Mirando 40 años atrás… Construyendo el futuro

(Artí­culo publicado el 2 de Abril)

Esta semana, el Partido Nacionalista Vasco ha celebrado el 40 Aniversario de su «Asamblea Nacional en Iruña», que supuso su «regreso y puesta en Sociedad» tras la dictadura de Franco y la abolición de su actividad legal en el Estado español en 1935.

Tras un nuevo periodo de exilio, proscripción y clandestinidad, los afiliados de este «viejo partido», atendiendo el aparente clamor de quienes surgí­an en el escenario polí­tico de la época, pusimos en valor nuestras aspiraciones de futuro afrontando la transición hacia una democracia deseada que facilitara nuestra «liberación nacional y social». Así­, en un contexto aún de autarquí­a, de democracia incipiente y vigilada, desde la tutela de un establishment todaví­a franquista y un ejército golpista (como volverí­a a demostrarlo en 1981 y 1983), en plena crisis energética y económica, inmersos en el terrorismo de ETA y el contraterrorismo de Estado (el que se «practica y defiende desde las cloacas» que dijera el expresidente socialista Felipe González), fuera aún de la ansiada Comunidad Europea en su largo viaje hacia la Unión Europea y aquello que esté por venir, desde la ilusión y sueños por construir nuestro propio futuro, actualizábamos  nuestro ideario, instrumentos y proyectos.

Así­, 1977 en Iruña marcó una nueva etapa, resumida en torno a cuatro «ponencias o pilares» (Organización, Cultura e Identidad, Polí­tica y Socio-Económica) que de una u otra forma han venido configurando y liderando el «Modelo Vasco de Transformación del Paí­s» a lo largo de estos últimos (o primeros) cuarenta años. Bases para el diseño de las primeras instituciones de autogobierno del post-franquismo, un nuevo «modelo socio-económico» inspirador no solamente de polí­tica y progresos económicos y sociales, sino guí­a de una manera de entender la Sociedad y situar la economí­a al servicio de las personas. Pilares comprometidos y directores de un proceso de recuperación de la lengua vasca, de la formulación de nuevos sistemas educativos y acompañarlos de una organización capilar que hací­a y hace de la colectividad municipal y próxima la base comunitaria de participación y desarrollo. Pilares sobre una fortalecida base ideológica que fijaba un rumbo y objetivos hacia la independencia de nuestro Paí­s, a la búsqueda de un Estado vasco propio. Quienes quisimos dar un siguiente paso hacia la liberación nacional y social, comprometimos un horizonte y un camino siempre sujeto a la libre decisión que «el pueblo» elija en cada momento. Y así­ hemos llegado hasta aquí­.

Obviamente, el MODELO VASCO emprendido y liderado por el PNV ha contado con otros muchos compañeros de viaje. Algunos lo han fortalecido y han contribuido a su éxito relativo; otros (desgraciadamente no pocos) lo han «malformado» poniendo palos en las ruedas impidiendo su correcto desarrollo y otros armaron todo tipo de obstáculos y palos en la rueda para evitar su recorrido. Hoy, no obstante, estamos aquí­. Y es momento de dar otro salto adelante.

Hoy como hace cuarenta años, vivimos un mundo incierto, un presente complejo ante un futuro escasamente predecible. Hoy podemos constatar lo que dio de sí­ la Reforma, en el Estado español, y hemos recorrido a trompicones el camino de nuestro autogobierno de la mano del Estatuto de Autonomí­a y el Amejoramiento del fuero navarro y el Concierto y Convenio Económicos en una España cuyos dirigentes polí­ticos no parecen asumir las demandas pací­ficas y democráticas de naciones que no están lo suficientemente confortables en el estatus actual. Vivimos en una Europa que se ve obligada a reconsiderar su camino, a elegir la manera de avanzar o replegarse, de elegir o no a sus miembros de futuro y de poner en valor sus esencias fundacionales para una renovada trayectoria. Y tan solo hace pocas semanas, la Euskadi continental y de ultrapuertos se dota, en el Estado francés, de un simple, incipiente y escasamente significativo espacio diferenciado aglutinador de un mí­nimo poder de autogobierno compartido. Poco autogobierno real, gran esperanza de contar con un ente propio por pequeño que hoy sea. En una Europa que esta misma semana se enfrenta a lo inevitable: repensar su futuro y reorganizar sus estructuras dando paso a las demandas reales de sus pueblos y naciones más allá del «consenso» burocrático y en gran medida paralizante y minimizador acomodo a los gobiernos centrales de sus Estados Miembro. Hoy, estamos antes una encrucijada no solamente fruto de una aparente globalización de intensidad, velocidad y dirección única, sino ante demandas sociales de primer orden. Demandas insertas en escenarios tecnológicos, laborales, demográficos, sociales, culturales… que no tienen respuestas únicas.

Precisamente por eso, hoy merece la pena recordar con optimismo y esperanza el acierto de un diagnóstico y una apuesta de hace cuarenta años. Entender, entonces, que Europa era la apuesta clara por la paz, la libertad, la homologación internacional y democrática y la puerta del bienestar en cuyo renovable espacio pudiéramos encontrar la confortabilidad de los pueblos y naciones que la componen y en cuyo seno Euskadi encontrarí­a la integración nacional y territorial deseada, permitió fijar un marco de referencia. No solo permití­a reiniciar un camino hacia la libre expresión democrática de unos ideales, sino que protegí­a, en el manto europeo e internacional, de nuevos golpismos militares.

Comprender que no era ni un marco inamovible, ni nuestro vértice o culmen de aspiraciones y que debí­amos hacer de «nuestra pequeñí­sima magnitud y relevancia, el protagonismo de nuestra propia historia y futuro», soñando nuestro propio (y diferente) destino, fue otro acierto nada fácil en ese momento. Asumir que aceptar un marco institucional y determinada normativa estatutaria para acceder a nuestro autogobierno originario no renunciando a derecho alguno para redefinir tu camino en todo momento, fue otro pilar esencial de ayer, de hoy y de mañana.

Entender, sin complejos, que el euskera no solamente no era una pieza de museo o de recuerdo identitario, sino, además, un vehí­culo de comunicación, aprendizaje y transformación creativa de una Sociedad viva con vocación de construir su propio futuro y establecer los instrumentos y polí­ticas necesarias para su recuperación y fortalecimiento, toda una apuesta visionaria y de éxito. De igual forma, interpretar que un mundo dominado por la economí­a de mercado no nos llevarí­a a ninguna parte de la misma forma que su contraparte de la «planificación autárquica socialista en boga» tampoco, no solamente resultó coherente con nuestros principios humanistas, solidarios y pro liberación social, además de valientes ante un entorno de ruptura que parecí­a dominado por una corriente que nos orillaba y descalificaba, sino todo un vector de cambio, tractor de toda una cadena de estrategias y polí­ticas superadoras de las graves crisis por las que hemos pasado en tan corto perí­odo.

En ese contexto general, el gran acierto de la llamada «ponencia socio económica» marcó nuestro rumbo. Alcanzamos una nueva forma de entender la «economí­a social de mercado» al servicio, precisamente, de la Sociedad. Entendimos, contra corriente, la difí­cil hibridación de lo económico y lo social, avanzando, a la vez de manera convergente; comprendimos la correlación público-privada desde el rol esencial y diferenciado que empresa, Sociedad y Gobiernos han de jugar; diseñamos aquellos factores claves que regirí­an los mundos de la salud, de la educación, de la economí­a (en especial de la industria y del sector primario) en un espacio hacia el bienestar. Principios que han acompañado los últimos cuarenta años de gobernanza y gestión de EAJ-PNV en todos los niveles de gobierno en los que sus representantes hemos tenido el privilegio de asumir responsabilidades públicas. Y, estos pilares, de apariencia simple, nos han traí­do hasta aquí­.

Hoy, con errores e insuficiencias, pero, a la vez, con suficiente satisfacción pese a la tarea inacabable (por definición), contrastamos las decisiones tomadas con los nuevos retos y desafí­os. Observamos un mundo que reivindica como claves de éxito, precisamente, valores sociales y polí­ticos rectores de la economí­a, simultaneidad de aplicación de polí­ticas económicas y sociales, «liberación» y desarrollo social y económico inclusivo, protagonismo, identidad y pertenencia como motor del cambio en las Sociedades que se resisten ante globalizaciones simplistas. Factores que hoy, diferentes Organismos internacionales señalan como las claves de un modelo que califican de éxito que se propone como referente para los próximos pasos de futuro.

Cuarenta años que, además, en un entorno de violencia, palos en las ruedas y enormes dificultades objetivas, refuerza el valor del compromiso y complicidad con un futuro propio, lo que no hace sino redoblar el esfuerzo e ilusiones.

Así­ las cosas, hoy es de justicia rendir un homenaje a los visionarios que impulsaron tan magna apuesta. Y a quienes, con ellos, forman parte de este Modelo Vasco-Modelo PNV y que lo hacen posible, dí­a a dí­a. Homenaje y reconocimiento no de despedida, sino de renovado impulso para afrontar los nuevos desafí­os.

Hoy, como ayer, el tan denostado humanismo, la descalificación genérica y simplista del Nacionalismo (por supuesto, el de los otros y no el del establishment unificador del poder dominante) y el empeño de los discursos que pretenden impedir la libre decisión y voluntad de pertenencia justificando que es momento de resolver los «problemas que preocupan e importan a la Sociedad» en materia económica y, por supuesto, global, cobran relevancia los principios que inspiraron las propuestas de Iruña.

