«BREXIT» y Elecciones del 26-J. ¿Paralelismo ilustrado…?

(Artí­culo publicado el 26 de Junio)

La tan esperada fecha del 26 de junio por fin está aquí­. Ciudadanos y ciudadanas con derecho a voto en el Estado español no lo recibimos con la ilusión, esperanza y compromiso que tan preciado bien democrático habrí­a de suponer, sino, más bien, como el final de una larga e innecesaria etapa de un proceso inconcluso cuyo final deberí­a haberse producido en el perí­odo post electoral del ya un tanto lejano 20 de diciembre del 2015. Ya seis meses después del momento en que las urnas evitaron provocar el automatismo de un gobierno predeterminado por la aritmética de escaños. Hoy, los mismos candidatos, los mismos proyectos, los mismos «negociadores» de un fallido intento de gobernar, así­ como un creciente cansancio adicional, desgraciadamente, incide en una progresiva y preocupante desafección por la polí­tica, agravada en las últimas horas por la evidencia de un permanente «Señor X» que «desde las cloacas del Estado controla y dirige la democracia», reviviendo los fantasmas del pasado si bien en esta ocasión personalizados en un Ministro concreto, con la permanente desidia de su presidente, alentando un malestar generalizado al comprobar la corrupta degradación institucional y el cuestionamiento de la democracia real en un Estado de derecho de baja intensidad, además de una aparente confrontación y exclusión múltiple entre candidatos y partidos, lo que de la mano de las encuestas sugerirí­a la reedición de un escenario de desgobierno con probada ausencia de polí­ticas acordes con las demandas sociales.

La cita de hoy viene influida más por factores externos que por los «proyectos» de cuatro candidatos que se autoproclaman «presidentes» en un escenario ficticio, a la espera de las necesarias combinaciones parlamentarias. 350 señorí­as que, en su inmensa mayorí­a, parecieran tener la misma información y la misma capacidad de decisión sobre el resultado final que quienes ni concurrimos a las urnas, ni formaremos parte de las Cámaras. Desgraciadamente, algo muy parecido a lo que ha llevado a nuestros conciudadanos del Reino Unido a posicionarse, hace tan solo tres dí­as, a favor de su salida de la Unión Europea, cansados de sus Instituciones, anhelos y proyectos compartidos. La sensación de no participar en las decisiones que te afectan, de ser controlado y auto dirigido por un corporativismo tecnócrata centralizado en el eufemismo «Bruselas-Estrasburgo-Luxemburgo», con una molesta sensación de quedar sometido a decisiones propias de un «comité no elegido Bruselas-Berlí­n», en un complejo sistema alejado de las demandas sociales, tan diversas, necesitadas de tan variadas polí­ticas, distintas Paí­s a Paí­s, región a región, han pesado en la actitud e inconformismo observado. En la campaña electoral del Estado español, salvo las inevitables reacciones mediáticas ante el proceso BREXIT, tan solo tí­midas apelaciones a un potencial desmarque de las «polí­ticas de Berlí­n» parecerí­an fijar diferencias de enfoque entre los candidatos españoles que han huido del debate para evitar mayores contradicciones.

Así­, a lo largo de estos últimos dí­as hemos podido observar que mientras el debate del BREXIT (BREMAIN OR LEAVE, QUEDARSE o SALIR), ni era un asunto blanco o negro a resolverse el dí­a 23 de junio con el Sí o el NO de las urnas, ni desencadenaba una decisión automática concreta, ni mucho menos un determinismo predefinido. Lo único conocido era el absoluto desconocimiento de lo que estaba por venir al dí­a siguiente. Iniciar un proceso de «desconexión», pactado o enfrentado y/o renegociar el estatus quo británico en la Unión Europea y, por supuesto, mucho más que un aviso a navegantes: con o sin el Reino Unido dentro de la Unión Europea, Europa no puede ser la misma. El proyecto europeo que vio la luz hace ya 74 años, que dio paso -en gran medida- a las apuestas de Bretton Woods y la creación del Fondo Monetario Internacional y a la redefinición de roles económicos, industriales, administrativos y polí­ticos para la superación de la segunda Guerra Mundial, ha puesto de manifiesto su insuficiencia, su desviación respecto del eje aspiracional de su proyecto original, enredado en una gobernanza inútil y distante. O de una vez por todas sabemos, de verdad, si «hay alguien allí­»… con el liderazgo, la competencia, el compromiso y el apoyo y legitimidad democrática suficientes para reinventar la apuesta, reconducir el proyecto y rediseñar nuevos modelos de participación, colaboración y esperanza de un futuro deseable, o los sucesivos BREXITs se generalizarán a lo largo de toda Europa. En ese marco, el debate electoral español decidió omitir su impacto en la llamada «polí­tica local».

Lejos de entrar en el fondo de la cuestión, el intenso proceso vivido en el Reino Unido centraba el interés mediático español en ocultar las ineficiencias del proyecto europeo en curso, del modelo y de sus gestores, descalificando a quienes pudieran cuestionar su futuro en esta Unión Europea, acusándoles de xenófobos, localistas, insolidarios, «parroquianos» o incultos («no saben el costo de salir, ni conocen la realidad de la Unión, ni el peligro de las opciones, ni tienen un proyecto alternativo…») y en  proyectar, desde el miedo y cálculos demagógicos y escasamente rigurosos, «el coste de la NO pertenencia a Europa». Así­ la «apuesta segura» no era otra que no moverse, aceptar cualquier decisión que tome un selecto club de gobernantes, sin control democrático real (basta como ejemplo próximo el periodo incontrolado del gobierno español en funciones y su qué hacer europeo). No cuestionar alternativas en Europa suponí­a no hacerlo, tampoco, dentro del Estado español.

Pero todos sabemos que la realidad es mucho más compleja que tanto eslogan, manifiesto o presión de grupos de interés. Las diferencias (económicas, sociales, de voluntad y aspiración tanto por su soberaní­a, como por el grado de apropiación  de su propio futuro, la modalidad de sus Instituciones, el tipo de gobernanza…) entre Estados, regiones y ciudadanos miembros, son enormes y no valen recetas únicas o unitarias. O se aceptan las diferencias reales (de voluntad, de compromiso, de tejido económico existente, de madurez y viabilidad institucional…) o no será posible definir un mapa Europeo no ya de presente, sino, sobre todo, de futuro. Tampoco un mapa de la España que algunos (los candidatos actuales a la Presidencia) promueven desde principios simples de UNIDAD similares al TOGETHER británico.

Hoy conocemos el resultado en el Reino Unido. Con la mayor participación en las urnas desde 1.992 (71,8%), el 52% de los ciudadanos (17,5 millones de votos) han decidido iniciar la salida de la Unión Europea. El impacto inicial se traduce en un gran shock, en un batacazo bursátil generalizado, en una muy relevante depreciación de la libra, en un cierto riesgo en el mercado de divisas, en caí­das importantes en las expectativas de valor en las principales empresas españolas con intereses comerciales en el Reino Unido, la caí­da adicional del precio del petróleo y paralización de algunas operaciones asociadas previstas para los próximos dí­as y la subida espectacular del oro refugio o del yen. Ganadores y perdedores en un mundo macro, limitado al espacio de los «mercados», y, por supuesto, la dimisión -en diferido- del Primer Ministro David Cameron quien plantea su salida en Octubre al «no ser el capitán adecuado para llevar al Reino Unido a un destino en el que él no cree». Sin embrago, en sus primeras palabras, en contraposición a sus argumentos de campaña, se ha apresurado a destacar que el Reino Unido es una economí­a sólida, que su moneda goza de extraordinaria salud, que ningún ciudadano (que seguirá siendo británico a la vez que europeo) ve modificada ni su condición, ni sus derechos, ni sus vidas como consecuencia del resultado. Anuncia lo ya conocido pero deliberadamente disfrazado en campaña: la manifestación de salir pone en marcha un largo proceso de «desconexión» que exige la mejor de las disposiciones en beneficio de un espacio confortable para todos. Múltiples barajas en juego que han de ser consideradas. Nada baladí­, por ejemplo, la distribución territorial e «interna» del voto: Escocia (62% a favor de seguir en Europa), Irlanda del Norte (56% a favor de seguir) e Inglaterra y Gales partidarios de salir. ¿Cabrí­a incorporar al proceso de desconexión referendos previos en Escocia e Irlanda y su permanencia como Estados Miembro con el apoyo inglés, que a su vez, junto con Gales en el aún complejo recorrido negociador y legislativo (es Westminster quien habrá de ratificar cualquier Acuerdo de salida) encontrara un modo alternativo de permanencia-relación? No es ciencia ficción, sino piezas de un complejo rompecabezas  por diseñar.

