Amanecer en Colombia. 50 años después

(Artí­culo publicado el 2 de Octubre)

Con la firma del Acuerdo de Paz del pasado dí­a 26 de septiembre, la Comunidad Internacional manifestaba, de forma solemne, su apoyo al proceso de paz, trabajado, negociado, arrancado de una sociedad que ha sufrido 50 años el horror de la ausencia de paz.

Proceso largo, muchas veces interrumpido, que a falta del plebiscito que hoy mismo convoca a la sociedad colombiana a su ratificación en las urnas, solemniza la ausencia pactada de violencia, así­ como un amplio, complejo y largo proceso en el que el pueblo colombiano decidirá, en libertad, embarcarse, si como muchos deseamos, se da un clamoroso SI A LA PAZ.

Paz y cese de la violencia no son, en sí­ mismo, el punto final para la normalización ni la transformación inmediata de un paí­s que ha de acostumbrarse (bendito compromiso y responsabilidad) al nuevo escenario post conflicto. El Acuerdo merece un especial aplauso tanto por su resultado final, como por la gestión del siempre complejo, inmediato y, en algunos casos, controvertido, esfuerzo y episodios negociadores. Ví­ctimas, victimarios «colaterales», protagonistas y actores pasivos, cada una desde sus propias vivencias y experiencias, su grado de sufrimiento y participación, observa, celebra y padece un resultado final.

Con más de 220.000 muertos, 5 millones de desplazados, un paí­s dividido para muchos, reconciliado para otros, en la búsqueda de su propio relato y valoración personal e intransferible del resultado alcanzado y que ha sufrido sus graves consecuencias y su reflejo negativo dentro y fuera del paí­s. Miles de ilusiones frustradas y excesivas vidas destrozadas.

Hoy, contemplamos un nuevo faro de esperanza. Quienes desde la respetuosa distancia a quienes han de decidir sobre su pasado y futuro, con el cariño de una larga convivencia personal y profesional a lo largo de décadas, hacemos votos por el Sí a la PAZ.

En estos dí­as, las historias se repiten entre el drama, tragedia y emoción. Las anécdotas proliferan. Ví­ctimas y victimarios «comparten» aquellos recuerdos y momentos en que la tragedia los separó. Familias, amigos y pueblos se fragmentaron. Los caminos de unos y otros se separaron. La restauración, la reconciliación y la reparación, el relato hacia una nueva realidad y nuevos proyectos de vida pesan en las posiciones más o menos entusiastas, contrarias o totalmente favorables al Acuerdo y sus esperanzadas consecuencias. Con ellos, el «bono de la paz» destaca como referente de un futuro diferente, por construir, al servicio, sobre todo, de las nuevas generaciones. Más allá de los más de 300 folios que recogen el Acuerdo alcanzado, así­ como de innumerables medidas al servicio de su instrumentación, el reconocimiento del daño causado, la radicalidad introductoria sobre algunas claras raí­ces (desigualdad, pobreza, debilidad institucional) del conflicto, la petición de perdón de quienes actuaron en y desde el castigo violento a quien responsabilizaba de su situación, el nuevo relato consensuado pensando mucho más en el mañana que en el ayer, la nueva oportunidad histórica para que quienes optaron por la lucha armada, el terrorismo, la extorsión, abandonen las balas y enarbolen el diálogo, la negociación, la polí­tica. Facilidades pactadas para que la otrora guerrilla participe en la construcción de la Paz y en la construcción de un nuevo proyecto paí­s, desde la polí­tica. Un nuevo entorno estratégico para el desarrollo rural y territorial, garantí­as de protección y seguridad para desmovilizados y reinsertados y un complejo e imprescindible «sistema judicial transicional». Todo un entramado que acompañará al desarme, desmilitarización y recuperación de territorios. Estrategia post conflicto bajo la batuta de un Ministro-Responsable ad hoc y, sobre todo, toda una sociedad comprometida en hacerse corresponsable de su pacificación y normalización en marcha. Como ha afirmado el Presidente Santos: «es más fácil hacer la guerra y perpetuarla que construir la Paz».

Una bienvenida entusiasta (que no ingenua, ni plena de «sí­ndromes de Estocolmo» o similares) si no consecuente con la construcción de un mejor futuro (en especial para las nuevas generaciones).

Un clamoroso Sí a la Paz. Un sí­ plebiscitado con el que la mayorí­a del pueblo colombiano no pretende olvidar ni conceder beneficios o privilegios a quienes hicieron la guerra en décadas. Un sí­ a la esperanza, a trabajar para conseguirla, extenderla y mantenerla, llevando al paí­s a una nueva democracia y nuevos modelos de hacer polí­tica (todos), con el silencio de las armas (las palabras del presidente Santos son un ejemplo del enorme esfuerzo por recorrer: «En Colombia tenemos 1.100 municipios; 700 tienen minas antipersona en su territorio. Debemos identificarlas e inutilizarlas y la Comunidad Internacional ha dado un paso aportando los 80 Millones de dólares para iniciar este largo, complejo, peligroso e infernal trabajo»).

Una ventana para la Paz que, sin duda, aporta valiosas lecciones en la resolución de conflictos, en la construcción ilusionada de un nuevo futuro. También el contradictorio e hipócrita comportamiento de determinados lí­deres y dirigentes a lo largo del mundo que asisten como testigos a festejar el Acuerdo, ofrecen apoyo allí­ y, sin embargo, ponen todo tipo de dificultades a afrontar otros procesos inacabados (nunca hay dos «conflictos» iguales), en «su propia casa», en donde tienen responsabilidades por asumir. Pero hoy no es momento de enturbiar ni la PAZ, ni el esfuerzo, generosidad y compromiso de COLOMBIA. (Baste resaltar como en el discurso de la firma en Cartagena, el representante de las FARC apelaba al final negociado de otras guerras que recorren el mundo con un sonoro NO a la guerra ni en SIRIA, ni en COLOMBIA, ni en ninguna parte)

Así­, el pasado lunes, tuvimos la oportunidad de celebrar la Paz en un evento aleccionador en y con la «Cartagena Heroica» que resistió el asedio vencido por Blas de Lezo, terminó con la esclavitud en la región y alumbró «las mariposas amarillas» de Garcí­a Márquez, Gabo, para afrontar su tan ansiada «Segunda Oportunidad, en las zonas de dolor en que germina, ya, la Paz».

Una ceremonia aleccionadora con dos discursos claros y honestos. Si Rodrigo Londoño Echeverri, «Timochenko», abrazaba la construcción de una nueva patria «en la que no caben las balas, bombas o guerras, sino la democracia real», recordaba sus orí­genes guerrilleros en el Marquetala en el año 1.964 y explicaba cómo en los altibajos de largo proceso, su comandante, escribiera al entonces Ministro de Defensa, hoy Presidente Santos: «Así­ no es, Santos», pero el tiempo y el final permiten decir con fuerza «¡Así­ sí­ era, Presidente!». Timochenko pidió perdón a las ví­ctimas por el daño y dolor causados y desgranó las razones polí­ticas de su compromiso, repasando los contenidos del Acuerdo y su voluntad por recorrer el nuevo camino de la polí­tica que les espera. El Presidente Santos fue rotundo y enérgico en sus posiciones y Acuerdo. Recordó que fue implacable en su ataque contra la guerrilla subversiva mientras predominó la dinámica de la guerra a la vez que hoy, en el escenario de paz, protegerá y apoyará el derecho de todos a defender sus ideas en el juego abierto de la democracia e invitó a la sociedad colombiana a superar el sufrimiento del pasado, «lágrimas de dolor y pobreza por la esperanza de un futuro mejor y sabiendo que todos tenemos por quien llorar».

Un Acuerdo de Paz que en sus propias palabras «es un Acuerdo Imperfecto que pretende salvar vidas, lo que será mejor que cualquier guerra perfecta que destroce el futuro».

Un Acuerdo de Paz, en definitiva, que como el propio Secretario General de Naciones Unidas calificó de ejemplar y aleccionador tanto por su contenido, como su proceso negociador y los elementos externos de facilitación y soporte (con especial relevancia de Noruega y Cuba y los paí­ses acompañantes de Venezuela y Chile, así­ como la propia ONU y la Comunidad Internacional, además de la Iglesia Católica con su Papa Francisco en ella). (Hoy como en Colombia, la historia despide a Shimon Peres con elogio y agradecimiento por su diplomática lucha por la Paz mientras otros, en especial en la Jerusalén árabe le reprochan su relevancia como halcón en el terrorismo árabe-israelí­. Otras lecciones del tiempo).

En definitiva, desde el respeto a la voluntad del pueblo colombiano, con el cariño y esperanza que merecen, un Sí a la PAZ que permita no solamente «el silencio de los fusiles», sino como destacarí­a, también, el Presidente Santos, entonar con fuerza y orgullo el Himno Nacional de Colombia: «Cesó la horrible noche…de la violencia… y llega el dí­a con todas sus promesas…». «Abramos nuestros corazones al nuevo amanecer de la Paz y de la Vida…».

Innovación: el arte de la nueva acción exterior desde las Ciudades-Región y otros espacios polí­ticos y económicos

(Artí­culo publicado el 18 de Septiembre)

En un paralizante y perezoso contexto de ruido electoral contaminado por la situación de desgobierno en el Estado español (así­ como en otros muchos lugares del mundo), escuchamos a determinados representante incluir en sus discursos mediáticos, mensajes «simples a la vez que desfasados», dirigidos a desanimar a los votantes, con el traca-traca del «es momento de ocuparse de los problemas que preocupan a los ciudadanos y no por quimeras de autogobierno, soberaní­as o nuevos modelos de relación y decisión», como si se tratara de cuestiones contradictorias o no relacionadas.

Hoy que las palabras dominantes en el mundo de la economí­a (también doméstica y del dí­a a dí­a) nos recuerdan de manera constante la necesaria internacionalización (paí­ses, empresas, talento, conocimiento y personas), la interdependencia, los procesos facilitadores y colaborativos, la micro economí­a diferencial de aplicaciones de polí­ticas y asignación de recursos, de tipologí­as diferenciadas de regiones especializadas y tejidos económicos dispares. Un mundo que observamos con grandes diferencias en sus resultados en función de las polí­ticas emprendidas, las decisiones y opciones polí­ticas, sociales y económicas y las estrategias (capacidad de optar y elegir) de empresa y personas. Resultados diferentes que ponen de manifiesto la importancia de las organizaciones de que nos dotemos, por propia voluntad, para acometer el proyecto deseado. Esto también es innovación y creatividad.

Así­, celebrada la Diada catalana con las crí­ticas mediáticas y del gobierno español (en funciones) con especiales alusiones a la «ensoñación trasnochada de quienes se remontan a 1600 para reinventar sistemas inviables y derrochan presupuestos públicos abriendo embajadas» (en pobre crí­tica a oficinas de representación en el exterior, como si se tratara de un capricho y disparate solo permitido a la «inteligencia» de los Estados «mayores»), tolerando las intolerables y agresivas palabras de un Ministro de Asuntos Exteriores del gobierno de España (también en funciones y que solamente comparece en tertulias de su televisión subvencionada o en mí­tines electorales de su Partido viajando al exterior, es decir, a Euskadi) para asociar nacionalismo, independencia y terrorismo, (todo un insulto a la inteligencia, descalificándose a sí­ mismo desde su prepotencia), apelando a la sacrosanta unidad española (esta sí­ heredada por matrimonio o conquista en el siglo XIII), nos encontramos con la fresca publicación de un libro de verdadero rigor e interés: La Paradiplomacia: las ciudades, las regiones y los Estados como nuevos jugadores. (Editorial Oxford University Press).

