Nación emprendedora…

(Artí­culo publicado el 23 de Agosto)

Los últimos tiempos parecerí­an dominados por un mensaje oficial y colectivo en favor del emprendimiento como panacea, garante de la auto empleabilidad en una economí­a cambiante con escasa oferta de empleo estable en organizaciones tradicionales ya constituidas y en funcionamiento, como especial y prioritaria herramienta de generación de riqueza, base casi exclusiva del crecimiento económico y fuente de la capacidad innovadora y creativa de las personas, las empresas y los paí­ses. Bajo este nuevo mensaje y reclamo generalizado, resulta prácticamente imposible encontrar un gobierno, del nivel que sea, que no incluya entre sus programas públicos de apoyo y en  sus discursos programáticos, sus polí­ticas y sus estrategias, el emprendimiento. Así­, proliferan todo tipo de iniciativas, nuevos instrumentos, reconducción de los viejos programas y agencias públicas de promoción presentando lo que para muchos es todo un nuevo  paradigma. Las más de las veces, sin embrago, se trata de las mismas personas y agentes del pasado quienes se ven «reconvertidos» a base de boletí­n, mercadotecnia y presupuestos, pasando a ser los verdaderos emprendedores o facilitadores del desarrollo empresarial como si la tarea de crear empresas, dirigirlas y hacerlas crecer y perdurar en el tiempo, bajo criterios de rentabilidad sostenible, fuera fruto tan solo del deseo y de la voluntad inicial  de generar tu propio espacio de trabajo. Propuestas voluntaristas más como contrapartida a un desempleo galopante que a una verdadera intención y potencial evidente de desarrollo empresarial o emprendedor. Desgraciadamente, esta buena voluntad viene acompañada de muy pocas evidencias de un verdadero esfuerzo, emprendedor en sí­ mismo, hacia la esencia de la capacidad generadora de empresas e iniciativas creadoras de riqueza de forma sostenible. Pero en definitiva, todo Paí­s, toda nación, todo espacio socio-económico y sus respectivos gobiernos aspiran a convertirse en un nuevo «espacio-nación-estado de emprendimiento».

 Sin embargo, uno de los graves (y erróneos) mensajes de esta nueva  magia del emprendimiento es el transmitir que parecerí­a estar al alcance de cualquiera, realizable con una mí­nima subvención en la fase preliminar de prospección, diagnóstico y lanzamiento. Mensajes y medidas acompañados de suntuosos locales de elevado coste y alto standing con una serie de servicios mí­nimos de ofimática, internet y espacios de reunión, poniendo el acento en lo fí­sico y accidental o instrumental  más que en la esencia de una buena idea y modelo de negocio y en los recursos y capacidades necesarios para hacerlo posible. Se deposita la esperanza en la inspiración individual -en especial de jóvenes sin experiencia profesional y de empresa, a quienes se dirigen la mayorí­a de las invitaciones- bajo una especie de falacia generalizada: el tránsito de una buena idea a su resultado empresarial de éxito, es individual, rápido y sencillo. Adicionalmente, la literatura al uso está llena de relatos simplistas de las experiencias de éxito: Silicon Valley, ISRAEL: Nación emprendedora, START UP NATIONS… ofreciendo esquemas copiables de éxito, agrupando una decena de iniciativas financiadas por el sector público en un espacio común (también público) y una desmedida publicidad obviando el gran esfuerzo realizado, prescindiendo de su correcta evaluación y medición objetiva (recursos, resultados, sostenibilidad, coste- eficiencia). Se pretende, en definitiva, recorrer el atajo de las recetas copiables lejos del complejo y largo proceso de aprendizaje, repensando los modelos presentes para reformular nuevas necesidades fuente de nuevos modelos de negocio, las más de las veces desde múltiples orí­genes desconocidos con la intervención de múltiples factores y agentes.

