NAFTA: en su XX Aniversario

(Artí­culo publicado en Deia el 23 de Febrero).

A lo largo de estos últimos dí­as de la semana, la ciudad de Toluca (capital del Estado de México), se ha convertido en inusual sede de la cumbre tripartita Estados Unidos, Canadá y México, bajo el liderazgo de sus máximos mandatarios Peña Nieto, Stephen  Harper y Obama. La reunión ordinaria cobra notoriedad no tanto por el contenido y propósito de la Agenda sino por el simbolismo de la celebración de su XX aniversario, que además lleva a la ciudad de Toluca, de la mano de quien fuera gobernador del Estado, PEí‘A NIETO, a situarse en el mapa de las relaciones externas del paí­s posibilitando abrir el escaparate de tan importante Estado industrial, económico y de enorme potencial de desarrollo en el amplio espectro territorial diferenciado de México, dando paso a la  presencia de ciudades y Estados, considerados, hasta hoy menores en un Paí­s de corte federal, impecable en su estructura teórica, centralizado en la práctica y con elevada y desproporcionada concentración de poder polí­tico, económico, fiscal y financiero en su Distrito Federal y/o Ciudad de México. Toluca, vista con distancia y cierto desprecio provincial desde la capital del Paí­s, para sorpresa de casi todos, emerge en esa constelación de ciudades «congreso» aspirando a dejar oí­r su voz y protagonismo.

Simbologí­a de acogida aparte, la Cumbre ha sido presentada como «el encuentro de los lí­deres de América«, lo que es muy propio de los Estados Unidos que se auto proclaman «América» como si el resto no existieran, a la vez que con un cierto espí­ritu de iniciativa y diferenciación desde el anfitrión, México, quien fiel a su tradicional y ya extenso posicionamiento multilateral, pretende ser el referente y lí­der de diversas alianzas convergentes a lo largo del continente procurando convertirse en su elemento clave y articulador. Por su parte, el primer ministro Harper, desde una aparente segunda fila, destaca el rol relevante de una Canadá siempre más importante e interesante de lo que, en general, parece contemplarse desde fuera, situando su huella firme en un diálogo global del que históricamente ha participado con especial relevancia.

