Invertir en un mundo frágil

(Artí­culo publicado el 29 de Noviembre)

En el marco de noticias derivadas del proceso catalán para su «desconexión» de las estructuras de Estado y la Declaración Institucional del Parlament para anunciar su propósito y futuras lí­neas de acción, más allá de la crónica diaria del desencuentro entre los ganadores de las elecciones cara a la formación de un gobierno, cobra fuerza una determinada lí­nea editorial y de debate destacando «una ola de traslado de empresas desde Catalunya a España (Madrid en su mayorí­a)».

Si bien resulta evidente que es obligación de todo administrador el análisis de su entorno empresarial y la adecuada elaboración y gestión de su «Mapa de Riesgos», no deja de ser llamativo el contenido de los mensajes emitidos desde diferentes organismos y foros económico-empresariales que, como no podrí­a ser de otra manera, se ven influidos por la ideologí­a personal de quienes los componen o dirigen y un sorprendente ruido mediático unido a una aparente campaña de desencanto y miedo.

Así­ las cosas, parecerí­a instalarse la idea de que tras un titular de prensa («3.000 empresas dejan Catalunya tras las elecciones»), la incertidumbre a una propuesta del Junts Pel Si y la CUP habrí­a provocado, de inmediato, la huida. Una huida que no parece reparar en el análisis comparado de los procesos de creación, mantenimiento y cierre empresarial, ni de la dirección de traslados de domicilios sociales, operativos o fiscales de las empresas, ni de los efectos de la crisis a lo largo del tiempo, o de los cambios legales y económicos así­ como de las oportunidades de negocio, fuerzas del mercado o aglomeración y concentración empresarial. Basta señalar, antes de seguir adelante, que si en 2.015 han sido 3.000 las empresas que han salido de Catalunya, eran 4.500 las que lo hací­an en los años anteriores desde la crisis del 2.008. Y, adicionalmente, resulta oportuno recordar que su traslado mayoritario, lo era y es hací­a Madrid.

Un Informe de D&B Informa, especialista en Información Comercial y Financiera, compara la «mudanza» de domicilios (no siempre acompañado de cambio de sede fiscal o social) entre Catalunya y Madrid. En el último año, 1.106 empresas han dejado la Comunidad de Madrid y 738 han salido de Catalunya. Madrid cuenta en su tejido económico con un 1,1% de empresas medianas y grandes, mientas en Catalunya suponen el 0,7%. En ambas, son las microempresas las que suponen el 56% de su tejido empresarial. Además de la mudanza, cabe recordar que en el caso de empresas de «alto crecimiento» (las que han aumentado sus ventas o número de empleados en un 20% anual en los últimos tres años), Catalunya supera a Madrid (1.145 vs 930 empresas) y tiene el mayor nivel de empresas activas de todo el Estado español (594.000) con un 18%. Madrid, otros factores al margen, como capital del Estado, en un marco de excesiva centralización, concentra las mayores empresas con participación pública (directa e indirecta), multinacionales, sociedades instrumentales NO operativas, entidades financieras, SICAV’s, etc. asociadas no directamente al mercado y economí­a real en su operación e implantación territorial.

Con estos datos, cabrí­a preguntarse, entonces, ¿por qué Madrid resulta más fiable, más rentable, más certera y segura, menos frágil y, en definitiva, más competitiva como territorio y contexto socio-económico-polí­tico para las empresas con base en Catalunya?

