Europa: campaña secuestrada

(Artículo publicado el 26 de Mayo)

Entre la multitud de papeletas que hoy depositaremos en las urnas, habrá una de color azul sobre la que muy pocos de los votantes contarán con la información y juicio necesarios respecto a lo que representa más allá de su etiqueta: Elecciones al Parlamento europeo.

Desgraciadamente, la concurrencia de diferentes y múltiples niveles institucionales a configurar (Ayuntamientos, Cabildos, Juntas Generales, Parlamento Foral navarro, Asambleas de Comunidades Autónomas…), su cercanía a las elecciones al Congreso y Senado español de incipiente constitución esta misma semana y pendiente aún de configuración de grupos, alianzas y designación del Presidente de gobierno, además de un desigual y confuso tratamiento informativo en los medios de comunicación, han relegado la única cita, de participación democrática en la construcción europea, cada cinco años. Así, la escasa oportunidad informativa y su consecuente desafección crónica nos alejan de sus Instituciones e impiden considerar su impacto en nuestras vidas, lo que agrava un claro secuestro de una potencial campaña electoral propia, en la que los candidatos elegidos puedan dar cuenta de lo realizado, exponer propuestas de futuro y pedir el apoyo democrático para realizar su trabajo. Una vez más, como si se tratara de pasar de puntillas, 1.725 candidatos (además de suplentes), dentro de 32 diferentes candidaturas aspiran a los 54 escaños (de 751) que corresponderán al Estado español, como uno de los 28 Estados Miembro de la Unión Europea. No es de extrañar, por tanto, que nos encontremos con participaciones de escasa representatividad como la de las últimas elecciones (2014) de un 42%, media de una elevada Bélgica (90%) y otros como Chequia con tan solo un 13%, o una Holanda en torno al 37%, por no citar a “nuevos jugadores de entonces” como Polonia y Hungría, en aquel tiempo, receptores de fondos y del apoyo especial, con un limitado interés por debajo del 25%. Desgraciadamente, un panorama como el descrito convierte en crónicos los problemas y desafíos de la Unión Europea en curso.

En mayo de 2014, en estas mismas páginas y columna, escribía, bajo el título “La Europa que quise y quiero”, recordando los principios fundacionales de la Europa de post guerra y la ilusión por reconstruir y reinventar un espacio derrotado, en crisis, apostando, desde la solidaridad, por lo que supone -ya hoy, pese a todo- el mayor espacio de paz, prosperidad, bienestar y progreso social a lo largo de este mundo desigual. Sin embargo, los europeístas convencidos no nos vemos reflejados en esta Europa empeñada en perpetuarse como un club de ejecutivos de Estado, burocratizado desde el viejo estilo diplomático del pseudo consenso limitante, que no incomode a nadie, repartiendo posiciones entre dos grandes familias desavenidas que distribuyen sus mandatos, cuotas y componendas en un ejercicio paralizante, desde una gobernanza ineficiente y alejada de quienes han de verse afectados por las decisiones (o la falta de ellas) que se trasladan. No es de extrañar, por tanto, que, de una u otra forma, partidarios o no de la Unión Europea como espacio común (deseado o no), planteen, de una u otra forma, su revisión, refundación o, en algunos casos, salir de la misma (Brexit, Grexit, Frexit …). No vale limitarse a culpabilizar de este sentimiento a los movimientos nacional-populistas (signifiquen lo que signifiquen según quien utilice el término), prescindiendo de una mirada auto crítica hacia el interior de la Unión, sus Instituciones, gobernanza, toma de decisiones y modelos de participación ciudadana, empresarial, de pueblos, naciones y diferentes stakeholders. La crisis europea es, por encima de todo, una crisis de democracia (www.ademocraticeurope.eu) y, no otro el principal enfoque a dar cara a rediseñar un nuevo futuro.

