Nuestro camino realista hacia la utopí­a

(Artí­culo publicado el 18 de Febrero)

El Parlamento Vasco ha concluido su fase de audiencias, debate y preparación de posiciones de grupo para avanzar en el autogobierno y proceder a la modificación de su estatus polí­tico. Hemos tenido la oportunidad de conocer las propuestas posicionales de los diferentes partidos, de tal forma que, conforme a la metodologí­a aprobada en el seno de la Comisión de autogobierno del Parlamento, en una próxima fase, con apoyo externo especializado, se procederá a la redacción de un texto articulado para su posterior debate en este larguí­simo camino hacia una potencial reforma estatutaria o, en su caso, avanzar hacia otro escenario de relación polí­tica.

Así­, más allá de las reacciones y discursos (muy pocos en base a los documentos y posiciones presentados), es de destacar un elemento de extraordinaria importancia que, si bien se reivindica o señala, se presenta escasamente desarrollado: la apuesta por nuevas polí­ticas sociales (prevención, protección, servicios y seguridad social), pero que, de una u otra forma, todos parecen sugerir. No obstante, si bien nadie parece cuestionar la necesidad de abordar cambios sustanciales en el actual entramado jurí­dico, instrumental y objetivo que determina las polí­ticas sociales y su aplicación, tanto la práctica real de quienes han tenido o tienen responsabilidades de gobierno, de dirección sindical, de intervención de una u otra manera en el determinante de dichas polí­ticas, en la práctica, difieren de tal manera que la «etiqueta social» parecerí­a evaporarse y alejarse de su responsabilidad y compromiso esencial. Ni qué decir que, además, ya las primeras descalificaciones a las posiciones defendidas por algunos (en especial el nacionalismo vasco) en este camino hacia un nuevo status, ha generado reacciones crí­ticas y descalificadoras en torno a un simplista discurso centralista y conservador (incluidas las posiciones de partidos y sindicatos de supuesta orientación de izquierdas y de historia social), encerrándose en torno a la siempre manida (equí­voca e inexistente) «Caja íšnica» de la Seguridad Social o alarmando con noticas y datos falsos (la era de las fake news) en torno a déficits impagables, incompetencia gestora (como si lo hecho hasta hoy bajo cúpula centralizada haya ofrecido resultados exitosos). Punto álgido en plena crisis y movilización de pensionistas a lo largo del Estado, llevando al ánimo de la opinión pública y el mensaje paralizante a los partidos polí­ticos para impedir una reforma estatutaria seria y profunda como los tiempos y, en especial, el futuro, demandan.

Llegados a este punto, conviene recordar que, son múltiples las voces que cuestionan la posibilidad o voluntad de profundizar en la creación de un Estado de Bienestar, así­ como su viabilidad (sea autonómico, federal, confederal o independiente). Conviene recordar, también, que el partido mayoritario de la Cámara Vasca, el Partido Nacionalista Vasco, concurrió a las elecciones (también a las últimas contiendas electorales al  Congreso de los Diputados) con sendos programas y compromisos ante la sociedad vasca con un mensaje y apuesta rotunda en la materia: …»fiel a sus compromisos históricos y vocación demostrada en sus prácticas institucionales y acción de gobierno, manifiesta su compromiso irrevocable en la construcción de una Euskadi para todos y todas las generaciones, configurando un Sistema de Seguridad Social en/desde/para Euskadi, atendiendo a los principios que venimos defendiendo desde nuestro acceso al autogobierno: sistema de protección sostenible, suficiente en su cuantí­a de protección, público, irregresivo y gestionado por nuestras propias Instituciones públicas. Sistema vasco de Seguridad Social, como pieza esencial de un Estado de Bienestar incluyente, motor y objetivo último de todas las polí­ticas sociales y económicas al servicio de las personas y del Paí­s.»

