Prosperidad y Desarrollo Humano

(Artículo publicado el 29 de Diciembre)

El Faculty Workshop del Instituto de Estrategia y Competitividad celebró su reunión anual el pasado 18-20 de diciembre en la Universidad de Harvard, reuniéndonos 83 miembros de 53 instituciones distintas de los 5 continentes. La extensa y rica red de profesores e investigadores creada y liderada por el profesor Michael E. Porter, continúa generando impacto positivo a lo largo del mundo, revisita, con rigor académico y experiencias prácticas, el mundo de la competitividad, prosperidad y desarrollo inclusivo, objeto de su misión y visión transformadora y actualiza el marco base sobre el que trabajamos incorporando aquellos elementos que convergen en la solución sistémica a la complejidad desafiante que afrontamos, en nuestros respectivos países y comunidades, compartiendo experiencias, proyectos transformadores y formación especializada a los diferentes agentes activos del cambio innovador que empresas, gobiernos, organizaciones facilitadoras y academia reclaman.

En esta ocasión, han cobrado especial protagonismo iniciativas con elevado compromiso social y liderazgo transformador en su territorio o área base con una clara relevancia al ámbito local, subestatal o de las, para muchos, llamadas economías menores, poniendo en evidencia el valor del factor local. Hemos podido corroborar la fortaleza del proyecto fundacional, el legado del profesor Porter, su extensiva generalización a lo largo del mundo y el floreciente “renacer permanente” de la clusterización de la actividad económica, la importancia diferencial de las estrategias de política industrial, del de la inseparable convergencia de las políticas económicas y sociales, a la vez, del rol esencial de un liderazgo creíble y verdaderamente comprometido, del propósito como esencia movilizadora; de las estructuras formales de gobernanza y de los verdaderos puentes estables y eficientes empresa-universidad-gobiernos, además de aquellos (no demasiado extendidos) entre los diferentes niveles institucionales y de gobierno. Elementos esenciales, con un acento destacado del factor local y su interacción a lo largo de las sucesivas cadenas globales de valor.

Así, la presentación de casos como el del Estado de Puebla en México, basado en una firme clusterización de las actividades económicas en su territorio, desde la racionalidad de una completa aplicación de los Índices de Progreso Social, municipio a municipio, orientando las decisiones estratégicas a tomar, apoyadas en una formación específica a cada uno de los núcleos potenciales para la organización, desarrollo de hasta 22 clústers vigentes, el compromiso de los gobiernos con este desarrollo y el extraordinario papel jugado por Sintonía, como instrumento facilitador tanto del proceso, como de la formación básica del curso M.O.C. (Microeconomía de la Competitividad, base conceptual de nuestra Red), alcanzando a 1.500 entidades (y, sobre todo, sus respectivas personas colaborantes), sus gobiernos municipales y la incardinación con las Economías Estatales. Programa que regula y promueve la extensión y desarrollo de la iniciativa con miras a su extensión hacia otros estados de la República mexicana.

Como este caso de Puebla, analizar otras iniciativas como la “Shared Value Initiative excluding poverty Growing in a more active Way”( Valor compartido evitando la pobreza creciendo de forma más activa), en el Estado de Tennessee en los Estados Unidos, formalizada en la caracterización de la población sumida en una pobreza extrema, al objetivo de terminar con su carácter estructural y movilizar los activos reales hacia el empleo, la actividad solvente, estable y el acceso a una economía de prosperidad, no hace sino reforzar la actitud y confianza en seguir en el camino emprendido, incorporando, día a día, la innovación creativa y constructiva necesarias.

Como no puede ser de otra manera, reflexiones activas en torno a los espacios y movimientos geoeconómicos y geopolíticos globales, el desacople entre regiones y jugadores lideres con un tan enriquecedor, a la vez que diverso universo de políticas y programas, a lo largo de la amplia red concertada en Boston. Este encuentro, su visión y resultados, resulta reflejado, de una forma especial, con motivo de la felicitación de Navidad y deseos para un mejor y próspero 2.025 que, “The Social Progress Imperative” (base del trabajo pluri variable de Porter y, promotor del índice global de progreso social), ha enviado en estas fiestas con sus deseos y esperanzas.