De esta forma, si hace ya 20 años, la entrada en vigor del tratado norteamericano de libre comercio (NAFTA), invitaba a soñar no solamente en un gran nuevo mercado de máximo interés global (el 28% del PIB Mundial), sin duda, un auténtico lí­der continental con aspiraciones de bloque competidor con los entonces dominantes (UE en construcción, ASEAN en proceso hoy reforzado por efecto creciente de sus emergentes economí­as, Japón pese a su década -y algo más- perdida tras enredos financieros, CHINA -sola o en compañí­a asiático-africana-, USA -además en solitario- y la siempre presente Rusia con o sin repúblicas acompañantes). Nuevo bloque naciente hace dos décadas en un mundo en el que la filosofí­a de la globalización, su configuración por bloques en una concepción de competencia suma cero, dominado por la macroeconomí­a, las grandes cifras y el volumen, parecí­an situar al consumidor y al mercado en el centro y objetivo único de las polí­ticas y caminos a seguir. En ese contexto, muchos querí­amos ver mucho más de lo que se firmaba, esperando del Acuerdo la base para generar un amplio y nuevo espacio compartible entre tres potencias de América y el Mundo, que si bien se presumí­a un tanto forzado dadas las enormes desigualdades, culturas, valores y objetivos estratégicos de sus Miembros, ofrecí­a la posibilidad de un nuevo horizonte y una plataforma para reinventar modelos de relación, de gobernanza y de desarrollo económico y social desde fortalezas ya emprendidas, historias de amor y odio ya vividas y esa obligada necesidad de establecer una manera ordenada de acometer soluciones comunes. Muchos ingredientes restrictivos que se confrontaban sin una verdadera ilusión colectiva ni en los Estados Unidos, preocupados entonces por el tipo de inmigración que recibí­an de México y temerosos del impacto desequilibrado que pudiera tener el intercambio, a la vez que reacios a las restricciones que en materia de energí­a terminaba imponiendo Canadá para la firma, dificultaba su venta interna. Ni qué decir que en Canadá el espí­ritu pro PACTO no era mejor, temerosos de esa permanente comparación o equiparación a los Estados Unidos -siendo clara y profundamente distintos- y demasiado alejados de un México del que la intermediación fí­sica estadounidense «protegí­a», más allá del beneficioso impacto que una mayor capacidad de intercambio comercial ofrecí­a (la práctica ha demostrado un incremento en torno al 25%), además de mayor relación de intercambio y un flujo empresarial entre sus provincias pro americanas en el entorno de Ontario y en el conjunto «CASCADIA» en el espacio fronterizo de Washington -Oregón y la Columbia Británica- Alberta. En definitiva, grandes expectativas, una gran apuesta, muchas incógnitas sin despejar y un largo proceso escasamente institucionalizado con demasiadas ví­as de escape a su compromiso y complicidad. Parecí­a  entonces que en el ánimo de los firmantes y de los observadores externos, las mayores expectativas (y sus beneficios) se abrí­an para México, normalizando un ventajoso mercado en USA y una nueva oportunidad focalizada en Canadá. No obstante, esa confluencia de fuerzas desconocidas que parecen obedecer al complejo, interesado e inteligente juego oculto de poderes oscuros, nos despertó de la resaca de noche vieja recibiendo un nuevo año que lejos de abrir la puerta al tan esperado NAFTA -cuya entrada en vigor era precisamente el 1 de Enero- y una agenda económica dominante a partir de ese momento, nos mostraba una revolución y movimiento armado, Zapatista, en la pobre y marginada región de Chiapas alumbrando el nacimiento de un enigmático lí­der -el comandante Marcos- cuya novelada vida continúa atrayendo interés, convirtiendo las prioridades y esperanzas inversoras en el nuevo espacio recién inaugurado en un futurible. México pasó a convertirse en «Chiapas-Marcos» y sus compañeros de viaje dejaron el NAFTA en sus aplicaciones iniciales, ralentizando su desarrollo a la espera de tiempos mejores. No obstante, la profundidad transformadora del Acuerdo (entendida así­, sobre todo, por México) sirvió para provocar un gran cambio de actitud y mentalidad y ha llevado a la existencia de una realidad que si bien no es la que se esperaba, si ha contribuido a la mejora de los tres Paí­ses firmantes, aunque se haya dejado en el camino sueños e ilusiones además de personas cuya contribución al mismo merecen ser recordadas (por mi parte no puedo sino mencionar con enorme respeto y admiración  al entonces Secretario de desarrollo económico Jaime Serra Puche, responsable de la parte mexicana, cuya estrella se apagó de forma fulminante con la devaluación del peso en sus nuevas responsabilidades al frente de la Hacienda mexicana, una vez iniciado el perí­odo post Tratado). Así­, movimiento guerrillero, devaluación, cambio de agenda y de prioridades provocaron una nueva frustración en el continuamente esperado despegue y milagro mexicano. (Menciono, además a Serra Puche ya que no puedo olvidar, en el momento del citado Acuerdo, una entrevista que mantuvimos en su despacho oficial en la que pidió un mapa de la división polí­tica mundial, en especial europea, para analizar el debate que le proponí­a sobre el desarrollo glokal de la mano de los nuevos jugadores que irrumpí­an demandando sí­ la pertenencia y articulación en torno a bloques globalizados como la UE o ASEAN, a la vez que reclamaban su protagonismo activo en su propio destino y futuro, transformando las viejas fronteras y mercados propias del siglo XIX.)

