Letta, Draghi, OTAN, Ucrania, migración, ampliaciones y nuevos jugadores… ¿Brújula, mapas o GPS para nuestra nueva Europa?

(Artículo publicado el 23 de Febrero)

El Consejo Nacional de Inteligencia de los Estados Unidos, publicaba en marzo de 2021 su Informe “Tendencias y Riesgos globales para el horizonte 2040”. Un mundo más contestado… y, a modo de contraportada incluía una frase del fundador de su Oficina de Prospectiva, Sherman Kent: “La inteligencia no clama por la infalibilidad de sus profecías. Sostiene, simplemente, que las respuestas que ofrece están basadas en la máxima profundidad y objetividad de su conocimiento y estimaciones cuidadosamente consideradas”.

En esos mismos días, el Consejo y los 30 jefes de Estado miembros de la OTAN, celebraban-fijaban sus análisis y posiciones para el 2030.

De ambos hechos, análisis, previsiones, compromisos y declaraciones públicas, se desprendía, sobre todo, el compromiso de todos sus miembros con su voluntad y consideración de formar parte de la Organización más exitosa en el mundo, para garantizar la seguridad, paz y prosperidad (en aquel momento, decían) de un billón de personas. Uno y otro informe, tanto en su “más profunda consideración y compromiso, objetividad y conocimiento”, abordaban los riesgos globales que amenazaban al mundo, así como, sobre todo, las apuestas estratégicas para superarlas. Unos y otros abanderaban el máximo apoyo a Ucrania para su ingreso en la OTAN, el absoluto rechazo a Rusia por sus políticas, acciones bélicas, no democráticas y de máximo peligro para la democracia, paz y libertades: defendía, con fuerza, la integridad territorial de Ucrania, Georgia, Moldavia… y todo un amplio mapa del “Atlántico Norte”, considerado esencial para la democracia, la seguridad, la paz y la prosperidad. Advertían de los riesgos extremos que aquejaban la convivencia y modelos de vida elegidos e implementados en los últimos 80 años.

Hoy, unos pocos años después y dentro del marco temporal estratégico de dichos análisis y compromisos, pareceríamos afrontar escenarios distintos que ponen en peligro, aquellos principios que nos llevaron, entre otros, tanto en Europa, como en el seno de la NATO, como en los Estados Unidos y al mundo en general, a apoyar esa “doble victoria” que Ucrania pretende lograr, tras una injustificada agresión, el dolor y tragedia de su población y el destrozo de su presente: restablecer la paz ganando la guerra en la que les metió el invasor y reconstruir una visión hacia una nueva estrategia de prosperidad.

Así las cosas, Europa (no solo la Unión Europea) se ve directamente interpelada, siendo múltiples los grandes frentes que ha de afrontar, a la vez, en un marco de excesiva complejidad y que, lógicamente, no depende solamente de ella. Europa es y será jugador imprescindible y de máxima labor de liderazgo para el futuro de Ucrania y todo lo que supone, en términos de paz, democracia, seguridad y prosperidad social y económica. En todo aquello que influirá en los países próximos y en el proceso de ampliación europeísta en curso que, sin duda, exigirá medidas especiales aceleradoras de sus respectivas adhesiones (ya sea directamente en la Unión Europea o en espacios transitorios vía EFTA o similar) en un momento que la propia Unión Europea ha de afrontar una radical transformación de su gobernanza, de sus procesos pendientes de integración plena de naciones y regiones más allá de la “uniformidad de los actuales Estados Miembro”, en un doble marco extraordinariamente demandante: La buscada “autonomía estratégica europea” en competencia de bloques con Estados Unidos de América y China y su estrategia de prosperidad y competitividad.

De esta forma, más allá de los Informes Letta y Draghi que han perfilado la esencia de la “Brújula de la Competitividad para la Unión Europea”, o el proceso en curso del “futuro de Europa” que parecería desdibujarse por momentos tras el laborioso e interno debate generalizado llevado a cabo y base del Plan de Gobierno de la recién constituida Comisión Europea.