Agradece la contribución realizada en 2.024 para crear “historias de éxito” en este desafiante reto por la igualdad y el progreso social, a la vez que recapitula lo realizado en el año y, sobre todo, las esperanzas y planes que se proponen para el 2.025, propiciando un trabajo alineado con estos objetivos.

La lectura de esta “felicitación navideña” pone en valor el sentido de las estrategias focalizadas en el desarrollo social, comunitario, calve para el desarrollo y crecimiento endógeno, situando la economía al servicio de la prosperidad y el bienestar, esencia de la bien entendida “competitividad”.

Hemos constatado el éxito en aquellas comunidades que se han dotado de instrumentos y recursos para su programa social y económico. Ya un par de décadas de trabajo que permiten, hoy, situarse en el corazón de las tomas de decisiones, con datos municipales, a lo largo de 150 países, acercando tanto las metodologías de trabajo, como los marcos y objetivos compartibles y el foco esencial en la proximidad, movilizando activos comunitarios, al servicio de las personas.

Más allá del Producto Interior Bruto, entender (y conocer, de verdad) otros muchos indicadores sociales e institucionales, además de geopolíticos, así como del contexto de las personas (espiritualidad, ideología de la felicidad, rol personal en su propia satisfacción, forma de vida, interacción social y relación con terceros…) posibilita avanzar en las soluciones superadoras de los grandes y graves problemas de una inmensa población vulnerable, escasamente atendida.

Este viaje anual a Harvard, como si se tratara de nuestra visita motivadora y obligada a nuestra particular “MECA” de la “estrategia para la prosperidad”, revitaliza espíritus y fortalece el ánimo para seguir afrontando el futuro con esperanzado optimismo, convencidos de la imprescindible solidaridad para y con el progreso social pese a las dudas y negacionismo paralizante observable en el entorno. El marco que nos une para este cometido hace que una competitividad para el progreso social, la prosperidad y el desarrollo humano sostenible, requieren la convergencia de políticas económicas, sociales y territoriales en perfecta y única sintonía, en y desde su impacto local y comunitario interactuando a lo largo de sucesivas constituciones de cadenas de valor, potenciando aquellos pilares esenciales de nuestro modelo: la más que necesaria redefinición de las estrategias empresariales y de gobiernos en torno al Shared Value (Valor Compartido) que hace de las demandas sociales la fuentes de los modelos de negocio de las empresas (se supone que, por definición, también de los gobiernos); la relevante fuerza dinamizadora de las inevitables reformas de los sistemas y modelos de salud y educación, basadas en valor ofreciendo soluciones holísticas, el objetivo permanente en la captura y creación de valor, a la vez, y que su distribución lo sea de forma inclusiva. Estos pilares, más allá de su fortaleza conceptual, metodológica, investigadora, académica y organizativa, suponen el “legado de Michael E. Porter” del que sus discípulos y compañeros de viaje, nos sentimos cómplices y revocamos nuestro compromiso para genera valor en las diferentes sociedades en las que actuamos.

De vuelta a casa, no podemos sino reconocernos en el extraordinario trabajo realizado, a lo largo de décadas en nuestro país, pionero en el viaje emprendido hacia la competitividad en solidaridad y el progreso y desarrollo económico-social, humano, sostenible de las instituciones, entidades, empresas, academia y personas que han venido coliderando, en el mundo, esta línea de pensamiento y compromiso, propiciando una estrategia país, al servicio de las personas. Cocreando una sociedad, resiliente y capacitada para afrontar los desafíos, siempre cambiantes, que ha de afrontar.