Hoy, veinte años después, el mencionado tratado, con sus luces y sus sombras, ha ido avanzando y ha acercado a estos tres vecinos distantes. Hoy México es para Canadá su tercer socio comercial y su segundo destino turí­stico y segundo destino de sus exportaciones. El triunvirato se esfuerza en abordar el siempre complejo mundo de la migración, su regulación en un espacio único, la adecuada gestión de sus aduanas y fronteras cuyo desarrollo logí­stico, de transporte y comercial se ve limitado por importantes problemas de seguridad que restringen la libre circulación de personas, capitales y servicios, y busca la manera de establecer condiciones similares para el acceso de sus respectivas PYMES a la financiación global a lo largo de todo el espacio NAFTA. Como siempre, año tras año, las declaraciones polí­ticas se exceden enviando mensajes de un futurible y muy próximo espacio trasnacional con gobernanza común que vaya más allá de un mercado tal y como lo sugerí­a estos dí­as en Toluca el Senador Menéndez, titular de la Comisión de exteriores en Washington (eso sí­, afirmaba que los demócratas están dispuestos a aprobar, mañana mismo, la legislación más abierta, universal y generosa del mundo para facilitar la entrada de mexicanos a los Estados Unidos, regularizar la situación de quienes entraron allí­ y siguen como ilegales, y propiciar la libre circulación de personas… pero, los republicanos bloquean el Congreso e impiden su aprobación…).

Así­, al margen de logros concretos de esta cumbre de celebración, la realidad permite constatar un efecto positivo en los tres paí­ses. Y no solamente por el aumento sostenido de sus relaciones comerciales y sus capacidades de tejer nuevas redes y plataformas complementarias (esta misma semana se ampliaba la alianza del pací­fico con la adición de Costa Rica), sino por la impronta y actitud incorporada a las potentes industria y economí­a de sus respectivos paí­ses, a cada uno de ellos y al conjunto del nuevo espacio. En esta lí­nea, esta misma semana he tenido la oportunidad de comprobar en una pujante Monterrey -en un ambiente y clima psicológico positivo y claramente superador de los tristes episodios violentos de hace tan sólo unos pocos años- su positiva valoración de un nuevo espacio que les acerca a los principales mercados del mundo, a dos horas de la frontera con Texas y «a tiro de piedra» del principal eje de transporte y movimiento internacional de productos y servicios («la 35″), impulsando su internacionalización. Una  internacionalización natural del Paí­s, sus empresas, sus lí­deres emprendedores y sus ciudadanos, más allá de la empresa, el mercado, y la economí­a, contemplando un prometedor futuro.

En definitiva, es un buen motivo de celebración, si bien sus resultados inmediatos sean un tanto frí­os. Queda mucho por recorrer desde una gran base sobre la que construir. Nuevas lí­neas de esperanza que vienen a reforzar la decidida apuesta por las nuevas reformas polí­ticas, fiscales, energéticas, institucionales y de bienestar en las que está empeñado el actual presidente y su Gobierno de la mano de un pacto paí­s sin precedentes, en un contexto mundial diferente aquél en el que nació. En un mundo menos global en su concepción universal y de bloques, más complejo en su articulación territorial y de gobierno, más interdependiente desde un protagonismo mayor de los diferentes paí­ses y sus regiones y, sobre todo, menos focalizado en la economí­a-mercado como un espacio diferenciado del desarrollo social y de bienestar. Sí­ un recorrido suficientemente válido, sin llegar al extraño y sorprendente titular de portada que la revista TIME daba en su último número, calificando a Peña Nieto como el Salvador del Paí­s (con lo que más que un favor parece haberle metido en un intenso debate descalificador) atribuyéndole todas las virtudes y bondades del mundo, el paí­s avanza. Son muchos sus desafí­os y asignaturas pendientes, muchas las incertidumbres y dudas, pero la confianza parece haberse instalado para quedarse, en medio de una feroz lucha contra la violencia, el narcotráfico, su compleja red naciente de autodefensa y múltiples nubarrones. Como en otros casos, NAFTA no solamente apuesta por su futuro y cada uno de sus miembros sino que se convierte en un amplio paraguas de garantí­as (derechos humanos, observatorio internacional, monitor hacia y desde la democracia, interconexión internacional…), influye en la convergencia con/entre sus propios compañeros de viaje y perfila nuevos acuerdos estratégicos. Sin duda, cada uno juega su propia agenda y, en la medida que este Acuerdo la potencie, seguirá dándole su apoyo.