Un compromiso amparado en el entramado legal y competencial ya vigente, tanto en la Constitución española, como en el Estatuto de Gernika, incumplidos de manera unilateral por los sucesivos gobiernos españoles y sobre los que ningún tribunal o cuerpos del Estado se han preocupado de tomar iniciativa alguna, ahora que parecerí­a ponerse de moda «el cumplimiento í­ntegro de la legalidad» y alineado con las recomendaciones, polí­ticas y lí­neas de acción recogidas en el Libro Blanco 2012 de la Unión Europea sobre la Seguridad Social para Europa; la Agenda para unas pensiones adecuadas, seguras y sostenibles; el Informe envejecimiento 2012; Adecuación de las pensiones en la Unión Europea 2010-2050 y la Estrategia Europea 2020 como referente para la coordinación de polí­ticas económicas de los Estados Miembro y el ámbito desde el que se impulsa una polí­tica de orientación y coordinación de esfuerzos para afrontar el reto del envejecimiento y su impacto sobre los Sistemas de Protección Social. No quimeras que dirí­an algunos, sino realidades observables. Más aún, desde la legitimidad y credibilidad que la propia experiencia vasca a lo largo de estos 35 años con sucesivas iniciativas diferenciadas aplicadas en Euskadi, el análisis comparado a lo largo del mundo, informes y posicionamientos en torno a la desigualdad y la pobreza que nos afectan, así­ como una concepción amplia de la prosperidad y el bienestar, otorgan a un modelo diferenciado.

Abordar este tipo de propuestas no es una proclama propagandí­stica ni posición numantina. Es un ejercicio de realismo y compromiso. Conocedores del déficit público del Estado, del agotamiento de sus reservas y de la necesidad de nuevos esquemas de financiación y de la inoperancia de los instrumentos fallidos en la gestión del desempleo, de la integración de pensiones complementarias no contributivas, de malas praxis en los diferentes modelos de subsidios y ayudas, de una no financiada ley de dependencia y, por supuesto, conocedores de los nuevos retos que el futuro supone en una sociedad en la que el envejecimiento, los fenómenos demográficos, la empleabilidad, el estado de confort relativo existente, las crecientes demandas sociales, las multi patologí­as y cronicidad y la transformación de las estructuras familiares, por citar algunas claves relevantes, suponen un auténtico desafí­o para hacer, en verdad, sostenible una Sociedad del Bienestar. Sociedad que exige nuevas ideas y conceptos, nuevos sistemas de seguridad y protección social, nuevos modelos de pensiones, nuevas arquitecturas fiscales menos asociadas exclusivamente a la renta y, por supuesto, nuevos modelos de gestión. Todo esto es, sin duda, ocuparse de los problemas reales de los ciudadanos, para lo que resulta imprescindible dotarse de un nuevo estatus polí­tico. Esto sí­ es autogobierno. Y se propone, a partir de una posición de partida diferencial positiva, conscientes de los nuevos cambios estructurales, económicos y sociales.

En este punto, merecerí­a la pena sugerir que, en convergencia con la modificación estatutaria, se pueden y deben seguir «generando estructuras de Estado propias» (confiemos que el hecho de planificar estrategias para escenarios futuros no lleve al Tribunal Constitucional o al Supremo a condenar alguna por imaginar un futuro diferente al que el gobierno central y sus aparatos de poder elijan) y no esperar a la aprobación de una reforma estatutaria sino avanzar, desde la rica experiencia y plataforma existente en el paí­s, para incorporar un debate abierto con conceptos como Renta Universal, desvinculación de subsidio-empleo-renta, reformulación del derecho subjetivo que lo amparen y adecuación de principios, conceptos, recursos, instrumentos, competencias, servicios y su financiación como pilar esencial de un deseado Estado Social de Bienestar. Estado final que, sin duda, mejorará, en el marco de un verdadero autogobierno que genere el tan ansiado nuevos estatus polí­tico.

