Tras la resaca de Biarritz

(Artículo publicado el 1 de Septiembre)

Los últimos días de este agosto vacacional han llegado acompañados de una serie de malas noticias o indicios de un tiempo complejo y convulso como bienvenida a nuestras tareas ordinarias.

Si empezábamos la semana con las conclusiones del último G7 celebrado en nuestra querida Biarritz, envueltos en la percepción generalizada transmitida por los medios de comunicación calificándolo como un encuentro irrelevante, costoso, perturbador de la tranquilidad y el uso del espacio público ordinario en contraposición a los “amables movimientos antisistema”, la terminamos inmersos en diferentes señales de preocupación con impacto más o menos mundializado. Indicios o acontecimientos que parecerían obligarnos a una doble mirada en ese doble plano entre lo mundial, global o multilateral y supranacional o supraestatal, según se entienda, con las preocupaciones y demandas inmediatas y próximas en cada uno de los espacios micro de nuestro mundo, según intereses, prioridades y apuestas de unos u otros. Así, asistimos a las sombras negras de una potencial recesión (alemana, europea y quizás mundial), la incierta continuidad de la guerra arancelaria con una China denunciada y visibilizada como el gran desafío a superar (hundida, además en su siempre vivo conflicto de integridad territorial, hoy con Hong Kong), las verdades o fake news ya conocidas en relación con Irán, la nula respuesta convincente a la migración y su cruda e inaceptable cara deshumanizada del Mediterráneo o de las fronteras de los ríos Bravo y Suchiate, o las catástrofes naturales (ya sean incendios o nada menos que la creación de una nueva ciudad que albergue en Borneo la capital alternativa a una Yakarta superpoblada, foco de marginalidad y desigualdad, en peligro de hundimiento y tsunamis permanentes), el doloroso y triste anuncio de la vuelta a las armas de las FARC II en Colombia, o, en otro orden menor a la vez que importante, del desgobierno italiano, español, además de un Brexit con o sin reinvención del Reino Unido y de la Unión Europea, en un horizonte más o menos largo.

Sin duda, contemplar la ocupación de Biarritz y su amplio hinterland (resulta más que desagradable contemplar Hondarribia atravesada por flotas y maniobras militares en espacios peatonales) nos ha generado malestar, incomodidad, rechazo, además de un impacto económico negativo para determinadas personas, colectivos y negocios. Otra cosa será el potencial beneficio general que pudiera ofrecer en el medio y largo plazo. El siempre delicado encuentro entre el uso del espacio público, el interés individual y general (en especial cuando éste lo eligen otros), el límite seguridad-libertad, han acompañado toda referencia a la citada Cumbre que, adicionalmente, ha sido presentada por los medios, en general, sin matiz alguno, como “la reunión del capitalismo global”, protegida de la nunca criticada o calificada “movilización alternativa”.

Sin embargo, este doble plano de la gobernanza mundial multi objetivo y el diferenciado micro espacio exigente y demandante de soluciones ad hoc para distintas necesidades, prioridades, proyectos de futuro y voluntad y compromiso colectivos para orientar nuestro futuro deseado, requieren de prolongados y permanentes compromisos y esfuerzos de diálogo creativo, coherencia, debate de desde posiciones y visiones contrapuestas, soportadas en acciones solidarias de largo plazo. Esto hace que, más allá de expectativas ilusorias o de descalificaciones derrotistas, se propicien todo tipo de foros de diagnóstico y encuentros, en gran medida informales, sabedores de que las decisiones y acuerdos no serán necesariamente aplicables directamente, ya que son otros los foros en los que habrán de decidirse e implementarse desde la libertad, soberanía y responsabilidad de cada una de las partes.

Conviene recordar que el G7 fue creado en 1973 a raíz de una de las mayores crisis económicas de postguerra (con referencia inicial a la crisis del petróleo y la energía), con el compromiso de los seis países fundadores (un año más tarde se uniría Canadá) que representaban el 75 % de la economía mundial (en términos de PIB), con el objetivo de realizar un diagnóstico común y fijar soluciones convergentes que posibilitaran políticas alineadas al servicio de lo que entendían sería un nuevo mercado libre abierto al mundo al servicio de lo que creían sería la base del crecimiento económico (entendido hasta hace dos días como única vía de generar y garantizar  desarrollo y bienestar). El Grupo se inspiró en una serie de principios y valores de obligado cumplimiento (democracia, respeto a los derechos humanos y al derecho internacional y favorecer el libre intercambio de bienes y servicios), confiando en que esta puesta en común generaría largas cadenas de posicionamiento e influencia en los diferentes organismos internacionales y sus diferentes países, con independencia de quien gobernara en cada uno de ellos en cada momento. Tuvieron la visión, también, de estructura un modelo de trabajo estable, con coordinadores rotatorios encargados de fijar una agenda con los principales desafíos, establecer los equipos expertos necesarios para elaborar diagnósticos y propuestas, facilitar acuerdos y promover tomas de decisión (esta coordinación rotatoria es la que ha ejercido este año Macron, ni por su rol internacionalizador, ni por protagonismo reconocido alguno, ni por ideología, sino, simplemente por ser el presidente de turno). Francia ha propuesto la agenda, la ha trabajado en múltiples grupos, reuniones, informes, etc. y ha llegado a Biarritz con propuestas e invitados.

Hoy, con el paso del tiempo, el mundo ha cambiado y con estos cambios, el propio G7. Si en 1998 incorporó a Rusia pasando a ser el G8 e incorporando a los desafíos económico-financieros, los sociales, políticos, medio ambientales y de inclusividad siendo hoy sus principales espacios de preocupación. Fiel a sus principios, dejó en suspenso la participación de Rusia por su intervención en Crimea-Ucrania, contraria a los principios de auto determinación y derecho internacional acordados por el Grupo. Todos ellos, además, forman parte de otro Grupo, G20, que incorpora a otros estados miembro que hoy (y, sobre todo, mañana) son y serán de vital importancia en la generación y, esperemos que solución, de desafíos. Hoy son ya las 2/3 partes de la población mundial y suponen el 80% de su economía (socialista, de mercado, social de mercado…). Todos ellos se reparten en todo tipo de foros similares (G4, Mercosur, Asean, UE, G5, B-20, ALP, etc.), conocedores que son sus respectivos parlamentos y gobiernos quienes toman las decisiones y no el Grupo X de turno, si bien saben que, con su presencia en todo tipo de foro y organismo, marcan posiciones y pretenden facilitar soluciones convergentes y coherentes. Saben que, en el seno de sus diferentes grupos de trabajo, encuentro y debate existen enormes diferencias e intereses (legítimos o no) y que han de seguir un proceso de diálogo inacabable. De esta forma se ha llegado a Biarritz. Construyendo posiciones ante los desafíos mundiales (desigualdad, desarrollo inclusivo, sostenibilidad, cohesión territorial, nueva gobernanza, empelo-educación, la salud del futuro, la digitalización y los 17 objetivos de desarrollo sostenible de Naciones Unidas, el desarme nuclear o el arancelario, cambio climático…) y aquellos “asuntos coyunturales” que el tiempo y circunstancias han puesto en primea línea (Brexit-UE, China, Amazonía, Mediterráneo… desarrollo endógeno y cooperación en África y, un “pequeño” asunto administrativo y regional que puede ser un foco de reflexión y futuro mundializado: “demandas y preocupaciones de la Nueva Aquitania en el reordenamiento territorial y administrativo de Francia”).

Llegados a este punto, cabe preguntarse si no es un valor en sí mismo enfrentarse a estos desafíos, compartir información y reunir a líderes relevantes para su atención y debate.

¿Cabe esperar resultados concretos y tangibles de inmediato?

Sin duda, la llamada gobernanza mundial o global, para algunos, es una asignatura pendiente. Muchos pensamos que pretender un único gobierno con cesión previa de soberanía de un inmenso número de pueblos en torno a un grupo selecto, por importante que este sea, es un error condicionado por la falta de proximidad y legitimidad, además de control y seguimiento democrático directo, con el grave peligro de caer en manos del funcionariado y administración no electos. Parecería que el multilateralismo de corte confederal es un camino de mayor fiabilidad y combustible de legitimidad democrática, interacción con los desafíos específicos que se viven y con un mayor grado de compromiso y responsabilidad directa ante los mecanismos y sistemas de control. Una doble combinación de asociacionismo libre y configuración colaborativa de líneas estratégicas y políticas compartibles supone una aproximación más realista, creíble y asumida por una población demandante no solo de soluciones, sino de su protagonismo y capacidad de influencia, decisión y control, por complejo que parezca. La gobernanza de los desafíos a los que nos enfrentamos y la cantidad de jugadores que han de verse implicados, es necesariamente compleja. La innovación política y administrativa supone un auténtico reto. Es cuestión del futuro y no del pasado. No queremos soluciones mágicas desde un club de notables. Deseamos implicarnos en nuestro futuro y asumir el compromiso, obligaciones y responsabilidades que nos correspondan. Ahora bien, pasar de este deseo y compromiso a dar por inservible el esfuerzo común y el trabajo de representantes libremente elegidos por sus respectivos pueblos y proclamar las bondades acríticas de movimientos no electos, en procesos desconocidos y no transparentes, ni en sus contenidos, ni soporte, ni financiación, hay un largo trecho. Hoy no sabemos en qué se traducirán los trabajos y acuerdos de Biarritz. Si sabemos que anteriores Cumbres posibilitaron la reforma de la organización y control del espacio y políticas financieras que permitieron afrontar el desafió (político, social, económico y de empleo) de la crisis energética del 73, sabemos que Berlín posibilitó la creación del Banco europeo para la reconstrucción y el desarrollo que facilitó la expansión y entrada de la Europa del Este hacia un nuevo mundo tras la caída del muro de Berlín, o que Deauville permitió acordar los principios rectores de la llamada “primavera árabe”, o que el G7 facilitó, de la mano de la OMS, el  Fondo Mundial de lucha contra el paludismo, el Sida y la tuberculosis, o el programa Muskoka que permitió mitigar la mortalidad materno-infantil a lo largo del mundo, o las bases para el Acuerdo de París contra el Cambio Climático.

