Inseguridad, riesgo e incertidumbre. Leyendo los resultados electorales en Andalucía.

(Artículo publicado el 9 de Diciembre)

“A medida que el mundo parece asistir al crecimiento de populismos y nacionalismos, resulta evidente que la inseguridad económica se sitúa en el corazón del descontento, lo que obliga a repensar el contrato social, incluyendo la observación de una sociedad y sus actitudes y comportamientos reales ante sus mayores y el envejecimiento, la juventud y sus expectativas, los empleados -funcionarios, autónomos, por cuenta propia o ajena en sus dispares condiciones y seguridad- y aquellos que se han quedado atrás, han caído o están inmersos en graves dificultades y/o marginación. La única forma sensata de construir sentido de seguridad, credibilidad y confianza en un mundo en acelerado cambio y globalización no es otra que minimizar los riesgos de exclusión, generar expectativas reales y satisfactorias desde un irrenunciable nuevo compromiso y contrato social hacia un diferente estado de bienestar”.

Con estas palabras, la publicación esta misma semana del trabajo conjunto de F&D (Revista Finanzas y Desarrollo del Fondo Monetario Internacional) y la London School of Economics, “The Age of Insecurity. Rethinking the social contract” (La era de la inseguridad. Repensando el contrato social), introduce un amplio debate desde la profundidad de una crisis real y de expectativas con incidencia a lo largo del mundo y que, conforme a los principales elementos incluidos en este documento, exigirían reconsiderar lo que unos y otros (personas, empresas, gobiernos) hacemos en relación con los derechos y obligaciones ciudadanas ante los crecientes miedos y oportunidades de la irrupción de las tecnologías exponenciales en nuestras vidas, el cambio en la naturaleza del trabajo y el empleo y la inevitable reinvención de sus contratos y condiciones para todos, tanto en el funcionariado, como en la clase política, el asalariado y el cada vez más frecuente autónomo, freelance o slasher (multi-trabajo sujeto a multi-contratante variable); la reformulación de los sistemas de prevención, protección, seguridad social y bienestar; los dramáticos cambios en el trabajo, el empleo, la educación y las estructuras familiares y comunitarias. Elementos condicionantes, para bien y para mal, de un nuevo mundo en desarrollo que provoca, necesariamente, nuevos modos de gobernanza, nuevos instrumentos de participación, decisión, autogobierno y colaboración entre distintos jugadores (personas, colectivos, empresas, gobiernos, regiones e Instituciones de todo tipo).

En definitiva, riesgo ante el cambio acelerado (predecible, a la vez que difícilmente controlable en el impacto y trascendencia individual en el tiempo) e incertidumbre (desconocida, insegura, no controlable) en un escenario diferente al vivido en los últimos 40/50 años. Es decir, necesidad de actualizar principios y contenidos asociables al llamado y ansiado estado de bienestar.

Esta reflexión viene a cuento no por inédita, pero sí por su claridad como base para acercarnos al análisis de algo relativamente próximo como es el resultado electoral en Andalucía del pasado domingo, 3 de diciembre. El hecho de que tras cuarenta años de gobierno de la mano del Partido Socialista (PSOE), pese a ser el partido más votado y con más escaños, haya perdido la capacidad mayoritaria para seguir presidiendo un gobierno (en principio), ha generado todo tipo de análisis y valoraciones, destacando entre tertulianos y observadores mediáticos, que ha sido debido “al proceso catalán y, en definitiva, al cuestionamiento de la organización territorial del Estado español”. Desgraciadamente, como casi siempre, tras una noche electoral que no da las alegrías deseadas por unos y por otros, las causas del no éxito se buscan en los demás y no se mira hacia dentro, evitando asumir responsabilidades y obligarse, en consecuencia, a la toma de decisiones complejas y distintas respecto del estatus quo. El triunfo, a la vez que derrota del PSOE, viene acompañado de la derrota con apariencia de triunfo del Partido Popular (también, sus peores resultados históricos en Andalucía), la derrota sin paliativos de la coalición Adelante Andalucía (Podemos, IU, Anticapitalistas), el crecimiento de Ciudadanos (tercera fuerza con apariencia ganadora pese a su no triunfo) y de la nueva fuerza, VOX, calificada como ultraderecha, división extrema del Partido Popular o canal del descontento general, según quien lo observe. Es decir, un panorama complejo en el que la aritmética parlamentaria ofrece una serie de combinaciones para la formación de un gobierno alternativo a los sucesivos gobiernos socialistas, o de izquierdas, o socialdemócratas, etc., según sus verdaderas políticas implantadas de los últimos cuarenta años. La suma, peras y manzanas, parecería llevar a algún gobierno de la derecha a dos o tres bandos (Partido Popular, Ciudadanos, VOX).

Así las cosas, el debate parece centrarse en el viejo debate derecha vs. izquierda, exclusión o no de los “ultras” (al parecer solamente de aquellos en el ámbito de la derecha) …y en las guerras internas de la izquierda (PSOE y Podemos) en sus propios enfrentamientos tradicionales y disputas personales enmascaradas en un poder controlado de forma centralizada desde Madrid o desde la periferia (en este caso en Andalucía).

Pero, superado este “falso debate”, se ha pretendido extender una causa externa: Catalunya, el independentismo-nacionalismo y la organización territorial. Esta sería la causa de la desafección, de la elevada abstención en las urnas, del fracaso de los partidos “de izquierda” y “de la derecha tradicional” y, por supuesto, de la entrada en el Parlamento de una nueva fuerza descontenta con todos y con todo y que promete iniciar una “reconquista” (“valores”, España única, “calidad de vida” y “empleo” digno para todos…)

Sin embargo, merece la pena acercar la lupa y fijarnos, de momento, en Andalucía y los andaluces. Veamos lo que en verdad puede explicar los resultados.

¿Es que alguien esperaba que el ciudadano andaluz no se revelara ante tanto caso de corrupción, con dos ex presidentes socialistas de su Comunidad en el banquillo de los acusados acompañando a cientos de encausados beneficiados de múltiples, millonarios y “barriobajeros” usos de fondos públicos en favor personal, o que continuaran pasivos ante las guerras intestinas de “su propio partido” bajo fotografías “fake” de besos y abrazos de sus enfrentados dirigentes (Susana y Pedro), o que asumirían tanta danza de alianzas por etapas (hoy con IU, mañana con Podemos o Adelante Andalucía y más tarde con Ciudadanos) en un único intento de mantenerse en el gobierno al margen del para qué? ¿Alguien esperaba indiferencia ante la desigualdad, el desempleo, la crisis estructural y los alarmantes datos de la educación, la sanidad y el bienestar de su población? ¿Cabría esperar un apoyo entusiasta ante potenciales “modelos de cambio” en un hipotético acuerdo con Podemos + Izquierda Unida + Adelante Andalucía, que no solo no han ofrecido resultados en su gestión, sino que concurren, como casi siempre, enfrentados, generando escisión tras escisión? No. El problema no viene de Catalunya, sino de Andalucía.

Empecemos por recordar que el 50% de los andaluces con derecho a voto se quedaron en casa y que nada menos que 80.000 que sí acudieron a las urnas, votaron nulo (preferimos creer que son nulos voluntarios y no por dificultades de emisión). Quienes votaron, castigaron a los tres contendientes “clásicos”: el PSOE obtuvo su peor resultado (en votos y escaños de su historia), el Partido Popular perdió más de 300.000 votos y 7 escaños y Adelante Andalucía-Podemos no ganó ni en el feudo de sus líderes (Cádiz), Ciudadanos se convirtió en la tercera fuerza y entiende que es ya su momento para pasar de la crítica a asumir funciones de gobierno; VOX, de reciente creación, irrumpe con 390.000 votos a la sombra escorada y derechista de la derecha del Partido Popular y un buen número de descontentos. Recordemos, también, otro dato que parece olvidarse en los diferentes análisis: Almería. La “última provincia” que rechazó formar parte de la Comunidad Autónoma de Andalucía en el referéndum estatutario correspondiente y que fue incluida, desde los despachos, por acuerdos internos de los partidos “de gobierno” españoles, ha vuelto a desmarcarse y prefiere su relación directa con el centralismo del gobierno español (Madrid) que la de la lejana Sevilla (gobierno andaluz), dando sus votos al Partido Popular y a VOX y quienes defienden (ayer, hoy y, seguramente, mañana) una España única, grande… en su cruzada y reconquista imparables.( este si es un reclamo asociable a la organización territorial centralizada demandada desde regiones españolas no independentistas). Y, finalmente, una referencia al reclamo de los populismos. Si los machacones mensajes en alusión permanente a “los nacionalismos”, sin matices, basándose en una supuesta contraposición a lo que la “globalización” (siempre para los demás) exige, como panacea, son utilizados para descalificar la voluntad de pueblos, naciones, regiones que aspiran a auto responsabilizarse de su propio futuro, asumiendo riesgos y compromisos, confiando en sus capacidades para decidir, gobernar y cooperar con terceros, identificándolos con todo sentimiento y movimiento negativo, pasa algo similar con la apelación a “los populismos” que, en el caso español y andaluz, parecería limitarse a lo que podríamos llamar “populismos de derechas”. Al parecer, no habrían de percibirse “populismos de izquierda” y, en consecuencia, la sociedad andaluza, en este caso, debería ser inmune a discursos, principios y prácticas del populismo practicado por quienes han sido castigados en las urnas perdiendo las elecciones (PSOE, IU-Podemos).

