Next Generation EU; a la espera del maná milagroso…

(Artículo publicado el 27 de Septiembre)

A escasos días del límite oficial exigido por la Unión Europea para la presentación de “sendas” de crecimiento, “techos” de gasto y “cuadros” macroeconómicos sobre los que habrán de formularse los presupuestos de los Estados Miembro para su aprobación supervisora de Bruselas, el gobierno español continúa con su estilo de reclamar de los demás un “compromiso de Estado” adhiriéndose a todo lo que proponga, provocando apoyos soportados en mensajes mediáticos alejados del rigor y contenidos que cualquier negociación exige. Es el caso de las cuentas públicas, presupuestos 2021 y planes de futuro y sus correspondientes esquemas de financiación. Meses de discusión mediática sobre quien o quienes posibilitarán su aprobación, mientras no hay nadie capaz de explicar su contenido y alcance y ya, hoy mismo, filtran sus portavoces la idea de un retraso en su elaboración y remisión al Congreso. El gobierno pide cheques en blanco y se escuda en el “caramelo” de los fondos europeos que, milagrosamente, servirían para todo: “reconstruir” la economía, mitigar la consecuencia negativa de la recesión y el desempleo, recuperar los sistemas públicos sanitario y educativo y mantener la planta funcionarial sin retoque alguno (ni nuevos perfiles, ni modificación en sus condiciones laborales, salariales o estatutarias, ni, por supuesto, el menor guiño a un mínimo esfuerzo en repensar la administración pública, el rol de los diferentes niveles institucionales, ni su adecuación a lo que serán nuevas iniciativas y roles consecuentes con políticas y estrategias públicas de futuro). Entre tanto, la ventanilla de solicitud de aplicación de fondos europeos obliga a presentar propuestas antes del día 15 de octubre. Hoy, ni los ayuntamientos saben, ni si disponen del uso de sus reservas, ni si tienen o no capacidad de endeudamiento y las Comunidades Autónomas desconocen su grado de autonomía presupuestaria y financiera y, por supuesto, desconocen la idea del gobierno sobre la mejor aplicación y gestión de los mencionados fondos europeos y su impacto en la programación presupuestaria correspondiente, no ya para el próximo e inmediato ejercicio, sino para el próximo quinquenio (al menos). Las patronales, organizaciones empresariales, entes intermedios, voces académicas,    promueven iniciativas para recomendar al gobierno instrumentos de aprobación, gestión y evaluación de proyectos “transformadores, tractores” y/o, simplemente, “contenedores” de una larga crisis, temerosos de un potencial despilfarro del maná europeo prometido. Así, la CEOE (desde el sobre protagonismo que el gobierno le viene concediendo), por ejemplo, apoyada en servicios externos de consultoría, pretende sugerir al gobierno proponer a Bruselas “15 Proyectos Tractores” que propicien una “profunda transformación del aparato productivo español” bajo el liderazgo de empresas referentes en determinados sectores, mientras algunas Comunidades Autónomas advierten al gobierno del peligro (históricamente demostrado) de evitar asignaciones concretas y finalistas bajo la tentación de desviar los fondos hacia esquemas centralizados de reparto, generalistas, que encubran sus déficits presupuestarios y distribuyan recursos “horizontales” en un “café para todos”, con resultados mediocres, alejados de cualquier transformación real (no solo deseable,  sino imprescindible). Otros sugieren constituir una Agencia Independiente para su administración y, los menos, claman por una estrategia país.  En esta línea, el Tribunal de Cuentas Europeo, en su informe sobre la propuesta de un futuro fondo de recuperación y resiliencia de la Unión, recientemente publicado, incluye un gráfico de “absorción de fondos” por Estados Miembro, que explica el fracaso español en su capacidad histórica para absorber los fondos asignados (a la cola europea, solamente por delante de Italia y Croacia, en el periodo 2014-2027), dejando sin utilizar el 70 % de lo inicialmente consignado. Huir de proyectos finalistas diferenciados, carecer de instrumentos institucionales adecuados para su gestión, evitar la evaluación del impacto de recursos elegidos, incapacidad de articulación público-privada, ausencia de una política y estrategia industrial realista y falta de claridad y decisión sobre una visión completa, soportada en planes coherentes y medios y recursos que los hacen posible, ofrece estos resultados desoladores. La literatura y declaraciones especializadas claman este decepcionante contexto histórico observado.