Su autor, el Doctor Rodrigo Tavares, ex responsable de acción exterior del Gobierno subnacional de Sao Paulo, Brasil, miembro de prestigiosos centros académicos internacionales (Universidad de Naciones Unidas, Universidad de Harvard, Consejo asesor de la Competitividad en el World Economic Forum -en donde he tenido el privilegio de conocerle y compartir trabajo, como colega- y, en especial, en la publicación del Informe sobre la Competitividad de las Ciudades publicado en 2014…) ha dedicado sus últimos tres años a la preparación de este libro (por cierto, no como otro «superministro español en funciones» que ha tenido tiempo para compaginar sus funciones públicas -de supuesta dedicación plena y exclusiva- a escribir y publicar su libro para explicarnos «por qué España solamente ha perdido 20.000 millones de euros en un pseudo rescate de su banca gracias a sus competencias y habilidades»). Rodrigo Tavares aporta un gran instrumento para comprender el verdadero rol de la llamada acción exterior en un mundo como el que vivimos, en el que los nuevos jugadores polí­tico-administrativos han dejado de ser, en exclusiva, los gobiernos de los Estados del pasado. Acuña en su tí­tulo el término PARADIPLOMACIA (utilizado por primera vez por el autor Ivo Duchacek) para repasar las cientos de iniciativas de diferente contenido y rango que han tomado la práctica totalidad de Ciudades, ciudades-región, naciones sin Estado, asociaciones y/o nuevas unidades y espacio en cuyos ámbitos de competencia y responsabilidad se realiza la nueva diplomacia más allá de, en gran medida, ineficaces Ministerios de Exteriores y sus embajadas, distantes, en un gran número de casos, de la realidad polí­tica, económica y social de los paí­ses que representan.

Si el trepidante mundo «globalizado» en el que vivimos, se ve caracterizado por nuevos actores de especial relevancia como las Ciudades y las Regiones demandantes de un mayor protagonismo en la solución de las demandas de sus ciudadanos, la reconfiguración de Estados y Regiones, la conformación de nuevos espacios compartidos (economí­a, tecnologí­a, salud, turismo, desarrollo financiero, infraestructuras…) que han posibilitado no ya procesos imparables de mera descentralización administrativa, sino de verdadera reivindicación de un protagonismo polí­tico basado en el derecho y voluntad a decidir el diseño de su propio futuro, parecerí­a inevitable (como en la práctica lo es) la entrada en juego de nuevas figuras y formas de trabajo, nuevos representantes especializados, nuevos instrumentos que posibiliten el ejercicio pleno de las responsabilidades y competencias que le corresponden a las diferentes Administraciones.

Es precisamente, este amplio y nuevo entorno el que describe este libro que mencionamos, que se dota de innumerables casos a lo largo del mundo y que aborda la realidad y no el deseo proteccionista de determinados cuerpos de élite, empeñados en perpetuarse en un modelo superado. No es ya el simple caso de una Unión Europea que en su propia transformación traslada sus relaciones exteriores esenciales a estructuras supraestatales o regionales o sub nacionales dejando a los Estados Miembro una acción residual. No es que el acuerdo de un Ministro de exteriores en materia de cooperación, o de empleo o de bienestar social, o de educación o de infraestructuras, o de turismo, por citar algunos ámbitos de actuación, sea poco menos que una declaración retórica, sin contar con la voluntad y sin capacidad real de actuar, desde sus competencias, que, en realidad, corresponden a nuevos, considerados por ellos como ellos jugadores menores. Es la realidad económica. Las empresas no optan por invertir en un Paí­s concreto, sino en una región, estado-provincia o ciudad. Las desigualdades y diferencias territoriales no se dan sobre todo Estado a Estado sino, Ciudad a Ciudad. Es tiempo de entender otra manera de analizar la realidad.

Como muy bien recoge el mencionado autor, introduciendo las esencias de esta nueva o vieja Paradiplomacia, en palabras de la ex Presidenta de Letonia: Varia Vike-Freiberga, «no importa lo alejado que se esté o lo pequeño que se sea, no importan las limitaciones competenciales y no importa que tan rico o pobre lo sean, toda región tiene al menos una única y singular joya que podrá compartir con los demás», o por citar tan solo a una destacada voz del ámbito de la economí­a global, Ivo Daalder, presidente del Consejo de asuntos globales de Chicago: «las ciudades son cada vez más globales, y dirigen el mundo de los negocios y las relaciones-económicas, polí­ticas, sociales y culturales. Han dejado de ser simplemente lugares en los que vivir. Han emergido como lí­deres de la nueva fase global».

Pero esta Paradiplomacia, no se limita a ciudades-región o estados que solamente tienen vocación natural por gestionar aquellos asuntos domésticos que requieren interrelaciones con el exterior desarrollando sus propios instrumentos y estrategias, sino que es cada vez mayor el número de relevantes jugadores que tienen una voluntad polí­tica diferente, aspirando a la Paradiplomacia soberana. No es una causa, sino la consecuencia del status quo. Si bien no todos los que se dotan de estructuras para la internacionalización y las relaciones exteriores tienen ambiciones independentistas o deseos de configurar entes polí­ticos diferenciados. El término «protodiplomacia» se ha venido aplicando a aquellos que sí­ manifiestan un deseo de nuevos modelos de relación con otros estados, voluntad de soberaní­a o independencia. Los ya «clásicos» en esta literatura entre los que destacan, Quebec, Euskadi, Catalunya, Flandes, Baviera, Valonia, Escocia, Tatarstan, Transnistria, Puntlandia, Somalilandia… avanza a la cabeza de vanguardistas formas que suponen todo un proceso de innovación en este complejo y amplio espacio de las relaciones internacionales.

¿Qué lleva a condicionar el modelo y tipo de relaciones exteriores de nuevo cuño? La diáspora, la identidad y la lengua, una cultura diferenciada, la posición y entorno geoeconómico, el tipo de tejido económico, su nivel de desarrollo, el poder polí­tico institucional del que se dispone y, por supuesto, la respuesta que los Estados Miembro dan a los intentos de desarrollo de la propia paradiplomacia. Así­, como en otros muchos casos, los gobiernos «unionistas» que desprecian estos movimientos y se empeñan en «acaparar en solitario» todo aquello que huele a exterior, pese a sus supuestos éxitos temporales (judicializar la realidad, prohibir, controlar, vetar, etc., toda iniciativa de quienes no hacen acción exterior en abstracto, sino vinculada a su propia realidad y necesidades) terminan derrotados por la ineficiencia, la burocracia y la incongruencia. Se asemejan de esta forma a aquellas empresas y personas que siguen instaladas en discursos vací­os de la internacionalización, limitándose a fórmulas de manuales clásicos ya superados, en lugar de acometer los cambios que la realidad dinámica, región a región, espacio a espacio, demandan.

Estas derrotas temporales continúan amparadas en determinadas Instituciones Internacionales que siguen dominadas por los Estados Miembro que las financian pero que, paso a paso y como consecuencia de los hechos, se ven obligadas a introducir cambios coherentes con la rica variedad quiera o no se quiera, los verdaderos cambios globales se dan en las ciudades y regiones. Ya desde Naisbit y sus Megatrends aprendimos a identificar los hechos locales como la fuente de los previsibles cambios que las megatendencias anunciaban.

Qué duda cabe que lejos de desprestigiar planteamientos paradiplomáticos o protodiplomaticos, son muchas las tareas pendientes. Cambiar el modus operandi siempre genera resistencia y son muchas las dificultades que han de superarse. Es evidente que resulta incómodo, sin modificar mentalidades, actitudes y sistemas, abordar la irrupción de todo un mundo de nuevos jugadores en este ámbito y se tiende a lo fácil, a la vez que ineficiente, conflictivo y de escaso valor para quien se ve implicado en el asunto: CENTRALIZAR toda iniciativa, visita, salida al exterior de un alto cargo (desde concejal a Ministro o Presidente, todo alcalde), la diplomacia empresarial y económica va por delante y los lí­os entre los equipos interinstitucionales suelen ser lamentables. Pero existen y se dan en todos los ámbitos. La solución no pasa por «prohibir o eliminar» a los otros, sino por regular pautas colaborativas e informativas y, en su caso, dotarse de estrategias e infraestructuras compartidas. La imposición, como en prácticamente cualquier idea o polí­tica pública, resulta vana y termina, tras un gran deterioro, superada por la fuerza y realidad de los hechos.

En todo caso, bienvenido este extraordinario trabajo de Rodrigo Tavares, fuente recomendable para todo aquel que por una u otra razón se ve envuelto en este concepto de las relaciones exteriores, la diplomacia, protodiplomacia y/o paradiplomacia. En definitiva, quienes se relacionan con terceros fuera de sus fronteras.

Un mundo en continuo contacto y relación de interdependencia no ya multilateral y/o multisectorial, sino necesitado de aplicar sus recomendaciones de innovación e internacionalización, exige repensar sus instrumentos de relación, construir nuevos espacios de cooperación y nuevas actitudes y liderazgos. Elegir un modelo u otro es más relevante de lo que parece y el desarrollo y bienestar de regiones y personas, viene condicionado, también, por la polí­tica, el tipo de gobernanza e Instituciones de que se dote y, por supuesto, de su aspiración y vocación de futuro.

Para recorrer un mundo «globalizado e internacionalizado», necesitamos -más que nunca- innovar en nuestros instrumentos de internacionalización. Al igual que miles y miles de «entes menores», en nuestro caso, Euskadi y sus Instituciones, han de abordar, sin complejos, desde su legí­tima competencia, el amplio recorrido de la protodiplomacia comentada. Simplemente, innovación imprescindible.

Vuelta al Futuro: entre las dificultades y la oportunidad

(Artí­culo publicado el 4 de Septiembre)

Retomamos la vuelta al curso con un conjunto de noticias y hechos que parecerí­an ahondar nuestra incertidumbre, confusión y preocupación.

Desde Bilbao retomábamos con dificultad añadida nuestra vida cotidiana dado el colapso provocado por un evento ciclista que, a priori, pierde relevancia de forma progresiva en su contexto internacional y cuyo beneficio para la población es más que dudoso, asociando la Ciudad a la marca España hoy en descenso y caí­da libre. Anomalí­a formal coincidente con el fracaso de Rajoy y su «gobierno» en funciones para renovar un nuevo mandato gracias a un supuesto apoyo, «tapándose las narices y los ojos» para «ni ver, ni oler a persona-partido que ni es solución, ni entusiasma a nadie» en palabras de su propio «socio» promotor de su posible investidura.