En esta lí­nea prospectiva, de la mano del extraordinario libro del autor holandés Rutger Bregman , «Utopí­a para Realistas» y tras su provocador reclamo inicial en favor de la Renta Universal, una semana laboral de 15 horas al objeto de ganar el más valioso de los bienes: tiempo libre y un mundo sin fronteras (no solo geográficas, ni mucho menos de «Estado»), se transita a través de la historia con la permanente búsqueda de la utopí­a con una relevante llamada a superar la «tecnocracia polí­tica» (con minúsculas) para recuperar la Polí­tica (con mayúsculas) en la búsqueda de un mundo en el que la inspiración y la esperanza estén vivas y activas, al servicio de la erradicación de la pobreza, la desigualdad y contra la absurda insistencia en seguir utilizando medidas y cifras del pasado (aferrados a un PIB propio de economí­as y sociedades de ayer, ajenos al mundo de hoy y de mañana). Quien quiera conocer las múltiples iniciativas que a lo largo del tiempo y a lo largo del mundo se han experimentado en torno a la Renta Universal, y lo haga con «nuevos ojos» y actitud creativa, tendrá al menos la capacidad y oportunidad de la duda para explorar alternativas al estado actual de las cosas. Ignorancia, Ideologí­a e Inercia preconcebidas (dirí­a el pensador Duflo), pueden convertirse en los principales obstáculos para encontrar un nuevo mundo deseable. Hoy, Suiza la somete a referéndum, Dinamarca, Suecia y Finlandia establecen «regiones piloto» para su práctica, algunos estados en Estados Unidos la incorporan en sus programas… Euskadi tiene la oportunidad, no ya de revisar o ajustar su renta de inserción, sino de abanderar una nueva Renta Universal a partir de su rica y beneficiosa experiencia desde sus iniciativas pioneras no solo en términos de rentas de inserción, sino en el amplio abanico de polí­ticas sociales que han generado una extraordinaria red de bienestar, soporte de nuestro modelo de cohesión y desarrollo económico.

Y, por supuesto, en este camino realista hacia la utopí­a, es necesario esforzarnos en dotar de contenidos reales (y ambiciosos) las declaraciones de principios contenidos en el reclamo de autogobierno ya mencionado. ¿Hay espacio posible para avanzar hacia el verdadero autogobierno, en un nuevo estatus deseado?

Hoy, casi cinco meses después de la consulta catalana del 1 de Octubre, asistimos a una especie de mundo «bizarro» en el que pudiera parecer, para muchos, que no sucede nada, que la vida en Catalunya está normalizada y que tan solo vivimos una especie de «contienda mediática» dominada por las redes sociales y que tan solo obedece a un grave juego de polí­ticos, enredados en un camino sin solución, condenado o bien a la renuncia y abandono de ideas y propuestas del bloque clasificado como independentista, o a la progresiva descomposición de los aparatos del Estado alineados, de forma claramente cuestionable desde principios democráticos, a la espera de que surja algo o alguien capaz de alumbrar un Acuerdo negociado que brilla por su ausencia. Así­, mientras las Instituciones catalanas están paralizadas y sustituidas por un mando impuesto bajo el graví­simo precedente del «155», sin reacción alguna de funcionarios y cargos públicos que desempeñan sus funciones como si todo fuera igual, con incomprensible e inaceptable encarcelamiento u obligado autoexilio de los principales dirigentes legí­timos, el Gobierno Rajoy y sus aliados en la intervención (PSOE y Ciudadanos), bajo el paraguas del inmovilismo sin plan o estrategia alguna, ocupados en su acelerada guerra fratricida como consecuencia de su corrupción, descrédito e inoperancia polí­tica, aguardan que el temor a la acción de tribunales y policí­as termine disolviendo el movimiento cuál azucarillo en un vaso de agua, mientras alimentan esta caótica y deprimente situación a través de tertulianos y filtraciones de «mesa y mantel» difundiendo la idea de que ellos han «descabezado la rebelión, los independentistas se desmoronan ante los jueces y terminarán reconociendo que ha fracasado y que la España de siempre pervivirá por siempre».

Lo verdaderamente grave no es solamente todo lo anterior (ya de por sí­ extremadamente grave), sino que el mensaje generalizado es que «no hay nada que hacer», es decir, se permite pensar diferente, se puede soñar con modelos o escenarios distintos, se puede querer un futuro propio, pero no se pueden llevar a la práctica (ni de forma pací­fica y democrática).