El pasado 25 de junio, tuve la oportunidad de comparecer en el Congreso de los Diputados ante la “Comisión para la reconstrucción social y económica”, constituida con el objetivo de establecer la ruta transformadora que, tras el enviste de la COVID-19, requería el Estado. En mi Informe (https://enovatinglab.com/comision-de-reconstruccion-social-y-economica/) calificaba el momento de “oportunidad”, sugiriendo, entre las recomendaciones de actuación, adecuar las medidas a tomar al marco de agendas e instrumentos que la Unión Europea ponía a disposición de los Estados Miembro (Next Generation EU), la anunciada política de salud europea (EU4Health), las condiciones financieras internacionales (para un horizonte especial de endeudamiento hasta el 2050), las medidas sociales (y laborales) implementadas para paliar de forma coyuntural el impacto negativo de la pandemia y la nueva ruta para acelerar, sin excusas, la transición hacia las “revoluciones y desafíos pre-COVID, post COVID y otras pendientes”: digitalización, manufactura inteligente y política industrial, transición energética verde, economía azul (mares, puertos, océanos, agua), zonas rurales y aisladas, infraestructuras y, por supuesto, los nuevos mundos de la salud, la educación y el empleo del futuro, además de la imprescindible reforma (en profundidad) de la gobernanza y administración pública, además del nuevo orden del sistema futuro de prevención, protección y seguridad social. Esfuerzo posible, complejo, intergeneracional, de largo plazo, financiable y sostenible en un horizonte de endeudamiento y generación de riqueza, viables en el horizonte 2050. Ni panacea, ni caja de pandora, ni sencillo, ni espontáneo. Realizable con esfuerzo, rigor y compromiso.

Esta semana, con ocasión del “Estado de la Unión Europea 2020”, la presidenta de la Unión Europea, Úrsula Von der Leyen, ha presentado ante el Parlamento un discurso (“Construyendo el mundo en el que queremos vivir: Una unión de vitalidad en un mundo de fragilidad”) fresco, ilusionante, provocador y con alma. Nos ha recordado “la fragilidad en la que realmente se asienta nuestra Comunidad de Valores” para destacar que “es el momento de Europa para liderar el tránsito desde la fragilidad hacia una nueva vitalidad”, señalando que el programa de futuro, en respuesta al momento que vivimos, “Next Generation EU”, es la oportunidad de hacer el cambio necesario diseñado y no condicionado por catástrofes o bajo el dictado de terceros. No es cuestión de reconstruir contingencias del pasado, sino de “crear el mundo de mañana” (el mundo que queremos vivir). Un nuevo mundo para el que Europa parte de los valores reales de su “economía humana”, de su solidaridad, subsidiaridad, de su vocación de igualdad, democracia, derechos humanos, prosperidad y bienestar, y cuenta, remarcaba ella, con una visión, un plan y los instrumentos e inversiones que lo hagan posible.

Von der Leyen, fijó los “marcos y criterios” principales sobre los que pretende moverse (movernos) hacia ese futuro y que son el concepto de juego al que deben ceñirse los “proyectos” que acudan a la oferta de fondos europeos. La Unión Europea de la salud por construir bajo premisas de subsidiaridad, repartos competenciales, necesidades esenciales compartidas y soluciones transfronterizas, bajo un esquema básico repensando la salud del futuro (ni la de hoy, ni la de ayer); ampliar un plan SURE que no solamente “mantenga el empleo en peligro” o las empresas hoy en crisis, sino que garantice avanzar juntos hacia el futuro, bajo premisas de empleo digno y competitivo; el rol esencial de la política industrial que “debe liderar la transición dual, verde y digital”; el monto de un pacto verde contra la fragilidad planetaria…

