(Artículo publicado el 5 de Marzo)
La semana nos ha traído un par de noticias positivas a la vez que agridulces, interrelacionadas mucho más de lo que pudiera parecer a primera vista, vinculadas con nuestro futuro y bienestar. El anunciado «Acuerdo Político y Técnico para el acceso de la alta velocidad ferroviaria a las capitales vascas» y la «destacada posición del País Vasco entre las regiones más competitivas de Europa y a la cabeza del Estado español».
Sin duda alguna, las noticias anteriores son positivas en sí mismas y parecerían una invitación a la alegría y satisfacción. Vayamos por partes. El que una infraestructura considerada estratégica para nuestro País (al igual que para Europa y España) vaya adelante es de gran importancia. Desgraciadamente, si recordamos que el «Acuerdo Interinstitucional» para su construcción, calificado como la primera interconexión transeuropea, data de 1987, que no solamente se acordó su realización, sino la modalidad colaborativa, co-financiación vía Cupo y el compromiso político, de conectividad, dotación de un modo vanguardista (entonces) de transporte, una apuesta por la reactivación y desarrollo económico y regional, soportado en un compromiso económico-financiero, así como su impulso regenerador urbanístico y de la Ordenación del Territorio, y que hoy, 30 años después, sea objeto de un «nuevo Acuerdo, ejemplo de cooperación y compromiso del Gobierno Central con el Gobierno Vasco», (que en las desafortunadas palabras del Ministro español, Iñigo de la Serna, «es un simple pistoletazo administrativo de salida»), además de no venir acompañado ni de un cronograma, que emita señales subliminales de su ejecución no antes del 2023 para culminar tan «estratégico» proyecto, no puede sino generar enorme decepción unida a una incertidumbre tal que empieza por no contar con presupuestos reales asignados y garantizados, ni con apuesta alguna por acelerar su ejecución, ni proyecta voluntad alguna de generación de empleo, ni nuevas fuentes de innovación y revitalización de nuestro desarrollo, en un momento en el que estamos tan necesitados de proyectos de futuro con impacto visible hoy. En el mejor de los casos, la buena noticia se producirá nada más y nada menos que 40 años después de su lanzamiento. Desgraciadamente, resulta decepcionante comprobar cómo lo que se comprometió, se calificó y califica de estratégico -entonces y hoy- (sobre todo para Europa y Para España) se ha utilizado como instrumento unilateral de castigo, o de negociación condicionada a las necesidades temporales del partido de turno en el gobierno español.
De esta forma, en el mejor de los casos, nos situaremos a la cola de quienes acceden a un ferrocarril moderno, de altas prestaciones. Si, además, Navarra queda orillada e inconexa, el asunto se agrava como veremos más tarde, más allá de la voluntad «nacionalista vasca» que algunos mantenemos.
Y aquí enlazo con la segunda noticia agridulce: el índice de Competitividad Regional Europeo publicado esta semana por la Unión Europea.
Por tercera vez en su historia, la UE publica un índice Regional de Competitividad que pretende trasladar los habituales y conocidos Informes de Competitividad Global que a nivel estatal «nacional» elabora, publica e impulsa el Foro Económico Mundial. Afortunadamente, cada vez son más los esfuerzos por llevar a los ámbitos no estatales, regionales y de ciudades, el verdadero espacio de concreción de la Competitividad. Sin embargo, sus limitaciones son aún enormes empezando por la escasa y no homogénea estadística disponible, la variabilidad del espíritu que rodea a las encuestas cualitativas y de opinión empleadas en la configuración de indicadores y resultados, la excesiva variedad y dispersión de fuentes empleadas y la propia dificultad en las definiciones esenciales del Informe: desde lo que ha de entenderse por la «Competitividad de una Región» (cuestionable definición del Informe: «La Competitividad Regional es la habilidad de una región para ofrecer y atraer un entorno sostenible para las empresas y sus residentes para venir y trabajar»), la diferencia de las NUTS (las entidades territoriales y regionales que sirven de base para la delimitación de las 263 regiones europeas que compara), la cualificación funcional o política o dimensional que han de cubrir para su agrupación y, por supuesto, los diferentes indicadores que utilizan.