Mañana, conocidos los resultados, volveremos a repetir, una vez más, que Europa ha de ser permeable a los nuevos desafíos que el crecimiento, la igualdad, el desarrollo inclusivo y la competitividad exigen, desde una sociedad europea cansada de recetas equivocadas de austeridad mal entendida y sin éxito para las personas (empresas y gobiernos, también), que incrementa el desempleo y la distancia con los retos y cambios de las nuevas tecnologías emergentes y desde un grave y continuo desequilibrio regional. Insistiremos en una nueva orientación de esta Europa que no puede seguir sumida en la “irrelevancia” ante los jugadores externos que lideran ese “viaje hacia el este”, en el que China y Rusia abanderan nuevos liderazgos, o la “insignificancia” ante las políticas estadounidenses relegando los espacios y acuerdos preferenciales en favor de su nuevo multilateralismo, Estado a Estado. Una Europa que no puede continuar insensible a la realidad, dolorosa y compleja, de la emigración africana. Una Europa que no puede mantenerse paralizada, discurso tras discurso, sin enfrentarse a su propia transformación, que reclama un rearme ideológico y de valores, de compromisos y liderazgos compartidos, nuevas estructuras y modelos socio económicos (desde el humanismo, el desarrollo inclusivo, hacia el progreso social…), redefiniendo una gobernanza participativa (por compleja que sea) en la que todas las voces de pueblos, regiones, naciones, ciudadanos que la componen, sean actores (en verdad activos, determinantes y protagonistas) de sus propias decisiones. Una Europa capaz de anticipar un nuevo mundo y mercados emergentes, generadora de verdaderos espacios de innovación y desarrollo. Una Europa de futuro y no del pasado, por brillante y apasionante que éste haya sido. Una Europa que, en verdad, haga de la cohesión social y territorial su principal foco de atención, priorizando su dimensión social y no un discurso de convergencia económica (con probada concentración entre los países de estructura, tejidos y economías preexistentes similares, y no de la totalidad de regiones que conformamos este especial a la vez que complejo espacio, supuestamente, común).

En esta campaña secuestrada, agravada por las trampas del poder del Estado, con circunscripción única, desvirtuando la realidad cultural, territorial y de voluntades institucionales y políticas diversas (diferentes espacios políticos, institucionales, económicos, sociales, culturales) , en el marco electoral europeo de las reglas del pasado que siguen obligando a configurar grupos parlamentarios artificiales en torno a etiquetas que “unifiquen” representantes y partidos dispares por “comodidad organizativa” del funcionariado y de los gobiernos centrales, descafeinando lo que habría de ser un verdadero Parlamento o una Comisión (que se supone ha de hacer las veces de un gobierno Europeo), o los Consejos Europeos que se suceden como simples encuentros protocolarios y mediáticos de fines de semana, conformados por ejecutivos  estatales que defienden políticas internas propias lejos de desafíos europeos, ha desaparecido la oportunidad de controlar y repasar lo realizado, de confrontar ideas y programas y de ganar, poco a poco, la lucha contra la desafección de la población para con la Unión Europea y el proyecto por construir. El llamado déficit democrático sigue vivo.

Repasando las declaraciones, manifiestos, programas electorales de los diferentes candidatos, partidos y grupos, comparándolos con los del año 2014 en la anterior consulta electoral, encontramos escasas diferencias. Mismos retos, mismos reclamos, mismas críticas por superar. Hoy, hechos tan relevantes como el Brexit son un gran ejemplo del inmovilismo por superar. La propia participación del Reino Unido en estas elecciones con 73 representantes elegidos y que ,previsiblemente, abandonarán sus escaños en los próximos días o semanas y la nueva situación creada con una Europa a 27, no solo obliga a un nuevo estado de relación con el Reino Unido, sino que, a su vez, más allá de la consideración de procesos similares en el interior de la Unión, la recomposición de los “infraestados o espacios interiores y naturales” dentro de algunos Estados Miembro, lo que  exige una nueva manera de abordar la transformación del “viejo club”. La salida del Reino Unido supone, también, un nuevo mapa con el futuro de Irlanda (unificado o no), del próximo referéndum escocés deseando, mayoritariamente, permanecer en Europa. El torpe proceso negociador de salida no ha facilitado alternativas de espacios colaborativos de singular beneficio para todos. ¿Es esta la enseñanza para todos los europeos?, ¿existen oportunidades para nuevos caminos acordes con la voluntad democrática de quienes somos y queremos seguir siendo europeos, pero que no creemos que el club de la Unión sea sinónimo de la Europa deseable?