El PNV que salí­a de la clandestinidad, propuso a la Sociedad Vasca «trabajar por la creación de una nueva Sociedad en la que serí­a posible compaginar las exigencias de un orden socialmente justo y la plena vigencia de las libertades democráticas», manifestó su aspiración a transformar las estructuras bajo presupuestos de libertad, igualdad y participación en las decisiones que nos afectan, desde principios de democracia económica, en un orden socializado y democracia global, plena, y situando la economí­a bajo el control de la Sociedad. Contemplaba y propugnaba gobiernos y polí­ticas intervencionistas, asignando al sector público el protagonismo ante el mercado a la búsqueda del beneficio social y compartido y, en definitiva, sentó las bases para la interdependencia Mercado-Sociedad-Planificación al servicio de la persona. Unas personas sobre las que las polí­ticas económicas y sociales incidieran de manera conjunta en la totalidad de los sectores o espacios que configuran sus necesidades y demandas básicas: renta, empleo, salud, vivienda, educación, cultura… y democracia. Principios y valores, directrices y marcos rectores completos, organización e identidad como combustible de un compromiso transformador, con vocación y servicio colectivo.

Esa apuesta por un nuevo modelo social, económico e institucional ha condicionado -de forma favorable- el recorrido de estos cuarenta años. Hoy, más que nunca, siguen vigentes y exigen llevarlos adelante, adecuarlos a los movimientos y cambios de cada momento. Nuevos retos y desafí­os, renovada ilusión. Agur Iruña 77.

Más allá de Informes amigables; hacia reformas imprescindibles en la Economí­a española

(Artí­culo publicado el 19 de Marzo)

El ambiente relativamente informal, de compadreo y «palmaditas en la espalda» del Secretario General de la OCDE, íngel Gurrí­a y el Ministro de Economí­a y Competitividad, Luis de Guindos, en la presentación del Informe 2017 sobre la Economí­a Española no ha hecho sino confundir a la audiencia y generar falsas expectativas y valoraciones sobre la Economí­a Española.

La supuesta «campechaní­a» reinante, seguida de la primera fase del Informe («La recuperación está en marcha, pero sigue siendo difí­cil conseguir un crecimiento más inclusivo») llevarí­a a pensar que el estado de las cosas funciona y que el gobierno español recibe un espaldarazo de su socio (y perceptor de cuentas importantes, además de «funcionarios» de lujo tipo Wert y su mujer, coincidentes en Madrid en la presentación del retrato del ex ministro y hoy Embajador de España ante la OCDE). Nada más lejos de la realidad.

Pese al cuidadoso «lenguaje diplomático y no beligerante» del Informe, resultan evidentes la insistencia en los aspectos negativos, así­ como en las tareas pendientes que ya anunciaron años atrás, un claro escenario de riesgo para una España que, además, ha de afrontar enormes retos no mencionados en el documento del citado Organismo.

Afirmar que ha de reconocerse que España ha iniciado un camino de crecimiento no es sino una constatación estadí­stica, máxime tras un periodo recesivo. Señalar, a continuación, que el crecimiento no ha ayudado, no ya a resolver, sino ni siquiera a mitigar el estado de inequidad, pobreza relativa, desempleo (no solo un 18,8% oficial en términos de paro registrado, sino de pésima calidad tanto por el tipo de contrato, condiciones salariales, cualificación y bají­sima productividad, alejado de cualquier atisbo de innovación esperable en un paí­s con aspiraciones relevantes de futuro), abandono de las polí­ticas sociales exigibles para contra restar los resultados observables, necesitado de reformas, reformas y más reformas… es a los ojos de cualquier lector objetivo, una destacada descalificación y no una felicitación entre colegas.

¿Qué dice y qué no dice el Informe?

El Informe no viene a decir nada nuevo que no hubiera sido señalado desde el inicio de la reciente crisis a partir del año 2008. Salvo el porcentaje de crecimiento del PIB, la consecuente recuperación de exportaciones y poco más, a situar en el apartado positivo, destaca la dualidad de un empleo insuficiente e inadecuado para un desarrollo inclusivo absolutamente imprescindible en toda economí­a (una tasa de desempleo que duplica la media europea, un desempleo no cualificado, pésimos, ineficientes e inadecuados Servicios Públicos de Empleo, acompañados de un elevado fracaso escolar, con una escasa alineación del empleo-formación a las necesidades de las empresas y de la nueva economí­a, poniendo de manifiesto una baja cualificación generalizada y un empobrecimiento creciente de la mano de una devaluación salarial que se ha extendido en estos años), recuerda que si bien se  ha hecho un esfuerzo en la reducción del número de Agencias y empresas públicas, no se ha profundizado en la imprescindible Reforma de la Administración y función públicas. Eso sí­, evita entrar en detalle sobre las mismas, pasa de puntillas sobre el verdadero dualismo existente: quienes tienen empleo seguro de por vida en el entorno público y quienes han de buscarlo dí­a a dí­a, a lo largo de toda su vida en «los Mercados». Evita valorar en términos de contenido y funciones o de cualificación de quienes hacen las veces de orientadores y formadores para el empleo y la necesaria transformación radical de los «nuevos INEM» transferidos a las Comunidades Autónomas con nulos o deficientes resultados (y los mismos funcionarios pre existentes en un mercado laboral distinto) y pide, como reforma, «aumentar la dotación de empleados -funcionarios- y de los recursos con que trabajan». Aboga por la «Unidad de Mercado» en lí­nea con su conocida «visión global» de la economí­a y el mundo, superada ya por una realidad que ha demostrado sus ineficiencias y desigualdades además de ignorar (aquí­ y a lo largo de todo el Informe) la existencia de un Estado Autonómico que, mejor o peor, configura el actual Estado español. Informe que no dedica un solo párrafo a señalar la diferencia territorial, las polí­ticas y estrategias diferenciales en una u otra, el desgobierno existente a lo largo de casi dos años. La corrupción no existe y, sin embargo, parecerí­a que una Reforma Fiscal (apuntando al incremento del IVA y a aquello que, de forma genérica, aporta mayor recaudación), acompañada de la supresión o limitación de ayudas públicas (que no de su control) y  de los Colegios Profesionales (en especial los de Ingenieros, Arquitectos, Contables y Abogados cuyos colegiados se califican de escasamente productivos atendiendo a sus tarifas horarias medias), incidiendo en «mejorar» la FP (precisamente la Sra. Wert, ex Secretaria de Estado de Educación en el Gobierno español, fue la flamante contratación de la OCDE para dirigir sus polí­ticas educativas coincidente con el nombramiento del ex Ministro en su actual cargo de representante ante la OCDE), y, por supuesto (conforme a la lógica de sus Informes) centrarse en polí­ticas macro o buenas palabras con recomendaciones genéricas.

Sin duda, leer el Informe desde esta otra óptica de asignaturas pendientes nos acerca más a una mala fotografí­a que, desgraciadamente, refleja mejor la realidad.

La realidad de la economí­a española exige Reformas radicales: en su modelo territorial y de diferenciado autogobierno regionalizado según sus propios tejidos económicos distintos, de sus diferentes grados de voluntad de autogobierno y confortabilidad o no con el modo de relación entre ellas en y con el Estado según las legí­timas aspiraciones de cada una; requiere afrontar de forma radical el conjunto de la función pública y el empleo asociable (polí­tico y funcionarial) lo que exige cambios en profundidad que no solamente aproveche la obligada renovación generacional y la adaptación a lo que se espera de todo gobierno en sus diferentes niveles institucionales ante las mega tendencias, cambios observables y a la eficiencia-coste de su Administración, sino a la necesidad de romper con la dualidad en la empleabilidad terminando con la privilegiada diferenciación en términos de acceso, seguridad, tipologí­a de contrato, retribución (directa y complementaria) y permanencia. Nueva gobernanza, nuevas modalidades de selección, contratación, promoción, salida de las personas al servicio de nuevas Administraciones, con objetivos y funciones muy diferentes a las demandadas en el pasado con roles distintos a los desempeñados por muchas de ellas. Es momento de hacer coincidir el discurso que desde la polí­tica y los gobiernos (Universidades públicas incluidas) se emite a la Sociedad («necesitamos profesionales con claros perfiles de internacionalización, pluri-competencia, flexibilidad ocupacional, emprendedores, digitalizados, alfabetizados en nuevos espacios tecnológicos y acostumbrados  a cambiar de empleo y profesión de manera permanente, con un elevado sentido y propensión a la movilidad…») con las nuevas administraciones y empleados públicos que exige el cambio deseable. Si consideramos un desempleo intolerable que no encuentra en inservibles Servicios de Empleo las herramientas necesarias para formar, informar y facilitar el ingreso o reincorporación a empleos dignos, parecerí­a razonable demandar una reforma radical, máxime cuando, parche tras parche, se fosilizan los instrumentos del pasado sin haber ofrecido resultados dignos de consideración. Es momento, sin duda alguna, de transitar en el espacio de las polí­ticas sociales, revisables en torno a conceptos de renta universal, salud y bienestar. Ni que decir de un renovado sistema educativo a lo largo de toda la vida, una nueva (de verdad) Universidad al servicio del futuro y no de la endogamia heredada y una polí­tica fiscal y tributaria acorde con los cambios y realidades observables y no la farsa demagógica que termina con el tranquilizante mensaje de que paguemos otros (se supone que quienes más ingresan, ahorran o invierten). De esta forma, con Tribunales Supremos y Constitucionales (previa reforma radical de los mismos) se entenderí­a, también, la obligación de la Administración Central, Congreso y Senado de cumplir con las obligaciones legales vigentes (por ejemplo, con los Estatutos de Autonomí­a). Sin duda es una Agenda inmensurable. Pero es el recetario que la realidad impone.