Mientras tanto, del otro lado del Atlántico inmersos en nuestro propio camino europeo, la Unión Europea contempla su propia evolución más como un complejo y  tedioso problema de estructura orgánica que como un espacio de futuro. Cada espacio exige su propio camino. Hoy nos unimos a la celebración norteamericana, recordando, tanto para el NAFTA como para la UE que quisimos mucho más que un mercado, anhelamos un espacio de libertad y bienestar y querí­amos compartir (desde un protagonismo propio) un nuevo espacio para todos. Ojalá, nuevos vientos remuevan obstáculos y retomemos la vitalidad y orientación deseables, más allá de bloques confrontables o en competencia.

Empresa Familiar: Complejidad y fortalezas para un recorrido de valores…

CARDIEn un momento en el que voces diversas se acercan al mundo de la empresa para repensar su esencia, fortaleza organizativa, trascendencia y centralidad protagonista en la generación de riqueza, cobra especial relevancia la llamada «Empresa Familiar» que como bien explica en su gran best seller, Imanol Belausteguigoitia, Director del Centro de Desarrollo de la Empresa Familiar en el ITAM (Instituto Tecnológico Autónomo de México), «no es lo mismo que empresa familista, en la que concurren personas de una misma familia sin las competencias y capacidades adecuadas a las tareas que han de desempeñar por la única razón de ser miembros de la familia que controla la empresa». Imanol, extraordinario académico, gran especialista tanto en el mundo de la empresa familiar como del emprendizaje y la competitividad y, sobre todo, excelente persona, reivindica esta tipologí­a de empresa en una época de pérdida de valores «dando una nueva dimensión al valor del ser humano como el recurso más importante». Y no solo lo pone de manifiesto en su ya imprescindible libro («Empresas Familiares: su dinámica, equilibrio y consolidación». Ed. McGraw-Hill) sino que lo lleva a sus últimas consecuencias en diferentes espacios de su vida.

En este sentido, resulta destacable su compromiso con una iniciativa social (www.imanolcorreporcardi.org) dirigida al núcleo más desfavorecido de la familia, formalizando intervenciones de acompañamiento, provisión de recursos esenciales y de emergencia, servicios psicológicos, sociales y de acogida a las personas más vulnerables, buscando su recuperación y desarrollo integral. Su aproximación a esta «Base de la Pirámide» le lleva a animarnos a cooperar con nuestros «servicios en especie» dando algo de nuestro propio caudal profesional y personal, más allá del cheque (necesario e imprescindible) frí­o o lejano del objetivo final. Así­, en estos dí­as, Imanol «corre por CARDI» en la «Coastal Challenge 2014« , una de las pruebas más exigentes en los preciosos parajes de Costa Rica (225 km en condiciones extremas).

Como en su focalización profesional, el reto y desafí­os de la naturaleza, se traduce en la búsqueda de ese complejo equilibrio entre empresa y familia, su necesaria profesionalización y especial gobernanza y sus tiempos -no solamente en la sucesión- tras un cambiante hilo conductor desde valores intergeneracionales dispares cuando no en conflicto.

CONTRAPUNTOS a la «exitosa» salida de la crisis

(Artí­culo publicado en Deia el 9 de Febrero)

El reciente congreso del Partido Popular no parece haber transmitido solución alguna a las demandas de la sociedad (española) a la que se supone deberí­a atender dado su rol de gobierno. Lejos de responder a preguntas clave que pudieran orientar a una sociedad necesitada de luz y dirección, se ha realizado un ejercicio de irresponsable autocomplacencia, carente de credibilidad.