En un escenario en el que se utilizan etiquetas mediáticas simplistas bajo referencias a “populismos” y “neoliberales” como supuesta expresión de un todo comprehensivo y culpable de todo lo que nos rodea, pareceríamos condenados a evitar el análisis riguroso de la realidad, los cambios que impactan en la sociedad, las preocupaciones de la gente y la evaluación de las políticas públicas, comportamientos privados y anhelos de las diferentes sociedades.

¿No sería el momento de cambiar el foco del análisis y volver la mirada hacia el inicio de este artículo? El acelerado y complejo cambio “globalizado” que vivimos (de mayor intensidad el que está por venir) supone sociedades diferentes, demandantes de soluciones distintas, distantes respecto de lo recibido y percibido hasta hoy y no parecen encontrar respuestas en las ofertas propuestas. Mientas la fotografía de Andalucía refleja un PIB per cápita del 70% del español medio, con una deuda del 25% sobre su PIB, con un desempleo de prácticamente el doble español con regiones que lo triplican y 900.000 parados registrados, con 14 de las 15 ciudades españolas de mayor tasa de paro, con un 31% de la población en riesgo de pobreza, Andalucía (2018) se sitúa como la Comunidad Autónoma número 17 en términos de PIB per Cápita, lo que la señala con un bajo nivel de vida en comparación con la media de España y el difícil trago de situarse entre las últimas de Europa.

¿Cabe, entonces, pensar que exista desafección con el gobierno y los partidos dirigentes y sus políticas y resultados en los últimos cuarenta años, cronificando una capa político-funcionarial dominante conviviendo en un Sociedad dual con tantas desigualdades?

Todo parece invitar a que, en este caso, en Andalucía (y en otras muchas regiones a lo largo del mundo, cada una con sus características propias y diferenciadas) asuman nuevas líneas de observación y reflexión, a la búsqueda de nuevas ofertas reales en torno a “nuevos contratos sociales” que propongan nuevas soluciones a las demandas de su población. Solamente de esta forma, Andalucía hoy, los demás mañana, construiremos espacios de inclusión mitigadores de riesgos y generadores de actitudes esperanzadas ante la incertidumbre. Será la mejor opción para recuperar la credibilidad y el compromiso para repensar e implementar un verdadero estado de bienestar en el que sentirse satisfechos.

Despedida a un amigo. Proyecto personal, empesarial y de vida. Un compromiso: Unai Arteche

La semana pasada nos dejó Unai Arteche Zubizarreta.

En unos tiempos en los que parecería más necesario que nunca reivindicar no ya el papel de los verdaderos empresarios, que también, y de los políticos y gobernantes, sino, sobre todo, el trinomio proyecto personal, proyecto profesional, proyecto de vida, no puedo sino recordar a Unai y compartir ese tipo de decisiones y compromisos que hacen que algunas personas marquen la diferencia.

En el ya lejano año 1991, sumidos en una grave crisis económica -sobre todo industrial- recibí la inesperada llamada del Lehendakari José Antonio Ardanza para incorporarme a su gobierno. Tan solo unos minutos después se sometería a la votación por la que el Parlamento Vasco le elegiría Lehendakari y formaría un gobierno tripartito nacionalista vasco acompañando a su partido, el EAJ-PNV, EA y Euskadiko Ezkerra (que tan solo unos meses después se escindiría dando lugar al Euskal Ezkerra, hoy desaparecido y a la integración de EE en el PSE). Cuatro días después, prometía mi cargo como Vicelehendakari, Consejero de Industria, Comercio y Energía.

En aquellos días, el escenario de crisis se veía deteriorado, más aún si cabe, por un generalizado clamor en la opinión pública abogando por “cambios en la política tradicional” y reclamando “profesionales no políticos” en los gobiernos e instituciones según insistían organizaciones patronales, medios de comunicación y encuestas sociométricas. Parecía simplificarse la ya recurrente clasificación entre buenos (quienes no están en política) y malos (quienes están en política), con el fallido y falso argumento de que los “profesionales” no tienen ideología, son objetivos y carecen de intereses particulares (sean o no legítimos).

En ese ambiente y ante la invitación del Lehendakari a incorporarme al gobierno, le hice ver mi reflexión anunciando una acentuada crisis por venir, aconsejándole nombrar a un hombre de industria, peso referente en la empresa, capaz de incorporar a su equipo un nutrido número de profesionales comprometidos con el país. El caso es que mi argumentación no debió convencerle y, finalmente, formé parte de su gabinete. Así las cosas, obviamente, me apliqué el cuento y decidí ir a la búsqueda de personas del perfil deseado.

Unai Arteche era el presidente de su empresa familiar (Grupo Arteche) y en esos días candidato (claro favorito) a presidir la Cámara de Comercio de Bilbao de cuyo grupo de empresa familiar era y ha sido responsable hasta el último momento. Desde el atrevimiento y la temeridad le llamé y le ofrecí ser el Viceconsejero de Industria. Unai no solamente no puso reparo alguno a la categoría del puesto, o sus condiciones retributivas o incluso a su “dependencia” del Consejero y Vicelehendakari, o a las dificultades del momento, la responsabilidad a asumir, sino que su preocupación era “su inexperiencia en la gestión pública”. Unai aceptó la propuesta. Era, lo ha sido toda su vida, un empresario, un profesional, un hombre comprometido con sus ideas y con su país. Un hombre fiel a sus convicciones y proyecto de vida, inseparables de su vida profesional o, mejor dicho, una vida profesional inseparable de su ideología, su familia, su país y su proyecto de vida.

La incorporación de Unai Arteche a ese equipo de Vicelehendakaritza e Industria vino a suponer, junto con otros muchos profesionales que se comprometieron con el proyecto país que intentamos afrontar, la fortaleza, la experiencia, la necesaria seguridad y confianza requeridas para abordar una apuesta de riesgo empeñadas en contribuir a la construcción de un futuro mejor. Siempre le he agradecido su generosidad y humildad tan útiles para abordar una trayectoria compleja y crítica como la que vivimos.

Al enterarme de su muerte no he podido sino hacer una nueva lectura emocionada de un breve documento de despedida que entregué a los miembros de aquel equipo que compartimos proyecto e ilusión durante esa ya lejana legislatura. “Un proyecto, un compromiso, un equipo, un agradecimiento”. En él decía: “…y llegó Unai: ¿sabrá la gente lo difícil que resulta pedir a una persona que abandone una posición cómoda, con reconocimiento y prestigio social, bien remunerada, siga a un hombre joven que solamente puede ofrecerle ilusión y trabajo, e inicie una nueva vida?”. Lo hizo. Y con él, vinieron otros.

Hoy que parecemos inmersos en caos y en el que las instituciones, la política, la entrega a compromisos e ideologías, parecerían no formar parte de los valores de una sociedad, merece la pena recordar estos hechos que forman parte de nuestra realidad e historia.

La semana pasada, en paralelo a las broncas, pseudo escupitajos, demagogia, conchabeos particulares y partidarios y desafección público-institucional en nuestra vecindad y con publicaciones como los trabajos a lo largo del mundo, como los recientes informes del World Economic Forum en el marco de la iniciativa “Futuro Exponencial” dedicados al Servicio Público y Gobierno. Trabajos que inciden en el Valor de los gobiernos y sus decisiones y con ellos su enorme impacto, para bien o para mal, en la marcha de las empresas (en especial aquellas reguladas), en la economía, en la salud, en el crecimiento y desarrollo, en nuestras vidas ordinarias. Sin duda, no podemos asistir impasibles a lo que nos rodea, asentados en una descalificación general.

En definitiva, proyectos personales, compromiso y proyecto de vida.

Con estos propósitos en mente, con mi despedida a Unai Arteche el pasado viernes en la iglesia de San Vicente en Bilbao, mi reconocimiento al amigo, al empresario, al político (todo cargo público lo es o debería serlo).

Hace unas semanas le vi por última vez. Mantenía una comida familiar (seguramente Consejo de familia y de empresa). Poco antes habíamos almorzado juntos y me insistía en la relevancia de la empresa familiar y su aportación de valor a la economía y sociedad. Preocupado por la sucesión empresarial, por la capitalización de las compañías, por los retos de nuestra empresa vasca, por los tumbos de una Europa que no parece caminar hacia aquella que sus fundadores y principios promovieron, por nuestra querida Euskadi y su futuro en una constelación internacionalizada o globalizada y por el “horroroso y esperpéntico espectáculo de la política en el Estado español”.

Agur Unai. Goian Bego!

Deterioro y espectáculo

(Artículo publicado el 25 de Noviembre)

Un buen número de lecturas acumuladas en los últimos días parecen converger, de manera más o menos fortuita, en el análisis de una tensa y preocupante realidad observable a nuestro alrededor.

