(Artículo publicado el 19 de Enero)
Uno de los debates esenciales que recorren el mundo, es el de la desigualdad y su espacio de solución a la búsqueda de nuevas estrategias y políticas al servicio de la prosperidad y el desarrollo inclusivo sostenible, alcanzable tan solo desde un esfuerzo y compromiso con el valor compartido empresa-sociedad y procesos colaborativos público-privados.
La complejidad creciente de los desafíos a los que nos enfrentamos exige soluciones, igualmente complejas, huyendo de respuestas simples o recetas del pasado cuyos resultados no permiten valorarlos como suficientes para el logro de los objetivos que se suponía perseguían. La reciente y profunda crisis de la última década, ha acentuado el malestar generalizado y los modelos de crecimiento económico que han arrastrado determinadas políticas públicas de aplicación indiscriminada, dando lugar a su amplio cuestionamiento. Hoy, sin duda, en el fondo subyace un gran debate ideológico que más allá de las palabras y las posiciones desde las que se aborde, ha de confluir en un buen número de conceptos compartibles que habrán de guiar los caminos y estrategias de futuro. Así, el mundo de hoy parecería buscar nuevos caminos de confluencia entre quienes se aproximan a él desde el fracasado extremo estatalizador puro del socialismo/comunismo en una necesaria reinvención de la social democracia, que ha pretendido su adecuación a los desafíos socioeconómicos de las últimas décadas, y desde el otro extremo, partiendo del capitalismo cuya reinvención exige ir mucho más allá de las políticas de economía social de mercado que la postguerra europea, principalmente, ha transitado. Esta interconexión ha aportado, en términos “globales”, beneficios considerables, extrayendo grandes poblaciones de la pobreza extrema, incrementando niveles de salud y bienestar de amplio espectro, generando riqueza y empleo y, una apertura considerable en la interdependencia global alcanzando profundos cambios, tecnología e innovación al servicio general. Ahora bien, dichos beneficios han resultado desiguales en su reparto, no han favorecido la movilidad social intergeneracional deseada y se han anclado en una percepción de incredulidad y desapego a la gran mayoría de los principales actores del sistema: gobiernos y agentes políticos, sindicales, económicos y sociales. Escasa credibilidad que se ve amparada en un “confortable” autoaislamiento justificativo en el que nos situamos como individuos al amparo de una frase que parecería exculparnos de compromiso y responsabilidad personal alguna: “Nos han engañado y nos han robado nuestro futuro”.
Hoy, a lo largo del mundo, se dan por ciertos, matices, modelos y, posicionamientos previos aparte, una serie de puntos críticos: la globalización como mantra incuestionable no ha sido gratuita y ha dejado en el camino a demasiada gente, países y regiones, empresas, empleo y proyectos de vida, a la vez que ha concentrado beneficios en un reducido número de ganadores, mientras aquellas soñadas “cadenas globales” que se convertían en único referente, se transforman en nuevas cadenas regionalizadas a medida que el impacto local es cada vez más relevante en nuestras interdependientes y compartibles vidas (sean empresariales, de gobierno, comunitarias o personales). El sustrato del nuevo paradigma del tránsito del crecimiento como objetivo conductor hacia un desarrollo inclusivo, progreso social y sostenible, provoca todo tipo de movimientos en torno al doble impulso de la reinvención, ya sea del nuevo capitalismo, de una nueva economía social de mercado o de un nuevo modelo de social democracia, con más o menos peso de la economía “de mercado”, o “del intervencionismo público” en función del rol y compromiso que asuman las empresas, los gobiernos, los agentes sociales y la sociedad civil, siempre bajo los objetivos prioritarios de la solución a las demandas y necesidades sociales, desde la óptica del progreso social y la erradicación de la desigualdad. Los ejes conductores cambian y las apuestas estratégicas van mucho más allá de meras referencias lingüísticas o etiquetas propagandistas con vocación descalificadora conforme a reclamos particulares.
