Recordando al amigo y hombre cooperativo: José María Ormaetxea

Ayer se despedía en su querida Arrasate a Don José María Ormaetxea, una de las grandes figuras empresariales y líder esencial del movimiento cooperativo de Mondragón.

Desde la distancia debido a asuntos profesionales, no puedo sino unirme a su recuerdo, condolencias a su familia, amigos y grupo cooperativo en su conjunto, desde mi cariño y reconocimiento a Don José María.

En el ya un tanto lejano 1991, desde mis responsabilidades como Vice lehendakari, Consejero de Industria y Presidente de SPRI (Agencia Vasca para el desarrollo industrial), a las puertas de una profunda crisis industrial, recurrí a José María Ormaetxea quien, en esos momentos, dejaba sus tareas ejecutivas y de dirección en el Grupo Mondragón del que él había sido fundador desde ese mundo mágico que constituyó ULGOR iniciando y haciendo posible el sueño del padre Arizmendiarrieta. Con el apoyo de su gran amigo y compañero de trabajo, el Lehendakari Ardanza, me atrevía a proponerle la presidencia de la SPRI como instrumento clave en lo que sería su transformación y el primer marco de actuación en política industrial 1991-1995.

La que para él era una insólita propuesta, tuvo en mí una mayor sorpresa en la respuesta. Desde su humildad y sencillez, entendía “no estar preparado para el cargo”, ya que no conocía las labores de gobierno, era ajeno a las administraciones públicas y se creía sin capital ni experiencia política para el cargo. Me puso tres condiciones para aceptar: mi continuidad como presidente para soportar la carga política, su nombramiento en una figura por definir en torno a una Vicepresidencia Ejecutiva y la incorporación de un Director General de su confianza con quien pudiera generar un trabajo cohesionado a la vez que eficaz: Javier Retegi, su gran colaborador y amigo en tantas aventuras empresariales en el grupo, quien ya había desempeñado las funciones de Vice Consejero de Educación en el primer Gobierno Vasco de 1980. Singular propuesta de magníficos resultados.

Tras mi salida (y la suya) del Gobierno Vasco, nos encontramos en muchas ocasiones. Varias veces le visité en su despacho de Otalora, vigía de sus valiosos archivos particulares, sus fichas personales manuscritas, recogiendo la riqueza de la historia del cooperativismo y humildísima sede del Museo Arizmendiarrieta. Siempre le trasladé la enorme tristeza (y en gran medida desilusión) al visitar dicho museo. Una obra de tanto valor, singularidad y trascendencia para la sociedad, el país y el mundo de la empresa y el cooperativismo, no podía, ni puede (en mi modesta opinión) pasar tan desapercibida y, al parecer, limitada a la buena voluntad en exclusiva de dos o tres amigos cooperativistas que, de manera desinteresada, evitando cualquier tipo de ruidos o interferencias en los órganos rectores del Grupo, casi de forma “clandestina”, permitían perpetuar una obra de vital magnitud.

Mi última visita fue especialmente triste. En una mañana gris y lluviosa, con Fagor paralizada y sus pabellones vacíos, en plena crisis de la empresa y de la estructura de pertenencia, gestión y valores, contemplábamos no solo el vacío de la actividad y la ausencia de movimiento en sus calles, sino, sobre todo, el dolor compartido observando el cuestionamiento de los valores y sentido cooperativo que, ante el dolor de la pérdida de empleo, hacía rebrotar posiciones excluyentes, identificados como trabajadores asalariados desmarcándose de su esencial rol emprendedor, cooperativista y “copropietario”, si se me permite, obviando su responsabilidad, compromiso, coparticipación en la toma y control de las decisiones que les habían llevado hasta allí (también en las épocas de éxito y crecimiento), por encima de todo el rol y valores cooperativos. José Mari (siempre me permití llamarle así) pretendía no caer en la crítica, ni a personas, ni decisiones que hubieran convergido en esta situación. Me recibió, eso sí, con varios ejemplares de las publicaciones del programa “SORTU” que desde Gobierno-SPRI habíamos concebido como sociedades mixtas (Ayuntamientos y Diputaciones implicados y Gobierno Vasco) en seis zonas específicas destrozadas por la inevitable reconversión de aquel momento. Sociedades promotoras de actividad sustitutoria al objeto de crear, exclusivamente, el mismo número de empleos alternativos a los que desaparecerían. Recordemos su gran contribución al país en aquella época, su papel al frente del Capital Riesgo y la instrumentación de las “Inversiones Estratégicas” acometidas en ese momento. Repasamos algunas de sus fichas y, como siempre sucedía, hicimos una breve visita a la “habitación museo” de Arizmendiarrieta visionando el video narrado por la voz, inconfundible, de Javier Retegi.