Sin duda, los grandes desafíos de nuestra Sociedad no los resolverá una Cumbre del Grupo X. No esperemos soluciones mágicas. Nuestro futuro lo construiremos entre muchos (ojalá todos), en nuestro diario esfuerzo y múltiples foros y escenarios en el marco de procesos inacabables. Los países que hoy ocupan los asientos directivos no serán los que los ocupen mañana. Diferentes espacios, diferentes formas de gobernanza, nuevos jugadores, nuevas ideas y estrategias abordarán las nuevas soluciones. Es en este contexto en el que quienes hoy somos claras minorías reclamando voz propia, desde nuestras diminutas naciones sin Estado, nos esforzamos en soñar y construir nuestro propio futuro. Atentos a los diagnósticos de todos y a sus líneas de trabajo, intentando desempeñar un co-protagonismo indispensable para afrontar los verdaderos desafíos.

 Atentos, también, a Biarritz.

¿Y si colaboraran con el enemigo?

(Artículo publicado el 18 de Agosto)

Mientras avanza nuestro descanso veraniego, lleno de incidencias relevantes que no entienden de períodos vacacionales, continuamos inmersos en un “tiempo muerto” decidido, en exclusiva, por el candidato a la presidencia del gobierno español, dejando transcurrir más de 100 días de las últimas elecciones que le dieron un triunfo minoritario con la inevitable consecuencia que supone responder al encargo de formar gobierno con el apoyo de terceros.

Hasta hace unos días, entre bromas y algunas observaciones supuestamente firmes y serias, de muchos, se instalaba el mensaje de lo bien que pueden ir las cosas sin Congreso, ni Gobierno, alimentando la desafección hacia la política, gobernanza, liderazgo institucional y funcionamiento de instituciones y agentes democráticos. Nada más lejos de la realidad. Los gobiernos y la política (la de verdad y con mayúsculas) resultan imprescindibles para el buen ordenamiento y desarrollo de la sociedad y de la economía. En estas semanas, los vaivenes de la guerra comercial declarada y suspendida o mitigada según el humor del gobernante de turno (Trump) entre Estados Unidos de América y China, con su consecuente cadena de efectos como la devaluación del yuan, la caída de las bolsas en un nuevo parón ya casi constante, las percepciones de los mercados ante los resultados de las primarias en Argentina, adelantando un posible nuevo gobierno a partir del próximo diciembre arrastrando el valor del peso argentino con las graves implicaciones sobrevenidas para las clases medias y bajas del país y sus consecuencias en algunas empresas relevantes del mundo (en nuestro caso BBVA, la banca y el IBEX35 en general), o la abandonada solución al complejo y dramático escenario inmigratorio con dolorosas y confusas acciones en el Mediterráneo, o las sucesivas configuraciones de gobiernos autonómicos (Nafarroa y Madrid, en especial), han hecho volver la mirada hacia el mundo de la política y el reclamo a diferentes niveles institucionales de gobierno para intervenir en uno u otro sentido a tenor del demandante.

Demasiados asuntos importantes como para frivolizar poniendo el acento en las largas vacaciones retribuidas de ministros y altos cargos del gobierno “en funciones”, senadores y diputados a la espera de una llamada “a Pleno” para apoyar un gobierno X o disolver las Cámaras. Paralización absoluta en tiempos de tormenta. Tan solo, por aquello de llenar de contenido los espacios mediáticos, algunos portavoces “de guardia” se turnan para dar la sensación de estar informados, trasladar una relativa actividad no publicable, interpretar lo que el señor candidato tiene en su cabeza o contestar a cualquier frase ingeniosa de “sus contrarios”.

En este marco, no cabe duda que el único que sabe lo que espera de su ya “crónica resistencia”, no es otro que el candidato Sánchez, confinado en Doñana, al parecer a la espera de un acontecimiento fortuito o milagroso que ya sea por el desgaste que provoque en Unidas-Podemos y, a partir de allí, en el resto de partidos que habrían de votarle porqué sí, o bien, por un determinado “espíritu de compromiso” de todos los demás, la siempre llamada y no explicada “razón de Estado”, le lleve a su presidencia “evitando la alternativa del caos” que él sugiere. Recordemos que el actual candidato, hoy es presidente en funciones no por haber ganado elección alguna, sino por una operación entre partidos, con sede parlamentaria, con el objetivo de suprimir la presidencia de Rajoy y su gobierno del Partido Popular condenado por corrupción.  El Sr. Sánchez no era miembro del Congreso y se le encargó, convocar elecciones lo antes posible, gobernar por vía urgente de la mano del decreto ley, sobre determinados compromisos, así como reconducir un catastrófico error histórico en el Procés catalán. Así, llegado a la presidencia, pareció entusiasmarse con su nuevo puesto, olvidar sus compromisos y confundir el legado recibido con un cheque en blanco que le permitía recomponer su decaído partido y débil liderazgo, ganar imagen y afrontar unas nuevas elecciones tras un nuevo fracaso, la no aprobación de su proyecto de presupuesto, empeñado en que los demás le aprobaran cualquier cosa sin consulta o negociación previos (ni plazos, ni contenidos), creyendo que su aval no era otro que el mensaje terminal “o yo, o el caos”. No cabe, por tanto, sorpresa alguna ante la exigencia de garantías o contrapoderes de quienes son llamados a investirle. Confiemos que su posición personal esté lo suficientemente fundada y razonada, en un contexto complejo, y no que haya incurrido en la “intoxicación del poder” que describiría Bertrand Russell, o, peor aún, en el comportamiento hubrístico que Lord David Owen pormenoriza en su libro “In sickness and in power” (En la enfermedad y el poder), relatando un amplísimo número de casos que han afectado a gobernantes y líderes mundiales en gobiernos, empresas y academia, responsables de trascendentes decisiones tomadas en su momento, sin el conocimiento o reconocimiento de sus “enfermedades” condicionantes o generadas por el poder.

Sea cual sea la razón, la percepción pre-vacacional no es otra que el abandono irresponsable de un proceso y decisión que no puede esperar a la caída del fruto maduro. La sesión de investidura representó el desencuentro, la desconfianza mutua, la improvisación de un proceso conversador o negociador de escasa calidad, esfuerzo y dedicación y una confrontación personal, ausente de compromisos o proyectos y programas compartibles. Ha maltratado y descalificado a su potencial aliado, le ha vetado y pretendido movilizar a sus militantes contra su líder, pretende jugar en el espectro nacionalista a la menos mala de las cartas posibles a la vez que transmite -en privado- miedos a la sentencia del Procés que sugiere ya redactada con reacciones impredecibles tanto en Catalunya, como fuera de ella y espera ganar tiempo a la espera de una Diada que pudiera resultarle incontrolable. Parecería reclamar un apoyo incondicional: ¿por qué? y, sobre todo, ¿para hacer qué?

Estos días, entre otras lecturas con motivos lejanos a lo comentado hasta aquí, he tenido la oportunidad de repasar la ya conocida trilogía de Adam Kahane que ha inspirado no solo el relevante trabajo de la Universidad de Berkeley en su departamento de economía, de importante orientación matemático-macroeconómica aportando algoritmos y modelos para predecir el comportamiento humano en la toma de decisiones sociales, políticas y económicas y que tanto soporte han dado a innumerables procesos de resolución de conflictos, a lo largo del mundo, incluido el espectro empresarial, identificando nuevos escenarios en la complejidad del mundo que habitamos. Kahane (y con él Peter Senge en diferentes trabajos conjuntos), nos recuerda cómo el ejercicio erróneo del poder tiende a sustentarse en la fuerza (bien sea en términos de más dinero, más armas, mejor posición jerárquica, control aparente o real de la decisión final…) para imponer una determinada respuesta a los problemas difíciles o complejos que se plantean. Esta práctica generalizada no es consciente de que la complejidad de las cosas hace que las partes las veamos de manera distinta, hablamos y lo verbalizamos de forma diferente, lo interpretamos de manera singular y actuamos de distinta forma, lo que en muchas ocasiones nos lleva a soluciones irreconciliables alejándonos de soluciones productivas y eficientes. Así las cosas, la verdadera cuestión estriba en responder al ¿cómo avanzar juntos en situaciones en que los conflictos, interpersonales o no, nos impiden construir una visión compartida de futuro?

Sánchez-Iglesias, PSOE-PODEMOS, parecerían haber roto desde la desconfianza y su consideración mutua de enemigos cara a formular proyectos país. Situación que, unida a la poca calidad del proceso negociador emprendido, aconsejaría recomendar la lectura de la primera pieza de la trilogía mencionada: “Colaborando con el enemigo. Cómo trabajar con gente que no está de acuerdo contigo, que no te gusta y en la que no crees”, que bien puede complementarse con la segunda pieza: “Poder y amor”, con una amplia aportación sobre los diferentes tipos de líderes y liderazgos para diferentes situaciones de discrepancia ante la construcción de escenarios desconocidos e impredecibles, y, finalmente, la tercera pieza: “Resolviendo asuntos complejos. Un camino abierto para escuchar, hablar, dialogar creando nuevas realidades”, abriendo no solamente nuestras mentes, sino nuestros corazones y voluntades.