 Este tipo de iniciativas, «instrumentales y operativas», proliferan en un disperso «mercado de ofertas competidoras» a las que se suman todo tipo de programas académicos desde las diferentes escuelas de negocio, apoyadas en redes de business angels colaborando en la financiación de un determinado tipo de capital semilla o riesgo, de toda clase. Sin duda, un buen número de estas iniciativas merecen todo respeto, admiración y consideración si bien son las menos dentro del conjunto observable. Por si no fuera suficiente, esos mismos gobiernos que ponen un gran acento en su apuesta emprendedora, son, a la vez, seguidores de las fatí­dicas polí­ticas de austeridad impuestas a lo largo de esta larga crisis, profundizando en elevados niveles de desempleo, en la atoní­a del desarrollo y crecimiento, en la reducción del comercio, en la limitada financiación real de proyectos empresariales (largo placistas y de riesgo, por definición) y de una limitadí­sima intervención creativa del sector público en su inapreciable trabajo de facilitar y promover proyectos estratégicos, apoyar la pre-financiación y promoción empresarial en sus fases precompetitivas antes de llegar al mercado, en su propia labor empresarial pública, en acelerar la dotación de infraestructura , en invertir en verdadera innovación y no en marketing sobre la innovación, en la investigación, en la educación y formación, en la propia reforma creativa de sus administraciones públicas, en su responsabilidad de actuación anti cí­clica en favor de su economí­a real. Todo un prodigio de la incoherencia que no hace sino fortalecer el pensamiento dominante. Los gobiernos parecerí­an prisioneros del lenguaje de la calle y mediático que los asocia con las malas prácticas y las barreras para el buen funcionamiento de los mercados a quienes se atribuye la exclusividad de la «creativa, eficiente e imaginativa solución ordenada y justa de nuestras necesidades» desde la empresa privada en exclusiva.

Estas reflexiones iniciales vienen a cuento en una semana en que asistimos a una nueva revisión a la baja de las expectativas de crecimiento para Europa. Sombras adicionales que refuerzan la incertidumbre de las anunciadas luces a la salida del túnel, o con la superación de la crisis, o la fortaleza de los primeros pasos en la creación de empleo. EUROPA vuelve a demostrar que sus recetas de austeridad, control del déficit, manuales de polí­ticas de saneamiento financiero y su  mal entendida competitividad asociable a devaluaciones internas y reducción permanente de empleo y costes laborales, no nos llevan a un mejor escenario. Por contra, observamos que los gobiernos y paí­ses que, en verdad, han hecho esfuerzos significativos por incrementar sus presupuestos públicos, que han redoblado sus compromisos con la inversión pública y actuado de forma «intervencionista» en su economí­a real, desoyendo las poderosas voces del mercado y el Laiser faire, han salido adelante, marcando la diferencia, evitando las sangrí­as del desempleo, acompasando la coyuntura de sus  empresas e industrias en su preparación para una mejor adecuación al «mercado», transitando hacia nuevos escenarios conforme a los tiempos que la economí­a global, el consumo y la demanda, tiren de ese mercado que hoy lastra su desarrollo.

Este escenario -ya demasiado reiterado- coincide con la petición que me hací­a en dí­as pasado el editor de una revista sobre emprendimiento cara a resaltar algunos hechos diferenciales de Silicon Valley, que me ha llevado a repasar mis notas de una de mis primeras visitas (ya en los lejanos años 80) a este mí­tico valle  y mis reuniones con el Profesor William F. Miller, considerado el «Ministro de Relaciones Exteriores de Silicon Valley» desde su atalaya privilegiada de la Universidad de Stanford y su papel decisivo en los primeros proyectos emprendedores en la zona. El Profesor se preparaba en aquellos dí­as para encabezar un viaje oficial a Irlanda, a petición, de la Casa Blanca, con lí­deres empresariales y académicos, al objeto de «explorar oportunidades emprendedoras que pudieran fortalecer su economí­a y facilitar el desarrollo de este Paí­s dentro de la estrategia de cooperación de USA». Obviamente, ni los empresarios norteamericanos ni la propia Universidad habí­an llegado a la conclusión de que Irlanda era su apuesta más competitiva del momento, sino que lo hací­an impulsados por un gobierno dispuesto a realizar una estrategia determinada, de la mano del desarrollo económico. Esta colaboración público-privada, seguidista  del Gobierno, no era una novedad en Silicon Valley. Este gran espacio meca del emprendimiento, surgió como parte de un hábitat provocado y no consecuencia de la decisión de «un par de genios que se aburrí­an en clase y decidieron dejar la Universidad de Stanford para crear una empresa», como la leyenda y novela nos hacen creer. Por el contrario, las potentes inversiones del Gobierno -y en especial de su Industria y departamento de Defensa- favorecieron el desarrollo de la futura internet, la  aparición de múltiples aplicaciones que años más tarde llegarí­an al mercado, la formación de extraordinarios profesionales, el soporte de las infraestructuras necesarias y la Clusterización real -no de un mero espacio fí­sico- en el entorno de San José-San Francisco-Palo ALTO. De esta forma, la colaboración público- privada, los contratos programa de largo alcance, las inversiones de riesgo…. y la capacidad y voluntad emprendedora en un universo ciencia-tecnologí­a-empresa, así­ como el acceso a la financiación y al venture capital especializado en todas las fases del desarrollo empresarial,  permitirí­an el potente y especial desarrollo de Silicon Valley. Espacio que encontró la fuerza empresarial, de emprendedores reales, comprometidos con su idea de empresa, y que se ha ido reproduciendo a lo largo tanto de los Estados Unidos como del mundo.

