa del beneficio esperado para todas las partes implicadas en el mismo, muy probablemente acudirí­an a muchas de las aportaciones de nuestros nuevos Nobel mencionados.

Decí­a que esta semana hemos conocido diferentes noticias relacionadas con un BREXIT que habrá de acompañarnos, inundados en rí­os intermitentes de tinta, no ya en los meses que lleven al gobierno británico (o a los Tribunales a instancias de la iniciativa y denuncia popular) a comunicar a la Unión Europea su decisión de salir del club, sino los años que serán necesarios para una «desconexión pactada» y la anulación y firma de los viejos (aún vigentes) y futuros contratos a establecer entre las partes, encaminados hacia un nuevo escenario sobre el que se han manifestado los ciudadanos del Reino Unido (en principio, incluyendo a todos aquellos que han optado por una posición no mayoritaria como el caso de los escoceses). En este debate y proceso abierto, la Conferencia Conservadora nos ha permitido conocer no solamente sus iniciales posiciones respecto del Acuerdo Global, sino importantes denuncias sobre contratos «menores» vigentes. Un caso de impacto en nuestra prensa próxima es la puesta en solfa del rol que han venido jugando determinadas empresas en industrias reguladas y privatizadas como la Energí­a y las Telecomunicaciones, la Banca y su Plaza Financiera en la City londinense, calificadas por la Primera Ministra de asimétricos, injustos y dañinos para la población británica, causantes de una supuesta pérdida de valor de la fortaleza industrial y económica del Reino Unido, llamando a la revisión y modificación de las privatizaciones, de los sistemas de contratación pública, a la regulación y tarifas y a las condiciones que han de regir contratos equitativos o justos. También de la mano de los conservadores, se cuestionan los contratos empresariales que «conllevan las inequidades salariales desde la ventaja y superioridad de primeros ejecutivos y directivos más allá de su correspondiente peso en la propiedad y control legitimables por su aportación de valor», así­ como la respuesta a la reinvención de las Administraciones Públicas, analizando cuál debe ser el espacio del sector Público, en qué actividades ha de procederse a las alianzas público-privadas, el modelo de relación contractual a establecer y cuál deberí­a ser un contrato adecuado para el funcionario en un contexto laboral y social como el que vivimos. Por ejemplo. Preguntas de gran calado que lejos del Brexit y de los debates de los conservadores británicos en Brighton, podrí­amos extender a lo largo del mundo y, por supuesto, a nuestro entorno próximo, en un momento como el actual. Así­, en pleno «proceso pedagógico» para convencer a la ciudadaní­a sobre la imprescindible «estabilidad y necesidad de un Gobierno» como mal menor, sea el que sea, no parecerí­a despreciable el ejercicio honesto de preguntarse cuestiones básicas como el ¿para qué?, ¿el cómo?, ¿el cuándo? de las polí­ticas y las iniciativas inaplazables o si la amenazada inmediatez electoral no posibilitara poner en primer plano revisar los «contratos sociales imperfectos», con los que convivimos y que se demuestran insatisfactorios para una buena parte de la Sociedad. No cabe duda que necesitamos, hoy más que nunca, profundizar en la comprensión de los contratos asimétricos con los que convivimos dí­a a dí­a. Contratos asimétricos qué, aunque parezcan inexistentes en muchos casos, están allí­, condicionando decisiones, polí­ticas y comportamientos que, en algunos casos, hipotecan el desarrollo y objetivos que predicamos.

No cabe duda. El premio nobel de Economí­a 2016 tiene sentido. Es una buena noticia. Y si la economí­a se vuelve un poco más cercana a la ciudadaní­a en su percepción desde el Nobel y no terminamos de encontrar las respuestas y preguntas adecuadas, a partir de hoy podemos recurrir a otro galardonado: Bob Dylan, Premio Nobel de Literatura 2016. Porque, efectivamente, «the answer my friend is blowing in the wind» (La   respuesta está en el aire… pero debemos buscarla, tras formularnos las preguntas adecuadas). Trayectorias, realidades, y reconocimientos.

Amanecer en Colombia. 50 años después

(Artí­culo publicado el 2 de Octubre)

Con la firma del Acuerdo de Paz del pasado dí­a 26 de septiembre, la Comunidad Internacional manifestaba, de forma solemne, su apoyo al proceso de paz, trabajado, negociado, arrancado de una sociedad que ha sufrido 50 años el horror de la ausencia de paz.

Proceso largo, muchas veces interrumpido, que a falta del plebiscito que hoy mismo convoca a la sociedad colombiana a su ratificación en las urnas, solemniza la ausencia pactada de violencia, así­ como un amplio, complejo y largo proceso en el que el pueblo colombiano decidirá, en libertad, embarcarse, si como muchos deseamos, se da un clamoroso SI A LA PAZ.

Paz y cese de la violencia no son, en sí­ mismo, el punto final para la normalización ni la transformación inmediata de un paí­s que ha de acostumbrarse (bendito compromiso y responsabilidad) al nuevo escenario post conflicto. El Acuerdo merece un especial aplauso tanto por su resultado final, como por la gestión del siempre complejo, inmediato y, en algunos casos, controvertido, esfuerzo y episodios negociadores. Ví­ctimas, victimarios «colaterales», protagonistas y actores pasivos, cada una desde sus propias vivencias y experiencias, su grado de sufrimiento y participación, observa, celebra y padece un resultado final.

Con más de 220.000 muertos, 5 millones de desplazados, un paí­s dividido para muchos, reconciliado para otros, en la búsqueda de su propio relato y valoración personal e intransferible del resultado alcanzado y que ha sufrido sus graves consecuencias y su reflejo negativo dentro y fuera del paí­s. Miles de ilusiones frustradas y excesivas vidas destrozadas.

Hoy, contemplamos un nuevo faro de esperanza. Quienes desde la respetuosa distancia a quienes han de decidir sobre su pasado y futuro, con el cariño de una larga convivencia personal y profesional a lo largo de décadas, hacemos votos por el Sí a la PAZ.

En estos dí­as, las historias se repiten entre el drama, tragedia y emoción. Las anécdotas proliferan. Ví­ctimas y victimarios «comparten» aquellos recuerdos y momentos en que la tragedia los separó. Familias, amigos y pueblos se fragmentaron. Los caminos de unos y otros se separaron. La restauración, la reconciliación y la reparación, el relato hacia una nueva realidad y nuevos proyectos de vida pesan en las posiciones más o menos entusiastas, contrarias o totalmente favorables al Acuerdo y sus esperanzadas consecuencias. Con ellos, el «bono de la paz» destaca como referente de un futuro diferente, por construir, al servicio, sobre todo, de las nuevas generaciones. Más allá de los más de 300 folios que recogen el Acuerdo alcanzado, así­ como de innumerables medidas al servicio de su instrumentación, el reconocimiento del daño causado, la radicalidad introductoria sobre algunas claras raí­ces (desigualdad, pobreza, debilidad institucional) del conflicto, la petición de perdón de quienes actuaron en y desde el castigo violento a quien responsabilizaba de su situación, el nuevo relato consensuado pensando mucho más en el mañana que en el ayer, la nueva oportunidad histórica para que quienes optaron por la lucha armada, el terrorismo, la extorsión, abandonen las balas y enarbolen el diálogo, la negociación, la polí­tica. Facilidades pactadas para que la otrora guerrilla participe en la construcción de la Paz y en la construcción de un nuevo proyecto paí­s, desde la polí­tica. Un nuevo entorno estratégico para el desarrollo rural y territorial, garantí­as de protección y seguridad para desmovilizados y reinsertados y un complejo e imprescindible «sistema judicial transicional». Todo un entramado que acompañará al desarme, desmilitarización y recuperación de territorios. Estrategia post conflicto bajo la batuta de un Ministro-Responsable ad hoc y, sobre todo, toda una sociedad comprometida en hacerse corresponsable de su pacificación y normalización en marcha. Como ha afirmado el Presidente Santos: «es más fácil hacer la guerra y perpetuarla que construir la Paz».