De esta forma, sea cual sea el espectro de partida, estamos inmersos en un apasionante (e inevitable) proceso de transformación desde un “nuevo mapa para la prosperidad y el desarrollo inclusivo” que persigue estrategias integrales e integradas orientadas a las personas, sus demandas, necesidades y aspiraciones, con la reformulación de ejes de glokalización (y no de globalización uniforme), de competitividad y progreso social (y no de competencia excluyente con prioridad en el EBITDA), de generación de riqueza (pre, durante y post distribución) a cuyo servicio juegue una renovada arquitectura fiscal y financiera (identificando con claridad personas y sus condiciones, nuevas clases fiscales con diferentes fuentes reales de ingresos) y una realista transición hacia las llamadas “nuevas economías” verde (ecológica y cambio climático), azul (océanos y agua), digital (revolución 5.0), y, sobre todo, desde un verdadero ejercicio para repensar el futuro del empleo y la, de una u otra forma, Renta Universal (independiente de contar o no con un puesto de trabajo). Esta transformación en curso solo será posible con un claro ejercicio de corresponsabilidad y compromiso, reforzando y reinventando instituciones democráticas, dotándonos de nuevas estructuras de gobierno y gobernanza en todos los niveles de gobierno y administración. Reinventar dichas estructuras al servicio de la estrategia y no “n estrategias parciales e incompletas” con las viejas estructuras decimonónicas previstas para otros tiempos, objetivos y roles. (“Hacia un nuevo mapa para la prosperidad y el desarrollo inclusivo” – Enovatinglab).
Proceso complejo en un contexto geopolítico más que incierto y turbulento con un mundo descontento, desorientado, rodeado de riesgos y con pesimismo respecto de la autoridad, credibilidad y liderazgo que llevan a más de uno a preguntarse, según el lugar en que se encuentre y el asunto que le afecte, ¿quién nos gobierna?
Precisamente en este contexto, la próxima semana (21-24 enero), el World Economic Forum (Foro Económico Mundial) celebrará su conocida cita anual en Davos-Klosters (Suiza). Se trata de su 50 edición. Klaus Schwab, fundador y director durante estas cinco décadas, presenta esta edición como propia de “un estado de emergencia” en el que la sociedad exige de líderes y plataformas como ésta, respuestas transformadoras, desde su potencia demostrada como espacio de diálogo y conversaciones multilaterales entre su variadísima y cualificada representación reuniendo al mayor número de presidentes y gobiernos (175 países), organismos internacionales (40 con la ONU incluida), “jóvenes transformadores” en los 5 continentes, empresarios y directivos de las empresas líderes mundiales, “agitadores sociales” de reconocido impacto, etc. en torno a agendas relevantes y trabajadas con rigor desde múltiples ópticas, intereses, responsabilidades y espacios de conocimiento y ocupación. WEF-Davos, plataforma think Tank “para mejorar el mundo”, facilita el contexto y el espacio neutro para el diálogo, conocimiento y contraste, de ese nuevo mundo demandante (empresas, gobiernos, sociedad) que permita recorrer nuevos caminos. A Davos llega el esfuerzo de miles de personas que, desde diferentes grupos de trabajo, han analizado los principales retos y riesgos globales que nos aquejan, la necesidad de abordar un nuevo “espacio y modelo de desarrollo inclusivo desde y para todos los implicados (stakeholders)”, los principales líderes de los llamados “nuevos futuros” (futuros saludables, salvar el planeta, nuevas empresas y nuevas respuestas sociales, nuevas actitudes ante una geopolítica compleja, una economía diferente y justa, la tecnología para el bien común, el futuro del trabajo digno, decente, formal). Ni recetas mágicas, ni pensamiento único, ni imposición alguna. Plataforma de información, conocimiento abierto y compartido, preocupaciones diversas en busca de respuestas, rigor de análisis y prospectiva y mensajes de compromiso (individual y colectivo). Un esfuerzo colaborativo que pretende, en esta ocasión, aportar un enfoque de síntesis en los roles a desempeñar por los diferentes agentes: “Stakeholders Responsibility” (la Responsabilidad de todos los implicados y grupos de interés ), que hacen suyo el Manifesto 2020 con una especial llamada y al mundo de la empresa (entendiendo que es quien cuenta con los mayores activos y capacidad transformadora desde el reenfoque de sus modelos de negocio a satisfacer las demandas sociales), a los diferentes gobiernos para profundizar en su liderazgo largo placista, más allá de su papel de estricta administración, asumiendo los riesgos y compromisos necesarios para afrontar conflictos reales, fortalecer la democracia, afrontar con decisión firme los desafíos reales a los que nos enfrentamos.