Observamos un mundo confuso, incierto, complejo, desafiante y una sociedad demandante de luz, esperanza, motivación y liderazgos creíbles que movilicen activos para el bien común y un futuro, siempre mejor que el presente, y que responda a los deseos (diversos y en muchas ocasiones contrapuestos) de innumerables stakeholders o grupo de interés (desde su legitimidad o no, desde su compromiso colaborativo y solidario o no, alineados con un objetivo común o no…).

En todo caso, desde esta realidad y con la energía del encuentro enriquecedor mencionado, con la felicitación navideña y mejores deseos para el 2.025, de la mano del mensaje final de la tarjeta de felicitación-newsletter, ya comentada, de la Social Progress Imperative: “El progreso social y económico de este año no hubiera sido posible sin tu participación y compromiso. Confiamos en que ayudes a crear la diferencia en las comunidades del mundo este próximo año”.

Narrativas de liderazgo

(Artículo publicado el 15 de Diciembre)

Con un final próximo a la vuelta de esta semana, nos vemos rodeados de un sinnúmero de análisis, informes, predicciones y opiniones cualificadas sobre lo que nos aguarda en el entrante 2025.

De una u otra forma, dominan un par de ideas fuerza que acompañan o conforman el contexto en el que se presentan estos posicionamientos: una generalizada incertidumbre, complejidad y, sin duda, una cierta “pereza mental” para acometer la siempre difícil, incómoda y arriesgada tarea de sistematizar lo observable y desconocido para apostar y comprometernos con un escenario concreto que oriente nuestras intenciones, itinerarios y propósitos, y por otro, la constatación, ya largamente aprendida, de que el futuro se construye y no es algo predeterminado o consecuencia del mero azar.

Sin embargo, lo que en verdad necesitamos, a lo largo del mundo y en todo tipo de actividad, sociedad y/o agente económico, social, institucional o personal en que nos movamos, es superar la parálisis del continuismo o el dejar a otros “que lo resuelvan” o “que pase lo que tenga que pasar”. El tiempo (como otros momentos lo fueron y otros más lo serán) de hacer el esfuerzo (valioso y recompensado para y por el bien común) de repensar nuestras estrategias, los propósitos y unicidad que la orientan, nuestros procesos y decisiones que la faciliten, los instrumentos y recursos que habremos de emplear para su logro, los compañeros de viaje imprescindibles para un camino siempre complejo y escasamente conocido previamente más allá de un mapa cambiante y una brújula que hemos de acertar en su colocación, más allá de su siempre “preferencia” por el norte.

Sin embargo, lo que en verdad necesitamos a lo largo del mundo y en todo tipo de sociedad, actividad económica o social, institucional y/o agente del sistema en el que participamos (ya sea de forma activa o pasiva), es superar la parálisis del continuismo y confortabilidad ante las demandas de transformaciones múltiples que nos rodean y desafían o en dejar (y exigir) que sean “otros” quienes nos traigan dicho espacio que, por otra parte, esperamos “deseable” atendiendo a nuestros intereses y expectativa individual, o a la temible postura del “que pase lo que tenga que pasar”. A este contexto base, en gran medida es creciente el malestar e incomodidad de muchos que, cansados del agotador esfuerzo de intentar asumir el compromiso activo y continuo en el intento por generar ese futuro deseado desde la desesperación de la sensación del, aparente o real, abandono de responsabilidades colaborativas en personas y grupos en constante reclamo a terceros sin su contribución individual en medida de sus capacidades y oportunidades. Es tiempo (siempre lo ha sido, es y será) de esfuerzo (valioso y recompensable para y por el llamado bien común) de repensar nuestras estrategias, los propósitos y unicidad que las orienten, los procesos y decisiones que las faciliten, de los instrumentos y recursos prioritariamente alineados que habríamos de emplear para su logro, aquellos compañeros de viaje imprescindibles (hoy nada puede hacerse sin contar con otros muchos con capacidades, competencias, conocimientos y experiencias diferentes a las propias) para un camino siempre complejo y escasamente conocido previamente y que exige una navegabilidad permanente, atendiendo las circunstancias cambiantes que determinan impacto real en esa exploración laboriosa que requerirá identificar y sortear “olas de oportunidad y solución” para el trayecto esperable, evitando desviaciones a nuestro rumbo iniciático. Estos atributos esenciales que pedimos (exigimos) a quienes confiamos lideren y/o representen, serían aquellos que echamos en falta cuando miramos a un futuro por construir, a la búsqueda de a quienes nos gustaría seguir.