Así­, desde aquí­, lo más relevante del intenso debate vivido en el Reino Unido y el resultado conocido con sus implicaciones aún abiertas, son las lecciones que habrí­an de aplicarse en el Estado español. Más allá de la simplificación argumental esgrimida por unos u otros en las etapas previas, el resultado  final muestra la realidad de fondo que no es otra que un divorcio progresivo desde una concepción centralista, burocratizada y excesivamente economicista (artificial) que desoye la realidad ante diferentes modelos socio-económicos y socio-polí­ticos de pertenencia y dirección de futuro, la necesidad de ejercitar un gobierno y control democrático real y próximo, la adecuación de polí­ticas a necesidades palpables y prioridades diferenciales y a la imperiosa voluntad de aceptar co-protagonismos y no una dirección de pensamiento único a lo largo de Europa. La continua y asfixiante sensación de vivir pendientes de decisiones unilaterales de quienes dominan el conjunto, provoca desafección y deseos de búsqueda de caminos alternativos. Cooperar en proyectos europeos y globales no solo es un atractivo generalmente aceptado, sino deseado pero en la medida en que dicha cooperación sea voluntaria, bajo los principios de ganar-ganar y bajo criterios de coparticipación. De lo contrario, como la crisis se ha encargado de acentuar, corren malos tiempos para las llamadas «estabilidades integradas» cuyos objetivos y proceso se desconocen y esta realidad no solo es aplicable a la pertenencia a un modelo de Unión Europea, sino en su aplicación Estado a Estado. Simplificar en un «Together» o «Juntos y Unidos» no basta sin la explicación del ¿para qué? No es casualidad que ante un hecho tan relevante como el mencionado BREXIT, la campaña electoral española haya «pasado literalmente del asunto». Salvo el escaso e interesado ruido por el frustrado mitin de Cameron en Gibraltar, los «presidenciables españoles» y sus partidos, o no consideraron el debate, desafí­o de interés, o creyeron que no afectarí­a ni a España, ni a sus gobiernos o, posiblemente, al igual que lo que pasaba con la mayorí­a de los ciudadanos sometidos a encuestas electorales, ante alguna pregunta sobre el BREXIT confesaban no saber qué era eso, no haberlo oí­do nunca o pensar que era «cosa de los ingleses». Mientras tanto, el proceso catalán no parecí­a despertar atención más allá de declaraciones altisonantes para el enfrentamiento de campaña entre los «4 lí­deres», Euskadi solo aparece en boca de Unidos-Podemos para ponernos como ejemplo de lo que ellos «quieren hacer en protección y bienestar social» mientras sus representantes en Euskadi, desde su desconocimiento, se limitan a criticar al partido promotor, EAJ-PNV,  por sus «polí­ticas de partido de derechas»… y tan frescos. En verdad, como en la Unión Europea, España carece de gobernanza, liderazgo y proyecto de futuro creí­ble y adecuado a los problemas y, sobre todo, soluciones. Es triste pensar que a partir de mañana pudiera reeditarse un gobierno que ni anima, ni convence siquiera a sus votantes, que no se vea castigado -en verdad- por su corrupción y años de banquillo judicial permanente, que un lí­der-partido perdedor y con los peores resultados en la historia democrática se considere «la única garantí­a seria y razonable para presidir el gobierno», o que el peor valorado de todos los candidatos termine, de rebote, presidiendo el futuro gobierno. Ni qué decir de quien se sitúa a la cola que se auto propone para mediar y ofrecerse como candidato-solución ante el bloqueo de los demás. Un despropósito generalizado al margen de los desafí­os reales. Lecciones que, sobre todo, invitarí­an a confrontarlas con debates «españoles» como el aún vivo y sin afrontar «proceso catalán». Hemos podido comprobar, por fin, que «salir de Europa» no es una cuestión automática, ni cuestión de publicarla en el Boletí­n del Estado. Que manifestar la voluntad de salir supone abrir un intenso proceso de «Desconexión negociada» que supone continuar en el estatus quo previo y acordar, en periodos largos, un nuevo modelo de relación y convivencia, acordar el pago de deudas, pensiones, financiación de competencias, moneda, relaciones institucionales, comerciales y de gobernanza, ciudadaní­a, dobles nacionalidades, migración, defensa… etc. ¡Ojo! A la simplificación y «al frí­o amenazante» de quienes, a falta de una propuesta alternativa, advierten de la «soledad elegible». Hemos aprendido, también, de la manipulación estadí­stica, del catastrofismo de las cifras y de la enorme brecha entre los «mercados», «indicadores bursátiles» y la economí­a real generalizada para el ciudadano medio. Más allá de discursos, el mundo es más real de lo que pudiera parecer y la psicologí­a, emoción y voluntades humanas pesan más de lo que parece en toda decisión.

En definitiva, un 26 de junio en el que quienes creemos en la democracia y en la enorme trascendencia de un voto, acudiremos a ejercer nuestro derecho… y obligación, confiando en que aparezca algo o alguien que vuelva a situar lo imprescindible al frente de las preocupaciones y ocupaciones de quienes hayan de dirigir una nueva visión de futuro, comentada y alineada con el espí­ritu legí­timo de una sociedad necesitada de un proyecto propio de futuro. En el Reino Unido, en la Unión Europea, en el Estado español, en…

Los ciudadanos del Reino Unido han hablado y han manifestado su voluntad, de momento. Las sociedades democráticas han de ser fieles a un principio esencial que, por ejemplo, los vascos hemos recogido en nuestro Estatuto de Gernika en su disposición adicional: «la aceptación del régimen de autonomí­a no implica renuncia del pueblo vasco a los derechos que como tal le hubiera podido corresponder en virtud de su historia, que podrán ser actualizados de acuerdo con lo que establezca el ordenamiento jurí­dico». Las sociedades tienen necesidades, deseos, aspiraciones y soluciones diferentes a lo largo de su historia y han de dotarse de los medios y modelos de gobernanza, pací­ficos y democráticos, adecuados a cada momento. Es un derecho…y su obligación. Hoy lo ha aplicado la sociedad británica como lo hiciera cuando decidió incorporarse, en determinadas condiciones, a la Unión Europea. En cada momento, la voz democrática decide su camino.

Por encima de todo, el refrendo BREXIT y su resultado suponen un choque-revulsivo de elevada magnitud para una Europa que no puede permanecer impasible observando su deterioro respecto de los principios, objetivos y resultados previstos. Un nuevo camino, también, para quienes hoy resulten elegidos al Congreso de Madrid. Por supuesto que los reclamos generales (en especial los sociales y económicos) requieren nuevas actitudes y polí­ticas pero, además, el propio modelo de Estado, su reconfiguración institucional, su modelo de gobernanza, necesitan una radical transformación que haga confortable la participación en el proyecto. No acometer esta reforma solamente aumentará la desafección, la desconfianza y la incertidumbre permanente.

Esperemos que un próximo referendo o contienda electoral no encuentre al gobernante de turno «desaparecido», sin propuestas para un plan alternativo, sin soluciones e inserto en un clima de desconfianza. Repensemos Europa, repensemos el Estado español. Ni uno ni otro responden a las necesidades y exigencias de hoy, de sus ciudadanos.

El Reino Unido se ha pronunciado por dejar la Unión Europea. Ambos gobiernos (UK + UE) han de iniciar un largo «proceso de desconexión» que ha de buscar tanto la mejor y amigable transición y convivencia, como la pronta y eficiente manera de responder al deseo de los ciudadanos europeos (aún hoy) británicos y, por supuesto, del conjunto de sus conciudadanos europeos.

Se abre así­ un proceso «multi-nación», multi-variable, multi-modelo» que obligará a repensar y reinventar Europa. ¿Continuará un inmovilismo europeo con parches mí­nimos sin la UK?, ¿afrontará una verdadera revolución en su composición (a una, dos, o más velocidades)?, ¿favorecerá la geometrí­a variable en su representación y decisiones?, ¿se buscará un Estatus especial y único para el Reino Unido o se situará en los espacios ya existentes como el noruego o suizo?, ¿qué harán Escocia o las Irlandas?, ¿veremos potenciar una nueva Commonwealth?, ¿se habrá agotado el modelo Bretton Woods y, quizás, el euro en su estado actual?. Y finalmente, ¿nuevos espacios de relación con Europa y los actuales Estados Miembro, con una revisión del posicionamiento estratégico vasco, catalán, flamenco, por ejemplo; en este nuevo escenario?

Un tiempo nuevo. ¿Son los candidatos y partidos que hoy piden nuestro voto, en el Estado español, los más adecuados para impulsar estos procesos complejos? Esto es, también, lo que hoy votamos. Más allá de las apariencias  y discursos de campaña.

Enseñanzas de la Bienal de la Máquina Herramienta

(Artí­culo publicado el 12 de Junio)

La reciente celebración de la Bienal de Máquina Herramienta en el BEC (Bilbao Exhibition Center) ha permitido poner en valor varias cuestiones a tener en cuenta en esa limí­trofe indeterminación entre la crisis y su superación, entre el pesimismo crónico y la esperanza de un futuro mejor, bajo una sensación y ola de relativo optimismo.

Un encuentro con más de 1.500 expositores, 45.000 visitantes (la mayorí­a de ellos «profesionales»), con 54 Paí­ses representados es un buen indicador de una recuperación (con todos los matices que se quiera) con la confianza de compradores y vendedores en la pronta salida de una atoní­a económica ya excesivamente larga y la necesidad de apostar por nuevos caminos y modelos de negocio. Máxime si como es el caso, la Máquina Herramienta no es solamente un sector industrial, sino parte relevante de la clusterización de múltiples actividades demandantes (automoción, aeronáutica, energí­a, trasporte, acero de valor añadido, movilidad, salud…) así­ como de un amplio espectro de KETs (Tecnologí­as esenciales y emergentes) y de KIS (Servicios especializados relacionados), del uso y aplicaciones de las tecnologí­as de la información y de la financiación bruta de capital. Es también, un espaldarazo a una industria vasca que lidera la producción mundial y en la que Euskadi destaca en el selecto grupo de los primeros siete fabricantes del mundo (y el 90% de la producción del Estado español). Una industria modernizada que pone en valor la apuesta del Paí­s Vasco en su especialización inteligente (junto con Energí­a y Bio-Ciencias como espacios prioritarios), fiel reflejo de la polí­tica de internacionalización, manufactura 4.0, innovación y tecnologí­a, formación profesional y clusterización. Una buena noticia sin duda.