Desgraciadamente, la “campaña secuestrada” nos ha imposibilitado pensar en una nueva Europa y conocer, de verdad, lo que habríamos de esperar en estos próximos cinco años. Alejados de la No campaña en el Estado español, diferentes debates y foros,  así como contribuciones publicadas en otros Estados Miembro, los spitzenkandidaten (pre candidatos de las principales familias políticas a presidir la Comisión Europea y/o el Parlamento en función de resultados, coaliciones y acuerdos internos) sí nos han transmitido sus opiniones e intenciones demostrando diferencias relevantes en su manera e intención de abordar el futuro de Europa, en lo económico, social y político confiando en poder avanzar hacia una transformación profunda de los propios contenidos que deben ocupar al parlamento (mayor capacidad legislativa, control de la Comisión, derecho de iniciativa, intervención real en la redirección de los presupuestos, poniendo el acento en la Europa esencial y subsidiaria y no en una miscelánea de asuntos menores y distantes), avances, de una vez por todas, hacia la conversión de la Comisión en un verdadero gobierno y de los Consejos Europeos en Consejos europeos y no encuentros de representaciones particulares, alejados del verdadero espíritu europeo, sin el adecuado control democrático -previo- en su respectivos parlamentos origen. Debates en los que la “arquitectura del euro”, la política industrial y de competitividad, la cohesión social y la dispersión de fondos regionales, de empleo, sociales, etc. deben reevaluarse en función de los resultados reales obtenidos y no por indicadores de ejecución administrativa, proyectos interregionales que mitiguen las disparidades territoriales y la concentración de recursos en determinados centros (generalmente olvidando la periferia) que aumentan la divergencia. En definitiva, nuevos roles, relevantes para la vida y futuro de los europeos.

Con la esperanza de que en 2024 podamos acudir a las urnas sin los viejos papeles de hoy y con la ilusión de participar de una nueva realidad, acorde con los nuevos tiempos, desde la fortaleza de los valores y principios inspiradores de este largo y apetecible viaje, depositemos, hoy, nuestro sobre azul por una Europa viva, real e integradora y no solo un club de mayor dimensión que una al mundo como un tablero de confrontación entre cuatro grandes potencias en busca de su propio triunfo de suma cero. Hacia una Europa refundada, concentrada en lo esencial, compartiendo soberanía, superando su ya crónico déficit democrático, abordando los muchos y complejos desafíos de futuro.

Europa SI, pero desde nuestras propias decisiones, voluntades y proyectos compartidos.

Que hoy, las urnas, escuchen nuestras voces.

Desempleo y Desigualdad. Nuevos roles ante el desafío

(Artículo publicado el 12 de Mayo)

Tres de los negros nubarrones que afronta la sociedad: desempleo, desigualdad y, en consecuencia, el rol de los distintos agentes implicados en ambos, ocupan la atención mediática de la semana, en la breve tregua entre campañas electorales. Desafío nada novedoso, desgraciadamente, pero que obliga a explorar nuevas líneas de pensamiento, estrategias integradas de actuación y redoblados esfuerzos, si cabe, para su mitigación, por no decir, solución definitiva, que hoy se antoja remota.

La inevitable mala práctica de la publicación mensual de las tasas de paro, ocupación y cotizantes a la seguridad social, enturbiada por la escasa explicación y matices diferenciadores de información según sean de paro registrado, paro en relación con la actividad o EPA, no solo confunde, sino que da lugar a diferentes posiciones mediáticas, sindicales, políticas, empresariales, académicas o institucionales, reiterando datos fríos , y mismas soluciones a la espera de un “nuevo ranking” que desgraciadamente, no modificará de forma sustancial la realidad.

En esta ocasión, los grandes titulares partían de un mensaje positivo: “disminuye el desempleo, aumenta la ocupación y el número de cotizantes a la seguridad social”… pero, acompañado, de inmediato, de toda una batería de “matices”, desde diferentes ópticas, que no difieren, mes tras mes: “se crea empleo pero precario”, “resultados estacionales y un tanto artificiales”, “no reflejan la realidad del desempleo real”, “éxito o culpa del gobierno”, o “España carece de modelo económico”, “una España de camareros”, “los gobiernos liberales están consolidando una economía precaria”, “nuestras jóvenes generaciones mejor preparadas han de emigrar para encontrar un empleo y salario acorde con su cualificación”, “los señoritos que dirigen empresas millonarias se forran y los currantes sufren”, “la sanidad, educación pública y gobiernos deben incrementar plantillas y salarios para paliar el desempleo y la precariedad”, “las empresas no cumplen con su responsabilidad y no están creando empleo de calidad”, “han de acometerse reformas fundamentales”. De esta forma, la en principio, buena noticia, coyuntural, se ve rápidamente empañada por contundentes frases que llevan a una profunda preocupación: ¿Quién tiene razón? De una u otra forma todos y, uno por uno, afirmación por afirmación, ninguno. La realidad es que la tasa de desempleo en el Estado español se mida como se mida, es la segunda más elevada de Europa y la primera, si de paro juvenil se trata.

Más allá de la preocupación y ocupación que merece el empleo (y, sobre todo, su ausencia), ni hay una receta mágica, ni puede entenderse como responsabilidad parcial y única de nadie. El mercado de trabajo es un sistema complejo en el que múltiples jugadores además de todo tipo de variables y condiciones (propias y exógenas) terminan por definir. Mientras pongamos el acento en señalar culpables únicos (siempre los demás) no seremos capaces de superar la lacra del desempleo.