Hace unos dí­as, disfrutando de un almuerzo con queridos amigos, surgí­a -como no es de extrañar- un debate e intercambio de opiniones sobre Catalunya y el Procés. Con independencia de valoraciones parciales, posiciones sobre el modelo en que se ha desarrollado, dominaba en el ambiente una idea concluyente: «El todo poderoso Estado (y Europa) no está por la labor y nunca permitirá ninguna utopí­a, debemos ser realistas. Catalunya, sus dirigentes y el pueblo que ha acompañado todo el Procés es ingenuo y no tiene otra salida que volver al punto de partida. Ha de recuperar, cuanto antes, el estadio previo al 155″. Frustración y desolación. Este panorama, que no acepto, me lleva a reencontrarme con los mensajes ya comentados, de forma somera, en el trabajo de Rutger Bregman en su larga experiencia, en apariencia estéril, a lo largo de los años abanderando la entonces defenestrada y hoy asumida como más que viable solución a través de la Renta Universal.

Bregman habla de los «perdedores», en alusión a aquellos que, en un momento dado, aceptaron el statu quo y dieron por bueno o suficientemente aceptable el punto al que se habrí­a llegado. Con él, dos grandes estudiosos de la desigualdad y la pobreza (Shafir y Mullainathan) añaden que dejarse llevar por el contexto nos asocia a una determinada «banda de ancho mental» paralizante y conformista de la que resulta casi imposible salir (serí­a algo así­ como, en nuestro caso: ¿Para qué queréis más autogobierno si ya estáis bien?)

Estamos en un momento complejo y paralizante en un contexto que parece llevarnos a pensar en aquella polí­tica con minúsculas que comentaba. Es tiempo de polí­ticas con mayúscula, la que proclama la revolución de las ideas, que no pretende solamente practicar el arte de lo posible, sino preguntarse cómo hacer inevitable lo imposible.

Parafraseando a Oscar Wilde, «un mapa del mundo que no incluya UTOPIA no es digno de consultarse, pues carece del único paí­s en el que la humanidad siempre acaba desembarcando. Y cuando lo hace, otea el horizonte y al descubrir un paí­s mejor, zarpa de nuevo. El progreso es un camino y proceso permanente hacia la utopí­a».

Ojalá no seamos los perdedores que se hayan dejado cautivar y engañar al llegar a una estación suficientemente confortable, pudiendo y debiendo continuar por el cambiante y desconocido recorrido que pudiera esperarnos. Necesitamos nuestro realista camino hacia la Utopí­a.

Y el mundo se mueve…

(Artí­culo publicado el 4 de Febrero)

Mientras la prensa española se empañaba en destacar la presencia en Davos de una delegación española presidida por el «Rey global  y español», Felipe VI, «en un insólito y exitoso ejemplo de la modernidad española» en el marco de una nueva campaña de marketing para poner en valor una monarquí­a distante y desafecta, la realidad de la cumbre económica mundial con más de 400 sesiones de elevado interés, se produjo en los términos habituales con un importante número de Informes, proyectos, debates y mensajes de máximo valor, llenando las agendas desafiantes de los principales lí­deres mundiales que se ocupan de repensar las cosas para modelar un futuro diferente al que la inercia parecerí­a empeñarse en llevarnos. Desgraciadamente, para el marketing pro marca España-Rey, su presencia o intervenciones no merecieron ser destacadas en la web oficial del World Economic Forum, que sí­ ha dado cuenta de los principales contenidos, relatos e historias a resaltar en el mencionado encuentro.

Ya en un artí­culo anterior, resaltaba los riesgos y desafí­os globales que se analizaron como base del evento (Global Risks 2018). Además, un buen número de informes especializados destacaban los principales elementos clave a considerar para transitar hacia el futuro. Informes a añadir al siempre referido índice de Competitividad Global que lleva décadas como libro de cabecera de todos los gobiernos y organismos internacionales, generador de guí­a y metodologí­a en el proceso de diseño de polí­ticas y estrategias a lo largo y ancho del mundo, el todaví­a joven nuevo índice del Desarrollo Inclusivo que ha cobrado especial interés y reclamo. Más allá del PIB, la imperiosa necesidad de comparar las diferentes economí­as desde su capacidad de generar oportunidades de desarrollo y de identificar los principales determinantes del bienestar, satisfacción y felicidad de las personas en Comunidad, relativizando los diferentes factores, también, en términos de su posición geo-polí­tica y carácter desarrollado, emergente o no desarrollado, proporciona una visión mucho más acertada y próxima a la realidad vital de la gente, facilita información valiosa para la definición y priorización de polí­ticas mitigadoras de la desigualdad y, en consecuencia, favorece el camino hacia un nuevo «Contrato Social» indispensable para transitar, lo más cohesionados posible, hacia un nuevo espacio de bienestar. Un nuevo trabajo que viene marcando la orientación del Foro Económico en su conjunto hacia la integración e interacción de polí­ticas económicas, sociales y medio ambientales que han de considerarse, a la vez, en la determinación de cualquier estrategia paí­s.

