Recordando al amigo y hombre cooperativo: José María Ormaetxea

Ayer se despedía en su querida Arrasate a Don José María Ormaetxea, una de las grandes figuras empresariales y líder esencial del movimiento cooperativo de Mondragón.

Desde la distancia debido a asuntos profesionales, no puedo sino unirme a su recuerdo, condolencias a su familia, amigos y grupo cooperativo en su conjunto, desde mi cariño y reconocimiento a Don José María.

En el ya un tanto lejano 1991, desde mis responsabilidades como Vice lehendakari, Consejero de Industria y Presidente de SPRI (Agencia Vasca para el desarrollo industrial), a las puertas de una profunda crisis industrial, recurrí a José María Ormaetxea quien, en esos momentos, dejaba sus tareas ejecutivas y de dirección en el Grupo Mondragón del que él había sido fundador desde ese mundo mágico que constituyó ULGOR iniciando y haciendo posible el sueño del padre Arizmendiarrieta. Con el apoyo de su gran amigo y compañero de trabajo, el Lehendakari Ardanza, me atrevía a proponerle la presidencia de la SPRI como instrumento clave en lo que sería su transformación y el primer marco de actuación en política industrial 1991-1995.

La que para él era una insólita propuesta, tuvo en mí una mayor sorpresa en la respuesta. Desde su humildad y sencillez, entendía “no estar preparado para el cargo”, ya que no conocía las labores de gobierno, era ajeno a las administraciones públicas y se creía sin capital ni experiencia política para el cargo. Me puso tres condiciones para aceptar: mi continuidad como presidente para soportar la carga política, su nombramiento en una figura por definir en torno a una Vicepresidencia Ejecutiva y la incorporación de un Director General de su confianza con quien pudiera generar un trabajo cohesionado a la vez que eficaz: Javier Retegi, su gran colaborador y amigo en tantas aventuras empresariales en el grupo, quien ya había desempeñado las funciones de Vice Consejero de Educación en el primer Gobierno Vasco de 1980. Singular propuesta de magníficos resultados.

Tras mi salida (y la suya) del Gobierno Vasco, nos encontramos en muchas ocasiones. Varias veces le visité en su despacho de Otalora, vigía de sus valiosos archivos particulares, sus fichas personales manuscritas, recogiendo la riqueza de la historia del cooperativismo y humildísima sede del Museo Arizmendiarrieta. Siempre le trasladé la enorme tristeza (y en gran medida desilusión) al visitar dicho museo. Una obra de tanto valor, singularidad y trascendencia para la sociedad, el país y el mundo de la empresa y el cooperativismo, no podía, ni puede (en mi modesta opinión) pasar tan desapercibida y, al parecer, limitada a la buena voluntad en exclusiva de dos o tres amigos cooperativistas que, de manera desinteresada, evitando cualquier tipo de ruidos o interferencias en los órganos rectores del Grupo, casi de forma “clandestina”, permitían perpetuar una obra de vital magnitud.

Mi última visita fue especialmente triste. En una mañana gris y lluviosa, con Fagor paralizada y sus pabellones vacíos, en plena crisis de la empresa y de la estructura de pertenencia, gestión y valores, contemplábamos no solo el vacío de la actividad y la ausencia de movimiento en sus calles, sino, sobre todo, el dolor compartido observando el cuestionamiento de los valores y sentido cooperativo que, ante el dolor de la pérdida de empleo, hacía rebrotar posiciones excluyentes, identificados como trabajadores asalariados desmarcándose de su esencial rol emprendedor, cooperativista y “copropietario”, si se me permite, obviando su responsabilidad, compromiso, coparticipación en la toma y control de las decisiones que les habían llevado hasta allí (también en las épocas de éxito y crecimiento), por encima de todo el rol y valores cooperativos. José Mari (siempre me permití llamarle así) pretendía no caer en la crítica, ni a personas, ni decisiones que hubieran convergido en esta situación. Me recibió, eso sí, con varios ejemplares de las publicaciones del programa “SORTU” que desde Gobierno-SPRI habíamos concebido como sociedades mixtas (Ayuntamientos y Diputaciones implicados y Gobierno Vasco) en seis zonas específicas destrozadas por la inevitable reconversión de aquel momento. Sociedades promotoras de actividad sustitutoria al objeto de crear, exclusivamente, el mismo número de empleos alternativos a los que desaparecerían. Recordemos su gran contribución al país en aquella época, su papel al frente del Capital Riesgo y la instrumentación de las “Inversiones Estratégicas” acometidas en ese momento. Repasamos algunas de sus fichas y, como siempre sucedía, hicimos una breve visita a la “habitación museo” de Arizmendiarrieta visionando el video narrado por la voz, inconfundible, de Javier Retegi.

En esa última ocasión en que nos vimos, repasamos su prólogo al “Hombre Cooperativo”, que siempre he considerado una pieza maestra para la educación de nuevas generaciones. La clara y cruda realidad del contexto del Mondragón de posguerra, la ausencia de oportunidades de futuro en tantas familias destrozadas y enfrentadas, la historia formativa, laboral y emprendedora de quienes se forjaron en las escuelas de aprendices de la Cerrajera, de las de maestría industrial y los complejos procesos de convalidación que posibilitaron a estudiantes destacados acceder a estudios técnicos medios vía Zaragoza, o el incipiente esfuerzo emprendedor traduciendo, copiando, innovando sobre planos y licencias extranjeras, dando paso a los primeros casos de internacionalización del Grupo. Contexto e historia imprescindible para entender y valorar la creación, desarrollo y éxito del grupo cooperativo, ejemplo y referente mundial al cabo del tiempo. Su dolor al “confesarme” que un familiar suyo habría preferido estudiar en ingenieros en Bilbao y no en su querida ex Politécnica de Mondragón, cerraron aquella triste, a la vez que enriquecedora, visita.

Hoy despedimos a un gran “Hombre Cooperativo” que tanto testimonio y ejemplo nos ha dejado. Para mí que realicé mi primer trabajo tras terminar mi máster en dirección de empresas en la entonces aventura de lanzamiento de Sakana, S. Coop., en un hibrido entre el compromiso y trabajo del baserri con la apuesta por una industria de fundición, de la mano de cooperativistas y especialistas de Elorrio y Durango, creando empresa en esta querida zona de Nafarroa, resulta un día muy especial para rendir homenaje a quien tanto debemos. Nos queda la sencilla grandeza de su enorme compromiso y extraordinario legado.

Esker anitz José Mari.

Goian Bego.

Hacia un espacio propio en Naciones Unidas

(Artículo publicado el 21 de Julio de 2019)

Tal y como lo anunciara en el Parlamento Vasco el pasado 27 de junio, en respuesta a la petición de una valoración sobre los objetivos de desarrollo sostenible de Naciones Unidas, el Lehendakari, Iñigo Urkullu, ha presentado en Nueva York, ante el High Level Political Forum, “la realidad de Euskadi como nación sin Estado”.

La doble intervención del Lehendakari (Agenda Vasca para el Desarrollo y la financiación de proyectos sostenibles con Bonos Verdes, de responsabilidad social, medio ambiental y económica), así como sus diferentes entrevistas y compromisos, no son consecuencia ni de improvisación oportunista, ni mucho menos de apuesta mediática. Son fruto de una verdadera apuesta por los principios de subsidiaridad, gobernanza multinivel y fidelidad asociados a los 17 objetivos para el desarrollo sostenible de Naciones Unidas en su Agenda 2030, en línea con una larga y constante trayectoria que acompaña la estrategia y políticas del Gobierno e Instituciones vascas a lo largo de nuestra corta historia de autogobierno, tras el apagón de la dictadura, siempre orientada a la construcción permanente de “un país avanzado, solidario y abierto”.

Desde nuestra aún limitada capacidad de autogobierno, condicionada por las circunstancias geo-políticas y administrativas que nos obligan a contener nuestra actuación al ámbito de la Comunidad Autónoma del País Vasco, la vocación europeísta y mundial nos ha llevado a identificar objetivos, proyectos e instituciones democráticas, multilaterales y mundiales en torno a los cuales jugar un co- protagonismo diferenciado, consciente de nuestro tamaño y peso relativo, aspirando al máximo desarrollo inclusivo y bienestar de nuestra sociedad (“bienestar es autogobierno y viceversa”, como diría el Lehendakari en Nueva York), alineados con aquellas instituciones, organizaciones y líderes de vanguardia, en los principales espacios vectores de nuestro futuro deseado.

Ya el propio Gobierno Vasco optó hace años por la elaboración del primer Índice de Desarrollo Humano de la mano del PNUD (Programa de Naciones Unidas para el desarrollo), como ranking homologable, encabezando la lista de naciones o regiones subestatales que tomaban este camino, guiando nuestros objetivos y políticas, en el marco de un contexto de progreso social y desarrollo que se ha venido traduciendo en todo tipo de acciones parciales, sectoriales o globales. Así, el propio gabinete del Lehendakari  Urkullu, en su primera legislatura abordó, a modo de Think Tank, un intenso debate colaborativo con diferentes agentes económicos, sociales y políticos, sobre la potencial Visión Euskadi 2020 y sus principales ejes de desarrollo, que con el paso del tiempo y los resultados logrados, ha venido actualizando en torno a múltiples iniciativas convergentes, ya sea en torno a la actual  estrategia marco “Euskadi Basque Country”, la estrategia de internacionalización del País, la agenda estratégica para la cooperación y el desarrollo, UNESCO ETXEA, la estrategia medio ambiental desde la sostenibilidad con el esfuerzo y validación de Naciones Unidas y un sinnúmero de iniciativas. Hoy, también, su renovado compromiso con iniciativas piloto sobre convivencia, inmigración, o bien, la reciente decisión de UNIDO (Organización de Naciones Unidas para el desarrollo industrial, mitigación de la pobreza y la desigualdad, la globalización inclusiva y la sostenibilidad medio ambiental) eligiendo la estrategia digital  vasca (Basque Industry 4.0) como recomendación referente a sus 170 países Miembro, para transitar sus cuatro ejes estratégicos (crear prosperidad compartida, potenciar la competitividad, salvaguardar el medio ambiente y fortalecer las instituciones y el conocimiento), no son sino pasos coherentes de dicho compromiso y elementos clave en el refuerzo de nuestra línea de trabajo y apuesta de futuro.