Una bienvenida entusiasta (que no ingenua, ni plena de «sí­ndromes de Estocolmo» o similares) si no consecuente con la construcción de un mejor futuro (en especial para las nuevas generaciones).

Un clamoroso Sí a la Paz. Un sí­ plebiscitado con el que la mayorí­a del pueblo colombiano no pretende olvidar ni conceder beneficios o privilegios a quienes hicieron la guerra en décadas. Un sí­ a la esperanza, a trabajar para conseguirla, extenderla y mantenerla, llevando al paí­s a una nueva democracia y nuevos modelos de hacer polí­tica (todos), con el silencio de las armas (las palabras del presidente Santos son un ejemplo del enorme esfuerzo por recorrer: «En Colombia tenemos 1.100 municipios; 700 tienen minas antipersona en su territorio. Debemos identificarlas e inutilizarlas y la Comunidad Internacional ha dado un paso aportando los 80 Millones de dólares para iniciar este largo, complejo, peligroso e infernal trabajo»).

Una ventana para la Paz que, sin duda, aporta valiosas lecciones en la resolución de conflictos, en la construcción ilusionada de un nuevo futuro. También el contradictorio e hipócrita comportamiento de determinados lí­deres y dirigentes a lo largo del mundo que asisten como testigos a festejar el Acuerdo, ofrecen apoyo allí­ y, sin embargo, ponen todo tipo de dificultades a afrontar otros procesos inacabados (nunca hay dos «conflictos» iguales), en «su propia casa», en donde tienen responsabilidades por asumir. Pero hoy no es momento de enturbiar ni la PAZ, ni el esfuerzo, generosidad y compromiso de COLOMBIA. (Baste resaltar como en el discurso de la firma en Cartagena, el representante de las FARC apelaba al final negociado de otras guerras que recorren el mundo con un sonoro NO a la guerra ni en SIRIA, ni en COLOMBIA, ni en ninguna parte)

Así­, el pasado lunes, tuvimos la oportunidad de celebrar la Paz en un evento aleccionador en y con la «Cartagena Heroica» que resistió el asedio vencido por Blas de Lezo, terminó con la esclavitud en la región y alumbró «las mariposas amarillas» de Garcí­a Márquez, Gabo, para afrontar su tan ansiada «Segunda Oportunidad, en las zonas de dolor en que germina, ya, la Paz».

Una ceremonia aleccionadora con dos discursos claros y honestos. Si Rodrigo Londoño Echeverri, «Timochenko», abrazaba la construcción de una nueva patria «en la que no caben las balas, bombas o guerras, sino la democracia real», recordaba sus orí­genes guerrilleros en el Marquetala en el año 1.964 y explicaba cómo en los altibajos de largo proceso, su comandante, escribiera al entonces Ministro de Defensa, hoy Presidente Santos: «Así­ no es, Santos», pero el tiempo y el final permiten decir con fuerza «¡Así­ sí­ era, Presidente!». Timochenko pidió perdón a las ví­ctimas por el daño y dolor causados y desgranó las razones polí­ticas de su compromiso, repasando los contenidos del Acuerdo y su voluntad por recorrer el nuevo camino de la polí­tica que les espera. El Presidente Santos fue rotundo y enérgico en sus posiciones y Acuerdo. Recordó que fue implacable en su ataque contra la guerrilla subversiva mientras predominó la dinámica de la guerra a la vez que hoy, en el escenario de paz, protegerá y apoyará el derecho de todos a defender sus ideas en el juego abierto de la democracia e invitó a la sociedad colombiana a superar el sufrimiento del pasado, «lágrimas de dolor y pobreza por la esperanza de un futuro mejor y sabiendo que todos tenemos por quien llorar».

Un Acuerdo de Paz que en sus propias palabras «es un Acuerdo Imperfecto que pretende salvar vidas, lo que será mejor que cualquier guerra perfecta que destroce el futuro».

Un Acuerdo de Paz, en definitiva, que como el propio Secretario General de Naciones Unidas calificó de ejemplar y aleccionador tanto por su contenido, como su proceso negociador y los elementos externos de facilitación y soporte (con especial relevancia de Noruega y Cuba y los paí­ses acompañantes de Venezuela y Chile, así­ como la propia ONU y la Comunidad Internacional, además de la Iglesia Católica con su Papa Francisco en ella). (Hoy como en Colombia, la historia despide a Shimon Peres con elogio y agradecimiento por su diplomática lucha por la Paz mientras otros, en especial en la Jerusalén árabe le reprochan su relevancia como halcón en el terrorismo árabe-israelí­. Otras lecciones del tiempo).

En definitiva, desde el respeto a la voluntad del pueblo colombiano, con el cariño y esperanza que merecen, un Sí a la PAZ que permita no solamente «el silencio de los fusiles», sino como destacarí­a, también, el Presidente Santos, entonar con fuerza y orgullo el Himno Nacional de Colombia: «Cesó la horrible noche…de la violencia… y llega el dí­a con todas sus promesas…». «Abramos nuestros corazones al nuevo amanecer de la Paz y de la Vida…».

Innovación: el arte de la nueva acción exterior desde las Ciudades-Región y otros espacios polí­ticos y económicos

(Artí­culo publicado el 18 de Septiembre)

En un paralizante y perezoso contexto de ruido electoral contaminado por la situación de desgobierno en el Estado español (así­ como en otros muchos lugares del mundo), escuchamos a determinados representante incluir en sus discursos mediáticos, mensajes «simples a la vez que desfasados», dirigidos a desanimar a los votantes, con el traca-traca del «es momento de ocuparse de los problemas que preocupan a los ciudadanos y no por quimeras de autogobierno, soberaní­as o nuevos modelos de relación y decisión», como si se tratara de cuestiones contradictorias o no relacionadas.

Hoy que las palabras dominantes en el mundo de la economí­a (también doméstica y del dí­a a dí­a) nos recuerdan de manera constante la necesaria internacionalización (paí­ses, empresas, talento, conocimiento y personas), la interdependencia, los procesos facilitadores y colaborativos, la micro economí­a diferencial de aplicaciones de polí­ticas y asignación de recursos, de tipologí­as diferenciadas de regiones especializadas y tejidos económicos dispares. Un mundo que observamos con grandes diferencias en sus resultados en función de las polí­ticas emprendidas, las decisiones y opciones polí­ticas, sociales y económicas y las estrategias (capacidad de optar y elegir) de empresa y personas. Resultados diferentes que ponen de manifiesto la importancia de las organizaciones de que nos dotemos, por propia voluntad, para acometer el proyecto deseado. Esto también es innovación y creatividad.