Así, la satisfacción de observar que el País Vasco está en el Grupo de Cabecera y es la primera del Estado (ligeramente por detrás de Madrid, si bien el propio Informe «excluye» de la consideración relevante a las regiones-capital estatales por razones diversas que distorsionan su comparación, pese a aplicar todo el modelo y concluir que «el Gran Londres» sería la número uno, precisamente en pleno BREXIT) situándonos por encima de la media Europea y en el pelotón de cabeza, se ve empañada no ya por el lugar que ocupamos en el total europeo (nada menos que la 119 de 263), sino al observar su débil puntuación en algunos de los pilares que componen los once bloques o pilares de la competitividad para los 74 indicadores utilizados. Si bien el tema no va de rankings, conviene repasar algunos de los indicadores y constatar elementos que no parecen dejarnos excesivamente bien situados si la comparación la hacemos respecto de los líderes europeos. Empecemos destacando nuestra estupenda puntuación en materia de Salud (12 de 263) y Educación Superior y permanente o continua (30 de 263), si bien ambas se ven minimizadas por su «aplicación» en cuanto a factores clave para la eficiencia y la innovación, espacios de futuro a lo que se supone han de evolucionar las regiones una vez superada la dotación correspondiente a la «Dimensión Básica» exigible a toda la región europea con aspiraciones relevantes. (En todo caso, viene bien constatar la extraordinaria valoración de los logros obtenidos en tan relevantes áreas en las que nuestro País se ha volcado a lo largo del tiempo en beneficio de nuestras empresas, Instituciones y ciudadanos). Pero dicho esto, conviene mirar hacia dentro del modelo y observar aquellos elementos que nos penalizan. Entre ellos sobresalen aquellos indicadores que, dadas las dificultades del estudio, incorporan datos estatales y no regionales. Así, la Estabilidad Macroeconómica se supone que es igual para todas las regiones de un mismo Estado y se nos aplica la puntuación de España, a la cola europea (24 de 28), las infraestructuras (189 de 263) debido, sobre todo, a que en su medición tienen el máximo peso los aeropuertos internacionales y sus conexiones intercontinentales y el número de kilómetros de ferrocarril de Alta Velocidad. De igual forma, la eficiencia del Mercado Laboral (alto nivel de desempleo, movilidad, adecuación formación-empleabilidad, y la, en este caso, nula calidad de los servicios públicos de empleo, fondos de formación continua…) y la Educación básica (medida conforme a PISA, fracaso escolar y otros apartados, también, aplicados con carácter general y no diferenciada atendiendo a la valoración del Estado). Es decir, un híbrido en el que en aquellas «funciones» del Gobierno Central y del «Modelo Marca España» hipotecan un futuro diferenciado. Una vez más, recordemos aquí que las demandas de autogobierno (en versión light) no son cuestión de reclamos secesionistas que «poco tienen que ver con la preocupación real de la gente» que dirían políticos, tertulianos y comunicadores pro centralismo y unidades mal entendidas.
Así, cabe insistir en la relevancia estratégica de nuestra «Y vasca» y, por supuesto, de la capacidad y ejercicio de autogobierno al servicio de aspiraciones y estrategias propias. Adicionalmente, al mencionar con anterioridad a Navarra, conviene señalar que en la «definición conceptual de regiones» empleada en el índice mencionado, se limitan tamaño de mercado, eficiencia laboral, satisfacción empresarial y capacidad innovadora por la no integración en «áreas funcionales mayores», por lo que el no desarrollo compartido, natural, País Vasco + Navarra, impide una eficiencia mayor en un nuevo espacio de bienestar y competitividad desde clusters lógicos (Salud, Bio-Ciencias, Educación, Automoción, Energía, Alimentación, Turismo, Energía, Industria 4.0) y la conectividad e Infraestructura en beneficio propio. Por no citar nuestra otra vecindad del otro lado del Pirineo. De esta forma nuestras comunidades Forales se ven penalizadas ante su falta de «integrabilidad vecina», demandada por cualquier ecosistema socio económico que se precie.
Por tanto, tras destacar el valioso esfuerzo y acierto de nuestros Alcaldes y Gobierno impulsando infraestructuras estratégicas, más allá del reconocimiento debido, hemos de poner el acento en nuevos pasos. Máxime si leemos en estos mismos días un nuevo Informe del Mckinsey Global Institute dedicado a las Infraestructuras en el que se aborda una nueva revolución productiva reinventando la industria de la construcción, mitigando gaps en las principales infraestructuras, promoviendo el desarrollo territorial e imaginando un futuro digital (4.0) implantado en este mundo motor del empleo, la conectividad, el desarrollo económico y el bienestar.
La Y vasca, su conexión transeuropea y con España y Portugal, la reconfiguración de una nueva Euskal Hiria-Ciudad Vasca integradora de los diferente territorios, los nuevos espacios de valor tanto en las capitales como en otras poblaciones relevantes en el proyecto, la capacidad generadora de empleo y de nuevas oportunidades de actividad económica, la regeneración urbana y espacios públicos que aporta, la mejora ambiental sostenible, la reducción de la contaminación, los ahorros en energía y todo tipo de costes asociables al transporte, el ahorro de tiempo (utilizable también para la tan generalizada demanda de vida, ocio y conciliación familiar) no es un simple proyecto o una infraestructura meramente física. Más allá de sus funcionalidades específicas, supone un profundo espacio de oportunidad y bienestar.
Nos ha costado mucho llegar hasta aquí. Necesitamos redoblar esfuerzos tras los muchos pasos pendientes.
Quedémonos con lo positivo de las noticias comentadas y redoblemos esfuerzos para superar las penalizaciones y debilidades que suponen su parte amarga. Como siempre, trabajemos hacia el dulce sabor de un futuro propio y mejor. Está a nuestro alcance.