Una larga trayectoria que se construye paso a paso. Si esta semana ha podido llamar la atención de algunos la presentación de la financiación Verde y sostenible, de responsabilidad y valor compartidos (todavía el mes pasado Bilbao acogía el Congreso Mundial en la Materia como elemento rector de la plaza financiera vasca) así como del compromiso con los 17 Objetivos de Sostenibilidad para la Agenda 2030 de Naciones Unidas, financiando ya el 10% del presupuesto activo y ejecutable del Gobierno Vasco, cabría resaltar el camino recorrido desde aquella iniciativa pionera, en la Bolsa de Nueva York, con la emisión de eusko-bonos con el multi objetivo tanto de la financiación externa (primera región sub estado europea, “emitiendo papel” en Wall Street), la presentación, en positivo, de un país que aspiraba a atraer inversión extranjera a la vez que facilitar la salida al exterior de nuestras principales empresas, respaldando nuestra relevante aunque incierta y limitada Bolsa y Plaza Financiera del momento, a la vez que suponía un especial respaldo a figuras financieras propias canalizadoras de la inversión y el ahorro, como las EPSV´s, bajo la apuesta permanente por poner el Concierto Económico al servicio de nuestro desarrollo diferencial.

Bajo este “paraguas internacional” con el soporte institucional, colaboración público-privada de los diversos agentes clave, con el inapreciable apoyo de nuestra diáspora a lo largo del mundo (abriendo puertas, de forma incondicional, en sus países de acogida, facilitando la superación de múltiples restricciones que desde las diferentes fuerzas del Estado se han empeñado en obstruir nuestra llamada acción exterior), Euskadi ha venido trabajando en el hoy llamado “Modelo Vasco” que, de una u otra forma, se explica y defiende a lo largo del mundo como referente de éxito en una estrategia singular.

Es así como hemos de valorar la presencia del Lehendakari (y de Euskadi) en Naciones Unidas. Un hito mucho más importante de lo que pudiera parecer a simple vista, máxime cuando refleja una larga y sostenida apuesta estratégica, soportada en hechos y realidades. Euskadi se enfrenta a enormes retos (no mayores que los de aquellas regiones y naciones del pelotón de cabeza europea), si bien lo hace desde fortalezas sólidas que dan paso a la esperanza, que no a la complacencia. El modelo vasco de desarrollo inclusivo, soportado en una red de bienestar objetiva para todos, en una economía productiva, creativa y de conocimiento vanguardista, en un marco de clara sostenibilidad y desde el autogobierno y libre decisión democráticos, avanza, ante desafíos y restricciones, buscando referentes de primer nivel y no comparaciones cómodas con quienes vienen a la cola del desarrollo y el compromiso.

Hoy,  cuando aún seguimos a la espera de la configuración definitiva de los más que insatisfactorios nombramientos europeos, padeciendo, además, el inaudito espectáculo paralizante de un candidato a la presidencia del gobierno español que sueña con que “los demás le hagan presidente porque sí”, sin saber para qué o por qué, resulta satisfactorio comprobar, al menos de salida, un “oasis institucional” vasco que mira al Norte y al mundo y no al Sur y al establishment del pasado. Retos y desafíos, sí. Incertidumbre y complejidad, también. Pero, por encima de todo, la confianza en un modo de hacer las cosas, al servicio de una sociedad, cambiante y demandante, desde nuestro compromiso y propósito de un camino propio.

El Lehendakari en la ONU, esta semana, ha vuelto a recordarnos, el valor de los pasos dados, el largo camino permanente por recorrer y que, autogobierno, en sentido amplio, hasta el límite que decida democráticamente nuestro pueblo, en cada momento, es sinónimo de riqueza, bienestar e inclusión.

Desde la perplejidad, observando la proximidad postelectoral

(Artículo publicado el 7 de Julio de 2019)

En los últimos meses asistimos a una confusa situación en torno a la formación de gobiernos autonómicos y central en el Estado español, bajo la triste aparente inoperancia política en la que unos y otros se dicen “los preferidos de los votantes para gobernar”, carentes de la mayoría parlamentaria necesaria para formar un gobierno, a la vez que apelan a “la responsabilidad de la oposición para firmar cheques en blanco de adhesión incondicional al supuesto líder correspondiente”, en cada caso, sin oferta programática o colaborativa alguna. Llama poderosamente la atención que, hasta el momento, nadie haya expuesto un solo programa de gobierno, una sola apuesta de futuro o un proyecto al servicio de la sociedad. Como casi siempre, Euskadi y Catalunya son una excepción, bien desde el llamado “oasis vasco” con mayorías democráticas claras y suficientes, o en el futurible y especial camino hacia el “estado republicano catalán”.

En esta línea, un tanto parecida en el fondo, si bien cabría esperar un comportamiento diferente en Europa, la designación de las principales autoridades en sus Instituciones ha puesto de manifiesto el absoluto divorcio entre la “añorada y quimérica Europa” de quienes queremos seguir viendo la Europa de los principios, la dimensión y cohesión social, desde su fortaleza democrática y espacio ejemplar de libertades y prosperidad, y, por contra, desgraciadamente, la real, que observamos con tristeza y decepción día a día.

Una vez más, hemos comprobado que el Parlamento europeo ni es un Parlamento, ni se le espera, que la participación ciudadana y democrática ni tan siquiera se respeta en su mínima oportunidad limitada a votar cada cinco años confiando en que su voz tenga algún valor real, o que la supuesta separación de poderes sucumbe a un simple juego de gabinete entre líderes de gobiernos estatales con peso diferenciado, acostumbrados a imponer sus acuerdos  cambiantes día a día según sus propias prioridades coyunturales,  configurando no ya una Europa a dos o tres velocidades, sino a un club cerrado de cuotas y repartos de poder Estado a Estado, partido a partido, sin diferenciación alguna por ideologías, escenarios y modelos de futuro: Una vez más, Europa rompe con sus propias reglas del juego para imponer la voluntad de unos pocos. ¿Es de extrañar la desafección de la sociedad?, ¿resulta increíble constatar el escaso peso que, de forma creciente, otorgan Estados Unidos, Asia o, finalmente, el Reino Unido a lo que cabe esperar de la Europa de los próximos 30-50 años? Así las cosas, más pronto que tarde habremos de cuestionarnos si merece la pena seguir esperando la Europa del futuro en lugar de anclarnos en el recuerdo de la Europa del pasado, superadora de la guerra, generadora de altos niveles de bienestar e impulsora de un determinado modelo socio-económico alternativo al vigente en el pasado y, en consecuencia, emprender nuevos caminos. Entre tanto, escuchamos voces que insisten en términos positivos: reparto igualitario de género en las cuatro posiciones de dirección institucional, “capacidad de gestión de una composición compleja de Estados Miembro dispares” y, como siempre, “evitar la ruptura o abandono del proyecto por diferentes Estados Miembro” ¿Para qué modelo de vida y futuro?, ¿en manos de qué sistema de gobernanza?, ¿con qué respuestas ante los desafíos de un mundo cambiante en el que habremos de vivir?, ¿desde qué control democrático? Nos preguntamos por la coherencia en los nombramientos y perfiles: ¿Asistiremos a la vuelta de los éxitos del modelo de economía social de mercado de los principales inspiradores de la creación Europea y ejecutados desde el filtro de la subsidiaridad por aquellos líderes de la antigua democracia cristiana europea de la mano de los Lubbers, Kohl, Santer, dirigiendo las “revoluciones transformadoras” de la nueva Europa Central, al apostar por Ursula Von der Leyen al frente de la Comisión Europea?, o, por el contrario, ¿contaremos con un Banco Central Europeo, dirigido por Christine Lagarde, imponiendo restricciones a cualquier política diferente a las recetas continuas del FMI en los países “rescatados” y se moverá a la contra de cualquier diseño de política de la Comisión?, ¿y dejaremos la representación de la voz europea, a lo largo del mundo, en la prepotente soberbia conflictiva de un Borrell incendiario actuando como verso libre?, ¿y todos ellos acompañados por un Parlamento presidido, a medias, por social demócratas y “populares conservadores” pendientes de lo que hagan sus respectivos partidos en diferentes Estados Miembro, aplicando políticas propias y “nacionales” (en palabras del presidente español Sánchez: “Europa ha vuelto”) mientras predican discursos “contra los nacionalismos destructivos” (todos menos los suyos) excluyendo a todos los Estados Miembro de “nuevo cuño” o “del Este”, así como a toda nación sin Estado o minoritarios en esta “diversa Europa”?, ¿jugará algún papel relevante y autónomo el presidente Charles Michel desde su experiencia confederal en Bélgica para explorar y posibilitar nuevos caminos? O, simplemente, ¿los parlamentarios se verán obligados a integrarse en Grupos Políticos en función de reglamentos insensibles a la realidad, compartiendo grupo con ideologías, proyectos y aspiraciones distantes y enfrentadas? Confiemos en el optimismo de las escasas voces que quieren ver la exitosa gestión de una elección compleja y que, en algún momento, surjan propósitos y caminos coherentes e ilusionantes.

Pero, mientras Europa y España configuran sus órganos de gobierno, el mundo sigue su vertiginosa marcha en direcciones dispares. Cuando contemos con gobiernos, confiemos que se unan a la variada riqueza de múltiples debates prospectivos a lo largo del mundo, en medio de una gran incertidumbre dominante que cuestiona, de una u otra forma, la economía y sociedades del futuro cuyo impacto global y local (además de personal) hemos de disfrutar o padecer. En consecuencia, necesitamos de los gobiernos e instituciones, de forma relevante, para tomar las decisiones estratégicas necesarias para afrontarlas. Sea de una manera u otra, es clara la evidencia en torno a la relevancia e impacto asociable a las tecnologías exponenciales y/o emergentes, al futuro del trabajo, la nueva sociedad/estado del bienestar, la transición ecológica, la urbanización y mega concentración de ciudades (inteligentes y vivibles se supone), la educación, movilidad, salud, demografía, desplazamiento económico hacia Asia… y, por encima de todo, cómo conseguir “un nuevo mundo centrado en las personas y el desarrollo inclusivo”, mitigador o superador de las desigualdades.

