¿CRECER para TODOS?

(Artí­culo publicado el 16 de Abril)

El tradicional encuentro anual del Gobierno alemán con el triunvirato Internacional (Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial y Organización Mundial del Comercio), celebrado esta semana en Berlí­n, ha servido para presentar el Informe conjunto de los tres Organismos Internacionales en defensa y valoración positiva del comercio y el crecimiento, si bien alertando de los resultados y enfoque negativo que la práctica ha provocado al marginar a diferentes paí­ses, comunidades y personas.

De esta forma, «Making Trade an Engine of Growth for All» («Haciendo del Comercio un vector del crecimiento para todos») se convierte en el nuevo reclamo hacia una renovada concepción de las polí­ticas mundiales al servicio de la llamada «Globalización Inclusiva».

Si bien no serí­a justo desconocer que la dimensión social y el carácter inclusivo asociable al libre comercio han estado presentes en los debates, documentos y preocupaciones-sugerencias en múltiples trabajos de las tres entidades mencionadas, sí­ podemos destacar su limitada contundencia matizadora de la Globalización, el libre comercio y las recomendaciones de la polí­tica general y global más dirigidas al club del G-20 y un recetario uniforme que hací­a la observación de las economí­as domésticas, las polí­ticas facilitadoras del ajuste-austeridad penalizador del desarrollo y empleo de los últimos años de crisis y de los efectos negativos directos que, de forma intensiva, han supuesto para mitigar desigualdad, pobreza y exclusión. Actitud, recomendaciones e intervenciones qué, a lo largo del tiempo, han jugado un papel más que controvertido.

Si bien es verdad que cada una de estas Instituciones, ampliamente interrelacionadas, tienen objetivos y mandatos diferenciados («abrir el comercio y velar por su ajuste a reglas previamente acordadas», «combatir la pobreza en el mundo no desarrollado favoreciendo el crecimiento», o «garantizar la estabilidad monetaria y financiera»), y que, en principio, sus recomendaciones o Informes no tienen valor imperativo, su propia configuración y membresí­as, sus fondos y recursos provenientes de las cuotas de los paí­ses miembro y el rendimiento de sus operaciones financieras y asistencias técnicas, y el origen y asignación de sus funcionarios y dirigentes cuyo acceso proviene básicamente, de la cuota Paí­s y, en definitiva, de las decisiones de los gobiernos según el peso relativo de su  PIB, se han convertido, en la práctica, en el guion de obligado cumplimiento más allá de sus cometidos iniciales. Debates aparte, la realidad es que sus programas y recursos han vivido excesivamente concentrados en la Macroeconomí­a, obviando la necesaria implementación diferenciada de polí­ticas a lo largo del mundo, escasamente preocupados por los Agentes Transformadores reales en cada paí­s, sobre el que actúan y confiando en la obtención de resultados espontáneos fruto del «bonismo» de declaraciones generales, de una excesiva confianza en la fuerza de arrastre de beneficios globales «para todos» tras un concepto de globalización, escasamente matizado, explicado y evaluado. Así­, tras sus informes y mensajes, sus llamados «equipos y hombres de negro» han provocado la implantación generalizada de medidas comunes (o iguales) para economí­as, gobiernos, situaciones, Instituciones, necesidades y tiempos diferentes, lo que, desgraciadamente, ha terminado llevando al ánimo de gobiernos, parlamentos y agentes económicos y sociales la idea errónea del «pensamiento único», de la separación entre economí­a y polí­tica, del final de las ideologí­as y de la receta replicable a todos y en todo momento, determinando la fijación de polí­ticas y presupuestos públicos. Entidades que, pese a que pudiera parecer que llevan toda la vida entre nosotros, nacieron en 1944 como consecuencia de los acuerdos de Bretton Woods, focalizadas en la inflación, el peligro de las devaluaciones sucesivas y la inestabilidad monetaria y financiera de postguerra, como apuesta de solución para un necesario y deseado proceso de reconstrucción. Entidades que han contribuido, sin duda, a significados logros apegados a sus objetivos fundacionales pero que, a la vez, han condicionado en exceso un mundo «plano» irreal.