Sin embargo, lejos de reclamar con Autoridad y vehemencia las verdaderas reformas radicales que sugieren, las más de las veces, de manera tí­mida y discreta, el mencionado Informe pone de relieve (sin escribirlo, por supuesto) que mientras los funcionarios de estos Organismos Internacionales sean nombrados por cuotas graciables a repartir entre los partidos «de Estado» y sus gobiernos centrales, los Informes no verán otra España que vaya más allá de Madrid (Barrio de Salamanca y Castellana-Ministerios). Baste mencionar que los únicos datos de referencia sobre instrumentos de promoción empresarial, innovación y desarrollo tecnológico son CDTI, ICO y ENISA (menos mal que recomienda reformarlos). Serí­a oportuno sugerir una pequeña recomendación general: conocer la configuración polí­tica, económica, social y territorial de España y su distribución competencial y acudir a fuentes algo más significativas y representativas de la realidad. Serí­a el punto de partida imprescindible para analizar «el estado del arte de la economí­a española».

Quizás de esta manera encontrarí­amos razonables, aplicables y aceptables las recomendaciones de Organismos como la OCDE. Seguramente no habrí­a demasiadas «palmaditas» en las ruedas de prensa, pero avanzarí­amos hacia un futuro deseable y posible. Pondrí­amos en valor las muchas aportaciones que, también, conllevan.

Desgraciadamente, el mencionado Informe no permite ni afirmar una verdadera y positiva salida de la crisis, ni confiar en que estos años de enormes dificultades hayan servido para abordar las verdaderas transformaciones radicales que la profunda crisis ha señalado. España, como Europa, han desaprovechado un perí­odo de cambios imprescindibles. Ni han fijado una visión o aspiración de futuro que haga atractivo el compromiso de sus ciudadanos y agentes económicos y sociales, ni han sentado las bases para las reformas esenciales (gobernanza, modelo de crecimiento y desarrollo, viabilidad del ansiado Estado de Bienestar, Competitividad y Productividad…), ni han culminado su revisión de un sistema financiero, una Administración Pública, una nueva reformulación del Estado y las naciones y regiones que hoy lo componen, ni han ejercitado la necesaria «devolución» competencial y de recursos que tanto las realidades y demandas económicas como polí­ticas (y legales) aconsejan.

Reformas y más reformas como indica el mencionado Informe, pero hacia un objetivo ní­tido, compartible y deseado.

Confiemos en que la inevitabilidad diplomática y de consenso que impera en los Organismos Internacionales no oculten la esencia de sus análisis y permita profundizar en las dificultades y asignaturas pendientes. No se trata de «flagelarnos» ante la adversidad, sino de apostar, desde el realismo, por hacer de los problemas las fuentes de las soluciones. Se trata de un enorme desafí­o que no permite alocadas improvisaciones, ni mesiánicas promesas. Por el contrario, exige mucha dedicación, responsabilidad, compromiso y riesgo.

Afrontar nuestro futuro: el sabor amargo de noticias positivas

(Artí­culo publicado el 5 de Marzo)

La semana nos ha traí­do un par de noticias positivas a la vez que agridulces, interrelacionadas mucho más de lo que pudiera parecer a primera vista, vinculadas con nuestro futuro y bienestar. El anunciado «Acuerdo Polí­tico y Técnico para el acceso de la alta velocidad ferroviaria a las capitales vascas» y la «destacada posición del Paí­s Vasco entre las regiones más competitivas de Europa y a la cabeza del Estado español».

Sin duda alguna, las noticias anteriores son positivas en sí­ mismas y parecerí­an una invitación a la alegrí­a y satisfacción. Vayamos por partes. El que una infraestructura considerada estratégica para nuestro Paí­s (al igual que para Europa y España) vaya adelante es de gran importancia. Desgraciadamente, si recordamos que el «Acuerdo Interinstitucional» para su construcción, calificado como la primera interconexión transeuropea, data de 1987, que no solamente se acordó su realización, sino la modalidad colaborativa, co-financiación ví­a Cupo y el compromiso polí­tico, de conectividad, dotación de un modo vanguardista (entonces) de transporte, una apuesta por la reactivación y desarrollo económico y regional, soportado en un compromiso  económico-financiero, así­ como su impulso regenerador urbaní­stico y de la Ordenación del Territorio, y que hoy, 30 años después, sea objeto de un «nuevo Acuerdo, ejemplo de cooperación y compromiso del Gobierno Central con el Gobierno Vasco», (que en las desafortunadas palabras del Ministro español, Iñigo de la Serna, «es un simple pistoletazo administrativo de salida»), además de no venir acompañado ni de un cronograma, que emita señales subliminales de su ejecución no antes del 2023 para culminar tan «estratégico» proyecto, no puede sino generar enorme decepción unida a una incertidumbre tal que empieza por no contar con presupuestos reales asignados y garantizados, ni con apuesta alguna por acelerar su ejecución, ni proyecta voluntad alguna de generación de empleo, ni nuevas fuentes de innovación y revitalización de nuestro desarrollo, en un momento en el que estamos tan necesitados de proyectos de futuro con impacto visible hoy. En el mejor de los casos, la buena noticia se producirá nada más y nada menos que 40 años después de su lanzamiento. Desgraciadamente, resulta decepcionante comprobar cómo lo que se comprometió, se calificó y califica de estratégico -entonces y hoy- (sobre todo para Europa y Para España) se ha utilizado como instrumento unilateral de castigo, o de negociación condicionada a las necesidades temporales del partido de turno en el gobierno español.

De esta forma, en el mejor de los casos, nos situaremos a la cola de quienes acceden a un ferrocarril moderno, de altas prestaciones. Si, además, Navarra queda orillada e inconexa, el asunto se agrava como veremos más tarde, más allá de la voluntad «nacionalista vasca» que algunos mantenemos.

Y aquí­ enlazo con la segunda noticia agridulce: el índice de Competitividad Regional Europeo publicado esta semana por la Unión Europea.

Por tercera vez en su historia, la UE publica un índice Regional de Competitividad que pretende trasladar los habituales y conocidos Informes de Competitividad Global que a nivel estatal «nacional» elabora, publica e impulsa el Foro Económico Mundial. Afortunadamente, cada vez son más los esfuerzos por llevar a los ámbitos no estatales, regionales y de ciudades, el verdadero espacio de concreción de la Competitividad. Sin embargo, sus limitaciones son aún enormes empezando por la escasa y no homogénea estadí­stica disponible, la variabilidad del espí­ritu que rodea a las encuestas cualitativas y de opinión empleadas en la configuración de indicadores y resultados, la excesiva variedad y dispersión de fuentes empleadas y la propia dificultad en las definiciones esenciales del Informe: desde lo que ha de entenderse por la «Competitividad de una Región» (cuestionable definición del Informe: «La Competitividad Regional es la habilidad de una región para ofrecer y atraer un entorno sostenible para las empresas y sus residentes para venir y trabajar»), la diferencia de las NUTS (las entidades territoriales y regionales que sirven de base para la delimitación de las 263 regiones europeas que compara), la cualificación funcional o polí­tica o dimensional que han de cubrir para su agrupación y, por supuesto, los diferentes indicadores que utilizan.

Así­, la satisfacción de observar que el Paí­s Vasco está en el Grupo de Cabecera y es la primera del Estado (ligeramente por detrás de Madrid, si bien el propio Informe «excluye» de la consideración relevante a las regiones-capital estatales por razones diversas que distorsionan su comparación, pese a aplicar todo el modelo y concluir que «el Gran Londres» serí­a la número uno, precisamente en pleno BREXIT) situándonos por encima de la media Europea y en el pelotón de cabeza, se ve empañada no ya por el lugar que ocupamos en el total europeo (nada menos que la 119 de 263), sino al observar su débil puntuación en algunos de los pilares que componen los once bloques  o pilares de la competitividad para los 74 indicadores utilizados. Si bien el tema no va de rankings, conviene repasar algunos de los indicadores y constatar elementos que no parecen dejarnos excesivamente bien situados si la comparación la hacemos respecto de los lí­deres europeos. Empecemos destacando nuestra estupenda puntuación en materia de Salud (12 de 263) y Educación Superior y permanente o continua (30 de 263), si bien ambas se ven minimizadas por su «aplicación» en cuanto a factores clave para la eficiencia y la innovación, espacios de futuro a lo que se supone han de evolucionar las regiones una vez superada la dotación correspondiente a la «Dimensión Básica» exigible a toda la región europea con aspiraciones relevantes. (En todo caso, viene bien constatar la extraordinaria valoración de los logros obtenidos en tan relevantes áreas en las que nuestro Paí­s se ha volcado a lo largo del tiempo en beneficio de nuestras empresas, Instituciones y ciudadanos). Pero dicho esto, conviene mirar hacia dentro del modelo y observar aquellos elementos que nos penalizan. Entre ellos sobresalen aquellos indicadores que, dadas las dificultades del estudio, incorporan datos estatales y no regionales. Así­, la Estabilidad Macroeconómica se supone que es igual para todas las regiones de un mismo Estado y se nos aplica la puntuación de España, a la cola europea (24 de 28), las infraestructuras (189 de 263) debido, sobre todo, a que en su medición tienen el máximo peso los aeropuertos internacionales y sus conexiones intercontinentales y el número de kilómetros de ferrocarril de Alta Velocidad. De igual forma, la eficiencia del Mercado Laboral (alto nivel de desempleo, movilidad, adecuación formación-empleabilidad, y la, en este caso, nula calidad de los servicios públicos de empleo, fondos de formación continua…) y la Educación básica (medida conforme a PISA, fracaso escolar y otros apartados, también, aplicados con carácter general y no diferenciada atendiendo a la valoración del Estado). Es decir, un hí­brido en el que en aquellas «funciones» del Gobierno Central y del «Modelo Marca España» hipotecan un futuro diferenciado. Una vez más, recordemos aquí­ que las demandas de autogobierno (en versión light) no son cuestión de reclamos secesionistas que «poco tienen que ver con la preocupación real de la gente» que dirí­an polí­ticos, tertulianos y comunicadores pro centralismo y unidades mal entendidas.