Para su logro, nadie cuestiona una agenda que priorice las consecuencias de la revolución de internet, la imparable y deseable digitalización de la economía y la sociedad, la irrupción generalizada y accesible de las tecnologías “exponenciales” (sobre todo la gestión y propiedad de los datos masivos y la inteligencia artificial) y la inevitabilidad de focalizarnos en el crecimiento, fruto del trabajo-empleo-remuneración como eje del bienestar que se ven confrontados con el concepto asociable al futuro del trabajo no asociado directamente a la retribución individual, dando pie a conceptos como nuevas redes de bienestar desde la renta básica, la salud universal, la nueva educación personalizada a lo largo de toda la vida, la longevidad en el envejecimiento pasivo y sus consecuencias socio-económicas y, por supuesto, el modelo económico transformador que generen. Sin embargo, abordar “lo inevitable o deseado”, exige   decisiones importantes sobre sus consecuencias, el control y propiedad de las mismas y su impacto diferenciado en personas, comunidades, lugares y tiempos concretos. Si bien, a lo largo del mundo, de derecha a izquierda, se da una creciente ola favorable a la nueva digitalización como fuente de transformación positiva, conviene reparar en el rol que han de jugar los diferentes agentes, gobiernos incluidos, de manera especial, convencidos de la necesidad de facilitar qué avances y oportunidades extraordinarias de mejora en nuestras vidas no se convierten en una selva dominada por unos pocos. Un ejemplo, provocador a la vez que ilustrativo para la reflexión, viene de un interesante debate de la mano del destacado investigador en implicaciones sociopolíticas de la innovación y la tecnología, el bielorruso, Evgeny Morozov: “Capitalismo Big Tech: ¿Welfare o neofeudalismo digital?”. Asocia la última década de crisis (se supone que inicialmente financiera) aún no superada, con el auge de las plataformas y empresas tecnológicas, que han pasado a dominar Wall Street, triplicando su capitalización bursátil expulsando a los viejos líderes industriales centenarios, concentrando el poder global en cinco o seis grandes empresas. Mientras han cambiado nuestro mundo de la información, han facilitado nuestras vidas y demandas diarias y ofrecen un mundo inacabable de oportunidades abriendo las puertas o todo tipo de nuevas iniciativas y modelos empresariales, de negocio y oferta de servicios públicos, y lo han hecho reduciendo, de forma acelerada, los costes de estas tecnologías, promoviendo la transición hacia nuevas economías (no solamente la llamada economía colaborativa), surgiendo “nuevos contratos sociales”, concentran un poder excesivo, escasamente regulable o controlable, a la vez que transmiten “la evidencia” del desgobierno y la ineficiencia en los sistemas de gestión públicos, animando a una supuesta “nueva democracia en la red, individualista y sin reglas del juego”. Su reflexión sostiene nuestra falsa convicción de que estos costes marginales tendentes a cero (hoy asistimos aún al servicio “freemium”, gratuito a cambio de nuestros datos y publicidad no reclamada) nos llevará hacia un natural espacio “premium” del que no podremos desprendernos. De la misma forma avanzamos convencidos que “el nuevo poder” nos lleva hacia una progresiva descentralización y desregulación y una mayor libertad y   capacidad de decisión individual y crece en nosotros, de forma consciente o inconsciente, una percepción de “absurdos Estados parasitarios”, aquellos gobiernos, instituciones o espacios públicos o de gobierno. Por el contrario, la admiración de los modelos de negocio de estos cada vez más poderosos nuevos conglomerados, propietarios del Big Data global (y personal) sin límites, provocaría el desencanto y nuestros sueños tras ese anhelado paraguas del Desarrollo Inclusivo, se verán condicionados por ese mismo sistema del pasado con otro traje.

Sin duda, más allá de la provocación intelectual y del acierto o no en el diagnóstico, nuestra sociedad necesita fortalecer la democracia, las Instituciones y el compromiso con principios, ideologías y modelos de bienestar y desarrollo. Necesitamos optimizar el uso positivo de las maravillosas oportunidades que la tecnología ofrece, pero, éstas han de situarse al servicio de las necesidades y demandas sociales, bajo propiedad compartible, acceso universal y control democrático. Así, constituir gobiernos desde el propósito y el para qué, favorecer la participación y control democráticos y entender el verdadero valor compartido empresa-sociedad, no son caprichos o simples palabras. Hacerlo o no, de una u otra forma, resultará esencial en nuestro futuro. Hoy, si cabe, tanto la política con mayúsculas, como la estrategia empresarial responsable son más necesarias que nunca. Llevarlo al ánimo de los líderes y agentes respectivos no debe decaer y hemos de fortalecer nuestro compromiso y responsabilidades democráticas en su acompañamiento y control. La complejidad e incertidumbre en que vivimos y habremos de vivir no da lugar ni a recetas mágicas, ni a soluciones simplistas. El rigor del análisis y sus consecuencias, el compromiso en y con las decisiones a tomar y la corresponsabilidad son absolutamente imprescindibles.

Aprovechando la campaña de Trump; tiempo de gobiernos

(Artículo publicado el 23 de Junio de 2019)

El lanzamiento de la campaña presidencial de Donald Trump como aspirante a la reelección, ha dado paso a una larguísima (casi permanente) contienda electoral en los Estados Unidos de América, lo que concitará el mayor número de impactos mediáticos que, norteamericanos o no, recibiremos a lo largo de los próximos meses.

Trump ha iniciado su campaña con dos medidas que reflejan muy bien su modo de afrontar la presidencia (en casa, en sus empresas, en el país y, desde su mentalidad, en el mundo): por un lado , ha despedido a todo su equipo de encuestadores y gestores de campaña al conocer que el 56% de los hispanos en Florida (lugar de su relanzamiento) y la mayoría de los estadounidenses consultados no le votaría, y por otro lado, repetir los mensajes que le llevaron a su presidencia con un doble “ajuste”: “lo que anticipé lo he logrado” y es hora de renovar y reforzar el plan inicial. Su “Keep America great” (Mantener Estado Unidos grande) sustituye al “Make America great again” (Hacer grande América otra vez). Mayor crecimiento económico, menor desempleo, cierre a la inmigración, un muro más barato y más eficiente en la frontera del Río Bravo, más fake news y tuits al servicio de un adoctrinamiento facilitador de una potencial guerra que devuelva liderazgo bélico a su país y sirva de contrapeso a los desafíos demográficos y la competencia del nuevo mundo emergente que sustituye, a pasos firmes, a una “economía blanca y occidental”, son los focos de su reiterada campaña, repitiendo sus proclamas del pasado que le hicieron llegar a la Casa Blanca.

Enfrente, una veintena de candidatos demócratas iniciando una confrontación interna para elegir un oponente capaz de vencer al presidenciable Trump y ofrecer una nueva ilusión al estadounidense medio. Desde esta otra perspectiva, una hoja de ruta inicial hacia  la “universalización de la asistencia sanitaria”, retomar la credibilidad y esfuerzos hacia la lucha contra el cambio climático y una transición hacia la economía verde, un control positivo de la inmigración, con política industrial y fiscal que favorezca la “vuelta a casa” de sus grandes conglomerados multinacionales sin abordar los condicionantes locales y legítimos de sus “huéspedes” de acogida en su camino de penetración global, incrementando una profunda regulación, transformación de los mercados de capitales, devolviendo la esperanza de una carrera profesional y plan de vida para el endeudado universitario que no puede hacer frente a sus compromisos financieros que le permitieran acceder a la Universidad , confiando en que pagar deudas de estudio  sería coser y cantar en una economía de éxito (la media de deuda individual se sitúa en los 50.000$)… Con mucho más que matices, los diferentes candidatos demócratas presentan sus agendas y propuestas ante una ciudadanía escéptica que asiste distante a “la industria político-partidista” instalada en Washington y apoyada en “claves locales” a lo largo del país.

El proceso, en todo caso, resulta siempre ilustrativo. Mientras  el líder que parte como ganador, Joe Biden (expresidente de Obama), con larguísima trayectoria, experiencia y alta valoración política afronta la contienda desde “el silencio clamoroso” y las visitas sin prensa directa en lo que considera “centros reales de poder y movilización de mensajes” ,en su mayoría, centro de culto y encuentro de la sociedad local, evitando proponer medidas concretas que den pie a discusiones públicas, sus principales, a priori, contrincantes emergentes como Elizabeth Warren, con una propuesta diaria para todo tipo de problemas y desafíos, o los “100 primeros días en la Casa Blanca” de Amy Klobuchar respondiendo, por vía ejecutiva (algo así como el decreto ley tan en boga en los últimos gobiernos españoles), evitando el largo, complejo y poco probable éxito en el Congreso, nos ofrecen una “Agenda Desafiante” con los principales retos que habrá de afrontar Estados Unidos y, en gran medida, el mundo en general. A la vez, se convierten en material de tuit para el bombardeo descalificador de Trump en su estrategia ridiculizadora de “los socialistas antiamericanos” qué según el presidente, siguen al comunista Sanders.

Sin duda, más allá del innegable interés e influencia que, se quiera o no, tienen los Estados Unidos sobre nosotros, viene bien tener observar una campaña y gobiernos sobre los que poder hablar evitando posicionarnos sobre el escenario reciente en el Estado español. Resulta saludable trascender de la prensa cursi y empalagosa que hace noticiable y de portada lo guapa y elegante que luce la Señora Leticia en sus actos públicos, o lo lista, preparada y adelantada a su edad que se supone resulta su hija, o el “impecable comportamiento del Rey Felipe VI garantizando el futuro de la unidad y progreso de España como paradigma de la justicia y la libertad, para adentrarnos en los múltiples acuerdos post electorales, y recorrer un buen campo de aprendizaje.