En esa última ocasión en que nos vimos, repasamos su prólogo al “Hombre Cooperativo”, que siempre he considerado una pieza maestra para la educación de nuevas generaciones. La clara y cruda realidad del contexto del Mondragón de posguerra, la ausencia de oportunidades de futuro en tantas familias destrozadas y enfrentadas, la historia formativa, laboral y emprendedora de quienes se forjaron en las escuelas de aprendices de la Cerrajera, de las de maestría industrial y los complejos procesos de convalidación que posibilitaron a estudiantes destacados acceder a estudios técnicos medios vía Zaragoza, o el incipiente esfuerzo emprendedor traduciendo, copiando, innovando sobre planos y licencias extranjeras, dando paso a los primeros casos de internacionalización del Grupo. Contexto e historia imprescindible para entender y valorar la creación, desarrollo y éxito del grupo cooperativo, ejemplo y referente mundial al cabo del tiempo. Su dolor al “confesarme” que un familiar suyo habría preferido estudiar en ingenieros en Bilbao y no en su querida ex Politécnica de Mondragón, cerraron aquella triste, a la vez que enriquecedora, visita.

Hoy despedimos a un gran “Hombre Cooperativo” que tanto testimonio y ejemplo nos ha dejado. Para mí que realicé mi primer trabajo tras terminar mi máster en dirección de empresas en la entonces aventura de lanzamiento de Sakana, S. Coop., en un hibrido entre el compromiso y trabajo del baserri con la apuesta por una industria de fundición, de la mano de cooperativistas y especialistas de Elorrio y Durango, creando empresa en esta querida zona de Nafarroa, resulta un día muy especial para rendir homenaje a quien tanto debemos. Nos queda la sencilla grandeza de su enorme compromiso y extraordinario legado.

Esker anitz José Mari.

Goian Bego.

Hacia un espacio propio en Naciones Unidas

(Artículo publicado el 21 de Julio de 2019)

Tal y como lo anunciara en el Parlamento Vasco el pasado 27 de junio, en respuesta a la petición de una valoración sobre los objetivos de desarrollo sostenible de Naciones Unidas, el Lehendakari, Iñigo Urkullu, ha presentado en Nueva York, ante el High Level Political Forum, “la realidad de Euskadi como nación sin Estado”.

La doble intervención del Lehendakari (Agenda Vasca para el Desarrollo y la financiación de proyectos sostenibles con Bonos Verdes, de responsabilidad social, medio ambiental y económica), así como sus diferentes entrevistas y compromisos, no son consecuencia ni de improvisación oportunista, ni mucho menos de apuesta mediática. Son fruto de una verdadera apuesta por los principios de subsidiaridad, gobernanza multinivel y fidelidad asociados a los 17 objetivos para el desarrollo sostenible de Naciones Unidas en su Agenda 2030, en línea con una larga y constante trayectoria que acompaña la estrategia y políticas del Gobierno e Instituciones vascas a lo largo de nuestra corta historia de autogobierno, tras el apagón de la dictadura, siempre orientada a la construcción permanente de “un país avanzado, solidario y abierto”.

Desde nuestra aún limitada capacidad de autogobierno, condicionada por las circunstancias geo-políticas y administrativas que nos obligan a contener nuestra actuación al ámbito de la Comunidad Autónoma del País Vasco, la vocación europeísta y mundial nos ha llevado a identificar objetivos, proyectos e instituciones democráticas, multilaterales y mundiales en torno a los cuales jugar un co- protagonismo diferenciado, consciente de nuestro tamaño y peso relativo, aspirando al máximo desarrollo inclusivo y bienestar de nuestra sociedad (“bienestar es autogobierno y viceversa”, como diría el Lehendakari en Nueva York), alineados con aquellas instituciones, organizaciones y líderes de vanguardia, en los principales espacios vectores de nuestro futuro deseado.