Hemos asistido, de entrada, a más desgobierno del dejado mes atrás, con una candidatura que no ha sido capaz de entusiasmar ni a sus propios defensores, que no ha propuesto nada salvo soportar su conocida parálisis para mantener una unidad tópica cuestionada por los tiempos, la voluntad de futuros cambiantes y actores diferentes. El clamor del mundo económico ampliamente apoyado en los medios de comunicación con mensaje uniforme y emisores tertulianos fijos que rotan de medio en medio con machacón mensaje proclamando la necesidad de un gobierno, la deseable estabilidad polí­tica y el cansancio ciudadano, anteponiendo cualquier gobierno, con el peor candidato, con un modelo de circunstancias y contrario al equilibrio territorial de los diferentes pueblos y naciones que conforman el actual Estado, azuzando los miedos de los nuevos hitos inmediatos por venir: Diada, elecciones vascas, incumplimiento de los compromisos presupuestarios y financieros exigibles por Europa, como si la panacea salvadora pasara por tal formalismo antes que acudir (aunque sea por tercera vez) a los votantes para que decidan qué proyecto y personas quieren para gobernar.  La bandera particular de un candidato que ha sido rechazado por el Congreso y a quien todos han dicho que ni quieren, ni apoyarán para «llevar» su trasnochada apuesta, se ampara en el supuesto caos secesionista que llevarí­a a una disgregada Europa-España, y a la incapacidad de terceros (en su opinión) para conducir la salida de la aún existente crisis económica (que hoy mismo magnifica el FMI anunciando una nueva desaceleración global). Afortunadamente, sus escasamente documentadas alusiones comparadas al Brexit y su olvido del resto de Paí­ses Miembro que le acompañan en la Europa «rota» que predice (ocho nuevos Miembros serí­an fruto de este tipo de novedosas soberaní­as), no parecen avaladas ni por la realidad, ni por las tendencias dominantes, ni por la voluntad democrática tal y como nos recuerda Jakub Grygiel (Center for European Policy Analysis) en su «Retorno a las Naciones Europeas», desde procesos colaborativos y no aislados: «De igual forma que el supranacionalismo no garantiza la armoní­a, la soberaní­a no exige hostilidad entre vecinos«.

Desgraciadamente, malas noticias. La  «España íšnica» que ofrece el rechazado candidato (y anómalo Presidente en funciones) no parece aportar valor ni confortabilidad alguna al conjunto de pueblos y personas que habitamos este, «Estado de las Autonomí­as», vehí­culo de consenso que pretendió transitar desde la dictadura franquista hacia un nuevo futuro europeo. Entorno decepcionante, sin duda.

Pero si el clima polí­tico del Estado no propicia un alentador reencuentro, más allá de tan previsible proceso de Investidura, nuestra silente Europa retoma su no resuelto conflicto humanitario y migratorio y volvemos a recordar a millones de refugiados trashumantes tras el drama de Siria, agravados por el resurgir conflictivo en Turquí­a. Enorme luz roja que también recuerda que las dificultades previas con las que iniciamos el Agosto veraniego, continúan allí­: el desempleo, la ralentización económica, la fragilidad financiera, la vuelta al discurso y análisis del Brexit que los analistas destacan insistiendo en cómo la economí­a no remonta, la banca palidece y Europa no termina de moverse hacia una nueva oferta Institucional, organizativa y estratégica de futuro.

Y cruzando el Océano Atlántico, todaví­a más alejados, observamos la destitución de la ya ex Presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, con una convulsa sociedad desanimada, una Venezuela invertebrada y enfrentada… Si, además, saltamos del Cono Sur a Norte América, asistimos a una nueva opereta del candidato presidencial estadounidense, Donald Trump, nada menos que en México, para recordarles que en caso de ganar las elecciones, expulsará a dos millones de inmigrantes en su primer mes de gobierno, abrirá expedientes a millones de «delincuentes extranjeros» y construirá un muro fí­sico entre México y Estados Unidos que, dice, pagarán los mexicanos («aunque ellos todaví­a no lo saben»).

Visto así­, un rápido flash de vuelta a la «normalidad«, parecerí­a un desalentador escenario para retomar un ejercicio tan necesitado de nuestras fuerzas, ilusión y esperanza.

En contraposición a este reencuentro pesimista (los psicólogos nos dirí­an que es un espejismo propio de la «depresión post vacacional»), afortunadamente, encontramos argumentos y opiniones esperanzadoras.

El Vicepresidente de los Estados Unidos de América, Joe Biden, ha publicado hace unos dí­as en la revista Foreign Affairs lo que podrí­amos considerar su «testamento ideológico» como despedida de sus responsabilidades ejecutivas, a punto de terminar su mandato junto con el Presidente Obama.

Llama la atención (positiva) que en un mundo y momento como en el que vivimos, cuando las zonas de conflicto han aumentado de manera exponencial a lo largo del mundo, ante el temor permanente al terrorismo actuante (en especial el de ISIS), con una crisis e incertidumbre económicas galopante, con niveles de desigualdad aplastantes, en medio de una garantizada desafección por la polí­tica y con un desempleo global agobiante y asfixiante que describen un panorama global sumido en la oscuridad y en el que se percibe, además, una imagen negativa de los Estados Unidos, agravada por la extrañeza del perfil de uno de sus candidatos a su Presidencia, surjan voces cualificadas para emitir mensajes de confianza abordando las preocupaciones desde sus fuentes de oportunidad y solución.

Biden, de reconocido prestigio y profunda experiencia polí­tica en una larguí­sima carrera, tiene motivos más que suficientes para contar con información y conocimiento destacado, por lo que su opinión es digna de tenerse en cuenta. Así­, Biden empieza por enumerar una larguí­sima lista de peligros y preocupaciones que hacen de la gestión (polí­tica, económica, social, institucional…) una tarea y desafí­o de altí­sima complejidad. Sin embargo, dicho esto, afirma que el nuevo gobierno de los Estados Unidos asumirá su cargo en «el mejor momento de su historia«, con la preparación y fortalezas adecuadas para afrontar y superar los retos y luces rojas a las que se enfrenta.

Basa su confianza en «el poder ganado por Estados Unidos en el mundo«, soportado -en su análisis- por un trinomio concreto: el dinamismo de su economí­a, su «superioridad» militar y sus «valores universales». Este trinomio, reforzado por el impulso de una renovada economí­a innovadora, el predominio mundial en el campo del emprendimiento, la mejor relación Universidad-I+D lograda por su paí­s, la nueva estrategia transformadora desde la llamada «Revolución Energética» combinando fósiles y renovables, convencional y no convencional, y, sobre todo, por lo que llama el «proceso de vuelta a casa de sus empresas globales transitando del outsourcing hacia el insourcing», motor de su «renacimiento industrial en torno a las nuevas tecnologí­as aplicables a un mayor y mejor nivel de Bienestar». Esta potencia económica se verí­a, en su opinión, acelerada por su capacidad de interacción a lo largo del mundo y se verí­a reforzada con el futuro TTIP que no duda se terminará firmando y, sobre todo, por la estrategia colaborativa de sus fuerzas militares con las poblaciones locales en aquellos paí­ses y lugares en los que intervienen.

Todo este conjunto de «fortalezas» explicarí­an  su «PODER», si bien asegura que este factor diferencial de éxito, hace que «el poder de su ejemplo no es el ejemplo de su poder», sino la constatación de un liderazgo global que ha sabido construirse desde el trinomio ya mencionado.

Una visión positiva respecto de su paí­s, el rol que ha de jugar en un escenario global, que observa esperanzado en una dinámica colaborativa con resultados satisfactorios.

Sin duda, su percepción del poder y liderazgo de los Estados Unidos es cuestionable (tanto si es tan real como señala y, sobre todo, si es deseable para el resto del mundo). Sin embargo, lo que resulta relevante, digno de atención y referente para todos es la firme decisión de construir un futuro propio, definir el papel protagonista que como paí­s ha de jugar, identificar y fortalecer los ejes, valores y principios sobre los que pretenden llevarlo a cabo y establecer una agenda, particular y completa, para lograrlo. Biden llama a su paí­s a creer en su futuro, a poner en valor sus fortalezas y a asumir un compromiso de avance, esperanzado, en un mundo complejo que, para bien o para mal, es el que existe.

Así­, con el positivismo de Biden nos quedamos. La complejidad, desafí­os y peligros son de una gran magnitud solo comparables con las fortalezas, capacidades y oportunidades con las que contamos. Como siempre, es momento de convicciones y compromiso con un futuro mejor, por construir. Sabremos, sin duda, encontrar las claves transformadoras que hagan posible el inevitable cambio que se requiere. Base para reiniciar el nuevo curso. Desde el optimismo -realista e informado- creativo.

 No es momento de desaliento y pesimismo. Sí­ del realismo informado de las dificultades, problemas y complejidad de sus soluciones. Pero, por encima de todo, tiempo de compromiso, de esfuerzo y de afrontar el futuro convencidos de nuestras capacidades y fortalezas. Un nuevo curso.

Rí­o 2016. Un paso más allá de las Olimpiadas: Su progreso social

(Artí­culo publicado el 22 de Agosto)

En la recta final de los Juegos Olí­mpicos 2016 celebrándose en Rí­o de Janeiro, Brasil, ante el insistente recuento mediático del medallero, que parecerí­a ser el indicador no ya del «progreso deportivo» de los diferentes paí­ses participantes, sino de su nivel de desarrollo y potencialidad mundial, así­ como su visible «aggiornamento globalizado», llega a mis manos el, «índice de Progreso Social 2016 de Rí­o de Janeiro», recientemente publicado, que ha tenido a bien enviarme mi buen amigo y colega  Michael Green, director ejecutivo de la «Social Progress Imperative».

La mencionada plataforma (SPI) impulsora y coordinadora del índice de Progreso Social  y que iniciara su andadura hace escasos cinco años con una idea y metodologí­a singular y diferenciada (huyendo del PIB y del índice de Desarrollo Humano promovido por Naciones Unidas, si bien condicionado por el excesivo peso del PIB en sus estimaciones), el principio de «Progreso y desarrollo social», inclusivo, es un claro lí­der y referencia obligada en la determinación y comparación del avance social y sus expectativas futuras. Un índice avalado por las principales Instituciones, Universidades y pensadores en la materia, que con un amplio trabajo participativo, se aplica en 133 paí­ses y que ha venido trascendiendo desde los Paí­ses-Estado, las zonas administrativas y espacios regionales, las Ciudades-Región (cabe el honor a Euskadi de haber sido la primera nación no Estado y Ciudad-Región en la que se aplicó, gracias al importante trabajo del Instituto Vasco de Competitividad-Orkestra) y, finalmente, las Ciudades, a partir de 12 componentes en tres dimensiones: Necesidades humanas básicas, Fundamentos de Bienestar y Oportunidades de desarrollo.

Hoy, esta Iniciativa, presenta el caso de Rí­o de Janeiro. Sus promotores locales se plantearon su elaboración como un paso más allá del trabajo ya realizado para el conjunto de Brasil, con el doble propósito de explorar «el Rí­o de Janeiro desconocido», desde el interior comparable de sus barrios y comunidades, (lejos del icono de su Cristo Redentor, su Bahí­a de Guanabara, el pujante residencial Lagoa, Ipanema y su amplia y conocida imagen y capacidad turí­stica tractora de ámbito global), y sus segmentos diferenciables en una Ciudad de 6,5 millones de habitantes. Pretendí­an, también, medir y documentar las diferencias sociales y de oportunidad entre los diferentes barrios y zonas ocultos tras los censos administrativos o «Informes Agregados». Su objetivo no es la fotografí­a del HOY sino construir UN MAí‘ANA desde el conocimiento de las barreras y bondades o espacios de oportunidad propios. Pretenden ofrecer un instrumento de análisis al servicio del «Progreso Social», entendido como su capacidad, como sociedad local, de atender las necesidades humanas básicas, establecer aquellos componentes esenciales y básicos  que permitan a sus ciudadanos y comunidades mejorar o mantener su calidad de vida y crear las condiciones para que todos sus habitantes, de manera inclusiva, desarrollen su pleno potencial.