En este sentido, podemos adentrarnos con cierta perspectiva en los acontecimientos de esta última semana con la constitución de ayuntamientos y mesas de diferentes asambleas y parlamentos. El votante medio ha podido comprender que ni el 26M, ni el 28A, ha votado lo que creía que votaba. Ni elegía a un presidente de gobierno, ni optaba por una coalición concreta, ni ha sabido en cuál de las hasta seis urnas distintas ha depositado su voto con destinatario concreto. Votó en una circunscripción única para un Parlamento europeo del que sabía muy poco y desconocía en qué grupo político se adscribirían sus representantes y mucho menos que Macron, Sánchez y algún dirigente europeo intercambiarían, en París o Berlín, mesas, cuotas de directores y funcionarios, comisarios y presupuestos europeos. Tampoco sabrá si su nuevo alcalde es quien quería contenedores o el que quería bolsas colgadas desde los balcones para gestionar su basura, o que, según el color, unos y otros le explicarían en los medios lo que es la democracia directa, representativa, de cooperación o coalición, o consultas intermedias a través de “círculos” sin registro ni control alguno. Sin duda, quien más ha acertado en su voto, es aquel que, al margen de candidatos, programas o personas, ha tenido claro que vota a un Partido concreto, siempre, en todas las urnas y delega en él su confianza para que haga lo que entienda es mejor y en cada momento, para el país, para el ciudadano concreto y para el complejo y desafiante mundo en el que vivimos.

De una u otra forma, cabe esperar un periodo relativamente “estable” como para afrontar las complejas agendas que esperan a todos nuestros gobernantes. Confiemos que se dé la suficiente solidez como para afrontar, más allá de maquillajes y promesas cortoplacistas, una intensa profundización en los muchos desafíos existentes para cuya solución resultan imprescindibles los diferentes gobiernos, cualquiera que sea su ámbito de responsabilidad y nivel competencial.

Volviendo al primer apartado de este artículo, sin ir más lejos, en el ejemplo ya mencionado de la “Agenda ejecutiva de los 100 días” que propone la candidata Klobuchar, de una u otra forma, con mayor o menor apoyo y dirija quien dirija, de manera unilateral o compartida nuestro mundo, todos nos encontraremos con una “auténtica alternativa al crecimiento: la nueva ruta hacia el desarrollo social inclusivo” que formulado de una u otra forma, a lo largo del mundo, cuestiona la manera tradicional en la que hemos venido actuando asumiendo que la mejor manera de crear empleo y elevar los niveles de vida no era sino el crecimiento económico. Hoy los gobiernos han de afrontar desde otra óptica: “cómo capacitar y equipar a los ciudadanos para navegar el mundo del trabajo-empleo y su traducción en bienestar”, en especial, en la medida que el “propósito” que ha de movernos no parece que sea, a futuro, un salario a llevar a casa, según afirma la O.I.T. en sus conclusiones sobre el “Futuro del Trabajo: nuevas palancas y conceptos para el crecimiento y desarrollo económico”. Y así, bajo este marco general, podemos adentrarnos en el desafío de la salud (la agenda estadounidense pone el acento del 17% de su PIB al gasto en salud y tiene uno de los peores sistemas de salud del mundo. Trump ha querido -y quiere- suprimir el Obama Care, impedir “subsidios públicos” y el debate en USA no cesa -ni cesará- mientas subsistan tantas personas sin acceso real a la salud. Entre la apuesta mencionada de la Señora Klobuchar, que pudiera acompañar a Biden en el ticket presidente-vicepresidenta, de una “salud universal” con la publificación de muchos jugadores del sistema y la supresión del apoyo obligatorio a diferentes colectivos, existe un larguísimo espacio de diferentes opiniones público-privadas, a explorar y que, sin duda, veremos en los próximos años. O la considerada inevitable reforma profunda de la educación (en especial el ciclo k12 y la diferenciación escolar pública o privada, con el foco en la preparación de sus profesores, gestores y directores de centros, acceso a la posición, compensación y prestigio social, por no hablar de la formación vocacional-profesional.

En esta misma línea, no muy lejos de las propuestas de Warren o Klobuchar por simplificar, se abre otro interesante debate ya planteado en Europa por la Comisaria de la Competencia, Margrethe Vestager, aspirante a presidir la futura Comisión europea: Intervenir de manera contundente en los procesos de fusiones, adquisiciones, concentración empresarial en la propiedad y aplicación de las nuevas tecnologías emergentes, la digitalización de la economía y los nuevos jugadores estrella que dominan sus respectivas industrias, superando, en muchos casos, el peso de gobiernos y países. Viviremos este desafío a lo largo del mundo.

¿Y qué pasará con la deuda juvenil post universitaria? No habrá un solo candidato que no abandere una potencial solución, acompañada siempre, de quitas y condonación de la deuda… ¿y el americano medio dará por bueno el juego arancelario y la guerra encubierta por el dominio tecnológico Estados Unidos-Asia? No olvidemos, por no complicar la reflexión, que el actual G-7 a reunirse en los próximos días dará paso en el horizonte 2050 a un nuevo neo emergente G-7 del que no formará parte ninguno de los actuales jugadores, atendiendo a los informes de la OCDE. El cambio del centro gravitacional que vaticina, si el nuevo club mantiene los criterios actuales de tamaño de la economía, aparecerán China, Brasil, Indonesia, India, Rusia, México y Turquía como miembros del nuevo club. ¿Pasarán los nuevos criterios por un nuevo modelo de desarrollo económico, digitalización del comercio, reinvención de Gobiernos e Instituciones “Globales” y adecuada gestión de los conflictos internos? ¿Cambiaremos las políticas y reglas del juego en curso para mitigar la vulnerabilidad ante las crisis financieras?

En definitiva, echar una mirada a una campaña electoral en Estados Unidos, tratar de aprender de aquellos puntos de debate que se proponen y procurar analizarlo en casa, parecería un ejercicio aconsejable. Si bien es verdad que como suele decir el director del gabinete de la presidencia del Gobierno español (y asesor de campañas electorales de diferentes líderes a derecha e izquierda), “el 20% de los mensajes generan el 80% de los votos… y propuestas y programas, en algunos casos, desaparecen de las agendas del Gobierno”.

En lo que a nosotros respecta, de momento, hemos terminado con este largo e intenso proceso electoral. Es tiempo de los gobiernos. Los desafíos estadounidenses son mundiales, y también son parte esencial de nuestros retos y preocupaciones. Desde la diferencia y los distintos puntos de partida y contextos, solo queda afrontar nuevos desafíos.

Prospectiva, desafíos y realidad

(Artículo publicado el 9 de Junio)

Mientras el paralelo mediático concentra su espacio en declaraciones de unos y otros en torno a las conversaciones en curso para conformar diferentes niveles de gobierno a lo largo de la geografía, en Euskadi convergen, entre otros, tres encuentros relevantes exponiendo nuestra realidad y fortalezas para acometer un futuro exitoso posicionándonos ante el desafío del mañana: la mayor feria industrial del Estado en el BEC “+Industry”, la Asamblea anual de la Agencia Vasca de Innovación -Innobasque- y el Congreso Internacional de Formación Profesional celebrado en Donostia-San Sebastián.

La presentación del Informe sobre Prospectiva, Mega tendencias y Diálogos de Futuro que llenaron de contenido y optimismo razonable la Asamblea General de la Innovación en Euskadi, supone un buen marco para potenciar, si cabe, la apuesta industrial irrenunciable de la historia vasca (y de su futuro) que se ha visto claramente representada en +Industry (refuerzo transformador de Ferroforma e integradora de hasta siete certámenes especializados en torno a la industria real de hoy  y de mañana) acogiendo a 1.300 expositores “haciendo industria”, así como a los más de 1.000 congresistas de 54 países en torno al Congreso Internacional de la Formación Profesional bajo el reclamo estimulante de “la 40ª Revolución Industrial: tecnología, sostenibilidad y valores”.

Así, con la participación de 261 responsables de empresas asociadas a Innobasque, se ha realizado un trabajo de prospectiva desde la identificación del potencial impacto en la economía vasca y su alineación con la estrategia de especialización inteligente, guía de las prioridades y objetivos País. El proceso destaca los espacios de oportunidad (digitalización de la economía y la sociedad, la economía circular, el mercado de la salud en su triple vertiente de atención, ciudades para la población, la formación, satisfacción de profesionales, usuarios de sistema y su capacidad tractora-innovadora generadora de riqueza y nuevas actividades económicas y generadoras de empleo), desde la creciente integración o convergencia de diferentes tecnologías, conocimiento y disciplinas, fuente inevitable de la redefinición de nuevos modelos de negocio y empresas. Oportunidades que, más allá del desafío que suponen, conllevan riesgos y amenazas centrados en el talento (sea su generación, retención o actualización permanente), la gobernanza (empresas, gobiernos, sociedad), en un contexto retador de una Europa que pierde peso en relación con otras economías y espacios mundiales (Asia, USA).