El escenario español, Catalunya aparte, ofrece una clara incertidumbre en su gobernabilidad. A falta de conocer el impacto que la reciente ola de terror que ha rebrotado en Europa y el mundo que «favorecerờ el voto hacia partidos tradicionales haciendo «mejorar» las expectativas de PP y PSOE, todo lleva a contemplar la entrada de nuevos jugadores en el sistema español, la casi obligada necesidad de pactos anti natura (al menos en temas como la economí­a, la fiscalidad, el modelo de Estado y la concepción de un Estado de Bienestar), arrastrando cambios en los gobiernos de las diferentes Comunidades Autónomas sujetas a débiles pactos que han facilitado el control de minorí­as. Ni que decir que la España que pudiera parecer atractiva para el traslado está invadida de una lacerante corrupción, de una clara desafección de los ciudadanos a sus Instituciones, de un insoportable intrusismo entre poderes cuestionando el rol independiente de la Justicia. Factores de alto riesgo que ahondan los graves desequilibrios macroeconómicos que se siguen aquejando, en un contexto de desempleo y desigualdad agobiante que cuestiona todo proyecto de crecimiento y desarrollo. ¿En dónde reside la ventaja competitiva para «ir a Madrid»? Más allá de las empresas, parecerí­a que los beneficios se asocian a las personas concretas que verí­an mejorar su contribución fiscal y su «confortabilidad ideológica». Criterios y objetivos legí­timos y nada desdeñables pero que han de identificarse correctamente para no perder en ese juego la viabilidad y competitividad real de las empresas que dirigen.

Las empresas (y, sobre todo, los empresarios), por definición, conviven con el riesgo y asumen la inevitabilidad de gestionarlo. El beneficio esperable, por otra parte, suele estar asociado con dicho nivel de sobre-riesgo evitando el escenario plano y no diferenciado al que se «enfrentan» las empresas con su competencia en los diferentes mercados. Hace unos dí­as, por ejemplo, el Consejero Delegado de la primera empresa española de petróleo, explicaba su apuesta, por encima de cualquier otro paí­s y entorno: Bolivia. Sin duda un paí­s no exento de ciertos riesgos. El presidente de uno de los principales bancos con presencia en el Estado español, renovaba una gran apuesta por inversiones relevantes en Turquí­a. Las principales empresas «españolas» con elevada cuota global, obtienen más del 60% de sus ingresos y beneficios en paí­ses emergentes con todo tipo de comportamiento y diferentes niveles de riesgo. El mundo entero supone un espacio de fragilidad en el que invertir está lleno de incertidumbre.

Parecerí­a que, más allá de reuniones y análisis coyunturales, las empresas que han de plantearse su continuidad o no en un determinado Territorio (algo más que un Mercado), deberí­an recrear su verdadero «Diamante de Competitividad», atendiendo al conjunto de factores que explicarán, finalmente, sus resultados. ¿Una Catalunya «desconectada», dentro o fuera de un «Nuevo Estado español» y/o «dentro/fuera de una Nueva Europa por redefinirse» perderá o ganará ventajas competitivas para el tipo de actividad y ofertas que ha de realizar la empresa en cuestión? ¿Desaparecerá el mercado catalán de 7 MM de habitantes europeos con un alto nivel de renta, bienestar y consumo? ¿Desparecerá la cultura empresarial, su tejido interrelacionado, sus amplias redes clusterizadas en las principales industrias que hoy operan en Catalunya? ¿Cambiarán las polí­ticas económicas de una futura Catalunya? ¿Obtendrán beneficios las empresas que se trasladen fuera de Catalunya en sus operaciones con/en Catalunya en el futuro?

Más bien, cabrí­a esperar de una empresa que cuando entra en un paí­s, salvo en situaciones verdaderamente excepcionales, apuesta por quedarse «para siempre», integrándose en el entorno, contribuyendo a fortalecer el propio «diamante y contexto competitivo del Territorio». Su gestión, su polí­tica, su interacción con el resto de agentes será, esencialmente, «Institucional», más allá de simpatí­as o preferencias ideológicas y personales.

La fragilidad, la violencia, el conflicto, la volatilidad… hacen más complejo aún, si cabe, el mundo de la empresa y una toma de decisiones. Grandes y crecientes bolas de riesgo, de pobreza, de desigualdad, de confrontación, de potencial inseguridad jurí­dica, de enorme transformación polí­tica y de cuestionamiento institucional, amplifican incertidumbre y complican la generación de estrategias de éxito. Por supuesto que cualquier elemento adicional, generador de un mayor grado de incertidumbre, obliga a una revisión rigurosa de los contextos en que una empresa ha de moverse. De la misma forma que debemos analizar una Catalunya pre y post «desconexión», ha de hacerse para una España con o sin Catalunya, o para una Gran Bretaña dentro o fuera de la Unión Europea o, en su momento, en una Escocia junta o separada del Reino Unido. Ahora bien, no confundamos ni la Competitividad empresarial, ni la Competitividad de un Territorio con decisiones, percepciones y comportamientos personales. Actitudes y decisiones absolutamente legí­timas.