En estos días asistiremos a la aprobación y presentación “definitiva” de la estrategia para la prosperidad, supuestamente, concreta, traducida en planes, programas y presupuestos, cuidando y comprometiendo la creación, también, de órganos e instrumentos para su gobernanza. Ya la comunicación de la Comisión al Parlamento Europeo, al Consejo, al Comité Económico Social y al Comité de las regiones del pasado 29 de enero, anticipaba el amplio y ambicioso proyecto y camino a recorrer con una larguísima programación de al menos 40 grandes planes, proyectos y acuerdos de variadísimas intervenciones a “realizar o poner en marcha con concreción operativa” a lo largo de 2025-2026. Sus buques insignia comprenden estrategias “innovadoras” para el emprendimiento y nuevas empresas emergentes de máximo nivel, actas de la innovación, de un nuevo espacio europeo de investigación, la definición y promoción de Factorías de la Inteligencia Artificial aspirando a no dejarla en manos ni de China, ni de los Estados Unidos de América, el Plan de Desarrollo de la Supercomputación, la estrategia cuántica, estrategias de la Bioeconomía y las Ciencias de la Vida, de los Materiales Avanzados, del Espacio y su economía, de las Redes Digitales, de una Energía asequible, segura, sostenible, Electrificación (interconectada, desconcentrada y segura), redefinir y concretar las Ayudas de Estado y repensar las normas de Competencia escasamente adecuadas, hoy, a las intervenciones inevitables de sus propias políticas en su ánimo de crear gigantes empresariales, líderes mundiales, cadenas globales de valor y referentes mundiales. Compromisos imprescindibles para redefinir transiciones para abordar el cambio climático, la descarbonización, la reconversión de sectores que hoy podrían considerarse tradicionales (acero, metales, minerales, ingeniería minera, automoción, la propia aeronáutica… además de la siempre presente Agricultura, medicamentos críticos, su llamado ecosistema del Agua y Resiliencia, Seguridad y Uso de Internet, y, como no podría obviarse, la Compra Pública y contratación, así como los ejercicios presupuestarios plurianuales, y, por supuesto, Defensa).

Todo un universo de elementos de máxima importancia (más allá del papel, planes o iniciativas concretas) que habrán de encararse en un Plan Único de Política Industrial, Competitividad y Prosperidad. Plan y Marco estratégico global que habrá de contar no solo con el apoyo de todos los Estados Miembro, sino compartido de manera participativa (real) de la iniciativa privada movilizando sus recursos desde la tracción y liderazgo institucional, de las instituciones “subestatales” (dejar de insistir en Fondos Centralizados en los gobiernos centrales de los Estados Miembro, ausentes. del control de sus propios Congresos, alejados de la realidad de los diferentes tejidos económicos, sociales e institucionales de las comunidades, empresas, personas que atienden).

Sin duda, el extraordinario trabajo realizado para identificar y proponer una verdadera ruta hacia la prosperidad, salvaguarda de los principios democráticos y de los derechos humanos y el modelo socio-económico de bienestar que caracteriza y diferencia el sueño europeo, reviste una enorme complejidad, necesitado de mucho esfuerzo colaborativo, de grandes recursos (también financieros), de una transformación disruptiva del modelo de gobernanza y administración de la Unión Europea, una profunda reforma de usos y actitudes excesivamente burocratizadas y de la paz y prácticas democráticas, hoy en riesgo.

En estos días, el discurso de defensa y seguridad ocupa la prioridad del debate, y enmascara al resto de temas, también esenciales, que algunos creen que pudieran posponerse hasta tiempos mejores. No es así. Vivimos un mundo incierto sí, interrelacionado, complejo y necesitado da acciones múltiples a la vez. En competitividad, para la prosperidad, la democracia y la paz, todo importa y todo es esencial y relevante.

Así las cosas, cabe preguntarnos si seremos capaces de entender una brújula, diferentes mapas (algunos han empezado por cambiar unilateralmente sus nombres) o un GPS (que no sea propiedad manipuladora de su propia ruta e intereses particulares desde su tecnología propietaria dominante). Sea uno u otro el instrumento de apoyo, confiemos en no olvidar que somos las personas las que decidimos nuestro futuro, las que hemos de ser capaces de fijar nuestro destino deseado y las características del trayecto para su logro. Las herramientas resultarán de gran importancia, pero no son la esencia de lo que habremos de buscar en este complejo, a la vez que apasionante, viaje.

Sabemos hacia donde ir. Sabemos lo mucho que hemos de hacer. Conscientes y esperanzados en las múltiples oportunidades que tenemos por delante. Y, también, por supuesto, de los obstáculos que hemos de superar.

En definitiva, en y hacia nuestra deseada y querida nueva Europa.