Así­, celebrada la Diada catalana con las crí­ticas mediáticas y del gobierno español (en funciones) con especiales alusiones a la «ensoñación trasnochada de quienes se remontan a 1600 para reinventar sistemas inviables y derrochan presupuestos públicos abriendo embajadas» (en pobre crí­tica a oficinas de representación en el exterior, como si se tratara de un capricho y disparate solo permitido a la «inteligencia» de los Estados «mayores»), tolerando las intolerables y agresivas palabras de un Ministro de Asuntos Exteriores del gobierno de España (también en funciones y que solamente comparece en tertulias de su televisión subvencionada o en mí­tines electorales de su Partido viajando al exterior, es decir, a Euskadi) para asociar nacionalismo, independencia y terrorismo, (todo un insulto a la inteligencia, descalificándose a sí­ mismo desde su prepotencia), apelando a la sacrosanta unidad española (esta sí­ heredada por matrimonio o conquista en el siglo XIII), nos encontramos con la fresca publicación de un libro de verdadero rigor e interés: La Paradiplomacia: las ciudades, las regiones y los Estados como nuevos jugadores. (Editorial Oxford University Press).

Su autor, el Doctor Rodrigo Tavares, ex responsable de acción exterior del Gobierno subnacional de Sao Paulo, Brasil, miembro de prestigiosos centros académicos internacionales (Universidad de Naciones Unidas, Universidad de Harvard, Consejo asesor de la Competitividad en el World Economic Forum -en donde he tenido el privilegio de conocerle y compartir trabajo, como colega- y, en especial, en la publicación del Informe sobre la Competitividad de las Ciudades publicado en 2014…) ha dedicado sus últimos tres años a la preparación de este libro (por cierto, no como otro «superministro español en funciones» que ha tenido tiempo para compaginar sus funciones públicas -de supuesta dedicación plena y exclusiva- a escribir y publicar su libro para explicarnos «por qué España solamente ha perdido 20.000 millones de euros en un pseudo rescate de su banca gracias a sus competencias y habilidades»). Rodrigo Tavares aporta un gran instrumento para comprender el verdadero rol de la llamada acción exterior en un mundo como el que vivimos, en el que los nuevos jugadores polí­tico-administrativos han dejado de ser, en exclusiva, los gobiernos de los Estados del pasado. Acuña en su tí­tulo el término PARADIPLOMACIA (utilizado por primera vez por el autor Ivo Duchacek) para repasar las cientos de iniciativas de diferente contenido y rango que han tomado la práctica totalidad de Ciudades, ciudades-región, naciones sin Estado, asociaciones y/o nuevas unidades y espacio en cuyos ámbitos de competencia y responsabilidad se realiza la nueva diplomacia más allá de, en gran medida, ineficaces Ministerios de Exteriores y sus embajadas, distantes, en un gran número de casos, de la realidad polí­tica, económica y social de los paí­ses que representan.

Si el trepidante mundo «globalizado» en el que vivimos, se ve caracterizado por nuevos actores de especial relevancia como las Ciudades y las Regiones demandantes de un mayor protagonismo en la solución de las demandas de sus ciudadanos, la reconfiguración de Estados y Regiones, la conformación de nuevos espacios compartidos (economí­a, tecnologí­a, salud, turismo, desarrollo financiero, infraestructuras…) que han posibilitado no ya procesos imparables de mera descentralización administrativa, sino de verdadera reivindicación de un protagonismo polí­tico basado en el derecho y voluntad a decidir el diseño de su propio futuro, parecerí­a inevitable (como en la práctica lo es) la entrada en juego de nuevas figuras y formas de trabajo, nuevos representantes especializados, nuevos instrumentos que posibiliten el ejercicio pleno de las responsabilidades y competencias que le corresponden a las diferentes Administraciones.

Es precisamente, este amplio y nuevo entorno el que describe este libro que mencionamos, que se dota de innumerables casos a lo largo del mundo y que aborda la realidad y no el deseo proteccionista de determinados cuerpos de élite, empeñados en perpetuarse en un modelo superado. No es ya el simple caso de una Unión Europea que en su propia transformación traslada sus relaciones exteriores esenciales a estructuras supraestatales o regionales o sub nacionales dejando a los Estados Miembro una acción residual. No es que el acuerdo de un Ministro de exteriores en materia de cooperación, o de empleo o de bienestar social, o de educación o de infraestructuras, o de turismo, por citar algunos ámbitos de actuación, sea poco menos que una declaración retórica, sin contar con la voluntad y sin capacidad real de actuar, desde sus competencias, que, en realidad, corresponden a nuevos, considerados por ellos como ellos jugadores menores. Es la realidad económica. Las empresas no optan por invertir en un Paí­s concreto, sino en una región, estado-provincia o ciudad. Las desigualdades y diferencias territoriales no se dan sobre todo Estado a Estado sino, Ciudad a Ciudad. Es tiempo de entender otra manera de analizar la realidad.

Como muy bien recoge el mencionado autor, introduciendo las esencias de esta nueva o vieja Paradiplomacia, en palabras de la ex Presidenta de Letonia: Varia Vike-Freiberga, «no importa lo alejado que se esté o lo pequeño que se sea, no importan las limitaciones competenciales y no importa que tan rico o pobre lo sean, toda región tiene al menos una única y singular joya que podrá compartir con los demás», o por citar tan solo a una destacada voz del ámbito de la economí­a global, Ivo Daalder, presidente del Consejo de asuntos globales de Chicago: «las ciudades son cada vez más globales, y dirigen el mundo de los negocios y las relaciones-económicas, polí­ticas, sociales y culturales. Han dejado de ser simplemente lugares en los que vivir. Han emergido como lí­deres de la nueva fase global».

Pero esta Paradiplomacia, no se limita a ciudades-región o estados que solamente tienen vocación natural por gestionar aquellos asuntos domésticos que requieren interrelaciones con el exterior desarrollando sus propios instrumentos y estrategias, sino que es cada vez mayor el número de relevantes jugadores que tienen una voluntad polí­tica diferente, aspirando a la Paradiplomacia soberana. No es una causa, sino la consecuencia del status quo. Si bien no todos los que se dotan de estructuras para la internacionalización y las relaciones exteriores tienen ambiciones independentistas o deseos de configurar entes polí­ticos diferenciados. El término «protodiplomacia» se ha venido aplicando a aquellos que sí­ manifiestan un deseo de nuevos modelos de relación con otros estados, voluntad de soberaní­a o independencia. Los ya «clásicos» en esta literatura entre los que destacan, Quebec, Euskadi, Catalunya, Flandes, Baviera, Valonia, Escocia, Tatarstan, Transnistria, Puntlandia, Somalilandia… avanza a la cabeza de vanguardistas formas que suponen todo un proceso de innovación en este complejo y amplio espacio de las relaciones internacionales.