Adicionalmente, la educación del futuro con o sin el impacto de las tecnologí­as de la información, la digitalización de la economí­a, su robotización y automatización y su impacto en el empleo, cobran cada vez más fuerza en todo tipo de debate y diseño, tanto empresarial, como público. Educación, salud y género multiplican su importancia condicionante de cualquier apuesta de futuro y, por supuesto, los movimientos migratorios y demográficos que no pueden minimizarse u obviarse en cualquier propuesta medianamente seria.

Así­ las cosas, en un contexto de interconectividad global en el que cada vez, con más fuerza, se cuestiona la simpleza de la otrora panacea única de la globalidad, la separación entre los espacios públicos y de mercado y en el que las finanzas y la macroeconomí­a ocupaban la guí­a casi única y excluyente de ese nuevo futuro limitado por bloques geo-polí­ticos, «lo social» toma carta de naturaleza y conduce hacia la inevitable acción coordinada y colaborativa en un nuevo y redoblado llamamiento hacia la interconexión público-privada, una nueva gobernabilidad respetuosa de la identidad, el sentido de pertenencia, realidades únicas y deferenciales, y voluntades o vocaciones colectivas. Las palabras huecas de unidad histórica sin contenido real compartido, la permanencia estática heredada y no deseada por el simple hecho de una mera inercia o «historia» heredada y/o impuesta, han dejado su sentido no ya en otras generaciones, sino que la complejidad, los desafí­os y los deseos del futuro claman por nuevas soluciones. Una población mayoritariamente urbana, provista de la movilidad y velocidad imparables para ensanchar nuestros espacios de relación, trabajo y confort, desde voluntades propias, reclaman nuevas formas de organización, gobernanza, participación y, por supuesto, modelos de liderazgo desde la autoridad otorgada y reconocida y no impuesta por jerarquí­a declarada o posicional. Un mundo diferente en el que lo menos importante es lo que parece evidente o aparente: la tecnologí­a. La verdadera cuestión clave es el para qué de las cosas. El resto son instrumentos (facilitadores o inhibidores) de la voluntad y bienestar colectivos. Nuevas lentes para observar el mundo que nos rodea, emoción y empatí­a conduciendo los procesos de toma de decisiones.

No muy lejos de Davos, en la nevada, a la vez que pequeña Suiza, confederal, por decisión propia no miembro de la Unión Europea, neutral, en el corazón de una Europa que también existe y progresa sin guiarse por el mando unitario de Bruselas, a muchos siglos de distancia, el gobierno español, sus aparatos de Estado y sus voceros «constitucionalistas» se aferran a una sacro santa unidad ficticia heredada de una historia imperial en descomposición permanente. Lejos de pensar en los desafí­os del futuro y de entender la inevitabilidad y complejidad de los cambios, se instalan en un pasado que no parece entender lo que está por venir. La semana no ha hecho sino reflejar la punta del iceberg de un Estado en descomposición cuyos aparatos se movilizan al servicio de la comodidad de algunos sin importar tergiversar, evitar o manipular los pilares básicos de una democracia, de la convivencia pactada o del simple sentido común que sugerirí­a una llamada alarmante a dialogar en busca de soluciones de futuro y no imposiciones unilaterales del pasado.