Hace unos días, desde su práctica de Estrategia y Finanzas Corporativas, la prestigiosa consultora Mckinsey publicaba un interesante artículo: ¿Cómo construyen los CEO’s (presidentes y primeros ejecutivos) las relaciones con sus stakeholders (grupos de interés)? Su objetivo es triple: advertir de la imprescindible consideración de todos los agentes implicados en el resultado de las empresas que dirigen y se supone lideran (en el ámbito corporativo) y extendible a todo tipo de organizaciones económicas, sociales, institucionales, políticas; destacar la prolija cantidad y tipología de intereses y grupos que los representan, en todos y cada uno de los espacios en que operan (con la complejidad añadida de la creciente internacionalización empresarial como multiplicador exponencial de dicho número y comportamientos y culturas diferenciales y marcos base que confieren singularidad especial en cada territorio; y el cómo provocar la alineación estratégica y de propósito desde la diversidad, disparidad de puntos y demandas de partida, además de la particularidad de todos y cada uno de los jugadores implicados, empezando por sus propios equipos y personas dentro de su organización. Triple objetivo para el que recurre a la inevitabilidad de una estrategia coherente, creíble, motivadora, real, con una narrativa constante que ha de partir desde la autenticidad a emitir por el CEO/presidente antes mencionado. CEO que,  hoy, más allá de la jerga empresarial internacionalizada (Chief Executive Officer), la vemos aplicada de forma extensiva a todo tipo de espacios con la referencia a su principal encargo (por ejemplo, esta misma semana, la revista The Economist editorializaba y llevaba a portada a quien asignaba el rol de CDO (Chief Disruptive Officer), Elon Musk, analizando el “poderoso” rol que el presidente electo de los Estados Unidos de América, Donald Trump, ha asignado con la misión de “revolucionar la Administración Pública estadounidense”, anunciando una radical transformación cuyas primeras “líneas de una hoja de ruta” señalan una profunda confrontación con el estatus quo.

Así, volviendo a la esencia de los grupos de interés o “stakeholderismo”, hemos de revisitar los múltiples objetivos que las demandas globales exigen del mundo empresarial e institucional de hoy en lo que podríamos simplificar en términos de responder a las necesidades sociales, con resultados económicos rentables y sostenibles que posibiliten la reinversión, crecimiento y el desarrollo inclusivo (para todos) a la vez que salvemos (todos y entre todos) el planeta y lo logremos todo a la vez y ya. De aquí, los acrónimos que nos rodean (ESG para el triple resultado económico, social de gobernanza en prácticas de sostenibilidad generalmente medio ambientales o verdes, RSC para una demandada responsabilidad social corporativa debidamente estructurada en un compromiso especial de toda empresa con su entorno social próximo, o SHV como la estrategia determinante del Valor Compartido Empresa-Sociedad …) que  se convierten en la guía y compromiso, multi objetivo, de los nuevos y cambiantes roles de las empresas. Y, en consecuencia, de los nuevos y cambiantes roles de sus principales directivos y, en especial, líderes a quienes seguir y de cuya narrativa estratégica, cohesionada y plena se demanda. Llama la atención que, si bien estos nuevos roles y exigencias se especifican y reclaman con toda insistencia en el mundo empresarial-económico, no se ven reflejados en indicadores objetivo, ni en el ámbito de los servicios públicos, ni el de las organizaciones no gubernamentales o de interés social, ni en la mayoría de sus agentes y jugadores clave, dando por sentado que son, en esencia, protagonistas de los servicios de interés común y que sus representante, directivos o líderes, los asumen y cumplen sin más.