Adicionalmente, ha puesto en valor las decisiones de quienes apostaron por dotar a Euskadi de una nueva infraestructura (BEC) al servicio de la industria vasca, en el ámbito de las ferias y exposiciones. Recordemos que la antigua Feria de Muestras de San Mamés quedó obsoleta, resultaba insuficiente para al menos dos de sus certámenes más significativos (Máquina-Herramienta y Ferroforma) que constituí­an el escaparate del conocimiento mundial en los dos corazones «sectoriales» del entonces «monocultivo» vasco. La necesidad de apostar por un verdadero y nuevo recinto coincidió con otra crisis, económica en general, de modelos de Feria Fí­sica ante el asalto de internet y la economí­a digital y comercialización virtual, del cambio de modelo de ayudas públicas en las polí­ticas industriales en el seno de la Unión Europea y, en menor medida pero también significativa, de la Administración territorial en la que habrí­a de convencer a Instituciones y ciudadanos que una «Feria de Bilbao» podí­a ubicarse fuera de sus lí­mites municipales, apostando por situarla en Barakaldo optimizando la recuperación fiscal de la Hacienda Foral de Bizkaia de los ya, en aquel momento, inutilizables terrenos de ANSIO tras el cierre transformador de Altos Hornos de Bizkaia dando paso a la creación de la hoy, en el candelero, Acerí­a Compacta en Sestao. Una decisión, que como todas aquellas, de relevancia económica y polí­tica, de amplias miras de futuro, de opción creativa y no seguimiento meramente administrativista generó controversia, debates amplios y, desgraciadamente, noticias y comentarios demagógicos, poco informados y mal intencionados más allá de la legí­tima confrontación de ideas y valoraciones a favor y en contra.

El entonces Diputado General de Bizkaia, -Josu Bergara-, co- presidente tripartito de la entonces Feria de Muestras, respondí­a a la pregunta crí­tica y clave de los asesores para el citado proyecto: ¿Si la nueva Feria pudiera justificar la viabilidad individualizada, hoy, solamente, en albergar la Bienal de la Máquina Herramienta y Ferroforma, a la espera de una intensa actividad promotora e imaginativa para reinventar otros certámenes y Ferias, merecerí­a la pena? Su respuesta fue SI: sí­ como la mejor manera de dotar a nuestra industria de una infraestructura Paí­s, sí­ como medida para valorizar unos  terrenos de una extinta empresa centenaria, sí­ a revitalizar una Margen Izquierda degradada, sí­ a contar con un escaparate internacional de primer nivel, sí­ a la mejor de las ayudas de fomento a unas industrias y clusters tractores de la economí­a vasca, sí­ a un modelo de financiación pública de largo plazo financiando, por separado, sus costes operativos de los de capital. Sin duda, una apuesta  sensata, valiente y comprometida al servicio del Paí­s y de su tejido económico.

Hoy, como es evidente, esta magní­fica Bienal del 2.016 no hubiera sido posible sin el BEC. Bendita decisión y apuesta pública, soporte de una sólida cooperación público-privada que forma parte del ADN industrial (diferenciador) de Euskadi.

Pero además, más allá del continente y escaparate, la Bienal ha demostrado la fortaleza de un tejido industrial base de la Revolución 4.0, ya en curso, que hará que quienes dispongan del conocimiento y potencial aplicativo de este enorme contenido de competencias, capacidades y fortalezas industriales y de Paí­s, como las que forman parte esencial de la Máquina Herramienta (como es el caso de Euskadi, nuestro tejido económico y nuestra clusterizada industria asociable a la máquina herramienta), puedan acometer la intensa transformación digital que afectará a la totalidad de actividades económicas y permita reinventar nuevos modelos de negocio. Una industria clave para transitar los desafí­os para hacer de Euskadi y nuestras empresas, jugadores de primera, en nichos especializados en las complejas y exclusivas cadenas globales de valor que habrán de reinventar el futuro industrial manufacturero, logí­stico y de valor en esa economí­a clusterizada e internacionalizada del futuro. Proceso para el que la pasada Bienal ha aportado luz de esperanza confiando que seamos capaces de profundizar en las claves que el futuro depara. Nuevas tecnologí­as y aplicaciones, el valor diferencial de la economí­a aditiva, la conectividad como base de desarrollo para una economí­a colaborativa y el nuevo espacio en el que lo fí­sico, siendo importante, dará la entrada a la desmaterialización, base de los nuevos modelos de negocio empresarial por venir, del producto y la nueva apuesta/oferta de soluciones a las demandas sociales.

Euskadi, a lo largo de los años y de una manera relevante en los últimos tiempos, ha tenido la oportunidad de proyectarse al mundo como un jugador industrial de primera. Ha demostrado sus fortalezas coopetitivas público-privadas, su capacidad tecnológico-manufacturera, sus resultados innovativos y su presencia internacionalizada. Sin duda, el BEC ha facilitado dicha «Venta e Imagen». Por supuesto, ha permitido proyectar la imagen relevante de un cluster como el de la Máquina Herramienta (hoy, AFM-Advanced Manufacturing Technologies) que agrupa a empresas de diferentes dimensiones y especialidad en el entorno de la máquina herramienta, que factura del orden de 1.475 MM de euros/año (81% en el exterior). Toda una pieza clave en un tejido empresarial competitivo y generador de riqueza y bienestar. Un tipo de industria que en complicidad y maridaje con nuestra red de ciencia, tecnologí­a e innovación hace futuro. Toda una esperanza y realidad referente sobre la que construir los pilares de nuevos retos por llegar.

Hoy, cuando por encima de la propaganda mediática en torno a la popularidad o no de una imagen personal en el marco de la desafección por la polí­tica y la gobernanza, resulta imprescindible valorar las apuestas de quienes desde su compromiso de servicios al Paí­s y asumiendo la responsabilidad de dirigir y tomar decisiones (para lo que fueron elegidos), las tomaron pensando en el futuro. Futuro del que, como en este caso, disfrutamos, traducido en términos de empleo, riquezas y bienestar. El próximo 26 de Junio también va de esto.

BEC-Bienal de Máquina Herramienta ha demostrado la fortaleza de una infraestructura sólida coherente con las necesidad del entorno inmediato Euskadi-Industria, una vez más, ha proyectado su modelo especial: coopetitivo, colaborativo público-público, público-privado, enraizado en su economí­a real, de la mano de su cultura empresarial y extraordinario compromiso con la formación permanente y las visiones y apuestas de largo plazo. Una apuesta que ofrece resultados. Una base y fortaleza firme sobre la que afrontar un escenario futuro lleno de retos e incertidumbre. Un magní­fico signo de confianza.

Europa: La tristeza de un aniversario…

(Artí­culo publicado el 15 de Mayo)

Sesenta y seis años después de la publicación del Plan Schuman (9 de mayo de 1.950), recordado como el «nacimiento de la Unión Europea», tras un objetivo inicial centrado en el control conjunto y coordinado de la producción del carbón y el acero con la intención de contener el deseo unilateral del uso de los principales materiales para el armamento bélico, esperando y evitando nuevos episodios de las sufridas «guerras mundiales» y la base de una integración europea, hemos asistido esta semana a un deslucido cumpleaños ajeno a celebraciones y distante de la ilusión y pasión ciudadana tras el desafiante proyecto generador de un espacio democrático de paz, solidaridad, bienestar y derechos humanos.

El sueño europeo que arrancaba en los encuentros de los «Nuevos Equipos Europeos» que en 1.947 concitaba el entusiasmo de los dirigentes demócrata cristianos y que inmortalizase a los Monnet, Adenauer, de Gasperi, Churchill, Schuman… y otros muchos (como nuestro Lehendakari Agirre, por ejemplo) y que pretendí­an ir mucho más allá del necesario imprescindible «Renacimiento Industrial», en torno a una Europa de los Pueblos de y para los ciudadanos, promotores de un nuevo modelo de economí­a social de mercado que ha aportado a nuestro viejo continente el mayor periodo de construcción social y progreso, en paz y libertad, desde una lenta y continua integración ajena a la fuerza de las armas, padece un claro agotamiento tanto en ideas, como en objetivos, propósito final, proyectos y gobernanza. Un viejo y querido anhelo, hundido en la desafección, en la  incertidumbre y en la lejaní­a.

En este contexto, este pasado dí­a 9, el recuerdo de tan importante fecha tan solo recogí­a escasas referencias al discurso del Papa Francisco con ocasión del Premio Carlomagno, reclamando de los dirigentes europeos una «vuelta a los orí­genes» hacia la «Europa Humana» que fuera soñada, referente mundial del progreso, solidaridad y libertad a la vez que admirada y observada como referente más allá de sus propias fronteras.