Ya el propio Gobierno Vasco optó hace años por la elaboración del primer Índice de Desarrollo Humano de la mano del PNUD (Programa de Naciones Unidas para el desarrollo), como ranking homologable, encabezando la lista de naciones o regiones subestatales que tomaban este camino, guiando nuestros objetivos y políticas, en el marco de un contexto de progreso social y desarrollo que se ha venido traduciendo en todo tipo de acciones parciales, sectoriales o globales. Así, el propio gabinete del Lehendakari  Urkullu, en su primera legislatura abordó, a modo de Think Tank, un intenso debate colaborativo con diferentes agentes económicos, sociales y políticos, sobre la potencial Visión Euskadi 2020 y sus principales ejes de desarrollo, que con el paso del tiempo y los resultados logrados, ha venido actualizando en torno a múltiples iniciativas convergentes, ya sea en torno a la actual  estrategia marco “Euskadi Basque Country”, la estrategia de internacionalización del País, la agenda estratégica para la cooperación y el desarrollo, UNESCO ETXEA, la estrategia medio ambiental desde la sostenibilidad con el esfuerzo y validación de Naciones Unidas y un sinnúmero de iniciativas. Hoy, también, su renovado compromiso con iniciativas piloto sobre convivencia, inmigración, o bien, la reciente decisión de UNIDO (Organización de Naciones Unidas para el desarrollo industrial, mitigación de la pobreza y la desigualdad, la globalización inclusiva y la sostenibilidad medio ambiental) eligiendo la estrategia digital  vasca (Basque Industry 4.0) como recomendación referente a sus 170 países Miembro, para transitar sus cuatro ejes estratégicos (crear prosperidad compartida, potenciar la competitividad, salvaguardar el medio ambiente y fortalecer las instituciones y el conocimiento), no son sino pasos coherentes de dicho compromiso y elementos clave en el refuerzo de nuestra línea de trabajo y apuesta de futuro.

Una larga trayectoria que se construye paso a paso. Si esta semana ha podido llamar la atención de algunos la presentación de la financiación Verde y sostenible, de responsabilidad y valor compartidos (todavía el mes pasado Bilbao acogía el Congreso Mundial en la Materia como elemento rector de la plaza financiera vasca) así como del compromiso con los 17 Objetivos de Sostenibilidad para la Agenda 2030 de Naciones Unidas, financiando ya el 10% del presupuesto activo y ejecutable del Gobierno Vasco, cabría resaltar el camino recorrido desde aquella iniciativa pionera, en la Bolsa de Nueva York, con la emisión de eusko-bonos con el multi objetivo tanto de la financiación externa (primera región sub estado europea, “emitiendo papel” en Wall Street), la presentación, en positivo, de un país que aspiraba a atraer inversión extranjera a la vez que facilitar la salida al exterior de nuestras principales empresas, respaldando nuestra relevante aunque incierta y limitada Bolsa y Plaza Financiera del momento, a la vez que suponía un especial respaldo a figuras financieras propias canalizadoras de la inversión y el ahorro, como las EPSV´s, bajo la apuesta permanente por poner el Concierto Económico al servicio de nuestro desarrollo diferencial.

Bajo este “paraguas internacional” con el soporte institucional, colaboración público-privada de los diversos agentes clave, con el inapreciable apoyo de nuestra diáspora a lo largo del mundo (abriendo puertas, de forma incondicional, en sus países de acogida, facilitando la superación de múltiples restricciones que desde las diferentes fuerzas del Estado se han empeñado en obstruir nuestra llamada acción exterior), Euskadi ha venido trabajando en el hoy llamado “Modelo Vasco” que, de una u otra forma, se explica y defiende a lo largo del mundo como referente de éxito en una estrategia singular.

Es así como hemos de valorar la presencia del Lehendakari (y de Euskadi) en Naciones Unidas. Un hito mucho más importante de lo que pudiera parecer a simple vista, máxime cuando refleja una larga y sostenida apuesta estratégica, soportada en hechos y realidades. Euskadi se enfrenta a enormes retos (no mayores que los de aquellas regiones y naciones del pelotón de cabeza europea), si bien lo hace desde fortalezas sólidas que dan paso a la esperanza, que no a la complacencia. El modelo vasco de desarrollo inclusivo, soportado en una red de bienestar objetiva para todos, en una economía productiva, creativa y de conocimiento vanguardista, en un marco de clara sostenibilidad y desde el autogobierno y libre decisión democráticos, avanza, ante desafíos y restricciones, buscando referentes de primer nivel y no comparaciones cómodas con quienes vienen a la cola del desarrollo y el compromiso.