Hoy, merecería la pena afrontar un “pequeño asunto complejo” pendiente de solución: investidura y gobierno. Mañana, en un mundo tan complejo, incierto y dinámico como el que vivimos, todo tipo de conflicto político, económico, social y empresarial. Y si los interlocutores no son capaces de modificar su línea argumental con posiciones únicas, o no están predispuestos a abrir sus emociones, mentes y sueños compartibles, siempre quedará un espacio para “el relator” que aporte calidad y rigor al proceso, claridad de ideas y objetivos, compromisos soñadores que pregunten el por qué y el para qué de los nuevos caminos por recorrer, de forma conjunta o, simplemente, acompañados.

¿Nuestro futuro globalizado?

(Artículo publicado el 4 de Agosto)

De la mano de David Dollar, investigador principal en el Centro John L. Thornton, especializado en China y su futuro económico, en el prestigioso centro de pensamiento, Brookings Institute, nos acercamos al debate sobre “los eslabones invisibles” con los que aborda la transformación de la globalización a través de las cadenas globales de valor, alimentando la discusión sobre el ya extendido cuestionamiento de la globalización como otrora valor absoluto y beneficio general para todos a lo largo del mundo. Dollar publica su estudio nada menos que en la revista Finanzas y Desarrollo del Fondo Monetario Internacional, paladín de la globalización.

No resulta anecdótico que sea en el seno del FMI en donde se de este tipo de debate, ya que si bien las orientaciones y políticas generales y oficiales del citado organismo internacional suponen una defensa a ultranza de la mal llamada globalización, sus diferentes miembros, investigadores y funcionarios en diferentes puestos de responsabilidad, aportan, con mucha frecuencia, interesantes y rigurosos trabajos e informes que ofrecen mucha luz sobre la realidad del comercio mundial, los beneficios riesgos y perjuicios que suponen en un entorno cada vez más desigual y lleno de comportamientos y decisiones que permiten deducir que ni el mundo es tan global como se dice, ni que las decisiones las tomen unos pocos en limitados foros internacionales en cadenas de mando rígidas y firmes de arriba a abajo con el seguidismo “militarizado” del “ordeno y mando”. Precisamente, una semana antes de ser elegida para presidir el Banco Central Europeo a partir del próximo 1 de noviembre, la actual directora general del Fondo, Christine Lagarde, publicaba una carta abierta recordando los objetivos del organismo “encomendados en su creación y cumplidos a la fecha”, a punto de cumplir sus 75 años de vida, pretendiendo promover la cooperación monetaria internacional, apoyar el crecimiento del comercio y la economía mundiales y desalentar políticas que perjudicaran la prosperidad. A la vez que se felicitaba por el éxito general conseguido, advertía que era el momento de “provocar una nueva era del ingenio”, para lo que se necesitaba el coraje de favorecer un nuevo “multilateralismo” focalizado en colaborar por y para el bien común, haciendo frente a los principales desafíos mundiales (salud, educación e infraestructuras), de calidad y de acceso universal, condiciones básicas para prosperar, adecuando arquitecturas fiscales y monetarias al servicio de quienes se han quedado atrás, jóvenes y mayores, mitigando o eliminando la “desigualdad excesiva”. Avanzaba que era el momento de redes de seguridad social “resistentes” a los cambios tecnológicos y la globalización desigual. Pedía a los bancos centrales prevenir la inflación (que, en su opinión, es el peor impuesto a los pobres) y llamaba a los reguladores a proteger al público de los excesos provocados por la tolerancia o apuesta por las medidas devastadoras tras la crisis financiera mundial. Recordaba que la apertura de fronteras no había beneficiado a todos, generando múltiples distorsiones y apuntaba a la inevitable necesidad de acometer una verdadera reforma del comercio mundial, reformar la tributación internacional repartiendo beneficios entre países implicados, y una lucha sin cuartel contra la corrupción (y, en especial, el cohecho). Con estos mensajes, Lagarde presidirá el Banco Central Europeo, con una Europa deseosa de reinventar políticas públicas, resituar su economía y reinventarse a sí misma para salir de la insignificancia y liderar un nuevo espacio de desarrollo inclusivo. A la vez, en estos días, se negocia el nombre de quien habrá de dirigir el Fondo Monetario Internacional ante su inminente salida, cargo para el que la UE ha elegido como candidata a la búlgara Kristalina Georgieva. Recordemos cómo, desgraciadamente, los tres últimos directores gerentes de este organismo han sido investigados y procesados. Dominique Strauss Kahn, Rodrigo Rato y la propia Lagarde. Distintas imputaciones y acusaciones y diferentes desenlaces en sus procesos: absuelto el primero, preso el segundo, desestimada la causa la tercera. Esperemos que, en esta ocasión, elijan mejor quienes asumen la responsabilidad de la decisión.

Nos quedamos con las reflexiones de la Señora Lagarde y sus recomendaciones de futuro, retomando “los eslabones invisibles”, que, en alusión a las cadenas globales de valor cuestionan tanto la propia estadística del comercio mundial como la atribución total de un producto o valor final a un determinado país en detrimento de la realidad multi protagonista que conlleva y, en consecuencia, la relevancia de la multi localización y de la realidad glokalizada de la economía. Recordemos que el concepto de “cadena de valor” fue utilizado y descrito por primera vez (1985) por el profesor Michael E. Porter, en su libro “Compeitive Advantage: Creativity and Sustaining superior performance” (Ventaja Competitiva: creatividad y rendimiento superior sostenible). Todo un tratado innovador sobre la generación de valor en las organizaciones, distinguiendo las tareas esenciales de la totalidad de actividades interrelacionadas hasta el propósito final de generación de valor, dando lugar a ofertas diferenciadas y únicas, esencia de la estrategia. La cadena de valor ha sido y sigue siendo una de las mayores aportaciones aplicables en todo tipo de organizaciones a lo largo del mundo y del tiempo. Hoy, la cadena de valor empresarial, reforzada con los trabajos de Hamel y Prahalad en su “Core Competences” (Competencias esenciales), las más tarde conocidas como “cadenas extendidas y redes”, las “cadenas globales de valor” en su consideración internacionalizable o “globalizada”, o la “constelación de cadenas glokales de valor” en su aplicación última a conceptos multi localización y multi industria o soluciones a lo largo del mundo, suponen un elemento imprescindible para entender, organizar y proponer estrategias, optar por productos, soluciones y mercados y racionalizar las decisiones a tomar por empresas y países en sus apuestas de negocio, asignación de recursos y estrategias de futuro.

En este contexto, un reciente trabajo del McKenzie Global Institute soportado en su renovada línea de análisis, “de lo micro a lo macro”, preguntándose de qué manera impacta la estrategia empresarial y su gestión, además de las políticas públicas, al desarrollo de los países, entronca con el trabajo ya mencionado de Dollar y con un amplísimo esfuerzo de investigación de la propia consultora (Enero 2019), que tras repasar el 98% del comercio mundial de 23 industrias distintas afectando a 43 países, formula seis modelos o arquetipos de cadenas globales de valor, constatando el estado de transición de la vieja “globalización” hacia un mundo cada vez más “regionalizado” y diferenciado rompiendo esquemas o intenciones únicas, con un relevante descenso en la intensidad del comercio de bienes y productos manufacturados, una creciente diversificación, extensión y generación de valor a lo largo de cadenas de valor locales o regionales y no globales, la ineficiente medición e identificación del valor real aportado por diferentes elementos de la cadena en la intensidad de servicios y conocimiento cada vez más al alcance “de todos” a lo largo del mundo, y una menos incidencia del llamado “arbitraje en el coste laboral” en las decisiones de traslado, inversión y adquisición en productos manufactureros. La realidad es que las economías emergentes desarrollan más y mejor sus propias cadenas de valor, acceden con más fuerza a su diversificación y el mundo se reorganiza en espacios regionales con una clara tendencia a completar sus cadenas de valor en la proximidad. Cada vez más, si cabe, la estrategia de diferenciación y unicidad, y la apuesta de nichos a la vez que procesos de clusterización y desarrollos colaborativos con terceros, juega un papel más relevante en la co-creación de valor.

Es decir, que ante los grandes desafíos de futuro ya señalados, en el diseño de las estrategias País y de empresas y nuestras apuestas en el complejo camino de la especialización inteligente de nuestro territorio, hemos de estar muy atentos a las cadenas de valor, en sus diferentes manifestaciones, composiciones y extensiones, poniendo el acento en nuestras verdaderas potencialidades diversificadoras, nuestros nichos de éxito y la capacidad de coopetir con terceros, a poder ser, en la construcción de espacios y redes con amplia presencia local y regional desde las que conectar con la vanguardia mundial. Cuando nos obsesionamos por el temor a un mundo unitario que no nos guste y pensamos que nuestras empresas, políticas y opciones propias no tienen sentido, conviene recordar la enorme importancia que lo micro tiene en el marco de los millones de decisiones que se toman día a día, conformando diferentes propuestas de valor. Es, como decía Lagarde, “la era del ingenio” y, sobre todo, “necesitamos el coraje de nuevas visiones, compromisos, actitud y cultura para transitar hacia el encuentro y superación de los nuevos desafíos”.