¿Qué lleva a condicionar el modelo y tipo de relaciones exteriores de nuevo cuño? La diáspora, la identidad y la lengua, una cultura diferenciada, la posición y entorno geoeconómico, el tipo de tejido económico, su nivel de desarrollo, el poder polí­tico institucional del que se dispone y, por supuesto, la respuesta que los Estados Miembro dan a los intentos de desarrollo de la propia paradiplomacia. Así­, como en otros muchos casos, los gobiernos «unionistas» que desprecian estos movimientos y se empeñan en «acaparar en solitario» todo aquello que huele a exterior, pese a sus supuestos éxitos temporales (judicializar la realidad, prohibir, controlar, vetar, etc., toda iniciativa de quienes no hacen acción exterior en abstracto, sino vinculada a su propia realidad y necesidades) terminan derrotados por la ineficiencia, la burocracia y la incongruencia. Se asemejan de esta forma a aquellas empresas y personas que siguen instaladas en discursos vací­os de la internacionalización, limitándose a fórmulas de manuales clásicos ya superados, en lugar de acometer los cambios que la realidad dinámica, región a región, espacio a espacio, demandan.

Estas derrotas temporales continúan amparadas en determinadas Instituciones Internacionales que siguen dominadas por los Estados Miembro que las financian pero que, paso a paso y como consecuencia de los hechos, se ven obligadas a introducir cambios coherentes con la rica variedad quiera o no se quiera, los verdaderos cambios globales se dan en las ciudades y regiones. Ya desde Naisbit y sus Megatrends aprendimos a identificar los hechos locales como la fuente de los previsibles cambios que las megatendencias anunciaban.

Qué duda cabe que lejos de desprestigiar planteamientos paradiplomáticos o protodiplomaticos, son muchas las tareas pendientes. Cambiar el modus operandi siempre genera resistencia y son muchas las dificultades que han de superarse. Es evidente que resulta incómodo, sin modificar mentalidades, actitudes y sistemas, abordar la irrupción de todo un mundo de nuevos jugadores en este ámbito y se tiende a lo fácil, a la vez que ineficiente, conflictivo y de escaso valor para quien se ve implicado en el asunto: CENTRALIZAR toda iniciativa, visita, salida al exterior de un alto cargo (desde concejal a Ministro o Presidente, todo alcalde), la diplomacia empresarial y económica va por delante y los lí­os entre los equipos interinstitucionales suelen ser lamentables. Pero existen y se dan en todos los ámbitos. La solución no pasa por «prohibir o eliminar» a los otros, sino por regular pautas colaborativas e informativas y, en su caso, dotarse de estrategias e infraestructuras compartidas. La imposición, como en prácticamente cualquier idea o polí­tica pública, resulta vana y termina, tras un gran deterioro, superada por la fuerza y realidad de los hechos.

En todo caso, bienvenido este extraordinario trabajo de Rodrigo Tavares, fuente recomendable para todo aquel que por una u otra razón se ve envuelto en este concepto de las relaciones exteriores, la diplomacia, protodiplomacia y/o paradiplomacia. En definitiva, quienes se relacionan con terceros fuera de sus fronteras.

Un mundo en continuo contacto y relación de interdependencia no ya multilateral y/o multisectorial, sino necesitado de aplicar sus recomendaciones de innovación e internacionalización, exige repensar sus instrumentos de relación, construir nuevos espacios de cooperación y nuevas actitudes y liderazgos. Elegir un modelo u otro es más relevante de lo que parece y el desarrollo y bienestar de regiones y personas, viene condicionado, también, por la polí­tica, el tipo de gobernanza e Instituciones de que se dote y, por supuesto, de su aspiración y vocación de futuro.

Para recorrer un mundo «globalizado e internacionalizado», necesitamos -más que nunca- innovar en nuestros instrumentos de internacionalización. Al igual que miles y miles de «entes menores», en nuestro caso, Euskadi y sus Instituciones, han de abordar, sin complejos, desde su legí­tima competencia, el amplio recorrido de la protodiplomacia comentada. Simplemente, innovación imprescindible.

Vuelta al Futuro: entre las dificultades y la oportunidad

(Artí­culo publicado el 4 de Septiembre)

Retomamos la vuelta al curso con un conjunto de noticias y hechos que parecerí­an ahondar nuestra incertidumbre, confusión y preocupación.

Desde Bilbao retomábamos con dificultad añadida nuestra vida cotidiana dado el colapso provocado por un evento ciclista que, a priori, pierde relevancia de forma progresiva en su contexto internacional y cuyo beneficio para la población es más que dudoso, asociando la Ciudad a la marca España hoy en descenso y caí­da libre. Anomalí­a formal coincidente con el fracaso de Rajoy y su «gobierno» en funciones para renovar un nuevo mandato gracias a un supuesto apoyo, «tapándose las narices y los ojos» para «ni ver, ni oler a persona-partido que ni es solución, ni entusiasma a nadie» en palabras de su propio «socio» promotor de su posible investidura.

Hemos asistido, de entrada, a más desgobierno del dejado mes atrás, con una candidatura que no ha sido capaz de entusiasmar ni a sus propios defensores, que no ha propuesto nada salvo soportar su conocida parálisis para mantener una unidad tópica cuestionada por los tiempos, la voluntad de futuros cambiantes y actores diferentes. El clamor del mundo económico ampliamente apoyado en los medios de comunicación con mensaje uniforme y emisores tertulianos fijos que rotan de medio en medio con machacón mensaje proclamando la necesidad de un gobierno, la deseable estabilidad polí­tica y el cansancio ciudadano, anteponiendo cualquier gobierno, con el peor candidato, con un modelo de circunstancias y contrario al equilibrio territorial de los diferentes pueblos y naciones que conforman el actual Estado, azuzando los miedos de los nuevos hitos inmediatos por venir: Diada, elecciones vascas, incumplimiento de los compromisos presupuestarios y financieros exigibles por Europa, como si la panacea salvadora pasara por tal formalismo antes que acudir (aunque sea por tercera vez) a los votantes para que decidan qué proyecto y personas quieren para gobernar.  La bandera particular de un candidato que ha sido rechazado por el Congreso y a quien todos han dicho que ni quieren, ni apoyarán para «llevar» su trasnochada apuesta, se ampara en el supuesto caos secesionista que llevarí­a a una disgregada Europa-España, y a la incapacidad de terceros (en su opinión) para conducir la salida de la aún existente crisis económica (que hoy mismo magnifica el FMI anunciando una nueva desaceleración global). Afortunadamente, sus escasamente documentadas alusiones comparadas al Brexit y su olvido del resto de Paí­ses Miembro que le acompañan en la Europa «rota» que predice (ocho nuevos Miembros serí­an fruto de este tipo de novedosas soberaní­as), no parecen avaladas ni por la realidad, ni por las tendencias dominantes, ni por la voluntad democrática tal y como nos recuerda Jakub Grygiel (Center for European Policy Analysis) en su «Retorno a las Naciones Europeas», desde procesos colaborativos y no aislados: «De igual forma que el supranacionalismo no garantiza la armoní­a, la soberaní­a no exige hostilidad entre vecinos«.

Desgraciadamente, malas noticias. La  «España íšnica» que ofrece el rechazado candidato (y anómalo Presidente en funciones) no parece aportar valor ni confortabilidad alguna al conjunto de pueblos y personas que habitamos este, «Estado de las Autonomí­as», vehí­culo de consenso que pretendió transitar desde la dictadura franquista hacia un nuevo futuro europeo. Entorno decepcionante, sin duda.