Es un momento en el que, más allá de Catalunya, el mundo ha de replantearse el cómo fortalecer las inversiones en un contexto de fragilidad, necesitado de un desarrollo inclusivo.

Imaginación y Voluntad Polí­ticas. Combustible para una solución

(Artí­culo publicado el 15 de Noviembre)

Cuando para algunos parecerí­an resultar inamovibles los diferentes estatus quo vigentes que llevarí­an a dar por rí­gidos y predeterminantes los marcos legales en curso, con independencia de las sensibilidades y deseos cambiantes de la sociedad a lo largo del tiempo, observamos cómo, en el propio corazón de Europa, en el seno de una democracia histórica referente (el Reino Unido) se da un nuevo paso hacia un potencial futuro distinto sometiendo la decisión a un referéndum vinculante.

En lí­nea con el compromiso recibido de las Cámaras de Lores y Comunes, el primer ministro David Cameron ha de convocar, antes de finales de 2017, un referéndum sobre la continuidad o salida del Reino Unido de la Unión Europea. Should the UK remain a member of the EU? Sencilla y directa pregunta a la espera de un SI o un NO. ¿Deberá el Reino Unido seguir en la UE? Así­, el conocido BRexit (la salida de la UE) es mucho más que una expectativa real (últimas encuestas de esta semana dan la mayorí­a al NO) optando por un nuevo camino que dé por finalizado, de manera amistosa, el enlace de 1972 incorporando al Reino Unido a la Unión Europea. Es decir, Parlamento y Gobierno británico iniciaron un proceso hacia la «desconexión» de las estructuras polí­ticas y de gobierno de la Unión Europea. Proceso que culminará, en su caso, con la aprobación democrática de sus ciudadanos.

Esta semana, Cameron ha dado el pistoletazo de salida a una negociación previa con la UE de modo que si consigue una reforma del Tratado Europea en «áreas y cuestiones sensibles», puede liderar el SI para mantenerse en la UE. Anuncia que, en caso contrario, pedirá la salida. Cameron ha iniciado este proceso negociador remitiendo una carta al Presidente del Consejo Europeo, en la que adelanta que se trata de tomar «una decisión final» que «resulte irreversible» y que, en su opinión, no solamente no es una «misión imposible», sino un ejercicio de reformas imprescindibles para el bien de una «nueva Europa» por construir, para el Reino Unido y, por supuesto, para la inmensa mayorí­a de los Estados Miembro de la Unión. Exige, para lograrlo, «voluntad e imaginación polí­ticas».

Así­, más allá de las formas, Cameron no pide pequeños retoques, compensaciones económicas concretas o aplicación de «solo la ley pero toda la ley» que dirí­a el presidente Rajoy ante la voluntad del Parlamento de Catalunya, por ejemplo, sino «una nueva ley, un nuevo tratado, unas nuevas reglas del juego y una nueva relación UE-UK». Bajo el reclamo de cuatro áreas de reforma (1. La no extensión y aplicación obligatoria de la prevista unión bancaria, fiscal y financiera a todos los Estados Miembro de la Unión y la consiguiente co-existencia de múltiples monedas más allá del Euro; 2. La supremací­a de la soberaní­a nacional de todos y cada uno de los Estados Miembro sobre la UE en su conjunto y la consecuente renovada gobernanza y capacidad de decisión y veto en los paí­ses miembro; 3. Reformar el estado de acogida y bienestar para los inmigrantes de modo que la UK fije las normas y requisitos de asilo, ciudadaní­a, residencia, nacionalidad y acceso a los beneficios sociales; 4. «Reescribir la COMPETITIVIDAD en el ADN de toda la UE», empezando por la reforma absoluta de su burocracia, la regulación innecesaria y el discurso vs. la eficiencia y las polí­ticas reales y directas en favor de la economí­a), Cameron defiende una singular pertenencia a una nueva Europa diferente a la actual tras un verdadero compromiso de reinventar el modelo, sus objetivos y contenidos, gobernanza y la redefinición de la co-soberaní­a. La propuesta supone cambiar la Constitución -Tratado- europea.