La fecha, además, se veí­a empañada por el último Acuerdo de la Comisión Europea en torno a su renovado proyecto, «para el medio plazo», de un «Nuevo Sistema europeo común de asilo, equitativo y sostenible» al objeto, en palabras del Vicepresidente Primero Frans Timmermans, «de gestionar mejor las migraciones, controlar nuestras fronteras, cooperar con paí­ses terceros y poner fin al tráfico de personas, reasentando refugiados a la vez que facilitemos la coordinación entre paí­ses dando la opción de contribuir con 250.000 euros por cada solicitante de asilo que no quiera o pueda ser atendido por un Estado Miembro» (por ejemplo, en el caso del Estado Español, los 18 inmigrantes acogidos respecto a la «cuota asignada», supondrí­a la alternativa de añadir a su incumplido déficit presupuestario otros 3.000 millones de euros y «cumplir con su solidaridad»).

Adicionalmente, las noticias «europeí­stas» en torno a la celebración han puesto el acento en otros tres asuntos de vital importancia: el BREXIT, el incumplimiento del déficit exigido y las polí­ticas asociables con la llamada Austeridad Inevitable y la revisión (por fin) de la deuda exigible a GRECIA. Basta simplificar en extremo su análisis con la frase «coloquial y desenfadada» del Ministro de Asuntos Exteriores del Gobierno de Rajoy en funciones (se supone que el Sr. Margallo es tenido como el máximo experto del PP y su gobierno en Asuntos Europeos): «Nos hemos pasado cuatro pueblos con las polí­ticas de Austeridad. Las polí­ticas Monetarias dan lo que dan y es momento de hacer otras cosas que funcionen». El propio FMI (integrante de la temida troika negra que ha dirigido la polí­tica europea de la crisis) pide a Europa un cambio en sus ideas y polí­ticas y reclama para GRECIA, flexibilidad en su déficit público, condonación parcial de su impagable deuda, suavizar los tiempos en la ralentización o desarme de sus  polí­ticas sociales y de pensiones, retomar planes realistas (ejecutables) de inversión y reconsiderar la sacralización de los porcentajes exigibles para el déficit público. Por si fuera poco, los últimos encuentros sitúan a los partidarios del BREXIT (la salida del Reino Unido de la Unión Europea) a la cabeza ante el referéndum del próximo 23 de junio, ante el que el Primer Ministro Cameron apela a la permanencia en la Unión para «impedir nuevas guerras europeas». Una vez más, el discurso del miedo y no la propuesta positiva de un proyecto de futuro, de ilusión y compromiso al que los ciudadanos (británicos-europeos) deseen unir su destino y futuro.

Todo un cúmulo de hechos objetivos que reflejan la desorientación europea y la ya dilatada distancia entre el ámbito de las aspiraciones de los ciudadanos y pueblos europeos y la «dirección y ejecución práctica» de los actuales responsables del proyecto. Una gobernanza escasamente reconocible en los llamados «Padres de la Unión Europea» a quienes hoy recordamos.

Este triste, olvidado y escasamente celebrado aniversario, se ve reflejado en una caricatura publicada por «The Economist» en su último número de esta semana. Observamos la imagen de dos hombres hospitalizados compartiendo habitación en un hospital, sujetos a diagnóstico y tratamientos diferenciados: por una parte, una moribunda UNION EUROPEA, sobreviviendo clí­nicamente gracias a todo tipo de tratamiento asistido y compleja monitorización tecnológica, enchufada a la corriente eléctrica y pendiente de una «doctora» atenta a certificar su defunción y, por otra, su vecino de cama, («Nacionalismo Europeo»), despierto, (eso sí­, recibiendo suero en vena»), preocupado por alcanzar el enchufe del vecino para desconectarlo. Delante de sus camas, los gráficos de su estado médico: el primero muriendo, el segundo, cada vez en «mejor situación», evolucionando en su rápida recuperación.

Más allá del impacto caricaturesco, preocupa que la opinión publicada y la percibida por una inmensa mayorí­a de la población (en especial la situada fuera de Europa, burócratas, funcionarios «globales» en el exterior de sus respectivos paí­ses…) tiendan a asociar, de manera simplista, la relación causa-efecto que propone la simplificada imagen. De esta forma, parecerí­a que si la Unión Europea carece de un rumbo estratégico suficientemente claro y estimulante para sus ciudadanos, si es incapaz de establecer un buen modelo de gobernanza (eficiente y eficaz, a la vez que participativo, equitativo, motivador y democrático), si no es capaz de proponer, acordar e implementar soluciones a los graves problemas que afectan tanto a sus ciudadanos, como a los Estados Miembro, si no es capaz de integrar el amplio y complejo mundo de pueblos, naciones y regiones que la integran, si no puede ir más allá de sus polí­ticas e indicadores monetarios y macro-económicos, si no es capaz de garantizar la aplicación de sus Planes y Programas de crecimiento y desarrollo, si no avanza más allá de sus «repartos consensuados dirigidos a un aparente positivo café para todos»… no es sino por la existencia de «fuerzas negativas» que, desde la legitimidad democrática de los ciudadanos que les han elegido para representarles, pretenden defender posiciones, polí­ticas e instrumentos diferentes a los que el «club de la élite autonombrada» impone desde Bruselas (o en Bruselas bajo mandato exterior). Así­, se trasladarí­a la sensación de que quienes no posibilitan el «éxito» europeo son quienes se mueven por «pretensión localista y negativa». Eso sí­, surgirí­an dos tipos de nacionalismos: los buenos, objetivos y pro-Europa que defienden sus «Estados Nación Unitarios» de los siglos pasados, y los «otros», secesionistas, localistas y cuestionables de las actuaciones de la élite globalizada funcionarial y polí­tica de Bruselas o de las capitales y establishment de los Estados Miembro. Esta barata demagogia que, gracias a repetirse en «salones internacionales», parecerí­an aportar un plus de «globalización, intelectualidad y conocimiento del viajado», cala en la opinión pública y en los medios, generando un cierto complejo de inferioridad en quien cree legí­timo construir su forma de vida desde su sentido de pertenencia e identidad y que es muy libre de no compartir ni las recetas, ni las ideas, ni mucho menos las imposiciones de los demás. Máxime cuando sus resultados no parecen avalar el éxito prometido. La realidad es muy diferente. Los errores cometidos y la necesidad de repensar las cosas, urgente.

La Unión Europea es un gran desafí­o. Sus orí­genes de postguerra contaron con la pasión y emoción del compromiso por construir un espacio de desarrollo económico pero al servicio de los principios de libertad, democracia, derechos humanos, igualdad y crecimiento inclusivo a la vez que evitar la guerra y el triunfo del más fuerte. Un desafí­o con importantes logros y paraguas de sueños y realidades que nos han permitido a muchos (pueblos y personas) confiar en la superación común de las autarquí­as, dictaduras y erradicación de derechos conculcados, padeciendo sus negativas consecuencias en determinados momentos de nuestra vida. Sin embargo, hoy, la posición inicial se desvanece, los sueños originales chocan con una cruda realidad que ni entendemos, ni compartimos, no reconocemos liderazgo alguno y no identificamos ni el punto de llegada propuesto, ni la hoja de ruta por recorrer. Con estos mimbres, no es cuestión de culpar a supuestas «mentes retrógradas, localistas y pequeñas» de la mala marcha de la antes querida y soñada Europa.

Más bien, parecerí­a lógico y deseable repensar Europa empezando por entender quienes habrán de conformarla, sus legí­timas aspiraciones, sus necesidades y planes propios de futuro. Quizás así­, se podrí­a intentar recuperar la confianza y compromiso en un futuro compartible al que dirigir la pasión, el compromiso y el esfuerzo permanente para lograrlo. Posiblemente, de esta forma, el próximo 9 de mayo, Europa viva su fiesta «plurinacional» con el reconocimiento no solo de los europeos, sino de otros muchos que se reconozcan en el extraordinario espacio de libertad, democracia y  humanidad que represente.

Deseamos que un próximo 9 de mayo, celebremos, con alegrí­a y emoción, nuestra esperada realidad Europea y que las luces brillen por encima de tanto nubarrón.

Co-Creación de Valor. ¿Cambiando el Mundo?

La sesión inaugural de la «Shared Value Leadership Summit 2016″ ha reunido en Nueva York a cientos de miembros de la Comunidad Mundial de la generación del Valor Compartido Empresa-Sociedad. Esta vez bajo el reclamo del «cambio del mundo desde las buenas empresas y modelos de negocios».

La conversación o diálogo inicial han corrido a cargo de Michael E. Porter (cofundador del movimiento del Shared Value junto con Mike Kramer) y de Jim Yong Kim, Presidente del Banco Mundial. Así­, al margen de otras muchas ideas y de la constatación del creciente éxito de este movimiento, conviene resaltar algunos conceptos puestos sobre la mesa:

1. Si bien en el momento de escribir y publicar en la HBR el artí­culo sobre la co-creación de valor, Mike Kramer dice no haber entendido del todo la importancia que Porter daba a la empresa y al empresario en este proceso, hoy comprende que no solo se trata de un movimiento transversal que importa en todos los stakeholders e industrias, empresas y paí­ses, sino que sin el mundo comprometido de la empresa, no hay posibilidad alguna de generar soluciones escalables al voluntarismo «inocente» del espacio NON PROFIT o a la resignada e insuficiente contribución, en solitario, de los gobiernos de buena fe con limitada capacidad de intervención global.