Un extraordinario trabajo que, además, posibilita la comparación de Rí­o de Janeiro con otras ciudades y regiones de Brasil, lo que, sin duda, ha de ser un estupendo apoyo para la decisión y asignación de recursos y prioridades de polí­ticas públicas. Su rápida lectura pone de manifiesto la debilidad de sus principales fundamentos del bienestar (bají­simas posiciones en la sostenibilidad de sus eco-sistemas, agravado por el escaso acceso al conocimiento básico con una preocupante desigualdad en la oferta educativa básica a lo largo de las diferentes zonas de las áreas administrativas de la ciudad, si bien el 38% de su población se sitúa por encima de la media de la Ciudad). Preocupante, así­ mismo, el reducido acceso a la educación superior en ratios similares a los de regiones como la Amazonia. En contraste, son el conjunto o indicador global de las necesidades humanas básicas percibidas por la población  las mejor situadas, con un importante avance temporal en materia de oportunidades y expectativas, coincidente con el impulso inversor (infraestructuras y movilidad) en los espacios de desarrollo -en gran medida- coincidentes con el esfuerzo Olí­mpico zonal (Puerto, Botafogo, Lagoa, Tiyuca).

Así­, cabrí­a preguntarse si la apuesta olí­mpica guarda relación con el progreso social perseguible y las expectativas de «aquel Rí­o desconocido».

Conviene retroceder en el tiempo y volver al «sueño» del ex Presidente Lula da Silva quien impulsara un espectacular programa «para retirar la pobreza de las calles y llevar a la población, sobre todo infantil, a la escuela» y diseñara «las bolsas escolares» con resultados calificados de exitosos desde la óptica internacional. Lula soñó, también, en «situar a Brasil en el Mapa Mundial y recurrió a iconos globales como la Copa Mundial de Futbol o los Juegos Olí­mpicos abanderando una intensa carrera diplomático-deportiva, confiando en que el éxito de los mismos facilitara el «descubrimiento de aquellos elementos no tan conocidos» capaces de posibilitar un Brasil reconocible por sus bondades y competencias, como jugador relevante en el escenario global. Sin embargo, la historia no parece haberle acompañado del todo. Hoy, lejos de inaugurar unos juegos como los que deseara, se «sienta en el banquillo» junto con la Presidenta de su Gobierno, su Partido y una larguí­sima lista de promotores del «milagro económico» en su Paí­s, sometidos a procesamientos por corrupción y Brasil vive un inmenso desgarro y desconcierto general, agobiado por una economí­a tambaleante, una agitada demanda y contestación social, una incierta deriva polí­tica y un grave descrédito institucional. Una vez más, el Paí­s-Continente vuelve a convertirse en «la gran promesa del próximo siglo», etiqueta que le viene acompañando, desgraciadamente, siglo tras siglo.

Pero si Lula y su sueño se han visto sorprendidos por las circunstancias imprevistas, nada mejores han sido los resultados futboleros u Olí­mpicos. Hace unos dí­as morí­a uno de los grandes «iconos» de Brasil-Futbol, Joao Havelange, presidente de la FIFA. Los últimos campeonatos mundiales, sus procesos de adjudicación de sedes, contratos e infraestructuras asociadas y su gestión entre Federaciones y Organismos directivos parecerí­an convertir su herencia, no ya en estadios vací­os, sino en un recuerdo incómodo de su propósito. Nada distante la imagen y herencia del Olí­mpico Samaranch y los actuales Juegos, alejados de aquellos principios y valores llegados de Olimpia. Hoy, unos juegos repletos de una confusa participación escasamente amateur, pletórica de profesionales de élite, rodeados de todo tipo de modalidades de financiación y esponsorización directa o indirecta, contrataciones trasnacionales para reforzar equipos tras una bandera cedida que permita alardear de palmarés y engordar el indicador medallero que mencionábamos al principio. Confusión en detrimento de meritorios deportistas, disciplinados, esforzados en un compromiso -la más de las veces, sobre todo, personal o individual- con su sueño personal, merecedores de reconocimiento y admiración.

¿Será Rí­o de Janeiro, más allá de su conocido icono global, la ciudad inclusiva en que sus ciudadanos y comunidades participen y disfruten del Progreso Social pretendido?, ¿está hoy mejor situado que lo estaba sin eventos especí­ficos que han provocado, en tiempo y obligaciones concretas una determinada estrategia de transformación distinta a la que su propio ADN o demandas de Progreso Social ameritaba? Sin duda, ambas pregunta son difí­ciles de responder en estos momentos. A partir de las Olimpiadas de Los íngeles, la información coste-beneficio publicada por las sucesivas Ciudades Sede no parece concluir de manera esperanzada y resulta cuestionable la alineación de recursos y necesidades. ¿Podremos, en su momento, decir de Rí­o 2016 que se dotó de las infraestructuras adecuadas, más allá de la demanda temporal de sus semanas olí­mpicas; que supo y pudo movilizar las claves tractoras de su «Progreso Social»; que ha cumplido su objetivo icónico trasladando la imagen positiva (valores, conocimiento, identidad, capital humano, organización, capital social, creatividad…) pretendida de la Ciudad y su gente?. ¿Y de los Juegos Olí­mpicos, principios y origen versus realidad?

Sin duda, mucho de lo que es hoy Rí­o 2016 no se convertirá en una mera «obra de arquitectura efí­mera». Perdurará en el tiempo y producirá un impacto claro en su futuro. Ahora bien, más allá de aceleradores icónicos (que tienen un gran valor cuando están alineados con una estrategia  propia), como siempre, la cuestión clave radica en el por qué y el para qué. Rí­o también nos recuerda que los liderazgos han de estar al servicio de la Sociedad que representan, sirven y han de dirigir u orientar y que los sueños o apuestas transformadoras llevan su tiempo, han de ser compartidas y que, lejos de «cortadores de cintas», se esperan co-protagonistas. Por supuesto, soñar con el Progreso Social  no es flor de un dí­a sino de décadas y de esfuerzo colectivo.

Volviendo a Green, a la Social Progress Imperative, y a la amplia colaboración de Rí­o en su compromiso de Progreso Social, agradecer su extraordinario instrumento para coopetir en estas Olimpiadas del Progreso Social.

Camino de la Casa Blanca… y alguna otra casa

(Artí­culo publicado el 7 de Agosto)

El otrora portavoz permanente del Partido Popular español, Hernández Pons, reaparecí­a hace unos dí­as sorprendiéndonos en la Convención Demócrata de Philadelphia manifestando su apoyo  (personal y de su partido) a la candidatura de Hillary Clinton (tanto como candidata interna contra Bernie Sanders como, sobre todo, a la Presidencia de los Estados Unidos).

Para quienes, desde la distancia, observamos un partido popular español con un Presidente de Honor y ex Presidente de Gobierno arrastrando sus pies sobre la mesa del rancho texano del ex Presidente Bush en plena complicidad «republicana», celebrando su encuentro de Las Azores tras lanzar la invasión de Irak, sobre argumentos falsos y tendenciosos, evitando el apoyo internacional en Naciones Unidas, o hemos padecido sus gobiernos centralistas e impositivos desde su absolutismo e inmovilismo (Rajoy), su manipulación de la Justicia suprimiendo la separación entre poderes (Ministro de Justicia e Interior, con un Fernández Dí­az destacado negativamente por su habilidad telefónica y comportamientos detestables de persecución polí­tica), su desgobierno en funciones «no controlable» por un Congreso democrático (todo el gabinete sin excepción, merecedor de la inhabilitación democrática para todos y cada uno de sus ministros), sus discursos propagandí­sticos anti-inmigrantes (Maroto), su escapada ministerial ante mejores opciones de empleabilidad y supervivencia temporal (Pastor, Alonso) o su creciente y degradante tolerancia y/o connivencia con la corrupción organizada en su Partido, además de toda una amplia historia de polí­ticas de baja calidad e intensidad democrática y de progreso (inmigración, salud, dependencia, por citar algunas), nos resulta incomprensible tal posicionamiento. La imagen cierta, imaginable, natural, esperable parecerí­a el verlos  alineados con el Partido Republicano y Donald Trump.

     Pero si esta imagen descoloca, más lo hace aún observar a un candidato como Trump, indiscutible ganador en el seno de su Partido, contra el supuesto rechazo de su aparato y grupo dirigente, ampliamente seguido por la población estadounidense y con una alta probabilidad de convertirse en Presidente salvo que sus propios errores le derroten en su última etapa hasta la cita electoral de Noviembre.  ¿Por qué elegirí­an los estadounidenses al candidato Trump?

Resulta evidente que desde una lógica, a distancia, desde nuestro entorno, nos llevarí­a a simplificar el análisis y dar por buena la diferencia cultural, socio-económica e incluso de origen racial, étnico y temporal de las poblaciones asentadas en las costas (Este y Oeste de los Estados Unidos, sus capitales) y el amplio espacio central entre ellas conformando no solo el «medio rural, local americano», sino una frontera inseparable de valores, cultura y actitudes ante la vida y su propia percepción de la identidad estadounidense, o la desigualdad creciente provocadora de una reacción anti sistema, o la desafección a las clases dirigentes de los últimos años, o las poblaciones marginadas, o a Wall Street y su influencia asfixiante sobre un Washington lobista dominante o incluso a una cierta antipatí­a sobre la candidata opuesta. Podrí­amos añadir que la sensación de pérdida de protagonismo lí­der de los Estados Unidos en el escenario mundial llevarí­a a abandonar el respaldo al mundo dirigente clásico. Nos seguirí­an faltando votos. Metamos en el puchero electoral la influencia de los medios de comunicación afines, e incluso los financiados por la millonaria campaña. Agreguemos al inmigrante de segunda o tercera generación que se ha ganado un puesto como estadounidense de pleno derecho y que ve en sus co-nacionales de origen un peligro ante su entrada en «su paí­s». O, incluso, traslademos la explicación al peso fiscal que para el ciudadano trabajador ordinario le supone el paí­s a construir «financiando ilegales» o «subsidiados» como te dirí­a un taxista latino con más de 30 años en Nueva York forjando su empresa y futuro de sus hijos, hoy profesionales universitarios en Florida. Y, por supuesto, sumemos, a los muchos que les gusta el candidato y comparten sus mensajes. ¿Siguen faltando votos? Podemos incursionar, también en el campo de la juventud, su empleabilidad y condiciones económicas con un estudiante medio que tras sus cuatro a seis años de Universidad acumula una deuda por préstamos entre 30.000 y 100.000 dólares, o la estimación de una brecha de pobreza en 178.000 dólares, o la alarmante cifra de 1,5 millones de estudiantes que dejan sus estudios de bachillerato al año, o que la mitad de estudiantes afroamericanos y latinos no finaliza su enseñanza secundaria, o los aún más de 30 millones de ciudadanos sin acceso a la salud, o el descontento en las aulas que lleva a 250.000 profesores/año a desistir y dejar sus empleos por no soportar el comportamiento de sus alumnos (y padres), o el que uno de cada 35 adultos esté  en el sistema penitenciario (en la cárcel o en libertad provisional o condicional)… ¿Serí­a suficiente explicación trascender de una determinada imagen del Paí­s Potencia Mundial a una fotografí­a de contraste como la señalada en algunas pinceladas para pensar en opciones distantes de nuestras primeras y razonadas impresiones?