En todo caso, esta necesaria narrativa de liderazgo, propia, diferencial que debe comunicarse de forma permanente en todo espacio de referencia e interés, fomentando la adhesión a los proyectos específicos que cada organización ha hecho suyos, y que habrá de trasladar a todos  sus stakeholders, lo que hace del líder aludido un bien más escaso de lo imprescindible, exigiendo múltiples capacidades y competencias, cambiantes a lo largo del tiempo y en alineación permanente con ese mundo externo que le rodea, convirtiéndolo, además, en el Chief Story Telling correspondiente. Es decir, máximo responsable de la narrativa que acompañe la orientación y decisiones estratégicas y su cohesión con las demandas de las sociedades a las que sirven.

Sin duda alguna, más allá del enfoque concreto mencionado, hemos de destacar, los “nuevos atributos” exigibles para un liderazgo y rol de los agentes implicables en el desarrollo inclusivo de toda organización alienable con las sociedades en que opera. Espacio competencial que excede de las personas y pone el acento en la interacción imprescindible entre empresas, gobiernos (en todos los niveles institucionales) y la comunidad o sociedades en que se desarrollen sus actividades.

Hace unos días, un amigo con larga trayectoria profesional y hoy preparando su tesis doctoral, me comentaba el núcleo de su trabajo analizando la colaboración público-privado que tanto ha impactado en el desarrollo socio económico e institucional vasco y me preguntaba sobre elementos esenciales de la misma, tanto los reales y fortalecidos, los que han de ser potenciados y aquellos inexistentes más allá de voluntariosos intentos o declaraciones. ¿Por qué son imprescindibles, quiénes son sus verdaderos protagonistas, cómo se generan o fortalecen y desarrollan, quién, cómo y cuándo se originan, cuándo han cumplido un papel y han de transformarse y/o suspenderse, y cómo extenderlo al conjunto de estrategias convergentes país, quienes los lideran…? Y, además de recorrer un buen número de casos concretos de evidente éxito, posible gracias a esa clara interacción, me llevaba a revisitar mi propia tesis de hace ya más de tres décadas: “Netting Coopetitive Strategies: Business, Governments and Community” (“Tejiendo Estrategias Coopetitivas: Empresas, Gobiernos y Comunidad”).

Los desafíos que afrontamos exigen liderazgos sólidos, coherentes y compartidos, han de proyectarse en el largo plazo y requieren narrativas auténticas identificables y asociables a las personas que ostentan o ejercen el mismo. Su autenticidad ha de ser reconocible y reconocida, alineada con la estrategia, su propósito, sus decisiones y procesos además de reflejo en su modelo de gobernanza, sus mensajes en una convergencia de grupos de interés, los objetivos para cada caso, y reales en todos los espacios en que se operen, con un indudable impacto en/con las comunidades en que se desarrolla. Liderazgo abierto con la mayor interrelación con todos los gobiernos implicables, y la totalidad de agentes económicos y sociales que explican tu resultado final.

Así las cosas, despidiendo un año con la confianza y esperanza activas de un tiempo mejor, para todos, a la búsqueda de un mundo que supere sus múltiples desafíos y no caigamos en la perversidad melancólica de una incertidumbre y complejidad paralizantes, ni en el desánimo ante narrativas referentes de auténticos líderes (institucionales, económicos, sociales, comunitarios). Pensemos, por el contrario, en la fortaleza y riqueza del stakeholderismo, su capacidad creativa, acompañemos los procesos de navegación y exploración con actitudes abiertas, buscando “oír los colores de la pintura que describe el paisaje observable y ver la música auténtica que conllevan”, convertidos en auténticas comunidades de aprendizaje permanente al servicio de un futuro deseable, lleno de oportunidades.

