Despedida a un amigo. Proyecto personal, empesarial y de vida. Un compromiso: Unai Arteche

La semana pasada nos dejó Unai Arteche Zubizarreta.

En unos tiempos en los que parecería más necesario que nunca reivindicar no ya el papel de los verdaderos empresarios, que también, y de los políticos y gobernantes, sino, sobre todo, el trinomio proyecto personal, proyecto profesional, proyecto de vida, no puedo sino recordar a Unai y compartir ese tipo de decisiones y compromisos que hacen que algunas personas marquen la diferencia.

En el ya lejano año 1991, sumidos en una grave crisis económica -sobre todo industrial- recibí la inesperada llamada del Lehendakari José Antonio Ardanza para incorporarme a su gobierno. Tan solo unos minutos después se sometería a la votación por la que el Parlamento Vasco le elegiría Lehendakari y formaría un gobierno tripartito nacionalista vasco acompañando a su partido, el EAJ-PNV, EA y Euskadiko Ezkerra (que tan solo unos meses después se escindiría dando lugar al Euskal Ezkerra, hoy desaparecido y a la integración de EE en el PSE). Cuatro días después, prometía mi cargo como Vicelehendakari, Consejero de Industria, Comercio y Energía.

En aquellos días, el escenario de crisis se veía deteriorado, más aún si cabe, por un generalizado clamor en la opinión pública abogando por “cambios en la política tradicional” y reclamando “profesionales no políticos” en los gobiernos e instituciones según insistían organizaciones patronales, medios de comunicación y encuestas sociométricas. Parecía simplificarse la ya recurrente clasificación entre buenos (quienes no están en política) y malos (quienes están en política), con el fallido y falso argumento de que los “profesionales” no tienen ideología, son objetivos y carecen de intereses particulares (sean o no legítimos).

En ese ambiente y ante la invitación del Lehendakari a incorporarme al gobierno, le hice ver mi reflexión anunciando una acentuada crisis por venir, aconsejándole nombrar a un hombre de industria, peso referente en la empresa, capaz de incorporar a su equipo un nutrido número de profesionales comprometidos con el país. El caso es que mi argumentación no debió convencerle y, finalmente, formé parte de su gabinete. Así las cosas, obviamente, me apliqué el cuento y decidí ir a la búsqueda de personas del perfil deseado.

Unai Arteche era el presidente de su empresa familiar (Grupo Arteche) y en esos días candidato (claro favorito) a presidir la Cámara de Comercio de Bilbao de cuyo grupo de empresa familiar era y ha sido responsable hasta el último momento. Desde el atrevimiento y la temeridad le llamé y le ofrecí ser el Viceconsejero de Industria. Unai no solamente no puso reparo alguno a la categoría del puesto, o sus condiciones retributivas o incluso a su “dependencia” del Consejero y Vicelehendakari, o a las dificultades del momento, la responsabilidad a asumir, sino que su preocupación era “su inexperiencia en la gestión pública”. Unai aceptó la propuesta. Era, lo ha sido toda su vida, un empresario, un profesional, un hombre comprometido con sus ideas y con su país. Un hombre fiel a sus convicciones y proyecto de vida, inseparables de su vida profesional o, mejor dicho, una vida profesional inseparable de su ideología, su familia, su país y su proyecto de vida.

La incorporación de Unai Arteche a ese equipo de Vicelehendakaritza e Industria vino a suponer, junto con otros muchos profesionales que se comprometieron con el proyecto país que intentamos afrontar, la fortaleza, la experiencia, la necesaria seguridad y confianza requeridas para abordar una apuesta de riesgo empeñadas en contribuir a la construcción de un futuro mejor. Siempre le he agradecido su generosidad y humildad tan útiles para abordar una trayectoria compleja y crítica como la que vivimos.

