¿Nuestro futuro globalizado?

(Artículo publicado el 4 de Agosto)

De la mano de David Dollar, investigador principal en el Centro John L. Thornton, especializado en China y su futuro económico, en el prestigioso centro de pensamiento, Brookings Institute, nos acercamos al debate sobre “los eslabones invisibles” con los que aborda la transformación de la globalización a través de las cadenas globales de valor, alimentando la discusión sobre el ya extendido cuestionamiento de la globalización como otrora valor absoluto y beneficio general para todos a lo largo del mundo. Dollar publica su estudio nada menos que en la revista Finanzas y Desarrollo del Fondo Monetario Internacional, paladín de la globalización.

No resulta anecdótico que sea en el seno del FMI en donde se de este tipo de debate, ya que si bien las orientaciones y políticas generales y oficiales del citado organismo internacional suponen una defensa a ultranza de la mal llamada globalización, sus diferentes miembros, investigadores y funcionarios en diferentes puestos de responsabilidad, aportan, con mucha frecuencia, interesantes y rigurosos trabajos e informes que ofrecen mucha luz sobre la realidad del comercio mundial, los beneficios riesgos y perjuicios que suponen en un entorno cada vez más desigual y lleno de comportamientos y decisiones que permiten deducir que ni el mundo es tan global como se dice, ni que las decisiones las tomen unos pocos en limitados foros internacionales en cadenas de mando rígidas y firmes de arriba a abajo con el seguidismo “militarizado” del “ordeno y mando”. Precisamente, una semana antes de ser elegida para presidir el Banco Central Europeo a partir del próximo 1 de noviembre, la actual directora general del Fondo, Christine Lagarde, publicaba una carta abierta recordando los objetivos del organismo “encomendados en su creación y cumplidos a la fecha”, a punto de cumplir sus 75 años de vida, pretendiendo promover la cooperación monetaria internacional, apoyar el crecimiento del comercio y la economía mundiales y desalentar políticas que perjudicaran la prosperidad. A la vez que se felicitaba por el éxito general conseguido, advertía que era el momento de “provocar una nueva era del ingenio”, para lo que se necesitaba el coraje de favorecer un nuevo “multilateralismo” focalizado en colaborar por y para el bien común, haciendo frente a los principales desafíos mundiales (salud, educación e infraestructuras), de calidad y de acceso universal, condiciones básicas para prosperar, adecuando arquitecturas fiscales y monetarias al servicio de quienes se han quedado atrás, jóvenes y mayores, mitigando o eliminando la “desigualdad excesiva”. Avanzaba que era el momento de redes de seguridad social “resistentes” a los cambios tecnológicos y la globalización desigual. Pedía a los bancos centrales prevenir la inflación (que, en su opinión, es el peor impuesto a los pobres) y llamaba a los reguladores a proteger al público de los excesos provocados por la tolerancia o apuesta por las medidas devastadoras tras la crisis financiera mundial. Recordaba que la apertura de fronteras no había beneficiado a todos, generando múltiples distorsiones y apuntaba a la inevitable necesidad de acometer una verdadera reforma del comercio mundial, reformar la tributación internacional repartiendo beneficios entre países implicados, y una lucha sin cuartel contra la corrupción (y, en especial, el cohecho). Con estos mensajes, Lagarde presidirá el Banco Central Europeo, con una Europa deseosa de reinventar políticas públicas, resituar su economía y reinventarse a sí misma para salir de la insignificancia y liderar un nuevo espacio de desarrollo inclusivo. A la vez, en estos días, se negocia el nombre de quien habrá de dirigir el Fondo Monetario Internacional ante su inminente salida, cargo para el que la UE ha elegido como candidata a la búlgara Kristalina Georgieva. Recordemos cómo, desgraciadamente, los tres últimos directores gerentes de este organismo han sido investigados y procesados. Dominique Strauss Kahn, Rodrigo Rato y la propia Lagarde. Distintas imputaciones y acusaciones y diferentes desenlaces en sus procesos: absuelto el primero, preso el segundo, desestimada la causa la tercera. Esperemos que, en esta ocasión, elijan mejor quienes asumen la responsabilidad de la decisión.