Si presuponemos que España tiene un modelo económico (buscado o existente, sin más), debemos concluir que es nefasto e ineficiente para generar un empleo estable, de calidad, acorde a las competencias y capacidades de la gente demandante de un trabajo. No cuenta con una oferta equilibrada geográficamente, por lo general irregular y en gran medida informal, bajo una dualidad perversa y desigual (pública-privada), inmersa en un sistema perverso de contratación y/o de formación-empleo, que exige una verdadera redefinición. Mientras las tantas veces anunciadas y no aplicadas apuestas por la economía verde o azul, por el turismo de calidad, por la economía productiva, por entender y gestionar  el impacto de “la uberización de la economía del futuro”, “la revisión de la esencia de los servicios públicos y su concepción no excluyentes de su complementariedad privada”, “la revisión de la privilegiada posición relativa del funcionariado”, “la recreación de los hoy mercados propios, excluyentes del poder político y sindical”, “la responsabilidad social del empresariado más allá de su cuestionado rol creador de empleo” se queden en declaraciones o acciones parciales y aisladas y no sean objeto de una profunda revisión desde la reflexión objetiva sobre su capacidad real de crear empleo inclusivo, de calidad y sostenible, seguiremos, mes tras mes, dando vueltas sobre el mismo debate, confiando en un escenario mágico que, algún día, sin saberlo, ni provocarlo, termine ofreciendo resultados.

No hay un solo gobierno en el mundo, sea del nivel institucional o color que sea, que no implante programas y medidas en favor del empleo. No existe empresa alguna que no aspire a crear empleo y no hay Escuela/Universidad que no pretenda la mayor y mejor empleabilidad de sus alumnos. Ahora bien, ¿cómo lo estamos haciendo?, ¿existe la coherencia entre nuestras aspiraciones con los políticos, objetivos, intensidad, recursos y compromisos en curso? Ciertamente NO. Su no solución lo demuestra.

De una u otra forma, todos nos adherirnos a una apuesta por un empleo digno y de calidad, con la mayor estabilidad y sostenibilidad posible, suficientemente retribuido y acorde con la cualificación, aspiración y necesidades de las personas. Ahora bien, ¿cómo crearlo y garantizarlo?, ¿cómo convertir nuestra aspiración colectiva en resultados tangibles?

Con este gran desafío de fondo, asistimos, día a día, a datos, informes, ejemplos que profundizan en las claves e impactos negativos que inciden en la alarma generalizada mencionada. Esta semana se anuncian nada menos que 6.000 rescisiones de contratos en la banca española. Dos entidades bancarias ejecutarán expedientes de rescisión, llamadas por comparación con otros trabajadores “EREs de Oro”, dirigidos a todos sus empleados mayores de 52 años. Este caso se une a los 90.000 despidos (y/o prejubilaciones negociadas) de la banca española desde el año 2008 con el inicio de la última crisis. La transformación digital, la alta concentración bancaria en “5 grandes jugadores globales” y “la creciente urbanización” explicarían estas decisiones en un momento en el que la banca española declara beneficios por encima de los 20.000 millones anuales. Beneficios imprescindibles para sostener el crecimiento viable de su actividad. El Banco de España, su principal regulador, se ha apresurado a señalar que son pasos aún tímidos y que el esfuerzo transformador deberá acelerarse o intensificarse hacia una modernización eficiente del sector. ¿Bajo qué modelo esperable de negocio y respuesta a su papel de servicio público e interés general?

Este anuncio coincide con una reciente publicación de la OCDE, “Skills Outlook 2019” (“Capacidades/Habilidades observatorio 2019”), en el que propone una serie de recomendaciones para abordar “el potencial de oportunidades que la transformación digital conlleva”, mitigando el impacto negativo y desigual que puede generar en industrias, países y personas. Para el caso de la economía española emite un mensaje desolador: “menos del 25% de su población, entre 16 y 65 años, está preparada para el futuro”, destacando que un 64% de los profesores necesitan reciclarse en cuanto a su formación en tecnologías de la información. Confiando en que el mencionado informe no responda a la realidad diagnóstica y esté lejos en contenidos y tiempos para ese escenario futuro que preconiza, no cabe, sin embargo, sino abordar un esfuerzo extraordinario de reforma en el sistema educativo y de aprendizaje, en el mundo laboral y su organización y, por supuesto, en un renovado y amplio sistema de protección social que acompañe un, en todo caso, complejo tránsito hacia nuevos futuros esperables. Recordemos, también, que la desigualdad creciente se ve condicionada, y agravada, por una serie de vectores como los cambios tecnológicos, la globalización y/o deslocalización de talento, inversiones y comercio, de la capacidad de acceso a la financiación “pagable”, a la propia arquitectura fiscal y los ya mencionados espacios de educación y mercado laboral. Vectores con incidencia variable según el tejido económico, social, político-institucional en el que se encuentre la persona-sociedad afectada. Retos a los que hemos de responder con la inevitable participación colaborativa de todos los implicados.