Trump juega el rol de «un verso libre» en el Republicanismo destacando que su adscripción partidaria es meramente instrumental para participar del proceso. No ofrece programa alguno, lo desprecia, y no pretende comprometerse con propuesta alguna. Su fuerza quiere asentarse en un mensaje de individualismo distante de «ellos» (los gobernantes, los de siempre…) jugando a venir de la nada, a construir su propia historia (se supone que de éxito) y a no depender de nadie, decir «siempre la verdad o, al menos, lo que la gente de a pie piensa, quiere oí­r y no escucha en una sociedad «polí­ticamente correcta». No acepta jerarquí­as orgánicas ni más disciplina que la suya. Deja claro que su único mandato aplicable es el que surja en el dí­a a dí­a conforme a su intuición y voluntad. No cabe sentirse engañado por cualquier decisión que tome. Es «su evangelio» y su oferta. Y la cambiará cuántas veces quiera. Vende su «bondad de outsider» como garantí­a de «la nueva polí­tica». Y así­, avanza, paso a paso, ante un asustado republicanismo que busca desesperadamente la manera de convencerle para que renuncie voluntariamente a su candidatura y deje en manos de un pequeño comité su posible sustitución estatutaria. Algunos miembros destacados, anuncian su rechazo al candidato y piden el voto para Clinton ofreciendo, además, cuantiosas donaciones para financiar el último esfuerzo electoral.

Sin embargo, el proceso sigue su camino. La maquinaria institucional cumple -con mayor o menor entusiasmo- con las reglas del juego, pone a disposición de ambos candidatos los medios oficiales de la Casa Blanca (previstos en la Ley) y les da acceso a la «información reservada de Inteligencia del paí­s» de modo que puedan ir preparando la configuración de sus equipos, disponer de un presupuesto inicial de «puesta a punto en los asuntos de Estado», organicen sus microsistemas funcionariales y el elevado número de altos cargos, funcionarios y asistentes y personal de confianza que habrí­an de incorporar a lo largo del próximo año (muchos de ellos tras aprobar el escrutinio de las Comisiones de Congreso y Senado considerándolos aptos para los cargos propuestos).

En este contexto, contrastar el comportamiento unipersonal de Trump con el del Partido Demócrata y su candidata Hillary Clinton resulta positivamente llamativo e ilustrativo. Aunque no lo parezca, los Partidos (también en Estados Unidos) sí­ importan y mucho. Condicionan, para bien y para mal, las polí­ticas que han de implantar, en su nombre, sus representantes y son muchos -afortunadamente- los compromisos que han de cumplir a cambio del voto ciudadano. Así­, en el caso de Hillary Clinton, la Convención de Philadelphia no solamente le eligió a ella, sino que aprobó la «Plataforma 2016″. Los representantes del Partido Demócrata han hecho sus deberes y hacen de la justicia económica, de la erradicación de la desigualdad, de la inclusión de los menos favorecidos, de la generación de un sistema de seguridad, protección y bienestar social, el eje de su mandato. Al servicio de dichos objetivos, compromete el establecimiento de una intensa y agresiva polí­tica de rentas, incrementando el salario de los trabajadores, reforzando el sistema de pensiones, facilitando el derecho y acceso a la vivienda y profundizando en la apuesta por la salud, accesible universal y de calidad para todos, yendo adelante con la llamada «Obama Care». Esta creación de espacios de bienestar, crecimiento y desarrollo inclusivo, viene soportada en la puesta en marcha de un Macro Plan para la Infraestructura del siglo XXI, «el renacimiento de la manufactura y economí­a productiva», la reorientación de una estrategia de economí­a verde bajo el paraguas de una revitalizada agenda de innovación (Ciencia, Educación y Tecnologí­a) con un amplio abanico de planes de empleo focalizados y personalizados, con un amplio programa de descentralización clusterizada de la economí­a local, amparada en el impulso de la PYME y bajo el mandato coordinado de los Estados de la Unión.

Toda una agenda de compromisos en materia socio-económica, «filtrada» por la movilización de todos los agentes implicados tras su llamada «América Unida, por todos y para todos, removiendo barreras y alumbrando oportunidades», con una veintena de planes integrados, de manera convergente, en una única estrategia Paí­s, desde las acciones diferenciadas según distintos espacios de necesidad-demanda reivindicación (desde la superación de la integración racial, la inclusión de grupos marginados, las minorí­as -First Nations incluidas- los grupos desatendidos por la educación y la salud, la polí­tica de género, la América Rural). Además, una clara e intensa Hoja de Ruta hacia la calidad de la Educación (nueva reforma) y Salud para todos como vectores tractores de la transformación deseada. Y, como no podí­a ser de otra manera en la América de hoy, el apoyo a sus tropas y veteranos así­ como la confrontación con las amenazas globales: Terrorismo y, con nombres y apellidos, (Siria, Afganistán, Irán, Corea del Norte, Rusia, Ciberseguridad, no proliferación de armas nucleares, quí­micas y biológicas). Mención aparte merece su compromiso renovado para «liderar el mundo» con especial concreción en la reforma de las Instituciones Globales y el fortalecimiento institucional.

¿Se trata de una Plataforma y Programa electoral que nace sin ánimo de compromiso y cumplimiento? ¿Es un listado de buenas intenciones? No lo parece. Más bien, una hoja de ruta para la Presidenta y el resto de representantes de un Partido que aspira a acompañar/llevar a sus representados a un lugar deseado y esperable. No sorprenderí­a, por tanto, el creciente aumento de expectativa de voto que le viene atribuyendo la demoscopia tras la Convención, una vez definidos los dos contrincantes, Trump tiene su público y Hillary Clinton, el suyo.

Visto desde aquí­, contemplando el desolador panorama que venimos arrastrando, inmersos en un sainete PP-PSOE-Ciudadanos-Podemos, bajo pseudo liderazgos anclados en el discurso mediático dirigido más a sus tertulianos y voceros que a sus representados y/o contrincantes o potenciales aliados, parecerí­a que los programas se limitan a titulares, corta y pega, que hoy se proponen como «la mejor gobernanza posible» desde un gobierno regeneracionista y de progreso (PSOE-CIUDADANOS), para mañana convertirse  en «los puntos clave de la Constitucionalidad, Unidad de España y Crecimiento del empleo» o en su versión corregida del «gobierno de las Derechas PP-CDS» y quizás mañana, el «Compromiso de las Izquierdas» con PSOE-UE-PODEMOS»… La tertulia oficial, la generalidad de medios de comunicación y el establishment (en especial interno de los propios Partidos) parecen despreciar el sentido del voto ciudadano, los compromisos ofrecidos (y adquiridos) y sus lí­neas ideológicas. No parece importar ni lo que se debe o puede hacer, ni para que se quiere gobernar y, por supuesto, predican el olvido de la nefasta historia del gobierno saliente. Todo por la supuesta «estabilidad y razón de Estado». La voz de la democracia tras el voto es irrelevante.

Afortunadamente, al margen del camino unipersonal de Trump, de las derivas de algunos partidos y gobernantes que hacen del discurso y el mensaje un juego de tertulia, hay quienes sí­ hacen sus deberes y se ocupan del futuro cambiante al que pretenden llevar/acompañar a sus representados. Como leí­a en estos dí­as de asueto, y en el ambiente Olí­mpico de Rí­o, le preguntaban al jugador de hockey sobre hielo, Wayne Gretzky (mejor anotador de todos los tiempos) por su secreto para el éxito. Decí­a: «es muy simple; otros jugadores corren hacia el lugar donde está el disco. Yo corro en dirección al lugar donde va a estar».

Así­ de simple. Confiemos que los gobernantes y lí­deres en general, se adelanten a los desafí­os y soluciones demandables por sus votantes o representados, de modo que lleguemos al sitio en el que habrá que estar en el futuro. Para estar en donde estamos, no hacen falta, ni programas, ni guí­as, ni candidatos. (Posiblemente, llevados a un extremo, ni elecciones). Apliquémonos el cuento (¡Ah! Y, por supuesto, esperemos que nuestra lógica de observación acompañe a la candidatura adecuada en Estados Unidos. Que el votante americano confí­e en quien sí­ quiera llevarle a una mejor Sociedad con una guí­a y hoja de ruta comprometida y conocible. Por el bien de Estados Unidos y, un poco, de todos).

Turquí­a: Reconstruir un esperanzador puente de confianza

(Artí­culo publicado el 24 de Julio)

La, en todo caso, grave noticia del Golpe de Estado (¿autogolpe, golpe fallido, golpe exitoso?) en Turquí­a no solo ha venido acompañado de muertos, múltiples detenciones, secuestro o hipoteca democrática, destituciones y suspensiones de empleo, sino de otras muchas e incalculables consecuencias que sitúan a Turquí­a en una posición significativamente distinta a la que ocupara unos dí­as antes.

Desde su propia complejidad geográfica (situada en Asia y en Europa -en mucha menor proporción- a la vez) y su relevancia geo-estratégica tanto en su rol «puente» del Mar Muerto y su papel vehicular y vigilante en el multi-mosaico de su diverso y desconocido vecindario (desde la Europa Occidental) compuesto por Siria, Grecia, Irán, Irak, Azerbaiyán, Armenia, Bulgaria, Georgia, además de su especial «espacio compartido» con Chipre, su relevante papel en el seno de la OTAN (Estado Miembro desde 1.952), su permanente intermediación entre las divididas sociedades sunita y chiita del Islam gobernante en su hinterland y desde estas con una Unión Europea en  su larguí­simo e interminable «proceso negociador para su plena adhesión», Turquí­a afronta un nuevo escenario ante la Comunidad Internacional. Comunidad Internacional que asiste expectante la intensidad de movimientos observables en un escenario post-golpe que sorprende, preocupa y cuesta comprender.