Pero si el clima polí­tico del Estado no propicia un alentador reencuentro, más allá de tan previsible proceso de Investidura, nuestra silente Europa retoma su no resuelto conflicto humanitario y migratorio y volvemos a recordar a millones de refugiados trashumantes tras el drama de Siria, agravados por el resurgir conflictivo en Turquí­a. Enorme luz roja que también recuerda que las dificultades previas con las que iniciamos el Agosto veraniego, continúan allí­: el desempleo, la ralentización económica, la fragilidad financiera, la vuelta al discurso y análisis del Brexit que los analistas destacan insistiendo en cómo la economí­a no remonta, la banca palidece y Europa no termina de moverse hacia una nueva oferta Institucional, organizativa y estratégica de futuro.

Y cruzando el Océano Atlántico, todaví­a más alejados, observamos la destitución de la ya ex Presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, con una convulsa sociedad desanimada, una Venezuela invertebrada y enfrentada… Si, además, saltamos del Cono Sur a Norte América, asistimos a una nueva opereta del candidato presidencial estadounidense, Donald Trump, nada menos que en México, para recordarles que en caso de ganar las elecciones, expulsará a dos millones de inmigrantes en su primer mes de gobierno, abrirá expedientes a millones de «delincuentes extranjeros» y construirá un muro fí­sico entre México y Estados Unidos que, dice, pagarán los mexicanos («aunque ellos todaví­a no lo saben»).

Visto así­, un rápido flash de vuelta a la «normalidad«, parecerí­a un desalentador escenario para retomar un ejercicio tan necesitado de nuestras fuerzas, ilusión y esperanza.

En contraposición a este reencuentro pesimista (los psicólogos nos dirí­an que es un espejismo propio de la «depresión post vacacional»), afortunadamente, encontramos argumentos y opiniones esperanzadoras.

El Vicepresidente de los Estados Unidos de América, Joe Biden, ha publicado hace unos dí­as en la revista Foreign Affairs lo que podrí­amos considerar su «testamento ideológico» como despedida de sus responsabilidades ejecutivas, a punto de terminar su mandato junto con el Presidente Obama.

Llama la atención (positiva) que en un mundo y momento como en el que vivimos, cuando las zonas de conflicto han aumentado de manera exponencial a lo largo del mundo, ante el temor permanente al terrorismo actuante (en especial el de ISIS), con una crisis e incertidumbre económicas galopante, con niveles de desigualdad aplastantes, en medio de una garantizada desafección por la polí­tica y con un desempleo global agobiante y asfixiante que describen un panorama global sumido en la oscuridad y en el que se percibe, además, una imagen negativa de los Estados Unidos, agravada por la extrañeza del perfil de uno de sus candidatos a su Presidencia, surjan voces cualificadas para emitir mensajes de confianza abordando las preocupaciones desde sus fuentes de oportunidad y solución.

Biden, de reconocido prestigio y profunda experiencia polí­tica en una larguí­sima carrera, tiene motivos más que suficientes para contar con información y conocimiento destacado, por lo que su opinión es digna de tenerse en cuenta. Así­, Biden empieza por enumerar una larguí­sima lista de peligros y preocupaciones que hacen de la gestión (polí­tica, económica, social, institucional…) una tarea y desafí­o de altí­sima complejidad. Sin embargo, dicho esto, afirma que el nuevo gobierno de los Estados Unidos asumirá su cargo en «el mejor momento de su historia«, con la preparación y fortalezas adecuadas para afrontar y superar los retos y luces rojas a las que se enfrenta.

Basa su confianza en «el poder ganado por Estados Unidos en el mundo«, soportado -en su análisis- por un trinomio concreto: el dinamismo de su economí­a, su «superioridad» militar y sus «valores universales». Este trinomio, reforzado por el impulso de una renovada economí­a innovadora, el predominio mundial en el campo del emprendimiento, la mejor relación Universidad-I+D lograda por su paí­s, la nueva estrategia transformadora desde la llamada «Revolución Energética» combinando fósiles y renovables, convencional y no convencional, y, sobre todo, por lo que llama el «proceso de vuelta a casa de sus empresas globales transitando del outsourcing hacia el insourcing», motor de su «renacimiento industrial en torno a las nuevas tecnologí­as aplicables a un mayor y mejor nivel de Bienestar». Esta potencia económica se verí­a, en su opinión, acelerada por su capacidad de interacción a lo largo del mundo y se verí­a reforzada con el futuro TTIP que no duda se terminará firmando y, sobre todo, por la estrategia colaborativa de sus fuerzas militares con las poblaciones locales en aquellos paí­ses y lugares en los que intervienen.

Todo este conjunto de «fortalezas» explicarí­an  su «PODER», si bien asegura que este factor diferencial de éxito, hace que «el poder de su ejemplo no es el ejemplo de su poder», sino la constatación de un liderazgo global que ha sabido construirse desde el trinomio ya mencionado.

Una visión positiva respecto de su paí­s, el rol que ha de jugar en un escenario global, que observa esperanzado en una dinámica colaborativa con resultados satisfactorios.

Sin duda, su percepción del poder y liderazgo de los Estados Unidos es cuestionable (tanto si es tan real como señala y, sobre todo, si es deseable para el resto del mundo). Sin embargo, lo que resulta relevante, digno de atención y referente para todos es la firme decisión de construir un futuro propio, definir el papel protagonista que como paí­s ha de jugar, identificar y fortalecer los ejes, valores y principios sobre los que pretenden llevarlo a cabo y establecer una agenda, particular y completa, para lograrlo. Biden llama a su paí­s a creer en su futuro, a poner en valor sus fortalezas y a asumir un compromiso de avance, esperanzado, en un mundo complejo que, para bien o para mal, es el que existe.

Así­, con el positivismo de Biden nos quedamos. La complejidad, desafí­os y peligros son de una gran magnitud solo comparables con las fortalezas, capacidades y oportunidades con las que contamos. Como siempre, es momento de convicciones y compromiso con un futuro mejor, por construir. Sabremos, sin duda, encontrar las claves transformadoras que hagan posible el inevitable cambio que se requiere. Base para reiniciar el nuevo curso. Desde el optimismo -realista e informado- creativo.

 No es momento de desaliento y pesimismo. Sí­ del realismo informado de las dificultades, problemas y complejidad de sus soluciones. Pero, por encima de todo, tiempo de compromiso, de esfuerzo y de afrontar el futuro convencidos de nuestras capacidades y fortalezas. Un nuevo curso.

Rí­o 2016. Un paso más allá de las Olimpiadas: Su progreso social

(Artí­culo publicado el 22 de Agosto)

En la recta final de los Juegos Olí­mpicos 2016 celebrándose en Rí­o de Janeiro, Brasil, ante el insistente recuento mediático del medallero, que parecerí­a ser el indicador no ya del «progreso deportivo» de los diferentes paí­ses participantes, sino de su nivel de desarrollo y potencialidad mundial, así­ como su visible «aggiornamento globalizado», llega a mis manos el, «índice de Progreso Social 2016 de Rí­o de Janeiro», recientemente publicado, que ha tenido a bien enviarme mi buen amigo y colega  Michael Green, director ejecutivo de la «Social Progress Imperative».