Un nuevo proceso abierto. El debate en el Reino Unido se intensifica y los partidarios del Vote Leave (Votad Salir) acusan la carta como una «trampa retórica» para acuerdos de maquillaje, mientras quienes quieren la continuidad en la UE advierten de los peligros (pérdida de prosperidad, disminución de influencia internacional, pérdida de mercados, huida de bancos y multinacionales, castigo arancelario a las exportaciones británicas), representantes del Tesoro y de instituciones internacionales desde Estados Unidos advierten que la «nueva estrategia norteamericana es la de suscribir tratados con plataformas de paí­ses y no con paí­ses individuales como el reciente caso del TTP» y las agencias de rating (Standard & Poor’s) advierten que la salida le supondrí­a al Reino Unido perder uno o más escalones en la calificación de su deuda. Y curiosamente, vuelve al centro del debate ESCOCIA.

Quienes ante el referéndum escocés del año pasado, utilizaron el miedo para evitar el UK (Reino Unido sin Escocia), además de invertir sus argumentos, destacan que se producirá una «peligrosa división en el Paí­s ya que mientras el Reino Unido se va, Escocia quiere formar parte de la Unión Europea». Las amenazas contra Escocia de perder la contratación en sus astilleros por dejar de ser Europa, la huida de las empresas ante la «inseguridad jurí­dica» y su «descalabro económico y financiero», las «excesivas inversiones que habrí­an de acometer para fijar aduanas, fronteras, seguridad, defensa, etc.», aparecerán hoy en «bandos contrarios» intercambiando argumentos.

Así­ las cosas, es nada menos que Cameron quien hoy apela, también, al modelo Noruego-UE. Es decir, pensar en otros modelos de relación que permitan participar del espacio económico europeo, de los principales beneficios y espí­ritu social de la UE, de las relaciones económicas y comerciales preferentes, compartir espacios de justicia, seguridad… pero desde la capacidad y derecho a decidir tu propio destino.

En paralelo, la adecuación previa de los Tribunales españoles al servicio de una posición del Gobierno español y su oposición al objeto de enrocarse en una determinada «Unidad de España», lleva a la anómala situación de advertir a una Asamblea Soberana y a un futurible gobierno la prohibición de promover iniciativas legislativas, estudios de viabilidad, prospectiva de futuro, análisis de modelos comparados que, por ejemplo, consideren nuevas formas de diseñar unas polí­ticas de prevención, protección, bienestar y seguridad social, o nuevos instrumentos de financiación (incluido un Banco Público, por ejemplo) que garanticen el acceso al crédito a empresas, ciudadanos e Instituciones catalanas, incluso cuando las Cajas de Ahorros de implantación territorial han desaparecido y la dirección de las de sus principales entidades financieras (privadas) anuncian que en el caso de una elección democrática por la independencia, abandonarí­an Catalunya.

Nuevas y diferentes ví­as y modelos para abordar cuestiones esenciales en el deseo y voluntad de los pueblos. Nuevas ví­as, nuevos modelos de relación, diferentes maneras de revisar las estructuras de «Gobierno y Estado» con que hemos de dotarnos al servicio de los deseos y voluntades de las diferentes sociedades. Unos son procesos de clara vocación democrática, otros cuestionables aunque fijados desde la ley vigente «y los principios constitucionales» que dirí­a el rey de España (como en su dí­a dijera su padre cuando juró los principios del Movimiento). Sin duda, con Cameron, optamos por el combustible democrático de la voluntad y la imaginación polí­ticas. También en este caso, observamos que no existe -afortunadamente- un pensamiento único.

El Reino Unido está inmerso en un proceso abierto al debate, la confrontación de ideas, el contraste de argumentos a favor y en contra. Sus ciudadanos (NO toda la población de los 28 Estados Miembro de la UE) votarán en libertad y decidirán su futuro dentro o fuera de las estructuras de la Unión Europea. Si su opción es salir dando la mayorí­a al BRexit, no significará que abandonan ni Europa, ni a los europeos. Optarán por nuevas estructuras, nuevos modelos de relación y una forma diferente por apropiarse de su futuro y dirigirlo.