A publicaciones como “La muerte de las democracias”, “Cuando los gobiernos y Estados fracasan”, “La política como industria propia”, se unen los artículos del World Economic Forum: “When Government fails, the Skates are much higher” (“Cuando los gobiernos fallan, los resultados son mucho peores para todos”) o el reclamo editorial de The Economist preguntándose por aquello más que nos espera tras el cada vez más confuso comportamiento del presidente Donald Trump, su gabinete en la Casa Blanca y sus relaciones/declaraciones relativas a China, Corea, Maduro o los “terroristas hondureños” en caravana semiparalizada en Tijuana. Ni qué decir de un desenlace abrupto de las negociaciones preacuerdo sobre el Brexit en un intenso y complejo debate “interior” en Reino Unido con una España que parece haber leído tarde los preacuerdos y “saca pecho soberano en Gibraltar”, o los pactos ocultos España-Kósovo enmascarados en una sutil disquisición en torno al COI y la presencia soberana de un Estado que España se niega a reconocer por temor a contagio en Catalunya y Euskadi, o la “luz propagandística” ante los conceptos  de cosoberanía cuando se va más allá del Peñón. Ni qué decir de la incierta entrada de López Obrador en el gobierno de México, con consultas y referendos sin control democrático ni censos previos, de los que parecen aprender múltiples procesos en curso (incluido, desgraciadamente, nuestro Gure Esku Dago, tan necesitado de su reorientación). En definitiva, una larga sucesión de situaciones enrarecidas que provocan un desencanto democrático.

Pero, todo lo anterior no dejaría de ser un determinado anecdotario temporal bajo la esperanza de soluciones positivas una vez superado el temporal y con la distancia de una tranquila lectura hogareña, si no fuera por la observación permanente del microclima que nos rodea. El escenario español es, desgraciadamente, un auténtico caos esperpéntico. Lo malo no es el espectáculo, sino el no atisbar la salida del túnel.

Si elegimos un eje rector, al solo efecto de acercarnos a ordenar una línea de observación, en torno a la justicia en España, el análisis resulta demoledor. Una larguísima historia desde el posfranquismo y la transición (recordemos que, salvo excepciones, jueces, fiscales, magistrados, abogados del Estado…, mayores de 60 años, accedieron a sus puestos jurando los principios del movimiento, comprometiéndose a defender un régimen anti-democrático, siendo difícil abandonar los tics y principios de su entusiasmo profesional inicial)  y como, en los últimos años, se ha agravado consolidando una mala (torpe, desigual, lenta, parcial) justicia, en un marco de nula separación de poderes, supeditada al ejecutivo y adaptada a la voluntad política del gobierno, medios de comunicación y poder económico dominantes. Cualquier duda al respecto ha quedado más que despejada esta semana, no ya por la asfixiante presencia de “fake news”, o por filtraciones de Villarejo y el uso intencionado y teledirigido de las cloacas del Estado o del uso inadecuado de los fondos renovados o la intervención amoral del Ministerio de Interior o la “construcción parcial y tergiversada” de un falso relato para justificar el encarcelamiento o expulsión de los dirigentes del Proceso catalán, la falsa interpretación de una supuesta malversación de un gobierno legítimo gestionando un presupuesto aprobado por su Parlamento, o el uso “especial” de Hacienda, policía y medios, además de empresas para modificar sus domicilios sociales o impedirles trabajar para la Generalitat. Situaciones extremas de altísima gravedad que se han visto desbordados por la insoportable negociación interesada del PSOE, PP y PODEMOS con ocasión de la renovación del Consejo del Poder Judicial. Vergonzosa descripción del Senador Ignacio Cosido y/o sus dirigentes, explicando a sus compañeros de partido los beneficios pactados, controlando los procesos en marcha, manipulando resultados y cambiando las reglas del juego democrático según sea necesario (para ellos). Bochorno generalizado que va más allá de errores, de personalismos o de acción tolerada de la política y los gobiernos (al menos en un sistema democrático). Sin duda, tanta gente que se ha quejado de Donald Trump y su manera de gobernar, de “dictaduras duras o blandas” en Venezuela, la Turquía de Erdogan, y de los “países en desarrollo o fallidos” etc.; debería, con un poco de vergüenza, aplicarse el caso en su casa. Un gravísimo y nuevo aviso para una España que ha perdido el norte. Empecinada en despreciar a quienes le rodean o son diferentes (incluidos Catalunya y Euskadi), pretende ignorar las señales de cambio y renuncia a salir de una posición de confort para dar el salto inevitable, transformándose como Estado plurinacional confederado, apostando por una realidad diferenciada.

Gobierno, PP, Ciudadanos, PSOE (e incluso Podemos llevando al límite su posición) no están dispuestos a constatar la realidad y carecen de la valentía y visión necesarias para transitar hacia nuevos modelos (de pertenencia, de convivencia, de práctica política, de sistema, de gobernanza… de democracia). Mantener sus privilegios, mantenerse en “un poder financiador y empleador de sus allegados” y conservador de sus políticas y beneficio, se convierte en el único objetivo, hoy del PSOE, ayer del PP y, seguramente, mañana de Ciudadanos o quien sea. Nada nuevo que esperar.

En este grave y deteriorado escenario, coincide la semana con un espectáculo grotesco en torno al marco mediático parlamentario jugando, de forma peligrosa, con los términos fascismo y golpismo como si de un juego de niños se tratara, para muchos irrelevante e intranscendente, viene a cuento remitirse al libro de Madeleine Albright, -hija de campos de concentración nazis y ex-Secretaria de Estado de los Estados Unidos- “Fascim: A Warning” (Fascismo. Una advertencia)- en el que nos recuerda y ,desde las palabras de Primo Levi, “cada época tiene su propio fascismo”, los peligros de nuevos fascismos “silenciosos”, la “dictadura de las democracias”, las “presidencias permanentes y sus estructuras perversas del Estado”, “sueños peligrosos”, “liderazgos artificiales” y los “fracasos institucionales y político-democráticos ante sociedades débiles y complacientes volcadas en sus intereses particulares, sin compromiso colectivo”, como antesala de aquel “fascismo” de turno.

En este escenario, la semana económica, vuelve a poner de manifiesto los déficits político-económicos de una España que no termina de aprender sus carencias, sus errores y sus graves consecuencias. A la desautorización por Bruselas de un trucado pseudo presupuesto que empieza y termina en reclamos demagógicos de un presidente (Pedro Sánchez) cuyo único objetivo es ganar tiempo para ganar, por primera vez, unas elecciones “manteniéndose” todo lo que pueda como dijera la portavoz de su gobierno, se une una clara advertencia del F.M.I. sobre sus expectativas de crecimiento y una OCDE que, al margen de sus recomendaciones y propuestas claramente discutibles -entre las que destaca su simplista alusión a la centralización, unidad de mercado y no “fragmentación” provocada por las Comunidades Autónomas, aporta datos significativos y preocupantes sobre la desigualdad, el desempleo, la deuda, el fracaso escolar y el desorden en las políticas de gasto social y ausencia de políticas generadoras de actividad económica, riqueza y empleo.

Así No. Sin una reinvención y reconducción de la política, dirección y liderazgo, sin una clara revolución de la Administración y su gobernanza, sin liderazgos reales y un verdadero control democrático, sin que la justicia emprenda su “transición” y sin asumir la necesidad de confrontar los problemas irresolutos y enquistados, vamos de anécdota en anécdota, de sobresalto en sobresalto, desde la desafección creciente hacia un dualismo irreconocible: una realidad social y otra político-mediática. Cada una, con sus propias reglas, sus propios espacios incomunicados, sus propios jugadores.

Ni son tiempos para la demagogia, ni para “mantenerse en el poder”, ni para entretener audiencias radiofónicas y televisivas con paneles de tertulianos profesionales centrados en la estridencia y el espectáculo, ni, sobre todo, de Instituciones y gobiernos débiles, dependientes y desacreditados.

El rol de la política, el de los gobiernos y la institucionalización positiva, real, transparente en todos los ámbitos mejora, sin duda, la calidad democrática y la vida de las sociedades a las que sirven. Recuperar y ganar la credibilidad perdida es una inmediata necesidad sobre la que abordar nuevas realidades y construir un futuro exigente.

Elecciones en Estados Unidos. Trump: ¿Éxito o Aviso?

(Artículo publicado el 11 de Noviembre)

Las recientes elecciones de “término medio o medio mandato” celebradas este pasado martes en los Estados Unidos, suponen un escenario digno de análisis más allá de cifras y posicionamientos actuales y su impacto en el plazo inmediato.

El presidente Trump se encuentra con una nueva Cámara de Representantes con mayoría demócrata tras perder 26 de sus congresistas (la menor pérdida de escaños en el “midterm” de cualquier presidente en la historia de Estados Unidos), con un Senado republicano reforzando su mayoría absoluta y un peso significativo en el marco de una   variada composición a lo largo de los 50 gobiernos de los Estados. Así, el nuevo escenario, más allá de múltiples situaciones en cada caso, le ofrece la posibilidad de afrontar dos nuevos años, con relativa confianza y comodidad en lo esencial y con expectativas más que favorables para su potencial reelección en 2020, con suficiente margen de maniobra para endurecer algunas de sus ideas clave, en apariencia mitigadas hasta ahora a la espera de superar la ya concluida contienda electoral. De esta forma, cabe pensar que se sentirá libre de actuar sin miramientos decisivos ante la “caravana migratoria centro americana”, como muestra de su política de “control” de la inmigración, mantener y extender  su mano dura en sus relaciones post tratado con México y Canadá y, por supuesto, su tolerada (y silenciada por la oposición) benevolencia saudí, insistir en su unilateral boicot y embargo anti-iraní, persistir en la  batalla comercial anti-china y exagerar  su lucha por el dominio de las fake news haciendo prevalecer en la opinión pública (al menos en sus votantes) la credibilidad de su palabra e información de presidente vs. La de los medios tradicionales de comunicación que pone en entredicho alegando “intereses extra periodísticos, económicos y de poder”. La mayoría en el Senado le ofrece un colchón de seguridad personal ante un potencial “impeachment”, suficientes garantías de control de las principales políticas y decisiones por acometer, y la más que relativa confianza respecto de su actitud y peculiar estilo de gobierno.