La mencionada plataforma (SPI) impulsora y coordinadora del índice de Progreso Social  y que iniciara su andadura hace escasos cinco años con una idea y metodologí­a singular y diferenciada (huyendo del PIB y del índice de Desarrollo Humano promovido por Naciones Unidas, si bien condicionado por el excesivo peso del PIB en sus estimaciones), el principio de «Progreso y desarrollo social», inclusivo, es un claro lí­der y referencia obligada en la determinación y comparación del avance social y sus expectativas futuras. Un índice avalado por las principales Instituciones, Universidades y pensadores en la materia, que con un amplio trabajo participativo, se aplica en 133 paí­ses y que ha venido trascendiendo desde los Paí­ses-Estado, las zonas administrativas y espacios regionales, las Ciudades-Región (cabe el honor a Euskadi de haber sido la primera nación no Estado y Ciudad-Región en la que se aplicó, gracias al importante trabajo del Instituto Vasco de Competitividad-Orkestra) y, finalmente, las Ciudades, a partir de 12 componentes en tres dimensiones: Necesidades humanas básicas, Fundamentos de Bienestar y Oportunidades de desarrollo.

Hoy, esta Iniciativa, presenta el caso de Rí­o de Janeiro. Sus promotores locales se plantearon su elaboración como un paso más allá del trabajo ya realizado para el conjunto de Brasil, con el doble propósito de explorar «el Rí­o de Janeiro desconocido», desde el interior comparable de sus barrios y comunidades, (lejos del icono de su Cristo Redentor, su Bahí­a de Guanabara, el pujante residencial Lagoa, Ipanema y su amplia y conocida imagen y capacidad turí­stica tractora de ámbito global), y sus segmentos diferenciables en una Ciudad de 6,5 millones de habitantes. Pretendí­an, también, medir y documentar las diferencias sociales y de oportunidad entre los diferentes barrios y zonas ocultos tras los censos administrativos o «Informes Agregados». Su objetivo no es la fotografí­a del HOY sino construir UN MAí‘ANA desde el conocimiento de las barreras y bondades o espacios de oportunidad propios. Pretenden ofrecer un instrumento de análisis al servicio del «Progreso Social», entendido como su capacidad, como sociedad local, de atender las necesidades humanas básicas, establecer aquellos componentes esenciales y básicos  que permitan a sus ciudadanos y comunidades mejorar o mantener su calidad de vida y crear las condiciones para que todos sus habitantes, de manera inclusiva, desarrollen su pleno potencial.

Un extraordinario trabajo que, además, posibilita la comparación de Rí­o de Janeiro con otras ciudades y regiones de Brasil, lo que, sin duda, ha de ser un estupendo apoyo para la decisión y asignación de recursos y prioridades de polí­ticas públicas. Su rápida lectura pone de manifiesto la debilidad de sus principales fundamentos del bienestar (bají­simas posiciones en la sostenibilidad de sus eco-sistemas, agravado por el escaso acceso al conocimiento básico con una preocupante desigualdad en la oferta educativa básica a lo largo de las diferentes zonas de las áreas administrativas de la ciudad, si bien el 38% de su población se sitúa por encima de la media de la Ciudad). Preocupante, así­ mismo, el reducido acceso a la educación superior en ratios similares a los de regiones como la Amazonia. En contraste, son el conjunto o indicador global de las necesidades humanas básicas percibidas por la población  las mejor situadas, con un importante avance temporal en materia de oportunidades y expectativas, coincidente con el impulso inversor (infraestructuras y movilidad) en los espacios de desarrollo -en gran medida- coincidentes con el esfuerzo Olí­mpico zonal (Puerto, Botafogo, Lagoa, Tiyuca).

Así­, cabrí­a preguntarse si la apuesta olí­mpica guarda relación con el progreso social perseguible y las expectativas de «aquel Rí­o desconocido».

Conviene retroceder en el tiempo y volver al «sueño» del ex Presidente Lula da Silva quien impulsara un espectacular programa «para retirar la pobreza de las calles y llevar a la población, sobre todo infantil, a la escuela» y diseñara «las bolsas escolares» con resultados calificados de exitosos desde la óptica internacional. Lula soñó, también, en «situar a Brasil en el Mapa Mundial y recurrió a iconos globales como la Copa Mundial de Futbol o los Juegos Olí­mpicos abanderando una intensa carrera diplomático-deportiva, confiando en que el éxito de los mismos facilitara el «descubrimiento de aquellos elementos no tan conocidos» capaces de posibilitar un Brasil reconocible por sus bondades y competencias, como jugador relevante en el escenario global. Sin embargo, la historia no parece haberle acompañado del todo. Hoy, lejos de inaugurar unos juegos como los que deseara, se «sienta en el banquillo» junto con la Presidenta de su Gobierno, su Partido y una larguí­sima lista de promotores del «milagro económico» en su Paí­s, sometidos a procesamientos por corrupción y Brasil vive un inmenso desgarro y desconcierto general, agobiado por una economí­a tambaleante, una agitada demanda y contestación social, una incierta deriva polí­tica y un grave descrédito institucional. Una vez más, el Paí­s-Continente vuelve a convertirse en «la gran promesa del próximo siglo», etiqueta que le viene acompañando, desgraciadamente, siglo tras siglo.

Pero si Lula y su sueño se han visto sorprendidos por las circunstancias imprevistas, nada mejores han sido los resultados futboleros u Olí­mpicos. Hace unos dí­as morí­a uno de los grandes «iconos» de Brasil-Futbol, Joao Havelange, presidente de la FIFA. Los últimos campeonatos mundiales, sus procesos de adjudicación de sedes, contratos e infraestructuras asociadas y su gestión entre Federaciones y Organismos directivos parecerí­an convertir su herencia, no ya en estadios vací­os, sino en un recuerdo incómodo de su propósito. Nada distante la imagen y herencia del Olí­mpico Samaranch y los actuales Juegos, alejados de aquellos principios y valores llegados de Olimpia. Hoy, unos juegos repletos de una confusa participación escasamente amateur, pletórica de profesionales de élite, rodeados de todo tipo de modalidades de financiación y esponsorización directa o indirecta, contrataciones trasnacionales para reforzar equipos tras una bandera cedida que permita alardear de palmarés y engordar el indicador medallero que mencionábamos al principio. Confusión en detrimento de meritorios deportistas, disciplinados, esforzados en un compromiso -la más de las veces, sobre todo, personal o individual- con su sueño personal, merecedores de reconocimiento y admiración.

¿Será Rí­o de Janeiro, más allá de su conocido icono global, la ciudad inclusiva en que sus ciudadanos y comunidades participen y disfruten del Progreso Social pretendido?, ¿está hoy mejor situado que lo estaba sin eventos especí­ficos que han provocado, en tiempo y obligaciones concretas una determinada estrategia de transformación distinta a la que su propio ADN o demandas de Progreso Social ameritaba? Sin duda, ambas pregunta son difí­ciles de responder en estos momentos. A partir de las Olimpiadas de Los íngeles, la información coste-beneficio publicada por las sucesivas Ciudades Sede no parece concluir de manera esperanzada y resulta cuestionable la alineación de recursos y necesidades. ¿Podremos, en su momento, decir de Rí­o 2016 que se dotó de las infraestructuras adecuadas, más allá de la demanda temporal de sus semanas olí­mpicas; que supo y pudo movilizar las claves tractoras de su «Progreso Social»; que ha cumplido su objetivo icónico trasladando la imagen positiva (valores, conocimiento, identidad, capital humano, organización, capital social, creatividad…) pretendida de la Ciudad y su gente?. ¿Y de los Juegos Olí­mpicos, principios y origen versus realidad?