Nos quedamos con las reflexiones de la Señora Lagarde y sus recomendaciones de futuro, retomando “los eslabones invisibles”, que, en alusión a las cadenas globales de valor cuestionan tanto la propia estadística del comercio mundial como la atribución total de un producto o valor final a un determinado país en detrimento de la realidad multi protagonista que conlleva y, en consecuencia, la relevancia de la multi localización y de la realidad glokalizada de la economía. Recordemos que el concepto de “cadena de valor” fue utilizado y descrito por primera vez (1985) por el profesor Michael E. Porter, en su libro “Compeitive Advantage: Creativity and Sustaining superior performance” (Ventaja Competitiva: creatividad y rendimiento superior sostenible). Todo un tratado innovador sobre la generación de valor en las organizaciones, distinguiendo las tareas esenciales de la totalidad de actividades interrelacionadas hasta el propósito final de generación de valor, dando lugar a ofertas diferenciadas y únicas, esencia de la estrategia. La cadena de valor ha sido y sigue siendo una de las mayores aportaciones aplicables en todo tipo de organizaciones a lo largo del mundo y del tiempo. Hoy, la cadena de valor empresarial, reforzada con los trabajos de Hamel y Prahalad en su “Core Competences” (Competencias esenciales), las más tarde conocidas como “cadenas extendidas y redes”, las “cadenas globales de valor” en su consideración internacionalizable o “globalizada”, o la “constelación de cadenas glokales de valor” en su aplicación última a conceptos multi localización y multi industria o soluciones a lo largo del mundo, suponen un elemento imprescindible para entender, organizar y proponer estrategias, optar por productos, soluciones y mercados y racionalizar las decisiones a tomar por empresas y países en sus apuestas de negocio, asignación de recursos y estrategias de futuro.

En este contexto, un reciente trabajo del McKenzie Global Institute soportado en su renovada línea de análisis, “de lo micro a lo macro”, preguntándose de qué manera impacta la estrategia empresarial y su gestión, además de las políticas públicas, al desarrollo de los países, entronca con el trabajo ya mencionado de Dollar y con un amplísimo esfuerzo de investigación de la propia consultora (Enero 2019), que tras repasar el 98% del comercio mundial de 23 industrias distintas afectando a 43 países, formula seis modelos o arquetipos de cadenas globales de valor, constatando el estado de transición de la vieja “globalización” hacia un mundo cada vez más “regionalizado” y diferenciado rompiendo esquemas o intenciones únicas, con un relevante descenso en la intensidad del comercio de bienes y productos manufacturados, una creciente diversificación, extensión y generación de valor a lo largo de cadenas de valor locales o regionales y no globales, la ineficiente medición e identificación del valor real aportado por diferentes elementos de la cadena en la intensidad de servicios y conocimiento cada vez más al alcance “de todos” a lo largo del mundo, y una menos incidencia del llamado “arbitraje en el coste laboral” en las decisiones de traslado, inversión y adquisición en productos manufactureros. La realidad es que las economías emergentes desarrollan más y mejor sus propias cadenas de valor, acceden con más fuerza a su diversificación y el mundo se reorganiza en espacios regionales con una clara tendencia a completar sus cadenas de valor en la proximidad. Cada vez más, si cabe, la estrategia de diferenciación y unicidad, y la apuesta de nichos a la vez que procesos de clusterización y desarrollos colaborativos con terceros, juega un papel más relevante en la co-creación de valor.

Es decir, que ante los grandes desafíos de futuro ya señalados, en el diseño de las estrategias País y de empresas y nuestras apuestas en el complejo camino de la especialización inteligente de nuestro territorio, hemos de estar muy atentos a las cadenas de valor, en sus diferentes manifestaciones, composiciones y extensiones, poniendo el acento en nuestras verdaderas potencialidades diversificadoras, nuestros nichos de éxito y la capacidad de coopetir con terceros, a poder ser, en la construcción de espacios y redes con amplia presencia local y regional desde las que conectar con la vanguardia mundial. Cuando nos obsesionamos por el temor a un mundo unitario que no nos guste y pensamos que nuestras empresas, políticas y opciones propias no tienen sentido, conviene recordar la enorme importancia que lo micro tiene en el marco de los millones de decisiones que se toman día a día, conformando diferentes propuestas de valor. Es, como decía Lagarde, “la era del ingenio” y, sobre todo, “necesitamos el coraje de nuevas visiones, compromisos, actitud y cultura para transitar hacia el encuentro y superación de los nuevos desafíos”.