2. Jim Yong Kim resalta el valor de la empresa (privada) y de los Modelos de Negocio. Repasaba sus múltiples experiencias (sobre todo en el mundo de la Salud tras 30 años en Partners & Health analizando miles de proyectos e iniciativas que, basado en interesantes aplicaciones tecnológicas, no daban solución a la globalidad de las Cadenas de Valor en el Sistema de Salud, fracasando en el intento de generar valor real en salud, importar en la totalidad de los sistemas implicados, aportando soluciones de valor compartido, escalables y al menor coste posible. ¿Quién es capaz de pensar modelos de negocio innovadores al servicio del acceso real a la salud?

3. Hoy, Shared Value parte de una concepción más allá de las ideologí­as, situando en el centro de las soluciones a las necesidades sociales, opciones alternativas co-creadoras de valor, a la vez, medibles en términos de valor.

4. Michael Porter refuerza el propio Valor Compartido no como un modo o fase aislada, sino como elemento crucial en el largo camino hacia la competitividad y el bienestar. Las empresas que están cambiando el mundo son aquellas que han hecho de la solución a las demandas reales de la sociedad, la fuente de sus modelos de negocio.

Shared Value exige resultados medibles. Los resultados han de ser pre-diseñados y no fruto de la casualidad. Definirlo y lograrlo exige:

1) Repensar el producto, servicio, solución a ofrecer.

2) Repensar y redefinir la cadena de valor y apostar por el rol que habremos de jugar en ella.

3) Repensar el espacio y reglas de juego en el ámbito de la clusterización de las actividades económicas que nos afectan y jugar el rol diferenciado, desde nuestra proposición única de valor y modelo de negocio especí­fico que hemos de acometer.

En definitiva, un movimiento vivo, creciente, que valida la fuerza y poder de la empresa y que es entendible en el contexto de los sistemas globales. Ni es una nueva moda, ni un nuevo modo de «engrandecer» la filantropí­a o buena voluntad o poner el acento en la «buena ciudadaní­a empresarial». Es, por supuesto, una forma de generar negocio co-creando valor para la empresa y para la sociedad.

Nuevos modelos ante nuevos retos

(Artí­culo publicado el 1 de Mayo)

En una semana en la que he tenido la oportunidad de participar como ponente en dos conferencias, de diferente audiencia y en diferentes paí­ses, una en relación con la posibilidad o necesidad de construir un proyecto propio ante los desafí­os observables y otra sobre las necesarias apuestas colaborativas para construir un modelo industrial para el desarrollo regional, han resultado coincidentes algunas observaciones o preguntas de la audiencia en el debate-diálogo, enriquecedor y complementario, que les seguí­a. ¿Es posible diseñar e implementar una estrategia coherente y completa en un Paí­s con la participación de todos los agentes implicados? ¿En un contexto polí­tico como el que se vive y con periodos de gobierno limitados y cambiantes se puede mantener una dirección más o menos «estable» a lo largo del tiempo? ¿Qué pueden hacer la sociedad (y los ciudadanos) para influir en la dirección estratégica deseable?

La coincidencia de estos comentarios no es extraña ya que son parte esencial de todo proceso estratégico.

Por definición, la estrategia tiene que ver no solamente con las aspiraciones de un colectivo (personas, empresas, gobiernos…), con la dirección a tomar, objetivos, polí­ticas e instrumentos con la adecuada asignación de recursos para lograrlo, sino, sobre todo, las decisiones sobre lo que no se debe hacer o lo que debe dejar de hacerse. En este complejo proceso decisorio, esencial para dirigir nuestro camino hacia alguna parte deseada, el impacto de todo tipo de elementos (internos y externos) nos desviará de la lí­nea prevista siendo nuestra obligación esforzarnos en reconducirla hacia el camino crí­tico marcado.

Pero dicho esto: ¿Por qué necesitamos un nuevo compromiso para repensar nuestro futuro y los modelos existentes y quien (quienes) debe(n) hacerlo?

Sin duda, unas naciones o regiones lo necesitan más que otras y cada una ha de hacerlo desde un punto de partida diferente. Todas las sociedades y agentes socio-económicos individuales implicados (también unos mejor situados que otros en el pelotón de salida) participamos de la crisis imperante, somos objeto de las mega tendencias globales y de su impacto como consecuencia de los complejos desafí­os que nos rodean (y rodearán): tecnológicos (revolución 4.0), sociales (migración, demografí­a, desigualdad, enfermedades), fí­sicos (urbanización, catástrofes medio ambientales), polí­ticos (guerras, seguridad, gobernanza…) por citar algunos. Nada nuevo y todo distinto, a la vez, bien por su intensidad, por su interconexión, por su simultaneidad, por su acelerada y creciente complejidad…

Ahora bien, repensar el estado de partida y el escenario deseable no solamente no deberí­a asustarnos, sino que por el contrario, exige un compromiso «natural» con nuestra apuesta para provocar un futuro alcanzable. La «información de la crisis» nos ha traí­do mensajes y claves de gran fuerza para acometer un futuro diferente. Hemos aprendido que la globalización tiene múltiples caras y que no podemos renunciar a nuestras tareas y soluciones locales, y que si bien hay problemas que recomiendan soluciones con enfoque y acuerdos globales y coordinados, normalmente por nuevos entes supranacionales que se doten del combustible de la legitimidad democrática, existen otros muchos (casi siempre la totalidad de los llamados globales en ámbitos más próximos) cuyo mejor ámbito de aproximación y respuesta sigue siendo local; hemos comprendido como la internacionalización no es un mantra por el que todos seremos ciudadanos globales, sin raí­ces ni identidad diferenciada o que nuestras empresas puedan dirigirse a distancia sin entender el Paí­s destino, con directivos expatriados viviendo en burbujas aisladas ajenas a la demanda real de desarrollos endógenos, paí­s a paí­s, con sus propias y legí­timas necesidades, demandas y aspiraciones. Hemos aprendido, sobre todo, que el crecimiento por el crecimiento no nos lleva a ninguna parte. Sabemos hoy que el crecimiento ha de ser inclusivo, exigente de una clara equidad, igualdad de oportunidades reales y demandante de la absoluta integración de múltiples polí­ticas y lí­neas de acción que ni pueden ni deben abordarse por separado de manera inconexa. Sabemos que la interrelación e interdependencia necesaria exige incorporar, en una estrategia completa, la coherencia de los entornos macro-económicos, bajo una transparente gobernanza impregnada de innovación y emprendimiento social, potenciador del capital humano, construyendo las infraestructuras del futuro, con nuevos sistemas de protección y seguridad social y de empleo y la correspondiente financiación pública. Sabemos que el PIB no es la medida suficiente ni adecuada para hoy y sobre todo para mañana. (Precisamente estos dí­as, en un estupendo artí­culo de Stewart Wallis, Director Ejecutivo de la Fundación de la Nueva Economí­a, recurriendo a la comparación del PIB con el velocí­metro de un coche, nos hací­a ver que medir la velocidad es solamente eso: ni nos indica hacia dónde vamos, ni nos advierte en qué momento nos quedaremos sin gasolina o cuándo tendremos la siguiente averí­a…). Wallis y su Fundación proponen un modelo de factores e indicadores a medir, realizados en el Reino Unido, midiendo ópticas alternativas del empleo (no ocupados y desempleados, sino la calidad de los buenos empleos sostenibles), el bienestar (no como % del gasto de sanidad en el PIB, sino la satisfacción de las personas en su estilo, forma y nivel de vida), el medio amiente más allá del ecologismo tradicional, la equidad e igualdad por el impacto fiscal y la provisión de servicios públicos, o la salud (no la esperanza de vida, sino las muertes evitables por un buen sistema de salud). Es solamente uno más de los múltiples esfuerzos hoy existentes: índice de la Felicidad, índice de Desarrollo Humano (Naciones Unidas), índice de progreso social y co-creación de valor empresa-sociedad (Porter, Kramer y Green) etc. En definitiva, todo un mundo en marcha repensando el camino a seguir en el amplio abanico de la redefinición de modelos de desarrollo inclusivo que, con el paraguas de una estrategia plena, pretende responder a las necesidades sociales.

¿Y la sociedad? ¿Todo lo anterior es solamente cosa de la polí­tica y los Gobiernos? NO. Además de que la sociedad no es un ente ajeno o aislado del llamado «mundo de la polí­tica» (sino su propia esencia), como sociedad, las personas y colectivos tenemos mucho que hacer (no solamente votar y/o controlar a nuestros representantes o exigir polí­ticas concretas que nos afecten). La capacidad de iniciativa, conocimiento, organización… y compromiso, exigen una mayor implicación en la construcción de nuestro futuro.