Sin duda, mucho de lo que es hoy Rí­o 2016 no se convertirá en una mera «obra de arquitectura efí­mera». Perdurará en el tiempo y producirá un impacto claro en su futuro. Ahora bien, más allá de aceleradores icónicos (que tienen un gran valor cuando están alineados con una estrategia  propia), como siempre, la cuestión clave radica en el por qué y el para qué. Rí­o también nos recuerda que los liderazgos han de estar al servicio de la Sociedad que representan, sirven y han de dirigir u orientar y que los sueños o apuestas transformadoras llevan su tiempo, han de ser compartidas y que, lejos de «cortadores de cintas», se esperan co-protagonistas. Por supuesto, soñar con el Progreso Social  no es flor de un dí­a sino de décadas y de esfuerzo colectivo.

Volviendo a Green, a la Social Progress Imperative, y a la amplia colaboración de Rí­o en su compromiso de Progreso Social, agradecer su extraordinario instrumento para coopetir en estas Olimpiadas del Progreso Social.

Camino de la Casa Blanca… y alguna otra casa

(Artí­culo publicado el 7 de Agosto)

El otrora portavoz permanente del Partido Popular español, Hernández Pons, reaparecí­a hace unos dí­as sorprendiéndonos en la Convención Demócrata de Philadelphia manifestando su apoyo  (personal y de su partido) a la candidatura de Hillary Clinton (tanto como candidata interna contra Bernie Sanders como, sobre todo, a la Presidencia de los Estados Unidos).

Para quienes, desde la distancia, observamos un partido popular español con un Presidente de Honor y ex Presidente de Gobierno arrastrando sus pies sobre la mesa del rancho texano del ex Presidente Bush en plena complicidad «republicana», celebrando su encuentro de Las Azores tras lanzar la invasión de Irak, sobre argumentos falsos y tendenciosos, evitando el apoyo internacional en Naciones Unidas, o hemos padecido sus gobiernos centralistas e impositivos desde su absolutismo e inmovilismo (Rajoy), su manipulación de la Justicia suprimiendo la separación entre poderes (Ministro de Justicia e Interior, con un Fernández Dí­az destacado negativamente por su habilidad telefónica y comportamientos detestables de persecución polí­tica), su desgobierno en funciones «no controlable» por un Congreso democrático (todo el gabinete sin excepción, merecedor de la inhabilitación democrática para todos y cada uno de sus ministros), sus discursos propagandí­sticos anti-inmigrantes (Maroto), su escapada ministerial ante mejores opciones de empleabilidad y supervivencia temporal (Pastor, Alonso) o su creciente y degradante tolerancia y/o connivencia con la corrupción organizada en su Partido, además de toda una amplia historia de polí­ticas de baja calidad e intensidad democrática y de progreso (inmigración, salud, dependencia, por citar algunas), nos resulta incomprensible tal posicionamiento. La imagen cierta, imaginable, natural, esperable parecerí­a el verlos  alineados con el Partido Republicano y Donald Trump.

     Pero si esta imagen descoloca, más lo hace aún observar a un candidato como Trump, indiscutible ganador en el seno de su Partido, contra el supuesto rechazo de su aparato y grupo dirigente, ampliamente seguido por la población estadounidense y con una alta probabilidad de convertirse en Presidente salvo que sus propios errores le derroten en su última etapa hasta la cita electoral de Noviembre.  ¿Por qué elegirí­an los estadounidenses al candidato Trump?

Resulta evidente que desde una lógica, a distancia, desde nuestro entorno, nos llevarí­a a simplificar el análisis y dar por buena la diferencia cultural, socio-económica e incluso de origen racial, étnico y temporal de las poblaciones asentadas en las costas (Este y Oeste de los Estados Unidos, sus capitales) y el amplio espacio central entre ellas conformando no solo el «medio rural, local americano», sino una frontera inseparable de valores, cultura y actitudes ante la vida y su propia percepción de la identidad estadounidense, o la desigualdad creciente provocadora de una reacción anti sistema, o la desafección a las clases dirigentes de los últimos años, o las poblaciones marginadas, o a Wall Street y su influencia asfixiante sobre un Washington lobista dominante o incluso a una cierta antipatí­a sobre la candidata opuesta. Podrí­amos añadir que la sensación de pérdida de protagonismo lí­der de los Estados Unidos en el escenario mundial llevarí­a a abandonar el respaldo al mundo dirigente clásico. Nos seguirí­an faltando votos. Metamos en el puchero electoral la influencia de los medios de comunicación afines, e incluso los financiados por la millonaria campaña. Agreguemos al inmigrante de segunda o tercera generación que se ha ganado un puesto como estadounidense de pleno derecho y que ve en sus co-nacionales de origen un peligro ante su entrada en «su paí­s». O, incluso, traslademos la explicación al peso fiscal que para el ciudadano trabajador ordinario le supone el paí­s a construir «financiando ilegales» o «subsidiados» como te dirí­a un taxista latino con más de 30 años en Nueva York forjando su empresa y futuro de sus hijos, hoy profesionales universitarios en Florida. Y, por supuesto, sumemos, a los muchos que les gusta el candidato y comparten sus mensajes. ¿Siguen faltando votos? Podemos incursionar, también en el campo de la juventud, su empleabilidad y condiciones económicas con un estudiante medio que tras sus cuatro a seis años de Universidad acumula una deuda por préstamos entre 30.000 y 100.000 dólares, o la estimación de una brecha de pobreza en 178.000 dólares, o la alarmante cifra de 1,5 millones de estudiantes que dejan sus estudios de bachillerato al año, o que la mitad de estudiantes afroamericanos y latinos no finaliza su enseñanza secundaria, o los aún más de 30 millones de ciudadanos sin acceso a la salud, o el descontento en las aulas que lleva a 250.000 profesores/año a desistir y dejar sus empleos por no soportar el comportamiento de sus alumnos (y padres), o el que uno de cada 35 adultos esté  en el sistema penitenciario (en la cárcel o en libertad provisional o condicional)… ¿Serí­a suficiente explicación trascender de una determinada imagen del Paí­s Potencia Mundial a una fotografí­a de contraste como la señalada en algunas pinceladas para pensar en opciones distantes de nuestras primeras y razonadas impresiones?

Trump juega el rol de «un verso libre» en el Republicanismo destacando que su adscripción partidaria es meramente instrumental para participar del proceso. No ofrece programa alguno, lo desprecia, y no pretende comprometerse con propuesta alguna. Su fuerza quiere asentarse en un mensaje de individualismo distante de «ellos» (los gobernantes, los de siempre…) jugando a venir de la nada, a construir su propia historia (se supone que de éxito) y a no depender de nadie, decir «siempre la verdad o, al menos, lo que la gente de a pie piensa, quiere oí­r y no escucha en una sociedad «polí­ticamente correcta». No acepta jerarquí­as orgánicas ni más disciplina que la suya. Deja claro que su único mandato aplicable es el que surja en el dí­a a dí­a conforme a su intuición y voluntad. No cabe sentirse engañado por cualquier decisión que tome. Es «su evangelio» y su oferta. Y la cambiará cuántas veces quiera. Vende su «bondad de outsider» como garantí­a de «la nueva polí­tica». Y así­, avanza, paso a paso, ante un asustado republicanismo que busca desesperadamente la manera de convencerle para que renuncie voluntariamente a su candidatura y deje en manos de un pequeño comité su posible sustitución estatutaria. Algunos miembros destacados, anuncian su rechazo al candidato y piden el voto para Clinton ofreciendo, además, cuantiosas donaciones para financiar el último esfuerzo electoral.