En este marco general, el contra poder se dará estado por estado, a medida que cada uno de los diferentes gobernadores y sus diferenciadas mayorías decidan actuar con políticas, presupuestos y decisiones propias dentro del margen que distintas competencias y materias les permitan. Mayor o menor atención y cuidados en salud, impulso al desarrollo económico regional, políticas fiscales locales y/o complementarios, educación “complementaria”, administración penitenciaria, etc. hasta la pena de muerte e indultos serán fuente de variaciones observables tanto en el debate como en las aplicaciones prácticas. A la vez, el contra poder desde la Cámara de Representantes parece que se reflejará más en los medios de comunicación, en el ruido y confrontación verbal, en los plazos de aprobación y en diferentes iniciativas en torno a comisiones de investigación que, finalmente, serán superadas por el comportamiento en el Senado.  Adicionalmente, como en cada elección estadounidense, junto con el voto por sus candidatos, diferentes Estados se han manifestado (en unos casos con carácter vinculante y en otros, tan solo consultivo) en relación con múltiples iniciativas que van desde la financiación pública de un estadio deportivo o una carretera, emisión o no de deuda estatal, autogobierno o incluso la “secesión” territorial o configuración de espacios político-administrativos diferentes a los previamente heredados, destacando solicitudes de ampliación de los beneficios en el sistema de atención y cuidados en salud y servicios sociales para los ciudadanos. Hasta 157 votaciones (consultas o referéndums) en 34 Estados.

Hemos asistido, de esta forma, a una semana electoral en la que se confrontaban dos grandes reclamos electorales como bandera argumental: “Enviemos un aviso a Trump para que sepa que así no…defendiendo el logro del Obamacare para garantizar acceso a servicios esenciales de salud de forma asequible y recuperando o salvando el carácter e identidad del país” (candidatos del partido demócrata bajo un liderazgo soportado en las caras de la legislatura anterior, Obama y su Vice Presidente Biden), o bien, “América para los americanos, no a la inmigración y sigamos creciendo…” (Trump y un muy secundario rol de los diferentes candidatos republicanos).

Hoy, conocidos los resultados, al igual que hace dos años, desde la distancia, mucha gente nos preguntamos cómo es posible que un presidente “peculiar”, tan contestado en nuestro entorno, escasamente asociable a los modos, estilos y expectativas europeas, puede renovar y reforzar su apoyo.

Ya el 13 de noviembre de 2016, bajo el título “Y, al final, ha ganado Trump” escribía en esta misma columna al respecto. Decía entonces: “Trump acertó en comprender que quien le elegía eran los votantes estadounidenses y no el resto del mundo” …aquellos que se sienten amenazados por terceros, que han visto descender su nivel y expectativas de vida y que comparten una serie de valores y principios determinados. Toda una población silenciosa para el observador foráneo y que no es objetivo de encuestadores demoscópicos, que está dispuesto a seguir a líderes emergentes, outsiders, rechazando el establishment (cada uno marca el perímetro en función de sus circunstancias)” …

Hoy, celebradas estas elecciones, a medio camino en su legislatura, los resultados le han permitido a Trump proclamar “todo un éxito”. Los Republicanos han perdido la mayoría de la Cámara de Representantes con menor peso del inicialmente esperable, han reforzado su mayoría en el Senado y han mantenido o sumado un importante número de gobernadores. Trump (campaña personal y no de partido), eligió en qué estados y distritos concentraba su campaña personal y ha triunfado en todos ellos coloreando un impresionante mapa rojo (color de los republicanos) a lo largo de todo el País con pequeñas manchas azules (demócratas) concentradas en las costas Noreste y Oeste y en unos pocos distritos fronterizos con México en Texas, Arizona, Nuevo México y California.

Vuelve a dirigir a sus votantes contra los medios de comunicación no afines, y señala y ataca a quienes no le apoyan. Aunque pudiera parecer extraño, cautiva al inmigrante de segunda o tercera generación que se ha ganado un puesto como estadounidense de pleno derecho y que ve en sus co-nacionales de origen un peligro ante su entrada en su país. Y, por supuesto, suma y conserva a los muchos que gusta y comparten sus mensajes.  Pese a casos concretos muy mediáticos en torno a unos pocos candidatos que “reflejan la diversidad no blanca del medio oeste americano” ha ganado peso en los nuevos votantes jóvenes, en las mujeres y en la clase y barrios trabajadores, tradicionalmente votantes del partido demócrata, felices de recuperar empleo expatriado a china en su día. Ha recuperado el voto del estudiante medio que tras sus cuatro o seis años de Universidad acumula una deuda por préstamos de entre 30.000 y 100.000 dólares y también a una amplia población de ciudadanos temerosos de perder los beneficios del Obamacare pero que han visto que, incluso con la insistencia presidencial en eliminarlo y con el apoyo de sus diferentes gobernadores interesados en mantener y extender los beneficios públicos, han superado cuotas de asistencia que les satisface, aunque sea en una mínima proporción. Trump profundiza su rol de un verso libre en el republicanismo, sin programa alguno y exprimiendo su juego provocador del mundo de las “fake news”, amparado en una mala prensa histórica y la proliferación de series y películas, con apariencia real, que permiten cuestionar todo. En un entorno en el que lo que mejor vende es el “anti-institucionalismo”, al que juega desde su autopromoción como “outsider”.

En los últimos días de campaña, personalidades como el ex alcalde de Nueva York, Michael R. Bloomberg, publicaba y emitía en las principales cadenas de televisión, radios y prensa un anuncio personal, pagado por él mismo. Se preguntaba: “¿No estamos cansados de alguien que saca el dedo y apunta de forma agresiva a los demás, amenazante, en lugar de ofrecer una mano abierta al diálogo para resolver problemas? Yo votaré a los demócratas. Démosle un aviso contundente para que cambie su forma de gobernar y tienda puentes entre los americanos y entre nosotros y el mundo”. Tras este anuncio, las encuestas previas a la cita electoral decían que el 52% darían ese aviso: “Así No”.

Un “así no” que quizás no llegó a comprender el mensaje líder de Obama: “Devolvamos el carácter de América”.

Ahora, dos años por delante. ¿Cambiará Trump o cambiará el voto estadounidense? ¿Cambiará la industria de la política de los Estados Unidos y su impacto negativo en la prosperidad de los ciudadanos como han planteado múltiples autores a la búsqueda de la revigorización de la democracia estadounidense? o, por el contrario, ¿se profundizará la confrontación partidaria y la erosión de los pilares de un sistema tenido por años como “la mejor democracia del mundo”, deslizándose hacia negros diagnósticos que hoy llenan las librerías americanas preguntándose si esta democracia sobrevivirá? Confiemos en que la sociedad americana permita que las dudas que Steven Levitsky y Daniel Ziblatt o E. J. Dionne, por ejemplo, plantean en sus libros “cómo mueren las democracias” y “¿una nación después de Trump? faciliten nuevas actitudes y comportamientos y, pronto, hablemos de las fortalezas democráticas reinventadas en torno a Instituciones y sistemas creíbles y sostenibles, inspiradores de nuevas políticas.

De momento, también nos vendría a los demás, tomar buena nota, aunque no seamos Estados Unidos.

Presupuestos: diferentes caminos hacia una nueva Europa

(Artículo publicado el 28 de Octubre)

La semana nos ha propuesto cuatro maneras diferentes de entender una Europa al servicio de los ciudadanos, de sus Estados y regiones miembro, de sus empresas e instituciones a la luz de sus presupuestos y voluntades (o no) de generar proposiciones únicas de valor (diferenciadas): la tercera economía de la Unión Europea, Italia, pretendiendo convencer a una tecnocracia “secuestrada” por reglamentos e indicadores homogéneos desde una distante Bruselas, de la importancia de entender la realidad heterogénea de diferentes economías y sus apuestas de futuro; un pseudo presupuesto a la española carente de directriz y voluntad propia tratando de aprobar un examen con las respuestas que Bruselas quiere escuchar, pese a que ambas partes saben que se trata de  papel mojado que ni se va a cumplir, ni refleja lo que el Estado español (y mucho menos, sus diferentes economías regionales) necesitan y demandan; una potente Alemania que sigue su propio camino apostando por su propio ecosistema innovador que le ha permitido situarse a la cabeza de la competitividad mundial (W.E.F. 2018), por encima de los Estados Unidos, líder tradicional, Suiza y Singapur; un Brexit en pleno proceso turbulento en cuanto a su aplicación pactada en beneficio mutuo o en manos de una desairada Europa, que lejos de preguntarse por lo que no hace o hace mal como causa de abandono, se empeña en exigir viejas y confortables recetas burocráticas con la pretensión de que el Reino Unido aplique las mismas estrategias y políticas que todos y cada uno de los Estados Miembro.

Tras estos cuatro casos, más allá del hecho particular de cada uno, subyace la verdadera pregunta de fondo: ¿Cuál ha de ser la Europa del futuro que aporte valor a todos sus Miembros?, ¿Cómo constituirla, dirigirla y gestionarla?