Concluidas las sesiones comentadas, uno de los convocantes me preguntaba: ¿Y todo esto en el contexto polí­tico español es posible? ¿Hay esperanzas creí­bles en el nuevo periodo electoral? Esperemos que sí­: las primeras señales no invitan a demasiado optimismo: quienes no pudieron o supieron acordar la formación de un Gobierno, anuncian que no cambiarán a sus candidatos, no variarán sus mensajes, no modificarán sus programas electorales del pasado diciembre, no se fí­an de los otros, no creen haber cometido errores… La realidad es muy diferente. Desde diciembre hasta hoy (y hasta septiembre en que haya un nuevo Gobierno) habrán pasado muchas cosas nuevas (desde el casi agotamiento del presupuesto, el incumplimiento de los compromisos de déficit, el deterioro de la gobernanza, la recentralización sin control democrático, la corrupción extendida, la no solución a los problemas migratorios, el no cese de la crisis, el aumento del desempleo, el fracaso en el cumplimiento de compromisos que -desde la oposición- se conjuraban en aplicar para desmantelar «el mal hacer del gobierno Rajoy»,… y una Casa Real que pide a los polí­ticos que «no cansen a los ciudadanos» demostrando cuán lejos está de los modos y prácticas de la democracia y la voz directa de los ciudadanos). Todo un panorama que deberí­a ayudar a esa sociedad que parece desear participar con mayor implicación, si cabe, en los retos y soluciones de futuro.

Pese a todo, una bandera de optimismo y esperanza a favor de la Estrategia ocupada en repensar un nuevo futuro aprendiendo de los desafí­os y del camino recorrido, haciendo de los problemas una verdadera fuente de solución, empleo, riqueza y bienestar. Por supuesto, desde nuestro compromiso como sociedad, provocando un escenario deseable. La Sociedad ha de jugar su papel. Múltiples espacios de colaboración, de encuentro, de debate, de ideas, de compromiso y de respuesta, haciendo suya la fortaleza de la elección de sus representantes, asumiendo el co-protagonismo que ha de compartir con las Instituciones y sus Gobiernos.

Hemos aprendido la necesidad de nuevos modelos, conocemos algunos de los caminos por explorar y somos conscientes de los enormes desafí­os y retos que tenemos por delante. ¡Un paso más!

Lo que en verdad preocupa a falta de un gobierno legí­timo…

(Artí­culo publicado el 17 de Abril)

Cuando se publique este artí­culo, estaremos interpretando los resultados de la «consulta popular» de Podemos a sus «seguidores inscritos», posicionándose sobre el eje de preferencia para un gobierno de la mano de un acuerdo PSOE-Ciudadanos (según su pregunta, con «Pedro y con Alberto») o Podemos-PSOE, bajo «nuestro liderazgo». Sea la que sea la respuesta, resultará inoperante y de escasa viabilidad ya que el uso del voto se convertirá en argumento para la decisión que la dirección de Podemos haya tomado con carácter previo y, por supuesto, volverí­a al punto original de partida, dependiendo de las decisiones de terceros para formar o no un gobierno.

En paralelo, los movimiento de última hora fijarán (si no lo han hecho ya) otras alianzas alternativas conformando un gobierno, o por el contrario, la convocatoria automática de nuevas elecciones a celebrar el próximo 26 de junio.

Pase lo que pase antes del 2 de mayo próximo, gobiernen o no los potenciales aliados, lo más destacable de este periodo post electoral (desde el ya lejano 20 de diciembre), lo que en verdad ha resultado de interés, ha sido comprobar el comportamiento de los diferentes actores: desde la escasa o nula experiencia en la gestión de la complejidad y la formación de gobiernos a partir de acuerdos compartibles bien de gobernanza, legislatura o simple apoyo de investidura de los «lí­deres» de las diferentes formaciones; la teatralización y obsesión mediática obviando principios, contenidos y objetivos; el peso excesivo y prioritario de las posiciones personales y de partido respecto de los intereses generales; el divorcio entre los mensajes y proclamas electorales y los intereses por acordar casi cualquier cosa y con cualquiera; el tránsito desmemoriado del insulto y la descalificación hacia el abrazo «de lo posible» con el supuesto adversario polí­tico; hasta el objetivo centrado en la búsqueda de un culpable al que responsabilizar del «fracaso democrático» para dar paso a un nuevo ejercicio electoral. Todo un compendio de comportamientos desde un marco restringido que lejos de facilitar soluciones, se diseñaba para profundizar en la diabólica aritmética electoral resultante el pasado diciembre. Si la distribución de escaños llamaba a apuestas radicales de cambio, repletas de riesgos, para acometer los desafí­os reales y permanentes del Estado español (su tremendo deterioro Institucional, una crisis económica estructural con una España absolutamente desequilibrada y dispar con necesidades estratégicas diferenciadas, una reinvención del modelo de Estado con respuesta a las demandas «plurinacionales», el tránsito a nuevos modelos de desarrollo económico, la mitigación de las desigualdades, rehacer los pilares del Estado de Bienestar, recuperar la credibilidad y confianza en la polí­tica y afrontar la sangrante corrupción…), lejos de promover movimientos en esta dirección, el partido ganador (relativo) se atrincheraba en sus posiciones fracasadas en los últimos años y se apartaba a la espera del fracaso de los demás, el PSOE dejaba a su candidato (perdedor en las elecciones con uno de los perores resultados en su historia) intentar presidir un gobierno de adhesiones con el único recurso al miedo a seguir bajo el gobierno de «los malos», atándole respecto a los «peligrosos aliados» (en realidad todos) y encendiendo, a la vez, las alarmas para iniciar su destitución interna. Finalmente, «los embajadores de la Nueva Polí­tica» han demostrado escasa novedad y poca vocación y capacidad real de gobierno.

Pero si todo lo anterior habrí­a de ofrecer enseñanzas claves ante una nueva petición de confianza y voto, en el caso de una repetición electoral, hemos podido observar algo especialmente grave cara a futuros gobiernos en su periodo de actuación «en funciones». Lo observado aconsejarí­a un auténtico cambio, inmediato, en la Ley de Gobierno y Administración, en el Reglamento del Congreso de los Diputados y en el sistema de Gobernanza y toma de decisiones de la Unión Europea. Al menos estos tres importantes ámbitos de actuación, condicionantes de nuestra vida, deberí­an revisarse y adecuarse a potenciales periodos de desgobierno o interinidad.

Bien porque el gobierno Rajoy llegase a verse respaldado por el Tribunal Constitucional justificando su NO control por el Parlamento dado que «no les ha dado su confianza» o precisamente porque prime el sentido común que llevarí­a a pensar que todo gobierno -precisamente con más razón si está en funciones- ha de someterse al control legislativo y parlamentario, la relevancia de las decisiones y actuaciones de los gobiernos no pueden vivir en el limbo y facilitar el oscurantismo e irresponsabilidad demostrados. En este espacio sin control, el gobierno Rajoy ha hecho mucho más que obstaculizar la función del Parlamento y de las Comunidades Autónomas, mucho más que limitarse a «despachar asuntos ordinarios de la administración en curso». Este gobierno ha hecho y deshecho presupuestos, ha cambiado las reglas del juego (financiación, criterios de déficit público, incumplimiento de los Tratados de la Unión…), ha recurrido (con la interpretación irresponsable y benevolente del Tribunal Constitucional) todo tipo de normativa de gobiernos y Parlamentos autonómicos, ha regalado «medallas y honores» a su antojo, ha indultado sin control, ha viajado representando al Estado a todo tipo de Foros y Organismos Internacionales hipotecando decisiones de futuro, ha condenado créditos Paí­s, ha movilizado fuerzas de intervención… Es decir, la mejor manera de gobernar, sin legitimidad, ni competencias para hacerlo, sin control democrático.

 Polémicas aparte, la ley 50/1997 de Gobierno, regula las facultades de un Gobierno en funciones. Un gobierno que cesa, automáticamente, tras celebrarse elecciones generales y continúa en funciones hasta la toma de posesión del nuevo  gobierno, con una serie de limitaciones tasadas en la propia Ley. Está obligado a facilitar el proceso de formación del nuevo gobierno, garantizar el adecuado traspaso de poderes y responsabilidades, limitando su gestión (no dirección polí­tica) al despacho de los asuntos públicos ordinarios, «absteniéndose de adoptar, salvo casos de urgencia debidamente justificados y razonados, decisiones de interés general». No puede, expresamente, ejercer algunas facultades como la aprobación de los Presupuestos, la presentación de Proyectos de Ley o las delegaciones legislativas. ¿No aprobar los presupuestos es compatible con la modificación y enmienda sustancial de los mismos introduciendo por libre voluntad recortes de decenas de miles de millones por imposición de un coeficiente de Déficit y aplicarlo a las partidas y competencias correspondientes a otras Administraciones? ¿Es compatible con la condonación de miles de millones en créditos a paí­ses terceros? ¿Es una gestión ordinaria mantener e imponer determinados desarrollos legislativos modificados unilateralmente en su mandato cuando el propio nuevo Parlamento se pronuncia en contra de los mismos (LOMCE, dependencia, salud…)? Si además, el gobierno interpreta que su condición de cesado en funciones le exonera de cualquier tipo de control en una libre interpretación de la ya mencionada Ley de Gobierno que establece que «todos los actos y omisiones del Gobierno están sujetos al control polí­tico de las Cortes generales» (art.26), nos lleva al mayor de los obscurantismos, impunidad y nula legitimidad democrática.