Con esta base de fondo, la asamblea abordó sus llamados “Diálogos de Futuro”, de gran interés y calidad, que permitió apuntar importantes reflexiones y lecciones a tener en cuenta. El relato experto del neurobiólogo Roberto Yuste (Columbia University e Ikerbasque Research Professor),  uno de los pioneros promotores del proyecto BRAIN-Cerebro, que asumiera el presidente Obama como reto y misión ciencia-tecnología-salud, con un objetivo esencial centrado en su impacto generador de iniciativas de negocio como sinergia generada y dotado con 6.000 millones de dólares como presupuesto inicial de la Casa Blanca y, ya hoy, con más de 500 laboratorios, no solamente supone una estupenda manera de entender el valor de una visión y de la estrategia esenciales para auténticos compromisos de transformación, o comprender la importancia de la gobernanza en sueños y  proyectos compartidos, pensados, diseñados y promovidos por núcleos reducidos de personas que anteponen la solución, resultados y oportunidades a los obstáculos, amenazas y dificultades que habrán de enfrentar en su desarrollo, sino la relevancia de las “unidades menores” que desde su flexibilidad, originalidad y cohesión, han de ser los verdaderos motores internos de un proceso globalizado de transformación. Desde su visión soñadora de entender la totalidad del cerebro para comprender, descubrir y explorar sus secretos y afrontar las enfermedades mentales, las claves ocultas de la neurología… y el camino imparable en la generación de bienestar y riqueza. Luz desde su Universidad de Columbia sobre el rol protagonista a jugar desde nuestra pequeña sociedad vasca. Sociedad activa y “mucho mejor de lo que muchas veces pensamos” como indicara con acierto Eva Arrilucea (Tecnalia Think & Do) quien no solamente nos recordó como la gran misión Apolo XI que propusiera el presidente Kennedy para lograr que un ser humano caminara en la superficie de la Luna, es recordada por su exitoso final, olvidando que fueron diez las misiones Apolo previas que fracasaron dejando en el camino muertos y múltiples daños. Destacaba cómo la colaboración y compromiso, el riesgo emprendedor, el esfuerzo y la búsqueda de soluciones en los problemas sociales han acompañado nuestra historia y son parte esencial del ADN vasco que ha encontrado, en cada momento, las personas, instrumentos e instituciones adecuadas para superar las crisis vividas y alcanzar el futuro de éxito.

Y, precisamente, en esta línea, en otro foro a pocos kilómetros, la Comisaria de Empleo, Asuntos Sociales, Capacidad y Movilidad Laboral de la Comisión Europea, Marianne Thyssen, inauguraba, en Donostia, el mencionado Congreso Internacional de Formación Profesional: “Inspirados en el modelo vasco, incorporamos Centros de Excelencia profesional, a lo largo de Europa, para fomentar el crecimiento, la innovación y la competitividad; modelo para adaptarnos a los rápidos desarrollos tecnológicos y sociales”. “Necesitamos un sistema que se adapte mejor a los cambios que se producen a su alrededor. Un modelo como el vasco que es uno de los mejores del mundo y una fuente de inspiración y aprendizaje para muchos en Europa”. Sus palabras son hoy, por tanto, un refuerzo anímico a un sistema de aprendizaje y formación, un reconocimiento mundial al modelo vasco de competitividad y desarrollo sostenible y una valoración positiva sobre un esfuerzo colaborativo, en la actualización de nuestro tradicional “auzolan” extendido en la sociedad. Un mundo de oportunidades al que podemos y debemos enfrentarnos con optimismo, pero conscientes de las grandes amenazas y riesgos a superar. El Congreso, no solamente contiene referencias a sistemas de formación o educativos, sino la esencia de sus reclamos, “Tecnologías y revolución 4.0”.  La transformación digital va más allá de la industria. Abarca a toda la sociedad (Sociedad 5.0) y cobra especial relevancia para entender que no se trata de acertar en la apuesta o momento de uso de una u otra de las diferentes tecnologías emergentes por venir, sino que la educación adecuada de nuestra gente, instituciones y entidades son vitales para transitar escenarios cambiantes, para facilitar espacios de trabajo colaborativos, para gestionar la llamada “hibridación tecnológica”, para la necesaria convergencia interdisciplinar, nuevas gobernanzas y cambios permanentes en nuestras vidas profesionales.

En el mismo diálogo mencionado, se ofrecía el contraste entre un pesimismo generalizado en la Europa de la crisis y desorientación, en contraposición al “optimismo razonado” de China y Asia, desde  el cambiante efecto geoeconómico y geopolítico que es ya una realidad en la Asia del siglo XXI con el 50% de la población mundial y cerca del 40% de su economía global, inspirada en una cultura de “alineación optimista construyendo un mundo mejor desde la confianza en sus liderazgos -políticos y empresariales- haciendo de su ola demográfica una fortaleza a la que estrategias innovadoras, educativas  e infraestructuras inteligentes habrán de llevarnos, a los demás, a acelerar nuestra necesaria reconsideración y reinvención de actitudes, esfuerzos, estrategias y “modelos de negocio”. (“The Future is Asían”El futuro es Asiático de Parag Khanna) . Invitación a apuestas en el fortalecimiento de ecosistemas (de innovación, emprendimiento, desarrollo e inclusión). Khanna no solamente nos habla de las grandes tendencias observables en el mundo asiático, sino, también, de los grandes proyectos relacionados con “la vieja y nueva infraestructura”, en marcha, que responde a los verdaderos cambios y misión estratégica que, lejos de observarlo como un “competidor global obsesionado contra Europa o Estados Unidos”, apuesta por su interior: la conexión colaborativa de una Asia interna a la que se unen casi 20 países (China, India, Euro-Asia, Asean…) a través de una infraestructura (“The Belt and Road Initiative”) que más allá de su ya importante en sí mismo, valor físico de conexión por carretera y ferrocarril más complementos fluviales, genera nuevos espacios, ciudades y áreas de desarrollo, clusterizando actividades a su paso y construyendo nuevos acuerdos no solo de comercio, sino de inversión transfronteriza y multi región, liquidez transfronteriza, espacios y distritos educativos, laborales compartidos. Todo un nuevo mapa complementario y compartido. En el pasado, la “Ruta de la Seda” vertebró toda una economía y civilización relevante, en los 90, ORESUND fue el proyecto europeo que superó la idea de un “simple puente” entre el rico noreste danés y el deprimido suroeste sueco…. Otros han entendido la forma de soñar un nuevo mega continente asiático por construir y se dotan de un hilo conductor considerado el “mayor programa de inversión coordinada del mundo”. Otros aspiramos, 40 años después de su aprobación y compromiso transeuropeo y con el gobierno español, contar con una infraestructura ferroviaria, mucho más que un tren, que supere el poli centrismo obligatorio, nos dote de un nuevo mapa sociológico y nos permita vertebrar una región europea acorde con nuestras necesidades y demanda social inclusiva. Hoy, en el contexto de un crecimiento limitado, tipos de interés negativos, pretendemos intensificar las tan necesarias infraestructuras integradoras, soporte de esa necesaria transformación que deseamos. Infraestructuras no solamente físicas, sino energéticas, inteligentes, STEAM, socio sanitarias, y digitales. Acelerar la transformación digital, la transición verde, la nueva economía azul, soñando un nuevo espacio de bienestar y desarrollo inclusivo.

La innovación y competitividad bien entendidas, la comprensión del impacto que puede tener en nosotros todo un mundo de megatendencias observables, la decidida apuesta por las estrategias esenciales que queremos acometer, pensando en las soluciones como oportunidad ante los desafíos y las demandas sociales, desde las fortalezas reales de nuestra sociedad, empresas e instituciones, nos llevarán a un futuro deseable.

“Auzolan”, procesos colaborativos, compromisos compartidos y soñar un futuro propio, en línea con la introducción del citado Informe de Prospectiva y Mega tendencias de Innobasque: “La capacidad de construir su propio futuro es lo que distingue a las sociedades capaces de generar un crecimiento y desarrollo sostenido frente a las que se limitan a responder ante los vaivenes de las circunstancias externas, en un mundo cada vez más incierto”.

Europa: campaña secuestrada

(Artículo publicado el 26 de Mayo)

Entre la multitud de papeletas que hoy depositaremos en las urnas, habrá una de color azul sobre la que muy pocos de los votantes contarán con la información y juicio necesarios respecto a lo que representa más allá de su etiqueta: Elecciones al Parlamento europeo.

Desgraciadamente, la concurrencia de diferentes y múltiples niveles institucionales a configurar (Ayuntamientos, Cabildos, Juntas Generales, Parlamento Foral navarro, Asambleas de Comunidades Autónomas…), su cercanía a las elecciones al Congreso y Senado español de incipiente constitución esta misma semana y pendiente aún de configuración de grupos, alianzas y designación del Presidente de gobierno, además de un desigual y confuso tratamiento informativo en los medios de comunicación, han relegado la única cita, de participación democrática en la construcción europea, cada cinco años. Así, la escasa oportunidad informativa y su consecuente desafección crónica nos alejan de sus Instituciones e impiden considerar su impacto en nuestras vidas, lo que agrava un claro secuestro de una potencial campaña electoral propia, en la que los candidatos elegidos puedan dar cuenta de lo realizado, exponer propuestas de futuro y pedir el apoyo democrático para realizar su trabajo. Una vez más, como si se tratara de pasar de puntillas, 1.725 candidatos (además de suplentes), dentro de 32 diferentes candidaturas aspiran a los 54 escaños (de 751) que corresponderán al Estado español, como uno de los 28 Estados Miembro de la Unión Europea. No es de extrañar, por tanto, que nos encontremos con participaciones de escasa representatividad como la de las últimas elecciones (2014) de un 42%, media de una elevada Bélgica (90%) y otros como Chequia con tan solo un 13%, o una Holanda en torno al 37%, por no citar a “nuevos jugadores de entonces” como Polonia y Hungría, en aquel tiempo, receptores de fondos y del apoyo especial, con un limitado interés por debajo del 25%. Desgraciadamente, un panorama como el descrito convierte en crónicos los problemas y desafíos de la Unión Europea en curso.