Así­, cabe insistir en la relevancia estratégica de nuestra «Y vasca» y, por supuesto, de la capacidad y ejercicio de autogobierno al servicio de aspiraciones y estrategias propias. Adicionalmente, al mencionar con anterioridad a Navarra, conviene señalar que en la «definición conceptual de regiones» empleada en el índice mencionado, se limitan tamaño de mercado, eficiencia laboral, satisfacción empresarial y capacidad innovadora por la no integración en «áreas funcionales mayores», por lo que el no desarrollo compartido, natural, Paí­s Vasco + Navarra, impide una eficiencia mayor en un nuevo espacio de bienestar y competitividad desde clusters lógicos (Salud, Bio-Ciencias, Educación, Automoción, Energí­a, Alimentación, Turismo, Energí­a, Industria 4.0) y la conectividad e Infraestructura en beneficio propio. Por no citar nuestra otra vecindad del otro lado del Pirineo. De esta forma nuestras comunidades Forales se ven penalizadas ante su falta de «integrabilidad vecina», demandada por cualquier ecosistema socio económico que se precie.

Por tanto, tras destacar el valioso esfuerzo y acierto de nuestros Alcaldes y Gobierno impulsando infraestructuras estratégicas, más allá del reconocimiento debido, hemos de poner el acento en nuevos pasos. Máxime si leemos en estos mismos dí­as un nuevo Informe del Mckinsey Global Institute dedicado a las Infraestructuras en el que se aborda una nueva revolución productiva reinventando la industria de la construcción, mitigando gaps en las principales infraestructuras, promoviendo el desarrollo territorial e imaginando un futuro digital (4.0) implantado en este mundo motor del empleo, la conectividad, el desarrollo económico y el bienestar.

La Y vasca, su conexión transeuropea y con España y Portugal, la reconfiguración de una nueva Euskal Hiria-Ciudad Vasca integradora de los diferente territorios, los nuevos espacios de valor tanto en las capitales como en otras poblaciones relevantes en el proyecto, la capacidad generadora de empleo y de nuevas oportunidades de actividad económica, la regeneración urbana y espacios públicos que aporta, la mejora ambiental sostenible, la reducción de la contaminación, los ahorros en energí­a y todo tipo de costes asociables al transporte, el ahorro de tiempo (utilizable también para la tan generalizada demanda de vida, ocio y conciliación familiar) no es un simple proyecto o una infraestructura meramente fí­sica. Más allá de sus funcionalidades especí­ficas, supone un profundo espacio de oportunidad y bienestar.

Nos ha costado mucho llegar hasta aquí­. Necesitamos redoblar esfuerzos tras los muchos pasos pendientes.

Quedémonos con lo positivo de las noticias comentadas y redoblemos esfuerzos para superar las penalizaciones y debilidades que suponen su parte amarga. Como siempre, trabajemos hacia el dulce sabor de un futuro propio y mejor. Está a nuestro alcance.

Euskadi y la reflexión europea del Informe Juncker

El «White Paper» del Presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, proponiendo un abierto proceso de análisis y debate Pan Europeo en relación con el futuro de la Unión Europea, plantea tanto un desafí­o, como un gran reto para Euskadi.

Si bien, en primera instancia, se dirige a los gobiernos de los Estados Miembro (27) que conforman el Consejo Europeo, el debate va más allá e implica de manera relevante a naciones y regiones (además de ciudadanos) europeas que pretendemos un rol protagonista en el diseño de nuestro futuro y destino. En este sentido, el largo camino que pretende recorrer tanto para las próximas elecciones al Parlamento Europeo (2019), como para una reconstrucción, desconexión o mantenimiento del status quo, según se mire o decida, hacia 2025, aconsejarí­a un proceso paralelo en Euskadi.

Adicionalmente, ofrece un análisis de partida que invita a la reflexión sobre los desafí­os reales a los que ha de enfrentarse Europa en cualquiera de los escenarios que se elijan (condicionamiento de un estado de paz y minimización de conflictos, pérdida de relevancia mundial en términos de población y peso relativo en el PIB, envejecimiento, un rol aislado en defensa y seguridad, educación y empleo desequilibrados, pérdida de liderazgo cientí­fico-innovador, pérdida de peso del euro en el concierto internacional de moneda…) a la vez que pone de manifiesto el débil funcionamiento actual (y progresivamente cada vez mayor) de los mecanismos de decisión europeos en un creciente desapego de la población en manos de las decisiones de los gobiernos de los Estados Miembro en un claro desequilibrio entre lo que se pide a Europa que haga y la medida en que cada uno de ellos se compromete en su logro.

Se acepte o no, España está en plena encrucijada, con un evidente cuestionamiento de su modelo autonómico, cuya máxima visibilidad exterior es el «procés Catalí «. Y, no es ajeno, como es evidente, a la propia deriva europea. Inmersos en estos momentos como estamos en un largo proceso que desde el Parlamento Vasco se pretende -con el obstáculo permanente del centralismo de destino único-  abordar la búsqueda de un nuevo estatus polí­tico (fundamentalmente en/desde España) que contempla una foto más o menos fija de la Europa de la que con mayor o menor intensidad decimos querer incorporar en nuestro modelo, no vendrí­a mal realizar nuestra propia reflexión que bien podrí­a «ordenarse» desde el propio Parlamento.

Sugiero un par de caminos a recorrer que, en todo caso, serí­an convergentes:

1. La Europa que queremos, siguiendo el documento Juncker de los cinco escenarios (Estadio actual o espí­ritu de Bratislava sin introducir cambio alguno a la espera de soluciones espontáneas, reconducir la Unión Europea hacia el Mercado único original con libertad de movimientos en bienes, servicios y hasta cierto punto de capitales pero olvidando el de las personas, una Europa a «n» velocidades con una cierta intención de direccionamiento concéntrico, una cierta federalización soportada en un reacondicionamiento competencial entre diferentes niveles institucionales de gobernanza descentralizada, o el que algunos bruselenses llaman el modelo Verhofstadt que abandera el grupo parlamentario ALDE hacia una federación o confederación con todos los Estados Miembro y sus regiones diversas), para preguntarnos qué rol queremos asignar a Euskadi en cada uno de ellos y optar por aquel preferible, cara a definir nuestra estrategia y posicionamiento polí­tico.

2. La Euskadi de futuro como refuerzo metodológico al trabajo de la Ponencia del Autogobierno. Nuestros escenarios, siguiendo la ruta y metodologí­a del mencionado documento europeo, serí­an:

– Mantenernos como estamos «peleando» de forma permanente en el impulso y desarrollo del Estatuto de Autonomí­a de Gernika y Concierto Económico, competencia a competencia, negociación a negociación e intentando mejorar dí­a a dí­a desde la unilateralidad dominante que, casi cuarenta años después de su aprobación, sigue sin cumplirse en su totalidad, sometido, además, a una recentralización y desnaturalización permanente a voluntad del gobierno central de turno.

– Reordenación competencial (Madrid, Gobierno Vasco, Diputaciones Forales y Municipios) bajo principios de eficiencia, eficacia, normativa competencial e instrumentos de gestión adecuados al espacio previsto para cada nivel Institucional, con la correspondiente revisión de su financiación.

– Una vuelta al origen de un Estado Autonómico «federal» (igual para cada Comunidad Autónoma) de espí­ritu (Descentralización Administrativa) avanzando todos a la misma velocidad homogeneizadora de una España íšnica (minando el hecho diferencial vasco recogido en la propia Constitución vigente).

– Hacia un Estado Confederal «de naciones y regiones», a «n» velocidades y espacios concéntricos dentro del marco del «Nuevo Estado español», formado por Euskadi, Catalunya + X» y/o España Resto» (posiblemente, en su momento, Andalucí­a y Galicia).

– Hacia la Independencia, ni más ni menos que con el estatus «interdependiente» que pudiera corresponder a cualquiera de los 27 Estados Miembro de la Unión Europea.

Realizar este doble ejercicio serí­a, en todo caso, enormemente esclarecedor. Definir y «simular» consecuencias reales de cada uno de los escenarios, permitirí­a la correcta información facilitadora del libre ejercicio del derecho a decidir. Aprovecharí­amos así­, la sinergia de un doble pronunciamiento democrático: ¿Qué Europa queremos los vascos, de larga trayectoria histórica pro-Europeí­sta, fundadores de la hoy UE desde los ya «antiguos» nuevos equipos demo-cristianos que alumbraron la CEE y su posterior evolución hasta nuestros dí­as?, y, en segundo lugar, ¿Qué queremos cuando hablamos de ejercer el derecho a decidir para generar «un nuevo estatus polí­tico»?

Sin duda no solamente una gran oportunidad, sino, sobre todo, me atrevo a decir que una obligación de nuestros legisladores y gobernantes. Qué mejor que el Parlamento y Gobierno Vasco para introducir esta nueva variable (la nueva Europa deseable) en el proceso. Un proceso que se sirva de aportaciones de los múltiples centros y espacios de pensamiento, opinión, investigación públicos y privados, de la Sociedad Civil, de los partidos polí­ticos y de la contribución ciudadana.

Visto así­, sin duda, Bienvenido el incómodo, a la vez que necesario e inevitable, Documento Juncker.

Nóos, Corrupción y Desarrollo Económico

(Artí­culo publicado el 19 de Febrero)

Al parecer, la noticia de la semana. Que años después del inicio de un largo proceso judicial, polí­tico y mediático, «descubierto» por casualidad investigando el llamado «Palma Arena» demostrado como fechorí­a de la «administración modelo» que presenciaba el Presidente del Gobierno Español, Mariano Rajoy, la comunicación de la sentencia parecerí­a llegar a su fin.