Hoy con este nuevo Informe (de gran interés y rico contenido), se pone de manifiesto una realidad que venimos padeciendo, dí­a a dí­a, Paí­s a Paí­s y, desgraciadamente, persona a persona: un desigual impacto del mantra globalizador. Así­ ya en la pasada reunión semestral del FMI en Washington, el octubre pasado, su directora, Christine Lagarde, llamaba a la acción para impulsar el crecimiento («Por favor, hagamos de la globalización algo diferente, que funcione para todos y prestemos mayor atención a aquellos que están ante el riesgo de perder todo, ya sea a causa del comercio internacional, de la tecnologí­a, de la economí­a digital, de la carencia educativa… o aislamiento de las polí­ticas de ajuste…»).

Como la gran mayorí­a de los movimientos en favor de un desarrollo o crecimiento inclusivo, que se propagan (afortunadamente) a lo largo del mundo, entre los relevantes saltos cualitativos se da el que no es un discurso voluntarista de movimientos y/o entidades sin ánimo de lucro, con limitados recursos que garanticen su acción sostenible o fruto de «causas nobles» anti sistema, sino que surgen y se organizan desde aquellos con la mejor capacidad de movilización de activos facilitadores del cambio. Desde quienes aspiran a construir nuevos modelos de desarrollo económico y social, quienes observan un mundo diferente, quienes aspiran a una nueva ideologí­a económica y social, o quienes persiguen nuevos modelos de negocio o inclusivo, o reorientar un capitalismo dotándole de alma (esa alma que debe mover los mercados para no convertirlos en un zoco sin ley). El Informe en cuestión pretende salvar el comercio superando la creciente propagación de numerosos obstáculos, evitar llevar al estado de ánimo de la Sociedad, gobiernos, empresas y agentes económicos y sociales la idea de que la culpa de todos los males está en  la estabilidad monetaria y financiera, en el intercambio de bienes, servicios, capital y trabajo, en la movilidad, en la búsqueda del equilibrio financiero y la internacionalización, o que los cambios tecnológicos, la innovación y otros muchos factores asociados sean irrelevantes para el empleo, la riqueza y el bienestar. Es, en todo caso, un Informe que pretende reivindicar las bondades del libre comercio si bien reconocer los efectos perversos y negativos que, también, ha generado, invitando a la redefinición de una nueva Globalización Inclusiva. Convencidos de las bondades para el crecimiento como objetivo destacan los resultados positivos que ha aportado, pero pone el acento en el desigual reparto de beneficios y pérdidas que ha generado. De allí­ su apuesta por una Globalización Inclusiva y de nuevas «polí­ticas facilitadoras del ajuste», en un momento que califica de crí­tico, no ya solo por el claro descenso de las reformas hacia el deseable libre comercio, el rebrote proteccionista generalizado y «descontrolado» o el descenso temido de la productividad y generación global de rentas, unidos a una cada vez mayor concentración de poder, fuerza y riqueza en pocos paí­ses. Sostiene que no se pueden seguir aireando los beneficios en términos de bienestar, productividad, competencia, innovación, etc., si, a la vez, se excluye y margina, paí­s a paí­s, región a región, barrio a barrio y persona a persona. Este es el nuevo reclamo fundamental: hacer del crecimiento, del libre comercio y de una internacionalización bien entendida, un motor de bienestar, inclusivo y para todos.

Todo un compromiso que, como ya indicaba, se dirige a la acción y, sobre todo, a la polí­tica doméstica. Una vez más se necesita cambiar el foco y volver a una microeconomí­a que sufre su pobreza y desigualdad en casa, que observa la desaparición de empleos en el dí­a a dí­a, que necesita agendas, polí­ticas y soluciones inmediatas y próximas a los grandes desafí­os (oportunidades y amenazas) de las nuevas tecnologí­as, de la digitalización, de la velocidad transformadora, de la mundialización, de la cada vez más relevante (y razonable) demanda de los «paí­ses compradores y su propio interés de desarrollo endógeno», de la inevitable transformación de sus sistemas educativos (en casa y para casa y no solamente para formar ejecutivos globales para la City o Shanghái), que demanda sistemas de salud, vivienda y protección social «portables» en y desde casa para atender sus necesidades reales y directas. Una llamada a polí­ticas domésticas con visión mundializada compartible y no un ajuste de «bloques», genérico y único, sin saber muy bien quien es el destinatario y beneficiario del mensaje.