Si ya en el ahora lejano 1.963, con el «Acuerdo de Ankara», la entonces Comunidad Económica Europea suscribí­a un Tratado de Asociación que diera lugar al inicio formal de negociación de su plena adhesión como Estado Miembro, las sucesivas dificultades y barreras que han acompañado la supuesta voluntad de integración, no han terminado de despejar un escenario de futuro conjunto que, además de facilitar un nuevo espacio compartido, ofrezca un horizonte de certeza en el que los objetivos comunes facilitaran polí­ticas, desafí­o, estrategias y resultados «confortables» para ambas partes. Si bien Turquí­a tiene a la Unión Europea como su principal socio comercial compartiendo una peculiar unión aduanera, tan solo 1 de los 35 capí­tulos que componen el Acervo Comunitario (de obligado cumplimiento para ingresar en el ya quizás no tan selecto Club) se ha cerrado con Acuerdo («Ciencia e Investigación») quedando el resto congelados o abiertos bajo la calificación de «alta dificultad». De poco ha servido, además, el último compromiso a cambio de su especial rol como «domicilio transitorio» de los refugiados sirios con voluntad de instalarse en Europa (nada menos que 2,8 millones de personas) con el «decidido apoyo» de Angela Merkel para «acelerar su adhesión». Promesas y esfuerzos al margen, los problemas reales que hacen de esta «buena disposición al Acuerdo» arrastran problemas o dificultades que acompañan al proceso haciendo casi imposible un acuerdo, desde las posiciones extremas de una Alemania que rechaza la integración, a una Francia que como dijera su ex Presidente Sarkozy, «nunca será Europa pero sí­ un amigo privilegiado», pasando por su limí­trofe Chipre que exige la integridad territorial previa con la renuncia de la «República Turca del Norte» en lo que considera su propio espacio. Sin duda, la solución es compleja: Europa necesita y quiere a Turquí­a por numerosas razones de alto interés general: relaciones económicas y comerciales, seguridad y defensa, alianzas por su permanencia en la OTAN, puerta «entendible» con los paises vecinos  desconocidos, cara amable de acceso a terceros e, incluso, la conveniencia de impedir su segunda opción que pudiera llevarle a acercarse definitivamente más a Rusia y menos a Berlí­n-Bruselas configurando un nuevo espacio o bloque «natural» pro asiático, además del riesgo de ruptura ante sus buenas relaciones con los gobiernos sunitas claramente mayoritarios en el diverso mundo árabe (Arabia, Egipto, Siria, Emiratos, Omán, Yemen y Catar), así­ como su especial interacción con las mayorí­as chitas que dirigen Irán e Irak, tan próximos a la vez que distantes de los modelos y cultura europeos.

Pero esta realidad favorable a una apuesta de integración choca con otros aspectos de peso que impiden afinar la balanza: desde una duda permanente sobre la calidad democrática imperante, el temor a continuos intentos por aplicar medidas «especiales» asociables a los Derechos Humanos (la pena de muerte vuelve a ondearse en las intervenciones inmediatas), el debate sobre su pertenencia fí­sica real a Europa o a Asia, la cultura musulmana diferenciada de la cristiana dominante (o en exclusiva en términos de Estado) en la Unión, y -por supuesto- datos objetivos que «pesarí­an» en una Europa a 29: su entrada elevarí­a la población musulmana de la Unión al 20% contra el 5% actual, sus 75 MM de habitantes le situarí­an en el segundo Estado Miembro y su correspondiente peso polí­tico en el modelo de gobernanza, ocuparí­a el primer lugar en extensión con un significadí­simo control de «la estrategia de los mares», con un control dominante de la «ruta energética del gas» y, desgraciadamente, desde un todaví­a bají­simo PIB per cápita, en el último lugar, tan solo próximo al de Rumania y Bulgaria, a la cola de la Unión.

Así­ las cosas, comprobamos, una vez más, como la NO decisión en tan largo proceso genera conflictos e incertidumbres difí­ciles de gestionar. La Unión Europea no puede prolongar procesos sin definición alguna. La realidad se impone y las dificultades inherentes han de afrontarse. Vivimos un nuevo mundo que transcurre a muy alta velocidad, complejo y cambiante, demandante de soluciones flexibles e individualizadas (o personalizadas) para el que ni la diplomacia e inteligencia del pasado, ni la gobernanza centralizada de manual constituyen las mejores herramientas creativas para transformar problemas en oportunidad. Un mundo que, desgraciadamente, parecerí­a debatirse en soluciones condicionadas por el difí­cil equilibrio entre la libertad y la seguridad que reclama, exigente, verdadera democracia. Una democracia de «alta intensidad» que en demasiadas ocasiones se ve sustituida por pseudo interpretaciones orgánicas de dudosa credibilidad dejándose llevar por atajos que parecerí­an «aconsejar» mirar hacia otro lado (tentaciones de prolongados estados de excepción, «inteligencia preventiva y correctiva», penas de muerte, clamor militarista, violencia o terrorismo de Estado o sibilinas manipulaciones y gestión interesada de la información y de poderes legí­timos o aparentes -judicial, prensa…-). Con este panorama, el reciente Golpe turco y su desarrollo posterior, complica la toma de posiciones: desde el «temor o dudas sobre las intenciones y polí­ticas del Presidente Erdogan « (declaraba, en su dí­a,  que «la democracia es como un autobús que te lleva hasta dónde quieras ir , hasta que te bajes…»), al «resucitado» Fethullah Gí¼len quien desde su movimiento gulenista, dirigido desde Pensilvania, en Estados Unidos, parece generar y controlar estructuras paralelas de Estado (militar, judicial, policial y educativa, además de financieras), ya hoy calificado de terrorista por el propio gobierno turco y paí­ses amigos, abriendo un flanco de confrontación y controversia apreciativa en torno al origen del golpe, a su preparación y ejecución así­ como a los pasos posteriores a concretar. Conflicto en aumento ante la implicación (activa y/o pasiva) de los Estados Unidos a quien se exige la extradición del lí­der-predicador. Y, por supuesto, el inevitable nuevo desencuentro Unión Europea-Turquí­a que habrá de producirse en los próximos meses ante la imposibilidad de cumplirse los Acuerdos en torno a los refugiados sirios. Europa no otorgará los visados prometidos, no llegarán los fondos especiales, no habrá plan de acogida de refugiados… y Turquí­a amenazará (o lo hará) con desentenderse de sus compromisos. Los refugiados sirios seguirán desprotegidos, intentarán llegar a la Europa deseada y Europa profundizará en su degradante crisis.

Nuevamente, nos encontramos ante otro espacio lleno de luces rojas. En definitiva, haya o no triunfado el gobierno al desactivar el Golpe de Estado, se haya o no maquinado un autogolpe, haya o no triunfado la democracia y haya sido o no ganada la libertad en la calle por los ciudadanos turcos, la Turquí­a de hoy ha vuelto a ser diferente a la de ayer. Y, una vez más, volvemos a comprobar cómo la peor decisión es no tomar ninguna. Los pueblos y sus voluntades democráticas no pueden ignorarse y las dificultades requieren soluciones.

En esta ocasión, también Europa resulta un claro perdedor. Y, con ella, el mundo.

Turquí­a y Europa se necesitan. Los nubarrones de hoy no pueden impedir la esperanza en la confianza de ser capaces de encontrar un modelo convergente y colaborativo que, haciendo de la democracia real su pilar esencial,  de la inevitabilidad de su alianza para la seguridad, el objetivo permanente por la libertad y el respeto a los derechos humanos, construya espacios comunes de bienestar y desarrollo económico en el que, más allá de la creciente relación comercial y económica asociada, naveguemos hacia el entendimiento, comprensión y respeto de culturas, ideologí­as y formas de vida diferentes pero compartibles al servicio de las personas y sus pueblos.

Todo un desafí­o. Demasiados retos. Pero si durante tanto tiempo hemos  creí­do ver en este querido y extraordinario paí­s una plataforma confortable para incursionar en aguas desconocidas, debemos ser capaces de generar nuevos escenarios deseables para el largo plazo, y reconstruir ese puente tan necesario que haga de lo desconocido  y diverso, más allá de la negativa y preocupante coyuntura del momento, un nuevo eje vertebrador. Un nuevo puente de credibilidad y confianza.

Transformando los sistemas de salud: ¿nuevas formas de pago?

(Artí­culo publicado el 10 de Julio)

A determinadas ideologí­as que cuestionan la sostenibilidad del llamado Estado de Bienestar, así­ como a defensores de múltiples análisis y estudios económico-financieros y presupuestarios que proyectan el inevitable aumento del gasto sanitario sobre la base y procedimientos actuales y sus proyecciones a futuro como consecuencia del envejecimiento, la cronicidad, las multi-patologí­as y el elevado coste de los procesos terminales y la dependencia, se une la crisis de la ya última década que ha venido a poner su mirada crí­tica en la Salud (en especial en su financiación y provisión públicas) y en el conjunto de lo que serí­a un sistema de protección y Seguridad Social, pilar de nuestro valioso e insustituible modelo de Estado Social de Bienestar.

Hoy, en el caso del Estado español, ante el expediente sancionador que impone la Unión Europea por el incumplimiento del nivel de déficit público establecido, el gobierno español y buen número de observadores y creadores de opinión dirigen su mirada culpabilizadora a las Comunidades Autónomas (competentes y responsables del gasto social y los servicios de salud, sin el control de gestión, ni de la Seguridad Social, ni de otras áreas esenciales tanto para la financiación, como para la regulación y definición de modelos propios de prestación), generando no ya confusión respecto de principios y conceptos, sino un relativo desapego hacia lo esencial (la salud y servicios sociales) poniendo su reclamo en los instrumentos que lo hacen posible (incluyendo el permanente debate sobre su carácter público, privado, complementario…).

Que el incremento progresivo del gasto en salud es y será una realidad como consecuencia de nuevas variables que lo generan, no parece resultar extraño. Sí­ lo es, no obstante, el seguir proyectando sus comportamientos futuros sobre la base de dar por bueno e inamovible el modus operandi actual, validar la tipologí­a de sistemas de salud al uso y, que si bien podemos calificarlos como generalmente positivos mejorando el nivel general de protección y atención, están -en su mayorí­a- lejos de suponer un modelo efectivo, eficiente, de alta resolutividad y calidad, y sobre todo, creadores de Valor en Salud. (Y, eso, dicho desde Euskadi, cuyo sistema de salud destaca con creces entre los referentes mundiales).

Así­, en esta búsqueda permanente hacia nuevos modelos transformadores de los sistemas de salud, entre las múltiples iniciativas que vienen trabajando en las últimas décadas, la co-liderada por el profesor Michael E. Porter tras su «Progressive Imperative» (en una convergencia marco desde la Competitividad, la estrategia de crecimiento y desarrollo inclusivo, el Valor compartido empresa-sociedad, el Progreso Social como siguiente etapa del Desarrollo Humano Sostenibles y la Creación de Salud basada en el Valor), supone un referente constante entre los agentes responsables del mundo de la salud, tanto desde el espacio público, como del privado.

En este sentido, el último trabajo publicado por Michael E. Porter sobre el sistema de salud en los Estados Unidos (y su extensión generalizable a la inmensa mayorí­a de los sistemas de salud a lo largo del mundo) aparece en el número especial Julio-Agosto 2016 de la Harvard Business Review, continuando su ya reconocida colaboración y aportación en el espacio transformador de la salud, iniciada en su gran «clásico» («Cómo resolver la crisis de costos en la atención de la salud») publicada en 2011, siendo coautor el profesor Robert S. Kaplan, en aplicación especí­fica a los costes del sistema tras su planteamiento general, «Redefiniendo los sistemas de salud» en colaboración con Elizabeth Teisberg.

Basta repasar el primer párrafo introductorio de este mencionado artí­culo para provocar el interés de todos los agentes implicados en el amplio mundo de la salud: «Los Estados Unidos se encuentran en plena encrucijada a la búsqueda de una nueva manera de pagar por la asistencia sanitaria. El viejo sistema del pago por servicio o acto médico, es reconocido de manera extendida como, quizás, el principal obstáculo para mejorar el sistema de prestación y generación de valor en salud».