Si bien lo observado en Davos no tiene por qué reflejar la única verdad, ni muchos menos diseñar un único escenario, ni que lo observable sea lo deseable por todos, sí­ merece ser considerado a la hora de repensar lo que hemos dado por fijo y estable. Basten unas cuántas pí­ldoras de la mano de dos prestigiosos profesores de Ciencia Polí­tica, especialistas en ejercicios de visión estratégica, quienes al frente de sus respeticos Institutos asiáticos observan el mundo desde una perspectiva muy diferente a la que nos hemos acostumbrado en nuestra querida Europa. Los profesores Robert Muggah (Igarapé Institute) e Yves Tiberghien (Asian Research UBC- Vision 20) nos transmiten «cinco hechos necesarios para entender el nuevo orden global» como resumen de lo que han presenciado en este encuentro del World Economic Forum, contrastando las visiones del presidente Donald Trump, del Presidente Chino, Xi Jinping, y el Primer Ministro de Canadá, Justin Trudeau, como representantes de tres modelos diferentes de aproximación. Trump con su America First, si bien en un nuevo orden de colaboración multipolar complementaria; Jinping desde el nuevo centro global que pretende ocupar China y Trudeau, en un reinventado liberalismo social (al que pretende asimilarse un Macron en Europa). Los autores sugieren no menospreciar los discursos de estos lí­deres y entender un contexto actual calificado de anormal en el que se entremezclan ideas, nuevos inputs y múltiples intentos de reconfigurar el espacio, los instrumentos de gobernanza e interacción, los organismos y modelos de relación que la posguerra europea alumbró y que posibilitó un, sin duda, beneficio general, introduciendo un nuevo espacio de paz, orden socio-económico hacia un creciente bienestar y una centralidad USA-Europa alineando Instituciones (Fondo Monetario, Bretton Woods, OTAN, G-20…), así­ como la propia  CEE-Unión Europea que, sin embargo, no parecen responder, hoy, a los cambios y desafí­os por venir. Repensemos con ellos cinco mensajes que no son sino estimación más que probable de realidades ya en curso:

  1. El crecimiento económico mundial se ha desplazado, está teniendo lugar y lo tendrá con más intensidad en el futuro, fuera de Europa y USA. La nueva era de la economí­a no blanca está a la vuelta de la esquina: Ya en 2019, el 35% del crecimiento mundial vendrá de China, 9% de la Indica y tan solo el 8% de Europa (con el 18% de USA). En 2050, las cinco mejores economí­as mundiales serán China, India, Indonesia, Brasil y Estados Unidos.
  2. China lidera la máxima urbanización y desarrollo de infraestructuras del mundo. Ejemplos son su magna obra «El Cinturón one Belt one Road» (Carreteras, lí­neas marí­timas, infraestructuras) atravesando e interconectando 65 paí­ses. (Ya en su quinto año ha invertido 900 billones de dólares). El proyecto «reinventarờ las rutas comerciales globales entre China, Oriente Medio, ífrica, Euro-Asia y Europa. Su financiación es prácticamente china en su totalidad.
  3. El cambio climático se ha convertido en un hecho y es una clara estrategia diferencial y prioritaria para China. (En 2025, todos los vehí­culos nuevos en el gigante asiático serán eléctricos). Ya hoy, el 60% del ferrocarril de alta velocidad mundial discurre por China y la «limpieza» del aire polucionado en Pekí­n y Shanghái es una auténtica realidad.
  4. La Sociedad Digital no solo es una apuesta, sino una realidad de la mano de su intensivo plan de construcción y nuevas Ciudades y Servicios a lo largo del paí­s, por no hablar de sus gigantes empresariales con Alibaba (25 billones de dólares de venta por internet en u solo dí­a).
  5. Formación. Las Universidades chinas se mueven en el ranking mundial y ya ocupan lugares destacados entre los 30 mejores del mundo. Cuentan con la mayor producción mundial de ingenieros y aspiran a eliminar «el éxodo chino hacia los posgrados estadounidenses»

Cinco pilares para pensar. ¿Podemos seguir haciendo lo mismo? ¿Es momento de pensar en nuevos modelos y nuevos instrumentos o el acierto del pasado es suficiente para garantizar un futuro exitoso?

Sin duda, partimos de una posición positiva y el cambio no es sino una invitación a navegar en la complejidad. Pero no es sino el tiempo que nos toca vivir. En verdad, Davos es mucho más que un placentero paseo por la nieve y un poco de marketing. Supone, por el contrario, una invitación a convencernos que no somos ni especiales, ni los inamovibles protagonistas de un mundo superior. No solo tenemos la obligación de ocuparnos por nuevos horizontes, sino que, también, tenemos derecho a seguir buscando la utopí­a mejorando y dando valor a la vida que hemos recibido y/o construido.

El mundo se mueve y nosotros deberí­amos hacerlo con él.