El presidente del gobierno español ha proclamado, «sacando pecho», que «algunos agoreros anunciaban que una profunda crisis podrí­a arruinar el modelo español y, por lo contrario, se ha demostrado como «España ha acabado con la crisis». Semejante despropósito no harí­a sino descalificar a una persona cuya palabra dejó de tener valor alguno hace mucho tiempo por lo que serí­a irrelevante si no fuera porque, desgraciadamente, viene a demostrar en que manos está algo tan serio como el gobierno de un Estado y se espera de un Presidente de gobierno mucho más que un discurso partidario que falta a la verdad.

No sé cómo se puede presumir de éxito con seis millones de parados, sin modelo económico, institucional o de gobernanza para afrontar el futuro, con un paí­s que se ha empobrecido en más de un 30% coincidiendo con su mandato de mayorí­a absoluta. No parece seria  su proclama  que ha venido unida, además, a una reafirmación del viejo y superado estado unitario dulcificado con una cierta descentralización administrativa que haga de algunas de sus autonomí­as descafeinadas su columna vertebral, obviando la profunda crisis de organización institucional y creciente demanda de un nuevo modelo de relación (Catalunya y EUSKADI al menos). Proclamas de futuro, según él, en contraposición a quienes quieren volver a la Edad Media. Mensajes propagandí­sticos para vender un futuro sin base alguna, con una credibilidad perdida en un mar de mentiras e incumplimiento de programas en un ambiente de descrédito y corrupción, desgobierno y mediocridad observable, desacreditando a quien lo sugiere. Además, cuando resulta innegable la intervención y rescate europeo que permitió a «su mejor sistema financiero del mundo» salvar los muebles llevándose por delante los ahorros e inversión de la sociedad y que en sus propias palabras ha obligado a hacer lo que no querí­a, paralizar el crecimiento, y promover la inhibición del presupuesto público en plena recesión, y recortar espacios de libertad y bienestar, afirma sin reserva alguna que España se ha rescatado a sí­ misma sin el apoyo externo. Que el presidente del gobierno español y sus ministros crean en una enfermiza auto complacencia, pretendan vender motos averiadas con la «roja» desplegada y su desprestigiada marca España no hace sino ahondar la crisis.

Que España no haya «desaparecido»(son sus palabras), que el euro no haya caí­do arrastrando a monedas y paí­ses a una crisis mayor constatando que, finalmente, ningún estado ha salido del euro, que el parón de gasto-inversión pública haya paralizado la economí­a y retrotraí­do los indicadores a la situación pre-crisis de hace cinco años, que la banca y cajas de ahorros se hayan exprimido a cambio de recursos exteriores, desapareciendo para «suprimir su control polí­tico» en un grave maquillaje que ha vuelto a devolver al gobierno sus riendas (eso sí­, de unos entes descafeinados de dudosa viabilidad y escasa capacidad tractora en regiones que se han quedado desasistidas a merced de instrumentos financieros que no terminan de fluir hacia la economí­a real), no parecerí­an suficientes muestras del rescate exterior. Sacar pecho de una recuperación obviando  que sus tablas de salvación vienen de fuera, tanto en forma de rescate, como de polí­ticas definidas e impuestas lejos de su esfera de decisión y de la mano de la supervivencia y éxito localizable en determinadas empresas presentes en el exterior que han hecho de su internacionalización su base de supervivencia y futuro, cada vez menos dependientes de lo que se haga o deje de hacer en el estado ideal del presidente y su gobierno, supone una falta de rigor y de comprensión de la realidad. No parece, por tanto, que la incipiente recuperación -que no superación de la crisis- se deba a la claridad de mando y liderazgo, a rápidas y profundas polí­ticas transformadoras o a un brillante programa electoral y de gobierno felizmente aplicado. Más bien parecerí­a que en este periodo crí­tico, ningún paí­s abandonó el euro, el abismo o riesgo fiscal norteamericano que amenazaba con hundir la economí­a norteamericana y arrastrar al resto del mundo produjo el efecto temido, China redujo su crecimiento pero siguió engrasando al mundo sin hacerlo desaparecer y la solidaridad intrafamiliar y social evitó una catástrofe mayor. Esta «tormenta perfecta» explica la «airosa» salida del mundo del Sr. Rajoy. Parece que obviar estos factores externos a la labor del gobierno español han pasado desapercibidos en Moncloa y no explicarí­an lo que en realidad ha sucedido en esta crisis «que arrastrarí­a a España pero no la sacarí­a de sus problemas fundamentales».