Recordando al amigo y hombre cooperativo: José María Ormaetxea

Ayer se despedía en su querida Arrasate a Don José María Ormaetxea, una de las grandes figuras empresariales y líder esencial del movimiento cooperativo de Mondragón.

Desde la distancia debido a asuntos profesionales, no puedo sino unirme a su recuerdo, condolencias a su familia, amigos y grupo cooperativo en su conjunto, desde mi cariño y reconocimiento a Don José María.

En el ya un tanto lejano 1991, desde mis responsabilidades como Vice lehendakari, Consejero de Industria y Presidente de SPRI (Agencia Vasca para el desarrollo industrial), a las puertas de una profunda crisis industrial, recurrí a José María Ormaetxea quien, en esos momentos, dejaba sus tareas ejecutivas y de dirección en el Grupo Mondragón del que él había sido fundador desde ese mundo mágico que constituyó ULGOR iniciando y haciendo posible el sueño del padre Arizmendiarrieta. Con el apoyo de su gran amigo y compañero de trabajo, el Lehendakari Ardanza, me atrevía a proponerle la presidencia de la SPRI como instrumento clave en lo que sería su transformación y el primer marco de actuación en política industrial 1991-1995.

La que para él era una insólita propuesta, tuvo en mí una mayor sorpresa en la respuesta. Desde su humildad y sencillez, entendía “no estar preparado para el cargo”, ya que no conocía las labores de gobierno, era ajeno a las administraciones públicas y se creía sin capital ni experiencia política para el cargo. Me puso tres condiciones para aceptar: mi continuidad como presidente para soportar la carga política, su nombramiento en una figura por definir en torno a una Vicepresidencia Ejecutiva y la incorporación de un Director General de su confianza con quien pudiera generar un trabajo cohesionado a la vez que eficaz: Javier Retegi, su gran colaborador y amigo en tantas aventuras empresariales en el grupo, quien ya había desempeñado las funciones de Vice Consejero de Educación en el primer Gobierno Vasco de 1980. Singular propuesta de magníficos resultados.

Tras mi salida (y la suya) del Gobierno Vasco, nos encontramos en muchas ocasiones. Varias veces le visité en su despacho de Otalora, vigía de sus valiosos archivos particulares, sus fichas personales manuscritas, recogiendo la riqueza de la historia del cooperativismo y humildísima sede del Museo Arizmendiarrieta. Siempre le trasladé la enorme tristeza (y en gran medida desilusión) al visitar dicho museo. Una obra de tanto valor, singularidad y trascendencia para la sociedad, el país y el mundo de la empresa y el cooperativismo, no podía, ni puede (en mi modesta opinión) pasar tan desapercibida y, al parecer, limitada a la buena voluntad en exclusiva de dos o tres amigos cooperativistas que, de manera desinteresada, evitando cualquier tipo de ruidos o interferencias en los órganos rectores del Grupo, casi de forma “clandestina”, permitían perpetuar una obra de vital magnitud.

Mi última visita fue especialmente triste. En una mañana gris y lluviosa, con Fagor paralizada y sus pabellones vacíos, en plena crisis de la empresa y de la estructura de pertenencia, gestión y valores, contemplábamos no solo el vacío de la actividad y la ausencia de movimiento en sus calles, sino, sobre todo, el dolor compartido observando el cuestionamiento de los valores y sentido cooperativo que, ante el dolor de la pérdida de empleo, hacía rebrotar posiciones excluyentes, identificados como trabajadores asalariados desmarcándose de su esencial rol emprendedor, cooperativista y “copropietario”, si se me permite, obviando su responsabilidad, compromiso, coparticipación en la toma y control de las decisiones que les habían llevado hasta allí (también en las épocas de éxito y crecimiento), por encima de todo el rol y valores cooperativos. José Mari (siempre me permití llamarle así) pretendía no caer en la crítica, ni a personas, ni decisiones que hubieran convergido en esta situación. Me recibió, eso sí, con varios ejemplares de las publicaciones del programa “SORTU” que desde Gobierno-SPRI habíamos concebido como sociedades mixtas (Ayuntamientos y Diputaciones implicados y Gobierno Vasco) en seis zonas específicas destrozadas por la inevitable reconversión de aquel momento. Sociedades promotoras de actividad sustitutoria al objeto de crear, exclusivamente, el mismo número de empleos alternativos a los que desaparecerían. Recordemos su gran contribución al país en aquella época, su papel al frente del Capital Riesgo y la instrumentación de las “Inversiones Estratégicas” acometidas en ese momento. Repasamos algunas de sus fichas y, como siempre sucedía, hicimos una breve visita a la “habitación museo” de Arizmendiarrieta visionando el video narrado por la voz, inconfundible, de Javier Retegi.

En esa última ocasión en que nos vimos, repasamos su prólogo al “Hombre Cooperativo”, que siempre he considerado una pieza maestra para la educación de nuevas generaciones. La clara y cruda realidad del contexto del Mondragón de posguerra, la ausencia de oportunidades de futuro en tantas familias destrozadas y enfrentadas, la historia formativa, laboral y emprendedora de quienes se forjaron en las escuelas de aprendices de la Cerrajera, de las de maestría industrial y los complejos procesos de convalidación que posibilitaron a estudiantes destacados acceder a estudios técnicos medios vía Zaragoza, o el incipiente esfuerzo emprendedor traduciendo, copiando, innovando sobre planos y licencias extranjeras, dando paso a los primeros casos de internacionalización del Grupo. Contexto e historia imprescindible para entender y valorar la creación, desarrollo y éxito del grupo cooperativo, ejemplo y referente mundial al cabo del tiempo. Su dolor al “confesarme” que un familiar suyo habría preferido estudiar en ingenieros en Bilbao y no en su querida ex Politécnica de Mondragón, cerraron aquella triste, a la vez que enriquecedora, visita.

Hoy despedimos a un gran “Hombre Cooperativo” que tanto testimonio y ejemplo nos ha dejado. Para mí que realicé mi primer trabajo tras terminar mi máster en dirección de empresas en la entonces aventura de lanzamiento de Sakana, S. Coop., en un hibrido entre el compromiso y trabajo del baserri con la apuesta por una industria de fundición, de la mano de cooperativistas y especialistas de Elorrio y Durango, creando empresa en esta querida zona de Nafarroa, resulta un día muy especial para rendir homenaje a quien tanto debemos. Nos queda la sencilla grandeza de su enorme compromiso y extraordinario legado.

Esker anitz José Mari.

Goian Bego.

Hacia un espacio propio en Naciones Unidas

(Artículo publicado el 21 de Julio de 2019)

Tal y como lo anunciara en el Parlamento Vasco el pasado 27 de junio, en respuesta a la petición de una valoración sobre los objetivos de desarrollo sostenible de Naciones Unidas, el Lehendakari, Iñigo Urkullu, ha presentado en Nueva York, ante el High Level Political Forum, “la realidad de Euskadi como nación sin Estado”.

La doble intervención del Lehendakari (Agenda Vasca para el Desarrollo y la financiación de proyectos sostenibles con Bonos Verdes, de responsabilidad social, medio ambiental y económica), así como sus diferentes entrevistas y compromisos, no son consecuencia ni de improvisación oportunista, ni mucho menos de apuesta mediática. Son fruto de una verdadera apuesta por los principios de subsidiaridad, gobernanza multinivel y fidelidad asociados a los 17 objetivos para el desarrollo sostenible de Naciones Unidas en su Agenda 2030, en línea con una larga y constante trayectoria que acompaña la estrategia y políticas del Gobierno e Instituciones vascas a lo largo de nuestra corta historia de autogobierno, tras el apagón de la dictadura, siempre orientada a la construcción permanente de “un país avanzado, solidario y abierto”.

Desde nuestra aún limitada capacidad de autogobierno, condicionada por las circunstancias geo-políticas y administrativas que nos obligan a contener nuestra actuación al ámbito de la Comunidad Autónoma del País Vasco, la vocación europeísta y mundial nos ha llevado a identificar objetivos, proyectos e instituciones democráticas, multilaterales y mundiales en torno a los cuales jugar un co- protagonismo diferenciado, consciente de nuestro tamaño y peso relativo, aspirando al máximo desarrollo inclusivo y bienestar de nuestra sociedad (“bienestar es autogobierno y viceversa”, como diría el Lehendakari en Nueva York), alineados con aquellas instituciones, organizaciones y líderes de vanguardia, en los principales espacios vectores de nuestro futuro deseado.

Ya el propio Gobierno Vasco optó hace años por la elaboración del primer Índice de Desarrollo Humano de la mano del PNUD (Programa de Naciones Unidas para el desarrollo), como ranking homologable, encabezando la lista de naciones o regiones subestatales que tomaban este camino, guiando nuestros objetivos y políticas, en el marco de un contexto de progreso social y desarrollo que se ha venido traduciendo en todo tipo de acciones parciales, sectoriales o globales. Así, el propio gabinete del Lehendakari  Urkullu, en su primera legislatura abordó, a modo de Think Tank, un intenso debate colaborativo con diferentes agentes económicos, sociales y políticos, sobre la potencial Visión Euskadi 2020 y sus principales ejes de desarrollo, que con el paso del tiempo y los resultados logrados, ha venido actualizando en torno a múltiples iniciativas convergentes, ya sea en torno a la actual  estrategia marco “Euskadi Basque Country”, la estrategia de internacionalización del País, la agenda estratégica para la cooperación y el desarrollo, UNESCO ETXEA, la estrategia medio ambiental desde la sostenibilidad con el esfuerzo y validación de Naciones Unidas y un sinnúmero de iniciativas. Hoy, también, su renovado compromiso con iniciativas piloto sobre convivencia, inmigración, o bien, la reciente decisión de UNIDO (Organización de Naciones Unidas para el desarrollo industrial, mitigación de la pobreza y la desigualdad, la globalización inclusiva y la sostenibilidad medio ambiental) eligiendo la estrategia digital  vasca (Basque Industry 4.0) como recomendación referente a sus 170 países Miembro, para transitar sus cuatro ejes estratégicos (crear prosperidad compartida, potenciar la competitividad, salvaguardar el medio ambiente y fortalecer las instituciones y el conocimiento), no son sino pasos coherentes de dicho compromiso y elementos clave en el refuerzo de nuestra línea de trabajo y apuesta de futuro.