Sin embargo, el proceso sigue su camino. La maquinaria institucional cumple -con mayor o menor entusiasmo- con las reglas del juego, pone a disposición de ambos candidatos los medios oficiales de la Casa Blanca (previstos en la Ley) y les da acceso a la «información reservada de Inteligencia del paí­s» de modo que puedan ir preparando la configuración de sus equipos, disponer de un presupuesto inicial de «puesta a punto en los asuntos de Estado», organicen sus microsistemas funcionariales y el elevado número de altos cargos, funcionarios y asistentes y personal de confianza que habrí­an de incorporar a lo largo del próximo año (muchos de ellos tras aprobar el escrutinio de las Comisiones de Congreso y Senado considerándolos aptos para los cargos propuestos).

En este contexto, contrastar el comportamiento unipersonal de Trump con el del Partido Demócrata y su candidata Hillary Clinton resulta positivamente llamativo e ilustrativo. Aunque no lo parezca, los Partidos (también en Estados Unidos) sí­ importan y mucho. Condicionan, para bien y para mal, las polí­ticas que han de implantar, en su nombre, sus representantes y son muchos -afortunadamente- los compromisos que han de cumplir a cambio del voto ciudadano. Así­, en el caso de Hillary Clinton, la Convención de Philadelphia no solamente le eligió a ella, sino que aprobó la «Plataforma 2016″. Los representantes del Partido Demócrata han hecho sus deberes y hacen de la justicia económica, de la erradicación de la desigualdad, de la inclusión de los menos favorecidos, de la generación de un sistema de seguridad, protección y bienestar social, el eje de su mandato. Al servicio de dichos objetivos, compromete el establecimiento de una intensa y agresiva polí­tica de rentas, incrementando el salario de los trabajadores, reforzando el sistema de pensiones, facilitando el derecho y acceso a la vivienda y profundizando en la apuesta por la salud, accesible universal y de calidad para todos, yendo adelante con la llamada «Obama Care». Esta creación de espacios de bienestar, crecimiento y desarrollo inclusivo, viene soportada en la puesta en marcha de un Macro Plan para la Infraestructura del siglo XXI, «el renacimiento de la manufactura y economí­a productiva», la reorientación de una estrategia de economí­a verde bajo el paraguas de una revitalizada agenda de innovación (Ciencia, Educación y Tecnologí­a) con un amplio abanico de planes de empleo focalizados y personalizados, con un amplio programa de descentralización clusterizada de la economí­a local, amparada en el impulso de la PYME y bajo el mandato coordinado de los Estados de la Unión.

Toda una agenda de compromisos en materia socio-económica, «filtrada» por la movilización de todos los agentes implicados tras su llamada «América Unida, por todos y para todos, removiendo barreras y alumbrando oportunidades», con una veintena de planes integrados, de manera convergente, en una única estrategia Paí­s, desde las acciones diferenciadas según distintos espacios de necesidad-demanda reivindicación (desde la superación de la integración racial, la inclusión de grupos marginados, las minorí­as -First Nations incluidas- los grupos desatendidos por la educación y la salud, la polí­tica de género, la América Rural). Además, una clara e intensa Hoja de Ruta hacia la calidad de la Educación (nueva reforma) y Salud para todos como vectores tractores de la transformación deseada. Y, como no podí­a ser de otra manera en la América de hoy, el apoyo a sus tropas y veteranos así­ como la confrontación con las amenazas globales: Terrorismo y, con nombres y apellidos, (Siria, Afganistán, Irán, Corea del Norte, Rusia, Ciberseguridad, no proliferación de armas nucleares, quí­micas y biológicas). Mención aparte merece su compromiso renovado para «liderar el mundo» con especial concreción en la reforma de las Instituciones Globales y el fortalecimiento institucional.

¿Se trata de una Plataforma y Programa electoral que nace sin ánimo de compromiso y cumplimiento? ¿Es un listado de buenas intenciones? No lo parece. Más bien, una hoja de ruta para la Presidenta y el resto de representantes de un Partido que aspira a acompañar/llevar a sus representados a un lugar deseado y esperable. No sorprenderí­a, por tanto, el creciente aumento de expectativa de voto que le viene atribuyendo la demoscopia tras la Convención, una vez definidos los dos contrincantes, Trump tiene su público y Hillary Clinton, el suyo.

Visto desde aquí­, contemplando el desolador panorama que venimos arrastrando, inmersos en un sainete PP-PSOE-Ciudadanos-Podemos, bajo pseudo liderazgos anclados en el discurso mediático dirigido más a sus tertulianos y voceros que a sus representados y/o contrincantes o potenciales aliados, parecerí­a que los programas se limitan a titulares, corta y pega, que hoy se proponen como «la mejor gobernanza posible» desde un gobierno regeneracionista y de progreso (PSOE-CIUDADANOS), para mañana convertirse  en «los puntos clave de la Constitucionalidad, Unidad de España y Crecimiento del empleo» o en su versión corregida del «gobierno de las Derechas PP-CDS» y quizás mañana, el «Compromiso de las Izquierdas» con PSOE-UE-PODEMOS»… La tertulia oficial, la generalidad de medios de comunicación y el establishment (en especial interno de los propios Partidos) parecen despreciar el sentido del voto ciudadano, los compromisos ofrecidos (y adquiridos) y sus lí­neas ideológicas. No parece importar ni lo que se debe o puede hacer, ni para que se quiere gobernar y, por supuesto, predican el olvido de la nefasta historia del gobierno saliente. Todo por la supuesta «estabilidad y razón de Estado». La voz de la democracia tras el voto es irrelevante.

Afortunadamente, al margen del camino unipersonal de Trump, de las derivas de algunos partidos y gobernantes que hacen del discurso y el mensaje un juego de tertulia, hay quienes sí­ hacen sus deberes y se ocupan del futuro cambiante al que pretenden llevar/acompañar a sus representados. Como leí­a en estos dí­as de asueto, y en el ambiente Olí­mpico de Rí­o, le preguntaban al jugador de hockey sobre hielo, Wayne Gretzky (mejor anotador de todos los tiempos) por su secreto para el éxito. Decí­a: «es muy simple; otros jugadores corren hacia el lugar donde está el disco. Yo corro en dirección al lugar donde va a estar».

Así­ de simple. Confiemos que los gobernantes y lí­deres en general, se adelanten a los desafí­os y soluciones demandables por sus votantes o representados, de modo que lleguemos al sitio en el que habrá que estar en el futuro. Para estar en donde estamos, no hacen falta, ni programas, ni guí­as, ni candidatos. (Posiblemente, llevados a un extremo, ni elecciones). Apliquémonos el cuento (¡Ah! Y, por supuesto, esperemos que nuestra lógica de observación acompañe a la candidatura adecuada en Estados Unidos. Que el votante americano confí­e en quien sí­ quiera llevarle a una mejor Sociedad con una guí­a y hoja de ruta comprometida y conocible. Por el bien de Estados Unidos y, un poco, de todos).