Al enterarme de su muerte no he podido sino hacer una nueva lectura emocionada de un breve documento de despedida que entregué a los miembros de aquel equipo que compartimos proyecto e ilusión durante esa ya lejana legislatura. “Un proyecto, un compromiso, un equipo, un agradecimiento”. En él decía: “…y llegó Unai: ¿sabrá la gente lo difícil que resulta pedir a una persona que abandone una posición cómoda, con reconocimiento y prestigio social, bien remunerada, siga a un hombre joven que solamente puede ofrecerle ilusión y trabajo, e inicie una nueva vida?”. Lo hizo. Y con él, vinieron otros.

Hoy que parecemos inmersos en caos y en el que las instituciones, la política, la entrega a compromisos e ideologías, parecerían no formar parte de los valores de una sociedad, merece la pena recordar estos hechos que forman parte de nuestra realidad e historia.

La semana pasada, en paralelo a las broncas, pseudo escupitajos, demagogia, conchabeos particulares y partidarios y desafección público-institucional en nuestra vecindad y con publicaciones como los trabajos a lo largo del mundo, como los recientes informes del World Economic Forum en el marco de la iniciativa “Futuro Exponencial” dedicados al Servicio Público y Gobierno. Trabajos que inciden en el Valor de los gobiernos y sus decisiones y con ellos su enorme impacto, para bien o para mal, en la marcha de las empresas (en especial aquellas reguladas), en la economía, en la salud, en el crecimiento y desarrollo, en nuestras vidas ordinarias. Sin duda, no podemos asistir impasibles a lo que nos rodea, asentados en una descalificación general.

En definitiva, proyectos personales, compromiso y proyecto de vida.

Con estos propósitos en mente, con mi despedida a Unai Arteche el pasado viernes en la iglesia de San Vicente en Bilbao, mi reconocimiento al amigo, al empresario, al político (todo cargo público lo es o debería serlo).

Hace unas semanas le vi por última vez. Mantenía una comida familiar (seguramente Consejo de familia y de empresa). Poco antes habíamos almorzado juntos y me insistía en la relevancia de la empresa familiar y su aportación de valor a la economía y sociedad. Preocupado por la sucesión empresarial, por la capitalización de las compañías, por los retos de nuestra empresa vasca, por los tumbos de una Europa que no parece caminar hacia aquella que sus fundadores y principios promovieron, por nuestra querida Euskadi y su futuro en una constelación internacionalizada o globalizada y por el “horroroso y esperpéntico espectáculo de la política en el Estado español”.

Agur Unai. Goian Bego!

Deterioro y espectáculo

(Artículo publicado el 25 de Noviembre)

Un buen número de lecturas acumuladas en los últimos días parecen converger, de manera más o menos fortuita, en el análisis de una tensa y preocupante realidad observable a nuestro alrededor.

A publicaciones como “La muerte de las democracias”, “Cuando los gobiernos y Estados fracasan”, “La política como industria propia”, se unen los artículos del World Economic Forum: “When Government fails, the Skates are much higher” (“Cuando los gobiernos fallan, los resultados son mucho peores para todos”) o el reclamo editorial de The Economist preguntándose por aquello más que nos espera tras el cada vez más confuso comportamiento del presidente Donald Trump, su gabinete en la Casa Blanca y sus relaciones/declaraciones relativas a China, Corea, Maduro o los “terroristas hondureños” en caravana semiparalizada en Tijuana. Ni qué decir de un desenlace abrupto de las negociaciones preacuerdo sobre el Brexit en un intenso y complejo debate “interior” en Reino Unido con una España que parece haber leído tarde los preacuerdos y “saca pecho soberano en Gibraltar”, o los pactos ocultos España-Kósovo enmascarados en una sutil disquisición en torno al COI y la presencia soberana de un Estado que España se niega a reconocer por temor a contagio en Catalunya y Euskadi, o la “luz propagandística” ante los conceptos  de cosoberanía cuando se va más allá del Peñón. Ni qué decir de la incierta entrada de López Obrador en el gobierno de México, con consultas y referendos sin control democrático ni censos previos, de los que parecen aprender múltiples procesos en curso (incluido, desgraciadamente, nuestro Gure Esku Dago, tan necesitado de su reorientación). En definitiva, una larga sucesión de situaciones enrarecidas que provocan un desencanto democrático.