Una larga trayectoria que se construye paso a paso. Si esta semana ha podido llamar la atención de algunos la presentación de la financiación Verde y sostenible, de responsabilidad y valor compartidos (todavía el mes pasado Bilbao acogía el Congreso Mundial en la Materia como elemento rector de la plaza financiera vasca) así como del compromiso con los 17 Objetivos de Sostenibilidad para la Agenda 2030 de Naciones Unidas, financiando ya el 10% del presupuesto activo y ejecutable del Gobierno Vasco, cabría resaltar el camino recorrido desde aquella iniciativa pionera, en la Bolsa de Nueva York, con la emisión de eusko-bonos con el multi objetivo tanto de la financiación externa (primera región sub estado europea, “emitiendo papel” en Wall Street), la presentación, en positivo, de un país que aspiraba a atraer inversión extranjera a la vez que facilitar la salida al exterior de nuestras principales empresas, respaldando nuestra relevante aunque incierta y limitada Bolsa y Plaza Financiera del momento, a la vez que suponía un especial respaldo a figuras financieras propias canalizadoras de la inversión y el ahorro, como las EPSV´s, bajo la apuesta permanente por poner el Concierto Económico al servicio de nuestro desarrollo diferencial.

Bajo este “paraguas internacional” con el soporte institucional, colaboración público-privada de los diversos agentes clave, con el inapreciable apoyo de nuestra diáspora a lo largo del mundo (abriendo puertas, de forma incondicional, en sus países de acogida, facilitando la superación de múltiples restricciones que desde las diferentes fuerzas del Estado se han empeñado en obstruir nuestra llamada acción exterior), Euskadi ha venido trabajando en el hoy llamado “Modelo Vasco” que, de una u otra forma, se explica y defiende a lo largo del mundo como referente de éxito en una estrategia singular.

Es así como hemos de valorar la presencia del Lehendakari (y de Euskadi) en Naciones Unidas. Un hito mucho más importante de lo que pudiera parecer a simple vista, máxime cuando refleja una larga y sostenida apuesta estratégica, soportada en hechos y realidades. Euskadi se enfrenta a enormes retos (no mayores que los de aquellas regiones y naciones del pelotón de cabeza europea), si bien lo hace desde fortalezas sólidas que dan paso a la esperanza, que no a la complacencia. El modelo vasco de desarrollo inclusivo, soportado en una red de bienestar objetiva para todos, en una economía productiva, creativa y de conocimiento vanguardista, en un marco de clara sostenibilidad y desde el autogobierno y libre decisión democráticos, avanza, ante desafíos y restricciones, buscando referentes de primer nivel y no comparaciones cómodas con quienes vienen a la cola del desarrollo y el compromiso.

Hoy,  cuando aún seguimos a la espera de la configuración definitiva de los más que insatisfactorios nombramientos europeos, padeciendo, además, el inaudito espectáculo paralizante de un candidato a la presidencia del gobierno español que sueña con que “los demás le hagan presidente porque sí”, sin saber para qué o por qué, resulta satisfactorio comprobar, al menos de salida, un “oasis institucional” vasco que mira al Norte y al mundo y no al Sur y al establishment del pasado. Retos y desafíos, sí. Incertidumbre y complejidad, también. Pero, por encima de todo, la confianza en un modo de hacer las cosas, al servicio de una sociedad, cambiante y demandante, desde nuestro compromiso y propósito de un camino propio.

El Lehendakari en la ONU, esta semana, ha vuelto a recordarnos, el valor de los pasos dados, el largo camino permanente por recorrer y que, autogobierno, en sentido amplio, hasta el límite que decida democráticamente nuestro pueblo, en cada momento, es sinónimo de riqueza, bienestar e inclusión.

Desde la perplejidad, observando la proximidad postelectoral

(Artículo publicado el 7 de Julio de 2019)

En los últimos meses asistimos a una confusa situación en torno a la formación de gobiernos autonómicos y central en el Estado español, bajo la triste aparente inoperancia política en la que unos y otros se dicen “los preferidos de los votantes para gobernar”, carentes de la mayoría parlamentaria necesaria para formar un gobierno, a la vez que apelan a “la responsabilidad de la oposición para firmar cheques en blanco de adhesión incondicional al supuesto líder correspondiente”, en cada caso, sin oferta programática o colaborativa alguna. Llama poderosamente la atención que, hasta el momento, nadie haya expuesto un solo programa de gobierno, una sola apuesta de futuro o un proyecto al servicio de la sociedad. Como casi siempre, Euskadi y Catalunya son una excepción, bien desde el llamado “oasis vasco” con mayorías democráticas claras y suficientes, o en el futurible y especial camino hacia el “estado republicano catalán”.

En esta línea, un tanto parecida en el fondo, si bien cabría esperar un comportamiento diferente en Europa, la designación de las principales autoridades en sus Instituciones ha puesto de manifiesto el absoluto divorcio entre la “añorada y quimérica Europa” de quienes queremos seguir viendo la Europa de los principios, la dimensión y cohesión social, desde su fortaleza democrática y espacio ejemplar de libertades y prosperidad, y, por contra, desgraciadamente, la real, que observamos con tristeza y decepción día a día.

Una vez más, hemos comprobado que el Parlamento europeo ni es un Parlamento, ni se le espera, que la participación ciudadana y democrática ni tan siquiera se respeta en su mínima oportunidad limitada a votar cada cinco años confiando en que su voz tenga algún valor real, o que la supuesta separación de poderes sucumbe a un simple juego de gabinete entre líderes de gobiernos estatales con peso diferenciado, acostumbrados a imponer sus acuerdos  cambiantes día a día según sus propias prioridades coyunturales,  configurando no ya una Europa a dos o tres velocidades, sino a un club cerrado de cuotas y repartos de poder Estado a Estado, partido a partido, sin diferenciación alguna por ideologías, escenarios y modelos de futuro: Una vez más, Europa rompe con sus propias reglas del juego para imponer la voluntad de unos pocos. ¿Es de extrañar la desafección de la sociedad?, ¿resulta increíble constatar el escaso peso que, de forma creciente, otorgan Estados Unidos, Asia o, finalmente, el Reino Unido a lo que cabe esperar de la Europa de los próximos 30-50 años? Así las cosas, más pronto que tarde habremos de cuestionarnos si merece la pena seguir esperando la Europa del futuro en lugar de anclarnos en el recuerdo de la Europa del pasado, superadora de la guerra, generadora de altos niveles de bienestar e impulsora de un determinado modelo socio-económico alternativo al vigente en el pasado y, en consecuencia, emprender nuevos caminos. Entre tanto, escuchamos voces que insisten en términos positivos: reparto igualitario de género en las cuatro posiciones de dirección institucional, “capacidad de gestión de una composición compleja de Estados Miembro dispares” y, como siempre, “evitar la ruptura o abandono del proyecto por diferentes Estados Miembro” ¿Para qué modelo de vida y futuro?, ¿en manos de qué sistema de gobernanza?, ¿con qué respuestas ante los desafíos de un mundo cambiante en el que habremos de vivir?, ¿desde qué control democrático? Nos preguntamos por la coherencia en los nombramientos y perfiles: ¿Asistiremos a la vuelta de los éxitos del modelo de economía social de mercado de los principales inspiradores de la creación Europea y ejecutados desde el filtro de la subsidiaridad por aquellos líderes de la antigua democracia cristiana europea de la mano de los Lubbers, Kohl, Santer, dirigiendo las “revoluciones transformadoras” de la nueva Europa Central, al apostar por Ursula Von der Leyen al frente de la Comisión Europea?, o, por el contrario, ¿contaremos con un Banco Central Europeo, dirigido por Christine Lagarde, imponiendo restricciones a cualquier política diferente a las recetas continuas del FMI en los países “rescatados” y se moverá a la contra de cualquier diseño de política de la Comisión?, ¿y dejaremos la representación de la voz europea, a lo largo del mundo, en la prepotente soberbia conflictiva de un Borrell incendiario actuando como verso libre?, ¿y todos ellos acompañados por un Parlamento presidido, a medias, por social demócratas y “populares conservadores” pendientes de lo que hagan sus respectivos partidos en diferentes Estados Miembro, aplicando políticas propias y “nacionales” (en palabras del presidente español Sánchez: “Europa ha vuelto”) mientras predican discursos “contra los nacionalismos destructivos” (todos menos los suyos) excluyendo a todos los Estados Miembro de “nuevo cuño” o “del Este”, así como a toda nación sin Estado o minoritarios en esta “diversa Europa”?, ¿jugará algún papel relevante y autónomo el presidente Charles Michel desde su experiencia confederal en Bélgica para explorar y posibilitar nuevos caminos? O, simplemente, ¿los parlamentarios se verán obligados a integrarse en Grupos Políticos en función de reglamentos insensibles a la realidad, compartiendo grupo con ideologías, proyectos y aspiraciones distantes y enfrentadas? Confiemos en el optimismo de las escasas voces que quieren ver la exitosa gestión de una elección compleja y que, en algún momento, surjan propósitos y caminos coherentes e ilusionantes.