Así­, en  estos momentos en que la recuperación económica (sobre todo europea) alumbra nuevos horizontes, podemos volver la mirada hacia la España del cuento del presidente y encontramos varios años perdidos. Años en los que ni se ha trabajado en perfilar el nuevo modelo económico que se pregonaba sustituirí­a al ladrillo y la hostelerí­a de baja calidad condicionante de un turismo (creciente en número y decreciente en calidad y contribución), ni en reformular un nuevo sistema educativo garante de la formación exigida por la empleabilidad y  adecuada a la nueva era del conocimiento enredados en la imposibilidad de aplicar una ley que nadie quiere y que toda la oposición se ha comprometido a derogar ante el primer cambio de gobierno, ni la nueva arquitectura fiscal que vendrí­a a modernizar una economí­a de progreso que sólo da pasos confusos y que sigue esperando el reclamo electoral para publicitar algo que no llegará, ni la creación de empleo ofrece expectativas anteriores al 2018 o para el 2035 si se trata de reducir de forma considerable el desempleo, cuando las infraestructuras crí­ticas se anuncian y guardan en el cajón a falta de recursos, ó la modernización de la administración se retrasa, anuncio tras anuncio, limitada a tocar lo accesorio sin profundizar en el rol que ha de jugar y el estatuto real de sus empleados y servicios, ni las Comunidades Autónomas parecen redefinir el modelo feudal o esquema medieval que el Presidente dice temer de una potencial reivindicación catalana o vasca…. Por no mencionar nada relacionado con las cuentas internas de su partido de las que tampoco parece saber nada.

En realidad, cuando asistimos a tan decepcionante espectáculo, resulta difí­cil dar paso a la esperanza. Confiemos en que, aunque se nos acuse de volver a la Edad Media y desconocer el mundo del futuro que está por venir, seamos capaces de apropiarnos de nuestro propio futuro, de asumir el riesgo de gobernar y diseñar-aplicar estrategias y polí­ticas propias y distintas y aprender de lo que nos rodea para evitar la contaminación de una marca, un gobierno y un estilo de hacer polí­tica  que no  nos lleva a ninguna parte. Quienes no disfrutan de las bondades de ese gran éxito anti crisis de una España triunfante e imperial lo agradecerán. Así­, mientras en Valladolid se presumí­a de estas cosas, en Euskadi padecí­amos las graves consecuencias de otra «tormenta perfecta» (esta vez no provocada por el buen hacer del Sr. presidente), contemplamos la salida de la crisis desde nuestro propio compromiso y nos hemos de empeñar en la solución de nuestras demandas y aspiraciones reales. La necesaria recuperación de los destrozos naturales puede ser un acelerador de actuaciones inaplazables que, sin duda, obligarí­an a reconsiderar algunas polí­ticas, tiempos y prioridades presupuestarias y de déficit, por ejemplo, que nos obliguen a dejar a un lado las polí­ticas ideales del endeudamiento cero y el aplazamiento de gasto público real para poder hacer frente a las necesidades de ciudades, pueblos, infraestructuras y personas. Una nueva oportunidad para resolver necesidades  aportando soluciones, también, de relanzamiento de la actividad económica y del empleo. La realidad no está para discursos triunfalistas de fin de semana como el del presidente español.

Desgraciadamente, la  crisis y sus consecuencias, no ha concluido.