Pero, todo lo anterior no dejaría de ser un determinado anecdotario temporal bajo la esperanza de soluciones positivas una vez superado el temporal y con la distancia de una tranquila lectura hogareña, si no fuera por la observación permanente del microclima que nos rodea. El escenario español es, desgraciadamente, un auténtico caos esperpéntico. Lo malo no es el espectáculo, sino el no atisbar la salida del túnel.

Si elegimos un eje rector, al solo efecto de acercarnos a ordenar una línea de observación, en torno a la justicia en España, el análisis resulta demoledor. Una larguísima historia desde el posfranquismo y la transición (recordemos que, salvo excepciones, jueces, fiscales, magistrados, abogados del Estado…, mayores de 60 años, accedieron a sus puestos jurando los principios del movimiento, comprometiéndose a defender un régimen anti-democrático, siendo difícil abandonar los tics y principios de su entusiasmo profesional inicial)  y como, en los últimos años, se ha agravado consolidando una mala (torpe, desigual, lenta, parcial) justicia, en un marco de nula separación de poderes, supeditada al ejecutivo y adaptada a la voluntad política del gobierno, medios de comunicación y poder económico dominantes. Cualquier duda al respecto ha quedado más que despejada esta semana, no ya por la asfixiante presencia de “fake news”, o por filtraciones de Villarejo y el uso intencionado y teledirigido de las cloacas del Estado o del uso inadecuado de los fondos renovados o la intervención amoral del Ministerio de Interior o la “construcción parcial y tergiversada” de un falso relato para justificar el encarcelamiento o expulsión de los dirigentes del Proceso catalán, la falsa interpretación de una supuesta malversación de un gobierno legítimo gestionando un presupuesto aprobado por su Parlamento, o el uso “especial” de Hacienda, policía y medios, además de empresas para modificar sus domicilios sociales o impedirles trabajar para la Generalitat. Situaciones extremas de altísima gravedad que se han visto desbordados por la insoportable negociación interesada del PSOE, PP y PODEMOS con ocasión de la renovación del Consejo del Poder Judicial. Vergonzosa descripción del Senador Ignacio Cosido y/o sus dirigentes, explicando a sus compañeros de partido los beneficios pactados, controlando los procesos en marcha, manipulando resultados y cambiando las reglas del juego democrático según sea necesario (para ellos). Bochorno generalizado que va más allá de errores, de personalismos o de acción tolerada de la política y los gobiernos (al menos en un sistema democrático). Sin duda, tanta gente que se ha quejado de Donald Trump y su manera de gobernar, de “dictaduras duras o blandas” en Venezuela, la Turquía de Erdogan, y de los “países en desarrollo o fallidos” etc.; debería, con un poco de vergüenza, aplicarse el caso en su casa. Un gravísimo y nuevo aviso para una España que ha perdido el norte. Empecinada en despreciar a quienes le rodean o son diferentes (incluidos Catalunya y Euskadi), pretende ignorar las señales de cambio y renuncia a salir de una posición de confort para dar el salto inevitable, transformándose como Estado plurinacional confederado, apostando por una realidad diferenciada.

Gobierno, PP, Ciudadanos, PSOE (e incluso Podemos llevando al límite su posición) no están dispuestos a constatar la realidad y carecen de la valentía y visión necesarias para transitar hacia nuevos modelos (de pertenencia, de convivencia, de práctica política, de sistema, de gobernanza… de democracia). Mantener sus privilegios, mantenerse en “un poder financiador y empleador de sus allegados” y conservador de sus políticas y beneficio, se convierte en el único objetivo, hoy del PSOE, ayer del PP y, seguramente, mañana de Ciudadanos o quien sea. Nada nuevo que esperar.