Economía productiva transformadora y desarrollo

(Artículo publicado el 1 de Diciembre)

La diversidad política, económica, social e institucional en la América Latina y el Caribe se veía reflejada este pasado domingo en las diversas citas electorales celebradas en Chile y Uruguay.

Mientras Chile votaba la segunda vuelta para elegir a sus gobernadores en 11 de sus 15 regiones, además de su área capitalina de Santiago, Uruguay elegía a un nuevo presidente de la República (Yamandú Orsi). En Santiago, en su legendario, a la vez oasis de encuentro, Cerro Santa Lucía, una exposición y venta de arte indígena nos recordaba la presencia de tres de sus pueblos originarios demandantes de atención singular, reconocimiento y tratamiento diferenciado (AYMARAS, RAPA NUIS y MAPUCHES).

En este contexto y marco temporal, tuve el privilegio de impartir la XVIII Cátedra Raúl Prebisch, que la CEPAL (Comisión Económica de los Países de América Latina y el Caribe), organismo especializado de las Naciones Unidas y casa de la Región, estableció como reconocimiento y puesta en valor de uno de sus singulares y prestigiosos directores ejecutivos, relevante promotor de instituciones y entidades de pensamiento al servicio del desarrollo económico y social. Prebisch, considerado uno de los padres del estructuralismo y desarrollo, exdirector en su día de la CEPAL, es honrado con esta Cátedra en una sala auditorio especial de arquitectura y diseño extraordinario bautizada con su nombre y potenciando, año tras año, los diferentes movimientos del pensamiento económico y social, en un esfuerzo sostenible para influir en los diseños de políticas y programas al servicio de las sociedades y comunidades de este  multi mosaico que conforma la América Latina y el Caribe.

En esta ocasión, en el marco del renovado impulso que su secretario Ejecutivo, José Manuel Salazar Xirinachs, lidera en favor de una economía productiva, su transformación e impulso para el desarrollo social, económico e inclusivo, he disfrutado de la oportunidad de respirar un ambiente de compromiso intelectual orientado a la acción, intercambio de experiencias desde/con los diferentes directores del organismo-Think Tank que lo conforman, y participar de diálogos y debates dinámicos, repensando caminos para el impulso de estrategias para la competitividad, el bienestar, la prosperidad y el desarrollo económico y social, sostenible e inclusivos, desde la cocreación de valor de empresas, gobiernos y  sociedad.

Apuesta por transitar un camino inacabable atento a los innumerables cambios, desafíos y permanentes reclamos derivados de las necesidades, a la vez que oportunidades, que generan y exigen las sociedades y los tiempos, en sus diferentes estadios y momentos de desarrollo y diferentes roles llamados a desempeñar por cada uno de sus jugadores.

La CEPAL tiene un largo historial como centro y foco del pensamiento económico y de su progresivo, a la vez que cambiante, rol asesor y dinamizador de iniciativas y líneas de intervención en las políticas públicas a lo largo de la región. Reconocimiento, poso e historial que le avala, 75 años diagnosticando, promoviendo, asesorando, coprotagonizando diferentes líneas de actuación recomendadas para su práctica. Gobiernos de todo signo, con mayor o menor intensidad y acierto han conformado y/o aplicado dichas líneas de trabajo marcando tendencias y escuelas que constituyen lo que vienen en llamar, “el pensamiento CEPALINO”. Hoy el foco vuelve a una renovada economía productiva, a los ¿CÓMO? para trascender el diagnóstico y el análisis y llevar a la acción la implantación de verdaderas estrategias transformadoras respondiendo a un claro PROPÓSITO y el PARA QUÉ de las políticas e instrumentos.