Hace tan solo unos días, Harvard Business School, publicaba uno de sus últimos “papeles de trabajo” de la mano de nuestros amigos y buenos conocidos profesores e investigadores en Euskadi: Michael E. Porter y Christian Ketels, extraordinariamente presentes en las estrategias de competitividad y bienestar de nuestro país y profundos conocedores de la realidad económica europea. Su documento de investigación en curso, “Towards a new approach for upgrading Europe’s Competitiveness” (“Hacia una nueva aproximación al incremento de la competitividad de Europa”) supone un atrevido, interesante y riguroso trabajo que pretende ir más allá de la traumática experiencia de la crisis reciente y de las señales de desencanto que facilitan la proliferación de euro escépticos para adentrarse en la cuestión desde un punto de vista concreto: ¿Cuál es el impacto de la Unión Europea actual en la competitividad y prosperidad de sus Miembros? Así, desde una positiva valoración que la creación del mercado interior y la moneda única han aportado al bienestar general de sus ciudadanos, destacan una clara incongruencia: la enorme desconexión entre lo que la economía y realidad europea hoy necesita y lo que la Unión Europea y sus políticas ofrecen. La Unión Europea parece no entender que las circunstancias han cambiado, que las políticas han de ser cambiantes y que si su enfoque macroeconómico favoreció una integración de postguerra generadora de oportunidades “comunes y homogéneas” para todos los miembros del club, aportando soluciones para una focalización globalizada entre economías próximas ampliando sus mercados y espacios naturales e individuales, más allá de la nueva economía y la transformación tecnológica, digitalizada e innovadora que determinan la economía de hoy, la heterogeneidad se impone y es el contexto diferenciado lo que da sentido a una estrategia de competitividad y, en particular, al esencial  papel microeconómico y sus activos al servicio de estrategias propias convirtiéndose en el verdadero motor de la productividad, la innovación, la competitividad y, en definitiva, la prosperidad.

Esta realidad exige una nueva Unión Europea y, sobre todo, nuevos dirigentes, nuevas instituciones, nuevas políticas y reglas del juego. No son tiempos para insistir en programas y medidas iguales para todos, en subvenciones condicionadas a que todos hagan lo mismo, desde Portugal hasta Baleares (o las desiguales regiones dentro de un mismo Estado miembro), ni pueden, ni deben seguir las mismas estrategias, ni contratar a los mismos consultores para copiar su estrategia de “especialización” por muy inteligente que se pretenda definir e imponer desde una ventanilla en Bruselas.

Gestionar, imponer, sancionar, multar por desviarse de un índice caprichoso (senda de endeudamiento o similar) es fácil de hacer desde un check list, un ordenador o plantillas funcionariales predeterminadas. Lo inteligente es entender la diferencia, asumir la competencia y capacidades de los diferentes gobiernos y gobernantes y reconocer que, por difícil que resulte, regiones, naciones, Estados, son muy diferentes, se encuentran en diferentes estadios de desarrollo y demandan un camino propio, compartible, alineable con terceros si bien caracterizados por culturas, deseos y compromisos distintos.

Por naturaleza, las opciones en torno a la competitividad microeconómica son altamente contexto-dependientes, que dirían los mencionados autores, requieren liderazgos sólidos y profundos, creíbles y controlables, en niveles locales, regionales y próximos. La Unión Europea ha de asumir roles “genéricos” de soporte y apoyo a estrategias diferenciales y únicas. Han de trabajar en fortalecer un mercado interior y coordinar políticas transfronterizas potenciando sus fortalezas naturales compartibles, pero no desde la homogeneidad e igualdad mal entendidas. Nos insisten en que el verdadero cambio a acometer en Bruselas es cultural: su burocracia, en todos los niveles (políticos, técnicos, administrativos), necesita aprender a seguir y apoyar más que a imponer y controlar. Regiones y naciones han de aprender que el empoderamiento conlleva riesgo compartido y compromiso, además de la solidaridad inherente al proyecto europeo.

En este contexto no es casual el incremento de los mal llamados “populismos” como referencia a todos los males y a una “desafección artificiosa” de quienes no entienden “la inteligencia de Bruselas”. Basta comprobar cómo la agenda de Lisboa, pro-innovación en el marco de las políticas de estabilidad y crecimiento y la Unión Bancaria, ha ofrecido resultados desalentadores: la innovación se mantiene por debajo de sus pares globales, Estados Unidos supera a Europa en nuevas tecnologías y modelos de negocio, el golpe de la crisis ha empobrecido al ciudadano medio europeo, ha aumentado el desempleo y la desigualdad. Es hora, por tanto, de entender el contexto competitivo en el que se mueven Europa y el mundo, los cambios observables y los esperables y afrontar una dramática realidad: las diferencias en términos de prosperidad son tres veces mayores que entre los ya desiguales estados de los Estados Unidos, algunas regiones de la Unión Europea se acercan a la competitividad de países como Suiza o Singapur, pero una mayoría están por debajo de países como Tailandia, China o Indonesia y líderes latinoamericanos (México, Chile…). Algunos miembros europeos gozan de instituciones desarrolladas mientras otros asemejan niveles de corrupción y debilidad institucional con democracia de baja calidad e intensidad propios de países no desarrollados a la cola mundial…

Así, desde el punto de vista de los principios de la competitividad (y la prosperidad y compromiso de sus Miembros), el mencionado documento de trabajo de Michael E. Porter y Christian Ketels, resume una serie de elementos esenciales para una nueva política: Europa debe ser más diferente en términos regionales y de sus propuestas de valor asumiendo estrategias de especialización acordes a su momento, capacidades y voluntad; ha de ser más distinta en términos regionales e institucionales; sus instituciones comunes han de transformar su misión al servicio de favorecer logros comunes alineados desde la libre determinación y voluntad de las partes implicables; las regiones han de asumir sus propias responsabilidades y tomar sus decisiones políticas en base a sus propios objetivos, entendiendo la heterogeneidad conformadora de un espacio compartido por libre decisión; una Europa solidaria y abierta, con reglas y prácticas facilitadoras de la diferencia, la heterogeneidad y la prosperidad social y económica.

Sin duda, una misión desde el exterior y el poso experto permite repensar situaciones vividas y superar las dificultades que provocan rechazos o actuaciones desintegradoras. No basta con culpabilizar a las poblaciones mayores británicas con haberse equivocado en su voto deseando su salida (más bien hemos de respetarla y provocar un espacio de convivencia a futuro en un modelo colaborativo); ni de llamar irresponsable a un gobierno italiano que no guste en Bruselas desde la cómoda distancia de quien no ha de confrontarse con el impacto en la gente de las medidas que imponga; ni mucho menos tranquilizarse con un presupuesto que nadie conoce, ni sabe explicar, ni indica propósito alguno capaz de cumplimentar un formulario engañoso para superar un examen sabiendo que no va a cumplirlo y supuestamente aprobado en un Consejo de Ministros exprés sin tiempo para que ni siquiera el propio gabinete lo conociera, sin marco de ingresos y gastos concreto, mezclando presupuestos generales con los de la Seguridad Social, usurpando fondos que no le corresponden, pertenecientes a cotizantes (trabajadores y empresarios) como requisito, no para construir un proyecto (propósito) estratégico, sino para mantener un artificioso gobierno que no fue votado/pactado para gobernar, sino para desalojar a un gobierno condenado por corrupción. ¿Un presupuesto al gusto de Bruselas a espaldas de los actores y agentes que han de hacerlo posible (Comunidades Autónomas) y padecerlo (personas, familias, empresas)?

Cuatro modelos de aproximación a un propósito estratégico desde sus contenidos y usos presupuestarios. ¿Cuál es el camino adecuado para la Europa próspera del futuro? Y, por supuesto, ¿Cuál es el camino que cada uno de los casos señalados pretende ofrecer a su propio pueblo, ciudadanos y empresas? Aspiraciones de futuro, mucho más allá de un presupuesto y de una coyuntura.

Humanidad y tecnología: el futuro del trabajo

(Artículo publicado el 14 de Octubre)

Hace unos días, invitado por la OIT (Organización Internacional del Trabajo) y el Gobierno de Costa Rica, participé en un seminario y diferentes sesiones de trabajo con empresarios, académicos y gobernantes en relación con los “procesos productivos y motores de crecimiento en el mundo del trabajo del futuro” y su potencial aplicación a las políticas económicas del Gobierno y el rediseño estratégico de las empresas. La OIT ha hecho de este tema uno de sus asuntos prioritarios y viene promoviendo múltiples estudios e investigaciones en colaboración con diferentes gobiernos implicados en sus transformaciones estratégicas, encaminadas a repensar sus modelos y tejidos económicos, en especial productivos, educativos y tecnológicos, preocupados por su futuro. Como no podía ser de otra manera, Costa Rica, al igual que todos los países del mundo, con mayor o menos intensidad y prioridad, dedican un especial interés a su “agenda digital” entendiendo que, al margen de voluntades, el impacto de la digitalización de la economía cambiará (de hecho, lo viene cambiando desde los años sesenta, haya sido o no percibido) nuestro empleo, educación, modelos de negocio, gobernanza y forma de vida.