Así­, entendiendo muy bien lo que es un modelo completo de emprendimiento, algunos paí­ses se han convertido en verdaderos espacios emprendedores o «Start UP Nations», y lo han conseguido, nunca por casualidad…

En esta lí­nea, esta misma semana, la profesora de la Universidad de Sussex, Mariana Mazzucato, de gran prestigio en el mundo de la innovación y el emprendimiento, en cuyo libro «El Estado del Emprendedor» reivindica el rol de los gobiernos y el Estado Emprendedor, entrevistada por el Financial Times, destaca  que es un buen momento para abandonar determinados discursos oficiales empeñados en exigir la pasividad pública en favor de iniciativas estrictamente privadas y de mercado, así­ como el mantra de que la empresa, solamente privada, «es la única fuente de emprendimiento, empleo y riqueza y que los gobiernos han de limitarse a no estorbar y a propiciar «jaulas confortables» para la iniciativa privada». Por el contrario, insiste, los gobiernos tienen el enorme rol responsable de provocar nuevas empresas, de asumir riesgos, de pensar y actuar en el largo plazo y no limitarse a jugar el papel «del estudiante obediente» que cumpla con los manuales que el pensamiento dominante exige, de modo que le resulte simple su cumplimiento y medición aunque la tozuda realidad le imponga escenarios no deseables como el que vivimos en Europa confiando en que el azar, algún dí­a, provoque un cambio y nos permita certificar un desempleo  de «tan solo» 15 a 20%, insistiendo en exigentes planes de rescate, irrealizables, a Grecia, por ejemplo. Es, sin duda, momento de repensar el futuro y evitar repetir un pasado cuyos resultados no parecen satisfactorios.

 Observaciones que nos llevan a recordar que si bien es verdad que el emprendimiento es una apuesta imprescindible en toda estrategia Paí­s, no es cuestión de confiar en el azar, la genialidad o los milagros (necesitarí­amos cientos de miles o millones de milagros, solamente para inventar nuevas ideas y empleos para superar el desempleo existente, como dirí­a el profesor Peter Thiel, en sus lecciones para emprender, desde su cátedra del MIT en Boston-El mismo, en su libro «De Cero a Uno», fruto de sus clases, múltiples iniciativas emprendedoras de éxito, nos recuerda el rol diferenciador de la tecnologí­a -no solamente las TIC’s- y la necesidad de dotarse de instrumentos colaborativos entre diferentes -alianzas coopetitivas- con proyección de largo plazo.

 En consecuencia, SI a la apuesta por el Emprendizaje, pero adecuando la realidad a sus verdaderas necesidades, posibilidades y protagonistas. En esta lí­nea, sin duda, nos apuntamos, también, a proclamar, EUSKADI NACIí“N EMPRENDEDORA. Pero como hemos señalado, requiere mucho más que el mensaje mercadotécnico al uso, exige mucho más que el tan necesario esfuerzo en poner en valor la empresa y su contribución al desarrollo y bienestar, con especial acento en el empresario, a la vez que se teja una estrategia completa y coherente. Estrategia, en todo caso, provocada y única. Silicon Valley no es un espacio fí­sico irrepetible de la misma manera que el hábitat emprendedor no es una infraestructura o un mensaje sin más. Un Paí­s emprendedor es mucho más que unas pocas empresas o emprendedores de éxito, ganadoras, con domicilio social o fiscal en el territorio en cuestión. Hoy, en Euskadi, tenemos una sólida base sobre la que construir dicha nación emprendedora que habrá de traducirse en empleo, bienestar y desarrollo y progreso social. Construyamos nuestra EUSKADI EMPRENDEDORA.