En el camino, al margen de la sentencia definitiva, la evidencia de una justicia lenta, mediatizada, no independiente y múltiples episodios e interferencias ensanchando la sombra de una larguí­sima corrupción organizada. En este caso, desde las más altas instancias del Reino de España, gobiernos, empresas afines y personajes variopintos. Nóos no es un caso aislado. España está teñida (manchada) de una larga cadena de chapuzas que no pueden considerarse «iniciativas aisladas» sino, por el contrario, una cultura y práctica ampliamente extendida. A la herencia franquista consolidada en la transición y que perdura con nuevas formas, nombres y apellidos similares y «nuevos jugadores acompañantes del negro y sucio juego», se añade la persistente tolerancia que se traduce en excusar a una Casa Real, votar a un Presidente presente en todo el periodo de sospecha y condenas y un largo etcétera que parecerí­a imparable.

En paralelo (o en relación con…), América Latina se ve infectada de Sur a Norte por el fenómeno Odebrecht, con una mancha extendible de este emporio brasileño de la infraestructura y la construcción que parece haber contaminado todo tipo de paí­ses, gobiernos, empresas y medios de comunicación. No es sorprendente, por tanto, que en una conversación con un buen amigo empresario mexicano hace unos dí­as me dijera: «Pensábamos que la corrupción era un modelo cultural autóctono, pero hemos comprobado que nos llegó en barco en 1492 con el descubrimiento de América».

Pues bien, si el fenómeno corrupto es absolutamente rechazable desde todo punto de vista moral, ético y penal, no lo es menos desde la óptica de su impacto en el desarrollo económico y bienestar de paí­ses y sociedades.

Datos aparte, en un reciente informe sobre prospectiva y proyección de crecimiento y desarrollo económico con estimaciones a 2030 y 2050 (PwC: «The long view. How will the global economic order change by 2050″. «En qué medida cambiará el orden económico para 2050″), en el que además de comprobar, una vez más, el cambio en el ranking de las economí­as mundiales atendiendo al tamaño de su PIB y observar cómo, salvo China que conservará su primera posición, el resto de las 32 economí­as más grandes (con el 85% de la riqueza global acumulada), cambiarán posiciones y el «nuevo G-7″ se convertirá en un nuevo bloque de paí­ses emergentes (Indonesia, México, India, Brasil, Rusia junto con China y un Estados Unidos perdiendo posiciones). Solamente Alemania y el Reino Unido (considerando su configuración actual) aparecerí­an entre los doce primeros puestos. (La «España» de hoy, por ejemplo, pasarí­a del lugar 16 al 26). Pero más allá del ranking, es de destacar que el profundizar en el análisis y preguntarse qué riesgos harí­an imposible el «éxito o mantenimiento» de un crecimiento y desarrollo positivo, a los factores propios de la innovación, la educación adecuada al propósito y modelo de desarrollo, a la inclusividad de su crecimiento, la bondad de su gobernanza e institucionalización y a su capacidad de interacción con las economí­as mundiales y las diferentes cadenas de valor añadido, surge, como elemento esencial, la «erradicación de la corrupción».

La corrupción no es solamente una carga mortí­fera para la ética, para la moral, o para la libre competencia, la confianza y credibilidad y apoyo democráticos y de gobernanza, o a estí­mulos o aceptación de las responsabilidades fiscales y los diferentes sistemas impositivos y tributarios o alta esencia de la cohesión e inclusión social. Influye, también, en la capacidad de inversión y generación de capital humano y fí­sico, en el movimiento de la inversión interna y extranjera y, por supuesto, en la necesaria lucha contra la «economí­a ilí­cita», tan extendida a lo largo del mundo.

Resulta evidente, tal y como recoge, también, el mencionado Informe prospectivo cómo todo Paí­s y Gobierno, con independencia de su posición en el «ranking», se enfrenta, de una u otra manera, a una serie de retos generales que han de adecuarse a su propia realidad de partida y propósito de futuro. Destaca, por supuesto, la necesidad de los gobiernos en diseñar polí­ticas «amigables y eficientes» para la generación de contextos competitivos completos, facilitadores de la atracción de personas, talento, negocios e inversiones; su capacidad de integrarse en las vanguardias del conocimiento y del comercio internacional, abriendo sus mercados a libres movimientos de trabajo, capital, bienes, servicios y personas; a mitigar las desigualdades y asegurar el reparto justo y equitativo de beneficios para todos y compartiendo el valor con toda la sociedad. Por no añadir el necesario éxito en su particular lucha contra el cambio climático, la insostenibilidad del medio ambiente y la reinvención de sociedades adecuadas a un inevitable envejecimiento.

Acometer estos retos exige Instituciones fuertes, creí­bles, fiables, capaces de abordar las reformas y polí­ticas necesarias, compartidas, que la sociedad haga suyas, en procesos abiertos, trasparentes, democráticos, de largo plazo. ¿Cómo podemos hacerlo sin el concurso de gobiernos, sociedades, personas comprometidas con culturas «limpias», no tolerantes a cualquier tipo de corrupción, en democracias reales, sistemas de justicia independientes y capaces?

Podemos diseñar polí­ticas y modelos económicos de negocio potentes y de éxito, podremos contar con los mejores sistemas educativos y podremos alcanzar la riqueza y la abundancia, pero si vienen contaminados de una lacra de corrupción, suficientemente extendida, hipotecarí­amos cualquier opción de futuro.

Hoy es Nóos, es Gí¼rtel, es Odebrecht más X paí­ses (México, Perú, Panamá…) tras este conglomerado brasileño de «negocios», poniendo en jaque a múltiples paí­ses y gobiernos, otrora triunfantes por el éxito de sus logros inversores, planes de infraestructura y atracción de inversión extranjera. Paí­s a paí­s, incluido España. ¿Mañana?

Más allá de un caso y de una sentencia, desgraciadamente, parecerí­a una extensa mancha sistémica. Empecemos por resaltar una simple constatación: «…también en el éxito polí­tico y empresarial, así­ como en la vida personal, la ética Sí importa y, finalmente, marca la diferencia».

En esta lí­nea, un buen avance a generalizar a la totalidad del mundo de los negocios y, por supuesto, en relación con la cada vez mayor y más necesaria interacción público-privada, es una de las diez claves que la reciente Cumbre de Davos del World Economic Forum formalizó en el seno de su Consejo Empresarial. La llamada Declaración para un liderazgo responsable, en el marco de una hoja de Ruta para un desarrollo sostenible de largo plazo. Dicha Declaración es parte de su compromiso con un cada vez mejor Gobierno Corporativo. La Declaración fue inicialmente suscrita por 280 Presidentes y Consejeros Delegados de empresas de primer nivel internacional y recoge dos apartados significativos: El primero, de principios rectores del rol de las empresas para alinear sus objetivos a las demandas sociales, con vocación de largo plazo apostando por la prosperidad global sostenible y no por beneficios financieros de corto plazo y una profunda interacción con todos sus stakeholders (Grupos de interés: gobiernos, trabajadores, sociedad, comunidad, proveedores, inversores, accionistas…) desde la transparencia, colaboración y participación real. El segundo, su compromiso individual como lí­deres empresariales para influir en sus Consejos y í“rganos de Gobierno y Administración en el interés y logro de los objetivos y principios recogidos en el punto primero, promover la revisión actualizada de su Gobierno Corporativo con miras al mejor servicio a la sociedad generando valor, credibilidad y confianza, y actuar dentro del escrupuloso respeto a la legalidad, a la ética y buenas prácticas evitando cualquier «atajo» desde la corrupción o prácticas ilegales o para-legales.

Sin duda, prever lo que pase en 2050 resulta poco menos que imposible, pero, decidir lo que queremos lograr y cómo hacerlo, es cuestión de la voluntad y compromiso de todos y cada uno de nosotros.

«Ni confrontación, ni sumisión». La esperanza de construir nuevos espacios colaborativos

(Artí­culo publicado el 5 de Febrero)

En mis tres últimos artí­culos quincenales publicados en esta columna, hablaba del «bipartidismo fallido» de los Estados Unidos y su impacto negativo en el estado de las cosas en la más próspera y productiva «América», desde un punto de vista estadí­stico, y el avance hacia un «Nuevo Orden Internacional» como proceso inevitable para abordar los riesgos y desafí­os mundiales diseñando nuevos caminos, instrumentos y compromisos. Hablaba de la necesaria co-responsabilidad y compromiso mutuo entre quienes convienen entre sí­ y quienes, en su caso, desean salir de un espacio previamente compartido, ya sean acuerdos comerciales, de í­ndole social o polí­tico-administrativo.

Hoy, en este mismo contexto, podemos repasar un par de asuntos interrelacionados que han de condicionar no solamente la percepción exterior de los Estados Unidos de América y su rol en el mundo, sino el papel a desempeñar por terceros (ciudadanos, sociedad civil, gobiernos, empresas…) tanto norteamericanos, como no estadounidenses.