Movimientos dinámicos ante desafíos de máxima complejidad, recordando que no hay recetas mágicas, ni hay una única política o estrategia, ni instrumento milagroso para solucionar las demandas distintas, variadas y  únicas que cada país (Y, sobre todo, cada una de sus variadas regiones y espacios infra estado que los componen) requiere, y la necesaria aplicación diferenciada en la aproximación microeconómica singular, específica y transformadora de la que está tan necesitado el continente, etapa por etapa. En este momento, la orientación de la línea rectora de este Organismo fija una clara apuesta por la economía productiva y ha abierto un intenso espacio de debate provocador de reforzados esfuerzos incomodos para un “continuismo” que han calificado como “brechas para el desarrollo” que, de persistir, llevaría a la América Latina y el Caribe a repetidas “décadas perdidas”.

En consecuencia, se trata de propiciar nuevos recorridos a la búsqueda de compromisos compartidos hacia el tan deseado BIEN COMÚN, aprendiendo a cocrear valor, progreso económico y social.

Hoy, cuando el mundo contempla un intento renovado del llamado renacimiento de nuevas políticas industriales, y parecería haber descubierto el valor de la colaboración, el asociacionismo, y, sobre todo, la inevitabilidad de generar/participar en/de partenariados y alianzas multi agente y multi objetivo, desde el conocimiento, capacidades, especialización y saber hacer diferenciados, recuperando, a la vez, el papel esencial de un desarrollo endógeno, apelamos a la necesidad de “apropiarnos de nuestro futuro singular y deseado”,  revisitando los mapas de competitividad y prosperidad, cuando las políticas económicas y sociales no pueden contemplarse de forma separada, exigentes de su aplicación conjunta y convergente a la vez, base de un múltiple compromiso y objetivo del logro económico, social , medio ambiental… garantizando la inclusión de todos los implicados en el proceso, reinventar su adecuada arquitectura institucional y su  gobernanza multi nivel, la generación y cultivo del capital humano y social, más allá de la mediática búsqueda por el talento. Un intenso proceso abierto, demandante de actitudes e impulsos renovados, con actitudes abiertas absolutamente imprescindibles.

Son tiempos convulsos, complejos y desafiantes. En realidad, de alguna manera, como siempre. Tiempos de audacia, coraje y riesgo político, social y personal. Tiempos demandantes de credibilidad y compromiso.

Nuestras sociedades, extremadamente demandantes, manifiestan desapego a viejas reglas o políticas (incluidas muchas cuya virtuosidad del momento no resultan suficientes, ilusionantes o incentivadoras hoy en día), y, sobre todo, intensifican un alarmante desapego respecto a autoridades, directrices, propuestas, ya sean públicas, privadas o de iniciativa social, o que no se entiendan realizables de inmediato. Trascender de los diagnósticos, mensajes y palabras o promesas exige auténticos liderazgos, comprometidos, generadores de una lealtad y seguimiento a base de discursos creíbles, demostrados en la práctica diaria con el ejemplo. Tiempos que exigen poner en valor decisiones que respondan a verdaderas prácticas positivas de actitud, comportamiento, compromiso, credibilidad y, sobre todo, coherencia estratégica.

Sin duda, el encuentro con espacios de pensamiento, espíritu de aprendizaje compartido, ilusión activa, transformador, que invite a trabajar incentivando el riesgo de incursionar nuevos espacios, apostando por un propósito, aspiracional, que implique un cambio hacia un imparable mejor futuro, resulta revitalizador e inspirador.

Así, bienvenidos órganos de debate activo. Caminos colaborativos tras estrategias transformadoras, respondiendo a los desafíos reales observables, orientados hacia la generación de impacto en las sociedades a las que se sirve. Cocreando valor.

Ayer en la siempre tan cercana y lejana, a la vez, Chile. Hoy y mañana, a lo largo de este mundo lleno de oportunidades, contribuyendo al impulso de verdaderas estrategias de desarrollo próspero y compartido. Un desarrollo, creando valor, incidiendo en la auténtica economía real y productiva.