En mayo de 2014, en estas mismas páginas y columna, escribía, bajo el título “La Europa que quise y quiero”, recordando los principios fundacionales de la Europa de post guerra y la ilusión por reconstruir y reinventar un espacio derrotado, en crisis, apostando, desde la solidaridad, por lo que supone -ya hoy, pese a todo- el mayor espacio de paz, prosperidad, bienestar y progreso social a lo largo de este mundo desigual. Sin embargo, los europeístas convencidos no nos vemos reflejados en esta Europa empeñada en perpetuarse como un club de ejecutivos de Estado, burocratizado desde el viejo estilo diplomático del pseudo consenso limitante, que no incomode a nadie, repartiendo posiciones entre dos grandes familias desavenidas que distribuyen sus mandatos, cuotas y componendas en un ejercicio paralizante, desde una gobernanza ineficiente y alejada de quienes han de verse afectados por las decisiones (o la falta de ellas) que se trasladan. No es de extrañar, por tanto, que, de una u otra forma, partidarios o no de la Unión Europea como espacio común (deseado o no), planteen, de una u otra forma, su revisión, refundación o, en algunos casos, salir de la misma (Brexit, Grexit, Frexit …). No vale limitarse a culpabilizar de este sentimiento a los movimientos nacional-populistas (signifiquen lo que signifiquen según quien utilice el término), prescindiendo de una mirada auto crítica hacia el interior de la Unión, sus Instituciones, gobernanza, toma de decisiones y modelos de participación ciudadana, empresarial, de pueblos, naciones y diferentes stakeholders. La crisis europea es, por encima de todo, una crisis de democracia (www.ademocraticeurope.eu) y, no otro el principal enfoque a dar cara a rediseñar un nuevo futuro.

Mañana, conocidos los resultados, volveremos a repetir, una vez más, que Europa ha de ser permeable a los nuevos desafíos que el crecimiento, la igualdad, el desarrollo inclusivo y la competitividad exigen, desde una sociedad europea cansada de recetas equivocadas de austeridad mal entendida y sin éxito para las personas (empresas y gobiernos, también), que incrementa el desempleo y la distancia con los retos y cambios de las nuevas tecnologías emergentes y desde un grave y continuo desequilibrio regional. Insistiremos en una nueva orientación de esta Europa que no puede seguir sumida en la “irrelevancia” ante los jugadores externos que lideran ese “viaje hacia el este”, en el que China y Rusia abanderan nuevos liderazgos, o la “insignificancia” ante las políticas estadounidenses relegando los espacios y acuerdos preferenciales en favor de su nuevo multilateralismo, Estado a Estado. Una Europa que no puede continuar insensible a la realidad, dolorosa y compleja, de la emigración africana. Una Europa que no puede mantenerse paralizada, discurso tras discurso, sin enfrentarse a su propia transformación, que reclama un rearme ideológico y de valores, de compromisos y liderazgos compartidos, nuevas estructuras y modelos socio económicos (desde el humanismo, el desarrollo inclusivo, hacia el progreso social…), redefiniendo una gobernanza participativa (por compleja que sea) en la que todas las voces de pueblos, regiones, naciones, ciudadanos que la componen, sean actores (en verdad activos, determinantes y protagonistas) de sus propias decisiones. Una Europa capaz de anticipar un nuevo mundo y mercados emergentes, generadora de verdaderos espacios de innovación y desarrollo. Una Europa de futuro y no del pasado, por brillante y apasionante que éste haya sido. Una Europa que, en verdad, haga de la cohesión social y territorial su principal foco de atención, priorizando su dimensión social y no un discurso de convergencia económica (con probada concentración entre los países de estructura, tejidos y economías preexistentes similares, y no de la totalidad de regiones que conformamos este especial a la vez que complejo espacio, supuestamente, común).

En esta campaña secuestrada, agravada por las trampas del poder del Estado, con circunscripción única, desvirtuando la realidad cultural, territorial y de voluntades institucionales y políticas diversas (diferentes espacios políticos, institucionales, económicos, sociales, culturales) , en el marco electoral europeo de las reglas del pasado que siguen obligando a configurar grupos parlamentarios artificiales en torno a etiquetas que “unifiquen” representantes y partidos dispares por “comodidad organizativa” del funcionariado y de los gobiernos centrales, descafeinando lo que habría de ser un verdadero Parlamento o una Comisión (que se supone ha de hacer las veces de un gobierno Europeo), o los Consejos Europeos que se suceden como simples encuentros protocolarios y mediáticos de fines de semana, conformados por ejecutivos  estatales que defienden políticas internas propias lejos de desafíos europeos, ha desaparecido la oportunidad de controlar y repasar lo realizado, de confrontar ideas y programas y de ganar, poco a poco, la lucha contra la desafección de la población para con la Unión Europea y el proyecto por construir. El llamado déficit democrático sigue vivo.

Repasando las declaraciones, manifiestos, programas electorales de los diferentes candidatos, partidos y grupos, comparándolos con los del año 2014 en la anterior consulta electoral, encontramos escasas diferencias. Mismos retos, mismos reclamos, mismas críticas por superar. Hoy, hechos tan relevantes como el Brexit son un gran ejemplo del inmovilismo por superar. La propia participación del Reino Unido en estas elecciones con 73 representantes elegidos y que ,previsiblemente, abandonarán sus escaños en los próximos días o semanas y la nueva situación creada con una Europa a 27, no solo obliga a un nuevo estado de relación con el Reino Unido, sino que, a su vez, más allá de la consideración de procesos similares en el interior de la Unión, la recomposición de los “infraestados o espacios interiores y naturales” dentro de algunos Estados Miembro, lo que  exige una nueva manera de abordar la transformación del “viejo club”. La salida del Reino Unido supone, también, un nuevo mapa con el futuro de Irlanda (unificado o no), del próximo referéndum escocés deseando, mayoritariamente, permanecer en Europa. El torpe proceso negociador de salida no ha facilitado alternativas de espacios colaborativos de singular beneficio para todos. ¿Es esta la enseñanza para todos los europeos?, ¿existen oportunidades para nuevos caminos acordes con la voluntad democrática de quienes somos y queremos seguir siendo europeos, pero que no creemos que el club de la Unión sea sinónimo de la Europa deseable?

Desgraciadamente, la “campaña secuestrada” nos ha imposibilitado pensar en una nueva Europa y conocer, de verdad, lo que habríamos de esperar en estos próximos cinco años. Alejados de la No campaña en el Estado español, diferentes debates y foros,  así como contribuciones publicadas en otros Estados Miembro, los spitzenkandidaten (pre candidatos de las principales familias políticas a presidir la Comisión Europea y/o el Parlamento en función de resultados, coaliciones y acuerdos internos) sí nos han transmitido sus opiniones e intenciones demostrando diferencias relevantes en su manera e intención de abordar el futuro de Europa, en lo económico, social y político confiando en poder avanzar hacia una transformación profunda de los propios contenidos que deben ocupar al parlamento (mayor capacidad legislativa, control de la Comisión, derecho de iniciativa, intervención real en la redirección de los presupuestos, poniendo el acento en la Europa esencial y subsidiaria y no en una miscelánea de asuntos menores y distantes), avances, de una vez por todas, hacia la conversión de la Comisión en un verdadero gobierno y de los Consejos Europeos en Consejos europeos y no encuentros de representaciones particulares, alejados del verdadero espíritu europeo, sin el adecuado control democrático -previo- en su respectivos parlamentos origen. Debates en los que la “arquitectura del euro”, la política industrial y de competitividad, la cohesión social y la dispersión de fondos regionales, de empleo, sociales, etc. deben reevaluarse en función de los resultados reales obtenidos y no por indicadores de ejecución administrativa, proyectos interregionales que mitiguen las disparidades territoriales y la concentración de recursos en determinados centros (generalmente olvidando la periferia) que aumentan la divergencia. En definitiva, nuevos roles, relevantes para la vida y futuro de los europeos.

Con la esperanza de que en 2024 podamos acudir a las urnas sin los viejos papeles de hoy y con la ilusión de participar de una nueva realidad, acorde con los nuevos tiempos, desde la fortaleza de los valores y principios inspiradores de este largo y apetecible viaje, depositemos, hoy, nuestro sobre azul por una Europa viva, real e integradora y no solo un club de mayor dimensión que una al mundo como un tablero de confrontación entre cuatro grandes potencias en busca de su propio triunfo de suma cero. Hacia una Europa refundada, concentrada en lo esencial, compartiendo soberanía, superando su ya crónico déficit democrático, abordando los muchos y complejos desafíos de futuro.

Europa SI, pero desde nuestras propias decisiones, voluntades y proyectos compartidos.

Que hoy, las urnas, escuchen nuestras voces.

Desempleo y Desigualdad. Nuevos roles ante el desafío

(Artículo publicado el 12 de Mayo)

Tres de los negros nubarrones que afronta la sociedad: desempleo, desigualdad y, en consecuencia, el rol de los distintos agentes implicados en ambos, ocupan la atención mediática de la semana, en la breve tregua entre campañas electorales. Desafío nada novedoso, desgraciadamente, pero que obliga a explorar nuevas líneas de pensamiento, estrategias integradas de actuación y redoblados esfuerzos, si cabe, para su mitigación, por no decir, solución definitiva, que hoy se antoja remota.

La inevitable mala práctica de la publicación mensual de las tasas de paro, ocupación y cotizantes a la seguridad social, enturbiada por la escasa explicación y matices diferenciadores de información según sean de paro registrado, paro en relación con la actividad o EPA, no solo confunde, sino que da lugar a diferentes posiciones mediáticas, sindicales, políticas, empresariales, académicas o institucionales, reiterando datos fríos , y mismas soluciones a la espera de un “nuevo ranking” que desgraciadamente, no modificará de forma sustancial la realidad.

En esta ocasión, los grandes titulares partían de un mensaje positivo: “disminuye el desempleo, aumenta la ocupación y el número de cotizantes a la seguridad social”… pero, acompañado, de inmediato, de toda una batería de “matices”, desde diferentes ópticas, que no difieren, mes tras mes: “se crea empleo pero precario”, “resultados estacionales y un tanto artificiales”, “no reflejan la realidad del desempleo real”, “éxito o culpa del gobierno”, o “España carece de modelo económico”, “una España de camareros”, “los gobiernos liberales están consolidando una economía precaria”, “nuestras jóvenes generaciones mejor preparadas han de emigrar para encontrar un empleo y salario acorde con su cualificación”, “los señoritos que dirigen empresas millonarias se forran y los currantes sufren”, “la sanidad, educación pública y gobiernos deben incrementar plantillas y salarios para paliar el desempleo y la precariedad”, “las empresas no cumplen con su responsabilidad y no están creando empleo de calidad”, “han de acometerse reformas fundamentales”. De esta forma, la en principio, buena noticia, coyuntural, se ve rápidamente empañada por contundentes frases que llevan a una profunda preocupación: ¿Quién tiene razón? De una u otra forma todos y, uno por uno, afirmación por afirmación, ninguno. La realidad es que la tasa de desempleo en el Estado español se mida como se mida, es la segunda más elevada de Europa y la primera, si de paro juvenil se trata.

