(Artículo publicado el 29 de Septiembre)
La reciente disolución de las Cortes españolas con la consecuente convocatoria electoral tras un Congreso fallido y el cansancio generalizado de la población llamada nuevamente a las urnas, resucita el deterioro percibido en la ya crónica desafección con la política y el descrédito de los instrumentos institucionales encargados de los complejos desafíos de la Sociedad. Largos meses de desgobierno, incierta espera “política” de una sentencia sobre el Procés, la decisión y consecuencias finales sobre un BREXIT con o sin acuerdo, los más que evidentes anuncios recesivos en la locomotora económica europea, el tuiteo siempre sorpresivo y molesto del Trump de los aranceles, la competencia china y, sobre todo, la amenaza al boicot y embargo iraní bajo graves acusaciones no probadas con el temor a una respuesta bélica, son algunas de las preocupaciones que nos ocupan, siendo generadoras de emociones encontradas, debatiéndose entre sensaciones pesimistas u optimistas según el día y el interlocutor en cuestión. Asuntos que, de una u otra forma, están presentes en múltiples encuentros en la calle, conversaciones informales o foros de debate y análisis a la búsqueda de respuestas. ¿Es tan grave la situación como para una nueva crisis económica generalizada y global?, ¿habrá trabajo suficiente, digno y de calidad para las próximas generaciones?, ¿es sostenible nuestro modelo y estado de bienestar?, ¿vivimos tiempos prebélicos? Con mayor o menor incertidumbre real, una sucesión de dudas, preguntas y cuestiones similares pasan desde la inquietud natural inconsciente, hasta la obsesiva búsqueda de respuestas sin saber muy bien lo que haríamos con ellas en caso de confiar en el rigor de la respuesta recibida. Como siempre, afrontamos la cuestión en función del posicionamiento optimista y positivo o negativo y pesimista según el estado de ánimo en el que nos pille la interpelación.
Afortunadamente, disfrutar de un paseo otoñal como corresponde a la época y más si lo hacemos con relativa distancia física de nuestro entorno natural, sumidos en la melancolía, la bohemia y la caída de las hojas, propio de estos días, provoca un cruce de emociones las más de las veces encontradas. Así, en uno de estos paseos en el entorno privilegiado de Central Park, refugio en estos días del caótico impacto en el tráfico de Manhattan entorpecido más allá de lo habitual, por la concentración de delegaciones ante la Asamblea Anual de Naciones Unidas, con las calles tomadas literalmente por los cuerpos de seguridad, excesivos acompañantes familiares practicando turismo y shopping ajenos a los debates trascendentes, intentaba plantearme las preguntas mencionadas, acudiendo a los pensamientos de Søren Kierkegaard: “…Por eso prefiero el otoño a la primavera, porque en el otoño se mira al cielo, en la primavera a la tierra”. Un soplo de optimismo, de esperanza e ilusión que nos predisponga con espíritu positivo ante todo aquello que parecería hundirnos.