Con Porter, son numerosas las voces que vienen cuestionando la eficiencia del modelo, focalizada en la cantidad y los inputs o recursos empleados (recursos personales, presupuestarios, inversores…) y no en la calidad y resultados obtenidos. Su traducción en presupuestos anuales fijos (públicos o de aseguramiento privado) no responden a las necesidades ni de los pacientes, ni de las personas sanas, en ausencia de enfermedades que no de salud, en su inevitable demanda de salud permanente. En esta lí­nea, en el marco del ya cada vez más generalizado concepto del «Value Based Health» (La Salud basada en el Valor generado), aborda el «Value-Based Reimbursement» (Pago en Base al Valor de la Salud generado y prestado).

El último artí­culo aborda los dos principales caminos alternativos para el sistema de pagos: a) el capitativo, parcialmente implantado a lo largo del mundo, si bien de forma no excesivamente homologable, es un primer paso y ha aportado ahorros significativos, pero que ni ha facilitado la transformación del modelo de salud, ni ha favorecido una competencia sana en términos de calidad y eficiencia, ni ha terminado aportando Valor real en la salud del paciente, ofreciendo resultados dispares tanto en la organización de los sistemas, como en los resultados ofrecidos y logrados a las personas afectadas, provocando de manera constante, complementos finales en los complejos procesos de liquidación final y determinación de las llamadas prestaciones adicionales que han de presentarse de manera constante, y b) el llamado » Bundle payment « o pago por «paquete» que pretende integrar la totalidad de los servicios, soluciones y atenciones que conlleva un tratamiento, a lo largo de un ciclo completo, ofreciendo valor en salud. Esta segunda opción resulta exigente en su definición, organización, ejecución y gestión, y ha de cubrir una serie de requisitos esenciales: que cubra el 100% de la atención a recibir para una «condición médica concreta para un segmento y estado predeterminado», basarse en resultados medibles y asignando responsabilidades finales predeterminadas, ajustarse a los factores de riesgo del paciente en la población concreta en que vive, que aporte una «ganancia justa» para el prestador del servicio y que no vaya más allá de los lí­mites prefijados, excluyendo catástrofes o contingencias no asociables a la condición definida.

Este debate planteado no huye de anticiparse a las crí­ticas que el actual sistema de pagos ha de enfrentar, desde quienes sostienen la dificultad en la definición de un ciclo completo de atención, la complejidad de medios requeridos, el compromiso y corresponsabilidad de todos los agentes del sistema empezando por el paciente. A todos ellos, el mencionado artí­culo antepone ejemplos y resultados.

En todo caso, aportan los principales elementos o condiciones presentes en la transformación propuesta: una atención integrada y multidisciplinar en innovadoras medidas integradas de atención (muchas de ellas virtuales), medición de resultados y asignación de responsabilidades individuales además de grupales o colectivas y un proceso de ahorro como consecuencia de los resultados y no, a priori, en pos de un beneficio económico previo o por eliminación de eficiencia, efectividad y valor en salud.

Hace unos dí­as, ante un nuevo proyecto de colaboración público-privada en la propuesta de salud en una región en el Sudeste asiático, en conversaciones con su Gobernador sobre opciones alternativas al actual estado de las cosas en su población, comprometido con una visión hacia una elevada esperanza de vida saludable, con unos servicios de salud eficientes de alta calidad como base de un modelo de crecimiento económico inclusivo, el empeño radicaba en la definición y reorganización en torno a  un nuevo modelo de asistencia integrada, con un sistema de pagos sostenible y con una clara reasignación de roles entre la población a atender, entre los profesionales prestadores, los modelos e instrumentos de su gestión y la regulación-control del sistema, diferenciando los roles complementarios (pero diferentes) a desempeñar por cada uno de sus protagonistas (sector público-sector privado) pero definiendo el valor salud (no solamente desde las actuaciones del «Departamento de Salud y sus competencias», sino desde la totalidad del Gobierno poniendo diferentes polí­ticas públicas al servicio del objetivo en salud, desarrollo incluyente de las zonas aisladas de su territorio, transporte y acceso real al centro de atención, agua y saneamiento, educación para la salud, formación de profesionales médicos y asistenciales, formalidad del empleo, un sistema completo de protección y servicios sociales). Dí­as antes, en la misma lí­nea de trabajo, en otro Foro y región de la zona (WEF: «Shaping the ASEAN agenda for inclusión and growth»), en Kuala Lumpur, se formulaban recomendaciones para un cambio radical para la transformación de los sistemas actuales de salud. OMS, gobiernos, actores privados de servicios de salud intentaban, una vez más, fijar una nueva agenda superadora de los modelos en curso.

Hoy ,cuando el mundo reformula los objetivos del milenio, valora su avance pero afirma su incumplimiento en el grado deseado y la crisis vuelve a poner en primer plano la relevancia de plantearse soluciones disruptivas (no solamente en el espacio tecnológico) en los sistemas de protección, provisión y financiación de los sistemas sociales y reclamamos situar a la persona en el centro de nuestras polí­ticas y objetivos, merece la pena asumir riesgos para transitar hacia nuevos modelos superadores del estatus actual. Bienvenidas iniciativas, rigurosas, provocadoras.

Todo un movimiento en marcha. Complejo, demandante, apasionante. Hacia la co-creación de valor en salud al servicio de las personas. Nada nuevo, todo nuevo.

«BREXIT» y Elecciones del 26-J. ¿Paralelismo ilustrado…?

(Artí­culo publicado el 26 de Junio)

La tan esperada fecha del 26 de junio por fin está aquí­. Ciudadanos y ciudadanas con derecho a voto en el Estado español no lo recibimos con la ilusión, esperanza y compromiso que tan preciado bien democrático habrí­a de suponer, sino, más bien, como el final de una larga e innecesaria etapa de un proceso inconcluso cuyo final deberí­a haberse producido en el perí­odo post electoral del ya un tanto lejano 20 de diciembre del 2015. Ya seis meses después del momento en que las urnas evitaron provocar el automatismo de un gobierno predeterminado por la aritmética de escaños. Hoy, los mismos candidatos, los mismos proyectos, los mismos «negociadores» de un fallido intento de gobernar, así­ como un creciente cansancio adicional, desgraciadamente, incide en una progresiva y preocupante desafección por la polí­tica, agravada en las últimas horas por la evidencia de un permanente «Señor X» que «desde las cloacas del Estado controla y dirige la democracia», reviviendo los fantasmas del pasado si bien en esta ocasión personalizados en un Ministro concreto, con la permanente desidia de su presidente, alentando un malestar generalizado al comprobar la corrupta degradación institucional y el cuestionamiento de la democracia real en un Estado de derecho de baja intensidad, además de una aparente confrontación y exclusión múltiple entre candidatos y partidos, lo que de la mano de las encuestas sugerirí­a la reedición de un escenario de desgobierno con probada ausencia de polí­ticas acordes con las demandas sociales.

La cita de hoy viene influida más por factores externos que por los «proyectos» de cuatro candidatos que se autoproclaman «presidentes» en un escenario ficticio, a la espera de las necesarias combinaciones parlamentarias. 350 señorí­as que, en su inmensa mayorí­a, parecieran tener la misma información y la misma capacidad de decisión sobre el resultado final que quienes ni concurrimos a las urnas, ni formaremos parte de las Cámaras. Desgraciadamente, algo muy parecido a lo que ha llevado a nuestros conciudadanos del Reino Unido a posicionarse, hace tan solo tres dí­as, a favor de su salida de la Unión Europea, cansados de sus Instituciones, anhelos y proyectos compartidos. La sensación de no participar en las decisiones que te afectan, de ser controlado y auto dirigido por un corporativismo tecnócrata centralizado en el eufemismo «Bruselas-Estrasburgo-Luxemburgo», con una molesta sensación de quedar sometido a decisiones propias de un «comité no elegido Bruselas-Berlí­n», en un complejo sistema alejado de las demandas sociales, tan diversas, necesitadas de tan variadas polí­ticas, distintas Paí­s a Paí­s, región a región, han pesado en la actitud e inconformismo observado. En la campaña electoral del Estado español, salvo las inevitables reacciones mediáticas ante el proceso BREXIT, tan solo tí­midas apelaciones a un potencial desmarque de las «polí­ticas de Berlí­n» parecerí­an fijar diferencias de enfoque entre los candidatos españoles que han huido del debate para evitar mayores contradicciones.

Así­, a lo largo de estos últimos dí­as hemos podido observar que mientras el debate del BREXIT (BREMAIN OR LEAVE, QUEDARSE o SALIR), ni era un asunto blanco o negro a resolverse el dí­a 23 de junio con el Sí o el NO de las urnas, ni desencadenaba una decisión automática concreta, ni mucho menos un determinismo predefinido. Lo único conocido era el absoluto desconocimiento de lo que estaba por venir al dí­a siguiente. Iniciar un proceso de «desconexión», pactado o enfrentado y/o renegociar el estatus quo británico en la Unión Europea y, por supuesto, mucho más que un aviso a navegantes: con o sin el Reino Unido dentro de la Unión Europea, Europa no puede ser la misma. El proyecto europeo que vio la luz hace ya 74 años, que dio paso -en gran medida- a las apuestas de Bretton Woods y la creación del Fondo Monetario Internacional y a la redefinición de roles económicos, industriales, administrativos y polí­ticos para la superación de la segunda Guerra Mundial, ha puesto de manifiesto su insuficiencia, su desviación respecto del eje aspiracional de su proyecto original, enredado en una gobernanza inútil y distante. O de una vez por todas sabemos, de verdad, si «hay alguien allí­»… con el liderazgo, la competencia, el compromiso y el apoyo y legitimidad democrática suficientes para reinventar la apuesta, reconducir el proyecto y rediseñar nuevos modelos de participación, colaboración y esperanza de un futuro deseable, o los sucesivos BREXITs se generalizarán a lo largo de toda Europa. En ese marco, el debate electoral español decidió omitir su impacto en la llamada «polí­tica local».

Lejos de entrar en el fondo de la cuestión, el intenso proceso vivido en el Reino Unido centraba el interés mediático español en ocultar las ineficiencias del proyecto europeo en curso, del modelo y de sus gestores, descalificando a quienes pudieran cuestionar su futuro en esta Unión Europea, acusándoles de xenófobos, localistas, insolidarios, «parroquianos» o incultos («no saben el costo de salir, ni conocen la realidad de la Unión, ni el peligro de las opciones, ni tienen un proyecto alternativo…») y en  proyectar, desde el miedo y cálculos demagógicos y escasamente rigurosos, «el coste de la NO pertenencia a Europa». Así­ la «apuesta segura» no era otra que no moverse, aceptar cualquier decisión que tome un selecto club de gobernantes, sin control democrático real (basta como ejemplo próximo el periodo incontrolado del gobierno español en funciones y su qué hacer europeo). No cuestionar alternativas en Europa suponí­a no hacerlo, tampoco, dentro del Estado español.