La riqueza de la democracia.

«Aprendiendo del Nobel de Economí­a: comprender las decisiones de los menos favorecidos»

(Artí­culo publicado el 1 de Noviembre)

La concesión del premio Nobel de economí­a al profesor escocés-estadounidense Angus Deaton se alinea perfectamente con la principal lí­nea de debate, preocupación y estudio en la economí­a de nuestros dí­as en torno a la creciente desigualdad existente.

Si la reciente Cumbre del milenio, convocada por Naciones Unidas al objeto de evaluar el grado de cumplimiento de los objetivos propuestos para este último decenio y proponer una nueva agenda hacia la sostenibilidad en el marco del inacabable desafí­o para un modelo de crecimiento inclusivo, destacaba un tí­mido avance en la capacidad demostrada en la contención o reducción global de la pobreza extrema, a la vez que reconocí­a el fracaso en el logro de la mayorí­a de los objetivos previstos y resaltaba su insuficiencia, serví­a para retomar un compromiso mayor en torno a la disminución de la desigualdad creciente. Una desigualdad observable entre continentes, entre Estados o Paí­ses, entre ciudades y, en especial, manifiesta entre regiones dentro de un mismo Paí­s, o entre barrios de una misma ciudad o, ni qué decir, entre familias y personas en una misma comunidad. Desigualdad creciente que, ante la proximidad, hace sentir y percibir una mayor distancia entre iguales y se convierte en un detonador de malestar, agravios y desafección y desconfianza que, a su vez, más allá de la falta de justicia y equidad, dificulta o impide participar de un espacio de futuro que, bajo la beneficiosa proclama global, esconde la desigual realidad entre unos y otros. Esta percepción negativa, esta desafección respecto del futuro, de sus lí­deres y gobernantes, cuestiona cualquier modelo de crecimiento, desarrollo y bienestar tradicional, amparado en la necesidad de invertir, crecer… y, más tarde, si los resultados obtenibles lo permiten, repartir y abordar las demandas sociales, colectivas y equitativas deseables. Crecimiento y/o desarrollo inclusivo es la lí­nea objetivo del nuevo pensamiento económico.

En este contexto, los trabajos del profesor Deaton, buscando explicaciones a la interrelación entre las decisiones individuales del consumo, ahorro e inversión de las personas, más allá de su capacidad teórica para tomarlas, los diferentes modelos y formas (además de ritmos y tiempos) de desarrollo, las modalidades del llamado estado de bienestar y felicidad a lo largo del mundo, la pobreza en sus diversas manifestaciones relativas, han contribuido, a lo largo del tiempo, a cuestionar la validez de fórmulas y recetas tenidas por inmutables y han trascendido de la macroeconomí­a y las bonanzas generalizadas atribuidas, para dar paso a la consideración de intangibles tan relevantes como la cultura, la psicologí­a, el estado de ánimo, el grado de asunción del destino de cada uno, la historia de los colectivos sociales, nuestro comportamiento social y, en definitiva, a la apreciación de una economí­a diversa, en contextos distintos y bajo el valor determinante de la aproximación microeconómica dominada por el entorno próximo en el que vivimos. La trascendencia del impacto directo de lo próximo, tantas veces distorsionada por las bondades macroeconómicas que parecerí­an un determinante genético único, capaz de regir sociedades globales únicas e igualitarias, parecen sucumbir ante la evidencia observable. Diferentes protagonistas, diferentes contextos, diferentes voluntades, ofrecen diferentes resultados y, también, exigen, diferentes recetas, desafí­os y estrategias.

Deaton, como otros muchos autores, ha sabido salir de su espacio de confortabilidad académica (en este caso de Princeton) para observar la realidad de los paí­ses emergente (en especial, La India) y comprobar cómo las recetas aprendidas, de supuesta validez universal, no constituyen un remedio ni absoluto ni único para las necesidades de la gente. Sus reiterados trabajos en el campo de la salud, por ejemplo,  han puesto de manifiesto que dos enfermedades no siempre son iguales, que no hay dos enfermos iguales y que no han de tratarse de igual forma en todas partes. La educación para la salud, el compromiso con la misma, los modos y sistemas de tratamiento, la aplicación de los medicamentos… difieren en resultados, también, en aquellos menos favorecidos en contextos rurales o urbanos diversos. El individuo, en cada contexto, ante un mismo input, toma decisiones distintas. Ni qué decir de su «reformulación» de la pobreza relativa haciendo obsoletos los sistemas e indicadores estadí­sticos clásicos.