Es, en definitiva, un Informe, potente y de cambio. Dirigido al Comercio y a la Globalización, pero, sobre todo, a nuevos Foros. A los paí­ses y no tanto a los bloques, a los gobiernos próximos a las necesidades de sus ciudadanos, a nuevos interlocutores y a nuevas formas de organizar sus Administraciones y Servicios Públicos, sus relaciones de valor compartido con las empresas, sus prioridades y estrategias. Un nuevo llamado a repensar sus «n» mercados de trabajo, plenamente integrados con sus sistemas educativos y de bienestar. Es, ante todo, no un tiempo para intercambios o elecciones entre apertura comercial e inclusión. Es irremediablemente, tiempo para conseguir ambos objetivos a la vez. Y, obviamente, no caerán ni del cielo, ni desde la escucha y no implementación activa de los discursos del G-20. Sin acciones concretas de promoción y soporte, «a pie de calle» no tendrán efecto alguno. Tiempo de aproximar la lupa al empleo, a las polí­ticas activas necesarias e inmediatas, a evaluar los costes y gestión de las medidas pasivas, la protección y seguridad social y la educación asociada en un amplio sistema de bienestar (educación, salud, servicios sociales, vivienda). Y, por supuesto, a la igualdad de oportunidades para el empleo sostenible (público y privado, y no solo público). El Informe mencionado tiene la virtud de identificar un buen catálogo de áreas de actuación recomendables. No para asumir, una vez más, recetas de «corta y pega», sino para su análisis y, en su caso, apropiación e implementación local.

Nuevos enfoques, transformación de polí­ticas públicas y, por supuesto, «nuevos modelos de negocio» de las empresas, para un mundo diferente al que las etiquetas globalizadoras del pasado se empeñaron en uniformizar. No hay duda de los beneficios del comercio y su apertura, pero son evidentes, también, sus consecuencias perversas y negativas. No podemos dejar una y otras al azar.

Sin duda, una nueva «Globalización Inclusiva» nos espera. ¿Seremos capaces de construirla?

Mirando 40 años atrás… Construyendo el futuro

(Artí­culo publicado el 2 de Abril)

Esta semana, el Partido Nacionalista Vasco ha celebrado el 40 Aniversario de su «Asamblea Nacional en Iruña», que supuso su «regreso y puesta en Sociedad» tras la dictadura de Franco y la abolición de su actividad legal en el Estado español en 1935.

Tras un nuevo periodo de exilio, proscripción y clandestinidad, los afiliados de este «viejo partido», atendiendo el aparente clamor de quienes surgí­an en el escenario polí­tico de la época, pusimos en valor nuestras aspiraciones de futuro afrontando la transición hacia una democracia deseada que facilitara nuestra «liberación nacional y social». Así­, en un contexto aún de autarquí­a, de democracia incipiente y vigilada, desde la tutela de un establishment todaví­a franquista y un ejército golpista (como volverí­a a demostrarlo en 1981 y 1983), en plena crisis energética y económica, inmersos en el terrorismo de ETA y el contraterrorismo de Estado (el que se «practica y defiende desde las cloacas» que dijera el expresidente socialista Felipe González), fuera aún de la ansiada Comunidad Europea en su largo viaje hacia la Unión Europea y aquello que esté por venir, desde la ilusión y sueños por construir nuestro propio futuro, actualizábamos  nuestro ideario, instrumentos y proyectos.

Así­, 1977 en Iruña marcó una nueva etapa, resumida en torno a cuatro «ponencias o pilares» (Organización, Cultura e Identidad, Polí­tica y Socio-Económica) que de una u otra forma han venido configurando y liderando el «Modelo Vasco de Transformación del Paí­s» a lo largo de estos últimos (o primeros) cuarenta años. Bases para el diseño de las primeras instituciones de autogobierno del post-franquismo, un nuevo «modelo socio-económico» inspirador no solamente de polí­tica y progresos económicos y sociales, sino guí­a de una manera de entender la Sociedad y situar la economí­a al servicio de las personas. Pilares comprometidos y directores de un proceso de recuperación de la lengua vasca, de la formulación de nuevos sistemas educativos y acompañarlos de una organización capilar que hací­a y hace de la colectividad municipal y próxima la base comunitaria de participación y desarrollo. Pilares sobre una fortalecida base ideológica que fijaba un rumbo y objetivos hacia la independencia de nuestro Paí­s, a la búsqueda de un Estado vasco propio. Quienes quisimos dar un siguiente paso hacia la liberación nacional y social, comprometimos un horizonte y un camino siempre sujeto a la libre decisión que «el pueblo» elija en cada momento. Y así­ hemos llegado hasta aquí­.