Pero todos sabemos que la realidad es mucho más compleja que tanto eslogan, manifiesto o presión de grupos de interés. Las diferencias (económicas, sociales, de voluntad y aspiración tanto por su soberaní­a, como por el grado de apropiación  de su propio futuro, la modalidad de sus Instituciones, el tipo de gobernanza…) entre Estados, regiones y ciudadanos miembros, son enormes y no valen recetas únicas o unitarias. O se aceptan las diferencias reales (de voluntad, de compromiso, de tejido económico existente, de madurez y viabilidad institucional…) o no será posible definir un mapa Europeo no ya de presente, sino, sobre todo, de futuro. Tampoco un mapa de la España que algunos (los candidatos actuales a la Presidencia) promueven desde principios simples de UNIDAD similares al TOGETHER británico.

Hoy conocemos el resultado en el Reino Unido. Con la mayor participación en las urnas desde 1.992 (71,8%), el 52% de los ciudadanos (17,5 millones de votos) han decidido iniciar la salida de la Unión Europea. El impacto inicial se traduce en un gran shock, en un batacazo bursátil generalizado, en una muy relevante depreciación de la libra, en un cierto riesgo en el mercado de divisas, en caí­das importantes en las expectativas de valor en las principales empresas españolas con intereses comerciales en el Reino Unido, la caí­da adicional del precio del petróleo y paralización de algunas operaciones asociadas previstas para los próximos dí­as y la subida espectacular del oro refugio o del yen. Ganadores y perdedores en un mundo macro, limitado al espacio de los «mercados», y, por supuesto, la dimisión -en diferido- del Primer Ministro David Cameron quien plantea su salida en Octubre al «no ser el capitán adecuado para llevar al Reino Unido a un destino en el que él no cree». Sin embrago, en sus primeras palabras, en contraposición a sus argumentos de campaña, se ha apresurado a destacar que el Reino Unido es una economí­a sólida, que su moneda goza de extraordinaria salud, que ningún ciudadano (que seguirá siendo británico a la vez que europeo) ve modificada ni su condición, ni sus derechos, ni sus vidas como consecuencia del resultado. Anuncia lo ya conocido pero deliberadamente disfrazado en campaña: la manifestación de salir pone en marcha un largo proceso de «desconexión» que exige la mejor de las disposiciones en beneficio de un espacio confortable para todos. Múltiples barajas en juego que han de ser consideradas. Nada baladí­, por ejemplo, la distribución territorial e «interna» del voto: Escocia (62% a favor de seguir en Europa), Irlanda del Norte (56% a favor de seguir) e Inglaterra y Gales partidarios de salir. ¿Cabrí­a incorporar al proceso de desconexión referendos previos en Escocia e Irlanda y su permanencia como Estados Miembro con el apoyo inglés, que a su vez, junto con Gales en el aún complejo recorrido negociador y legislativo (es Westminster quien habrá de ratificar cualquier Acuerdo de salida) encontrara un modo alternativo de permanencia-relación? No es ciencia ficción, sino piezas de un complejo rompecabezas  por diseñar.

Así­, desde aquí­, lo más relevante del intenso debate vivido en el Reino Unido y el resultado conocido con sus implicaciones aún abiertas, son las lecciones que habrí­an de aplicarse en el Estado español. Más allá de la simplificación argumental esgrimida por unos u otros en las etapas previas, el resultado  final muestra la realidad de fondo que no es otra que un divorcio progresivo desde una concepción centralista, burocratizada y excesivamente economicista (artificial) que desoye la realidad ante diferentes modelos socio-económicos y socio-polí­ticos de pertenencia y dirección de futuro, la necesidad de ejercitar un gobierno y control democrático real y próximo, la adecuación de polí­ticas a necesidades palpables y prioridades diferenciales y a la imperiosa voluntad de aceptar co-protagonismos y no una dirección de pensamiento único a lo largo de Europa. La continua y asfixiante sensación de vivir pendientes de decisiones unilaterales de quienes dominan el conjunto, provoca desafección y deseos de búsqueda de caminos alternativos. Cooperar en proyectos europeos y globales no solo es un atractivo generalmente aceptado, sino deseado pero en la medida en que dicha cooperación sea voluntaria, bajo los principios de ganar-ganar y bajo criterios de coparticipación. De lo contrario, como la crisis se ha encargado de acentuar, corren malos tiempos para las llamadas «estabilidades integradas» cuyos objetivos y proceso se desconocen y esta realidad no solo es aplicable a la pertenencia a un modelo de Unión Europea, sino en su aplicación Estado a Estado. Simplificar en un «Together» o «Juntos y Unidos» no basta sin la explicación del ¿para qué? No es casualidad que ante un hecho tan relevante como el mencionado BREXIT, la campaña electoral española haya «pasado literalmente del asunto». Salvo el escaso e interesado ruido por el frustrado mitin de Cameron en Gibraltar, los «presidenciables españoles» y sus partidos, o no consideraron el debate, desafí­o de interés, o creyeron que no afectarí­a ni a España, ni a sus gobiernos o, posiblemente, al igual que lo que pasaba con la mayorí­a de los ciudadanos sometidos a encuestas electorales, ante alguna pregunta sobre el BREXIT confesaban no saber qué era eso, no haberlo oí­do nunca o pensar que era «cosa de los ingleses». Mientras tanto, el proceso catalán no parecí­a despertar atención más allá de declaraciones altisonantes para el enfrentamiento de campaña entre los «4 lí­deres», Euskadi solo aparece en boca de Unidos-Podemos para ponernos como ejemplo de lo que ellos «quieren hacer en protección y bienestar social» mientras sus representantes en Euskadi, desde su desconocimiento, se limitan a criticar al partido promotor, EAJ-PNV,  por sus «polí­ticas de partido de derechas»… y tan frescos. En verdad, como en la Unión Europea, España carece de gobernanza, liderazgo y proyecto de futuro creí­ble y adecuado a los problemas y, sobre todo, soluciones. Es triste pensar que a partir de mañana pudiera reeditarse un gobierno que ni anima, ni convence siquiera a sus votantes, que no se vea castigado -en verdad- por su corrupción y años de banquillo judicial permanente, que un lí­der-partido perdedor y con los peores resultados en la historia democrática se considere «la única garantí­a seria y razonable para presidir el gobierno», o que el peor valorado de todos los candidatos termine, de rebote, presidiendo el futuro gobierno. Ni qué decir de quien se sitúa a la cola que se auto propone para mediar y ofrecerse como candidato-solución ante el bloqueo de los demás. Un despropósito generalizado al margen de los desafí­os reales. Lecciones que, sobre todo, invitarí­an a confrontarlas con debates «españoles» como el aún vivo y sin afrontar «proceso catalán». Hemos podido comprobar, por fin, que «salir de Europa» no es una cuestión automática, ni cuestión de publicarla en el Boletí­n del Estado. Que manifestar la voluntad de salir supone abrir un intenso proceso de «Desconexión negociada» que supone continuar en el estatus quo previo y acordar, en periodos largos, un nuevo modelo de relación y convivencia, acordar el pago de deudas, pensiones, financiación de competencias, moneda, relaciones institucionales, comerciales y de gobernanza, ciudadaní­a, dobles nacionalidades, migración, defensa… etc. ¡Ojo! A la simplificación y «al frí­o amenazante» de quienes, a falta de una propuesta alternativa, advierten de la «soledad elegible». Hemos aprendido, también, de la manipulación estadí­stica, del catastrofismo de las cifras y de la enorme brecha entre los «mercados», «indicadores bursátiles» y la economí­a real generalizada para el ciudadano medio. Más allá de discursos, el mundo es más real de lo que pudiera parecer y la psicologí­a, emoción y voluntades humanas pesan más de lo que parece en toda decisión.

En definitiva, un 26 de junio en el que quienes creemos en la democracia y en la enorme trascendencia de un voto, acudiremos a ejercer nuestro derecho… y obligación, confiando en que aparezca algo o alguien que vuelva a situar lo imprescindible al frente de las preocupaciones y ocupaciones de quienes hayan de dirigir una nueva visión de futuro, comentada y alineada con el espí­ritu legí­timo de una sociedad necesitada de un proyecto propio de futuro. En el Reino Unido, en la Unión Europea, en el Estado español, en…

Los ciudadanos del Reino Unido han hablado y han manifestado su voluntad, de momento. Las sociedades democráticas han de ser fieles a un principio esencial que, por ejemplo, los vascos hemos recogido en nuestro Estatuto de Gernika en su disposición adicional: «la aceptación del régimen de autonomí­a no implica renuncia del pueblo vasco a los derechos que como tal le hubiera podido corresponder en virtud de su historia, que podrán ser actualizados de acuerdo con lo que establezca el ordenamiento jurí­dico». Las sociedades tienen necesidades, deseos, aspiraciones y soluciones diferentes a lo largo de su historia y han de dotarse de los medios y modelos de gobernanza, pací­ficos y democráticos, adecuados a cada momento. Es un derecho…y su obligación. Hoy lo ha aplicado la sociedad británica como lo hiciera cuando decidió incorporarse, en determinadas condiciones, a la Unión Europea. En cada momento, la voz democrática decide su camino.

Por encima de todo, el refrendo BREXIT y su resultado suponen un choque-revulsivo de elevada magnitud para una Europa que no puede permanecer impasible observando su deterioro respecto de los principios, objetivos y resultados previstos. Un nuevo camino, también, para quienes hoy resulten elegidos al Congreso de Madrid. Por supuesto que los reclamos generales (en especial los sociales y económicos) requieren nuevas actitudes y polí­ticas pero, además, el propio modelo de Estado, su reconfiguración institucional, su modelo de gobernanza, necesitan una radical transformación que haga confortable la participación en el proyecto. No acometer esta reforma solamente aumentará la desafección, la desconfianza y la incertidumbre permanente.

Esperemos que un próximo referendo o contienda electoral no encuentre al gobernante de turno «desaparecido», sin propuestas para un plan alternativo, sin soluciones e inserto en un clima de desconfianza. Repensemos Europa, repensemos el Estado español. Ni uno ni otro responden a las necesidades y exigencias de hoy, de sus ciudadanos.

El Reino Unido se ha pronunciado por dejar la Unión Europea. Ambos gobiernos (UK + UE) han de iniciar un largo «proceso de desconexión» que ha de buscar tanto la mejor y amigable transición y convivencia, como la pronta y eficiente manera de responder al deseo de los ciudadanos europeos (aún hoy) británicos y, por supuesto, del conjunto de sus conciudadanos europeos.

Se abre así­ un proceso «multi-nación», multi-variable, multi-modelo» que obligará a repensar y reinventar Europa. ¿Continuará un inmovilismo europeo con parches mí­nimos sin la UK?, ¿afrontará una verdadera revolución en su composición (a una, dos, o más velocidades)?, ¿favorecerá la geometrí­a variable en su representación y decisiones?, ¿se buscará un Estatus especial y único para el Reino Unido o se situará en los espacios ya existentes como el noruego o suizo?, ¿qué harán Escocia o las Irlandas?, ¿veremos potenciar una nueva Commonwealth?, ¿se habrá agotado el modelo Bretton Woods y, quizás, el euro en su estado actual?. Y finalmente, ¿nuevos espacios de relación con Europa y los actuales Estados Miembro, con una revisión del posicionamiento estratégico vasco, catalán, flamenco, por ejemplo; en este nuevo escenario?

Un tiempo nuevo. ¿Son los candidatos y partidos que hoy piden nuestro voto, en el Estado español, los más adecuados para impulsar estos procesos complejos? Esto es, también, lo que hoy votamos. Más allá de las apariencias  y discursos de campaña.