En este grave y deteriorado escenario, coincide la semana con un espectáculo grotesco en torno al marco mediático parlamentario jugando, de forma peligrosa, con los términos fascismo y golpismo como si de un juego de niños se tratara, para muchos irrelevante e intranscendente, viene a cuento remitirse al libro de Madeleine Albright, -hija de campos de concentración nazis y ex-Secretaria de Estado de los Estados Unidos- “Fascim: A Warning” (Fascismo. Una advertencia)- en el que nos recuerda y ,desde las palabras de Primo Levi, “cada época tiene su propio fascismo”, los peligros de nuevos fascismos “silenciosos”, la “dictadura de las democracias”, las “presidencias permanentes y sus estructuras perversas del Estado”, “sueños peligrosos”, “liderazgos artificiales” y los “fracasos institucionales y político-democráticos ante sociedades débiles y complacientes volcadas en sus intereses particulares, sin compromiso colectivo”, como antesala de aquel “fascismo” de turno.

En este escenario, la semana económica, vuelve a poner de manifiesto los déficits político-económicos de una España que no termina de aprender sus carencias, sus errores y sus graves consecuencias. A la desautorización por Bruselas de un trucado pseudo presupuesto que empieza y termina en reclamos demagógicos de un presidente (Pedro Sánchez) cuyo único objetivo es ganar tiempo para ganar, por primera vez, unas elecciones “manteniéndose” todo lo que pueda como dijera la portavoz de su gobierno, se une una clara advertencia del F.M.I. sobre sus expectativas de crecimiento y una OCDE que, al margen de sus recomendaciones y propuestas claramente discutibles -entre las que destaca su simplista alusión a la centralización, unidad de mercado y no “fragmentación” provocada por las Comunidades Autónomas, aporta datos significativos y preocupantes sobre la desigualdad, el desempleo, la deuda, el fracaso escolar y el desorden en las políticas de gasto social y ausencia de políticas generadoras de actividad económica, riqueza y empleo.

Así No. Sin una reinvención y reconducción de la política, dirección y liderazgo, sin una clara revolución de la Administración y su gobernanza, sin liderazgos reales y un verdadero control democrático, sin que la justicia emprenda su “transición” y sin asumir la necesidad de confrontar los problemas irresolutos y enquistados, vamos de anécdota en anécdota, de sobresalto en sobresalto, desde la desafección creciente hacia un dualismo irreconocible: una realidad social y otra político-mediática. Cada una, con sus propias reglas, sus propios espacios incomunicados, sus propios jugadores.

Ni son tiempos para la demagogia, ni para “mantenerse en el poder”, ni para entretener audiencias radiofónicas y televisivas con paneles de tertulianos profesionales centrados en la estridencia y el espectáculo, ni, sobre todo, de Instituciones y gobiernos débiles, dependientes y desacreditados.

El rol de la política, el de los gobiernos y la institucionalización positiva, real, transparente en todos los ámbitos mejora, sin duda, la calidad democrática y la vida de las sociedades a las que sirven. Recuperar y ganar la credibilidad perdida es una inmediata necesidad sobre la que abordar nuevas realidades y construir un futuro exigente.

Elecciones en Estados Unidos. Trump: ¿Éxito o Aviso?

(Artículo publicado el 11 de Noviembre)

Las recientes elecciones de “término medio o medio mandato” celebradas este pasado martes en los Estados Unidos, suponen un escenario digno de análisis más allá de cifras y posicionamientos actuales y su impacto en el plazo inmediato.

El presidente Trump se encuentra con una nueva Cámara de Representantes con mayoría demócrata tras perder 26 de sus congresistas (la menor pérdida de escaños en el “midterm” de cualquier presidente en la historia de Estados Unidos), con un Senado republicano reforzando su mayoría absoluta y un peso significativo en el marco de una   variada composición a lo largo de los 50 gobiernos de los Estados. Así, el nuevo escenario, más allá de múltiples situaciones en cada caso, le ofrece la posibilidad de afrontar dos nuevos años, con relativa confianza y comodidad en lo esencial y con expectativas más que favorables para su potencial reelección en 2020, con suficiente margen de maniobra para endurecer algunas de sus ideas clave, en apariencia mitigadas hasta ahora a la espera de superar la ya concluida contienda electoral. De esta forma, cabe pensar que se sentirá libre de actuar sin miramientos decisivos ante la “caravana migratoria centro americana”, como muestra de su política de “control” de la inmigración, mantener y extender  su mano dura en sus relaciones post tratado con México y Canadá y, por supuesto, su tolerada (y silenciada por la oposición) benevolencia saudí, insistir en su unilateral boicot y embargo anti-iraní, persistir en la  batalla comercial anti-china y exagerar  su lucha por el dominio de las fake news haciendo prevalecer en la opinión pública (al menos en sus votantes) la credibilidad de su palabra e información de presidente vs. La de los medios tradicionales de comunicación que pone en entredicho alegando “intereses extra periodísticos, económicos y de poder”. La mayoría en el Senado le ofrece un colchón de seguridad personal ante un potencial “impeachment”, suficientes garantías de control de las principales políticas y decisiones por acometer, y la más que relativa confianza respecto de su actitud y peculiar estilo de gobierno.