Infraestructuras inteligentes, conectividad y prosperidad

(Artículo publicado el 9 de Febrero)

En pocos momentos como estos tiempos que corren, se había popularizado tanto la consideración y debate en torno a los conceptos e impacto de la geopolítica y la geoeconomía, como elementos esenciales de la actividad económica y el estado de prosperidad y bienestar de empresas, ciudadanos y comunidades.

Hoy en día, ya sea por la visibilidad próxima de las guerras de las que, de forma activa o pasiva, formamos parte, por la fragmentación y desacople entre “bloques históricos dominantes”, por la fragilidad de la seguridad en las cadenas de suministro, por la movilidad abierta entre países y regiones detrás de sus propias apuestas estratégicas (generalmente atribuible a un determinado renacimiento de políticas industriales que de manera simplista e incompleta se consideran sinónimo de localismo y proteccionismo), o por la cantidad de provocadores mensajes que en ocasiones parecerían ser verdaderos planes e intenciones para convertirse en realidad y que generan elevada preocupación tanto local, como mundial, diferentes encuesta a responsable de primer nivel de las empresas, destacan las inciertas implicaciones geo políticas y geo económicas como los principales riesgos a gestionar. Una mezcla confusa entre la apelación a la colaboración e interrelación de diferentes para un bien compartible, o, por otra parte, la más que aparente concentración en el “yoismo” individualizado a la búsqueda de intereses, preocupaciones/comparaciones y objetivos individuales, parecerían determinar el camino a recorrer.

En este marco complejo, enfrentamos una enorme cantidad de desafíos demandantes de agendas colaborativas que obligan a una cada vez mayor relación con terceros de modo que las respuestas (de empresas, de gobiernos, de todo tipo de organización, talentos y voluntades/necesidades mundiales) solamente pueden alcanzarse optimizando la convergencia colaborativa de múltiples implicados. La necesidad de compartir recursos, personas, conocimiento, financiación, infraestructuras, diferentes especialidades y, sobre todo, búsqueda de estrategias coherentes y cohesionadas al servicio de objetivos con propósito final convergente, supone recorrer nuevos espacios.

Así, pasamos de las conocidas colaboraciones, uniones temporales para iniciativas específicas, alianzas (coopetitivas y/o estratégicas), espacios comunes, infraestructuras compartibles-colaborativas, clústers, ecosistemas… en un sinnúmero de modalidades que requieren una progresiva reconceptualización, formalización e institucionalización, gobernanza, rediseño estratégico (su para qué, en cada caso y los compromisos de las partes) y la verdadera identificación del valor añadido que aportan.

En este nuevo espacio, resurgen con fuerza las renovadas “infraestructuras inteligentes para la competitividad compartiendo conocimiento” que incorporen a la totalidad de los “stakeholders” implicables, en una cada vez más potente, real y eficiente coopetencia público-privada, que se extiendo a todo tipo de verdaderos agentes con capacidad transformadora. Relación siempre coopetitiva (colaborativa a la vez que diferenciada y colaborativa) de modo que cada parte tiene una triple estrategia (por definición única y diferenciada): su propia estrategia individual, la estrategia del “ente asociado y común” y la estrategia alineada país-región en que se desarrolla. Este proceso convergente es el verdadero motor del instrumento “generado”.

Bajo estos principios, proliferan en el mundo nuevos espacios o infraestructuras, “corredores” con diferentes objetivos, si bien con un buen número de elementos más o menos similares. “Corredores internacionales” para favorecer el comercio, la inversión, la integración económica, el transporte-movilidad, el flujo de talento y, de una forma u otra, el fin último de la competitividad y prosperidad de todos los posibles agentes interrelacionados, favoreciendo, generando, compartiendo, “CONECTIVIDAD” como instrumento facilitador del desarrollo de todas las partes.