Más allá de la preocupación y ocupación que merece el empleo (y, sobre todo, su ausencia), ni hay una receta mágica, ni puede entenderse como responsabilidad parcial y única de nadie. El mercado de trabajo es un sistema complejo en el que múltiples jugadores además de todo tipo de variables y condiciones (propias y exógenas) terminan por definir. Mientras pongamos el acento en señalar culpables únicos (siempre los demás) no seremos capaces de superar la lacra del desempleo.

Si presuponemos que España tiene un modelo económico (buscado o existente, sin más), debemos concluir que es nefasto e ineficiente para generar un empleo estable, de calidad, acorde a las competencias y capacidades de la gente demandante de un trabajo. No cuenta con una oferta equilibrada geográficamente, por lo general irregular y en gran medida informal, bajo una dualidad perversa y desigual (pública-privada), inmersa en un sistema perverso de contratación y/o de formación-empleo, que exige una verdadera redefinición. Mientras las tantas veces anunciadas y no aplicadas apuestas por la economía verde o azul, por el turismo de calidad, por la economía productiva, por entender y gestionar  el impacto de “la uberización de la economía del futuro”, “la revisión de la esencia de los servicios públicos y su concepción no excluyentes de su complementariedad privada”, “la revisión de la privilegiada posición relativa del funcionariado”, “la recreación de los hoy mercados propios, excluyentes del poder político y sindical”, “la responsabilidad social del empresariado más allá de su cuestionado rol creador de empleo” se queden en declaraciones o acciones parciales y aisladas y no sean objeto de una profunda revisión desde la reflexión objetiva sobre su capacidad real de crear empleo inclusivo, de calidad y sostenible, seguiremos, mes tras mes, dando vueltas sobre el mismo debate, confiando en un escenario mágico que, algún día, sin saberlo, ni provocarlo, termine ofreciendo resultados.

No hay un solo gobierno en el mundo, sea del nivel institucional o color que sea, que no implante programas y medidas en favor del empleo. No existe empresa alguna que no aspire a crear empleo y no hay Escuela/Universidad que no pretenda la mayor y mejor empleabilidad de sus alumnos. Ahora bien, ¿cómo lo estamos haciendo?, ¿existe la coherencia entre nuestras aspiraciones con los políticos, objetivos, intensidad, recursos y compromisos en curso? Ciertamente NO. Su no solución lo demuestra.

De una u otra forma, todos nos adherirnos a una apuesta por un empleo digno y de calidad, con la mayor estabilidad y sostenibilidad posible, suficientemente retribuido y acorde con la cualificación, aspiración y necesidades de las personas. Ahora bien, ¿cómo crearlo y garantizarlo?, ¿cómo convertir nuestra aspiración colectiva en resultados tangibles?

Con este gran desafío de fondo, asistimos, día a día, a datos, informes, ejemplos que profundizan en las claves e impactos negativos que inciden en la alarma generalizada mencionada. Esta semana se anuncian nada menos que 6.000 rescisiones de contratos en la banca española. Dos entidades bancarias ejecutarán expedientes de rescisión, llamadas por comparación con otros trabajadores “EREs de Oro”, dirigidos a todos sus empleados mayores de 52 años. Este caso se une a los 90.000 despidos (y/o prejubilaciones negociadas) de la banca española desde el año 2008 con el inicio de la última crisis. La transformación digital, la alta concentración bancaria en “5 grandes jugadores globales” y “la creciente urbanización” explicarían estas decisiones en un momento en el que la banca española declara beneficios por encima de los 20.000 millones anuales. Beneficios imprescindibles para sostener el crecimiento viable de su actividad. El Banco de España, su principal regulador, se ha apresurado a señalar que son pasos aún tímidos y que el esfuerzo transformador deberá acelerarse o intensificarse hacia una modernización eficiente del sector. ¿Bajo qué modelo esperable de negocio y respuesta a su papel de servicio público e interés general?

Este anuncio coincide con una reciente publicación de la OCDE, “Skills Outlook 2019” (“Capacidades/Habilidades observatorio 2019”), en el que propone una serie de recomendaciones para abordar “el potencial de oportunidades que la transformación digital conlleva”, mitigando el impacto negativo y desigual que puede generar en industrias, países y personas. Para el caso de la economía española emite un mensaje desolador: “menos del 25% de su población, entre 16 y 65 años, está preparada para el futuro”, destacando que un 64% de los profesores necesitan reciclarse en cuanto a su formación en tecnologías de la información. Confiando en que el mencionado informe no responda a la realidad diagnóstica y esté lejos en contenidos y tiempos para ese escenario futuro que preconiza, no cabe, sin embargo, sino abordar un esfuerzo extraordinario de reforma en el sistema educativo y de aprendizaje, en el mundo laboral y su organización y, por supuesto, en un renovado y amplio sistema de protección social que acompañe un, en todo caso, complejo tránsito hacia nuevos futuros esperables. Recordemos, también, que la desigualdad creciente se ve condicionada, y agravada, por una serie de vectores como los cambios tecnológicos, la globalización y/o deslocalización de talento, inversiones y comercio, de la capacidad de acceso a la financiación “pagable”, a la propia arquitectura fiscal y los ya mencionados espacios de educación y mercado laboral. Vectores con incidencia variable según el tejido económico, social, político-institucional en el que se encuentre la persona-sociedad afectada. Retos a los que hemos de responder con la inevitable participación colaborativa de todos los implicados.

Hace tan solo un par de días (7-8 de mayo), se celebró en Boston la reunión anual de la “Shared Value Initiative” (Iniciativa mundial por el valor compartido empresa-sociedad), bajo el reclamo “Leadership: Delivering on the promise of purpose” (Liderazgo, cumpliendo la promesa de un propósito). Encuentro en el marco de un llamamiento creciente a los principales líderes empresariales para implicarse en un propósito extraordinario, más allá de la responsabilidad social de sus empresas, de sus objetivos y compromisos, con todos sus stakeholders, en la búsqueda innovadora de nuevos modelos de negocio co-creadores de valor empresa y sociedad respondiendo a las necesidades sociales. Búsqueda de modelos de crecimiento y desarrollo inclusivo. Propósito generador de una sociedad que apoye a las comunidades en que desarrolle su actividad empresarial a lo largo del mundo, al propio entorno, y al planeta en su conjunto, desde la capacidad y fortaleza única de su competencia y modelo empresarial. Propuesta ambiciosa a la vez que imprescindible.

Hace ya doce años que, de la mano de las primeras propuestas de Michael E. Porter y Mark Kramer, promotores de esta línea de pensamiento, este movimiento, se extiende a lo largo del mundo, con una fortaleza creciente. El propósito es real y constituye la pieza esencial de las estrategias de co-creación de valor (no como un añadido de reparto una vez logrado el beneficio empresarial, sino como conductor esencial e imprescindible en el diseño, formulación e implementación). La reunión de Boston ha puesto de manifiesto un compromiso real de todo un mundo de líderes comprometidos con el desafío. Grandes empresas al frente de la economía mundial, ONG’s, fundaciones con más recursos y activos que muchos gobiernos y países generadores de opinión… comprometiéndose con proyectos concretos, “haciendo camino día a día, construyendo un nuevo paradigma”. Amplio movimiento, que va influyendo e interactuando con múltiples iniciativas repensando y comprometiéndose en nuevos roles a jugar en el desafío global de la Sociedad. Así, en los próximos días, Bilbao será capital mundial de la inversión responsable en la III Edición del Biscay ESG Global Summit, encuentro de empresas e instituciones inversoras comprometidas con el medio ambiente, la sostenibilidad, los desafíos sociales desde las diferentes corporaciones. Ya en el nacimiento de la mencionada iniciativa “Shared Value”, Michael E. Porter señalaba como punto de inflexión la necesidad de convencer a los grandes inversores, financieras globales, del valor -también para ellos- de invertir en empresas con estrategia y propósito de valor compartido. En un rompedor informe en 2014, “How Banks profit by rethinking their purpose” (“Cómo hacer la banca rentable repensando su propósito”), con la participación de varios bancos punteros, repensaban sus estrategias y proponían diversos escenarios de transformación estratégica para reinventar la banca, la inversión y su interacción empresa-sociedad. Hoy, BlackRock, principal “banca de inversión global”, propone su inversión sostenible y afirma en su apuesta estratégica: “se trata de invertir en el futuro y en reconocer que las empresas que resuelven los mayores desafíos a los que se enfrenta la humanidad podrían estar mejor posicionadas para crecer. Se trata de promover nuevas formas de hacer negocios y de crear una tendencia que anime a más personas e instituciones a invertir en el futuro que estamos creando juntos”. En su informe “Sostenibilidad: El futuro de la inversión” afirman que, si bien en el pasado invertir en una u otra empresa o iniciativa suponía sacrificar VALOR a cambio de “valores”, hoy no es el caso. Hoy, y, sobre todo mañana, las empresas más rentables serán aquellas que hagan de sus estrategias de co-creación de valor y su respuesta, medible a los desafíos sociales, medio ambientales y de gobierno, el verdadero hilo conductor de su propósito. La banca hoy, toda industria mañana.

Quizás, paso a paso, con este imparable movimiento inconformista con la realidad observable, encontremos la manera de afrontar tan graves desafíos como estos que nos ocupan. Diferentes roles y responsabilidades, de unos y otros, en un marco de coherencia.