En este marco general, el contra poder se dará estado por estado, a medida que cada uno de los diferentes gobernadores y sus diferenciadas mayorías decidan actuar con políticas, presupuestos y decisiones propias dentro del margen que distintas competencias y materias les permitan. Mayor o menor atención y cuidados en salud, impulso al desarrollo económico regional, políticas fiscales locales y/o complementarios, educación “complementaria”, administración penitenciaria, etc. hasta la pena de muerte e indultos serán fuente de variaciones observables tanto en el debate como en las aplicaciones prácticas. A la vez, el contra poder desde la Cámara de Representantes parece que se reflejará más en los medios de comunicación, en el ruido y confrontación verbal, en los plazos de aprobación y en diferentes iniciativas en torno a comisiones de investigación que, finalmente, serán superadas por el comportamiento en el Senado.  Adicionalmente, como en cada elección estadounidense, junto con el voto por sus candidatos, diferentes Estados se han manifestado (en unos casos con carácter vinculante y en otros, tan solo consultivo) en relación con múltiples iniciativas que van desde la financiación pública de un estadio deportivo o una carretera, emisión o no de deuda estatal, autogobierno o incluso la “secesión” territorial o configuración de espacios político-administrativos diferentes a los previamente heredados, destacando solicitudes de ampliación de los beneficios en el sistema de atención y cuidados en salud y servicios sociales para los ciudadanos. Hasta 157 votaciones (consultas o referéndums) en 34 Estados.

Hemos asistido, de esta forma, a una semana electoral en la que se confrontaban dos grandes reclamos electorales como bandera argumental: “Enviemos un aviso a Trump para que sepa que así no…defendiendo el logro del Obamacare para garantizar acceso a servicios esenciales de salud de forma asequible y recuperando o salvando el carácter e identidad del país” (candidatos del partido demócrata bajo un liderazgo soportado en las caras de la legislatura anterior, Obama y su Vice Presidente Biden), o bien, “América para los americanos, no a la inmigración y sigamos creciendo…” (Trump y un muy secundario rol de los diferentes candidatos republicanos).

Hoy, conocidos los resultados, al igual que hace dos años, desde la distancia, mucha gente nos preguntamos cómo es posible que un presidente “peculiar”, tan contestado en nuestro entorno, escasamente asociable a los modos, estilos y expectativas europeas, puede renovar y reforzar su apoyo.

Ya el 13 de noviembre de 2016, bajo el título “Y, al final, ha ganado Trump” escribía en esta misma columna al respecto. Decía entonces: “Trump acertó en comprender que quien le elegía eran los votantes estadounidenses y no el resto del mundo” …aquellos que se sienten amenazados por terceros, que han visto descender su nivel y expectativas de vida y que comparten una serie de valores y principios determinados. Toda una población silenciosa para el observador foráneo y que no es objetivo de encuestadores demoscópicos, que está dispuesto a seguir a líderes emergentes, outsiders, rechazando el establishment (cada uno marca el perímetro en función de sus circunstancias)” …

Hoy, celebradas estas elecciones, a medio camino en su legislatura, los resultados le han permitido a Trump proclamar “todo un éxito”. Los Republicanos han perdido la mayoría de la Cámara de Representantes con menor peso del inicialmente esperable, han reforzado su mayoría en el Senado y han mantenido o sumado un importante número de gobernadores. Trump (campaña personal y no de partido), eligió en qué estados y distritos concentraba su campaña personal y ha triunfado en todos ellos coloreando un impresionante mapa rojo (color de los republicanos) a lo largo de todo el País con pequeñas manchas azules (demócratas) concentradas en las costas Noreste y Oeste y en unos pocos distritos fronterizos con México en Texas, Arizona, Nuevo México y California.