Cabe preguntarse, en consecuencia, si los diferentes ministros no han quedado democráticamente inhabilitados para desempeñar cargos públicos a futuro (en las últimas horas, además, para reforzar el desatino, asistimos a la rocambolesca salida-renuncia del cesado Ministro en funciones Sr. Soria), si no deberí­a modificarse la legislación vigente para garantizar un perí­odo post electoral, transitorio, acorde con una gestión transparente y controlable, en la que el gobierno saliente (sus ministros, altos cargos y gabinetes de libre designación) ejerza sus compromisos de partido y facilite la formación del gobierno que legí­timamente le apetezca sin interferir en las funciones que le corresponde. O se limitan y acatan las decisiones susceptibles de tomarse en periodo interino, se fijan los mecanismos de pre-consulta y decisión, así­ como de control y/o se establece el cese automático de los Ministros, cargos de confianza, asesores y personal de libre designación para dejar las «cuestiones ordinarias» en manos del «alto funcionariado» bajo la responsabilidad (real y exigible) del Presidente y, por supuesto, se limitan determinadas decisiones esenciales en la Unión Europea cuando los gobiernos implicados están en funciones y no cuentan con el apoyo de sus Parlamentos respectivos, o ha llegado el momento de entrar a fondo en la verdadera reforma de la Administración Pública y, por tanto, también, de las Leyes de Gobierno .

En definitiva, el problema no está solamente en padecer tres o cuatro meses sin gobierno (o seis o siete si se celebran nuevas elecciones), sino en iniciar ese periodo sin control, con una sensación permanente de una auténtica tomadura de pelo cuya hipoteca será difí­cil de superar e imposible de traducirse en una legí­tima exigencia democrática de responsabilidad. Debemos convencernos que el Gobierno es sumamente importante y, más allá del mundo de la polí­tica, la sociedad (empresas, entidades, organizaciones, personas) se juega mucho con un buen gobierno o la desgracia de padecer el desgobierno o el despropósito como el que estamos viviendo.

Si adicionalmente, esta situación se da en el clima de corrupción, desgobierno, desafección y ausencia de propuestas claras sobre problemas reales, más allá de discursos y preocupaciones concretas e internas de los actores de la polí­tica público-institucional, como es el caso que nos ocupa, el resultado es, además de decepcionante y preocupante, absolutamente contrario a los intereses de la democracia, la sociedad y las propias instituciones.

¿Aprenderemos? ¿Se actuará en consecuencia o pasado el «bache post electoral» se seguirá como si no hubiera pasado nada, más allá de un juego teatral a la espera de nuevos protagonistas? Confiemos que en los próximos dí­as, ya sea por el «milagroso nuevo gobierno que se esté tejiendo en la sombra» o bien por una nueva convocatoria electoral, los partidos polí­ticos estén trabajando en el dí­a después y tengan a punto una amplia baterí­a de soluciones de aplicación inmediata que pase por derogar todo lo que han dicho que habrí­a que eliminar de la actuación de estos últimos cuatro años, todas las nuevas iniciativas y propuestas creativas que han prometido o acordado «parcialmente» en el terreno de los principios… de modo que estos meses no sean perdidos. Que no nos pase como en la novela china del sueño con la prosperidad en el que «nos hayan robado los meses de la explotación creativa y positiva de la crisis».

Orkestra: diez años al servicio de la Competitividad

(Artí­culo publicado el 3 de Abril)

El Instituto Vasco de Competitividad cumple sus primeros diez años de vida desde la satisfacción de haber liderado una experiencia pionera no solamente en nuestro Paí­s, sino a lo largo del mundo convirtiéndose en un referente cualificado entre los estudiosos y conocedores de los verdaderos pilares y secretos de la competitividad.

Siendo Euskadi un pionero en el diseño e implementación de una verdadera estrategia de competitividad, abrazando conceptos e ideas de lo que más tarde serí­a la estructura académico-intelectual de la famosa «Ventaja Competitiva de las Naciones» del profesor Michael E. Porter, resultaba fundamental dotarnos de instrumentos adicionales que facilitaran el encuentro de la práctica polí­tica, gubernativa y empresarial con el mundo de la Academia, capaz de conceptualizar y modelizar la realidad empí­rica aplicada, identificar las claves reales del éxito conseguido y, sobre todo, entender las claves que harí­an posible su consolidación y mejora, potenciando sus fortalezas y superando sus debilidades, generalizando su conocimiento, llevándolo a todos los ámbitos de liderazgo y al conjunto de los stakeholders que harí­an posible avanzar hacia un modelo propio de competitividad en/desde Euskadi para confrontar los retos y desafí­os esperables. Con estas ideas básicas de fondo, tras varios intentos en su promoción, hubo que empezar por iniciativas más modestas, dando los primeros pasos desde la formación, teniendo en mente una visión ambiciosa de largo plazo cubriendo las diferentes etapas y, quizás, adecuando las ideas y propósitos a los tiempos.

   De esta forma, Euskadi fue uno de los primeros ocho «cómplices» que acompañaron el entonces reciente nacimiento del Instituto de Estrategia y Competitividad de la Universidad de Harvard en el camino de prueba de un hoy exitoso programa educativo, el MOC (Microeconomics of Competitiveness – la Microeconomí­a de la Competitividad), con el que Michael E. Porter pretendí­a «formar formadores» con un método. Marco y rigor experto al servicio del bienestar y la generación de riqueza. Euskadi, con el apoyo del Gobierno Vasco y su acogida en la entonces ESTE  (Escuela de Estudios empresariales de la Universidad de Deusto en Donostia) y el esfuerzo de escasos -a la vez que entusiastas y extraordinarios- profesores y su Decano (los proyectos visionarios suelen contar con muy pocos atrevidos en su lanzamiento) y unos pocos osados alumnos, puso en marcha su primera edición. Hoy, diez años después, casi dos millares de personas lo han cursado en nuestro Paí­s contribuyendo con su trabajo, experiencia y conocimiento a hacer de este programa no solamente un curso de excelencia mundial, sino un auténtico vivero de nuestra competitividad real. Directivos de empresas, de las Asociaciones cluster, de las Universidades del Paí­s, de sus Centros Tecnológicos, altos cargos de nuestras Instituciones forales, locales y autonómicas, además del embrión de actuales estudios y programas doctorales. El Programa ha formado a nuestros dirigentes pero, además, ha extendido su contenido docente hacia la investigación, la elaboración de casos, propuestas cluster a incorporar a nuestras estrategias de Paí­s… y, por supuesto, ha sido el núcleo diferencial de una primera red internacional de excelencia (hoy el curso se imparte en 120 Universidades a lo largo de los cinco continentes), base de otras muchas redes con otros muchos Centros y Universidades y, por supuesto, ha dado lugar a una progresiva mejorí­a y enriquecimiento del talento y capital humano del Paí­s.

Así­, desde este núcleo, hoy hace diez años, nuevos impulsos, nuevos pioneros y jugadores relevantes lograron conformar el viejo anhelo y dieron lugar al Instituto cuyo décimo aniversario celebramos. Esta vez, el partenariado público-privado permitió generar el viejo sueño y una nueva visión. Nací­a el Instituto y hací­a suyos tres elementos esenciales que le han acompañado desde su nacimiento:

1. Su marca «de guerra», ORKESTRA, como recordatorio de su compromiso en orquestar a la totalidad de agentes implicados en la competitividad (empresas, gobiernos, academia, entes facilitadores), con una actitud Koopetitiva (compitiendo y cooperando desde sus propios intereses y estrategias legí­timas y diferenciadas), con una vocación glokal (en/desde Euskadi, raí­ces y alas, aquí­ y a lo largo del mundo), potenciando el Konocimiento y Kapital humano.

2. Desde el trabajo integral en torno a las 3 I’s: Investigación (de excelencia académica y aplicada a nuestra realidad al servicio de nuestra economí­a y Paí­s); Instrucción, educando y formando formadores para entender y aplicar los pilares de la competitividad; Impactando en nuestra Sociedad, más allá del espacio académico.

3. Desde un marco conceptual de los verdaderos determinantes de la Competitividad, desde el rigor y la evidencia demostrable, mejorarlo y transitar hacia nuevos espacios de solución y mejora. Así­, hoy, con nuevas redes, nuevos modelos, nuevos campos de estudio e investigación, nuevos retos y desafí­os que la sociedad plantea, las bases originales se ven reforzadas y permiten situarse en la vanguardia del conocimiento en la materia objeto de este Instituto.

Hoy, ORKESTRA y la familia que lo compone y lo hace posible (Consejeros, investigadores, profesores, colaboradores, patrocinadores, trabajadores, ex alumnos y directivos) pueden y deben celebrar con orgullo su éxito.

Cuando, dí­a a dí­a, ante un panorama de crisis mundial, de falta de referencias concretas, de incertidumbre sobre los nuevos caminos a recorrer, Euskadi recibe, continuamente, la mirada ansiosa de estrategas, polí­ticos, empresarios, Organismos Internacionales, Universidades… tratando de entender el llamado Modelo Vasco. Modelo de desarrollo humano y sostenible que no puede ni explicarse, ni mucho menos entenderse sin analizar, comprender y valorar positivamente el trabajo realizado por y desde este Instituto que representa en sí­ mismo el soporte de los llamados elementos deseables para el éxito del desarrollo regional o nacional de cualquier espacio en el mundo: una estrategia definida e implementada con la mayor participación real de todos los agentes implicados, sostenible con vocación de certidumbre, credibilidad y continuidad creativa, que conforma una auténtica colaboración público-privada y público-público, apoyo y contraste permanente de las diferentes polí­ticas e instrumentos al servicio del modelo, con un amplio grupo de profesionales de excelencia, a la vanguardia del conocimiento y de los nuevos movimientos y tendencias mundiales. Hoy, merece la pena recordar este décimo aniversario y ponerlo en valor.