Así, si llegaba a Nueva York con la resaca de la disolución de las Cortes en España con el decepcionante fracaso -una vez más- del candidato Sánchez y su partido acumulando una nueva derrota de investidura, desaprovechando el “regalo” que le diera la mayoría, no parte del triunvirato de derechas, para censurar la labor del presidente Rajoy y su partido, con el encargo de convocar elecciones a la mayor brevedad posible y no el de reconstruir su partido a base de cargos de confianza, decretos ley no convalidables y compromisos, una y otra vez, incumplidos, para usarlos en nuevas y sucesivas “negociaciones”, no ha sido menor el impacto del clima político que invade Washington, de la mano de las revelaciones en torno a las relaciones del Presidente Trump y el presidente Zelinski de Ucrania, base de una clara intención de impeachment o destitución. Poder seguir en directo la comparecencia de testigos (nada menos que el Director en funciones de la Inteligencia Nacional de los Estados Unidos o del fiscal general) ante la Comisión de Inteligencia del Congreso y tener acceso a los documentos completos, desclasificados, que conforman la denuncia presentada desde funcionarios de la propia Casa Blanca, supone un contraste de gran magnitud, presentando dos enfoques de aproximación diferenciados sobre el valor de la democracia y transparencia aplicados para el control y, en su caso, juicio a un mandatario (en esta ocasión, el presidente de los Estados Unidos), y el polo contrario, observando la fragilidad que el intercambio de favores y el posible uso personal del poder ejecutivo pudiera suponer, en un país totalmente fragmentado en lo político desde hace ya demasiados años, en un elevado deterioro institucional, de credibilidad y a merced de la mayor o menor interpretación de las series televisivas que parecerían reflejar la realidad de un sistema de poder e intercambios claramente decadente y contrario a los intereses del servicio público. “We the People…”, (“Nosotros el pueblo…”) como recoge el preámbulo de su Constitución, son el poder real y depositarios de la verdadera soberanía y capacidad de elección y decisión. Delicadísimo asunto que nos ocupará e impactará en las próximas semanas y meses. A la vez, en el marco de la Asamblea de Naciones Unidas en Nueva York, como si viviera ajena a su país-sede acogida, su agenda ha incluido, entre otras muchas cosas, la evaluación de los objetivos de desarrollo sostenible, que ha pasado un tanto desapercibida. Si por un lado la Imperative Social Progress Initiative hacía público su ya conocido y relevante Índice Global de Progreso Social con la buena noticia de que el progreso social avanza, año a año, atendiendo a las mediciones comparadas por el citado Índice, a lo largo del mundo, observando actitudes, herramientas y políticas en curso, favorables al progreso e impulso de una gran apuesta, no solamente facilitadora de una mejor comprensión de la realidad y de las palancas y práctica en uso promoviendo mejores resultados al servicio de las personas en diferentes comunidades, orientando las soluciones hacia una mitigación de la desigualdad y a favor del desarrollo inclusivo. Desgraciadamente, esta buena perspectiva, de avance, paso a paso, venía acompañada de la mala noticia anunciada en el proceso de evaluación de Naciones Unidas respecto de sus propios objetivos fijados en su momento para el año 2030: Sus metas y resultados prefijados no se alcanzarían, actuando conforme a lo previsto, antes del año 2072. Buenos objetivos, cada vez más asumidos a lo largo de todo el mundo y que, sin embargo, no invitan a esperanza alguna con un horizonte como el que se ofrece. No es cuestión de esperar y/o continuar haciendo lo mismo, con los mismos recursos e instrumentos y políticas, y los mismos objetivos y medios.
Y, de esta manera, aunque pudieran parecer casos de escasa relación o interdependencia y de menor rango de prioridades y alcance, volvemos al otoño electoral próximo en donde contemplamos a los mismos protagonistas, los mismos no programas del pasado reciente y limitadas ofertas de escasa relevancia, menor interés y nula ilusión de futuro. Aquellos que no han sido capaces de cumplir con su trabajo mínimo tras las elecciones, concurren a las mismas sin novedad alguna, sin evaluación de su trabajo, confiando en que el azar traiga nuevos resultados y soluciones a la compleja demanda de la sociedad, ansiosa de contar con un proyecto compartible de futuro. Escenario de candidatos que prometen no hacer nada diferente a lo que han hecho hasta ahora, ni una sola idea creíble sobre un nuevo modelo de bienestar, nada sobre el viejo discurso de la economía productiva alternativo al monocultivo turístico, nada sobre una respuesta al mal llamado conflicto territorial y una negativa vuelta a la centralización, más jarabe de “155” para Catalunya y café para todos con independencia de las aspiraciones de la gente. ¿Condenados a la parálisis?
Siempre habrá alternativas a la realidad observada y a las decisiones propuestas y aplicadas. La complejidad, los nubarrones en el horizonte, han de dar paso a nuevas ideas, proyectos, compromisos y logros. El otoño no es sino como el arte de vivir, cambiar las hojas sin perder las raíces. No tenemos respuestas categóricas para un mundo incierto. Solamente la voluntad de recorrer el camino, cambiante, día a día, hacia nuevos sueños e inquietudes.