Hace tan solo un par de días (7-8 de mayo), se celebró en Boston la reunión anual de la “Shared Value Initiative” (Iniciativa mundial por el valor compartido empresa-sociedad), bajo el reclamo “Leadership: Delivering on the promise of purpose” (Liderazgo, cumpliendo la promesa de un propósito). Encuentro en el marco de un llamamiento creciente a los principales líderes empresariales para implicarse en un propósito extraordinario, más allá de la responsabilidad social de sus empresas, de sus objetivos y compromisos, con todos sus stakeholders, en la búsqueda innovadora de nuevos modelos de negocio co-creadores de valor empresa y sociedad respondiendo a las necesidades sociales. Búsqueda de modelos de crecimiento y desarrollo inclusivo. Propósito generador de una sociedad que apoye a las comunidades en que desarrolle su actividad empresarial a lo largo del mundo, al propio entorno, y al planeta en su conjunto, desde la capacidad y fortaleza única de su competencia y modelo empresarial. Propuesta ambiciosa a la vez que imprescindible.

Hace ya doce años que, de la mano de las primeras propuestas de Michael E. Porter y Mark Kramer, promotores de esta línea de pensamiento, este movimiento, se extiende a lo largo del mundo, con una fortaleza creciente. El propósito es real y constituye la pieza esencial de las estrategias de co-creación de valor (no como un añadido de reparto una vez logrado el beneficio empresarial, sino como conductor esencial e imprescindible en el diseño, formulación e implementación). La reunión de Boston ha puesto de manifiesto un compromiso real de todo un mundo de líderes comprometidos con el desafío. Grandes empresas al frente de la economía mundial, ONG’s, fundaciones con más recursos y activos que muchos gobiernos y países generadores de opinión… comprometiéndose con proyectos concretos, “haciendo camino día a día, construyendo un nuevo paradigma”. Amplio movimiento, que va influyendo e interactuando con múltiples iniciativas repensando y comprometiéndose en nuevos roles a jugar en el desafío global de la Sociedad. Así, en los próximos días, Bilbao será capital mundial de la inversión responsable en la III Edición del Biscay ESG Global Summit, encuentro de empresas e instituciones inversoras comprometidas con el medio ambiente, la sostenibilidad, los desafíos sociales desde las diferentes corporaciones. Ya en el nacimiento de la mencionada iniciativa “Shared Value”, Michael E. Porter señalaba como punto de inflexión la necesidad de convencer a los grandes inversores, financieras globales, del valor -también para ellos- de invertir en empresas con estrategia y propósito de valor compartido. En un rompedor informe en 2014, “How Banks profit by rethinking their purpose” (“Cómo hacer la banca rentable repensando su propósito”), con la participación de varios bancos punteros, repensaban sus estrategias y proponían diversos escenarios de transformación estratégica para reinventar la banca, la inversión y su interacción empresa-sociedad. Hoy, BlackRock, principal “banca de inversión global”, propone su inversión sostenible y afirma en su apuesta estratégica: “se trata de invertir en el futuro y en reconocer que las empresas que resuelven los mayores desafíos a los que se enfrenta la humanidad podrían estar mejor posicionadas para crecer. Se trata de promover nuevas formas de hacer negocios y de crear una tendencia que anime a más personas e instituciones a invertir en el futuro que estamos creando juntos”. En su informe “Sostenibilidad: El futuro de la inversión” afirman que, si bien en el pasado invertir en una u otra empresa o iniciativa suponía sacrificar VALOR a cambio de “valores”, hoy no es el caso. Hoy, y, sobre todo mañana, las empresas más rentables serán aquellas que hagan de sus estrategias de co-creación de valor y su respuesta, medible a los desafíos sociales, medio ambientales y de gobierno, el verdadero hilo conductor de su propósito. La banca hoy, toda industria mañana.

Quizás, paso a paso, con este imparable movimiento inconformista con la realidad observable, encontremos la manera de afrontar tan graves desafíos como estos que nos ocupan. Diferentes roles y responsabilidades, de unos y otros, en un marco de coherencia.