ZORIONAK ORKESTRA!

Salud: de la desigualdad al desarrollo compartido

(Artí­culo publicado el 20 de Marzo)

En una reciente entrevista para una revista estadounidense próxima a publicar un reportaje sobre Euskadi como referente europeo en su historia diferencial de éxito, en el marco de una estrategia «contracorriente», focalizada en la industria, la competitividad desde la microeconomí­a, la práctica de su vocación de autogobierno y modelo conjunto económico-social, instrumentando partenariados público-privados, la reportera mostraba su sorpresa cuando a su pregunta sobre «el siguiente paso» que habrí­a de seguir nuestro Paí­s, contesté que deberí­amos transitar hacia la «Co-creación de Valor Empresa-Sociedad aprovechando las fortalezas de una economí­a clusterizada y la revolución digital en curso generando nuevos modelos de negocio a partir de las demandas sociales». Me pidió un ejemplo concreto y me limité a señalarle «el Valor de la Salud». Si bien no creo haberle convencido demasiado, horas más tarde recibí­a el último número de la gaceta académica de la Universidad de Harvard (Harvard Gazette) abordando, como tema principal, la desigualdad como consecuencia de la NO SALUD.

La revista viene dedicando gran parte de su espacio en los últimos números al especial análisis de la desigualdad, invitando a su claustro profesoral a contribuir, desde diferentes ópticas, a la reflexión sobre el asunto proponiendo recomendaciones o lí­neas de trabajo a seguir. Asunto de gran relevancia y actualidad, tanto derivado del intenso debate social a lo largo del mundo, como a la realidad observable en los Estados Unidos y, por supuesto, en el corazón de la campaña presidencial electoral en curso. Así­, las diferencias en ingresos, las dificultades de acceso de la mujer a puestos directivos, la decisiva concentración de riquezas en pocas manos, el impacto de la «historia educativa y académica», el origen y residencia en zonas marginales, etc. han venido focalizando sucesivas aportaciones.

Pero, esta semana, el trabajo publicado empieza con un tí­tulo llamativo: «El costo de la desigualdad: vidas rápidas, muertes prematuras». Un informe que centra, precisamente, en la salud, la principal causa de la desigualdad y, en especial, en las minorí­as (en este caso afroamericanos e hispanos) en las zonas de menor renta y marginación en los Estados Unidos. Contradicen, además, ese «mantra» popular (que tan demagógicamente utiliza el candidato republicano Donald Trump), que estigmatiza a las poblaciones débiles proclamando que «es su culpa no progresar ya que no han sabido aprovechar las puertas de oportunidad que se les ofrecen…», así­ como las crí­ticas al sistema de salud estadounidense y a la aplicación de la reforma Obama en el último ejercicio.

Así­, el profesor Daniel R. Williams (profesor de estudios Afroamericanos y de Salud Pública) concluye que «las desigualdades o ausencias de Salud son la suma total de todas las demás desigualdades de orden social y, en definitiva, es el área de salud el punto final de llegada de todas las desigualdades». En sus estudios al respecto, compara las poblaciones afroamericanas e hispanas con poblaciones blancas encontrando cómo son los primeros quienes contraen, con gran diferencia en tiempo, las principales enfermedades serias, que la esperanza de vida de estos exigirá un periodo de 30 años para igualarse con la media blanca, que, mientras más tiempo viven en los Estados Unidos, menos saludables son y que los trastornos sociales y psicológicos que les acompañan sobrepasan con creces a los que se dan en poblaciones blancas y de mayores niveles de renta.

Williams explora diez medidas estándar de salud (desde niveles de colesterol, tensión, presión sanguí­nea…) asociables con sus hipótesis del envejecimiento prematuro en las diferentes poblaciones, reforzando sus conclusiones diferenciadoras de las relaciones causa-efecto salud-esperanza de vida no dependiente y saludable.

A partir de aquí­, el análisis de sus condiciones de vida, empleo o ausencia del mismo, niveles de renta, capacidad o no de ahorro, vivienda, sociabilidad, educación y entorno social y vecindario, terminan traduciéndose en trastornos de la salud, ausencia o escasa calidad  en tratamientos preventivos, rara pro-actividad saludable, prolongada y deteriorada cronicidad, excesiva y pronta dependencia, y relevante deterioro en los siempre penosos procesos terminales. Estos estudios se complementan con el ya largo análisis de comportamiento en las llamadas «Inner Cities» (Centros infra urbanos de las Ciudades) en el antes y después de actuaciones especiales de rehabilitación y desarrollo, para apostar por programas e iniciativas para el empoderamiento local, acciones integrales en vecindarios, creación de empleo formal de carácter local y comunitario, atención primaria integral en salud, educación prenatal e infantil y escuelas primarias (el K-12 norteamericano).

Iniciativas que debidamente reorientadas hacia los conceptos de co-creación de valor pueden dar lugar a la esperanza, como vienen demostrando programas especí­ficos de colaboración público-privados, como el promovido en su momento por el Presidente Clinton (Promise  Neighborhoods).

Hoy, insertos en plena Revolución Digital y ante los desafí­os y oportunidades que ofrecen al mundo de la salud, desde el Big Data y su explotación masiva, a la vez que inteligente, una algoritmia predictiva como fuente inigualable de conocimiento para optimizar las demandas de salud de la población, la estimación de sus mapas de riesgo, los tiempos esperables de la ocurrencia de eventos y la capacidad de repensar los modelos organizativos y asistenciales y asistimos expectantes al emergente y apasionante mundo de las cuasi infinitas aplicaciones tecnológicas para la salud, sorprendidos por la proliferación de la robótica, la automatización, la digitalización, la «smartización» y la movilidad galopante, hemos de albergar grandes esperanzas de una positiva transformación radical. No obstante, si bien en permanente preocupación por los cambios deseables, no podemos menos que constatar la existencia de un mundo dual en el que conviven aún más de 2.000 millones de personas sin acceso real a la salud junto a las maravillosas soluciones «supersónicas», inimaginables hace tan solo escasas décadas.

Si por un lado observamos las proyecciones y tendencias de la «industria de la salud» que la sitúan en el tercer lugar de entre las industrias que «experimentarán la mayor transformación futura a consecuencia del impacto tecnológico», tan solo detrás de la propia industria tecnológica en sí­ misma o de los bienes de consumo personal, muy por delante de automoción, manufacturas, energí­as, telecomunicaciones y finanzas, entre otras, podrí­amos sentirnos optimistas ante los previsibles cambios que han de favorecer el acceso real a la salud, su tratamiento integrado y personalizado, la fortaleza preventiva y predictiva y su uso extendido a toda población a lo largo del mundo. Desgraciadamente, hoy, la otra cara de la moneda continua ofreciendo una realidad distante no mitigada ni por incrementos de la proporción del gasto sanitario, o del extenso incremento y dotación de infraestructuras de alto nivel y complejidad hospitalaria, ni por los amplios compromisos gubernativos en favor de sistemas en permanente evolución.

El mundo de la salud está en plena ebullición. El clamor por centrar esfuerzos en el verdadero Valor de la Salud, no en los instrumentos o actos médicos se generaliza y se abre paso en la búsqueda de mejores resultados.

En esta lí­nea, en uno de los innumerables foros que a lo largo del mundo (en esta ocasión convocados bajo la iniciativa de «Nuevas soluciones-la Salud del futuro» del WEF) analizan el impacto de las nuevas tecnologí­as y la revolución en curso, veinte expertos -médicos- usuarios de tecnologí­a de vanguardia, valoraron el grado de impacto y el tiempo por transcurrir en diversas aplicaciones en la práctica médica. Su conclusión apuntaba a un escenario esperanzador si bien desigual a lo largo del mundo y más lejano en el tiempo de lo que las apariencias pronostican, si bien son ya enormes las posibilidades reales de mejora ya en uso. Paradójicamente, en lo que la gran mayorí­a coincidí­a era en que «su mejor recomendación para aumentar el nivel y valor de la salud»  pasaba por tres elementos esenciales:

1. Llevar agua potable y sistemas de depuración, higiene y suelo firme a las poblaciones.

2. Volver al tradicional concepto integrado de la Atención Primaria y el médico general y de familia.

3. Para la población adulta, «una aspirina infantil al dí­a».

En todo caso, expertos debates al margen, recuperar la centralidad real del paciente, poner el conocimiento al servicio (sobre todo predictivo y preventivo) del sistema, acompañar a las personas (sanas o no) a lo largo de toda su vida asumiendo un protagonismo activo en su propio Plan de Salud y usar la tecnologí­a aplicada en el objetivo de Valor en Salud para la población, era, es y será el verdadero desafí­o del derecho fundamental a la salud. En su entorno, el desafiante reto de generar/optimizar los sistemas adecuados, garantizando un acceso real universal, interactuando con el ecosistema global de polí­ticas y soluciones más allá de la «sanidad segmentada» y limitada a un silo sectorial estrictamente de salud.

Que la salud deje de ser el foco de la desigualdad está en nuestras manos. Reinventar nuestros modelos de desarrollo económico, pensando también, en la gran fuente de riqueza que ofrece como industria, permitirá crear Valor en Salud, Valor Económico y mitigar desigualdades.