Vuelve a dirigir a sus votantes contra los medios de comunicación no afines, y señala y ataca a quienes no le apoyan. Aunque pudiera parecer extraño, cautiva al inmigrante de segunda o tercera generación que se ha ganado un puesto como estadounidense de pleno derecho y que ve en sus co-nacionales de origen un peligro ante su entrada en su país. Y, por supuesto, suma y conserva a los muchos que gusta y comparten sus mensajes.  Pese a casos concretos muy mediáticos en torno a unos pocos candidatos que “reflejan la diversidad no blanca del medio oeste americano” ha ganado peso en los nuevos votantes jóvenes, en las mujeres y en la clase y barrios trabajadores, tradicionalmente votantes del partido demócrata, felices de recuperar empleo expatriado a china en su día. Ha recuperado el voto del estudiante medio que tras sus cuatro o seis años de Universidad acumula una deuda por préstamos de entre 30.000 y 100.000 dólares y también a una amplia población de ciudadanos temerosos de perder los beneficios del Obamacare pero que han visto que, incluso con la insistencia presidencial en eliminarlo y con el apoyo de sus diferentes gobernadores interesados en mantener y extender los beneficios públicos, han superado cuotas de asistencia que les satisface, aunque sea en una mínima proporción. Trump profundiza su rol de un verso libre en el republicanismo, sin programa alguno y exprimiendo su juego provocador del mundo de las “fake news”, amparado en una mala prensa histórica y la proliferación de series y películas, con apariencia real, que permiten cuestionar todo. En un entorno en el que lo que mejor vende es el “anti-institucionalismo”, al que juega desde su autopromoción como “outsider”.

En los últimos días de campaña, personalidades como el ex alcalde de Nueva York, Michael R. Bloomberg, publicaba y emitía en las principales cadenas de televisión, radios y prensa un anuncio personal, pagado por él mismo. Se preguntaba: “¿No estamos cansados de alguien que saca el dedo y apunta de forma agresiva a los demás, amenazante, en lugar de ofrecer una mano abierta al diálogo para resolver problemas? Yo votaré a los demócratas. Démosle un aviso contundente para que cambie su forma de gobernar y tienda puentes entre los americanos y entre nosotros y el mundo”. Tras este anuncio, las encuestas previas a la cita electoral decían que el 52% darían ese aviso: “Así No”.

Un “así no” que quizás no llegó a comprender el mensaje líder de Obama: “Devolvamos el carácter de América”.

Ahora, dos años por delante. ¿Cambiará Trump o cambiará el voto estadounidense? ¿Cambiará la industria de la política de los Estados Unidos y su impacto negativo en la prosperidad de los ciudadanos como han planteado múltiples autores a la búsqueda de la revigorización de la democracia estadounidense? o, por el contrario, ¿se profundizará la confrontación partidaria y la erosión de los pilares de un sistema tenido por años como “la mejor democracia del mundo”, deslizándose hacia negros diagnósticos que hoy llenan las librerías americanas preguntándose si esta democracia sobrevivirá? Confiemos en que la sociedad americana permita que las dudas que Steven Levitsky y Daniel Ziblatt o E. J. Dionne, por ejemplo, plantean en sus libros “cómo mueren las democracias” y “¿una nación después de Trump? faciliten nuevas actitudes y comportamientos y, pronto, hablemos de las fortalezas democráticas reinventadas en torno a Instituciones y sistemas creíbles y sostenibles, inspiradores de nuevas políticas.

De momento, también nos vendría a los demás, tomar buena nota, aunque no seamos Estados Unidos.