Reclamos clave a los que la nueva financiación ha de favorecer canalizando un 37% de recursos al entorno verde, invirtiendo en “proyectos insignia” aún hoy en estado incipiente de viabilidad y desarrollo, y un 20% para la digitalización en una auténtica transformación industrial, social y cultural (en el que, una vez más, manufactura-energía-salud-infraestructura vuelven a converger), facilitando la atención especial y diferenciada a ese 40% de población rural, dispersa, aislada, no suficientemente atendidas. No será un regalo a los diferentes Estados Miembro, sin control o exigencias mancomunadas o mutualizadas, sino de adecuación a los objetivos generales establecidos (esta misma semana asistimos a una nueva reasignación inicial de recursos entre los diferentes Estados Miembro, modificando las expectativas o declaraciones de los diferentes actores, entre ellos España, minorando el potencial fondo).

Su discurso, pretende recoger el “Círculo Dorado”, que diría Simon Sinek (Piensa, Actúa y Comunica), que, en su trabajo, distingue aquellos líderes que inspiran y lideran a la gente que cree en ellos y con quien comparte deseos y propósitos, de quienes dirigen un camino para hacer lo que algunos quieren tener o lograr. Es decir, moverte desde el por qué y para qué de las cosas que haces (el propósito), hacia el qué dar, pasando por el cómo hacerlo. Es evidente que la Comisión Europea, hoy, no es el auténtico depositario de la decisión europea final, que son los Estados Miembro (actuales) quienes han de filtrar, apoyar, impulsar o torpedear estos “principios inspiradores”, pero es de agradecer una propuesta provocadora y de futuro. Lo que no cabe duda es que las áreas de futuro y proyectos elegibles constituyen verdaderas prioridades para la Unión Europea. Más allá de la convicción generalizada en los mismos, no es razón menor el hecho de que el modelo de financiación por el que ha apostado la Unión Europea está basado, en gran medida, en el renovado “sistema de comercio de emisiones”, cuyo impulso y funcionamiento es la garantía real de la devolución (a 2058) del endeudamiento extraordinario de la Unión, sin apelar a las aportaciones, siempre complicadas y controvertidas, de los Estados Miembro según su generación de PIB. Máxime si la Unión Europea prosigue su expansión futura (Balcanes Occidentales, Macedonia, etc.) y la multilateralidad creciente, tejiendo acuerdos con sucesivos nuevos espacios europeos de libre comercio. Su reto pasa por la neutralidad del carbono, reducir dependencia energética, continuar liderando el mercado de bonos verdes y emisiones, eficiencia energética y liderazgo dual “industrio-digital”. Su financiación, viabilidad (política, económico-social), bienestar y propósito inspirador en completa armonía sinérgica. El camino no es sencillo. Los propósitos y compromisos habrán de incorporar grandes dosis de acierto responsable en la recomposición de la gobernanza europea, de la inevitable recomposición del rol de la Europa real y natural, más allá de los marcos político-administrativos de hoy, cambiantes tanto por la voluntad de sus propias naciones, como por la inevitable demanda de autogestión, participación y coparticipación en aumento, día a día. Pero, por encima de todo, hemos de poner en valor el propósito perseguible.

Sería conveniente, por tanto, volviendo al principio de este artículo, que el gobierno Sánchez transcendiera de la coyuntura oportunista de “conseguir fondos para su presupuesto” y comprometiera una apuesta por un futuro distinto. Que antes de pensar en qué dinero le “puede tocar” para cuadrar sus cuentas tradicionales, pusiera su mira en un futuro deseable, apostando por una estrategia transformadora y no por un parcheo temporal condescendiente con el pasado instalado. Así, sabiendo lo que se quiere hacer, vendría el esfuerzo del cómo y con qué recursos abordarlo.

¿Podríamos soñar y provocar un espacio futuro diferente? Más allá de recuperarnos de la crisis, parecería deseable crear un futuro de éxito. Sombras, sin duda, hay muchas. Luces de ilusión y señales inspiradoras, también.