Hoy,  cuando aún seguimos a la espera de la configuración definitiva de los más que insatisfactorios nombramientos europeos, padeciendo, además, el inaudito espectáculo paralizante de un candidato a la presidencia del gobierno español que sueña con que “los demás le hagan presidente porque sí”, sin saber para qué o por qué, resulta satisfactorio comprobar, al menos de salida, un “oasis institucional” vasco que mira al Norte y al mundo y no al Sur y al establishment del pasado. Retos y desafíos, sí. Incertidumbre y complejidad, también. Pero, por encima de todo, la confianza en un modo de hacer las cosas, al servicio de una sociedad, cambiante y demandante, desde nuestro compromiso y propósito de un camino propio.

El Lehendakari en la ONU, esta semana, ha vuelto a recordarnos, el valor de los pasos dados, el largo camino permanente por recorrer y que, autogobierno, en sentido amplio, hasta el límite que decida democráticamente nuestro pueblo, en cada momento, es sinónimo de riqueza, bienestar e inclusión.

Desde la perplejidad, observando la proximidad postelectoral

(Artículo publicado el 7 de Julio de 2019)

En los últimos meses asistimos a una confusa situación en torno a la formación de gobiernos autonómicos y central en el Estado español, bajo la triste aparente inoperancia política en la que unos y otros se dicen “los preferidos de los votantes para gobernar”, carentes de la mayoría parlamentaria necesaria para formar un gobierno, a la vez que apelan a “la responsabilidad de la oposición para firmar cheques en blanco de adhesión incondicional al supuesto líder correspondiente”, en cada caso, sin oferta programática o colaborativa alguna. Llama poderosamente la atención que, hasta el momento, nadie haya expuesto un solo programa de gobierno, una sola apuesta de futuro o un proyecto al servicio de la sociedad. Como casi siempre, Euskadi y Catalunya son una excepción, bien desde el llamado “oasis vasco” con mayorías democráticas claras y suficientes, o en el futurible y especial camino hacia el “estado republicano catalán”.

En esta línea, un tanto parecida en el fondo, si bien cabría esperar un comportamiento diferente en Europa, la designación de las principales autoridades en sus Instituciones ha puesto de manifiesto el absoluto divorcio entre la “añorada y quimérica Europa” de quienes queremos seguir viendo la Europa de los principios, la dimensión y cohesión social, desde su fortaleza democrática y espacio ejemplar de libertades y prosperidad, y, por contra, desgraciadamente, la real, que observamos con tristeza y decepción día a día.