Pero, mientras Europa y España configuran sus órganos de gobierno, el mundo sigue su vertiginosa marcha en direcciones dispares. Cuando contemos con gobiernos, confiemos que se unan a la variada riqueza de múltiples debates prospectivos a lo largo del mundo, en medio de una gran incertidumbre dominante que cuestiona, de una u otra forma, la economía y sociedades del futuro cuyo impacto global y local (además de personal) hemos de disfrutar o padecer. En consecuencia, necesitamos de los gobiernos e instituciones, de forma relevante, para tomar las decisiones estratégicas necesarias para afrontarlas. Sea de una manera u otra, es clara la evidencia en torno a la relevancia e impacto asociable a las tecnologías exponenciales y/o emergentes, al futuro del trabajo, la nueva sociedad/estado del bienestar, la transición ecológica, la urbanización y mega concentración de ciudades (inteligentes y vivibles se supone), la educación, movilidad, salud, demografía, desplazamiento económico hacia Asia… y, por encima de todo, cómo conseguir “un nuevo mundo centrado en las personas y el desarrollo inclusivo”, mitigador o superador de las desigualdades.

Para su logro, nadie cuestiona una agenda que priorice las consecuencias de la revolución de internet, la imparable y deseable digitalización de la economía y la sociedad, la irrupción generalizada y accesible de las tecnologías “exponenciales” (sobre todo la gestión y propiedad de los datos masivos y la inteligencia artificial) y la inevitabilidad de focalizarnos en el crecimiento, fruto del trabajo-empleo-remuneración como eje del bienestar que se ven confrontados con el concepto asociable al futuro del trabajo no asociado directamente a la retribución individual, dando pie a conceptos como nuevas redes de bienestar desde la renta básica, la salud universal, la nueva educación personalizada a lo largo de toda la vida, la longevidad en el envejecimiento pasivo y sus consecuencias socio-económicas y, por supuesto, el modelo económico transformador que generen. Sin embargo, abordar “lo inevitable o deseado”, exige   decisiones importantes sobre sus consecuencias, el control y propiedad de las mismas y su impacto diferenciado en personas, comunidades, lugares y tiempos concretos. Si bien, a lo largo del mundo, de derecha a izquierda, se da una creciente ola favorable a la nueva digitalización como fuente de transformación positiva, conviene reparar en el rol que han de jugar los diferentes agentes, gobiernos incluidos, de manera especial, convencidos de la necesidad de facilitar qué avances y oportunidades extraordinarias de mejora en nuestras vidas no se convierten en una selva dominada por unos pocos. Un ejemplo, provocador a la vez que ilustrativo para la reflexión, viene de un interesante debate de la mano del destacado investigador en implicaciones sociopolíticas de la innovación y la tecnología, el bielorruso, Evgeny Morozov: “Capitalismo Big Tech: ¿Welfare o neofeudalismo digital?”. Asocia la última década de crisis (se supone que inicialmente financiera) aún no superada, con el auge de las plataformas y empresas tecnológicas, que han pasado a dominar Wall Street, triplicando su capitalización bursátil expulsando a los viejos líderes industriales centenarios, concentrando el poder global en cinco o seis grandes empresas. Mientras han cambiado nuestro mundo de la información, han facilitado nuestras vidas y demandas diarias y ofrecen un mundo inacabable de oportunidades abriendo las puertas o todo tipo de nuevas iniciativas y modelos empresariales, de negocio y oferta de servicios públicos, y lo han hecho reduciendo, de forma acelerada, los costes de estas tecnologías, promoviendo la transición hacia nuevas economías (no solamente la llamada economía colaborativa), surgiendo “nuevos contratos sociales”, concentran un poder excesivo, escasamente regulable o controlable, a la vez que transmiten “la evidencia” del desgobierno y la ineficiencia en los sistemas de gestión públicos, animando a una supuesta “nueva democracia en la red, individualista y sin reglas del juego”. Su reflexión sostiene nuestra falsa convicción de que estos costes marginales tendentes a cero (hoy asistimos aún al servicio “freemium”, gratuito a cambio de nuestros datos y publicidad no reclamada) nos llevará hacia un natural espacio “premium” del que no podremos desprendernos. De la misma forma avanzamos convencidos que “el nuevo poder” nos lleva hacia una progresiva descentralización y desregulación y una mayor libertad y   capacidad de decisión individual y crece en nosotros, de forma consciente o inconsciente, una percepción de “absurdos Estados parasitarios”, aquellos gobiernos, instituciones o espacios públicos o de gobierno. Por el contrario, la admiración de los modelos de negocio de estos cada vez más poderosos nuevos conglomerados, propietarios del Big Data global (y personal) sin límites, provocaría el desencanto y nuestros sueños tras ese anhelado paraguas del Desarrollo Inclusivo, se verán condicionados por ese mismo sistema del pasado con otro traje.

Sin duda, más allá de la provocación intelectual y del acierto o no en el diagnóstico, nuestra sociedad necesita fortalecer la democracia, las Instituciones y el compromiso con principios, ideologías y modelos de bienestar y desarrollo. Necesitamos optimizar el uso positivo de las maravillosas oportunidades que la tecnología ofrece, pero, éstas han de situarse al servicio de las necesidades y demandas sociales, bajo propiedad compartible, acceso universal y control democrático. Así, constituir gobiernos desde el propósito y el para qué, favorecer la participación y control democráticos y entender el verdadero valor compartido empresa-sociedad, no son caprichos o simples palabras. Hacerlo o no, de una u otra forma, resultará esencial en nuestro futuro. Hoy, si cabe, tanto la política con mayúsculas, como la estrategia empresarial responsable son más necesarias que nunca. Llevarlo al ánimo de los líderes y agentes respectivos no debe decaer y hemos de fortalecer nuestro compromiso y responsabilidades democráticas en su acompañamiento y control. La complejidad e incertidumbre en que vivimos y habremos de vivir no da lugar ni a recetas mágicas, ni a soluciones simplistas. El rigor del análisis y sus consecuencias, el compromiso en y con las decisiones a tomar y la corresponsabilidad son absolutamente imprescindibles.

Aprovechando la campaña de Trump; tiempo de gobiernos

(Artículo publicado el 23 de Junio de 2019)

El lanzamiento de la campaña presidencial de Donald Trump como aspirante a la reelección, ha dado paso a una larguísima (casi permanente) contienda electoral en los Estados Unidos de América, lo que concitará el mayor número de impactos mediáticos que, norteamericanos o no, recibiremos a lo largo de los próximos meses.

Trump ha iniciado su campaña con dos medidas que reflejan muy bien su modo de afrontar la presidencia (en casa, en sus empresas, en el país y, desde su mentalidad, en el mundo): por un lado , ha despedido a todo su equipo de encuestadores y gestores de campaña al conocer que el 56% de los hispanos en Florida (lugar de su relanzamiento) y la mayoría de los estadounidenses consultados no le votaría, y por otro lado, repetir los mensajes que le llevaron a su presidencia con un doble “ajuste”: “lo que anticipé lo he logrado” y es hora de renovar y reforzar el plan inicial. Su “Keep America great” (Mantener Estado Unidos grande) sustituye al “Make America great again” (Hacer grande América otra vez). Mayor crecimiento económico, menor desempleo, cierre a la inmigración, un muro más barato y más eficiente en la frontera del Río Bravo, más fake news y tuits al servicio de un adoctrinamiento facilitador de una potencial guerra que devuelva liderazgo bélico a su país y sirva de contrapeso a los desafíos demográficos y la competencia del nuevo mundo emergente que sustituye, a pasos firmes, a una “economía blanca y occidental”, son los focos de su reiterada campaña, repitiendo sus proclamas del pasado que le hicieron llegar a la Casa Blanca.

Enfrente, una veintena de candidatos demócratas iniciando una confrontación interna para elegir un oponente capaz de vencer al presidenciable Trump y ofrecer una nueva ilusión al estadounidense medio. Desde esta otra perspectiva, una hoja de ruta inicial hacia  la “universalización de la asistencia sanitaria”, retomar la credibilidad y esfuerzos hacia la lucha contra el cambio climático y una transición hacia la economía verde, un control positivo de la inmigración, con política industrial y fiscal que favorezca la “vuelta a casa” de sus grandes conglomerados multinacionales sin abordar los condicionantes locales y legítimos de sus “huéspedes” de acogida en su camino de penetración global, incrementando una profunda regulación, transformación de los mercados de capitales, devolviendo la esperanza de una carrera profesional y plan de vida para el endeudado universitario que no puede hacer frente a sus compromisos financieros que le permitieran acceder a la Universidad , confiando en que pagar deudas de estudio  sería coser y cantar en una economía de éxito (la media de deuda individual se sitúa en los 50.000$)… Con mucho más que matices, los diferentes candidatos demócratas presentan sus agendas y propuestas ante una ciudadanía escéptica que asiste distante a “la industria político-partidista” instalada en Washington y apoyada en “claves locales” a lo largo del país.