Por lo general, el eje visible y objeto de análisis corresponde a una “infraestructura concreta”, de una u otra manera física que une espacios o territorios, si bien su verdadero propósito y esencia transciende de la propia infraestructura. En muchas ocasiones (mis antiguos alumnos del M.O.C.-Curso de microeconomía de la competitividad, recordarán el caso ORESUND), más allá de un puente, carretera, canal y túnel, que resultaba inviable desde un punto de vista estrictamente ingenieril y físico, pero cuyo valor reside en el CONOCIMIENTO, riqueza y prosperidad creada y compartida en su entorno. Unió el Norte de Copenhague con Malmö (Dinamarca-Suecia), lo que no solamente resolvía una vía para la comunicación, la movilidad y el transporte entre dos regiones dispares, con historia y cultura enfrentadas, con muy distintos niveles de desarrollo económico entre dos Estados distintos, sino la oportunidad de generar un distrito compartible (clusterizar economías diversas, un espacio laboral y universitario conjunto, romper barreras y zonas transfronterizas aisladas, flujo permanente de mercancías, inversión y talento), fortaleciendo la capacidad competitiva de todas sus piezas al servicio de un mayor nivel de prosperidad para todos.

Hoy, asistimos no solamente al interés (y gran debate) de nuevas rutas, corredores y canales a lo largo del mundo. El más conocido por su enorme impacto y largo plazo es el BRI chino (Cinturón y Ruta de Iniciativa desde CHINA) como gran corredor para comunicar regiones alejadas de China con las principales rutas de Euro Asia, Asia central, con ramificaciones hacia Oriente Medio y África, hasta el Atlántico, o el  renovado despliegue de la llamada “Ruta de la Seda” actualizando espacios de intercambio con especial relevancia para la comunicación e integración del Báltico, o los canales alternativos o complementarios al de Panamá para, entre otras cosas, minimizar los días y costes de navegación entre el Atlántico y el Pacífico. Corredores Interoceánicos, canales secos, o similares en Honduras, Nicaragua, o en el sureste de México. O bien, otros corredores “naturales”, fruto del desarrollo económico a lo largo de múltiples espacios como el “Corredor México-USA-Canadá” que posibilita la mayor concentración de intercambio económico en Norte América conectando los principales Estados e industrias exportadoras de México, su entrada vía Texas a Estados Unidos y su continuidad a través de la periferia de los grandes lagos a Canadá. Por no hablar de nuevos espacios económicos-sociales transfronterizos en la zona Tijuana-San Diego incluyendo su aeropuerto internacional en espacio compartido.

Pero más allá de estos corredores visibles y entendibles como “naturales”, asistimos a otros nuevos espacios de conectividad que suponen enormes desafíos de futuro y que exigen, además, una más que profunda comprensión y “negociación, ordenación, gobernanza” coopetitiva, por diseñar e implementar en este nuevo escenario geopolítico y geoeconómico. Así, si observamos el denominado “Mapa del Tesoro y las tierras Raras” en la llamada “Ruta transpolar” (Investigación geológica de Noruega. The Arctic Institute) comprendemos el multi espacio “compartible” por Canadá, Alaska, Islandia, Noruega, Suecia, Finlandia, Rusia, que no solamente supone nuevas rutas futuras de comunicación e intercambio económico, sino el acceso, gestión, incluso propiedad y dominio, de una enorme reserva de metales preciosos, energía, campos hidrotérmicos, minerales “raros”. Desafía y propicia, innovaciones relevantes en su extracción, transformación, canalización y uso en diversas cadenas globales de valor para las demandas futuras, base de una “nueva ingeniería minera y energética” que, hacia las economías verde, azul y nuevas tecnologías, irrumpe en un nuevo vector tractor del valor compartido. O, por ejemplo, el disruptivo mundo de los “Nodos interconectados” de los “Centros de Energía/Datos” que posibiliten el acceso real a las tecnologías del dato, la inteligencia artificial y la nueva revolución industrial-tecnológico-energética. Una gran carrera en marcha, a la búsqueda del espacio, de la generación de hinterland adecuados y, por supuesto, de la conectividad (entre redes, conocimiento, empresas, academia, comunidades…). Y, no aislado de lo anterior, aunque sí con espacio propio, la “revolución de la electricidad”, con la inevitable búsqueda de redes interconectadas entre regiones, países y continentes. Una complejidad, imprescindible, limitada por razones, sobre todo, de seguridad.

En definitiva, tiempos retadores para nuevos espacios de convergencia, demandantes de visiones disruptivas, de ampliación de conceptos, hacia el CONOCIMIENTO-CONECTIVIDAD, en nuevos marcos de valor compartido, al servicio de las comunidades en juego, al servicio de su prosperidad.

Geopolítica y geoeconomía más próximos en nuestras economías locales y domésticas, en nuestro bienestar y en las enormes oportunidades de acceso al conocimiento, conectados, desde casa, con el mundo.