¿Nuevas métricas para un triple objetivo económico, social y de sostenibilidad?

(Artículo publicado el 13 de Septiembre)

Desarrollo económico, inclusivo y sostenible. Beneficios económicos-empresariales, beneficios sociales y comunitarios, beneficios sostenibles para el planeta. Es decir, políticas, modelos de negocio y objetivos para un desarrollo sostenible pensando en/desde/por las personas.

De una u otra forma, el marco general de actuación en un contexto  no ya pandémico sino sobrevenido por múltiples factores previos a lo largo del tiempo, la explicitación de las diferentes apuestas estratégicas de país, a lo largo del mundo, parecerían coincidir (o aproximarse) con este conjunto de ideas fuerza que señalaría las piezas esenciales de toda hoja de ruta, para el tránsito, a largo plazo, de la búsqueda de respuestas ante los principales desafíos globales a los que hemos de responder: suprimir (mitigar) la desigualdad, facilitar un desarrollo verdaderamente inclusivo, aportar beneficios económicos y sociales a la vez, generar modelos, productos y soluciones empresariales que respondan a las necesidades y demandas prioritarias de la sociedad (en especial desde grupos y poblaciones más vulnerables, aisladas y/o marginales)… y hacerlo posible, viable, sostenible, financiable. Evidentemente, además, juntos y para todos. Estrategias de valor compartido empresa-sociedad, colaborativas y coopetitivas público-público, público-privado y privado-privado. En principio, de una u otra forma, sería la “receta” y compromiso del momento. Tiempos de emergencia, cambio, innovación y nuevas actitudes desde sociedades resilientes capacitadas para afrontar exigencias inciertas (algunas desconocidas), en tiempos poco predecibles o gestionables, sometidos a todo tipo de reivindicaciones según la posición en que nos encontramos todos y cada uno de nosotros, exigiendo respuestas inmediatas desde el hoy acuciante y el temeroso futuro esperable. Tiempo de responsabilidad, apuestas estratégicas y visiones compartidas.

Reforzar (reinventar) la salud, redefinir los sistemas educativos, preparar la formación para el empleo, rediseñar las administraciones y servicios públicos, acelerar las revoluciones verdes (Green Deal), digital (sociedad 5.0), manufactura inteligente, trabajo-tecnología-empleo, reinventando (y asegurando) el estado de bienestar (para aquellas sociedades que de una u otra forma estamos en ella) o construirla (para la inmensa mayoría del planeta que aún no ha llegado a sus fases iniciales). Reclamos, propuestas, planes, ¿sueños?

Articular el puzle integrador de todas las observaciones anteriores viene siendo el objetivo y esfuerzo de empresas, gobiernos y ONG’s, con especial intensidad, en los últimos años.

Esta semana, todo tipo de planes, programas de gobierno, planes y visiones y estrategias empresariales, plataformas académicas de todo tipo y cariz, se esfuerzan en encontrar la “piedra filosofal”. ¿Cómo unir soluciones económicas, sociales, sostenibles cohesionadas, a la vez, al servicio de las necesidades de la gente y del planeta? En este marco general, encontramos una nueva pieza de gran valor que puede ayudarnos a centrar el tema y avanzar en una interesante línea de trabajo: “Hybrid Metrics: Connecting Shared Value to Shareholder Value” (Métricas híbridas. Conectando el Valor Compartido con el Valor del Accionista), dirigido por Mark Kramer con la participación directa de la Shared Value Initiative (Iniciativa líder en el Valor compartido empresa-sociedad), la Universidad de Harvard (desde su ISC-SHV INITIATIVE, bajo liderazgo de Michael E. Porter), empresas de reconocido liderazgo en este espacio de conocimiento y práctica, y contribuciones de expertos internacionales que vienen liderando iniciativas relacionadas. Un intento más por avanzar en el intenso y amplio debate transformador a la búsqueda de soluciones que, además trasciendan del espacio reduccionista del accionista (Shareholder) hacia la totalidad de personas y grupos implicados y/o de interés (stakeholders), participando tanto en la generación como en la distribución del valor aportado a una sociedad, no solo pasiva y receptora, sino facilitadora e inmersa, activa, en el proceso, origen-medio-destino.

