La semana pasada tuve la oportunidad de explorar «nuevos caminos e ideas» en relación con la creación de «nuevos espacios» de la mano de las Ciudades en su creciente protagonismo en el S. XXI.
Por una parte, la asistencia a una conferencia sobre «ciudades Digitales» en Dublín, de la mano de la Fundación Eisenhower, me ha permitido debatir (y conocer) el marco de las conocidas Ciudades Digitales en su orientación, restringida a mi juicio, hacia la digitalización y dotación de infraestructuras y servicios propios de las tecnologías de la información, Los ejemplo promovidos por Intel en Dublín y el gran esfuerzo de captación de inversión extranjera, sobre todo en el mundo del software, hacen de Dublín un interesante caso de estudio.
No obstante, en mi opinión, el rol de las ciudades hacia una configuración activa de espacios inteligentes supone una relevante línea de investigación y actuación que habrá de suponer el verdadero meollo de la cuestión. Si bien las infraestructuras (también los TIC’s) son imprescindibles, mas allá de garantizar la creatividad y el mejor (o libre) acceso de ciudadanos, empresas e Instituciones a las mismas además de la esencial generación de contenidos, la apuesta esencial reside en la reinvención de esos nuevos espacios garantes de una nueva forma de vida, en bienestar, sostenible y que conlleva nuevas modas de gobernanza.
En paralelo, (o mas bien, en un plano convergente), la visita a la Bienal (52) de Venecia, me ha permitido observar, bajo el contexto del arte contemporáneo, el peso de las Ciudades y su influencia y debate en la creación artística. Su presencia en esta edición de Venecia trasciende de los llamados «espacios creativos» (también reduccionistas a mi juicio) para testimoniar la revolución ideológica, de conciencia, de convivencia, de materiales, de modos de energía y de participación y gobierno. Algunos ejemplos relevantes son las impactantes fotografías de una Beirut en ruinas que no solo reclama su rehabilitación física o el movimiento de conciencias tras la barbarie (el artista lo compara con el bombardeo de nuestra querida y próxima Gernika), o el diseño de los espacios de «internamiento» para la regulación de la inmigración australiana, o el fabulismo artístico que lleva a reproducir un «nuevo Rio de Janeiro» en el marco del reciclaje industrial, o la Ciudad-Comedor-Centro de Negocios –toda en madera- para recomendar la construcción de nuevas ciudades confiando sean compatibles con una explotación sostenible de los bosques a lo largo del mundo. Un testimonio político, en u contexto creativo-artístico (dominante en esta edición de la Bienale) que sin duda, habrá de influir, en el diseño y configuración de las Ciudades, mas allá de su inevitable y recomendable digitalización.
En efecto, como no podía ser de otra manera, la conferencia en Dublín ya mencionada, reforzó la idea del «Territorio» (más allá del suelo o espacio físico con su inherente componente de «pertenencia», su vinculación con las raíces. Cultura y propósito de sus habitantes y su reto son una propuesta estratégica capaz de atraer talento y de «hacer de los problemas una oportunidad a través de aproximaciones de solución». Así, propuestas especializadas de Ciudades Digitales, Ciudades del Conocimiento, Eco-Ciudades del Deporte, Ciudades Micropolitanas (vs Metrópolis) se han visto colgadas por el progreso del «Territorio Inteligente» que exige, sobre todo, «Planificación de la mano de lideres visionarios con un propósito estratégico comprometido con el triangulo del Bienestar, la cohesión social y la riqueza generada por una economía sostenible».
Un mensaje simple a la vez que lleno de una agenda sumamente compleja y exigente.