Obviamente, el MODELO VASCO emprendido y liderado por el PNV ha contado con otros muchos compañeros de viaje. Algunos lo han fortalecido y han contribuido a su éxito relativo; otros (desgraciadamente no pocos) lo han «malformado» poniendo palos en las ruedas impidiendo su correcto desarrollo y otros armaron todo tipo de obstáculos y palos en la rueda para evitar su recorrido. Hoy, no obstante, estamos aquí­. Y es momento de dar otro salto adelante.

Hoy como hace cuarenta años, vivimos un mundo incierto, un presente complejo ante un futuro escasamente predecible. Hoy podemos constatar lo que dio de sí­ la Reforma, en el Estado español, y hemos recorrido a trompicones el camino de nuestro autogobierno de la mano del Estatuto de Autonomí­a y el Amejoramiento del fuero navarro y el Concierto y Convenio Económicos en una España cuyos dirigentes polí­ticos no parecen asumir las demandas pací­ficas y democráticas de naciones que no están lo suficientemente confortables en el estatus actual. Vivimos en una Europa que se ve obligada a reconsiderar su camino, a elegir la manera de avanzar o replegarse, de elegir o no a sus miembros de futuro y de poner en valor sus esencias fundacionales para una renovada trayectoria. Y tan solo hace pocas semanas, la Euskadi continental y de ultrapuertos se dota, en el Estado francés, de un simple, incipiente y escasamente significativo espacio diferenciado aglutinador de un mí­nimo poder de autogobierno compartido. Poco autogobierno real, gran esperanza de contar con un ente propio por pequeño que hoy sea. En una Europa que esta misma semana se enfrenta a lo inevitable: repensar su futuro y reorganizar sus estructuras dando paso a las demandas reales de sus pueblos y naciones más allá del «consenso» burocrático y en gran medida paralizante y minimizador acomodo a los gobiernos centrales de sus Estados Miembro. Hoy, estamos antes una encrucijada no solamente fruto de una aparente globalización de intensidad, velocidad y dirección única, sino ante demandas sociales de primer orden. Demandas insertas en escenarios tecnológicos, laborales, demográficos, sociales, culturales… que no tienen respuestas únicas.

Precisamente por eso, hoy merece la pena recordar con optimismo y esperanza el acierto de un diagnóstico y una apuesta de hace cuarenta años. Entender, entonces, que Europa era la apuesta clara por la paz, la libertad, la homologación internacional y democrática y la puerta del bienestar en cuyo renovable espacio pudiéramos encontrar la confortabilidad de los pueblos y naciones que la componen y en cuyo seno Euskadi encontrarí­a la integración nacional y territorial deseada, permitió fijar un marco de referencia. No solo permití­a reiniciar un camino hacia la libre expresión democrática de unos ideales, sino que protegí­a, en el manto europeo e internacional, de nuevos golpismos militares.

Comprender que no era ni un marco inamovible, ni nuestro vértice o culmen de aspiraciones y que debí­amos hacer de «nuestra pequeñí­sima magnitud y relevancia, el protagonismo de nuestra propia historia y futuro», soñando nuestro propio (y diferente) destino, fue otro acierto nada fácil en ese momento. Asumir que aceptar un marco institucional y determinada normativa estatutaria para acceder a nuestro autogobierno originario no renunciando a derecho alguno para redefinir tu camino en todo momento, fue otro pilar esencial de ayer, de hoy y de mañana.

Entender, sin complejos, que el euskera no solamente no era una pieza de museo o de recuerdo identitario, sino, además, un vehí­culo de comunicación, aprendizaje y transformación creativa de una Sociedad viva con vocación de construir su propio futuro y establecer los instrumentos y polí­ticas necesarias para su recuperación y fortalecimiento, toda una apuesta visionaria y de éxito. De igual forma, interpretar que un mundo dominado por la economí­a de mercado no nos llevarí­a a ninguna parte de la misma forma que su contraparte de la «planificación autárquica socialista en boga» tampoco, no solamente resultó coherente con nuestros principios humanistas, solidarios y pro liberación social, además de valientes ante un entorno de ruptura que parecí­a dominado por una corriente que nos orillaba y descalificaba, sino todo un vector de cambio, tractor de toda una cadena de estrategias y polí­ticas superadoras de las graves crisis por las que hemos pasado en tan corto perí­odo.