Desde el lanzamiento del movimiento para la co-creación de Valor Compartido Empresa-Sociedad por los profesores Porter-Kramer, su creciente plataforma a lo largo del mundo y otras interesantes iniciativas que, a su vez, van asentando su generalizado interés (ESG: Environmental, Social or Governance factors, Inversión Verde, la Iniciativa Global de Reporte e Información empresarial -GRI-, SASB-Contabilidad sostenible…), además de la progresiva evolución de los conceptos en el entorno de la filantropía, responsabilidad social corporativa y múltiples modalidades de Valor Compartido, además de los objetivos de desarrollo sostenible de Naciones Unidas, persiste una de las grandes dificultades consistente en la complejidad de encontrar sistemas de indicadores y medidas para integrar el verdadero y medible resultado o impacto de una política, visión, estrategia integradora de la economía (y financiera), de lo social, su impacto en la Comunidad y la aportación al planeta, en el largo plazo. La mayoría de los ingentes esfuerzos que vienen aportando un extraordinario valor transformador, intentan aproximaciones a un sistema de medición que o bien, hasta hoy, continúa siendo un listando separado de indicadores financieros (se supone que medibles, objetivos y estandarizados. Otro día hablaremos de lo que dice y no dice el generalizado EBITDA) y retorno de la inversión, valoraciones más cualitativas y derivadas como “consecuencia indirecta” en su aportación social, y, una estimación subjetiva, la más de las veces, de “costes evitados” en la salvación del planeta. Aportaciones valiosas, sin duda, pero que, como indican los autores de este documento: “Estamos inmersos en una doble narrativa. Una nos cuenta que tan rentable es una compañía, o lo cumplidor y eficiente en términos de PIB y presupuesto un gobierno o país determinado, y otra que relata lo buena que es para la gente y el planeta, con enormes dificultades para medir lo que se supone genera y mucho menos discernir si alguien lo hace mejor que los demás”.

Este Informe, por supuesto, tampoco aporta la solución final o mágica. Pretende explorar una nueva aproximación que posibilite una conexión real y directa, explicita, entre las medidas financieras, medio ambientales y sociales, con el propósito conductor del cambio de actitud, concepción de los líderes corporativos, sobre todo, inversores y gobernantes para romper la brecha que separa análisis independientes y no integrados de la tripleta objetivo que se persigue. La experiencia muestra como la proliferación de Informes existentes son interpretados y utilizados de forma separada y que, rara vez, forma parte conjunta del proceso de toma de decisiones clave. Introducir métricas híbridas está siendo de valor real por distintos tipos de industrias (energía, seguros, salud, alimentación, papel, servicios, finanzas) fijando la conexión real ante métricas financieras tradicionales en relación con acciones/resultados sociales o medio ambientales. Modelos y procesos no exentos de debates y confrontación, incluso oficial y administrativa en términos reguladores cuestionando la eficiencia y resultados tanto por abrazar la fuerza del Propósito empresarial como la extensión del valor a todos los implicados en su generación y no solamente al accionariado.

Ahora bien, la apuesta del último informe mencionado, fiel a sus principios inspiradores (Shared Value-Valor compartido), fija un proceso y alcance comprometido, en el que principios, valores, propósito, marcan la diferencia. El proceso seguido vincula, como primer paso, la necesidad de un marco real de co-creación de valor compartido con objetivos simultáneos de crear valor (social/ambiental/comunitario), así como rentabilidad y ventaja competitiva garantes del desarrollo sostenible. Si se establece una visión y estrategia determinada “más allá del EBITDA y la cuenta de resultados en un horizonte de largo plazo, no pueden mantenerse sistemas de seguimiento, evaluación y decisión trimestral”, relegando a un discurso articulado su impacto social en consecuencia. Es decir, ha de reformularse una verdadera proposición de valor única y diferenciada (diferenciación, innovación, propósito, resultados e impacto social, sostenibilidad), al que ha de alinearse perfectamente el modelo de negocio esencial (y aquellos otros que complementen su porfolio completo) y establecer los instrumentos facilitadores de la creación de una significativa contribución de resultados y beneficios. Es decir, generar impacto real en todas tus aspiraciones y programas esenciales.