Gracias a observaciones y aportaciones en apariencia tan simples y naturales, más allá de la sintoní­a teórica o académica, el mundo se viene rodeando de múltiples iniciativas, de un cada vez mayor número de autores y movimientos en favor de principios incluyentes para el desarrollo, de modelos de crecimiento novedosos, de estrategias empresariales innovadoras, que empiezan por redefinir sus propias visiones y objetivos,  redefinen productos y soluciones, recomponen sus cadenas de valor y su rol dentro de las mismas, generan espacios de trabajo colaborativo y compartido, ponen el acento en un valor empresarial y social convergente y se permiten discrepar de un pensamiento único simplista y, en apariencia, inamovible. Bienvenida esta nueva ola académica, empresarial, gubernativa y práctica que parece calar, también en las Organizaciones Internacionales y que, esperemos, terminen dominando sobre sus agentes, instrumentos y programas financieros que las más de las veces han suplantado la capacidad y autoridad decisoria de quienes formulan las visiones, estrategias y polí­ticas, bajo la excusa de la capacidad técnica para dotarse de recursos, más allá del logro de sus verdaderos objetivos al servicio de las personas.

Es por eso por lo que cuando la Academia sueca se acerca a la realidad, premia a quienes se comprometen en la generación de impacto real en la Sociedad, avalan su larga trayectoria y no eligen el camino fácil de premiar la promesa y verbo del mañana, nos felicitamos y aplaudimos su existencia, labor y mensajes transmitidos.

Hoy, el mundo reclama nuevos modelos, nuevos resultados, nuevos liderazgos capaces de asumir (y gestionar) riesgos, que provoquen cambios reales, incluyentes, para una Sociedad ni excluyente ni aceleradamente desigual.

Si bien, no obstante, para algunas lí­neas editoriales «liberales» se trata del «Camelo de la Economí­a», la desigualdad, la ausencia de resultados aceptables y la deteriorada oferta de futuro que para muchos margina de proyecto alguno, parecerí­a obligar a probar otros caminos. No se trata de propiciar crecimiento incluyente, sino un mundo incluyente o inclusivo antes, durante y después del crecimiento. Que el 80% de los beneficios de la crisis del último decenio en Estados Unidos se concentren en el 1% de la población no parece un buen indicador para un mundo que aspira a situar a la persona en el centro prioritario del desarrollo humano.

Así­, nuevos modelos de desarrollo, nuevos diseños, comportamientos y roles de la empresa y de quienes disfrutamos de un empleo, nuevos desafí­os de los gobiernos y renovados compromisos hacia la academia para priorizar el impacto de su trabajo en las diferentes comunidades en que se investiga e instruye, parecen constituir la esencia de la economí­a de HOY y, sobre todo, de mañana.

En definitiva, bienvenido este premio. Felicidades y agradecimiento al profesor Deaton y a quienes como él están cambiando el mundo. Cuyo trabajo permite reconsiderar determinadas reglas del juego (pobreza, salud, crecimiento…), nos acerca a una manera diferente de interpretar el verdadero valor de las estrategias microeconómicas y próximas, a contemplar el valor de elecciones y decisiones diferentes, por los agentes implicados, que las hacen únicas, que refuerzan el peso de la cultura y el comportamiento personal, familiar y social en nuestra actitud decisional, haciendo que las opciones de gasto y consumo, inversión y ahorro, respondan a nuestras aspiraciones de futuro y preferencia. Y permiten que esta consideración plena, lleve a concebir nuevos modelos de bienestar y desarrollo, al servicio de voluntad y decisiones propias. Modelos que hacen que siempre exista una opción a lo que algunos parecerí­an ofrecer como solución única e incuestionable. Todo un reto.

Las desigualdades, los nuevos desfavorecidos ven en estas ideas una esperanza sobre la que construir un nuevo futuro.