En esta línea, estos días, precisamente esta semana, como aperitivo introduciendo el debate, se ha hecho público su Informe “Global Risk 2020”: An unsettled World”, recogiendo los resultados de su encuesta anual (1500 lideres a lo largo del mundo) sobre los riesgos globales, su percepción de impacto en la sociedad, su sentido de urgencia y expectativa de respuesta adecuada y el rol esperable de cada uno de los distintos agentes implicables, así como de cada uno de los entrevistados y sus organizaciones. El Informe es particularmente tajante con la “imposibilidad” de esperar a que se despejen incógnitas o sean “otros” quienes ofrezcan soluciones, o se deje que el tiempo y los “ciclos” permitan volver a la “normalidad” ya conocida. El mundo no puede esperar y hemos de asumir la compleja y turbulenta “nueva normalidad” en este mundo inestable que nos toca vivir, condicionada por el contexto geopolítico y geoeconómico en el que estamos insertos. Economía, demografía, medio ambiente, tecnología, salud, educación, aspiraciones personales y colectivas, así como situaciones de conflicto y bloqueo, obligan hacer nuestra la acción colaborativa de todos los “stakeholders” (implicados y grupos de interés, todos) focalizados en un propósito compartible, adaptable al contexto real observable. Un nuevo mundo de turbulencias, en continua agitación y cambio, en constante modificación de fronteras político-administrativas del pasado, necesitando de nuevas alianzas y estructuras o sistemas de multilateralidad, necesitado de entender, medir y programar las consecuencias e impacto reales del cambio climático, la nueva no frontera entre industrias y empresas acentuada por la revolución de la digitalización. En este Informe, destacan el peso geopolítico y la “reinvención económica”, interconectados con las consecuencias, preocupaciones e impactos ecológico-climáticos, así como los sistemas de salud y el trabajo del futuro como vectores conductores de igualdad y bienestar.
Cincuenta años después del nacimiento del World Economic Forum, iniciativa compartida público-privada, su director, Klaus Schwab, afirmaba cómo, echando la vista atrás, constata que muchos pueden pensar que de una u otra forma, los retos de hoy son asimilables a los del pasado, si bien hoy, incertidumbre y complejidad, son excesivamente mayores. Esto es, a su juicio, lo que da mayor valor, si cabe, a un lugar de encuentro desde el análisis y prospectiva rigurosa, compartida entre todos los actores que han de condicionar los resultados. Hace 20 años, surgió “en paralelo” un “contra Davos” como “Foro Social” alternativo. Algunos entendían que economía y sociedad eran líneas separadas y separables. Afortunadamente, el tiempo y la realidad han venido a demostrar lo obvio: políticas económicas y políticas sociales; Empresa, Gobierno y Sociedad, son inseparables. El mundo es demasiado complejo y nuestras aspiraciones ilimitadas como para pretender soluciones mágicas por generación espontánea, o desde actuaciones individuales, o limitadas a los intereses de unos u otros, aprender con y de los demás, compartir valor entre todos y avanzar afrontando retos como oportunidades y fuentes de solución, exige compromiso responsable convergente. Las respuestas no son simples, pero nuestras preguntas iniciales sí: ¿Qué podemos aportar cada uno de nosotros al logro de los desafíos de nuestra sociedad?, ¿cuál es el impacto de nuestras actitudes, actuaciones y contribución al esfuerzo comunitario y colectivo?