El proceso, en todo caso, resulta siempre ilustrativo. Mientras  el líder que parte como ganador, Joe Biden (expresidente de Obama), con larguísima trayectoria, experiencia y alta valoración política afronta la contienda desde “el silencio clamoroso” y las visitas sin prensa directa en lo que considera “centros reales de poder y movilización de mensajes” ,en su mayoría, centro de culto y encuentro de la sociedad local, evitando proponer medidas concretas que den pie a discusiones públicas, sus principales, a priori, contrincantes emergentes como Elizabeth Warren, con una propuesta diaria para todo tipo de problemas y desafíos, o los “100 primeros días en la Casa Blanca” de Amy Klobuchar respondiendo, por vía ejecutiva (algo así como el decreto ley tan en boga en los últimos gobiernos españoles), evitando el largo, complejo y poco probable éxito en el Congreso, nos ofrecen una “Agenda Desafiante” con los principales retos que habrá de afrontar Estados Unidos y, en gran medida, el mundo en general. A la vez, se convierten en material de tuit para el bombardeo descalificador de Trump en su estrategia ridiculizadora de “los socialistas antiamericanos” qué según el presidente, siguen al comunista Sanders.

Sin duda, más allá del innegable interés e influencia que, se quiera o no, tienen los Estados Unidos sobre nosotros, viene bien tener observar una campaña y gobiernos sobre los que poder hablar evitando posicionarnos sobre el escenario reciente en el Estado español. Resulta saludable trascender de la prensa cursi y empalagosa que hace noticiable y de portada lo guapa y elegante que luce la Señora Leticia en sus actos públicos, o lo lista, preparada y adelantada a su edad que se supone resulta su hija, o el “impecable comportamiento del Rey Felipe VI garantizando el futuro de la unidad y progreso de España como paradigma de la justicia y la libertad, para adentrarnos en los múltiples acuerdos post electorales, y recorrer un buen campo de aprendizaje.

En este sentido, podemos adentrarnos con cierta perspectiva en los acontecimientos de esta última semana con la constitución de ayuntamientos y mesas de diferentes asambleas y parlamentos. El votante medio ha podido comprender que ni el 26M, ni el 28A, ha votado lo que creía que votaba. Ni elegía a un presidente de gobierno, ni optaba por una coalición concreta, ni ha sabido en cuál de las hasta seis urnas distintas ha depositado su voto con destinatario concreto. Votó en una circunscripción única para un Parlamento europeo del que sabía muy poco y desconocía en qué grupo político se adscribirían sus representantes y mucho menos que Macron, Sánchez y algún dirigente europeo intercambiarían, en París o Berlín, mesas, cuotas de directores y funcionarios, comisarios y presupuestos europeos. Tampoco sabrá si su nuevo alcalde es quien quería contenedores o el que quería bolsas colgadas desde los balcones para gestionar su basura, o que, según el color, unos y otros le explicarían en los medios lo que es la democracia directa, representativa, de cooperación o coalición, o consultas intermedias a través de “círculos” sin registro ni control alguno. Sin duda, quien más ha acertado en su voto, es aquel que, al margen de candidatos, programas o personas, ha tenido claro que vota a un Partido concreto, siempre, en todas las urnas y delega en él su confianza para que haga lo que entienda es mejor y en cada momento, para el país, para el ciudadano concreto y para el complejo y desafiante mundo en el que vivimos.

De una u otra forma, cabe esperar un periodo relativamente “estable” como para afrontar las complejas agendas que esperan a todos nuestros gobernantes. Confiemos que se dé la suficiente solidez como para afrontar, más allá de maquillajes y promesas cortoplacistas, una intensa profundización en los muchos desafíos existentes para cuya solución resultan imprescindibles los diferentes gobiernos, cualquiera que sea su ámbito de responsabilidad y nivel competencial.

Volviendo al primer apartado de este artículo, sin ir más lejos, en el ejemplo ya mencionado de la “Agenda ejecutiva de los 100 días” que propone la candidata Klobuchar, de una u otra forma, con mayor o menor apoyo y dirija quien dirija, de manera unilateral o compartida nuestro mundo, todos nos encontraremos con una “auténtica alternativa al crecimiento: la nueva ruta hacia el desarrollo social inclusivo” que formulado de una u otra forma, a lo largo del mundo, cuestiona la manera tradicional en la que hemos venido actuando asumiendo que la mejor manera de crear empleo y elevar los niveles de vida no era sino el crecimiento económico. Hoy los gobiernos han de afrontar desde otra óptica: “cómo capacitar y equipar a los ciudadanos para navegar el mundo del trabajo-empleo y su traducción en bienestar”, en especial, en la medida que el “propósito” que ha de movernos no parece que sea, a futuro, un salario a llevar a casa, según afirma la O.I.T. en sus conclusiones sobre el “Futuro del Trabajo: nuevas palancas y conceptos para el crecimiento y desarrollo económico”. Y así, bajo este marco general, podemos adentrarnos en el desafío de la salud (la agenda estadounidense pone el acento del 17% de su PIB al gasto en salud y tiene uno de los peores sistemas de salud del mundo. Trump ha querido -y quiere- suprimir el Obama Care, impedir “subsidios públicos” y el debate en USA no cesa -ni cesará- mientas subsistan tantas personas sin acceso real a la salud. Entre la apuesta mencionada de la Señora Klobuchar, que pudiera acompañar a Biden en el ticket presidente-vicepresidenta, de una “salud universal” con la publificación de muchos jugadores del sistema y la supresión del apoyo obligatorio a diferentes colectivos, existe un larguísimo espacio de diferentes opiniones público-privadas, a explorar y que, sin duda, veremos en los próximos años. O la considerada inevitable reforma profunda de la educación (en especial el ciclo k12 y la diferenciación escolar pública o privada, con el foco en la preparación de sus profesores, gestores y directores de centros, acceso a la posición, compensación y prestigio social, por no hablar de la formación vocacional-profesional.

En esta misma línea, no muy lejos de las propuestas de Warren o Klobuchar por simplificar, se abre otro interesante debate ya planteado en Europa por la Comisaria de la Competencia, Margrethe Vestager, aspirante a presidir la futura Comisión europea: Intervenir de manera contundente en los procesos de fusiones, adquisiciones, concentración empresarial en la propiedad y aplicación de las nuevas tecnologías emergentes, la digitalización de la economía y los nuevos jugadores estrella que dominan sus respectivas industrias, superando, en muchos casos, el peso de gobiernos y países. Viviremos este desafío a lo largo del mundo.

¿Y qué pasará con la deuda juvenil post universitaria? No habrá un solo candidato que no abandere una potencial solución, acompañada siempre, de quitas y condonación de la deuda… ¿y el americano medio dará por bueno el juego arancelario y la guerra encubierta por el dominio tecnológico Estados Unidos-Asia? No olvidemos, por no complicar la reflexión, que el actual G-7 a reunirse en los próximos días dará paso en el horizonte 2050 a un nuevo neo emergente G-7 del que no formará parte ninguno de los actuales jugadores, atendiendo a los informes de la OCDE. El cambio del centro gravitacional que vaticina, si el nuevo club mantiene los criterios actuales de tamaño de la economía, aparecerán China, Brasil, Indonesia, India, Rusia, México y Turquía como miembros del nuevo club. ¿Pasarán los nuevos criterios por un nuevo modelo de desarrollo económico, digitalización del comercio, reinvención de Gobiernos e Instituciones “Globales” y adecuada gestión de los conflictos internos? ¿Cambiaremos las políticas y reglas del juego en curso para mitigar la vulnerabilidad ante las crisis financieras?

En definitiva, echar una mirada a una campaña electoral en Estados Unidos, tratar de aprender de aquellos puntos de debate que se proponen y procurar analizarlo en casa, parecería un ejercicio aconsejable. Si bien es verdad que como suele decir el director del gabinete de la presidencia del Gobierno español (y asesor de campañas electorales de diferentes líderes a derecha e izquierda), “el 20% de los mensajes generan el 80% de los votos… y propuestas y programas, en algunos casos, desaparecen de las agendas del Gobierno”.

En lo que a nosotros respecta, de momento, hemos terminado con este largo e intenso proceso electoral. Es tiempo de los gobiernos. Los desafíos estadounidenses son mundiales, y también son parte esencial de nuestros retos y preocupaciones. Desde la diferencia y los distintos puntos de partida y contextos, solo queda afrontar nuevos desafíos.

Prospectiva, desafíos y realidad

(Artículo publicado el 9 de Junio)

Mientras el paralelo mediático concentra su espacio en declaraciones de unos y otros en torno a las conversaciones en curso para conformar diferentes niveles de gobierno a lo largo de la geografía, en Euskadi convergen, entre otros, tres encuentros relevantes exponiendo nuestra realidad y fortalezas para acometer un futuro exitoso posicionándonos ante el desafío del mañana: la mayor feria industrial del Estado en el BEC “+Industry”, la Asamblea anual de la Agencia Vasca de Innovación -Innobasque- y el Congreso Internacional de Formación Profesional celebrado en Donostia-San Sebastián.

La presentación del Informe sobre Prospectiva, Mega tendencias y Diálogos de Futuro que llenaron de contenido y optimismo razonable la Asamblea General de la Innovación en Euskadi, supone un buen marco para potenciar, si cabe, la apuesta industrial irrenunciable de la historia vasca (y de su futuro) que se ha visto claramente representada en +Industry (refuerzo transformador de Ferroforma e integradora de hasta siete certámenes especializados en torno a la industria real de hoy  y de mañana) acogiendo a 1.300 expositores “haciendo industria”, así como a los más de 1.000 congresistas de 54 países en torno al Congreso Internacional de la Formación Profesional bajo el reclamo estimulante de “la 40ª Revolución Industrial: tecnología, sostenibilidad y valores”.