Elegir nuestro propio futuro: otro paso más

(Artículo publicado el 28 de Abril)

El atropellado anticipo electoral, ha venido provocada por ejes interdependientes en conflicto que han conformado, a su vez, las directrices de la campaña electoral: Catalunya como señal roja del mal llamado “hecho o conflicto territorial”; la insufrible corrupción galopante y descontrolada que ha permanecido en el seno de los partidos socialista y popular, sobre todo, con la sentencia condenatoria firme a este último; la evidente utilización de las “cloacas” y aparatos del Estado en beneficio particular de los partidos ya señalados, acompañada de una justicia bajo sospecha y, finalmente, la no superada crisis económica responsable de una desigualdad creciente. Cuatro hilos conductores de múltiples caras, necesitados de una transformación radical del Estado español, sus políticas, estrategias y gobernanza.

La campaña ha servido poco para motivar a una sociedad necesitada de ilusionarse y comprometerse en la construcción de su propio futuro. Las “viejas reglas del juego” no solo han excluido del debate general a representantes legítimos en las disueltas Cámaras, sino que ha facilitado una equívoca concentración mediática en torno a la distorsionada y falsa imagen de cuatro supuestos posibles presidentes de gobierno. Ninguno de los cuatro preseleccionados puede presidir un gobierno sin contar con el apoyo de los excluidos. Si los “independentistas y nacionalistas periféricos” somos causantes de la insatisfacción con el “modelo territorial” y algunos creen que no hay razón para revisar el modelo, cabría pensar que pasa con otras cuestiones que no parecerían afectar al desajuste: el que no funcionen los trenes en Extremadura, que Castilla la Mancha renuncie a sus potenciales competencias estatutarias, que las Conferencias Sectoriales con las Comunidades Autónomas sean una caricatura de la coordinación interinstitucional y sean meros intercambiadores de reproches inter partidos…, que la deuda del Estado con la Seguridad Social y el Pacto de Toledo sean un “nido de águilas” con todo tipo de despilfarros y negligencias como sus propias actas recogen, la “España vacía”, un inútil Senado y una insuficiencia en la financiación autonómica… por ejemplo. Así, lejos de la razonable  búsqueda de un diálogo abierto a la búsqueda de soluciones, se impone la “promesa” del aspirante Rivera de “eliminar a los enemigos de la unidad de España del Congreso y remitirlos al Senado de modo que los Constitucionalistas españoles podamos hablar de nuestras cosas”: Excluir la diferencia solo lleva a un resultado final: la salida, antes que tarde, de quienes no se sientan confortables en un Estado que, además, les trasmite un mensaje claro: NO es NO y NUNCA es NUNCA en una rotunda, negativa y excluyente  interpretación tanto de la democracia, como del propio ordenamiento constitucional y estatutario vigentes, alejado de la realidad sociológica en cada territorio. Bloque inmovilista del miedo a otras alternativas, ante el temor a una derecha con preocupantes tintes de retroceso y vuelta al pasado. Y, en medio, las “tres derechas”, de apariencia oculta e integradas bajo el viejo paraguas de la Alianza Popular de antaño, en su pelea particular por una reinvención o reacomodo. Ya en plena campaña, una de las perlas del líder de VOX no deja de tener su importancia: “Es más que probable que después del 28-A, la derecha tradicional desaparezca como sucediera con la UCD de Suárez…, y dé paso a un nuevo liderazgo y partido refundados”. Adicionalmente, las muestras de una voluntad y capacidad real de “regeneración democrática” no aparecen y el gran desafío mitigador de la desigualdad y la desafección se deja al azar, en la confianza de que la “magia exógena” termine resolviéndolo algún día.

Ante este panorama, anticipándonos a los resultados de hoy, merece la pena una breve reflexión apoyándome, también, en algunas lecturas, desde ópticas diferentes que la oportunidad vacacional de Semana Santa ofrece.

Por un lado, el sociólogo aragonés Ignacio Urquizu, se acerca a un posible “retrato robot del ciudadano medio español” (“¿Cómo somos? Un retrato robot de la gente corriente”), aportando interesante información desde su percepción inicial de lo que considera el abandono real de este inexistente ciudadano tipo del que sin embargo todos parecen conocer y hablar. Lo ha estudiado desde la realidad estadística observable y le lleva a razonar el porqué de resultados en apariencia sorprendentes en sucesivas votaciones desde el año 2011 hasta nuestros días, en las diferentes democracias europeas. Su detallado análisis le lleva a preguntarse por la tipología real del elector en los diferentes países para romper el simplista análisis qué, desde la distancia y desde percepciones predeterministas, ha llevado a tantos a a concluir que lo inesperado (para algunos) de los resultados, es fruto de los movimientos populistas, nacionalistas o ultras. Así, quienes apoyaron el Brexit o pretenden transformaciones radicales en el modelo de Estado, o desoyen los mensajes “estabilizadores” de las recetas de siempre, o no se sienten identificados con determinadas ideologías político-económicas de “probado éxito en el pasado”, o abogan con impaciencia por mayor velocidad en herramientas mitigadoras de una creciente desigualdad, o no se ven representados por academicismos pseudo intelectuales y culturalismo de izquierda, o quienes se ven empobrecidos o perjudicados como consecuencia de la globalización, padecen la crisis económica o el impacto tecnológico y cambios sociales, no estarían necesariamente equivocados, ni serían simples egoístas individualistas, insolidarios, xenófobos o localistas contrarios al progreso y futuro “normalizado y deseable” que habría de beneficiarnos a todos. La compleja realidad dista mucho de esta conclusión apresurada. Ni existe un ciudadano medio al uso, ni, en consecuencia, se da una confortabilidad homogénea. El ciudadano medio, más allá de estadísticas, es, además, cambiante a lo largo del tiempo y en función de sus circunstancias, reales o percibidas.

Y, de esta forma, el votante que hoy acude a las urnas varía, atendiendo a Belén Barreiro (“La sociedad que seremos”), según su encaje en lo que ella llama “sociedad cuádruple” que en una primera aproximación a una España tipo, post crisis e inmersa en una revolución tecnológica incierta, da lugar a cuatro grandes categorías: los digitales enriquecidos, los digitales empobrecidos, los analógicos enriquecidos y los analógicos acomodados. Cada uno de estos bloques genera una predisposición a un voto diferente más allá de otras segmentaciones tradicionales. Ideología, consumo, tecnología-afección en términos de calidad y expectativa de vida, llamarían a un respaldo u otro a según que partidos políticos y liderazgos, resulten creíbles y referentes para sus personales aspiraciones de futuro. Categorías más o menos identificables en el modelo español, al que añado el carácter plurinacional (real, al margen de su configuración político-administrativa actual) del Estado, generando una caracterología diversa que obligará a una mejor comprensión del votante en Euskadi, Catalunya y, sin duda, desde otras perspectivas, deseos de apropiación y grado de protagonismo esperable en su propio destino. Tan evidente en espacios territoriales e identitarios además de su particular sentido de pertenencia, lenguas, cultura y, sobre todo, voluntad de futuro (naciones diferenciadas) y, sin duda, también presentes, de una u otra forma, en los habitantes de las diferentes Comunidades Autónomas y municipios del Estado, con sus propios sentimientos, voluntad de pertenencia, compromiso colectivo y apetencias personales respecto de sus propias consideraciones y valoraciones del rol del Estado y su mayor o menor intervención.

La “nueva realidad” observable se parece poco a la ciudadanía corriente, a los apriorísticos “deseos” individuales del votante encasillado por un marketing electoral asignado y sí a una interacción aspiración-compromiso no asociable al uso. Nuevo “ciudadano corriente, real”, para el que no es menos relevante la consideración del líder potencial que habría de inspirar la necesaria confianza para depositar en él su representación para trabajar en línea con el futuro esperado.

En esta línea, la publicación estos días, desde una perspectiva empresarial y del management, por Mckenzie, de “El nuevo dilema del primer ejecutivo en las Organizaciones: El sufrimiento del corto plazo por los beneficios del largo plazo”, nos recuerda que las estrategias y sus resultados, exitosos, son fruto de acciones colectivas y no individuales y que su trabajo de hoy será base de los éxitos de otros, mañana, y de la necesidad de liderazgos de “luces largas” anticipando los inevitables cambios esperables en el largo plazo. Resalta la importancia de aquellos líderes que han sabido que su compromiso supone coser un nuevo eslabón al servicio del proyecto final y no su propia gloria cortoplacista. Por tanto, cuando mañana, día 28 revisemos el resultado electoral habremos de preguntarnos: ¿hemos elegido un gobierno que sacrifique las ganancias deseables y esperables de una sociedad plural diversa, heterogénea en un Estado distinto al actual, reinventado desde sus raíces diversas, reales , con diferentes aspiraciones y voluntades futuras, un nuevo estado de bienestar y desarrollo inclusivo o, por lo contrario, seguiremos con el deterioro de las recetas del pasado considerando inamovible un modelo económico, social, político y territorial cuyas consecuencias negativas e insatisfactorias posibilitan, simplemente, el no riesgo a la espera de que suceda “lo que tenga que pasar” cuando estén otros?

Si el votante y ciudadano medio no es ni quien era, ni lo que parecía, si los diferentes pueblos del Estado no se sienten confortables con un modelo que pide a gritos actualización y cambio, si la crisis económica ha aumentado la desigualdad (real o aparente), si el pensamiento económico único es insatisfactorio, si aumenta la desafección con las instituciones y se cuestiona una democracia infectada por las cloacas en que parece apoyarse y si la incierta revolución tecnológica obliga a toda una transformación radical, ¿no es momento de pensar en el futuro y abordar, para la sociedad, su Estado y su administración y gobernanza, el mismo consejo que damos a las personas, empresas y organizaciones: “innovación y conocimiento”, desde la riqueza de la democracia?

Hoy, podemos votar y elegir a nuestros representantes. Confiemos que no sea para volver al mismo escenario de partida sino otro paso relevante hacia un nuevo futuro.