Si el Presidente Trump iniciaba su mandato ejecutivo ordenando vulnerar de manera unilateral sus Convenios Internacionales (tanto de Derechos Humanos, Inmigración y Asilo, como el NAFTA voluntariamente suscrito con sus vecinos de Canadá y México), de obligado cumplimiento, avanzaba su obsesivo millonario despilfarro en un nefasto y humillante MURO separador con México y procedí­a a la prohibición de visados a inmigrantes de siete paí­ses, bajo el nada sostenible argumento de «evitar los errores que han favorecido el terrorismo en Europa», dando paso a abusivas detenciones contrarias a derecho, la reacción de protesta no ha hecho más que empezar (dentro y fuera de los Estados Unidos). A la valiente orden de una jueza de Brooklyn impidiendo la aplicación del intento Presidencial y a la huelga de cientos de taxistas negándose a dar servicio a los aeropuertos de Nueva York (Laguardia y JFK), a medidas extraordinarias de protección a sus trabajadores inmigrantes en las empresas de Silicon Valley, al anuncio de Starbucks de contratar 10.000 refugiados en los próximos cinco años, a la respuesta colaborativa de miles de autónomos propagando mensajes en las redes sociales advirtiendo del peligro en firmar la forma migratoria I-407 a aquellos inmigrantes con la «Green Card», engañados para provocar la pérdida voluntaria de su residencia permanente, así­ como declaraciones oficiales de múltiples Organizaciones y Colectivos como la de la Fundación Solomon R. Guggenheim de Nueva York que a través de su Director General en su carta a todos los trabajadores de la Organización, manifestaba su preocupación y rechazo a la medida del Presidente, reiterando «el peligro de que los principios de una democracia abierta, en los que se basa la fundación de los Estados Unidos de América, aparezcan amenazados», a la vez que recordaba como «Guggenheim siempre estará en favor y apoyo del libre movimiento  de personas e ideas trabajando por un mundo inclusivo, valor esencial de la Institución desde su nacimiento», se suman, dí­a a dí­a, voces cualificadas en el exterior denunciando el peligro instalado en la Casa Blanca, con independencia de su legitimidad ganada en las urnas.

En este contexto de rechazo a algo más que un «Decreto Presidencial en materia de derechos humanos e inmigración y asilo», de forma unilateral, la nueva Presidencia ha decidido violentar los Convenios Internacionales de carácter económico (y, por ende, polí­ticos) vigentes, y ha elegido a México y al NAFTA (Acuerdo norteamericano de libre comercio) como primeros objetivos. México ya anunció dí­as atrás su decisión de revisar, modernizar, actualizar y transformar su estrategia de internacionalización: en un cada vez mayor espacio de «bilateralidad» multi-naciones para modernizar, transformar y fijar nuevos marcos de intercambio económico y financiero, de relaciones polí­ticas y sociales. Si el Presidente Nieto presentaba hace tan solo unos dí­as su nueva estrategia de acción exterior y proclamaba el respeto a la dignidad y soberaní­a de los mexicanos para acudir a Washington a «negociar la modernización de nuestros Acuerdos» bajo el eslogan de «Ni confrontación ni sumisión», la polí­tica Trump se ha convertido en acelerador de lo que Krugman llama: «Dejar en paz a los muertos vivientes» en referencia de la vieja y negativa globalización. En palabras de un reciente editorial de «The Economist»: «Trump llega tarde al Debate; la globalización hace tiempo entró en jaque». Y yo añadirí­a, tarde, mal y equivocando conceptos y supuestas soluciones.

En esta lí­nea, ya el último número (diciembre 2016) de la revista Finanzas y Desarrollo, editada por el Fondo Monetario Internacional (nada sospechoso de favorecer el libre comercio globalizado), dedicaba sus páginas a un amplio e interesante debate en torno al «estado de la globalización». Tras un rápido análisis explicando la reducción de los flujos de capital transfronterizo, a  la disminución del comercio a partir de 2007 y a las caracterí­sticas de esos casi 230 millones inmigrantes económicos y expatriados que se mueven por el mundo, datos objetivos que cuestionan en sí­ mismo el estado de la cuestión, repasa otros factores relevantes entre los que destacan los movimientos crecientes crí­ticos con la globalización, el parón de los grandes Acuerdos y Rondas Comerciales, y el desigual reparto de beneficios y pérdidas a lo largo del mundo, lo que le lleva a plantearse nuevas formas de entender, organizar y promover la globalización.

Krugman, por su parte, pone el acento en el estancamiento comercial y si bien destaca un gran efecto positivo traducido en una disminución «general» de la pobreza relativa en el mundo, señala su impacto negativo para todos aquellos paí­ses que dependen de exportaciones, requieren un uso intensivo de mano de obra y/o no lideran los espacios de empleo y generación de mayor valor añadido, y, sobre todo, en sus respectivos ciudadanos cuya formación y capacidades no se corresponden con las necesidades exigibles en la generación global de valor en curso, condenados a una progresiva marginación.

En esta lí­nea, los intentos por «Reencarrilar el Comercio» (Maurice Obstfeld) permiten comprender el equí­voco intento vivido asumiendo planteamientos simplistas que confundieron los términos y vendieran bondades sin matices. Serí­a el momento de pensar en un nuevo concepto para una vieja realidad: el mundo siempre ha conocido los riesgos, beneficios y costes de una «mundialización» o relaciones más allá de sus comunidades endógenas. Lo destacable y deseable no es el «proteccionismo intramuros», sino el reparto equilibrado y equitativo de los beneficios. Si una mal entendida «Ventaja Comparativa»(Samuelson), espontánea, supondrí­a la capacidad de diferentes empresas y paí­ses en dotarse de un pequeño nicho diferencial benéfico para su población, la necesidad de entender su diferencia con una «Ventaja Competitiva» (Porter), ni de suma cero, ni espontánea, sino provocada, trabajada y construida desde el sentido complejo de la «coopetencia», aumentando el valor por todos los que participan del intercambio, nos llevarí­a a nuevas fases de entender la «mundialización». No ajeno a esto, la primera ministra Theresa May, explica en su prólogo al reciente Libro Verde para una estrategia industrial para el Reino Unido (Building our Industrial Strategy. Enero 2017): «Nuestro Plan no es solo un proyecto para salir de la Unión Europea, sino un plan para redefinir nuestro futuro para el tipo de Paí­s que queremos ser cuando sigamos nuestro propio camino; es un camino para construir un Paí­s más sólido y más justo, que trabaje para todos y no para unos pocos privilegiados. Un plan para una nación que cree en sí­ misma, se enorgullece, aspira a situarse en vanguardia y logra el éxito a largo plazo, de manera sostenible. Una apuesta para futuras generaciones que tengan la oportunidad de hacerlo mejor que como lo hicieron sus padres ayer y abuelos hoy». Es un post-Brexit que posibilite reinventar el gobierno, asumir un nuevo rol protagonista del sector público en la polí­tica industrial, con el que abordemos nuevos y diferentes Acuerdos bilaterales con todos aquellos paí­ses que quieran compartir lo que nosotros mismos queremos». Nuevos caminos, nuevos desafí­os.

No muy diferente al mensaje que ya en 1944, con ocasión del Acuerdo de Bretton Woods que diera lugar a la creación del Fondo Monetario Internacional transmitiera el entonces Secretario del Tesoro de los Estados Unidos de América, Henry Morgenthau: «Espero que esta conferencia centre su atención en dos axiomas económicos básicos. El primero es que la Prosperidad NO tiene lí­mites fijos; cuanta más prosperidad logran otras naciones, más la tendrá cada nación por sí­ misma. El segundo es corolario del primero: la prosperidad, como la Paz, es indivisible. No podemos permitirnos desperdigarla aquí­ o allá o entre afortunados, o gozarla, a expensas de otros» …

Todo esto deberí­a llevarnos a comprender los verdaderos conceptos de la mundialización y las «Paradojas de la Internacionalización», asumiendo sus bondades y contraindicaciones ya que solamente así­  sabremos entender un poco mejor el verdadero significado constructivo y generador de valor que conllevarí­a la apuesta de  un «Made in América» (tan distinto y distante en las propuestas de Obama a las de Trump; uno pidiendo a las empresas «globales» norteamericanas volver a casa en la medida que su «diamante de competitividad no pasaba más por el simple coste temporal en Asia, otro, volcado en la visión de su muro proteccionista aislante a la vez que simplista)… o «Made in X» según su estrategia innovadora transformadora de una equí­voca «Globalización» como razón de ser de nuestra economí­a y la supeditación de la polí­tica a la misma. Repensemos las viejas y usadas palabras y «sin sumisión y con la confrontación activa de ideas y hechos, firmes y pací­ficos» busquemos la Paz y prosperidad que se supone buscamos.

Esta misma semana, la presentación del Libro Blanco sobre «la salida del Reino Unido de y para un nuevo partenariado con la Unión Europea» (The United Kingdom exit from and new partenership with the European Union) supone una pieza de extraordinario valor para revisar viejos mensajes anclados en un pensamiento único, acrí­tico, que ha sido esgrimido por inmovilistas al encontrase con «problemas molestos». Quienes hemos difundido modelos alternativos de Estado, sistemas y espacios socio-económicos diferenciados (Euskadi, Catalunya, Flandes…) somos ninguneados por un determinado tracto histórico o por la referencia equivocada a contextos bélicos, o propios del subdesarrollo o del proteccionismo xenófobo y localista, cuando no a la ignorancia «ajena a los tiempos modernos».

Hoy, nada menos que el Reino Unido, quinta economí­a mundial, referente europeo mundial de la ciencia, la innovación, las plazas financieras internacionales… aborda un proceso singular. La voluntad popular votó en referéndum para encontrar un nuevo camino, pací­fico y democrático, su Gobierno ha decidido asumir el mandato, lo ha llevado al Parlamento, representante de su soberaní­a, y va adelante de la mano de una guí­a clara sobre doce principios básicos que merece la pena contemplar para otros procesos que han de repensar y redefinir nuestro futuro, no solamente en Europa, sino en el mundo. Principios que pretenden «no solo una nueva alianza con Europa, sino construir una nueva, más justa y más sólida Gran Bretaña, universal» (Theresa May). Un proceso enmarcado en el mencionado Libro Blanco que, en palabras del Ministro Secretario de Estado para la Salida de Europa, «desde el máximo espí­ritu de cooperación internacional y buena vecindad… recordamos que partimos de una posición única: hoy tenemos las mismas leyes y reglas que la Unión Europea. No se trata de negociar sistemas divergentes, sino de asegurar que no establezcamos nuevos obstáculos para un futuro que queremos rediseñar».