No parece que nadie cuestione el discurso pro-innovación, tecnología y digitalización de la economía. Cosa distinta es cuando se asocia determinadas innovaciones y avances   tecnológicos (robótica, inteligencia artificial, ciberseguridad…) con el empleo. Entonces, este debate “tecnológico” se convierte en controversia ética, filosófica, educativa, sociológica y la variable tiempo y humanización cobran especial relevancia, dando pie a todo tipo de estimaciones y especulaciones ante el dualismo empleo-tecnología, hombre versus máquina…

Esta misma semana, el Instituto Vasco de Competitividad-Orkestra, ha presentado en Gasteiz el Informe de Competitividad del País Vasco 2018 (Informes cuyo objetivo, desde  su origen, han pretendido, con carácter bianual, pulsar y monitorizar la competitividad de Euskadi centrando su atención en algunos elementos o vectores clave, si bien desde hoy, se apuesta por un Informe anual y la puesta a disposición pública de una plataforma online con información abierta al servicio de interesados, investigadores y stake holders, actualizando indicadores e información disponible en cada momento). Como su prólogo indica, este Informe “se ha elaborado en un contexto de logros en lo que respecta al comportamiento económico y social… y apunta hacia una economía con elevados niveles de crecimiento, exportación, creación de empleo y satisfacción de la vida”. Contexto positivo que como resalta el propio Informe, no permite, sin embargo, caer en la tentación de una satisfacción paralizante ajena al desempleo, a las graves y profundas dificultades de una parte de la sociedad y a las bolsas de incertidumbre existentes y la “erosión de la posición relativa del País Vasco en algunos de los indicadores comparados con otras regiones objetivo”. En este sentido, acorde con la línea de investigación que viene desarrollando, Orkestra no solo compara Euskadi con rankings generales, ni con los territorios próximos con los que suele resultar mejor posicionado, sino que hace un intento (siempre complejo y con disparidades estadísticas, institucionales, cualitativas…) por establecer un conjunto de treinta regiones de referencia forzando nuestra mirada hacia quienes se sitúan en cabeza, al objeto de aprender de los líderes abstrayendo la complacencia “desde el oasis vasco” en el panorama que nos rodea. Así, bajo este enfoque, analizados los diferentes elementos determinantes de la Competitividad (que no son objeto detallado de este articulo), concluye como, “Euskadi es un territorio capaz de generar riqueza y consigue hacerlo con bajos niveles de desigualdad que garantizan que los resultados económicos positivos alcanzan los estratos más desfavorecidos de la población”. Este resultado económico y social traducido en una apuesta clara por el desarrollo inclusivo, es lo que hace de Euskadi un modelo referente y es lo que lleva a la OIT y a diferentes Gobiernos a considerarnos para la reflexión y elección de líneas estratégicas de transformación de sus tejidos económicos, empresariales y sociales.

No obstante, como el presidente del Consejo Asesor de Orkestra (Christian Ketels) exponía, ni desde nuestras fortalezas, ni desde nuestra historia superadora de grandes desafíos podemos obviar las nuevas tendencias observables y los graves riesgos que los cambios geopolíticos, transformaciones tecnológicas, poderes y roles públicos, tamaño e interdependencia global, entre otras cosas, habrán de impactarnos.

Ahora bien, en ese marco general brevemente señalado, Orkestra hace referencia a un apartado relevante de su estudio: El Informe DESI (Digital Economy & Society Index – Índice de Economía y Sociedad Digital 2017) y su aplicación en el País Vasco, en el que se destaca como Euskadi, en términos de conectividad, capital humano, uso de internet, integración de tecnología y servicios públicos digitales en la UE-28, ocupa un papel relevante. En este Informe, Euskadi resulta bien posicionado mostrando un elevado nivel de convergencia con los líderes europeos salvo en lo que respecta al grado de digitalización en los hogares, tanto en su acceso a servicios y usos privados, como a su interacción con la oferta de servicios públicos en relación con las Administraciones. Aquí merecería la pena referirnos a otro Informe (este de la consultora Accenture) que “invita” a los países a superar los proyectos de prueba o piloto, escalándolos al servicio de la totalidad de sus espacios objetivo (todas las personas, todas las empresas, todo el País). Un buen ejemplo es Estonia, digitalizando al 100% de la población en su acceso e interconexión con todo servicio público, convirtiéndose, además, en un motor de excelencia en la generación de nuevas iniciativas empresariales.

Pero este importante, si bien parcial, indicador, nos lleva a uno de los grandes desafíos de ese futuro del empleo/trabajo, bienestar, riqueza y desarrollo inclusivo al que me refería al principio de este artículo. En paralelo a seminarios, talleres e informes, la oportunidad de compartir mesa y mantel con amigos, en el recurrente “diálogo creativo” encaminado a “arreglar el mundo” sin la responsabilidad directa de hacerlo, me ha dado acceso a la lectura de un interesante libro, sugerente para compensar la parálisis destructiva que el discurso mediático y coyuntural “político, judicial y policial,” imperante fuera de nuestro pequeño “oasis”, enfanga cualquier intento por alumbrar un futuro de interés social. “Deep Thinking” (“Pensamiento profundo”) de Garry Kasparov invita a la reflexión y ayuda a un mejor entendimiento de la cuestión.

En mayo de 1997, considerado el mejor jugador de ajedrez del mundo fue derrotado por una máquina (la super computadora Deep Blue de IBM). Veinte años después, en su libro, Kasparov nos lleva a la frontera en la que la inteligencia artificial da paso al principio de la creatividad humana. El autor (“el mago de Bakú”) no solo venció en todo tipo de campeonatos mundiales de ajedrez desde los 22 años, o ha trabajado toda su vida de la mano de los principales científicos, expertos y empresas asociables con la llamada Inteligencia Artificial (en la ex URSS, China, USA…), o destaca en el mundo de la estrategia y los procesos de toma de decisiones, con una formación superior de máxima excelencia, sino que salvo la famosa derrota mencionada, ha ganado siempre a las diferentes máquinas experimentales o comerciales a las que se ha enfrentado. Hoy, irrumpe, con autoridad, en el debate tecnología-empleo, hombre-máquina, con una serie de observaciones que son dignas de tener en cuenta cuando de diseñar estrategias en torno a los desafíos de la digitalización de la economía y la sociedad se trata. Lo primero que nos traslada es el para qué de la agenda transformadora. Como buen estratega, distingue entre las tácticas, las reacciones y respuestas coyunturales del día a día, trasciende del permanente reposicionamiento ante los datos y hechos específicos (movimiento o jugada en su siempre ajedrez de referencia) de cada instante, proveniente de terceros y la propia estrategia: ¿cuál es tu misión o propósito basado en tus fortalezas (identidad, lo que sabes y quieres hacer), contextualizado en el tiempo y lugar en que has de aplicarlo? Y esta sencilla clave es lo que nunca hará una máquina: contextualizar y fijar un propósito. Nos recuerda a Picasso en su diálogo con Douglas Adams: “Las computadoras son inútiles; tan solo dan respuestas rápidas; no saben formular preguntas”, diría el primero. Contra argumentaba Adams: “Las computadoras sí saben cómo hacer preguntas. Lo que no saben es cuáles de ellas son importantes”. Kasparov enfatiza: “Las computadoras siempre elegirán el mejor movimiento (en ajedrez) de entre un árbol de decisiones predefinido y programado. Nunca incorporarán contexto, ni principios, ni posiciones, ni oportunidades esperables, ni contarán con la suerte”. Siempre carecerán de humildad”.

A partir de estas premisas, realiza un largo y profuso recorrido en el discurso tecnología-empleo, hombre-máquina, información-conocimiento, procesos-decisiones, de especial relevancia para los debates y decisiones que hemos de abordar. La innovación y la tecnología que impregnan toda estrategia y apuesta de avance, imparable e irremediable tanto para el futuro del trabajo y empleo, para los desafíos de la salud, para la “nueva economía” (incluida la llamada colaborativa que sustituye a los servicios y negocios tradicionales), nuevas formas de vida y comportamientos personales y, por supuesto, modelos empresariales y de negocio de todo tipo de actividades, como en los consecuentes sistemas educativos y gobiernos que se deriven, exigiendo el coraje y riesgo de apostar tras un propósito determinado (generalmente “mejor” que lo existente) y, por supuesto, asumir que una vez que la tecnología nos permita hacer algo de otra manera, nunca la abandonaremos para volver atrás. Sin duda, los cambios cuyo resultado final es deseable, suelen producir disrupciones, desequilibrios, resistencias e inconvenientes temporales (en ocasiones tan solo por el hecho de abandonar nuestras áreas de confort), pero la cuestión no es impedir el propósito de llegada, sino transitar y gestionar el tiempo y sus consecuencias, mitigando los efectos negativos que produzcan en un primer momento. Proceso dual aplicable tanto en las difíciles sustituciones de un modelo de negocio, de transformación o uso de una actividad (personal, profesional, pública…). Y, por supuesto, no es cuestión de optar entre máquina o personas, sino de utilizar la máquina al servicio de la humanidad. Con Kasparov (director, investigador, profesor de la más prestigiosa escuela de ajedrez, Botvinnik School, del mundo, con sedes en Moscú, Bakú y Nueva York, formando a niños y jóvenes de entre 8 y 18 años en ajedrez, inteligencia artificial, conocimiento, innovación y estrategia jugando contra computadoras y diseñando algoritmos) “no es cuestión de elegir entre utopía o distopia. No es tiempo de unos contra otros. Las máquinas tienen instrucciones. Nosotros propósitos.” Y tampoco es cuestión de limitar nuestra idea de conocimiento a ser tan listos o tontos como la Wikipedia o Google en la respuesta automática a nuestras demandas puntuales, sea del tema que sea.