Una vez más, hemos comprobado que el Parlamento europeo ni es un Parlamento, ni se le espera, que la participación ciudadana y democrática ni tan siquiera se respeta en su mínima oportunidad limitada a votar cada cinco años confiando en que su voz tenga algún valor real, o que la supuesta separación de poderes sucumbe a un simple juego de gabinete entre líderes de gobiernos estatales con peso diferenciado, acostumbrados a imponer sus acuerdos  cambiantes día a día según sus propias prioridades coyunturales,  configurando no ya una Europa a dos o tres velocidades, sino a un club cerrado de cuotas y repartos de poder Estado a Estado, partido a partido, sin diferenciación alguna por ideologías, escenarios y modelos de futuro: Una vez más, Europa rompe con sus propias reglas del juego para imponer la voluntad de unos pocos. ¿Es de extrañar la desafección de la sociedad?, ¿resulta increíble constatar el escaso peso que, de forma creciente, otorgan Estados Unidos, Asia o, finalmente, el Reino Unido a lo que cabe esperar de la Europa de los próximos 30-50 años? Así las cosas, más pronto que tarde habremos de cuestionarnos si merece la pena seguir esperando la Europa del futuro en lugar de anclarnos en el recuerdo de la Europa del pasado, superadora de la guerra, generadora de altos niveles de bienestar e impulsora de un determinado modelo socio-económico alternativo al vigente en el pasado y, en consecuencia, emprender nuevos caminos. Entre tanto, escuchamos voces que insisten en términos positivos: reparto igualitario de género en las cuatro posiciones de dirección institucional, “capacidad de gestión de una composición compleja de Estados Miembro dispares” y, como siempre, “evitar la ruptura o abandono del proyecto por diferentes Estados Miembro” ¿Para qué modelo de vida y futuro?, ¿en manos de qué sistema de gobernanza?, ¿con qué respuestas ante los desafíos de un mundo cambiante en el que habremos de vivir?, ¿desde qué control democrático? Nos preguntamos por la coherencia en los nombramientos y perfiles: ¿Asistiremos a la vuelta de los éxitos del modelo de economía social de mercado de los principales inspiradores de la creación Europea y ejecutados desde el filtro de la subsidiaridad por aquellos líderes de la antigua democracia cristiana europea de la mano de los Lubbers, Kohl, Santer, dirigiendo las “revoluciones transformadoras” de la nueva Europa Central, al apostar por Ursula Von der Leyen al frente de la Comisión Europea?, o, por el contrario, ¿contaremos con un Banco Central Europeo, dirigido por Christine Lagarde, imponiendo restricciones a cualquier política diferente a las recetas continuas del FMI en los países “rescatados” y se moverá a la contra de cualquier diseño de política de la Comisión?, ¿y dejaremos la representación de la voz europea, a lo largo del mundo, en la prepotente soberbia conflictiva de un Borrell incendiario actuando como verso libre?, ¿y todos ellos acompañados por un Parlamento presidido, a medias, por social demócratas y “populares conservadores” pendientes de lo que hagan sus respectivos partidos en diferentes Estados Miembro, aplicando políticas propias y “nacionales” (en palabras del presidente español Sánchez: “Europa ha vuelto”) mientras predican discursos “contra los nacionalismos destructivos” (todos menos los suyos) excluyendo a todos los Estados Miembro de “nuevo cuño” o “del Este”, así como a toda nación sin Estado o minoritarios en esta “diversa Europa”?, ¿jugará algún papel relevante y autónomo el presidente Charles Michel desde su experiencia confederal en Bélgica para explorar y posibilitar nuevos caminos? O, simplemente, ¿los parlamentarios se verán obligados a integrarse en Grupos Políticos en función de reglamentos insensibles a la realidad, compartiendo grupo con ideologías, proyectos y aspiraciones distantes y enfrentadas? Confiemos en el optimismo de las escasas voces que quieren ver la exitosa gestión de una elección compleja y que, en algún momento, surjan propósitos y caminos coherentes e ilusionantes.

Pero, mientras Europa y España configuran sus órganos de gobierno, el mundo sigue su vertiginosa marcha en direcciones dispares. Cuando contemos con gobiernos, confiemos que se unan a la variada riqueza de múltiples debates prospectivos a lo largo del mundo, en medio de una gran incertidumbre dominante que cuestiona, de una u otra forma, la economía y sociedades del futuro cuyo impacto global y local (además de personal) hemos de disfrutar o padecer. En consecuencia, necesitamos de los gobiernos e instituciones, de forma relevante, para tomar las decisiones estratégicas necesarias para afrontarlas. Sea de una manera u otra, es clara la evidencia en torno a la relevancia e impacto asociable a las tecnologías exponenciales y/o emergentes, al futuro del trabajo, la nueva sociedad/estado del bienestar, la transición ecológica, la urbanización y mega concentración de ciudades (inteligentes y vivibles se supone), la educación, movilidad, salud, demografía, desplazamiento económico hacia Asia… y, por encima de todo, cómo conseguir “un nuevo mundo centrado en las personas y el desarrollo inclusivo”, mitigador o superador de las desigualdades.