Objetivos y principios que añaden algunos elementos reseñables: el énfasis y reconocimiento al protagonismo institucional y democrático que corresponde a los «Estados objeto de la Devolución de Poderes» (Escocia, Gales, Irlanda del Norte) que ya han definido cómo quieren seguir adelante (dentro de Europa y/o el Reino Unido), la realidad cultural, de vecindad y de potencial proyecto compartido (Irlanda e Irlanda del Norte) y de la oportunidad para modernizar y construir alianzas con todos los espacios globales a lo largo del mundo (Nafta, Commonwealth, Mercosur, UE, ASEAN, EFTA…) además de establecer relaciones bilaterales concretas. Y todo esto, en un clima normalizado de «desconexión» en beneficio mutuo.

Un nuevo paso aleccionador para quienes, hasta hoy, se han aferrado a discursos grandilocuentes de supuestas Unidades Históricas y al inmovilismo de las leyes como si no fueran éstas los instrumentos adecuables a las demandas sociales, democráticamente exigidas.

Momentos interesantes a la vez que complejos. El mundo se mueve, también, en direcciones innovadoras, creativas y esperanzadoras. Unos las agitan desde la imposición aferrados a conceptos y privilegios del pasado; otros, afortunadamente, hacia nuevos horizontes que las Sociedades libres elijan en cada momento.

Parafraseando a Trump en su insultante referencia al Muro «que pagarán ellos, aunque no lo saben», podrí­amos decir que «su torpeza proteccionista ha acelerado nuevos espacios de colaboración e intercambio mundial, aunque él no lo sabe».

Riesgos Globales y un nuevo movimiento de desarrollo inclusivo

(Artí­culo publicado el 22 de Enero)

La cita anual de Davos (World Economic Forum) permite ocupar los medios, a lo largo del mundo, facilitando debates en torno a los múltiples informes, trabajos con rigor a lo largo del año desde los numerosos Consejos Asesores Globales del Foro, así­ como de los encuentros e intervenciones de lí­deres mundiales y de opinión.

Con su inicio esta semana, el Informe Base sobre los grandes riesgos globales del mundo (Global Risks 2017) proporciona un marco ordenado para el análisis. Informe que aparece en un contexto de incertidumbre, preocupación y retos-desafí­os de primera magnitud que llevan a poner el acento, a gusto del implicado, en una diferente graduación desde el pesimismo hasta el optimismo.

El citado Informe no solamente identifica los riesgos globales, sino que los «interconecta» buscando facilitar la potencial interacción cara a responder a los mismos más allá de posibles soluciones, como elementos tractores, a la vez, de nuevas oportunidades y avances de futuro.

Señala las principales interconexiones observadas: a) desempleo y subempleo, inestabilidad social y migración involuntaria a gran escala: b) el creciente estado y colapso/conflicto/crisis en múltiples puntos del planeta; c) cambio climático, desastres naturales y crisis-escasez del agua; d) fallo de la gobernanza de y desde los Estados nacionales tal como hoy se configuran y entienden unidos a los conflictos regionales e interestatales, así­ como la no confortabilidad de entes polí­tico-regionales infra-estatales; y e) el ya dominante riesgo real de la desigualdad en sus diversas manifestaciones.

Los riesgos mencionados han de ser mitigados desde la fortaleza de las respuestas sociales, la estrategia y gestión de la Revolución 4.0, los nuevos modelos de crecimiento y desarrollo económico y las reformas necesarias en las agendas público-privadas.

En este marco general de riesgos/oportunidades globales, una de las «áreas estrella» a debate en Davos es, sin duda, el Crecimiento Inclusivo sobre el que, como otras muchas instancias, pensadores y gobiernos, vienen debatiendo e insistiendo en los últimos años. La insatisfacción por un crecimiento económico desigual, la evidencia de una creciente desigualdad (real o percibida), las brechas que separan y marginan poblaciones, personas y regiones/Estados… llevan a una objetiva y realista preocupación para preguntarnos por la necesidad de repensar el estado actual de las cosas y aproximarnos a nuevos espacios en torno a los conceptos de CRECIMIENTO y DESARROLLO COMPETITIVO INNOVADOR e INCLUSIVO para el PROGRESO SOCIAL como una especia de sucesión integrada de términos a la búsqueda de la cuadratura del cí­rculo. CRECER parecerí­a una condición necesaria para la generación de riqueza y empleo a lo largo del mundo; DESARROLLO invitarí­a a dotar de una determinada dirección y condición de avance a una manera, ritmo y horizonte de crecimiento; COMPETITIVO cualificarí­a la manera de hacerlo contemplando la totalidad de factores y determinantes de una necesaria forma de generar «ventajas competitivas» garantes de un avance sostenible, incorporando principios de valor diferenciado entre empresas, regiones, ciudades, Estados, bajo implicación colaborativa a la vez que en competencia de la totalidad de agentes implicados (público-privados) más allá de organizaciones independientes, abiertos a mundos y espacios «clusterizados», con un objetivo de prosperidad y progreso social; INNOVADOR resaltando el conocimiento al servicio de la Sociedad (desde las necesidades reales de las personas) creando nuevos bienes, servicios, modelos, actitudes y manera de pensar «fuera de la caja», rompiendo fronteras y paradigmas;  INCLUSIVO serí­a la llave hacia la igualdad (de trato, de oportunidades, de solidaridad, de atención y preocupación justa y equitativa para todos); PROGRESO SOCIAL es el fin último destacando la verdadera prioridad «más allá de la Cuenta de Resultados».

Sí­, desgraciadamente, para muchos no dejan de ser palabras más o menos encadenadas, la verdad es que son generadoras de un verdadero movimiento que parecerí­a haber llegado para quedarse. Si la postguerra del siglo XX alumbró con todo tipo de matices e interpretaciones una filosofí­a y modelo humanista de economí­a social de mercado, transformadora de sociedades destrozadas y confrontadas, el agotamiento de sus agentes protagonistas de democracia cristiana, social democracia y humanismo económico convirtiendo el capitalismo en un mejor «modelo» facilitador de amplios beneficios (también sociales), sugiere una nueva manera de entender el mundo, la economí­a, la polí­tica, la gobernanza y la concepción de una mejor interacción entre economí­a-polí­tica-sociedad.

Bajo este contexto, Davos nos ha permitido explorar interesantes intentos de aproximación a sus aplicaciones prácticas. Una de ellas, de la mano del llamado «Europe Inclusive and Competitiveness lab», iniciativa conjunta del World Economic Forum, el Banco Europeo de Inversiones y la contribución especial de Bruegel, hemos tenido la oportunidad de proponer «Ideas Prácticas» para un Crecimiento Inclusivo y Competitivo en Europa, más allá de un escenario de equilibrio entre la Equidad y la Eficiencia. Su objetivo es influir en el diseño, generación, lanzamiento e implementación de agendas público-privadas, colaborativas, en una Europa dudosa y titubeante, sumida en una profunda crisis de desafección y limitadas alternativas de futuro, aquejada de una provocada devaluación salarial, que ha facilitado la marginación y pérdida de expectativas como consecuencia de la globalización creciente y la inadecuación educación-empleo. Situación que obliga a movilizar y redirigir recursos (humanos, económicos, fí­sicos, conocimiento) hacia objetivos e iniciativas que aborden, de manera convergente y simultánea, crecimiento inclusivo y progreso social en un entorno competitivo, recobrando protagonismo en la esfera mundial y, sobre todo, devolviendo la esperanza, la ilusión y la confianza y credibilidad en torno a un «sueño europeo», realizable, desde sus valores de paz, libertad, solidaridad y prosperidad. Precisamente en un momento en el que hemos de preguntarnos ¿QUí‰ EUROPA?

El documento avanza una serie de propuestas a debatir como reorientar el pensamiento y diseño de polí­ticas desde la «redistribución hacia la pre-distribución», lo que sugiere intensificar las acciones microeconómicas pensando en los beneficios de la inclusión y no en las cargas que conllevan, incremento salarial, modalidades de renta universal, reformular los espacios y ví­nculos reales de una competitividad bien entendida y la inclusión, con la necesaria reorientación del ámbito de decisión polí­tica al espacio regional y local huyendo de la excesiva concentración centralizada en gobiernos y estrategias «globales, generales y no diferenciadas». Aprovechar la complejidad y desafí­o de la Revolución 4.0 para reinventarnos en todas las actividades (no solo en la industria), inversiones (largo placistas bajo modalidades novedosas de financiación-endeudamiento intergeneracional y a largo plazo con respaldo del ahorro social e individual) en infraestructuras conectoras del desarrollo, acelerando su ejecución. En un marco de innovación (también del/en el sistema polí­tico y la Administración Pública), nuevo rol y consideración del dinamismo empresarial y un emprendimiento escalable, actuando sobre tres facilitadores clave: el mercado de bienes y servicios, el capital humano y «el mercado de trabajo». Nuevo marco con tres ejes integrados, de máxima prioridad de actuación: a) Protección, Seguridad y Servicios Sociales; b) Industria, Tecnologí­a e Innovación Económica; c) Educación y Formación.

Atendiendo a estas ideas, el Informe sugiere acciones concretas en diferentes campos al objeto de promover nuevas agendas. Nuevas agendas que requieren decisiones firmes y, en gran medida, disruptivas de los lí­deres y actores protagonistas de nuevas soluciones para nuevas demandas.