Es cuestión de proponernos que las máquinas y la tecnología nos hagan más humanos y nos ayuden a resolver y solucionar los grandes desafíos a los que nos enfrentamos.

Nuestro futuro, el futuro del trabajo y empleo requiere entender los determinantes económicos y sociales de la competitividad, las políticas y estrategias innovadoras y transformadoras que gobiernos, empresas y sociedad hemos de implantar. Este es el meollo de los procesos y motores del crecimiento y desarrollo que buscamos. Aquí y a lo largo del mundo. Las verdaderas llaves de un futuro de bienestar buscado. Empezando por un propósito. ¿Qué queremos? ¿Para qué y por qué nos embarcamos en esta cada vez mayor complejidad e incertidumbre?

Osakidetza 35: Salud en/desde/para las personas

(Artículo publicado el 30 de Septiembre)

Este año se ha cumplido el 35 Aniversario de la creación de Osakidetza – Servicio Vasco de Salud y, entre los diferentes eventos conmemorativos, esta semana se ha celebrado una conferencia internacional facilitadora del proceso de innovación (el seguido en su historia y el que necesariamente habrá de seguir en los próximos años).

Desde el honor y satisfacción de haber sido uno de los muchos ciudadanos vascos que hemos trabajado en Osakidetza y contribuido a su aportación al mundo de la salud, beneficiándonos de su altamente valorado servicio de atención y prestación, más allá de mi felicitación a todos quienes lo hacen posible día a día, he tenido la oportunidad de intervenir en el mencionado evento con una ponencia: “Innovación en salud… en/desde/para las personas”, acompañando en la reflexión sobre la complejidad sistémica que los desafíos de la salud comportan y la inevitabilidad de afrontar un largo e incierto trayecto exploratorio y lleno de decisiones de riesgo ante un entorno cambiante. Vivimos el reto de fijar la mirada crítica y creativa en los  múltiples cambios tecnológicos, económicos, sociales y políticos que obligarán, sin duda alguna, a una profunda transformación, no solo de Osakidetza y del Departamento de Salud del Gobierno Vasco y del conjunto de sus políticas y estrategias convergentes de bienestar y servicios sociales, de seguridad social, de innovación, educación, ciencia y tecnología, de finanzas públicas y, por supuesto, de promoción de la actividad económica e industrial asociable a la salud, siendo uno de los mayores “fosos” de empleo y riqueza a futuro.. Tarea y desafío no exclusivo del quehacer en Euskadi, sino imprescindible en todos los sistemas y modelos de salud a lo largo del mundo, empezando por nuevos roles activos y participativos de los pacientes y usuarios del sistema, así como de sus profesionales en un recorrido hacia un papel desconocido, diferente del que han venido desempeñando hasta hoy.

Osakidetza, pese a los ruidos coyunturales (más en relación con su propia estructura y vida interna que sobre su oferta y generación de valor en salud), goza de la aceptación generalizada de la población vasca, es “líder” de satisfacción percibida como servicio público y disfruta de un relevante reconocimiento internacional. A partir de esta fortaleza de vanguardia, ha de orientarse hacia un futuro cambiante en el que no cabrán ni réplicas del pasado, ni una mejora continuista y discreta, sino que habrá de reinventarse, como todos, en el marco generalizable de nuevas políticas y estrategias, nuevos sistemas de financiación (pública y privada), nuevos modelos de cuidados y atención, nuevos espacios e infraestructuras y un complejo espacio por redescubrir, más allá del médico-centrismo con un refuerzo universal de las soluciones a los retos que  los factores determinantes de la salud (no solo ausencia de enfermedad, efectos condicionantes en poblaciones desfavorecidas, elementos socio-económicos y acceso real a un concepto amplio de salud) suponen. Las tecnologías exponenciales y emergentes ya están aquí y el futuro dirá su impacto real en la transformación por venir y, más allá de la generación de salud, observamos, también, su extraordinario rol como vector del desarrollo económico, la creación de riqueza y el trabajo o empleo del futuro. Genómica, inmunología, medicina de precisión y personalizada, pasaporte universal de acceso real universal, nuevas concepciones del continuo en torno al cuidado prenatal hasta el inevitable espacio postmortem y duelo, configurarán una necesaria reinvención de los modelos organizativos y el management socio sanitario en nuevos espacios interdisciplinarios, tejiendo alianzas multi conocimiento, con nuevos jugadores y nuevas modalidades de alianzas público-público y público-privado.

Dicho esto, antes de abordar el futuro, conviene resaltar algunos elementos esenciales que permiten explicar el exitoso camino recorrido hasta aquí.

En la incipiente salida de la dictadura franquista, en pleno reposicionamiento político, social y económico de Euskadi y sus agentes y ciudadanos, en su Asamblea Nacional de Iruña (1976), el Partido Nacionalista Vasco dio un paso trascendental, también, en el mundo de la salud. En un entorno castigado por todo tipo de crisis y con los polvos de la autarquía heredada, “nuestro” sistema de salud era claramente deficitario, débilmente financiado por unas cotizaciones laborales a la Seguridad Social, una mínima infraestructura médica y hospitalaria con un soporte desde las Diputaciones Provinciales del pasado o el Hospital de Basurto, de la mano de la beneficencia y el tímido y precario apoyo municipal de Bilbao, con una jovencísima Universidad cuya Escuela de Medicina no cumplía su primera década real. A nivel mundial, la OMS aún no proclamaba el generalizado apoyo y apuesta por acceso universal a la salud (que aún hoy no ha terminado de lograrse). En Iruña, en el marco de su “ponencia socioeconómica” el PNV apostó por una economía social de mercado, con carácter general e instrumento conductor de sus ejes de gobierno… “para el momento en que accedamos a un Estatuto de Autonomía y podamos gobernar el País” (cosa que se produce en 1980). Bajo este marco general, se definen los principios y directrices de un modelo y sistema de salud, de carácter público, garante del acceso universal, para todos, y su complementariedad privada. La salud se concibe como elemento y derecho subjetivo esencial para el espacio de bienestar que se propugnaba. Así, de la mano de un sólido marco ideológico (pre-normativo dadas las circunstancias) y tras unos primeros pasos preliminares en el Consejo pre-Autonómico se va perfilando lo que, más tarde, sería el momento de la verdad. El primer gobierno post Estatuto en 1980, estructura las bases de un Departamento y Sistema de Salud y, muy pronto, con escasísimos recursos, diseña el esquema organizativo funcional separando estrategia, dirección, planeación y control (Gobierno) de la ejecución y atención dando lugar a la creación de Osakidetza. Un primer gran paso que tan solo cuenta con las entonces jefaturas “provinciales” de salud, los hospitales “del tórax” (uno por territorio) pero, eso sí, con el talento y compromiso humano de primerísimo nivel. El acierto en rodearse de asesores “del exilio” (Julián Ajuriaguerra, José María Bengoa, Aranguren…), su apuesta (tan criticada entonces) por la Atención Primaria (“los cubanos” como  les llamaba la prensa desconocedora de los escasos lugares en los que se formaban profesionales focalizados en la salud pública y la atención primaria) y prestigiosos médicos (Andrés Aya Goñi, Ciriaco Aguirre , Cisterna…) y los grandes profesionales “emergentes” de extraordinaria formación y compromiso (Juan José Goiriena, Iñaki Azkuna, José Ignacio Barrenechea, Iriarte…por citar algunos con los que tuve la oportunidad de formar equipos, auténticos formadores de generaciones de profesionales hoy en activo), los “pequeños” equipos en torno a la economía de la salud, los primeros mapas sanitarios y el enorme apoyo de tantos profesionales de la salud, iniciando un nuevo recorrido hacia un modelo propio. Este proceso que echaba a andar sin “competencias transferidas”, sin un modelo general de referencia, desde la financiación limitada y no presupuestaria, colgado de la seguridad social del Estado, puso el acento en la planificación, en el asesoramiento y aprendizaje del exterior, en el conocimiento y compromiso y la concepción de la salud no como gasto, sino como inversión. Momento de destacar, sin duda, la visión y acierto de Javier Aguirre, primer consejero de salud del Gobierno vasco y responsable de la creación de este gran contenedor, OSAKIDETZA, que más tarde acogería el progresivo traspaso de competencias, recursos y profesionales, siendo hasta hoy más de 50.000 las personas que han formado parte del amplísimo espacio de trabajadores que han generado el éxito observable.

Más tarde llegarían la negociación con Madrid de la Ley de Sanidad y el modelo de servicios de salud y su encaje en Osakidetza, al igual que la integración de los hospitales “provinciales” (ya entonces forales) de Araba (Santiago) y Gipuzkoa y la “publificación” de Basurto con el generoso compromiso y visión del Ayuntamiento de Bilbao y la Diputación Foral de Bizkaia (José Luis Robles y José María Macua), así como los servicios y hospitales de Salud Mental y la red psiquiátrica en transformación y dignificación, la concertación público-privada y una imparable sucesión de hitos innovadores desde la búsqueda permanente de la excelencia profesional. Bases potenciadas de forma extraordinaria, sin duda, desde las trasferencias de los antiguos INSALUD e INSERSO. Un largo e intenso proceso que ha contado con la coherencia estratégica a lo largo de los diferentes gobiernos, sus responsables directos, sus profesionales y el apoyo y participación de una Sociedad que lo ha hecho suyo. Todo un proceso que ha superado las expectativas de su creación y que ha demostrado que la salud se genera más allá de Osakidetza y del Departamento de Salud, enmarcada en un amplio sistema de bienestar y servicios sociales y de cohesión, con un acertado espacio colaborativo interinstitucional socio-sanitario.