Para su logro, nadie cuestiona una agenda que priorice las consecuencias de la revolución de internet, la imparable y deseable digitalización de la economía y la sociedad, la irrupción generalizada y accesible de las tecnologías “exponenciales” (sobre todo la gestión y propiedad de los datos masivos y la inteligencia artificial) y la inevitabilidad de focalizarnos en el crecimiento, fruto del trabajo-empleo-remuneración como eje del bienestar que se ven confrontados con el concepto asociable al futuro del trabajo no asociado directamente a la retribución individual, dando pie a conceptos como nuevas redes de bienestar desde la renta básica, la salud universal, la nueva educación personalizada a lo largo de toda la vida, la longevidad en el envejecimiento pasivo y sus consecuencias socio-económicas y, por supuesto, el modelo económico transformador que generen. Sin embargo, abordar “lo inevitable o deseado”, exige   decisiones importantes sobre sus consecuencias, el control y propiedad de las mismas y su impacto diferenciado en personas, comunidades, lugares y tiempos concretos. Si bien, a lo largo del mundo, de derecha a izquierda, se da una creciente ola favorable a la nueva digitalización como fuente de transformación positiva, conviene reparar en el rol que han de jugar los diferentes agentes, gobiernos incluidos, de manera especial, convencidos de la necesidad de facilitar qué avances y oportunidades extraordinarias de mejora en nuestras vidas no se convierten en una selva dominada por unos pocos. Un ejemplo, provocador a la vez que ilustrativo para la reflexión, viene de un interesante debate de la mano del destacado investigador en implicaciones sociopolíticas de la innovación y la tecnología, el bielorruso, Evgeny Morozov: “Capitalismo Big Tech: ¿Welfare o neofeudalismo digital?”. Asocia la última década de crisis (se supone que inicialmente financiera) aún no superada, con el auge de las plataformas y empresas tecnológicas, que han pasado a dominar Wall Street, triplicando su capitalización bursátil expulsando a los viejos líderes industriales centenarios, concentrando el poder global en cinco o seis grandes empresas. Mientras han cambiado nuestro mundo de la información, han facilitado nuestras vidas y demandas diarias y ofrecen un mundo inacabable de oportunidades abriendo las puertas o todo tipo de nuevas iniciativas y modelos empresariales, de negocio y oferta de servicios públicos, y lo han hecho reduciendo, de forma acelerada, los costes de estas tecnologías, promoviendo la transición hacia nuevas economías (no solamente la llamada economía colaborativa), surgiendo “nuevos contratos sociales”, concentran un poder excesivo, escasamente regulable o controlable, a la vez que transmiten “la evidencia” del desgobierno y la ineficiencia en los sistemas de gestión públicos, animando a una supuesta “nueva democracia en la red, individualista y sin reglas del juego”. Su reflexión sostiene nuestra falsa convicción de que estos costes marginales tendentes a cero (hoy asistimos aún al servicio “freemium”, gratuito a cambio de nuestros datos y publicidad no reclamada) nos llevará hacia un natural espacio “premium” del que no podremos desprendernos. De la misma forma avanzamos convencidos que “el nuevo poder” nos lleva hacia una progresiva descentralización y desregulación y una mayor libertad y   capacidad de decisión individual y crece en nosotros, de forma consciente o inconsciente, una percepción de “absurdos Estados parasitarios”, aquellos gobiernos, instituciones o espacios públicos o de gobierno. Por el contrario, la admiración de los modelos de negocio de estos cada vez más poderosos nuevos conglomerados, propietarios del Big Data global (y personal) sin límites, provocaría el desencanto y nuestros sueños tras ese anhelado paraguas del Desarrollo Inclusivo, se verán condicionados por ese mismo sistema del pasado con otro traje.

Sin duda, más allá de la provocación intelectual y del acierto o no en el diagnóstico, nuestra sociedad necesita fortalecer la democracia, las Instituciones y el compromiso con principios, ideologías y modelos de bienestar y desarrollo. Necesitamos optimizar el uso positivo de las maravillosas oportunidades que la tecnología ofrece, pero, éstas han de situarse al servicio de las necesidades y demandas sociales, bajo propiedad compartible, acceso universal y control democrático. Así, constituir gobiernos desde el propósito y el para qué, favorecer la participación y control democráticos y entender el verdadero valor compartido empresa-sociedad, no son caprichos o simples palabras. Hacerlo o no, de una u otra forma, resultará esencial en nuestro futuro. Hoy, si cabe, tanto la política con mayúsculas, como la estrategia empresarial responsable son más necesarias que nunca. Llevarlo al ánimo de los líderes y agentes respectivos no debe decaer y hemos de fortalecer nuestro compromiso y responsabilidades democráticas en su acompañamiento y control. La complejidad e incertidumbre en que vivimos y habremos de vivir no da lugar ni a recetas mágicas, ni a soluciones simplistas. El rigor del análisis y sus consecuencias, el compromiso en y con las decisiones a tomar y la corresponsabilidad son absolutamente imprescindibles.