Así, con la participación de 261 responsables de empresas asociadas a Innobasque, se ha realizado un trabajo de prospectiva desde la identificación del potencial impacto en la economía vasca y su alineación con la estrategia de especialización inteligente, guía de las prioridades y objetivos País. El proceso destaca los espacios de oportunidad (digitalización de la economía y la sociedad, la economía circular, el mercado de la salud en su triple vertiente de atención, ciudades para la población, la formación, satisfacción de profesionales, usuarios de sistema y su capacidad tractora-innovadora generadora de riqueza y nuevas actividades económicas y generadoras de empleo), desde la creciente integración o convergencia de diferentes tecnologías, conocimiento y disciplinas, fuente inevitable de la redefinición de nuevos modelos de negocio y empresas. Oportunidades que, más allá del desafío que suponen, conllevan riesgos y amenazas centrados en el talento (sea su generación, retención o actualización permanente), la gobernanza (empresas, gobiernos, sociedad), en un contexto retador de una Europa que pierde peso en relación con otras economías y espacios mundiales (Asia, USA).

Con esta base de fondo, la asamblea abordó sus llamados “Diálogos de Futuro”, de gran interés y calidad, que permitió apuntar importantes reflexiones y lecciones a tener en cuenta. El relato experto del neurobiólogo Roberto Yuste (Columbia University e Ikerbasque Research Professor),  uno de los pioneros promotores del proyecto BRAIN-Cerebro, que asumiera el presidente Obama como reto y misión ciencia-tecnología-salud, con un objetivo esencial centrado en su impacto generador de iniciativas de negocio como sinergia generada y dotado con 6.000 millones de dólares como presupuesto inicial de la Casa Blanca y, ya hoy, con más de 500 laboratorios, no solamente supone una estupenda manera de entender el valor de una visión y de la estrategia esenciales para auténticos compromisos de transformación, o comprender la importancia de la gobernanza en sueños y  proyectos compartidos, pensados, diseñados y promovidos por núcleos reducidos de personas que anteponen la solución, resultados y oportunidades a los obstáculos, amenazas y dificultades que habrán de enfrentar en su desarrollo, sino la relevancia de las “unidades menores” que desde su flexibilidad, originalidad y cohesión, han de ser los verdaderos motores internos de un proceso globalizado de transformación. Desde su visión soñadora de entender la totalidad del cerebro para comprender, descubrir y explorar sus secretos y afrontar las enfermedades mentales, las claves ocultas de la neurología… y el camino imparable en la generación de bienestar y riqueza. Luz desde su Universidad de Columbia sobre el rol protagonista a jugar desde nuestra pequeña sociedad vasca. Sociedad activa y “mucho mejor de lo que muchas veces pensamos” como indicara con acierto Eva Arrilucea (Tecnalia Think & Do) quien no solamente nos recordó como la gran misión Apolo XI que propusiera el presidente Kennedy para lograr que un ser humano caminara en la superficie de la Luna, es recordada por su exitoso final, olvidando que fueron diez las misiones Apolo previas que fracasaron dejando en el camino muertos y múltiples daños. Destacaba cómo la colaboración y compromiso, el riesgo emprendedor, el esfuerzo y la búsqueda de soluciones en los problemas sociales han acompañado nuestra historia y son parte esencial del ADN vasco que ha encontrado, en cada momento, las personas, instrumentos e instituciones adecuadas para superar las crisis vividas y alcanzar el futuro de éxito.

Y, precisamente, en esta línea, en otro foro a pocos kilómetros, la Comisaria de Empleo, Asuntos Sociales, Capacidad y Movilidad Laboral de la Comisión Europea, Marianne Thyssen, inauguraba, en Donostia, el mencionado Congreso Internacional de Formación Profesional: “Inspirados en el modelo vasco, incorporamos Centros de Excelencia profesional, a lo largo de Europa, para fomentar el crecimiento, la innovación y la competitividad; modelo para adaptarnos a los rápidos desarrollos tecnológicos y sociales”. “Necesitamos un sistema que se adapte mejor a los cambios que se producen a su alrededor. Un modelo como el vasco que es uno de los mejores del mundo y una fuente de inspiración y aprendizaje para muchos en Europa”. Sus palabras son hoy, por tanto, un refuerzo anímico a un sistema de aprendizaje y formación, un reconocimiento mundial al modelo vasco de competitividad y desarrollo sostenible y una valoración positiva sobre un esfuerzo colaborativo, en la actualización de nuestro tradicional “auzolan” extendido en la sociedad. Un mundo de oportunidades al que podemos y debemos enfrentarnos con optimismo, pero conscientes de las grandes amenazas y riesgos a superar. El Congreso, no solamente contiene referencias a sistemas de formación o educativos, sino la esencia de sus reclamos, “Tecnologías y revolución 4.0”.  La transformación digital va más allá de la industria. Abarca a toda la sociedad (Sociedad 5.0) y cobra especial relevancia para entender que no se trata de acertar en la apuesta o momento de uso de una u otra de las diferentes tecnologías emergentes por venir, sino que la educación adecuada de nuestra gente, instituciones y entidades son vitales para transitar escenarios cambiantes, para facilitar espacios de trabajo colaborativos, para gestionar la llamada “hibridación tecnológica”, para la necesaria convergencia interdisciplinar, nuevas gobernanzas y cambios permanentes en nuestras vidas profesionales.

En el mismo diálogo mencionado, se ofrecía el contraste entre un pesimismo generalizado en la Europa de la crisis y desorientación, en contraposición al “optimismo razonado” de China y Asia, desde  el cambiante efecto geoeconómico y geopolítico que es ya una realidad en la Asia del siglo XXI con el 50% de la población mundial y cerca del 40% de su economía global, inspirada en una cultura de “alineación optimista construyendo un mundo mejor desde la confianza en sus liderazgos -políticos y empresariales- haciendo de su ola demográfica una fortaleza a la que estrategias innovadoras, educativas  e infraestructuras inteligentes habrán de llevarnos, a los demás, a acelerar nuestra necesaria reconsideración y reinvención de actitudes, esfuerzos, estrategias y “modelos de negocio”. (“The Future is Asían”El futuro es Asiático de Parag Khanna) . Invitación a apuestas en el fortalecimiento de ecosistemas (de innovación, emprendimiento, desarrollo e inclusión). Khanna no solamente nos habla de las grandes tendencias observables en el mundo asiático, sino, también, de los grandes proyectos relacionados con “la vieja y nueva infraestructura”, en marcha, que responde a los verdaderos cambios y misión estratégica que, lejos de observarlo como un “competidor global obsesionado contra Europa o Estados Unidos”, apuesta por su interior: la conexión colaborativa de una Asia interna a la que se unen casi 20 países (China, India, Euro-Asia, Asean…) a través de una infraestructura (“The Belt and Road Initiative”) que más allá de su ya importante en sí mismo, valor físico de conexión por carretera y ferrocarril más complementos fluviales, genera nuevos espacios, ciudades y áreas de desarrollo, clusterizando actividades a su paso y construyendo nuevos acuerdos no solo de comercio, sino de inversión transfronteriza y multi región, liquidez transfronteriza, espacios y distritos educativos, laborales compartidos. Todo un nuevo mapa complementario y compartido. En el pasado, la “Ruta de la Seda” vertebró toda una economía y civilización relevante, en los 90, ORESUND fue el proyecto europeo que superó la idea de un “simple puente” entre el rico noreste danés y el deprimido suroeste sueco…. Otros han entendido la forma de soñar un nuevo mega continente asiático por construir y se dotan de un hilo conductor considerado el “mayor programa de inversión coordinada del mundo”. Otros aspiramos, 40 años después de su aprobación y compromiso transeuropeo y con el gobierno español, contar con una infraestructura ferroviaria, mucho más que un tren, que supere el poli centrismo obligatorio, nos dote de un nuevo mapa sociológico y nos permita vertebrar una región europea acorde con nuestras necesidades y demanda social inclusiva. Hoy, en el contexto de un crecimiento limitado, tipos de interés negativos, pretendemos intensificar las tan necesarias infraestructuras integradoras, soporte de esa necesaria transformación que deseamos. Infraestructuras no solamente físicas, sino energéticas, inteligentes, STEAM, socio sanitarias, y digitales. Acelerar la transformación digital, la transición verde, la nueva economía azul, soñando un nuevo espacio de bienestar y desarrollo inclusivo.

La innovación y competitividad bien entendidas, la comprensión del impacto que puede tener en nosotros todo un mundo de megatendencias observables, la decidida apuesta por las estrategias esenciales que queremos acometer, pensando en las soluciones como oportunidad ante los desafíos y las demandas sociales, desde las fortalezas reales de nuestra sociedad, empresas e instituciones, nos llevarán a un futuro deseable.

“Auzolan”, procesos colaborativos, compromisos compartidos y soñar un futuro propio, en línea con la introducción del citado Informe de Prospectiva y Mega tendencias de Innobasque: “La capacidad de construir su propio futuro es lo que distingue a las sociedades capaces de generar un crecimiento y desarrollo sostenido frente a las que se limitan a responder ante los vaivenes de las circunstancias externas, en un mundo cada vez más incierto”.