Hoy, treinta y cinco años después, Osakidetza es una extraordinaria realidad, muestra de lo que significa el compromiso real con la sociedad a través de un servicio público.

Toda una fortaleza desde la que observar y explorar el futuro, de la mano de las necesidades y demandas cambiantes de una sociedad en plena transformación. Del acierto conjunto en recorrer este nuevo desafío dependerá el nuevo éxito que, sin duda, alcanzaremos. Contar con una visión y propuesta de valor, asentados en una innovación permanente, desde la excelencia de la gestión, con el compromiso de miles de profesionales y apropiándonos de nuestro futuro y generando valor en salud. Hoy es día y momento de celebración. Una celebración activa desde el compromiso de construir país, en este caso, co-creando salud.

Zorionak Osakidetza!

Colapso financiero y crisis global; 10 años despúes…

(Artículo publicado el 16 de Septiembre)

El semanario “The Economist” lleva esta semana a su portada el caso Lehman Brothers, y su espectacular y grave caída hace ahora diez años, bajo un claro titular: ¿Hemos arreglado las finanzas? En su editorial, destaca como cualquier historiador verá en el siglo XXI, dos “shocks sísmicos”: el ataque terrorista del 11 de septiembre y el colapso financiero de Lehman Brothers el 15 de septiembre.

Diez años atrás, en 2008, una interesante iniciativa editorial de Quintero Editores me dio la oportunidad de compartir con prestigiosos autores, el análisis de la entonces “incipiente” crisis (que se negaba a reconocer, por ejemplo, el presidente del gobierno español) de la que, al parecer, hoy no terminamos de salir. La “Crisis económica Mundial” (septiembre 2008) reunió a trece autores y sus opiniones bajo diferentes puntos de vista con la idea de preguntarnos por qué habríamos llegado hasta allí y, sobre todo, propuestas para superar la crisis, bajo una introducción marco, comparándola con   el crack bursátil de 1929 en Wall Street, destacando las lecciones NO aprendidas y las reflexiones para un futuro esperable.

Entre los autores destacaban advertencias de Paul Krugman (“todos los indicios señalan una crisis económica peligrosa, brutal y larga, que será recordada como la peor crisis económica y financiera desde la gran depresión”), razonados temores de Joseph Stiglitz que anticipaba reacciones equivocadas de los Gobiernos en torno a una equivocada austeridad (“la mayoría de las instituciones orientadas al mercado están acudiendo a los Gobiernos en busca de ayuda. Todos dirán que es el fin del fundamentalismo del mercado. La caída de Wall Street es para el fundamentalismo de mercado lo que la caída del muro de Berlín fue para el comunismo”); las premoniciones de Mijaíl Gorbachov, expresidente soviético, dando por muerto un sistema capitalista incapaz de rentabilizar el enorme capital acumulado en pocas manos, para alumbrar un nuevo modelo (“Esta pirámide permisiva e inmoral ha colapsado. Es necesario pensar en un modelo que pueda reemplazar el actual. No tengo soluciones prefabricadas. El cambio será evolutivo y un nuevo modelo, no basado en el consumismo y el lucro, ha de surgir”).

En mi modesta colaboración “Un nuevo camino”, condicionaba la salida de la crisis a la “decisión e intensidad con que abordamos los resortes sobre los que queremos cambios relevantes en la actitud y mentalidad de la gente, en nuestros comportamientos personales y colectivos. No para volver al punto previo a la crisis, sino hacia un nuevo modelo de bienestar generalizado”.

“La convergencia perversa” con que calificaba el círculo de un modelo de crecimiento otrora considerado positivo y estimulante del desarrollo, apuntaba aquellos elementos interrelacionados que aceleraban el colapso y sobre los que hoy, diez años más tarde, no parece que hayamos transformado en lo esencial, pese a algunos avances limitados que permiten allegar esperanzas de cambio a futuro. Así, las propias características de la crisis financiera en sí misma, fruto de una débil estructura de las instituciones implicadas, en un marco de escasas alternativas reales de ahorro-inversión para el ciudadano medio, estimuladas en sus decisiones por políticas, modas, productos y ofertas confusas, no sostenibles y contrarias a las necesidades reales de los actores desde la inexperiencia generalizada en su uso y gestión y la relevante ausencia reguladora y supervisora de los organismos y autoridades, obnubilados por la fuerza del mercado y el caramelo de una economía financiera alejada de la economía real, en un premio constante al cortoplacismo, terminó en una imposible respuesta a los compromisos temporales de sus actores implicados.

Crisis financiera que encontró sus mejores aliados en una importante ausencia de liderazgo y autoridad, desde el cultivo mediático deslegitimador del rol de los gobiernos y la compra simplista de una globalización y “mercadofilia” convertidos en panacea para todo mal social, favorecedora de la autorregulación y “la mano invisible de los mercados”, la cobertura a malas prácticas y modelos de escasa trasparencia, peor información e incapacidad de respuesta en los momentos críticos. Carente autoridad agravada por liderazgos acomodados a un “pensamiento único” que se generalizó en la confortabilidad de los ámbitos de decisión, a lo largo del mundo, impregnando, de forma negativa, la totalidad del sistema. Las lecciones de esta crisis han invitado a recuperar protagonismo, ideas e instrumentos que parecían desechadas: la importancia de los gobiernos, su liderazgo y autoridad, desde procedimientos democráticos y reales bajo política con mayúsculas; los procedimientos y órganos participativos y de control (reales y no aparentes); la necesidad de observar al mercado como un elemento relevante pero ni único, ni determinante en exclusiva, de la economía; la importancia de la economía real y sus fortalezas y, por supuesto, las enormes diferencias existentes entre países, regiones, personas, comunidades a lo largo del mundo, determinantes de estrategias necesariamente diferenciadas. No valen ni el café para todos, ni las mismas políticas y modelos, ni la misma intensidad y alcance de programas y medidas a aplicar en y para cada uno de ellos.

En este marco general, la aproximación simplista a la globalización resultó una bomba de relojería, confundiendo las ideas centralizadas de unos pocos en la evidencia observable en cualquier lugar del mundo, y dando por buena toda decisión global sin entender las realidades y desarrollo y, mucho menos, la voluntad de aquellos sobre los que habrían de implantarse modelos y recomendaciones de organismos “globales”, escasamente articulados para la ingente tarea que se “auto adjudicaban” y, sobre todo, mínima legitimidad democrática en la toma de sus decisiones, alejados de los espacios reales (economía y sociedad).

Finalmente, esta perversión desde una modélica aproximación teórica de un “buen sistema perfecto”, se vio agravada en su repercusión negativa tanto por la velocidad e impacto de las tecnologías de la información, como de los medios de comunicación (tradicionales y nuevas redes sociales y alternativas) que aceleran cualquier decisión, evidencia, efecto o percepción negativa, desencadenando, sin filtro alguno, todo tipo de reacciones instantáneas. La debilidad original del propio sistema financiero fue objetivo inmediato de todo un mundo afectado.

De esta forma, el “nuevo camino desde las lecciones aprendidas” aconsejaba avanzar hacia un nuevo modelo para el sigo XXI, empezando por un “regreso a la economía real resituando la creación de valor en el corazón del modelo empresarial”, repensando la concreción de una nueva dinámica local-global en la que lo local marca la diferencia y en la que los responsables y autoridades locales estén investidos de la legitimidad democrática que ampare y apoye sus decisiones. Una economía real que supone entender el espacio compartible entre lo público y lo privado tejiendo alianzas generadoras de valor y nuevas líneas objetivas de valor compartido empresa-sociedad, al servicio de las necesidades y demandas sociales, fuente de los modelos de negocio, empleo y riqueza requeridos. Un nuevo camino que exige reordenar el sistema financiero, repensarlo y ponerlo al servicio de la economía real, bajo esquemas e instituciones regulatorias, competentes, transparentes, eficaces, independientes de los vaivenes temporales e intereses particulares, repensando, también, los organismos internacionales multilaterales y las oficinas presupuestarias de Gobiernos y Parlamentos. Pero, por encima de todo, reformular la estrategia bajo un marco general de crecimiento y desarrollo inclusivo que recoja una suma de atributos críticos: combinación indisociable de políticas económicas y sociales, coopetencia público-privada, glokalización, convertir oportunidades y retos en soluciones de avance y bienestar, integración de políticas rompiendo silos sectoriales, soportados en esquemas de recursos ad hoc que posibiliten, de verdad, su implementación. Círculo deseable que demanda nuevos modelos de gobernanza.

En septiembre de 2008 decíamos que “no solamente se trata de comprender como hemos llegado hasta aquí (lo que pasó), sino, sobre todo, hacia donde dirigir nuestro futuro, poniendo en valor lecciones aprendidas. Hacerlo obliga a trascender del espejismo de la crisis financiera. Se trata de construir un nuevo modelo”.

Hoy, diez años después, sin duda hemos recorrido parte del camino. Pero, volviendo al inicio con The Economist, ¿es suficiente?