Como es esperable, el logro de estas métricas no supone, tan solo, reescribir un cuadro de mando o declaraciones e indicadores, sino explicitar la visión, estrategia y compromiso escalonado para el logro de estas conexiones híbridas, fijando un marco claro (debidamente comunicado) a todos (al interior de los Consejos de Administración y Dirección, a la totalidad e la organización, a inversores y terceros relacionados, a las Comunidades de las que se forma parte), de forma que el proceso se interiorice y la gente asuma la integridad del compromiso híbrido. La gente ha de convencerse que las actividades y apuestas esenciales de creación de valor crean, de verdad, valor económico-financiero (también) y no que se trata de un “añadido graciable” al resultado financiero buscado.

En definitiva, ahora que el mundo, la sociedad, las diferentes instituciones y las empresas parecemos orientados hacia una especie de “nuevo futuro”, preocupados por respuestas integradas en los resultados económicos, sociales y medio ambientales y que pareceríamos diseñar instrumentos, políticas y planes de apoyo, respuestas y solución hacia el triple objetivo, indisociable, merecería la pena repensar la manera de medir su impacto y facilitar la manera de lograrlo, asumiendo los compromisos que lo hacen posible.

No existe la receta mágica, ni la fórmula única. Lo que sí tenemos son hojas de ruta con suficiente solvencia y recorrido para explorarlos.

El agradecido adiós a un amigo

Ayer nos dejaba Juan José Goiriena Gandarias.

Juanjo, es uno de esos personajes destacados que han estado entre nosotros para dejar huella. Por encima de todo, maestro en el noble sentido del término. Su cualificado papel desde sus cátedras en la facultad de medicina ha impregnado la formación de las generaciones de médicos en los últimos 40 años, siguiendo la marca de su tradicional saga familiar. Su compromiso político y, sobre todo, con la sociedad vasca, le llevo a colaborar de manera activa en la organización de la nueva sanidad y sistemas de salud de los años ochenta (Ley de Sanidad, Osakidetza, Estrategias y Políticas de Salud) y tuve el privilegio de contar con él como Viceconsejero de Salud en mi siempre personalmente recordado paso por el Gobierno Vasco. Su conocimiento, capacidad, compromiso y lealtad me dieron la fortaleza necesaria para la múltiple gestión y complejidad de aquellos extraordinarios, a la vez que difíciles, años ochenta.

Juanjo fue mucho más que un destacadísimo hombre de la salud. Su cariño y apego a la Academia le llevaron a la rectoría de la Universidad Pública del País Vasco en un delicado y siempre difícil intento por transformar su administración, calidad y convivencia con la sociedad a la que sirve. Presidió Eusko Ikaskuntza-Sociedad de Estudios Vascos con la idea de facilitar el arduo encuentro colaborativo de tantas individualidades hacia una excelencia colectiva al servicio de la sociedad vasca.

Disfrutábamos de múltiples tertulias con su conocimiento y visión amplia (desde las interioridades de las personalidades con las que compartía relación) del contexto económico y financiero (era el médico que más sabía de finanzas), el imparable tránsito geográfico y dimensional de la «banca vasca» hacia Madrid, el mundo aparte de los opositores de élite y sus redes familiares desde el «corazón del Estado», la influencia (real o aparente) de la «burbuja veraniega» de Sotogrande, o las conspiraciones palaciegas de Zarzuela y el «mundo opaco» de Moncloa.

Querido Juanjo, te echaremos en falta. Desde mi reconocimiento, amistad, respeto y, por supuesto, agradecimiento por tu especial apoyo, dedicación y esfuerzo en nuestra ya lejana labor en nuestro proyecto de salud desde el Gobierno Vasco.

Descansa en paz. Goian Bego.

Agur. Hasta siempre Juanjo.