Como decí­a con anterioridad, es un movimiento en profundidad que no se limita a este «laboratorio», ni mucho menos. Múltiples iniciativas intentan «cambiar un mundo confortable» para unos, enormemente desigual y gravoso para otros.

Hoy Davos, mañana en cualquier lugar del mundo. Reflexiones socializables provocando nuevas actitudes y generando soluciones socialmente inclusivas, económicamente viables y polí­ticamente inevitables.

¿Hacia un NUEVO ORDEN internacional?

(Artí­culo publicado el 8 de Enero)

Mientras tanto sus señorí­as (Congreso, Senado españoles) y el Gobierno «inevitable» del Sr. Rajoy (en palabras del PSOE en su apoyo de Investidura) disfrutan de unas vacaciones navideñas que se prolongarán durante todo el mes de Enero, declarado inhábil, pese a aquel tan urgente presupuesto indispensable para «resolver los problemas reales de los españoles» duerme a la espera de tiempos mejores sirviendo de excusa al Gobierno para no aplicar las propuestas de la oposición, carentes de su correspondiente asignación económica, el recién terminado 2016 ha dejado un escenario mundial «fuera de servicio», «fuera de control», «desordenado» según la traducción que concedamos al «OUT of ORDER» que el prestigioso Presidente del Consejo de Asuntos Exteriores estadounidense, Richard N. Haass, sugiere.

La intensidad, gravedad y número de guerras y conflictos a lo largo del mundo se ha acrecentado y la confusión e incertidumbre aumentan dí­a a dí­a transmitiendo una sensación de fragilidad e impotencia aterradoras. Si bien 2016 no parece ser su origen, sí­ ha sido el marco para un elevado número de acontecimientos que parecerí­an cuestionar «aquellos principios tradicionales de un determinado Orden Internacional» en el que nos hemos movido en los últimos 40 años tras 30 de guerras en nuestros «entorno occidental». El mencionado Richard N. Haass, en su último libro («A world in disarray: American foreign policy and the crisis of the old Order« / «Un mundo en desorden: La polí­tica exterior americana y la crisis del antiguo Orden«. Penguin Press 2017) repasa un amplio número de episodios desde la Crisis de los Refugiados, la guerra en Siria, el ISIS y el terrorismo activo en curso, el irresoluble conflicto Israelí­-Palestino, el rebrote «bélico-gélido» USA-Rusia con otros relevantes episodios que, por decisión democrática, impacten en el puzzle mundial (Brexit, Elección de Trump en Estados Unidos, potenciales triunfos en Holanda y Francia de dirigentes anti-UE, entrada creciente de «populismos» y «nuevos jugadores» en la escena polí­tica, etc. o la nueva demanda anti-globalización, sin olvidar asuntos crí­ticos como la salud y nuevos fenómenos epidemiológicos, cambio climático y desigualdades socio-económicas…). Estos y otros destacados asuntos le llevan a reescribir su valoración del «Orden Internacional» (publicado con éxito hace unos años bajo el tí­tulo World 1.0), que califica de World 2.0. Pretende llamarnos la atención sobre la necesaria reconstrucción de conceptos que la fuerza de la realidad ha transformado: Soberaní­a, Autonomí­a, Independencia, Autodeterminación, Estatalidad… para afrontar con éxito una nueva manera de convivir en un mundo interconectado en el que el poder unidireccional ha dejado de funcionar. Es, sugiere, el momento de introducir nuevas ideas y, sobre todo, un «soberanismo con obligaciones hacia los demás». Elemento interesante que lejos de parecer algo ajeno a las necesidades y preocupaciones del dí­a a dí­a de los ciudadanos, condiciona o determina nuestras vidas.

Esta semana, tan solo tres posiciones muy distintas han concurrido en este espacio. Por un lado, mientras el Presidente del gobierno español, Mariano Rajoy, declaraba su ya vieja y apolillada respuesta y posición sobre lo que ha llamado «el proceso o conflicto catalán«, indicando que está dispuesto a «hablar de todo salvo de soberaní­a, ya que ésta solamente corresponde a todo el pueblo español y no es lo que nos preocupa hoy», diferentes medios de comunicación «proclamaban» al Presidente de la Generalitat de Catalunya, Carles Puigdemont, «una de las mayores amenazas mundiales del 2017″, temerosos de cualquier proceso democrático que una región relevante en pleno espacio europeo aborde, de manera pací­fica, auto organizándose desde una desconexión negociada. No tan lejos, en Estados Unidos, a fuerza de tuits, el Presidente electo Trump, amenazaba a las empresas estadounidenses con tasas y aranceles en caso de fabricar automóviles en México, su socio en el NAFTA, Tratado de Libre Comercio, provocando la caí­da histórica (desde 1993, inicio del NAFTA) del peso mexicano.

Atendiendo a Haass, los Estados («aún del pasado») tienen derecho a ejercer su soberaní­a («como deberí­an tenerlo otras naciones o pueblos sin Estado o que no deseen formar parte de otros») junto con la contrapartida de la «obligación». Es decir, ha de velar por las consecuencias que provocan en terceros. Estados Unidos puede violentar o denunciar un Acuerdo Internacional de Libre Comercio (de la misma manera que en su dí­a fue libre para promoverlo y firmarlo), pero no puede hacerlo sin los acuerdos necesarios para llevarlo a cabo y, mucho menos, sin asumir la corresponsabilidad y obligaciones que para con México, en este caso, conlleva; España puede mantener «su soberaní­a nacional», pero no puede hacerlo sin la obligación de facilitar a Catalunya, si así­ lo desea, decidir negociar su salida o modificación  de las condiciones actuales en un marco que no considera adecuado a su voluntad de futuro y, por supuesto, no parece razonable eche en cara al Vicepresidente Junqueras que elabore un documento de promoción de inversión extranjera con los escenarios de deuda y financiación vigentes acudiendo a fondos de estabilización España-Catalunya que conforman el marco actual. Ya tendrí­a Catalunya, al final del pacto de salida, un nuevo escenario en el que no deba pagar la cuantiosa parte de la deuda española y sea el momento de diseñar su propia financiación.

En esta lí­nea, 2016 nos ha aportado algunos datos de interés: el 52% de los británicos decidieron, en libertad, apoyar el Brexit. En palabras de su Primera Ministra, Theresa May, «no querí­an salir de la Unión Europea sino, sobre todo, construir un modelo y alianzas diferentes, desde sus propias preferencias y decisiones». «Es nuestra gran oportunidad para repensar lo que en verdad queremos acordar con terceros a lo largo del mundo, tanto en el Reino Unido, como en y con Europa y con otros compañeros de viaje». Parece razonable esperar que la nueva decisión no prevista por el gobierno conservador británico, les lleve a reformular una novedosa estrategia, tan compleja para el reino Unido (y para cada una de sus «piezas esenciales», Escocia, Irlanda, Gales, Irlanda del Norte), como para la propia UE y cada uno de sus Estados Miembro (que, dicho sea de paso, tampoco tení­an, ni tienen, una estrategia al respecto). Así­ mismo, el 57% de los estadounidenses quieren que su Paí­s se ocupe de problemas y polí­ticas internas y se retire de su rol dirigente del mundo, en especial, en materia de defensa, evitando su intervención en paí­ses y conflictos que consideran ajenos. Tanto el presidente electo, Trump, como el candidato demócrata Sanders, asumieron esta bandera y, además, la trasladaron al terreno económico y, en especial, al ámbito de la producción: «Fabricar América, fabricando en América». Trump «ha animado» a Ford y a General Motors a «volver a casa» a fabricar sus coches con un coste laboral por automóvil a 2.425 dólares contra los 970 dólares que les supone en México, paí­s-socio en su NAFTA que le exporta 250.000 millones de dólares al año y junto con el que ha construido uno de los más potente corredores clusterizados de la industria de la automoción desde el Estado de México hasta Texas-Illinois en un referente geo-industrial mundial. ¿Será la forma que el Sr. Trump entiende le pagarán los mexicanos el Muro de su frontera o lo reinvertirá en formación y capacitación de su poca cualificada mano de obra? (un reciente Informe del Centro de Investigación del automóvil y la Cámara de Comercio USA-Alemania, señala cómo el 69% de las 3.000 empresas subsidiarias alemanas implantadas en Estados Unidos considera que el nivel de formación de los trabajadores americanos es muy deficiente). Traer «nuestras» empresas a casa para fabricar en casa es una aspiración de todos. Pero, si no obedecen a razones de competitividad real y no se genera el espacio adecuado para ello, lejos de generar riqueza y valor para el Paí­s, se termina destrozando tejido empresarial sostenible garante del bienestar y prosperidad del espacio implicado. Soberaní­a, aquí­ también, es coopetitividad: aprender a competir y colaborar al mismo tiempo generando valor compartido. Ventajas y obligaciones recí­procas.

Un «nuevo» mundo global reclama un «nuevo Orden Internacional» en el que los «nuevos jugadores» ni se limitan a los de antes, ni han de someterse a las mismas reglas del juego, ni pueden someterse a voluntades y decisiones unilaterales. La fuerza de la estabilidad dominante del pasado no puede condenar a otros a someterse a decisiones unilaterales, ya sean de altos contenidos democráticos (autogobierno, independencia, soberaní­a…) o de asociación y alianzas comerciales o de la simple construcción de una infraestructura ferroviaria que te conecta con el resto de tus vecinos y al mundo.

Sin duda, 2016 ha provocado nuevas preguntas y debates. 2017 puede y debe suponer un avance para construir ese nuevo World 2.0/ Mundo 2.0

En ese debate, soberaní­a, soberaní­a compartida, autogobierno, estatalidad e independencia están sobre la mesa. Mucho más que filosofí­a, principios y conceptos. También, sobre todo, identidad, pertenencia, competitividad, economí­a, prosperidad.

Un apasionante 2017.