En ese contexto general, el gran acierto de la llamada «ponencia socio económica» marcó nuestro rumbo. Alcanzamos una nueva forma de entender la «economí­a social de mercado» al servicio, precisamente, de la Sociedad. Entendimos, contra corriente, la difí­cil hibridación de lo económico y lo social, avanzando, a la vez de manera convergente; comprendimos la correlación público-privada desde el rol esencial y diferenciado que empresa, Sociedad y Gobiernos han de jugar; diseñamos aquellos factores claves que regirí­an los mundos de la salud, de la educación, de la economí­a (en especial de la industria y del sector primario) en un espacio hacia el bienestar. Principios que han acompañado los últimos cuarenta años de gobernanza y gestión de EAJ-PNV en todos los niveles de gobierno en los que sus representantes hemos tenido el privilegio de asumir responsabilidades públicas. Y, estos pilares, de apariencia simple, nos han traí­do hasta aquí­.

Hoy, con errores e insuficiencias, pero, a la vez, con suficiente satisfacción pese a la tarea inacabable (por definición), contrastamos las decisiones tomadas con los nuevos retos y desafí­os. Observamos un mundo que reivindica como claves de éxito, precisamente, valores sociales y polí­ticos rectores de la economí­a, simultaneidad de aplicación de polí­ticas económicas y sociales, «liberación» y desarrollo social y económico inclusivo, protagonismo, identidad y pertenencia como motor del cambio en las Sociedades que se resisten ante globalizaciones simplistas. Factores que hoy, diferentes Organismos internacionales señalan como las claves de un modelo que califican de éxito que se propone como referente para los próximos pasos de futuro.

Cuarenta años que, además, en un entorno de violencia, palos en las ruedas y enormes dificultades objetivas, refuerza el valor del compromiso y complicidad con un futuro propio, lo que no hace sino redoblar el esfuerzo e ilusiones.

Así­ las cosas, hoy es de justicia rendir un homenaje a los visionarios que impulsaron tan magna apuesta. Y a quienes, con ellos, forman parte de este Modelo Vasco-Modelo PNV y que lo hacen posible, dí­a a dí­a. Homenaje y reconocimiento no de despedida, sino de renovado impulso para afrontar los nuevos desafí­os.

Hoy, como ayer, el tan denostado humanismo, la descalificación genérica y simplista del Nacionalismo (por supuesto, el de los otros y no el del establishment unificador del poder dominante) y el empeño de los discursos que pretenden impedir la libre decisión y voluntad de pertenencia justificando que es momento de resolver los «problemas que preocupan e importan a la Sociedad» en materia económica y, por supuesto, global, cobran relevancia los principios que inspiraron las propuestas de Iruña.

El PNV que salí­a de la clandestinidad, propuso a la Sociedad Vasca «trabajar por la creación de una nueva Sociedad en la que serí­a posible compaginar las exigencias de un orden socialmente justo y la plena vigencia de las libertades democráticas», manifestó su aspiración a transformar las estructuras bajo presupuestos de libertad, igualdad y participación en las decisiones que nos afectan, desde principios de democracia económica, en un orden socializado y democracia global, plena, y situando la economí­a bajo el control de la Sociedad. Contemplaba y propugnaba gobiernos y polí­ticas intervencionistas, asignando al sector público el protagonismo ante el mercado a la búsqueda del beneficio social y compartido y, en definitiva, sentó las bases para la interdependencia Mercado-Sociedad-Planificación al servicio de la persona. Unas personas sobre las que las polí­ticas económicas y sociales incidieran de manera conjunta en la totalidad de los sectores o espacios que configuran sus necesidades y demandas básicas: renta, empleo, salud, vivienda, educación, cultura… y democracia. Principios y valores, directrices y marcos rectores completos, organización e identidad como combustible de un compromiso transformador, con vocación y servicio colectivo.

Esa apuesta por un nuevo modelo social, económico e institucional ha condicionado -de forma favorable- el recorrido de estos cuarenta años. Hoy, más que nunca, siguen vigentes y exigen llevarlos adelante, adecuarlos a los movimientos y cambios de cada momento. Nuevos retos y desafí­os, renovada ilusión. Agur Iruña 77.